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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Entrevista sobre Ilumináfrica, ONG destinataria de los derechos de mi nuevo libro



Buenas tardes:
Te pego una interesante entrevista, realizada días atrás, al presidente de la ONG Ilumináfrica, destinataria de los derechos que se generen con las ventas de mi seguindo libro que, a finales de mes, estará ya disponible. Su título “Mis pequeñas odiseas: viajando con otros ojos”.
Espero te guste. Al final, pongo el enlace del Heraldo de Aragón donde podrás ver algo más.

Enrique Mínguez, oftalmólogo del hospital Clínico de Zaragoza, viajó por primera vez al Chad hace más de siete años y, desde entonces, él y un equipo de voluntarios vuelven de año en año al continente africano para devolver la vista gratis a los más desfavorecidos.
"La mayoría de las personas que han ido alguna vez allí repiten experiencia porque es muy gratificante tener la oportunidad de ayudar a gente que está tan necesitada", confiesa Mínguez, el actual presidente de Ilumináfrica.
Él y su equipo realizan una media de 120 intervenciones por expedición y suman en torno a 600 cirugías al año para ayudar a devolver la vista a una población que, al margen de la labor humanitaria que realizan las oenegés, apenas dispone de recursos sanitarios.
"La carencia de especialidades es tal que en estos momentos solo hay dos oftalmólogos en el país para una población de más de 10 millones de habitantes, pero hasta hace cinco años no había ninguno", lamenta Enrique.
Expediciones al Chad para devolver la vista
Un 80% de las intervenciones que realizan son operaciones de cataratas a personas adultas que se han quedado ciegas, aunque también tratan tracomas –una enfermedad de los párpados y de la conjuntiva que produce deformaciones a nivel de la superficie del globo ocular– y casos de glaucoma adulto y pediátrico. "Allí la esperanza de vida es muy corta, no llega a los 54 años. El que llegue una persona mayor a nuestras consultas es una auténtica anécdota", asegura este doctor.
En cada expedición altruista al Chad suelen desplazarse dos oftalmólogos, un ATS o enfermero y un óptico y, por lo general, viajan durante los meses de octubre a marzo por motivos climatológicos. "Nuestro verano coincide con la época de lluvias allí y esos meses son complicados para viajar. Los caminos son todos de tierra hasta los hospitales y quedan incomunicados. A veces hay que esperar dos días para llegar y, además, coincide que es la temporada alta de la malaria que mata a muchísima gente, sobre todo niños", añade Mínguez.
"La gratificación que se alcanza es nuestro mayor premio"
En estos siete años de voluntariado, los profesionales médicos de Ilumináfrica, gracias a la colaboración de sus patrocinadores y a la solidaridad de la sociedad aragonesa, han atendido ya a 11.250 personas y han entregado un total de 2.800 gafas graduadas. Todo ello -puntualizan- de forma completamente altruista, sin cobrar ningún salario a cambio. "Nosotros decimos que es otra forma de pasar las vacaciones porque todo el que va suele aprovechar ese tiempo reglamentario para ir a ayudar a otras personas", subraya Mínguez. Así, para él y el resto de sanitarios que viajan a operar al Chad, la "gratificación" que se alcanza en este tipo de actuaciones "difícilmente se puede comparar ni extrapolar" a ninguna otra actividad profesional. Y ese, aseguran: "es nuestro mayor premio".
El reto para este equipo de oftalmólogos reside ahora en "hacer campañas no solo de tratamiento, sino también de prevención", de modo que desde Aragón se pueda seguir cooperando para combatir la ceguera y otras patologías que afectan a la población más desfavorecida del Chad.
Festival Ilumináfrica
Con el objetivo de recaudar dinero para la causa, el próximo domingo, 23 de noviembre, la asociación celebrará en el Teatro de Las Esquinas la segunda edición del Festival Ilumináfrica con una obra que, en forma de musical, recreará "una historia ficticia" que acerca la realidad de estos pacientes así como la labor de los voluntarios que se desplazan para "iluminar" esta zona de África.
Las entradas ya se han agotado, pero para todo aquel que quiera colaborar con esta iniciativa, Ilumináfrica mantiene habilitada una Fila 0 (2085 5212 41  en la que los interesados pueden hacer sus donaciones.
 de

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miércoles, 16 de julio de 2014

La primera telefonista ciega de España

Buena noche de miércoles, día de Cármenes, Carmelos, Carmencitas y Carmentxus. Día de marineros y pescadores.
Comparto entrevista publicada en el diario El Faro de Vigo días atrás que espero te guste. Qué tiempos aquéllos.

