domingo, 28 de septiembre de 2014

Intriga entre las sombras de la noche



Buena noche de domingo.
Tras la sangre del pasado día, el Arte y la intriga salen a escena esta vez. Que te guste y haga soñar.
Respondo con este cuento a Rosa Sánchez que tan bien ha sabido cumplir el reto que lancé esta semana. Próximamente continuaré dando respuesta a Basi Mateo, Francisco Rodríguez Tejedor y María Belén que, de igual forma han querido hacerlo, consiguiendo con ello hacer posible el milagro de que viera los colores de esos magníficos cuadros.
Gracias de corazón y feliz semana.
Intriga entre las sombras de la noche

1.
La madrugada del 28 de septiembre de 1669 en Ansterdam es fría y lluviosa. La humedad que surge de los canales de la ciudad semeja el mudo llanto de ese alguien que todo lo ha perdido y ya nada espera.
Ese alguien podría ser un pintor anciano que, a sus 63 años, tan solo espera la muerte. Rembrandt van Rijn está enfermo y solo. Han ido muriendo sus seres más queridos, su mujer, sus hijos… y está arruinado. Malvive en un pequeño apartamento en el barrio de Rozengracht. Sobrevive alimentándose de nostalgias y recuerdos. Su mente esa brumosa noche vislumbra imágenes atormentadas, alucinaciones oníricas que mezclan algunas de las historias bíblicas más terribles y las de la desgraciada agonía de su Saskia, su verdadero amor, fallecida veintisiete años atrás. Sus delirios quiméricos le muestran un cuadro, tal vez el último que pintara hace unos pocos meses. Se trata de “El regreso del hijo pródigo”. Una obra de la que se ha sentido particularmente orgulloso y que le encargaron para la iglesia antigua de Delff. Ese padre feliz al recibir a su segundo hijo que regresa, ese hijo primogénito que más allá de indignación lo que siente es sorpresa y dudas _por qué a él no_, esa madre que se asoma a la puerta y ese doctor de la Iglesia que asiste silencioso ante la escena. Ese juego de luces y sombras, esos colores, esa escena. ¿Por qué la mente febril del pobre Rembrandt vislumbra alguien más en ese cuadro si él a nadie más ha querido introducir. Quién es esa mujer de formas desvaídas y velo blanco que se cuela al fondo.
Rembrandt ya no despertará del sueño agónico y cinco días después morirá apagándose como una vela a la que se le consume sin remedio la cera. No podrá saber, por tanto, que, oh prodigio, la figura de su sueño está en el cuadro y que quienes lo contemplen a lo largo de los siglos se preguntarán acerca de quién podrá ser.

2.
Otra noche más, en esta ocasión la del 17 de noviembre de 1781, noche gélida en la imperial San Petersburgo, con el río Neva y el mar Báltico helados y las calles y plazas alfombradas con la nieve copiosa que ha caído, la zarina Catalina II, en la cúspide de su reinado, mecenas de las artes y apóstol de la Ilustración, recibe el último lote de obras artísticas que ha adquirido. Sueña con poseer el mayor museo jamás visto. Y así lo será cuando, el huracán de la Historia arrase su Palacio de Invierno para transformarlo en el Hermitage. Su apoderado Iván Bestkói le muestra orfebrerías, tapices, joyas y algunos cuadros. En particular uno. Mide 262 cm por 205 y enseguida la seduce. Sí, le gusta su tonalidad cromática de claroscuros y los trazos bien perfilados, pero algo más le sucede a esa poderosa mujer autócrata con piel de ilustrada: una figura de rasgos desvaídos velada con un velo blanco que a ella le estremece. ¿Por qué? No sabe.
-Iván, guarda este cuadro en lugar seguro pero oculto a mis ojos. No puedo, no quiero volver a verlo. Me da escalofríos.
-Lo que usted ordene, señora.
Su reinado continuará firme, amasando objetos de Arte y ahogando con mano de hierro a sus siervos. Dirán de ella, en la lejana Europa que fue Catalina la grande, pero en su más fuero interno, en el fondo de su alma siempre se habrá sentido vacía. El frío la habrá asediado hasta congelarle el corazón otro 17 de noviembre, quince años después de aquel encuentro.
¿Qué hizo que aquel ser tan omnipotente se asustara tanto ante la contemplación de ese cuadro? ¿Qué hizo que pocas horas antes de su muerte pidiera a su confesor que se lo trajera después de haber ordenado que se lo hurtaran a sus ojos?

