Recientemente he tenido ocasión de leer el libro de Xavier Moret “A la sombra del baobab”. No conocía estos árboles majestuosos, pero parece que son uno de los más magníficos del mundo y desde luego el mayor de África.
Quiero iniciar una nueva categoría de entradas que hable de árboles legendarios y os incite, con ello, a compartir experiencias relacionadas con esos seres tan magníficos y que, por desgracia, reciben agresiones tan brutales y despiadadas, sin darnos cuenta de que su destrucción indiscriminada equivale a nuestra propia destrucción.
Pueden llegar a alcanzar una altura de 25 ms. De altura y 40 ms. De diámetro. Tienen unas flores blancas en forma de mano y producen unos frutos similares a un melón pequeño.
Cuenta la leyenda que…
En un paraje muy lejano de la enigmática África, hace muchísimo tiempo vivía una familia de conejos muy pobres en la cual papá conejo se ganaba la vida como podía para tan solo llegar al anochecer a su casa con unas cuantas monedas y así poder comer con su familia lo poco que podían comprar.
La vida era muy difícil para esta familia de conejos, mamá preparaba la comida para sus hijos con mucho cariño pero con pocas papas y en una cocina ya demasiado vieja. Cierto día, papá conejo se cansó de tanto caminar por el caluroso desierto llevando una encomienda que le habían designado y simplemente se echó a descansar bajo la sombra de un árbol grueso y de enormes ramas.
- ¡Oh, qué buena sombra que da este árbol!.- dijo el conejo.- creo que descansaré un rato, hace mucho calor y no he almorzado todavía.
Y así, el conejo se sentó a la sombra del árbol a lamentar su suerte. Comenzó por maldecir al sol que tanto le quemaba, a la arena que siempre se le metía entre las patas, a la lluvia por inundar su aldea y todo el mundo. Cuando de pronto, el robusto árbol sobre el cual él estaba empezó a hablarle con una voz muy dulce.
- Amigo conejo, ¿Por qué te lamentas de tu suerte?, ¿Acaso no estás contento como eres?.- Replicó el árbol.
- Vaya, qué triste y desdichada es mi vida. Si tan solo pudiera ser un árbol como tú... ¡Claro!, todo el día parado, sin tener que trabajar, tan solo estiras tus hojas y recibes el alimento del sol y de la lluvia. ¡Qué más podrías pedir!.- se lamentaba el conejo.- En cambio yo, tengo que trabajar muy duro, tengo que padecer de hambre por darle de comer a mis hijos... ¡Qué triste es mi vida!
El árbol se puso muy triste por las palabras del conejo y le dijo con su melodiosa voz.
- ¿Sabes?, soy un Baobab, y, a pesar de que nunca hablo con los animales, me has conmovido mi joven amigo conejo.
Luego de estas palabras, el conejo se puso de pie y miró al árbol desde arriba hacia abajo. El conejo no se había percatado de que aquel árbol era en realidad un baobab, y el conejo, que no era nada bruto, sabía lo que decían todos sobre el baobab :” El baobab guarda muchas riquezas en su corazón, pero son pocas las personas que logran descubrir tal tesoro”. Luego de esto, papá conejo se asustó mucho y se arrodilló ante el baobab.
- Perdóneme señor baobab por maldecir a la naturaleza, le prometo que no volveré a quejarme de mi suerte, solo déjeme ir y seguiré trabajando firme para no tener que lamentarme por lo que soy.- dijo el conejo mientras se disponía a seguir con su trabajo.
- Espera un momento amigo conejo, no te vayas aún...
De pronto, el baobab estiró sus ramas fuertemente y el corazón que tenía entre ellas se dio al descubierto. Papá conejo se quedó asombrado, pero a la vez temeroso de que el baobab le hiciera alguna especie de daño por hablar mal de la naturaleza. El baobab, en cambio, dio un suspiro de regocijo y, luego de unos segundos de silencio, el corazón del baobab se abrió lentamente. Ese oscuro núcleo comenzó a descubrir todo lo que tenía en su interior y ¡oh sorpresa!, el baobab tenía en el interior de su corazón muchos tesoros : joyas, diamantes, monedas de oro, perlas, rubíes, piedras preciosas, telas finas, etc. Papá conejo se quedó asombrado ante tal espectáculo y el baobab le dijo con voz tierna :
- Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi buen amigo conejo.
