domingo, 30 de octubre de 2011

Cuando torne a salir el sol

Creeríais ya a esta hora de este domingo que no os iba a enviar mi cuento semanal, pero ¿cómo no hacerlo?
Como siempre os digo, que os guste y disfrutéis de una nueva semana, ésta especial, con un recuerdo, siempre eterno, a esos seres queridos que partieron al lugar de los sueños, y con un rico dulce, en forma de buñuelo, hueso de santo o panellets, compartido con alguien especial.


Una palabra. Un hombre solo. Una senda sin aparente final. Silencio.
El disco solar rojizo del amanecer de una mañana cualquiera de un día sin nombre en el calendario contempla esas realidades.
La palabra impresa en una hoja blanca traída por el viento.
El hombre solo que se para con los ojos perdidos mirándola.
Y la senda que transcurre sinuosa entre árboles umbríos.
La estrella, inexorable, traza su destino de luz ascendente y en esa acción refleja su foco en unas manchas negras. ¿Podrían ser palabras?
El hombre solo se arrodilla, palpa la tierra, sus manos le guían al encuentro con esa hoja, cálida ahora al estar siendo lamida por los labios de ese joven sol.
La mirada del caminante se posa en unas líneas que son mensaje: “Sigue tu destino. Mira siempre al infinito, y llegarás”.
La admonición queda esculpida en su mente. Ahora, deberán ser sus piernas y su espíritu los que le conduzcan a la meta.
Las pisadas empiezan a dibujar huellas sobre una tierra húmeda. Caminan, avanzan, continúan.
Un ave canta a esa mañana. Su plumaje es de vivos colores y su trino de alegres melodías. El caminante detiene su movimiento para escuchar. Cree reconocer el mensaje ya leído en la hoja blanca. ¿Cómo puede ser? El pájaro extiende sus alas y vuela al encuentro del sol.
Un arroyo de aguas cristalinas bordea el sendero hasta que en un punto lo interrumpe. ¿Qué podrá hacer? ¿Saltar? ¿Retroceder? ¿Buscar un rodeo? Porque debe hacer caso, llegar al final.
Opta por lanzarse al abrazo de tres piedras dispuestas en el lecho. ¿Y al otro lado de la orilla? ¿Con qué se encontrará?
Una cabaña de troncos, con la puerta entreabierta, como invitándole a pasar. Entretanto, el tiempo ha ido transcurriendo y el ocaso anuncia la partida de ese sol que le ha acompañado.
Tiene miedo. ¿Qué habrá tras esa puerta entreabierta cuyo marco se desdibuja al amparo de las sombras? Eleva sus ojos. Un humo gris negruzco sale de la chimenea y se confunde con las estrellas, dueñas ya del firmamento, como queriendo besarlas.
Con un impulso hijo de la voluntad, hace que sus manos terminen de dejarle franca la entrada.
Una anciana, encorvada, acaricia el cuerpo de un pájaro como si le susurrara algo al oído, un pájaro ya conocido por el caminante. Una pluma dentro de un tintero se impregna del líquido que portará el aliento de su mensaje, junto a un montón de páginas en blanco. Y enfrente, una ventana que, abierta, dejará salir a pájaro y a páginas conducidas por el viento.
La anciana vuelve su cabeza. Mira fijamente, con mirada de luz.
-¿Llegas?
-¿Acaso podía hacer otra cosa?
-Pudiste elegir.
-¿Pude?
-El pájaro, la hoja, el sol, el camino, el arroyo, las piedras, sólo eran testigos. Tú quisiste llegar hasta aquí. ¿Querrías aprender mi oficio?
-¿Tu oficio? ¿Cuál es?
-¿No lo sabes aún?
-¿Saberlo?
-Pues si llegaste hasta aquí deberías. Mi tiempo se acaba. Necesito a alguien que me suceda. El mundo lo necesita.
-¿Será difícil aprender?
-Tan solo deberás escuchar, sentir y querer. Lo que tú dictes será destino para quien lo reciba, y ese quien elegirá o no.
Una y otro se dedican a la tarea. Cuando torne a salir el sol, ya sólo habrá un Maestro.

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miércoles, 26 de octubre de 2011

Hoy me siento solo

Anoche sentí la necesidad de escribir este pequeño texto que habla de soledad y que refleja, con su dosis de creación literaria, un estado de ánimo.
Yo tengo el privilegio de poder elegir esa soledad. Que quienes no puedan hacerlo, se sientan comprendidos a través de estas sinceras palabras mías.

Hoy mis ojos son mar azotado por la tempestad de la soledad. Su agua se desborda por la playa de mis mejillas.
Sí, hoy me siento solo.
He llegado, como casi cada día, de la ONCE y al abrir la puerta de casa no he tenido que decir "¿Qué tal la tarde? ¿Cómo ha ido?" Porque nadie me habría respondido.
He abierto la puerta de casa y he percibido el olor a tortilla de patata recién hecha, pero quien la hizo ya no estaba.
He abierto la puerta de casa y no he oído la tele puesta porque quienes la ponían estos días ya no estaban..
Cenaré solo, recogeré la ropa que durante este tiempo me recogían y mañana me pondré la que esa misma persona, mi madre, me colocó. Y tendré que volver a ser yo otra vez el que limpie los zapatos. Y tendré que volver a escanear las cartas y tendré que retomar la costumbre de pasear solo, de regresar de la ONCE solo en Metro, porque mi padre ya no irá a buscarme, y tantos otros detalles pequeños pero que hacen que la vida sea plena.
Hoy estoy solo otra vez. Mis padres se han marchado. Cómo decirles que hemos estado bien juntos, que aunque sienta la certeza de que debo volar solo, les necesito y valoro.
Es verdad, sé que mi destino y bien son vivir solo, que en menos de un mes nos encontraremos de nuevo, pero ¡hoy me siento solo!
Y eso que sí, lo sé, no debo hacerlo porque ellos siguen ahí, porque tengo la suerte de contar con buena gente que quiere, le apetece, estar a mi lado, pero...
Gracias por escuchar este grito mío que es gratitud y nostalgia.
Buenas noches

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martes, 25 de octubre de 2011

Samarcanda

¿Qué os parece si hablamos de una de las ciudades más antiguas del mundo, pero conocida por encontrarse en la siempre exótica Ruta de la seda?
Cuántas historias y misterios no habremos imaginado al escuchar su nombre.

