miércoles, 30 de enero de 2013

Vivir la discapacidad, ser testimonio



Una vez más comparto mi pasión por este tema, mi firme convicción de que es justo y necesario el que así sea, el practicar con el ejemplo.
El sábado tuve ocasión de intentar ser testimonio de fe, luz y esperanza. Un grupo de unas 40 personas quisieron regalarme la ocasión. Se trataba de mostrar cómo la fe me ha ayudado a afrontar la ceguera, ser ejemplo de que se puede y merece la pena sentirse bien. Tuve la sensación de que mis palabras, surgidas del alma, calaban en los oyentes. Claro, no caeré en la ingenuidad de que con ellas se descubriera el mundo, pero sí espero que en algo ayudase. Durante una hora compartimos experiencias y anécdotas de realidad. Se me preguntó, entre otras cosas, acerca de cuál sería mi mayor ilusión y cuál mi esperanza. ¿Mi respuesta? Me ilusiona creer que algo de lo que yo pueda hacer (siempre menos de lo que quisiera)) sirve de ayuda a alguien que se siente mal, que soy luz en forma de sonrisa o ejemplo. Y mi esperanza es creer que aún podemos hacer de este mundo un hogar más cálido donde habitar, que hay muchos motivos para ser optimista, pese a todo porque mucha gente está apostando por compartir lo que tiene y entregarse a los demás. Yo conozco bien pruebas muy tangibles de este hecho. sin ir más lejos, Diego me lo acaba de demostrar, otra vez más, ofreciéndose para ser mis ojos y poder, con ello, cumplir uno de mis sueños (alguna vez ya lo dije): visitar la Feria Internacional del Turismo, Fitur.
 Me sentí muy cómodo y a gusto, rodeado de gente amiga y sabiéndome admirado. Fue fantástico.
El lunes, y ayer martes, de igual forma, practiqué eso de vivir la discapacidad enseñando algo de este mundo diferente. Primero, de la mano de Ignacio Luccini, en el Colegio de Arquitectos, leyendo en braille y compartiendo esa ya conocida máxima de que la accesibilidad es para todos, Fue un acto bonito en el que los chavales inscritos, junto con sus padres, tuvieron ocasión de ponerse en la piel de los distintos tipos de discapacidad. Seguro que algo aprendieron. Me llegó especialmente la actitud de una niña, la última que se nos acercó, que al decirle que sí, que era ciego, dijo, con alma de ángel: “pobrecito” y que hasta que no entendió el mecanismo del braille no se fue, mostrándose perseverante y entregada.
Y el martes, otra vez más, en la Fundación Juan March, volviendo a disfrutar, como nunca, de otra conferencia en el marco del ciclo sobre las ciudades antiguas del Mediterráneo. En este caso, con Alejandría como protagonista y con la magistral intervención del ponente, José Ramón Pérez-Accino. Qué gozada escucharle. Y yo, cómo no, al final teniendo la suerte de felicitarle, bastón en ristre, y mostrando que yo también estaba allí, queriendo enriquecerme y participar, demostrando que es posible hacerlo sin otras armas que la voluntad y, claro, el empuje de… jejejje, mi amiga Elena, mi amiga Nuria, mi amigo Miguel o mi amigo José Mari u otros tantos amigos/as.
 Por cierto, pego a continuación, enlace donde podréis escuchar las conferencias ya celebradas del ciclo. Son muy recomendables, os lo aseguro.
Que lo disfrutéis tanto como yo lo hago cuando estoy allí, envidiando a esos ponentes que tan bien se explican y tanto saben, fantaseando con que tal vez yo podría ser uno de ellos.
Estoy convencido, lo creo firmemente, la forma de dar luz en medio de esta oscura crisis que muchos viven es siendo testimonio, viviendo la discapacidad como ejemplo de oportunidad y esperanza.
Os animo a que vosotros también lo hagáis porque todos tenemos algo que compartir para entregarlo a personas más necesitadas que nosotros.


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domingo, 27 de enero de 2013

El almirante mensajero



Parece que yo, como el prota del cuento de hoy, también llega tarde. ¿Será por la misma razón que lo hizo aquél?
Bueno, feliz semana y que estéis bien.
El próximo domingo… más.