El conejo, muy agradecido, cogió lo que cabía entre sus manos y se marchó contento luego de darle las gracias al baobab por tal muestra de generosidad.
Al llegar a su casa, les contó todo a su familia y, por fin, pudieron cambiar su forma de vida. Papá conejo ahora iba en carro al trabajo, ahora vestía bien, ahora ya estaba muy gordito y siempre andaba limpio. Mamá usaba ropas finas, ahora podía cocinar un rico banquete para sus hijos, remodelaron su casa, y todas esas cosas que hace la gente rica. Ahora mamá conejo llevaba siempre su collar de perlas a las reuniones de sus amigas, y fue en una de esas reuniones donde la señora hiena observó con mucha envidia las riquezas de mamá conejo. La señora hiena, que era muy autoritaria, le exigió a su marido que también le comprase a ella un collar de perlas, que le comprase un auto, que le comprase telas finas y todas las cosas que el marido de mamá coneja le había comprado a ésta.
El señor hiena, sintió curiosidad acerca de cómo el conejo había adquirido tantas riquezas así que un buen día se le acercó y le preguntó qué es lo que éste había hecho. Pues bien, papá conejo, que era de un corazón noble, le contó al señor hiena todo lo sucedido con el baobab. Le contó cómo había llegado a la sombra de éste árbol y el montón de tesoros que había en el interior de su corazón. El señor hiena se emocionó bastante y sin perder ni un segundo se fue hacia donde estaba el baobab para robarle todos los tesoros que había en su corazón y así llenarse de lujos como los que poseía el conejo.
Esta malévola hiena fue hacia donde estaba el apacible baobab y sin perder mucho tiempo se echó bajo la sombra de éste, como le había indicado el buen conejo.
Luego, empezó a gritar con voz muy fuerte: “¡ Ay!. ¡qué desdichada es mi vida, qué pobre soy, qué mala suerte la mía, soy tan desgraciado!”. El baobab, empezó a sacudir sus ramas suavemente...
- Mi buen amigo hiena, qué grata visita me has dado, ¿por qué te quejas de tu suerte?, ¿es que acaso no eres feliz con lo que eres?.- dijo el baobab.
- Pues no, la verdad no soy lo suficientemente feliz como debería, si tan solo pudiera tener tantos tesoros como el conejo mi vida sería distinta. Si tan solo fuese poseedor de las riquezas que tiene el conejo me sentiría más aliviado.- mencionó la hiena con un tono muy sarcástico.
De pronto, las hojas del baobab se estiraron muy fuerte y éste dio un gran y tierno suspiro. La hiena se quedó impaciente, no podía dejar de caminar de un lado para otro sin dejar de ver lo que descubría las hojas del baobab. Entonces, como ya había sucedido antes, el corazón de este árbol se dio a descubrir y quedó a la vista de la hiena que lentamente empezaba a sacar las garras. El baobab dio otro suspiro y comenzó a abrir el oscuro núcleo que albergaba tantos tesoros, a los cinco segundos el corazón del baobab quedó totalmente al descubierto y, también, los tesoros que poseía en su interior. A la hiena se le salían los ojos ante tanta maravilla; al instante el baobab dijo con su tranquilo tono de voz :
- Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi estimado señor hiena.
El señor hiena, que tenía una intención muy distinta a la del conejo, pensó que si le arrancaba el corazón al baobab no solo se llevaría lo que cupiera entre sus manos, sino todos los tesoros de este árbol. El señor hiena pensó que el baobab tenía muchos otros tesoros escondidos en su interior así que se lanzó salvajemente sobre el baobab y, con sus filudas garras, empezó a desgarrar el corazón de este árbol. Lo rasgó y lo rasgó, comenzó a hacerle mucho daño al pobre baobab; esta hiena mordía, hincaba sus dientes sobre la corteza del corazón del baobab para arrancárselo y quedarse con absolutamente todos los tesoros que estaban en el interior de éste.