Samarcanda es una de las ciudades más antiguas del mundo, que existió con el nombre de Marakanda desde el año 1.000 a. C.
Las primeras crónicas la describen como una ciudad próspera y densamente poblada, rodeada por una muralla defensiva de unos 10 Km. de longitud. Samarcanda fue sucesivamente ocupada por las tropas de Alejandro Magno, guerreros de califatos árabes y las hordas de Gengis Khan. A lo largo de la historia, la ciudad ha sido destruida y reconstruida en diversas ocasiones, llegando a ser una encrucijada muy importante en la Ruta de la Seda.
Por su ubicación estratégica, Samarcanda recibió influencias persas, indias, árabes y chinas. La ciudad alcanzó su plenitud bajo el reino de Tamerlán (1370 – 1405), el gobernante que creó el mayor imperio de su tiempo, del cual Samarcanda había de ser la capital, con sus espléndidas murallas, mezquitas, palacios, caravanserais, madrasas y bazares. Desde la plaza central partían seis amplias avenidas a modo de rayos solares, en sus mercados especializados se vendía tan sólo un tipo de mercancía. Samarcanda producía el papel y terciopelo de mayor calidad. Extramuros se construyeron trece magníficos parques, con cascadas, fuentes y palacios.
Tras la muerte de Tamerlán, su imperio se desmoronó, aunque las riquezas que acumuló bastaron a su nieto Uluzbek para continuar la construcción de la ciudad y desarrollar las artes y oficios tradicionales. En el siglo XIX Samarcanda estuvo bajo dominio del Emirato de Bukhara y, posteriormente, de Rusia, convirtiéndose en la capital de la República Socialista Soviética Uzbeca. Hoy en día Samarcanda es la segunda ciudad más poblada de Uzbekistán, con 500.000 habitantes.
La ciudad conserva múltiples tesoros arquitectónicos, testigos de su fastuoso pasado. La Necrópolis de Shah – i – Zinda (s. XI – XV) se alza al sur del enclave de Afrosiab y consiste en un conjunto de mezquitas y madrasas que rodean la tumba de Khusama Ibn Abbas, primo de Mahoma. Todos los mausoleos están bellamente decorados con cerámica vidriada, mosaicos en las cúpulas y en los interiores.
El Mausoleo de Gur – Emir (s. XV) fue construido por Tamerlán para su nieto Mukhammad Sultan y posteriormente se convirtió en el sepulcro para los miembros del Clan Timúrida. Aquí se encuentran los restos de Tamerlán, sus hijos y nietos, incluyendo al famoso astrónomo Ulughbek. El interior del mausoleo está decorado con la técnica Kundal, con pinturas azules y doradas. Los muros y la cúpula están cubiertos con ornamentos e inscripciones doradas.
En la Plaza de Registán (s. XV – XVII) se encuentran tres importantes madrasas: Ulugbek (s. XV), Sher – Dor y Tillya – Kori (s. XVII). La plaza fue el centro de la vida pública en la Edad Media, se restauró en 1920 y actualmente es un destacado atractivo turístico donde puede verse, por la noche, un espectáculo histórico musical.
La Mezquita de Bibi – Khanum (s. XIV i XV) fue construida por orden de Tamerlán tras el éxito de su campaña en la India. Tamerlán quería que la mezquita fuese el monumento más famoso de todo Oriente. Se implicó en su construcción a los mejores arquitectos y a los artistas más hábiles de todo el imperio. A pesar de todo, los terremotos y algunos errores en la construcción causaron su destrucción. Sin embargo, actualmente se encuentra restaurada en su práctica totalidad.
El Observatorio de Ulughbek (s. XV) se alza sobre el monte de Chupan – Ata, a las afueras de Samarcanda. Desde este lugar Ulughbek y sus asistentes observaban las constelaciones y crearon el famoso catálogo de estrellas Zindji Guragani. Estudios arqueológicos de 1908 han sacado a la luz la parte subterránea del sextante que se encuentra en los fundamentos del edificio, originalmente de tres pisos y de forma cilíndrica.

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domingo, 23 de octubre de 2011

El primer lunes de Abelardo

Permitidme que hoy comparta aquí esta ficción de un episodio que yo viví, van a hacer, ya 18 años. Muchas cosas han pasado desde aquel 1993 pero como la nostalgia anda rondando por mi lado, he sentido la necesidad de escribir la historia de Abelardo.

Que os guste y estéis bien.

Como siempre, un abrazo cariñoso y buena semana.

Para Abelardo aquel primer lunes de noviembre sería el comienzo de una nueva etapa, no solo laboral, sino también personal.

Cambiaba de ciudad e iniciaba un trabajo nuevo. Su mente estaba llena de proyectos e ideas para afrontarla. Pero antes de todo aquello, debería establecerse, buscar acomodo y adaptarse a unas calles y unas gentes ignotas para él.

Estaba seguro de que saldría adelante, era joven y tenía ganas. Estos antídotos además del apoyo de su familia harían que el cambio fuese superado con éxito y que su ceguera no le impediría volar solo en aquel nuevo horizonte. Que cuando, pasados unos días, sus padres le dejasen solo, estaría en condiciones de desarrollarla con bien.

Habían llegado, los tres, el domingo anterior por la mañana. El tiempo era invernal, gris, frío. Apenas si había paseantes con los que se cruzaban. Los edificios estaban cerrados y el silencio era la nota imperante. . Parecía que hubiesen llegado a un pueblo fantasma.

El gélido clima hacía que les castañeteasen los dientes y que el vaho saliese de sus bocas como único rastro de vida.

Con todo y con eso, se les había ido el tiempo en reconocer un terreno tan aparentemente inhóspito, habían comido, él con ilusión y ellos con zozobra, en un sencillo bar de barrio. La noche se les echaba rápidamente encima por lo que, decidieron regresar a la habitación de la pensión. ¿Qué otra cosa iban a hacer ya si únicamente les quedaba esperar?

De regreso, no con poco desaliento clavado en el espíritu, , atravesaron una plaza en la que una castañera, ya madura, anunciaba su mercancía a quienes salían de misa o se dirigían al cine próximo mientras que, de fondo, no lejos, en lo que supusieron sería un centro de ancianos, se escuchaban los tañidos de guitarras y castañuelas al son de la jota.

Abelardo cogió su libro en braille, la novela que se había traído como compañía de lectura y sus padres se miraron en silencio. Aguardarían a que se hiciese la hora de acostarse, aunque tuvieran la certeza de que la noche se les haría larga. Pero ese lunes, ah ese lunes. Ellos buscarían un alojamiento más cálidoque aquella triste pensión y él se dirigiría a la oficina. Ellos estudiarían el terreno para ofrecerle referencias y él se presentaría ante los nuevos compañeros. Cuántas incertidumbres, cuántas esperanzas, cuántos miedos.

Pero todo fue bien y cada tarde, al final del día, siempre volvían a atravesar aquella plaza en la que la castañera predicaba sus castañas. Y siempre le compraban un cucurucho de ellas para calentarse. Lo habían constituido en una costumbre.

La semana transcurrió intensa, plena para todos y el resultado bien había valido la pena. Abelardo se instaló en su nueva habitación, sus progenitores se irían tranquilos, sabedores de que lo dejaban en las buenas manos de las religiosas que regentaban la residencia elegida y una joven camarera se preguntaba cómo podría ayudar al nuevo huésped.

Se llamaba Lola, compaginaba sus estudios de Magisterio con el trabajo allí y nunca se había visto en otra.

Y de esta forma fue transcurriendo el tiempo. Abelardo fue creciendo, con errores y tropiezos, pero siempre adelante y superó la prueba.