3
Y sí, otra noche más. Un 25 de noviembre de 2020 unos ladrones entrarán de forma furtiva a robar en el museo Hermitage. Llevan planeando el golpe meses. Lo tienen todo estudiado y medido. Saben lo que rapiñarán, cómo harán para no ser descubiertos y por dónde saldrán. Tienen ya, incluso, apalabrada la venta del botín a unos millonarios chinos, magnates del acero.
 Han memorizado las diversas salas y pasillos, escaleras que conducen al sótano, cómo desactivar los sistemas de alarma.
Los minutos discurren conforme al plan establecido, su pericia de ladrones de guante blanco les otorga seguridad. Son rápidos y precisos y la tecnología les ayuda con sus gafas de visión nocturna, sus detectores de proximidad y sus intercomunicadores virtuales.
Ya se van con el alijo comprometido. Y… entonces lo ven. Ven un cuadro grande, magnífico, ven a una mujer que, no puede ser, les observa desde sus ojos velados. ¡Echan a correr estremecidos! Horas después, ya en su guarida, aún se estremecen al recordar la sensación que les causó aquella imposible mirada. Si tan solo se trataba de pintura y dibujos… ¿por qué les produjo semejante sensación de miedo?
Y, mientras en la ciudad de los zares a la mañana siguiente no se hable de otra cosa que del robo en el Hermitage, una familia española entra en el museo para ver, ellos no pueden imaginarlo, ese mismo cuadro.
Resulta que su marido y la hija han querido regalarle a la esposa y madre, con motivo de su cuarenta cumpleaños ese viaje que sirva para contemplar su pintura favorita.
Para la chica y el padre será toda una aventura y para ella una gran ilusión. Visitarán palacios y museos, teatros y avenidas y se perderán entre el pasado esplendor de aquella epopeya que Pedro I de Rusia quisiera emprender un lejano mayo de 1703 para ganar la salida al Báltico de su imperio, dotándolo de una ventana al progreso europeo.
Cuando lleguen al imponente vestíbulo y se orienten en pos de su destino, algo le dirá a nuestra protagonista, autora de éxito y famosa por sus acciones solidarias, que está a punto de desvelar un antiguo misterio.
Ya están delante del cuadro. Se detiene sin importarle el tiempo. No hay demasiada gente esa mañana, distraídos como están, tras el suceso de la noche pasada.
El marido y la hija la dejan sola. Y… entonces ella comprende.
Es verdad. Disfruta de lo que contempla, pero la emoción la embarga más aún de lo que ella habría podido suponer.
Sus ojos conectan con los de otra mujer. Una figura desvaída, cubierta con un velo blanco que, solo a ella le es dado desvelar. ¿Quién es esa figura que ni el creador del cuadro ni la poderosa que lo poseyó ni los mayores ladrones del hampa fueron capaces de conocer?
Sí, ella lo ve claro. Lo sabe. Es… la Conciencia.
   


     


   

Leer más

viernes, 26 de septiembre de 2014

El reto de pintar con palabras



Buena tarde de viernes:
El martes pasado publiqué en mi muro de Facebook el reto que ahora comparto contigo por si te apetece recoger el guante. Jejejeje.
Buen finde.

El reto de pintar con palabras

Buena tarde de martes…
Parece que Facebook se está convirtiendo últimamente en un campo de retos. Reto solidario, reto bibliográfico….
Así que viendo que cunde el ejemplo, yo también quiero mi reto, ala. Que no se diga que el Albertito no da color al Facebook.
¿En qué consiste?
Muy fácil: reto a quien lo quiera aceptar, pero sobre todo a @Rosa Sánchez, @Francisco Rodríguez Tejedor y @Basi Mateo a que elijan, elijas cada uno un cuadro de la historia de la pintura y me lo describa, describas con palabras, me lo haga, hagas ver gracias a la palabra.
La forma en que ha de hacerse es libre, mediante un relato inventado, por medio de una descripción literal… Sí pido que me digas el contexto del cuadro: qué cuadro es, quién lo pintó, estilo, etc…
Que sea algo más que una fotografía, que le pongan, pongas pasión al usar los pinceles de la palabra.
¿El premio? Además de mi sincera gratitud, un cuento exclusivo para quien participe, escrito por mí con toda gratitud y entrega.
¿Te apetece ayudarme a ver y recordar? Hace tanto tiempo que dejé de ver que ya apenas si recuerdo cómo eran los colores y, por supuesto, las pinturas. Te diré que entonces me gustaba Goya, Sorolla y los impresionistas y que en mi casa tengo réplicas del pintor valenciano.
Ale, a jugar… jejejjeje.
Gracias de antemano por participar.