El profesorado del pequeño colegio de cierta localidad castellano manchega está ilusionado como nunca. El revuelo es inevitable ante la perspectiva de un encuentro increíble, inesperado por demás.
Y es que para su centro, como para todo el pueblo, es toda una lotería lo que les va a caer en suerte ante la perspectiva de semejante acontecimiento.
¡El Almirante va a dignarse en obsequiar su presencia a los niños del cole! Un lujo, la envidia de la provincia, un privilegio.
¿El almirante? Sí, el gran héroe de la mar, el mayor explorador de océanos bravos y tempestuosos. Aquél que supo gobernar, como nadie, el herido de muerte portaaviones entre los arrecifes de coral. Aquél que gobernaba una goleta durante la gran batalla del Mar del Norte. Aquél héroe sin par, laureado y admirado por jefes de Estado y mariscales.
Le amaban, sí: homenajes, parabienes y condecoraciones a elegir. Ese era don Luis de Churruca y Bazán. Cómo no, con semejantes apellidos no pudo ser otra cosa, que no fuese ser digno heredero de otros grandes como él. La estirpe a ello le conducía con firme timón y velas al viento con el trapo desplegado en su máximo vigor.
Doña Julia se encargaría de todo, con su proverbial y bien probada eficacia. Cuidaría los detalles, se encargaría de que los niños y niñas aprovechasen la ocasión y coordinaría los distintos aspectos, desde la recepción hasta el sencillo ágape, desde el regalo como recuerdo hasta la visita guiada y presentación a medios de prensa y autoridades.
La emoción era grande; la espera, interminable; el orgullo, rebosaba calles y balcones.
Ahora bien, ¿llegaría al fin? Naufragaría en tierra, por el contrario a su pericia de marino? ¿Sería cordial? ¿Asequible?
El suspense en el pueblo estaba servido. Julia, la Juli, se multiplicaba por doquier poniendo luz y esperanza al zozobrante ambiente que quería apoderarse, cual holandés errante de noches oscuras y mares encrespados.
-¡Ya llega, ya está cerca, tranquilizaos que no va a fallar nada.
-Si usté lo dice, doña Juli… Pero es que queremos que venga ya, ya, ya y ya.
 Un destartalado automóvil atraviesa el barrio del Arrabal. Nadie parece fijarse en él. ¿Cómo iba a hacerlo si lo que se aguarda, en realidad, es una comitiva con todas las de la ley?
Alguien está sentada en el sombreado poyo de su casa. Se dice que no le apetece nada estar en el sarao del que la gente habla y habla. Total, no lo va a ver… ¿qué más le da a ella que narre hazañas y aventuras sin par? Si ni lo va a ver a él ni tampoco verá las imágenes que lleve consigo. A ella que la dejen con sus sueños y sus libros, con su deseo de volver cuanto antes a su ciudad en la que es persona antes que… ¿cieguita?
-Disculpe, señorita; ¿sabría indicarme dónde está la escuela? Es que no encontramos a nadie a quien preguntar y llego tarde, que los vientos no nos han sido favorables.
-Sí, siga todo recto y cuando cruce dos bocacalles, gire a la izquierda y luego al fondo verá un edificio grande y muy nuevo. Ésa es la escuela. Lo notará porque están todos allí, esperando a cierto héroe.
-Ah, y usted, guapa muchacha, ¿no va?
-¿Yo? ¿Para qué? Total…
-Nada, nada. Soy al que esperan, Luis Churruca. Te contaré lo que a nadie diré, pintaré palabras para ti.
Luis se sienta junto a ella y cuenta una historia de sirenas y enamorados, de estrellas de mar y caracolas mensajeras.
-Va a llegar tarde.
-jejejej. Bueno, es que tenía que entregar este mensaje que, guardado en la botella, me ordenaron traer a la chica de ojos claros aunque mirada velada, a ti. ¿Verdad que sí?
-Calle, calle que yo no seré.
-Sí, sí. Tú eres, a la que el sol envidia. Y ahora me marcho ya. ¡Zarpemos, timonel! ¡Levemos anclas a sotavento, en pos de la bocana, que la chiquillería nos espera.
¿Cuál sería el contenido de ese mensaje? ¿Podría leerlo la solitaria destinataria? ¿Cómo lo haría si sus ojos estaban velados? Ilusión, sueños, esperanza, misterio, amor.



   



  

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martes, 22 de enero de 2013

¡Emoción!



