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viernes, 15 de octubre de 2010

El nogal

A cuenta de las 4 nueces con que cada día desayuno y de la imagen que me envían del nogal que hay en el huerto de mi abuelo, os cuento algunas curiosidades acerca de este árbol, cuyo fruto es tan suculento.
Este gran árbol, tan preciado en ebanistería, que alcanza unos 15 metros de altura, es un ejemplo de fuerza y de constancia; antes de dar fruto, necesita, al menos, 20 años de preparación. Existen dos tipos, el Jungla regia, de orígen europeo y el Jungla australis también llamado Criollo o Salteño.
Desde la Antigüedad, también se conocían las propiedades curativas de este árbol: el extracto obtenido por el cocimiento de las hojas posee propiedades astringentes. Además actúa contra las escrófulas (paperas), previniendo los efectos contraproducentes de la edad adulta (debilidad general, impotencia, enfermedades infecciosas y en casos graves tuberculosis).
Por otra parte la nuez integra las costumbres del amor y el casamiento: es símbolo del abandono de la casa paterna y de la época de solteros. En países como Italia, aún hoy se arroja junto con arroz a los novios, siguiendo la costumbre de los antiguos romanos que tiraban nueces a la multitud para simbolizar el fin de todas las aventuras amorosas anteriores a la boda.
Pero curiosamente, desde la antigüedad la nuez era símbolo de renovación de la vida y superación de la muerte. Así, podía simbolizar tanto una cosa como la otra. Veamos algunos ejemplos: La medicina ayurvédica atribuye a la nuez un valor nutritivo cuatro veces superior al de la carne y los médicos chinos la emplean para aumentar la potencia sexual del varón. Así su uso se ha difundido como tónico para la potencia y la inteligencia, ya que es símbolo de fertilidad tanto física como mental (históricamente se asociaba la nuez con el cerebro y la cáscara con la cabeza, y al mismo tiempo se la relacionaba con los testículos y con la capacidad de procrear). En cambio en Eslovaquia, la infusión hecha con sus hojas es un excelente anticonceptivo.
Mientras que en el Cercano Oriente se considera aún el árbol de los difuntos y por ello se lo planta en los cementerios, en Europa se lo planta cuando nace un niño. En la zona del Mediterráneo se pensaba que el nogal era un árbol embrujado, pero como contrapartida, se colocan sus ramas en las ventanas para protegerse de los hechizos de las brujas.
Son muy conocidas sus propiedades de antídoto universal contra todo tipo de envenenamientos, gracias al mitridato, uno de sus componentes. Sin embargo Plinio, el estudioso romano autor de la Historia Natural, prevenía que dormirse bajo un nogal podía provocar fuertes dolores de cabeza. Y una leyenda judía cuenta que nueve demonios habitaban bajo cada nogal. Nueve es el número del fin de ciclo, del final, de la perfección y de la transición a un nuevo ciclo. También son nueve los meses del embarazo, al cabo de los cuales surge una nueva vida que reemplaza a la vieja.
Todas las etapas de transformación o transición en la vida están ligadas a la nuez. Para lograr la adaptación de las mismas se deben superar las inseguridades personales que nos producen indecisión y ambigüedad. y , estas contradicciones y similitudes, no hacen más que mostrarnos que las propiedades y leyendas sobre este árbol acercan aún más la vida y la muerte.

De la revista Crecimiento interior, nº 9

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viernes, 14 de mayo de 2010

El algarrobo


Es un árbol originario de Siria y Palestina, y se ha extendido y asilvestrado por todo el Mediterráneo meridional y occidental, hasta las costas de España e Italia. El árbol puede alcanzar los 10 metros y su fruto es la algarroba.
Vaya aquí una leyenda sobre dicho árbol que se cuenta en Valencia.