Se hizo conocido en la ciudad a la que aprendió a querer.

Llegó la primavera, los castaños y demás árboles se vistieron de flores y las adolescentes salían a su paso con los sueños pintados en sus voces de trino.

Ganó amistades, descubrió rincones ricos en pasados y sintió que todo aquello se iba colando por los resquicios de su alma.

¿Y Lola? Lola asimiló cómo sentirse a gusto con él, a dejarle su brazo y regalarle sus confidencias.

No olvidaba, no obstante, aquel ya lejano primer día de domingo, aquella arribada, aquella castañera.

Mas, tan bien cumplió su labor que le ofrecieron un destino mejor, aquél que siempre había perseguido y, no obstante, le costaba irse. ¿Cómo renunciar a los momentos compartidos con Lola? ¿a los paseos por aquella plaza? ¿Al cariño de quienes lo habían hecho suyo? ¿Qué podía hacer?

Mirar hacia adelante, partir, ¿qué, si no?

Eso sí, lo tenía claro. Nunca dejaría de recordar ni aquel primer lunes ni tantos otros en los que había sido feliz.

Le hicieron homenajes de despedida y entregaron obsequios, pero el mejor, y más valioso de los dones que se llevaba eran los recuerdos, tantos sentimientos de dicha por saberse querido.

Y otro lunes de noviembre, pero ya años después, se enteró de que los habitantes de cierta ciudad se manifestaban porque en una determinada plaza querían construir un gran aparcamiento y que querían derribar el quiosco que los hijos de aquélla que fuera castañera, ya fallecida, construyeron en su memoria y que se verían obligados a cerrarlo. Que eso no podía ser porque era punto de encuentros y citas además de por las exquisiteces que vendían.

Y a nuestro protagonista, ya perfectamente integrado en otro mundo, la noticia le trajo ecos de nostalgia aunque su relación con Lola nunca hubiese desaparecido.

El tono de que un nuevo mensaje, en forma de SMS, acababa de llegarle, rompió el silencio. Lo abrió y ¿qué fue lo que la voz sintética de su móvil le tradujo?

“El día … me caso. No puedes faltar a mi boda. Quiero que estés a mi lado en ese día tan especial, como siempre lo has estado. Bssss, Lola.”

Una plaza que se transformaría, una amiga que se casaba y el allí. No era capaz de saber si alegrarse o no. Aunque… sí, se alegraba por Lola y por él que ahí seguía con su vida de explorador y retos superados.

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jueves, 20 de octubre de 2011

La ironía de un escritor ciego

De esas salidas que a los cegatones nos gustan dar, copio la que se le atribuye al insigne literato argentino, Jorge Luis borges:

Una mañana de octubre de 1967, Jorge Luis Borges (1899-1986) estaba al frente de su clase de literatura inglesa de la facultad. Un estudiante entra y lo interrumpe para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de las clases para rendirle un homenaje.
Borges contesta que el homenaje seguramente puede esperar.
Clima tenso. El estudiante insiste: “Tiene que ser ahora y usted se va”.
Borges no se resigna y grita: “No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio”.
El estudiante amenaza con cortar la luz. a lo que el escritor replica, con ironía de ciego:
-He tomado la precaución de ser ciego esperando este momento”

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martes, 18 de octubre de 2011

¡No puedo callar!

No, no puedo callar. No puedo obviar el sarcástico esperpento que ayer se gestó en torno al terrorismo ETARRA y su supuesta disolución en la hermosa ciudad de San Sebastián.

Bien sabéis lo poco que me gustan los eufemismos y cómo disfruto con la Historia porque el conocimiento objetivo de ésta nos permite no recaer en los errores pasados.

Pero cuando uno oye pervertir el enguaje y manipular los acontecimientos, no puede resistirse a pasar.

Y luego pienso en esos familiares y víctimas que han tenido que ver cómo sus seres queridos sufrieron en vano la ceguera del fanatismo.

Que, después de tantos años, nos vengan ahora a dar lecciones es indignante. Y más aún, cuando se tiene la absoluta certeza de que todo está preparado, organizado, bajo cálculos electorales y de estrategia, sin importar ni el dolor ni la justicia con mayúsculas ni la verdad.

Vaya mi apoyo para esas personas que, por el mero hecho de cruzarse en el camino de seres fanáticos y sin escrúpulos, han sido ultrajadas y violentadas.

¿Será que quienes lo provocaron estaban ciegos?

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domingo, 16 de octubre de 2011

Buscando el sur, encontré el norte

Nueva semana, nuevo cuento. Que estéis bien y os guste.

Un abrazo.

Siempre me gustó ir al sur, es como caminar cuesta abajo. Eso pensaba hasta que, ya ves, querida hermana, ahora resulta que la felicidad la he encontrado en el norte. Toda mi vida anhelando aquel horizonte para terminar descubriendo que el secreto de mi destino anidaba en sus ojos.

Y es que, desde que mi vista se tiñó de la mancha negra que la cegó, tuve que aprender a caminar por una cuesta arriba constante. Muchas veces sentí que las fuerzas me flaqueaban, que no quería seguir ascendiendo. Mas algo me impulsaba a mantener el rumbo, a no querer zozobrar como esos barcos zarandeados por la tormenta que se resisten a ser quebrados, engullidos por un mar despiadado.

Yo aguanté porque soñaba con ese sur cálido y acogedor, con esas playas y esa luz que en él se encuentran. Al menos, así lo había leído en cuantos libros cayeron en mis manos y escuchado de cuantos viajeros a los que tuve ocasión de preguntar. Todos coincidían: ¡el sur es maravilloso, es el paraíso!

Quienes me conocían se admiraban de mi tenacidad, de mi empeño por mantener la ilusión.Para ellos era fácil hablar, pero yo bien lo sabía, cada vez me costaba más caminar entre sendas oscuras.

Hasta que me senté en aquel banco y, cabizbajo, dejé vagar mi mente. Quería perderme, encontrar la tabla de salvación a la que aferrarme. No supe, cómo habría podido saberlo que el lugar acababa de ser dejado por alguien. Y que ese alguien había olvidado una bolsa con fruta, una barra de pan y queso. Me dije que debía ser la compra del día, tal vez el contenido de una frugal cena para dos.

¿Que cómo la descubrí? Pues porque al querer apoyar mi bastón blanco, me percaté de ese paquete y la curiosidad hizo el resto.

¿Qué hacer con aquel tesoro? ¿Dejarlo? ¿Quedármelo?

-Disculpe, señor, ejem. Creo que esa bolsa es mía.

-Ah, ¿es de usted? Qué bien que haya venido por ella. Me estaba preguntando qué podría hacer para conducirla hasta su dueño.

-Ay, menos mal que la he encontrado. Que si no, cómo se habría puesto mi mujer. Para una vez que me encarga algo, perderla. Es que, uno ya es mayor y la cabeza no funciona. A lo que se llega, Señor mío.