Leer más

jueves, 25 de septiembre de 2014

Encrucijadas



Buena tarde de jueves.
Esbozo poético que nace de la íntima serenidad.
Que te haga soñar.
Un abrazo de mar en calma.

Encrucijadas

Me perdí.
Experto caminante de mil senderos recorridos.
Me perdí.

Buscaba salir del desierto de la soledad.
Creía que lo estaba consiguiendo.
Me perdí.

Sediento de amorosa compañía,
Labios agrietados, lengua reseca;
Sediento de embriagadores placeres.
Me perdí.

Encrucijadas tentadoras,
Cruce de caminos,
Arbolados paseos y frondosos jardines.
Me perdí.

Andaba y andaba;
a punto estaba de caer al abismo.
Abismo negro;
Tristeza ciega.
Me perdí.

Y hoy un faro luminoso me lanza sus dolorosos destellos,
Una melena, unos ojos, unas manos, una sonrisa.
Busca en tu interior.
Suelo firme, principios y conciencia.
¡Me reencuentro!

Paz, luz, descanso.
Espejismos que se diluyen.
Mar en calma,
Serena amistad.




Leer más

miércoles, 24 de septiembre de 2014

De fatuos y presuntuosos



Buena tarde de miércoles.
Aquí un nuevo diálogo entre esos dos curiosos animalejos que vieran la luz la pasada semana.
Todo por una sonrisa u dos u tres, jajajajajja.
Un abrazo.

De fatuos y presuntuosos

-Señora oruga, ¿de qué me hablará hoy? Yo que de mi desgraciada existencia apenas si nada conozco de ese mundo de humanos...
-Señor ciempiés, ya le dije la pasada vez que se deje de lamentar y aproveche sus días con lo bueno. Fíjese, aquí no hay contaminación ni ruido ni prisas. Aquí los días transcurren plácidos.
-Ya ya, pero me gustaría tanto correr mundo… y, en cambio, aquí, en este surco de patatas que no tardarán en sacar y que, por ello, perderemos la comodidad que hoy tenemos.
-Que se deje de pamplinas y melindres, cojones…
-Cojo ¿qué? Cojo soy yo, más que cojo, cien veces cojo y paralítico.
-Oiga, que es una expresión. Qué gusano del carajo, nada entiende.
-Bueno, señora oruga. No porfíe usted y cuénteme algo jugoso como hiciera la vez pasada.
-Ah, y esos fatuos y presuntuosos humanos. Presumidos sin nada de qué, todo apariencia. Señoras operadas para tener más teta, señoras operadas para tener menos teta, señores que se pulen cual basto pedrusco, potingues por aquí potingues por allá. Quienes no los necesitarían los usan porque no digan que van contra la moda y quienes sí los necesitarían de nada les aprovecha semejantes capas de barnices y pinturas. Y ya ni le cuento en el vestir. Morcillonas y morcillones para ser cortados a rodajas. Pelos para arriba y para abajo, pelucas, pelucones y peluquines. Ah, ¡bazofia!
-¿No serán celos los que a usted le asaltan? Una oruga… que a mariposa llegar no podrá…
¡A que le parto las piernas! ¡So memo! Lamentándose siempre, quejándose de todo… menuda semanita me ha dado.
-Pues anda que usted… que si se le arrugan los pellejillos, que si dónde da el sol para ponerse morenita, que si limpie la hoja que nos cobija, que vaya estercolero… Aún tendremos que convocar un referéndum y acordar una constitución…
-Lo que haré será emanciparme, que pa eso soy fémina con curvas. Qué se habrá creído este gusano del carajo. Mucho pies pa na.
-¿Sabe que le digo? Que la zurza aguijón de escorpión.
-Brbrbrbr pues y a usted… que le nombren escalador mayor del reino… Ja.


Leer más

domingo, 21 de septiembre de 2014

Sangre



Buena tarde de domingo.
Hay días en los que los dedos al teclear las letras del cuento, cobran vida propia y dan lugar a historias como ésta.
Qué le vamos a hacer.
Paz y bien.
Feliz semana.