Fue un momento muy doloroso para el baobab, que lloraba de dolor y de tristeza por la decepción sufrida a causa de la hiena. De repente, el corazón del baobab se cerró bruscamente y se ocultó nuevamente entre sus hojas que se habían tornado de un verde muy tenebroso. La hiena, que no pudo conseguir ningún tesoro comenzó a maldecir al árbol, comenzó a rasgar su tronco pero fue inútil, pues ahora el tronco del baobab se había vuelto áspero de nuevo y de un aspecto mucho más frío. El señor hiena, muy cansado, dio la media vuelta y se fue a su casa sin ninguna clase de tesoro ya que, a causa de su avaricia, no consiguió lo que quiso.
Desde ese momento nadie ha vuelto a ver jamás el corazón del baobab y éste ya no deja que se le acerquen muchos animales debido a que su áspero tronco emana mal olor. Y dicen también que las hienas siempre andan en manada por el desierto en busca de algún otro baobab para conseguir los tesoros que oculta éste árbol.
Y explican también que el baobab se parece mucho a las personas ya que, a pesar de que éstas aparentan tener una corteza muy dura y áspera, poseen un corazón lleno de tesoros. Sin embargo, las personas, al igual que el baobab, lo tienen escondido, muy duro y muy difícil de abrir... ¿Por qué es tan difícil para las personas abrir su corazón?, ¿Por qué se les hace tan complicado demostrar las riquezas que hay en su interior?, ¿Por qué ocultan tal corazón entre sus grandes hojas?, ¿Por qué se rehúsan a volver a entregarle su corazón, como lo hicieron alguna vez, a cierto conejo?, ¿de qué hienas se acordarán? ...
Quiero iniciar una nueva categoría de entradas que hable de árboles legendarios y os incite, con ello, a compartir experiencias relacionadas con esos seres tan magníficos y que, por desgracia, reciben agresiones tan brutales y despiadadas, sin darnos cuenta de que su destrucción indiscriminada equivale a nuestra propia destrucción.
Pueden llegar a alcanzar una altura de 25 ms. De altura y 40 ms. De diámetro. Tienen unas flores blancas en forma de mano y producen unos frutos similares a un melón pequeño.
Cuenta la leyenda que…
En un paraje muy lejano de la enigmática África, hace muchísimo tiempo vivía una familia de conejos muy pobres en la cual papá conejo se ganaba la vida como podía para tan solo llegar al anochecer a su casa con unas cuantas monedas y así poder comer con su familia lo poco que podían comprar.
La vida era muy difícil para esta familia de conejos, mamá preparaba la comida para sus hijos con mucho cariño pero con pocas papas y en una cocina ya demasiado vieja. Cierto día, papá conejo se cansó de tanto caminar por el caluroso desierto llevando una encomienda que le habían designado y simplemente se echó a descansar bajo la sombra de un árbol grueso y de enormes ramas.
- ¡Oh, qué buena sombra que da este árbol!.- dijo el conejo.- creo que descansaré un rato, hace mucho calor y no he almorzado todavía.
Y así, el conejo se sentó a la sombra del árbol a lamentar su suerte. Comenzó por maldecir al sol que tanto le quemaba, a la arena que siempre se le metía entre las patas, a la lluvia por inundar su aldea y todo el mundo. Cuando de pronto, el robusto árbol sobre el cual él estaba empezó a hablarle con una voz muy dulce.
- Amigo conejo, ¿Por qué te lamentas de tu suerte?, ¿Acaso no estás contento como eres?.- Replicó el árbol.
- Vaya, qué triste y desdichada es mi vida. Si tan solo pudiera ser un árbol como tú... ¡Claro!, todo el día parado, sin tener que trabajar, tan solo estiras tus hojas y recibes el alimento del sol y de la lluvia. ¡Qué más podrías pedir!.- se lamentaba el conejo.- En cambio yo, tengo que trabajar muy duro, tengo que padecer de hambre por darle de comer a mis hijos... ¡Qué triste es mi vida!