-bueno, no se preocupe que conmigo estaba a buen recaudo. Si quiere, usted me ayuda dejándome su brazo y yo, a mi vez, se la llevo. Total, nada tengo que hacer y me vendría bien escucharle.

-Ay, hijo. ¿Qué va a poder decir este viejo que le pueda interesar a un joven como usted? Si lo que mi Matilde y yo querríamos es regresar a nuestro pueblo y descansar.

-No serán de allá abajo, del sur?

-Ah, no. Vinimos de lejos, de arriba, de la montaña. Y sí, aquí disponemos de comodidades y lujos. Pero, y lo bien que estábamos en el pueblo. Venga, véngase conmigo que a la mujer no le importará que vaya con compañía y si quiere, come con nosotros. Que donde comen dos, comen tres y a nosotros nos gusta compartir lo poco que tenemos.

-No quiero molestar.

-Nada, nada; que no hay molestias que valgan. Dice que usted está solo y nosotros también lo estamos, así que… Ale, coja su bastón, no se vaya a olvidar de él como yo de la compra y vayamos para casa.

Caminamos, charlamos, compartimos. El matrimonio era sencillo, acogedor, bondadoso. Yo les conté mis cuitas. Les hablé de ti, que eras lo único que me quedaba de la familia, pero que te encontrabas lejos, en el sur. Ellos me contaron de sus hijos, de los que tan orgullosos se sentían y la tarde pasó sin darnos cuenta. Me levanté para marchar al encuentro con mi soledad de siempre, les pedí el bastón y quisieron acompañarme hasta la calle. ¿Sabría el camino de vuelta? Les dije que sí, que no se preocupasen. Me dieron un abrazo y algo más: la mujer posó sus manos en mis ojos, sentí un calor reconfortante, una tibieza que hacía años perdí. Y el milagro se produjo: vi su mirada, sus ojos profundos y a través de ellos contemplé una casita de troncos de madera en el interior de un bosque. Supe que ese era el refugio que yo siempre perseguí. Me di cuenta de que mi felicidad nodebía buscarla en una playa de mar calmo, sino en un bosque de árboles amigos.

Al abrazo de la anciana y a su caricia, siguieron unas palabras: “véngase con nosotros. Seremos su luz y usted será nuestra compañía”.

Y aquí estoy, bien lo sabes, hermana. La cuesta arriba de mi vida se allanó con afecto, silencios y entrega sincera. ¿Que hace frío? Sí; ¿Que no zascandileo como antes? También. Pero me siento sereno y ya no me angustio buscando caminos. Es verdad, queda tan lejos ese sur soñado… Pero ya no me importa. Soy feliz, estoy tranquilo, se vive bien aquí.

Así se iniciaría el diario sonoro del que, andando el tiempo, se convertiría en un célebre escritor del país del norte y que, años después, sería uno de los objetos más deseados por coleccionistas y fans que se acercaban a cierta casita de troncos.

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sábado, 15 de octubre de 2011

Recordando a mi bastón

Sí, cómo no. Hoy es el Día Internacional del Bastón Blanco y no puedo dejar aquí de poner un pequeño recordatorio hacia este elemento de movilidad que es esencial para mí y para el resto de personas ciegas.
Más allá de un trozo metálico blanco dotado de una empuñadura de caucho y una contera giratoria con la que verifico que el suelo por el que voy pisando es seguro, resulta todo un símbolo.
sí, un símbolo de voluntad y esfuerzo. No es nada fácil asumir la necesidad de tener que utilizarlo pero, a cambio, una vez familiarizado con él, una vez que lo haces tuyo, te ofrece seguridad y apoyo.
Me hace gracia escuchar a algunos niños cómo les preguntan a sus madres: "¿Qué lleva ese señor? ¿Por qué lleva ese palo?"
Y otra curiosidad: imaginar que vas con tu bastón chino chano y que alguien intenta esquivarlo. Va para un lado, va para otro y el ciego con su bastón, que no se para. ¿Os lo imagináis? ¡La danza de los bastones! Jejeje
Recuerdo que cuando asistía a las clases de adiestramiento en su manejo, me costó sincronizar el paso, pero luego te haces con ello. Es verdad que, como la técnica consiste en deslizar la contera por el suelo, según cómo esté el piso, te supone tensiones en muñeca y hombro, pero la confianza que te garantiza, es muy grande. Además de que quien se cruza en tu camino, te identifica, sabe que si te chocas con él / ella, no es un acto de despiste o intencionado, si no fruto de tu discapacidad. Vamos, que no es que hayas visto a una guapa mujer y te lances sobre ella sino que...
En cualquier caso, por todo lo que me ayuda a disponer de autonomía, vaya mi recuerdo agradecido a él. Y, ojalá no tengáis que llevarlo, pero si así fuera... ¡no lo dudéis: aprended a quererlo y usarlo! ¡Olvidad complejos y miedos!
Yo, por mi parte continuaré paloteando aceras y senderos, al tiempo que imagino historias y bellezas que salen a mi encuentro.

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jueves, 13 de octubre de 2011

Un discurso para la reflexión

Hace unos días, compartí una carta fantástica, escrita por un compañero ciego, dedicada a Steve Jobs. Hoy quiero yo, por mi parte, daros traslado del discurso que el genio inventor dirigió a los alumnos de la universidad de Stanford, en la ceremonnia de graduación del curso 2004-5, el 12 de junio.
Espero os guste y mueva a la reflexión.

"Me siento honrado de estar con vosotros hoy en esta ceremonia de graduación en una de las mejores universidades del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más cerca que he estado de una graduación universitaria.
Hoy deseo contaros tres historias de mi vida. No es gran cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".
Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado en la universidad y que mi padre tampoco tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y tampoco sabía si la universidad me ayudaría a deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a asistir irregularmente a las que sí consideraba interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos de noche, para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación en el espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primero ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales carecerían de la maravillosa tipografía que llevan. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y es la que ha marcado la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida. Fui afortunado, porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garaje, transformándose en una compañía de dos mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación -el Macintosh- un año antes y yo recién había cumplido los 30.
Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo. Los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un encontronazo. Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta. Fue devastador. Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación anterior de empresarios, que había dejado caer el testigo cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle [del silicio, California]. No obstante, lentamente comencé a entender algo. Todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de tener éxito fue reemplazada por la iluminación de ser un principiante otra vez. Me liberó y entré en una de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, fundé una compañía llamada NeXT, otra empresa llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por ordenador, Toy Story, y ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No perdáis la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo llenará gran parte de vuestras vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creéis que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. Si todavía no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis encontrado. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que seguid buscando. Y no os paréis.
La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?" Y cada vez que la respuesta ha sido "no" varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.
Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era puramente un concepto intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite, así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog, una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se editaba usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras Polaroid. Era como Google en tapas de cartulina, 35 años antes de que apareciera Google. Era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes conceptos. Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía vuestra edad. En la contraportada de la última edición, había una fotografía de una carretera en medio del campo a primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais haciendo dedo si fuérais así de aventureros. El pie de foto decía: "Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje de despedida. Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando estáis a punto de graduaros para empezar de nuevo, es lo que os deseo. Seguid hambrientos. Seguid alocados."