El algarrobo

Había una vez un labrador valenciano al que todas las cosas le salían mal; la buena suerte al parecer, no quería aliarse con aquel hombre. Llegó a perder la considerable hacienda que le dejaron sus padres y un día, visiblemente desesperado y viéndose casi en la miseria, exclamó con todas las fuerzas que le quedaban:
¡ Me daría al diablo!
Al momento, como nacido en el mismo aire, apareció ante el un extraño caballero. Iba vestido de negro, con gran cuidado y despedía un ligero olor a azufre.
--¿ Que has dicho?
--¡ Que me daría al diablo!
--¿Por que? _Indagó
El satánico personaje_.
--Porque antes de verme en la total indigencia prefiero pactar con Satanás.
--Pues aquí me tienes.
--¿Tú. ? ¿Tú eres Satanás? ¡No te creo! ¡Me estas engañando?
--¿Es que acaso no has visto que he aparecido de la nada? Pídeme lo que desees y te lo concederé ¿Qué quieres?
--Oro mucho oro... pidió el campesino.
--De acuerdo. Lo tendrás _aseguró el maligno_.
Y se mostró dispuesto a satisfacer el deseo del campesino si, transcurrido cierto tiempo, le entregaba su alma. Le ofreció una bolsa de la cual podría sacar cuanto oro se le antojase.
El labrador aceptó la transacción prometiéndole entregar su alma y su cuerpo cuando no hubiese algarrobas en el algarrobo.
Pasaron el invierno y la primavera.
Nuestro hombre se encontró más rico que jamás pudo soñar; disfrutaba alegremente de su fortuna pero no olvidaba su obligación de socorrer a cuantos acudían a él con demanda de alimentos o de dinero.
Vino agosto y el calor hizo madurar las algarrobas.
Cuando se hubo terminado la recolección, el diablo se presentó de nuevo.
Pero no fue recibido con lamentos, ni gritos ni desesperación, como solía ocurrir en circunstancias semejantes, sino con buen humor cosa que le hizo sentirse algo preocupado ante tal recibimiento.
Como el labriego no diera muestras de que había llegado la hora de cumplir el pacto, Satanás le dijo que no quedaba por recoger ni una algarroba en toda la comarca.
Comenzaron a discutir, uno decía que había cumplido el tiempo convenido, el otro porfiaba que no.
Y como ninguno daba su brazo a torcer, decidieron dar una vuelta por el campo.
---¿Ves como no ha quedado ni una algarroba? _anunciaba el diablo mirando en su entorno_.
Y el campesino, señalando las tiernas algarrobas, las que brotan por San Juan, después de que el árbol florece por la primavera, exclamó:
--¿Y eso que es? Cuando Dios quiera que en un año no nazcan, ven por mí. Pero mientras antes de madurar un fruto, está otro en camino. Así que no se cumplirá el pacto.
El diablo echando, echando fuego por nariz y boca, se marchó furioso, maldiciendo al árbol por culpa del cual había sido engañado por primera vez. Desapareció dejando un fuerte olor a azufre.






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jueves, 8 de abril de 2010

El árbol de la vida


Hace ya demasiado tiempo que no os pongo leyendas relacionadas con los árboles, esos seres mágicos. Ahora que estamos inmersos en plena primavera, creo que es momento de recuperar esa costumbre.
Que os guste y disfrutéis.


llegaron de los cielos en una gran canoa;
¿Quiénes la tripulaban? Escuche bien sus nombres:
Ye’kuanas, Yanomamis, Guahibos y Piaroas.
La luna fue la nave donde llegó esta gente;
bajaron por las ramas del Árbol de la Vida,
y en la Tierra gozaron del abrigo clemente
del árbol, que les daba, agua, sombra y comida.
El Autana era el árbol que brindaba mil frutos;
maíz, cambur, moriche, sarapias y carutos.
De sus ramas caían torrentes de aguas claras,
donde todos llenaban tinajas y taparas.
Tenía dos vertientes que manaban de él;
una manaba leche, otra manaba miel.
Una noche unos hombres, movidos de codicia,
por llevarse sus frutos y poseer sus dones,
derribaron al árbol, y al colmar su avaricia
el nexo con los cielos perdieron las naciones.
Dispersó en su caída, su simiente El Gigante,
y por toda la Tierra semillas se regaron;
los árboles nacieron, mas de allí en adelante
frutos según su especie, solamente cargaron.
Y de sus claras aguas, dulce frescor de coco,
al desplomarse en tierra, crearon al Orinoco.
Padre Río de leyendas, con riquezas y mieses,
que las hojas del árbol lo poblaron de peces.
Las gotas de rocío, de brillos fulgurantes,
en las aguas del río, cuajaron en diamantes.
Y también la leyenda cuenta acerca de él,
que es una vena de oro la que antes fue de miel.
Átures y Maipures, Orinoco bravío,
el agua entre las piedras salta en llovizna y bruma;
flotan sobre las aguas, festones en el río,
que son de leche y nube convertida en espuma.
El Árbol de la Vida, cuando bajaba herido,
atrapó en su descenso millardos de luceros
y cometas errantes, y el destello perdido
de alguna ignota estrella, o meteoros viajeros.
Por eso el Orinoco encierra en su redil,
tantas luces y estrellas como el cielo de abril.
Sólo una vez al año, sin excepción ninguna,
las tribus se reúnen para observar la luna...
Sueñan los hombres, todos, viajar de nuevo en ella,
de planeta en planeta, y de estrella en estrella;
ser de nuevo los hombres que poseían la clave,
que dejaron perdida, una vez, en la nave...
En las noches tranquilas, claras y despejadas,
se observan las estrellas en el río atrapadas...
Y si es cuarto creciente, se ve la gran curiara,
y es sideral el río, y el viaje es sideral,
como jamás y nunca ningún hombre soñara
sueñan los Hombres–Dioses con su sueño inmortal...
Por el hilo del río, y elevando su vuelo,
sueñan.... sueñan... y sueñan, ser viajeros del cielo...
Observa allá "El Autana", tronco del árbol, yerto,
su presencia atestigua que lo que digo es cierto.