Me costó trabajo volver a acostumbrarme aquí´
El Faro de Vigo miriam v.fdez. | lalín 13.07.2014 | 01:39
amelia edelmira gonzález lópez.  Primera telefonista de la ONCE en España
Hija de un zapatero y la segunda más pequeña de siete hermanos, Amelia creció siendo una niña feliz en el seno de una familia de músicos en el lugar de Regufe, en la parroquia lalinense de Moneixas. Con tan sólo 7 años de edad, un ataque de meningitis le causó una pérdida progresiva de la vista. Sin embargo, Amelia no se dejó amedrentar por este revés en su vida y a los poco más de 30 años se trasladó a Vigo, donde se afilió a la ONCE y comenzó a vender cupones. Jamás se habría imaginado que estas circunstancias acabarían por convertirla en la primera telefonista de dicha fundación en España. Un hecho por el que, no obstante, no se atribuye mérito alguno. Tanto es así que recibe la visita de FARO sorprendida de ser la protagonista de esta entrevista mientras teje una chaqueta, una de sus distracciones favoritas.
-¿Acaso el ser la primera telefonista de la ONCE en España no le parece, cuando menos, curioso?
-Pudo serlo cualquiera. Si uno tiene memoria e interés, lo saca adelante. Lo que hace una persona, lo puede hacer otra. Como todo en esta vida. Todo es cuestión de coraje y ganas de trabajar.
-Remontémonos al principio de todo, a su infancia en Moneixas. ¿Cómo la recuerda?
-En mi casa siempre había ensayos de músicos. Mi padre tuvo que emigrar a Cuba y nos dejó a mis hermanos y a mí al cuidado del cura de la parroquia, don Andrés. Recuerdo que cogía la sotana por la cintura y nos enseñaba a bailar. Fue él quien nos metió la música en el cuerpo. Mis hermanos fueron todos músicos y gaiteiros.
-Sin embargo, es a los 7 años cuando padece una enfermedad que marcaría el resto de su vida.
-Sí. Tuve un ataque de meningitis y, a causa de ello, cada vez fui perdiendo más la vista. Me diagnosticaron degeneración pigmentaria de la retina.
-Siendo tan pequeña, ¿de dónde sacó las fuerzas necesarias para salir adelante?
-Es que no soy capaz de parar quieta. Siempre estuve en coros en la parroquia y en Acción Católica, inaugurando centros y pidiendo para el Seminario por las parroquias de Moneixas y Catasós. Tenía muchas amigas y venía a Lalín. He sabido salir adelante. De otra forma, seguramente ahora estaría estancada en cualquier lado.
-¿A partir de que momento y cómo da comienzo su relación con la ONCE?
-Fue en el año 1957. Había un médico aquí en Lalín, Licho, que me habló de una asociación de ciegos que había en Vigo y que me permitiría no tener que estar siempre dependiendo de un familiar. Así que le hice caso y me fui el 26 de diciembre de 1957; lo recuerdo como si fuese hoy. Estuve viviendo en el colegio de monjas María Inmaculada, que tenía un pensionado.
-¿Qué tipo de actividades era las que realizaba en sus comienzos como afiliada de esta fundación?
-Al principio, estuve vendiendo cupones durante ocho años. Pero llegó un momento en el que no quise seguir porque había que estar en la calle lloviese o hiciese frío. Tenías que estar todo el día hasta que acabases de vender todo lo que te tocaba. Muchas veces vendiendo el cupón llevaba libros para, cuando no tenía gente, leer un poco.
-Seguro que de esos ocho años en la calle guarda en su memoria alguna anécdota digna de contar.
-Recuerdo a una mujer que siempre me robaba alguna tira, la señora Trini se llamaba. Después, ya tenía siempre cuidado y nunca le dejaba a ella romper los cupones (risas).
-¿Y cómo pasó de estar vendiendo cupones a ser la primera telefonista de la ONCE en España?
-Se comenzó a rumorear que por aquel entonces iban a poner telefonistas. Así que me fui 6 meses a vivir a Madrid para preparar las pruebas. Los primeros días viví con una señora de Lalín, y luego me trasladé a la calle San Marcos. Teníamos que aprender a escribir a máquina y estudiar temas sobre la ONCE. Cuándo se fundó y cosas así. Y después nos hacían los exámenes.
-¿Recuerda si esa prueba le había resultado muy difícil y si eran muchas candidatas?
-No, porque había estudiado los temas en braille. Éramos 12 mujeres de toda España. Salí la primera.
-Y una vez superado el examen, fue cuando le concedieron una plaza en Pontevedra.
-Sí. Empecé el 1 de abril de 1966 en el colegio para ciegos de Campolongo, que ahora le llaman el Centro de Recursos Educativos. Yo vivía en Vigo, así que iba a Pontevedra todos los días y volvía. Mi trabajo consistía en pasar llamadas y en hacerlas, porque a Madrid había que llamar todos los días dos y tres veces. Pero, para una sola hacer todas las horas era mucho y después ya venía otra por la tarde.
-En Pontevedra trabajó durante los cuatro primeros años. ¿Cómo consiguió el traslado a Vigo?
-Yo iba de Vigo a Pontevedra todos los días, pero mi vida la tenía en Vigo, a mi marido. Y también estaba en el coro de la ONCE. No siendo el País Vasco, fuimos a todas las provincias de España. Se ensayaba tres días a la semana. Y, claro, me necesitaban. El director del colegio de Pontevedra incluso me decía en alguna ocasión 'no vengas'. Le daba pena que tuviese que madrugar todos los días a las siete de la mañana. Además, era muy costoso y tenía que cruzar una carretera con muchísimo tráfico. Así que los jefes crearon la plaza de Vigo para mí.

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