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miércoles, 12 de octubre de 2011

¡¡Felicidades, Pilar!!

Una canción que nace del corazón con nombre de Jota.

Una guapa niña, engalanada para la ocasión, que ilumina el mundo por donde pasa. Unas flores que perfuman los sentidos y alegran el alma.

Unos encuentros con amigos a los que hace tiempo no ves.

Y la imagen de la Virgen del Pilar con su manto de gloria.

¡¡Felicidades, Pilares!! ¡¡Felicidades mañas y maños!! No os olvido y aunque no esté allí, mi alma está con vosotras y vosotros.


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martes, 11 de octubre de 2011

Gracias, Steve

Permitidme que dé traslado aquí a una carta elaborada por un compañero, también ciego, profesor de matemáticas.
Creo que lo que en ella se expresa representa buena parte de lo que yo pienso más allá de que me resista a utilizar los dispositivos que este genio haya inventado porque sigo prefiriendo los teclados.
Pero su legado y lo que hizo con respecto a los discapacitados debe ser ensalzado y recordado. Ah, si otros siguieran su ejemplo,cuánto se nos facilitarían las cosas...

"Hola, Steve:

Quizás sea exagerado para algunos que un ciego como yo te
dé las gracias. Pero no. Ya veréis.
En primer lugar, tendría que darte las gracias por tu época
de joven ilusionado y luchador. Lo del garaje, ya sabes.
Aunque eso está más que repetido, hoy, en estos tiempos de
crisis económica y laboral, pienso que es un buen ejemplo
que nos dejas. Gracias por enseñar que se empieza como se
pueda, sin tener ni pedir, poniendo ideas, estudio, ilusión,
tenacidad. Y si fracasas una vez, quizás la próxima será la
del éxito.
También tendría que darte las gracias por tu lucha y
esfuerzos, con el cáncer a cuestas. Por tu gastarte
trabajando hasta el último mes, hasta el último día casi.
Gracias por no desfallecer y animar a muchos a no dejarse
vencer fácilmente.
Pero como ciego tengo un agradecimiento especial: gracias
por demostrar que se pueden diseñar los dispositivos
digitales de forma que sean accesibles para todos, ¡y sin
costar ni un céntimo más! Gracias por tus ipo's, iphone's e
ipad's de los últimos años. Gracias por demostrar que no
hacen falta aparatos diferentes, porque los ordinarios
sirven a todos.
Debería decir: gracias por escuchar a aquel grupo de
estudiantes ciegos de tu país, por tu decisión de ordenar a
los ingenieros que les escucharan y que sometieran los
prototipos a su evaluación.
Gracias por tu sensibilidad y buen hacer.
A partir de ti, nada debería ser igual en el mundo del
diseño industrial.
¡Ah!: y espero que ahora, desde arriba, desde ese lugar que
seguro te ganaste muy cerca del Inventor Supremo, te
dediques a recordarnos al oído a todos que las cosas se
pueden hacer mejor pensando en los que tienen dificultades
para ver, para oir, para tocar, niños, jóvenes, adultos o
ancianos. Recordándonos que es más fácil dar que recibir.
Hasta luego."

José Enrique

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domingo, 9 de octubre de 2011

Una fecha

Con mis mejores deseos de que tengáis una buena semana pilarista. Que estéis bien y hayáis disfrutado de un fin de semana grato en medio de este tiempo otoñal, aunque parece que sólo lo sea de nombre.

Un cariñoso abrazo.

A Marta, con su curiosidad de adolescente, le apasionaba visitar la casa de sus abuelos. Ésta era una casa grande, con sabor a instantes imperecederos y con el aroma a lo auténtico. En ella habían nacido su padre y sus tíos y quién sabía qué antecesores más. Estaba llena de recovecos y lugares donde explorar, y descubrir promesas de misterios.

Siempre que iba, en vacaciones o fines de semana con buen tiempo, le fascinaba perderse por el desván, los pasadizos subterráneos o el jardín, en el que un pozo era el centro de todo aquel paraíso familiar.

Se había emocionado abriendo viejos baúles, contemplando fotografías en colores sepia y gris, hojeando amarillas páginas de viejos cuadernos y libros, y recorriendo los lugares que otros transitaran en tiempos pretéritos. Ella soñaba y fantaseaba con todo aquello,y estaba segura de que, a través de todos esos tesoros, sus antepasados le salían al encuentro para contarle sus historias de vida.

Sus abuelos, especialmente la abuela, la dejaban hacer y sonreían emocionados cada vez que les traía un viejo objeto y les asediaba a preguntas. ¡Era tan bonito verla con esa ilusión pintada en el semblante!

En cuanto podía, se aprestaba a sus expediciones y allí era dichosa como en ninguna otra parte. Es verdad que le gustaba salir con sus amigas y hurgar en las redes sociales, pero lo que más le entusiasmaba era leer libros de aventuras. Tal vez, por eso, disfrutaba tanto en aquel territorio O quién sabía, si porque su carácter la impulsaba a buscar siempre nuevos horizontes. Y ése sería su destino en el futuro. Qué más daba el porqué, lo importante era que se lo pasaba genial, de chupi.

Y en una de esas excursiones descubrió, junto a una alhacena una fecha: 1 de julio de 1874. Se fijó en ella, cómo no. Hacía tanto de aquello… ¿Quién la habría inscrito? ¿Por qué?

La joven sabía que la casa era antigua, no había memoria de cuándo fue construida pero era seguro que bastante antes del día señalado.

Siguió examinando el cuarto, objeto de su pesquisa y vio, cómo podía ser, el mismo dato en un polvoriento retrato en el que, una joven pareja, se miraban tomados de las manos, apoyados en la balaustrada de un ignoto mirador.

-¡Mamá, corre; ven. Quiero que me expliques…

-Ya estás otra vez dando la tabarra con tus preguntas. Déjanos un rato tranquilos.

-Que no, Luisa; que está muy bien que la niña quiera saber e indague por ahí.

¿Qué has descubierto esta vez, Martita?

-Una fecha repetida, un cuadro y dos personas.

-¿Dónde lo has encontrado? ¿En el cuarto de la alhacena?

-Sí, sí; abuela. ¿Quiénes son?

-Tus tatarabuelos Marta y Enrique. Ellos se casaron el mismo día en que Alfonso XII fue proclamado rey de España, después de un tiempo de república y jaleos. Enrique era un maestro muy tradicional y por eso eligió ese día para unirse al amor de su vida, una sencilla costurera del pueblo. De su unión nació Isabel, mi madre y, bueno, ésta me tuvo a mí y ya sabes lo demás. El retrato fue pintado por un artista famoso de entonces y la balaustrada que sale, es la del paseo marítimo de San Sebastián, a donde fueron de viaje de novios.