Sangre

Sangre, roja sangre. Sangre coagulada. Muerte, dolor. Sangre muerta, sangre reseca. Desolación, oscuridad, muerte.
Una guapa mujer que fuera, corrompida con la sangre, esparcida por doquier. Nada de su hermosura queda, descuartizada por la saña de un desgraciado y cobarde asesino.
El matadero de ese asesino vil, criminal sin conciencia ni medida, voraz e insaciable, es un sótano maldito. A él ya no le afecta el olor de la podredumbre ni el sabor dulzón de la sangre. Tantas veces la ha probado y tanto placer ha obtenido consumiéndola, que se ha vuelto adicto. El ruido de las sierras al cortar los miembros, como si fueran madera de carpintería, el golpeteo del hacha al aplastar y el siseo de los cuchillos al sajar se han convertido para él en música sublime.
Sangre reseca, pintura de infernales cuadros al fresco de las desconchadas paredes del sótano.
No le importa quiénes sean las víctimas. Las encuentra en parques solitarios. Parejas de enamorados, niños juguetones, ancianos, vagabundos. Todos les sirven, todos contienen su droga.
Sabe que le persiguen, que antes o después la policía encontrará el rastro y acabarán con él. Poco le importa. Ese día, será el definitivo. Se ahogará en su propia sangre, sangre nutrida de otras sangres.
Le gusta visitar las salas de despiece de animales aunque cada vez resulten más asépticas. Se siente vampiro de película aunque para él las noches no resulten escenario en que metamorfosear su bestialidad de lobo hambriento en asesino.
Sus fauces nunca se sacian. Sangre, roja sangre, líquido caliente y espeso.
¿Fue niño alguna vez? ¿Adolescente, acaso, que despertaría alamor? No, nada de eso fue. Un padre borracho siempre y una madre cobarde. Malos tratos, gritos, angustia, sangre. Su madre muerta en medio de la sangre. El niño escondido bajo la cama aterrorizado. El niño lamiendo la sangre de la madre, sangre dulce y caliente. Nada más.
Y entonces, todo dio comienzo. Mataba a animales para alimentarse con su sangre pero no tenía bastante. La sed nunca se aplacaba. Hasta que, cogió una piedra y asesinó por vez primera. Y entonces sí, entonces sació su sed.
Nada conoce del mundo. Nunca pudo aprender a leer ni nadie le quiso.
Hiena solitaria alimentándose de rabia y muerte. Bestia inmunda. Monstruo deforme de cabeza grande y manos como garras.
Huía por las noches a su refugio con la presa muerta. Trabajaba en los oficios más detestables, en lo que nadie quería, con la fuerza bruta como único currículum.
Los jefes lo querían porque nunca pedía nada, más allá de un pequeño sueldo y que no indagaran en su persona.
Y llegó el final del invierno, las noches de niebla, aliadas como ninguna se disiparon en cielos empedrados de luminosas estrellas. Y la primavera se alzó ante él aunque a él nada le importara ni la belleza de los colores ni el perfume de las flores. Su única belleza perseguida se llamaba sangre. Si acaso, las rojas amapolas o el cabello rojizo en suaves pieles de animales.
Estaba contento aquella madrugada de domingo. Sabía que encontraría sangre fresca entre las jóvenes que salían a las calles, con sus cuellos y piernas desnudas. Presas fáciles. Relamía sus agrietados labios, pensando en la variedad y los tiernos músculos al morder. Quizá fuera bueno, clavar sus colmillos directamente en la carne aún viva, en lugar de beber la sangre a tragos, cuando la derramaba su destreza de matarife. Quizá…
Y entonces, alguien tan fuerte como él salió a su encuentro. Le miró a los ojos, tan vacíos de humanidad como los suyos y le alcanzó. ¡Era la muerte! Aferró su cuello con garra de acero y él nada pudo hacer. No pudo ahogarse en su sangre, pues la que tuvo en vida la perdió a través de unas babas negras y unos escrementos pestilentes.
Esa madrugada de domingo no fueron las adolescentes las que perdieron su sangre, si no aquel monstruo maldito que, en el vertedero de la ciudad, fue devorado por los carroñeros. Nada dejaron de él. Pobre hombre, animal maldito, asesino sí, pero desgraciado niño que nunca pudo ser niño ni adolescente despertando al amor.

  






Leer más
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...