Porque sé que te alegras con mis experiencias y emociones, te cuento las andanzas de hoy, vividas  por mí.
Conoces bien mi deseo por gozar de oportunidades para llevar a cabo actividades culturales y de enriquecimiento personal, al mismo nivel que quien no padece mi discapacidad. Pues bien, hoy he disfrutado de dos de éstas:
Ayer, en el club de lectura al que asisto, de forma inclusiva, en la sede de Casa del Libro, se acordó que el próximo libro a comentar sería “Testigo invisible” de Carmen Posadas que hoy ha salido a la venta. Yo pensé: “bah, hasta que lo pueda leer de forma accesible… para rato hay. Tendré que asistir de oyente.” Sea como fuere lo haré teniendo en cuenta que se contará con la presencia de la autora que, por cierto, me gusta mucho como escritora y me interesa como personaje. Me dije que, aprovecharía para hacerle entrega de uno de sus libros adaptado en braille. Pues bien, esta tarde, me ha dado por cacharrear en el Iphone por si estaba disponible. Cuál no ha sido mi sorpresa que sí, que por poco más de 10€ podía descargarlo y leerlo con la voz sintética del teléfono pero leerlo, al fin y al cabo. Eso es integración, qué guay. Que vale, que lo suyo sería que saliera también en formato audio, leído con voz humana, pero ya se sabe: “a falta de pan, buenas son tortas”.
Y mi segunda andanza zascandilera ha consistido en asistir a una conferencia en la Fundación Juan March, cuyo tema ha versado sobre los primeros asentamientos urbanos de la humanidad hasta Babilonia. Se enmarca en un ciclo sobre las ciudades del Mediterráneo. ¿Qué quieres? Escuchar al arqueólogo conferenciante me ha trasladado, emocionado, a mis tiempos de 1º de carrera, a mis sueños. Miquel Molist, el ponente, ha estado muy bien, muy divulgativo y ameno. En poco más de una  hora ha trazado una panorámica de 9000 años, ahí es nada. Tanto así que la nutrida concurrencia asistente ha salido muy satisfecha.
Y como siempre, a mi lado, ha estado mi amiga Elena, siempre cómplice de estas aventuras y retos, qué mejor compañía.
En fin, que el frío del clima invernal madrileño se ha tornado en calor de mi alma emocionada.

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domingo, 20 de enero de 2013

Su primer viaje



Dedico el cuento de hoy a un amigo especial. Para que sus regresos no se le hagan demasiado insoportables.
Que estéis bien y el frío no hiele vuestras almas caldeadas por la pasión y la ilusión.
Con cariño, como siempre.