-Me encanta eso de las fechas. De no haber sido por una de ellas, no me habrías hablado hoy de los tatarabuelos. Cuéntame más cosas.

-Ay, hija. Poco puedo decirte. Que no es como ahora que se sabe todo y además mi memoria se va perdiendo. Sé que Enrique fue muy querido por sus alumnos, que fue toda una institución. Y que Marta cosió las mantelerías, y ajuares de gente bien. Que tuvieron una vida tranquila. Ya no me acordaba de ese retrato, es el único que queda de ellos. Tráelo, a ver a ver.Uy, si te pareces a tu tocaya. Qué gracia.

-Bah, mamá. Que no será para tanto. Ya bastante imaginación tiene la niña, como para que tú le des alas, encima.

-¿Me regalarás ese cuadro, abuela?

-Claro. Cuando tengas tu piso, te lo llevas y lo cuelgas en tu habitación. Pero para eso, falta mucho aún, me parece. ¿Verdad?Lo que sí haremos, es limpiarlo y rescatarlo del olvido. Lo guardaremos bien y tuyo será en el futuro.

-Yupiiii. Qué bien. Cuando me tenga que aprender la lección de Historia de esa época, me acordaré y seguro que saco la mejor nota, porque ¿cómo defraudar al tatarabuelo maestro?

-Ala, ya te puedes ir otro rato a sacar trastos viejos. Pero ten cuidado, no te manches y déjalo todo como esté, no rompas nada. Ay, qué hija ésta.

-Que no, mamá; que me voy a dar una vuelta con la bici. ¿A qué hora vengo a cenar?

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viernes, 7 de octubre de 2011

Una carta para ti

Querida amiga:

Sí, lo sé; hace demasiado tiempo que no uso la carta como forma de contar cosas. Claro, ya se sabe: hoy en día con los mensajitos breves y los correos electrónicos, se ha perdido esa sana costumbre de mandarse misivas.

Yo quiero hoy volver a hacerlo porque te tengo en gran aprecio y creo que mereces ser objeto de esa manera de comunicarse tan llena de simbolismos y significado.

Bueno, ya sé que estás al tanto de mis andanzas, de mis viajes, aprendizajes, actividades y demás correrías. Y sé que te alegras de todo ello.

Pero hoy quiero contarte que estoy contento porque me acompañan buenas personas, porque el trabajo lo llevo con más tranquilidad que hace unos meses y porque tengo en perspectiva la edición de ese libro con el que siempre soñé.

Participaré, además, en una actividad de homenaje al bosque y lo haré con la mayor ilusión y anhelando que mi testimonio sirva a quienes me escuchen.

Siempre lo digo, pero es que es verdad: el que estés ahí al lado es muy importante para mí porque me anima a seguir adelante, a querer superarme cada día.

¿Y tú? ¿Te va bien? ¿Eres feliz? Deseo que así sea y lo hago de corazón, con la sinceridad del amigo y la calidez del animal más fiel.

¿Sabes? Estoy leyendo ahora un libro que me tiene muy enganchado. Se trata de “La brisa de Oriente”. Trata de un joven monje que vive los tiempos de odio y crueldad de la primera mitad del siglo XIII pero que también conoce la amistad y las bondades del conocimiento. Es largo, pero está muy bien.

Y, vaya, el otro día, en uno de esos aperitivos que se dan al final de algunos actos, me dieron a probar una brocheta de pechuga de pavo. ¿Qué crees que era? Un palo largo con una bolita enrollada de ese fiambre en la punta. Vamos, que un poco más y me pillo un atracón. Qué cosas, eso de los pintxos de diseño. En fin.

Y ahora, después de depositar tu carta en ese buzón que es tiflohomero, marcharé a un club de lectura para comentar otro libro: “El cartero de Pablo Neruda”. Nos reunimos una vez al mes y, además de comentar lecturas, compartimos un buen rato de charla.

Pues nada, querida amiga, todo esto te cuento. Que, como decían los antiguos, al recibo de la presente, tú y los tuyos, os encontréis bien.

Por mi parte, vaya un cercano abrazo y un agradecimiento por tantísimo.

Alberto

P.D.: Ah, por cierto, en este Madrid de hoy nadie diría que estamos en otoño por el calor que se gasta. Y a mí que tanto me gustaría ver los colores pardos, amarillos, ocres, de esta estación… Y pisar el suelo alfombrado de hojas de castaños no parece que vaya a tener suerte. Menos mal que, con tu sonrisa, lo compensas todo.

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martes, 4 de octubre de 2011

El sonido de las pisadas

Leía, el otro día, un artículo acerca de que, lo mismo que las huellas dactilares, la manera de pisar es propia de cada uno, algo exclusivo que distingue.

¿Os habéis fijado en esto? Yo, por razones obvias, no puedo hacerlo, a no ser que me fuera dado poner las manos en los pies de cada persona con la que me cruzo y, claro, eso quedaría, digámoslo así, curioso o surrealista. Porque no me veo, a mis años, con la espalda doblada, aferrando los tobillos del paseante con el que me cruzo. Claro, que supongo que si pudiera hacerlo, sólo me lanzaría a los tobillos de las chicas, jejejej.

Bueno, el caso es que sino veo cómo son las pisadas, sí las escucho. Y, os lo aseguro, esto es bien sugerente, ya que da pie a imaginar cómo serán los cuerpos de quienes las provocan.

Por el sonido, uno imagina que es alguien grueso, ágil, contoneante, calmado, etc.

Bueno, el caso es que también las pisadas me aportan información sobre la persona y además me entretienen y sacian esta curiosidad mía de ciego explorador.

Así que ya sabéis: pisad, pisad. Ahora que, mucho ojo con dónde metéis el tacón… para evitar el tropezón.

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lunes, 3 de octubre de 2011

Pérgamo

Por si os apetece dar un paseo por la Historia, os invito aquí a que visitéis esta ciudad turca tan emblemática y llena de significados y símbolos.