El árbol se puso muy triste por las palabras del conejo y le dijo con su melodiosa voz.
- ¿Sabes?, soy un Baobab, y, a pesar de que nunca hablo con los animales, me has conmovido mi joven amigo conejo.
Luego de estas palabras, el conejo se puso de pie y miró al árbol desde arriba hacia abajo. El conejo no se había percatado de que aquel árbol era en realidad un baobab, y el conejo, que no era nada bruto, sabía lo que decían todos sobre el baobab :” El baobab guarda muchas riquezas en su corazón, pero son pocas las personas que logran descubrir tal tesoro”. Luego de esto, papá conejo se asustó mucho y se arrodilló ante el baobab.
- Perdóneme señor baobab por maldecir a la naturaleza, le prometo que no volveré a quejarme de mi suerte, solo déjeme ir y seguiré trabajando firme para no tener que lamentarme por lo que soy.- dijo el conejo mientras se disponía a seguir con su trabajo.
- Espera un momento amigo conejo, no te vayas aún...
De pronto, el baobab estiró sus ramas fuertemente y el corazón que tenía entre ellas se dio al descubierto. Papá conejo se quedó asombrado, pero a la vez temeroso de que el baobab le hiciera alguna especie de daño por hablar mal de la naturaleza. El baobab, en cambio, dio un suspiro de regocijo y, luego de unos segundos de silencio, el corazón del baobab se abrió lentamente. Ese oscuro núcleo comenzó a descubrir todo lo que tenía en su interior y ¡oh sorpresa!, el baobab tenía en el interior de su corazón muchos tesoros : joyas, diamantes, monedas de oro, perlas, rubíes, piedras preciosas, telas finas, etc. Papá conejo se quedó asombrado ante tal espectáculo y el baobab le dijo con voz tierna :
- Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi buen amigo conejo.
El conejo, muy agradecido, cogió lo que cabía entre sus manos y se marchó contento luego de darle las gracias al baobab por tal muestra de generosidad.
Al llegar a su casa, les contó todo a su familia y, por fin, pudieron cambiar su forma de vida. Papá conejo ahora iba en carro al trabajo, ahora vestía bien, ahora ya estaba muy gordito y siempre andaba limpio. Mamá usaba ropas finas, ahora podía cocinar un rico banquete para sus hijos, remodelaron su casa, y todas esas cosas que hace la gente rica. Ahora mamá conejo llevaba siempre su collar de perlas a las reuniones de sus amigas, y fue en una de esas reuniones donde la señora hiena observó con mucha envidia las riquezas de mamá conejo. La señora hiena, que era muy autoritaria, le exigió a su marido que también le comprase a ella un collar de perlas, que le comprase un auto, que le comprase telas finas y todas las cosas que el marido de mamá coneja le había comprado a ésta.
El señor hiena, sintió curiosidad acerca de cómo el conejo había adquirido tantas riquezas así que un buen día se le acercó y le preguntó qué es lo que éste había hecho. Pues bien, papá conejo, que era de un corazón noble, le contó al señor hiena todo lo sucedido con el baobab. Le contó cómo había llegado a la sombra de éste árbol y el montón de tesoros que había en el interior de su corazón. El señor hiena se emocionó bastante y sin perder ni un segundo se fue hacia donde estaba el baobab para robarle todos los tesoros que había en su corazón y así llenarse de lujos como los que poseía el conejo.
Esta malévola hiena fue hacia donde estaba el apacible baobab y sin perder mucho tiempo se echó bajo la sombra de éste, como le había indicado el buen conejo.
Luego, empezó a gritar con voz muy fuerte: “¡ Ay!. ¡qué desdichada es mi vida, qué pobre soy, qué mala suerte la mía, soy tan desgraciado!”. El baobab, empezó a sacudir sus ramas suavemente...
- Mi buen amigo hiena, qué grata visita me has dado, ¿por qué te quejas de tu suerte?, ¿es que acaso no eres feliz con lo que eres?.- dijo el baobab.