Si supiera cómo hacerlo, escribiría lo que hoy siento. Si fuera capaz, traduciría en palabras mi emoción.
Mañana viajaré, por primera vez,  para pasar el fin de semana con mi chica. Qué ilusión, poder decir eso de “mi chica”. Tantas veces escuchando esa expresión y ahora soy yo quien puede decirla. Ahora entiendo eso de que hay mariposas que anidan en el estómago. Yo no sé si son mariposas o son gusanos de seda, si galgos o podencos, lo que sí sé es que tengo el cuerpo alborotado.
¿Qué meteré en la mochila? ¿Qué llevarle de regalo? Me ha dicho que iremos a pasear, a tomar algo en su bar favorito y que me enseñará sitios típicos de su ciudad.
Está bien, estoy nervioso así que lo que ella quiera. El caso es compartir el tiempo con ella, ojalá que sin distracciones ni enredos.
Ay, esta camisa, no; que se arruga mucho. Este pantalón tampoco, que es demasiado fino. ¿Hará falta chubasquero? No sé, no sé.
Qué largo se me va a hacer el viaje en autocar. Otros viajes no pasaba nada porque tuviese que pegarme horas sentado para llegar a destino. Pero, esta vez…
-Buenas tardes, señorita; quiero un billete ida y vuelta para B.
-Disculpe, caballero. Las carreteras están cortadas, se han suspendido los viajes hasta nuevo aviso.
-¡No puede ser! ¿Y ahora qué hago yo?
-Estamos todos igual. Vaya rollo esto de la nieve. Qué país. Caen cuatro copos y se monta la mundial.
Maldita sea, si tuviera un helicóptero, si fuese piloto de avión… ¿piloto tú? Si eres más ciego que ciego, ¿dónde vas?
 ¿Qué hacer? ¿Irme para casa cacareando y sin plumas?
-¿Le serviría…?
-¿Qué?
-Que si le serviría mi escoba para viajar.
-¿Su escoba? Pues para eso me sirvo de mi bastón blanco que, encima,  hace juego con la nieve que dicen está cayendo. Yo qué sé.
-Ande, ande…
-No, si lo que necesito es volar más que andar.
-Ande, súbase conmigo, acomódese que nos vamos para allá. No le iba yo a dejar compuesto y sin encuentro, que para eso soy su hada.
-¿Mi hada? ¿Cómo qué?
-Sí, Estíbaliz, su hada.
-Ah, pues venga, lléveme cuanto antes. ¿Tengo que hacer algo?
-No, sólo soñar y dejarse llevar.
Al otro lado, lejos, hay alguien que aguarda una llamada. Sabe que… ¡su chico! Hoy no vendrá. La telefoneará y le contará sin tiempo ni prisa. Se dirán lo que habríanse dicho al juntarse, se abrazarán de forma virtual haciendo que el tiempo se detenga y que el silencio hable de amor, entrega y gratitud.
-¿Quién es? ¿Quién llama a la puerta?
Reticente, se dirige al recibidor. No espera ya a nadie, duda en responder, pero como el timbre suena insistente…
-¡Eres tú! ¿Cómo puede ser si las carreteras están cortadas?
Ya de vuelta. El hada me dejó allí, disfrutamos de su magia y el mundo entero cupo en una habitación.
Sí, ya de vuelta pero sin hada. Los autocares vuelven a circular. Qué triste regresar, dejar atrás, tener que esperar a otro viernes lejano, ¡tan lejano! Un instante, un soplo, un chispazo, eso ha sido. Qué felicidad, qué a gusto he estado. Gracias a que me ha dado por escribir. Qué bueno es esto: tener una hoja en blanco y llenarla de secretos y poesía, de eternidad.
Plasmar su expresión emocionada ante mi presencia, enseñarme su hogar, su universo, prepararme el desayuno, charlar, aprehendernos,, escuchar música, dejar de lado la lluvia de esa ciudad y cantar con la voz del alma.
Ya estoy llegando. Al final no ha sido tan malo. Las carreteras están ya despejadas. Y mi hada, ¿dónde estará? ¿Se habrá quedado…?
-Hijo, qué bien que has vuelto. Mira que irte… Vamos para casa, que te tengo preparado un caldo bien caliente y mañana a trabajar. ¿Has estado bien, hijo?
-Sí, mamá. Soy feliz. Estoy bien.
Y sin que ni madre ni hijo puedan saberlo, alguien, montada en una escoba, les observa y sonríe.
Ah, los humanos… se dice, risueña, si no fuera por nosotras…



 

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sábado, 19 de enero de 2013

Me habría gustado conocer...



Ya se sabe: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Pues bien, pensaba yo días atrás sobre a quién me gustaría conocer, qué personajes de la Historia habría querido que fuesen compañeros míos de mesa en una comida o tertulia.
Es difícil,, ¿verdad? Igual a vosotros se os ocurren algunos otros.
Querría que fueran amables, que enseñaran con amabilidad y tuvieran por bandera la humildad. Y es que sé que ha habido genios pero éstos han sido difíciles de trato. A éstos los dejo de lado aun habiendo sido transcendentales para la humanidad, pero no creo que me gustara pasar un rato a su lado.
Bueno, ahí van:
Un iluminador de libros en los scriptorium medievales, un San Isidoro de Sevilla o Santo Toribio de Liébana. Me imagino su sensibilidad al elegir los colores, su destreza, sus conocimientos.
Un Leonardo da Vinci, un sabio humanista, erudito del Renacimiento.
Un Baltasar Gracián con sus proverbios ejemplares.
Uno de los exploradores del siglo XIX, enfebrecidos por el misterio de encontrar parajes increíbles o civilizaciones perdidas, del orden de un Richard Burton o un Howard Carter.
Un Jules Verne que, sin salir de casa, nos legó grandes aventuras literarias.
A esass mujeres fascinantes como la condesa Marga d'Andurain o Mata Hari, espías, viajeras...
Claro, a la madre Teresa de Calcuta, con su humanidad y acción benefactora.
A Santiago Ramón y Cajal, con sus experimentos, pese a los escasos medios de que disponía,  y logros, sus pasiones por la Ciencia.
Y a personajes ilustres de hoyh como Vicente del Bosque, con su sencillez y constancia; a un Manu Leguineche, viajero, ameno conversador,  o a un José Luis Perales.
Bueno, desde luego, que me habría gustado escuchar su voz, sentir su pasión, enriquecerme con sus experiencias y fuerza que les movieron. Soñar, soñar. ¿Por qué no? Yo qué sé.




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