La antigua ciudad de Pérgamo se hallaba situada en el noroeste de Asia Menor (actual Turquía), a 30 km de la costa del mar Egeo y frente a la isla de Lesbos, en la región llamada Misia.
Sus ruinas rodean a la actual ciudad de Bergama, construida sobre los cimientos de lo que fue la parte baja de Pérgamo.
La leyenda dice que la ciudad de Pérgamo fue fundada por Pérgamos, hijo de Neoptólemo y Andrómaca, todos ellos personajes de la Guerra de Troya. En el año 560 adC la ciudad pertenecía al rey de Lidia Creso y algún tiempo después pasó a depender de Ciro II de Persia. Algunas fuentes aseguran que cuando Alejandro Magno venció a Darío III, rey de los persas y dominó toda el Asia Menor, puso como gobernadora de Pérgamo a Barsine que era la viuda de un comandante persa de Rodas.
Pero el origen de la gran ciudad que llegó a ser está en una ciudadela situada en la parte más alta, donde el general Lisímaco de Tracia guardó sus tesoros. Se cree que acaudaló una gran riqueza, hasta 9.000 talentos que junto con otras joyas dejó en aquel lugar al cuidado del gobernador de la zona llamado Filetaro (otros autores le llaman Filetero o Filetairo).
La fortaleza estaba construida en todo lo alto, dominando el valle del río Selinus a una altura de 335 m sobre el nivel del mar. La cima es una especie de plataforma ligeramente inclinada hacia el oeste y que baja hacia el sur a modo de terrazas, cada una de las cuales presenta su independencia funcional y arquitectónica, como adaptación de la arquitectura al terreno; de esa manera las terrazas llegan a ser un elemento más de la construcción. Los arquitectos supieron dar forma a la estructura de las terrazas y consiguieron el cuadro total de cada edificio haciendo uso de los pórticos y las columnas sin miedo de alargarlas en grandes proporciones ni de lanzar una altura de hasta 2 o 3 pisos. Siguieron fórmulas tradicionales pero además incorporaron una novedad en la historia de la arquitectura y del urbanismo griego que es la integración del paisaje en la composición arquitectónica. La idea es totalmente nueva y diferente del sistema de construcción de la ciudad griega anterior a esta época.
Sobre este importante desnivel se fue edificando la ciudad que quedó configurada en tres cotas superpuestas:
Ciudad baja, hoy enterrada y cubierta por la actual ciudad de Bergama.
Ciudad media, que ha conservado las murallas antiguas del tiempo de Atalo I. entre los edificios más notables estaban los gimnasios, construidos en 3 terrazas y el santuario de Deméter, mandado edificar por Filatero.
Ciudad alta, que es la acrópolis, aquella que guardaba Filatero por orden de Lisímaco. Como tal acrópolis tenía la designación de ciudad religiosa, residencial y militar. Estaba construida en torno al teatro, por detrás del cual se hallaban el santuario de Atenea Nikéforos (la que conduce a la victoria), levantado en tiempos de Filetaro en orden dórico, y la biblioteca. La ciudad de Pérgamo estaba consagrada a Atenea, a imitación de las ciudades griegas importantes. Al norte estaba el palacio real, muy simple, acompañado de un cuartel y un arsenal. Al sur se alzaba el gran altar de Zeus, dominando a su vez el ágora.
En este laberinto de terrazas y terraplenes la calle tiene su lugar; la transformación sufrida respecto a la calle tradicional griega es enorme. Antes era casi siempre un corredor estrecho y carente de ornamentos. Con las nuevas ideas de Pérgamo la calle se hace ancha de hasta 20 m y mucho más larga y, lo mismo que los edificios, se integra ella también no sólo con el paisaje sino con las construcciones. De esta manera, las columnatas que rodean las terrazas se repiten y se alargan por las calles principales. Para cortar la monotonía que este sistema pudiera tener se interrumpen alguna vez con puertas, arcos de triunfo, columnas con personajes, etc.
Los reyes atálidos tuvieron la gran ambición de convertir Pérgamo en una ciudad de la categoría de Atenas en tiempos de Pericles y supieron conseguirlo.
La acrópolis Se encuentra en la ciudad alta, en la cúspide de la colina. Aquí están las ruinas de algunos de los edificios que hubo en otros tiempos.
Biblioteca, que fue famosa, la segunda en importancia después de la gran biblioteca de Alejandría. Llegó a tener hasta 200.000 ejemplares. Está reconstruida por los alemanes.
Teatro, con capacidad para 10.000 espectadores. Tiene 69 peldaños que se extienden a lo largo de una inclinación con la altura de 38 m. La parte baja da a una gran terraza que fue en tiempos lejanos un lugar para pasear.
Altar de Zeus, al sur del teatro, rodeado de árboles en la actualidad. Todo el friso de esculturas fue llevado a Berlín en el siglo XIX. Fue un regalo del sultán en pago a los grandes trabajos de excavación que estaban llevando a cabo los arqueólogos alemanes. Queda en su sitio el podium.
Están también las ruinas que demuestran el emplazamiento de los palacios de Atalo I y Eumenes II.
Las ruinas de lo que fue un antiguo centro médico se encuentran a 3,5 km, hacia el oeste, del centro de la ciudad actual. El lugar, consagrado al dios de la salud Asclepio, fue fundado por el poeta Arquias, ciudadano de Pérgamo en agradecimiento a los cuidados que había recibido en el Asclepion de Epidauro (Grecia).
Las excavaciones muestran que la historia del Asclepion de Pérgamo se remonta al siglo IV adC. Pero su época de mayor esplendor se dio en el siglo II gracias a Galeno (131-210), natural de Pérgamo, quien estudió en Alejandría, Grecia y Asia Menor, fue médico de los gladiadores y más tarde del emperador romano Marco Aurelio Antonino Caracalla, en el 162. Estaba decorado con un bajorrelieve con las serpientes que simbolizan a Asclepios.[1]
Actualmente ha de visitarse Bergama, que es una comarca de Esmirna y se encuentra a 100 km al norte de la capital, a 25 km interior de la costa del Mar Egeo. Tiene 50 mil habitantes. Es una población agrícola en medio de una llanura. El tabaco, el algodón, la uva y la aceituna son los principales productos de la zona. La famosas ruinas de la ciudad antigua de Pérgamo está en medio del pueblo.
De Pérgamo procede la etimología de pergamino o donde se inició la preparación y uso de pieles de res que, despojadas del vellón, adobadas y estiradas servían para escribir sobre ellas.

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domingo, 2 de octubre de 2011

El abuelo pintor

Otro mes más, otro cuento más, otra estación. El tiempo fluye desgranando su cuenta. Que estéis bien.
Un abrazo y feliz semana.
Con cariño.