- Pues no, la verdad no soy lo suficientemente feliz como debería, si tan solo pudiera tener tantos tesoros como el conejo mi vida sería distinta. Si tan solo fuese poseedor de las riquezas que tiene el conejo me sentiría más aliviado.- mencionó la hiena con un tono muy sarcástico.
De pronto, las hojas del baobab se estiraron muy fuerte y éste dio un gran y tierno suspiro. La hiena se quedó impaciente, no podía dejar de caminar de un lado para otro sin dejar de ver lo que descubría las hojas del baobab. Entonces, como ya había sucedido antes, el corazón de este árbol se dio a descubrir y quedó a la vista de la hiena que lentamente empezaba a sacar las garras. El baobab dio otro suspiro y comenzó a abrir el oscuro núcleo que albergaba tantos tesoros, a los cinco segundos el corazón del baobab quedó totalmente al descubierto y, también, los tesoros que poseía en su interior. A la hiena se le salían los ojos ante tanta maravilla; al instante el baobab dijo con su tranquilo tono de voz :
- Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi estimado señor hiena.
El señor hiena, que tenía una intención muy distinta a la del conejo, pensó que si le arrancaba el corazón al baobab no solo se llevaría lo que cupiera entre sus manos, sino todos los tesoros de este árbol. El señor hiena pensó que el baobab tenía muchos otros tesoros escondidos en su interior así que se lanzó salvajemente sobre el baobab y, con sus filudas garras, empezó a desgarrar el corazón de este árbol. Lo rasgó y lo rasgó, comenzó a hacerle mucho daño al pobre baobab; esta hiena mordía, hincaba sus dientes sobre la corteza del corazón del baobab para arrancárselo y quedarse con absolutamente todos los tesoros que estaban en el interior de éste.
Fue un momento muy doloroso para el baobab, que lloraba de dolor y de tristeza por la decepción sufrida a causa de la hiena. De repente, el corazón del baobab se cerró bruscamente y se ocultó nuevamente entre sus hojas que se habían tornado de un verde muy tenebroso. La hiena, que no pudo conseguir ningún tesoro comenzó a maldecir al árbol, comenzó a rasgar su tronco pero fue inútil, pues ahora el tronco del baobab se había vuelto áspero de nuevo y de un aspecto mucho más frío. El señor hiena, muy cansado, dio la media vuelta y se fue a su casa sin ninguna clase de tesoro ya que, a causa de su avaricia, no consiguió lo que quiso.
Desde ese momento nadie ha vuelto a ver jamás el corazón del baobab y éste ya no deja que se le acerquen muchos animales debido a que su áspero tronco emana mal olor. Y dicen también que las hienas siempre andan en manada por el desierto en busca de algún otro baobab para conseguir los tesoros que oculta éste árbol.
Y explican también que el baobab se parece mucho a las personas ya que, a pesar de que éstas aparentan tener una corteza muy dura y áspera, poseen un corazón lleno de tesoros. Sin embargo, las personas, al igual que el baobab, lo tienen escondido, muy duro y muy difícil de abrir... ¿Por qué es tan difícil para las personas abrir su corazón?, ¿Por qué se les hace tan complicado demostrar las riquezas que hay en su interior?, ¿Por qué ocultan tal corazón entre sus grandes hojas?, ¿Por qué se rehúsan a volver a entregarle su corazón, como lo hicieron alguna vez, a cierto conejo?, ¿de qué hienas se acordarán? ...
2 comentarios:
El caso es que a los humanos nos ocurre como al baobab, que en principio no desconfiamos y abrimos nuestro corazón sin reservas, pero como la hiena, tarde o temprano aparece algún interesado y nos hiere con sus malas intenciones, obligándonos a cerrarlo y ocultarlo por puro instinto de supervivencia.
Magnífica historia, eres un baúl lleno de sorpresas y maravillas, y no me canso de descubrirlas.
Besos, amigo.
Amo áfrica y amo sus hermosos baobab... desde la primera vez que los ví en la Costa de Marfil, hace ya bastantes años, me enamoré de ellos y me parece que son el alma de África...
besitos volados
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