No, no estoy de acuerdo. El abuelo Joaquín no tuvo nunca rarezas, sólo que de siempre le gustó ir por delante de su tiempo y muchos nunca le entendisteis. Yo sí, yo le apoyé y por eso, él siempre me regaló, a más de tantas otras cosas, su simpatía y afectos.
Y hoy que, al fin le han reconocido sus muchos méritos, venís vosotros a pasarle la mano por el hombro, a hacerle la rosca. Que si “abuelo, cómo te admiramos”, que si “abuelo, qué orgullosos nos sentimos de ti” y bla, bla, bla.
Pues no, él es muy listo y no va a caer en vuestras adulaciones ni falsas hipocresías. Él vendrá y tan solo será a mí a la que se dirija, a la que envuelva con su mirada cálida. Y vosotros os quedaréis con las ganas, aguardando sus atenciones. No, no; pasará de vosotros, como vosotros pasasteis siempre de él y de sus proyectos. Ah, qué necios e insensatos fuisteis. Cómo os mofabais de él cuando le veíais enfrascado entre pinceles, pinturas y bocetos.
El abuelo no hacía caso, concentrado como estaba en fijar las imágenes que tan solo su mente comprendía, en atender su ansia de capturar la luz.
Vosotros decíais que eso que pintaba eran mamarrachadas sin sentido, trazos inconexos, borbotones de pintura desparramada por la tela.
Y yo, sin embargo, le respetaba, trataba de ver con la imaginación, porque era eso de lo que se trataba. De saber mirar con el alma limpia y ver paisajes de fantasía, y escenas de magia.
Nunca os ocupasteis de él, de inquirir lo que sentía, el dolor que le causaba saberse incomprendido. Y qué poco os hubiera costado hacerle feliz.
Yo sí lo hice y obtuve el premio de verle sonreír. Supe lo mucho que le gustaba paladear una copita de licor de frutos del bosque o degustar, para merendar, flan de manzana. Cada vez que se los preparaba, notaba que, para él, ese día era fiesta.
Y cuando regresó de su viaje por el norte de África sólo fue a mí a la que le trajo un regalo, unas babuchas de seda roja, qué bonitas eran. Vosotros os quejasteis de su mezquindad y olvidos, yo callé y, en silencio, supe que para mí sí habría algo, como así fue.
Vosotros tan sesudos, tan prácticos, tan defensores de lo útil, vosotros le despreciasteis, bueno, a mí también. ¿Y ahora pretendéis ser los primeros en ocupar la fila de bancos reservada? No, no lo conseguiréis, no os saldréis con la vuestra.
Hoy inauguran su museo en una céntrica plaza madrileña, quieren que sea un lugar emblemático, destacado. Y, sin embargo, el abuelo Joaquín nada quiere de todo esto, sólo desea que le dejen en paz, que respeten lo que fue su vida, que no lo conviertan en una atracción de feria. Claro, ahora todos pretenden demostrar su devoción hacia él, sus parabienes de seudo expertos en el arte de la pintura.
Que rabia me da tanta falsedad, tanto arrimaros ahora a su sombra, cuando nunca quisisteis hacerlo. Bah, bah ¡ya basta!
Isabel se levanta decidida. Lanza su última mirada, antes de salir, a las fotografías de aquellos a los que, con tanto desprecio y razón se ha dirigido. Son retratos de sus primos, algún hermano incluso, y de otras personalidades.
Ella se ha quedado en casa, sola, ausente del protocolo, olvidada. Posiblemente, tal vez, alguien la haya echado en falta, pero a ella, todo ese festín de homenajes y memoriales, le traen sin cuidado. Es más, le habría gustado que su abuelo, en el último momento, diese esquinazo a todo y a todos. Pero ella, bien sabía que no lo haría, que estaría a la altura de lo esperado.
Salió de la sala y quiso retirarse a su refugio de lecturas y sueños, a su rincón en el que, además de recuerdos y libros, habíase colgado un lienzo en el que sólo se veía el mar azul y el cielo neblinoso, nada más había aparentemente en él, ¿o sí? Allí recuperaría la paz perdida los últimos días, el sosiego tras sentir que tantos y tantos se aprestaban a burlarse de su abuelo Joaquín.
-Querida niña, ¿aún estás así? Vamos, vístete. Hay muchos que aguardan y no empezaremos si tú no estás a mi lado.
De esa manera ha hablado una voz calma pero grave, cascada por los años. Así se ha expresado un anciano, ataviado con su mejor traje y su boina, con su mirada de quien tiene la luz en su corazón, de abuelo que nunca abandona.
-Abueli, ¿qué haces aquí? Yo no quiero ir a tu consagración, yo sobro, estorbo.
-¿Aún no te has dado cuenta, querida niña, que tú eres mi inspiración, mi musa, mi guía? ¿Que todos los demás no importan? Vamos, dame la mano. Ven. Ya lo sé, ellos no lo merecen. Pero sí, yo te lo diré, a ver… Aún hay gente como nosotros, gentes buenas que saben mirar. Y para ellos, por ellos, debemos estar allí. Cuando tengas mi edad comprenderás. Mientras tanto, anda, ponte tu mejor vestido, arréglate, sonríe como tú sabes hacerlo y ven conmigo. Recuérdalo siempre, pase lo que pase, esté yo o no, nunca debes sentir que sobras o estorbas porque en mis cuadros tu presencia y espíritu son el alma que los inspira. Y ahora, en el museo, muchos y muchas lo sabrán, se darán cuenta de ello, y será así porque contemplándolos serán felices, lo mismo que yo lo he sido gracias a ti.
Isabel y Joaquín, nieta y abuelo, se abrazan. La una y el otro renuevan unos lazos extraños al resto del mundo, unos lazos que son amor, calidez, comprensión, orgullo. Unos lazos que todos deberíamos anudar y cuidar con nuestros respectivos abuelos. ¡Un brindis por ellos!

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El amargo sabor de la frustración

Que sí, que vale, que uno ya debería estar habituado a frustrarse, a tener que renunciar a ver cómo es la mirada de tus sobrinas, a no saber cómo va envejeciendo el rostro de tus padres, cómo te ves obligado a perderte tu afición por coleccionar sellos, leer tebeos y tantas y tantas cosas que uno no puede ver. Pero, qué queréis que os diga, uno nunca acaba acostumbrándose, resignándose.
¿Que por qué escribo esto hoy aquí, yo que siempre abogo por el optimismo y la sonrisa?
Pues porque hoy he asistido a la fiesta de otoño que organiza la Fundación de Deportes para Discapacitados También y allí he querido montar, por tercera vez, en tándem, en bici adaptada para ciegos y, por tercera vez, he tenido que renunciar a hacerlo porque se ha vuelto a estropear. ¿Qué creéis que he sentido? Rabia, sí; rabia por ver que unos y otros iban satisfaciendo su curiosidad, sus ganas, sus deseos y yo, otra vez mas, tenía que volverme atrás, retroceder a pie. Yo que uso como lema eso de “siempre adelante”.
Y luego encima, tienes que escucharte del monitor, todas esas frases huecas, tópicas, voluntariosas pero hirientes de “has de ser positivo”, “son cosas que pueden pasarle a cualquiera”… Cuando lo que, en realidad, lo que necesitas es comprensión auténtica más allá de esas vacuas palabras.
Que alguien te diga todo eso, tiene narices. ¿O es que se cree que es fácil o agradable tener que pedir un voluntario para que te preste su brazo y sus ojos, tener que pedir ayuda para desplazarte hasta un lugar absolutamente inaccesible, atreverte a ir. Y que luego te vengan con peinadas y boberías.
En fin, que sí, que mis amigas me han pedido que sonriera, que, otra vez más, he tirado de fuerza y he vuelto a ser el de siempre. Mas, ahí ha quedado ese poso amargo de la frustración, por mucho que luego hayamos seguido paseando, charlando y hasta montando en canoa.
Bueno, habrá que echarlo a la espalda, como en tantas otras ocasiones y decir aquello de “vivir para ver” e imaginar que lo que tengo delante es una ermosa mujer con su melena al viento y su mirada insinuante; cuando, lo que en realidad estoy viendo, es una farola. Y es que ya se sabe… “el que con pan sueña… sin dientes se levanta”.
Ale, mañana más.

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