Del poemario "Rimar es amar", de Oceanía Oraá.

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jueves, 19 de noviembre de 2009

El abedul


Durante el primer mes lunar del año los celtas usaban varillas de abedul para golpear los linderos y alejar el espíritu del año viejo, dos rituales importantes para restablecer los límites tribales y ordenar las estaciones.
En el mes de marzo los druidas hacían incisiones en el árbol y recogían su sabia azucarada para confeccionar un licor con el que celebraban el equinoccio vernal. Esto también constituía un gesto muy simbólico para soltar el espíritu del árbol (driades), en el momento en que también el sol liberaba su luz hacia la humanidad.
Además, en el calendario herbal druídico el abedul tenía un continuo ciclo de usos a lo largo de todo el año, y cada una de las partes del árbol constituyen un remedio o producto específico. Mientras que sus observaciones de las leyes rítmicas de la naturaleza eran fundamentales para sus costumbres sociales y para su calendario agrario, el abedul era, espiritualmente, el alfa y la omega; el principio primero y último que significaba la eternidad de dios y la inmortalidad del alma.
La característica del abedul es la de contener la semilla potencial de todos los signos. Se atribuye a este signo la virtud de la paciencia, un requisito necesario cuando se trabaja con semejante potencial. Las personas nacidas bajo este signo dirigen su energía por medio de estrategias ambiciosas, cada uno de sus pasos llevan en mente una meta específica. No obstante, los obstáculos pueden ser formidables.

Como signo de amor por este árbol os pongo una poesía alusiva que espero os guste.



Con las livianas semillasque al páramo trajo la brisavinieron con alas de aire y prisael adusto pueblo de las maravillas.Cruzaron la línea del rojo senderoDestellos del sol radiante,Los colonos de tronco austeroarraigando en el suelo, en aquel instante.Enraizadas firmes, las fértiles simientesCrearon el bosque de nuestra memoriaEspecie muda que observó nuestra gloriaCayendo en el olvido de nuestras gentes.Protectores fuisteis, de los pueblos alados¡Vosotros, tribu de los abedules!La diosa os prometió los caminos doradosLas sendas hacia los cielos azules.Recuerdos sois, de viejos santuariosDe nuestra tribu, raíces reencontradasSois siempre, mensajeros y emisariosde los alados entes y de las hadas.Os nombro, entre mi gentePara restablecer el círculo sagradoPara madurar en el vínculo añoradoY devenir uno, con vuestra simiente.Viejos amigos, enlazados con nuestra energíaSupremos, sabios y confidentes hermanosPacientes en quietud, calma y armoníaSois nuestros misterios y enigmas arcanos.Sabemos de vuestras riquezas divinasDe vuestras cortezas y mágicas ramasDe vuestras dulces savias y resinasSabemos de curativas medicinasQue sanan febriles cuerpos y ajadas almas.Flores de abedul en nuestros cabellosHechizos en las noches estancasVuestros espíritus como destellosen nuestras ánimas blancas.Hojas de vuestro ensueño y estrellasDe vuestro amanecer vitalOs admiramos como a hadas bellasCuando recorren la noche boreal.No importa las palabras que escribaNo es causa primordialImporta, esta emoción tangible y realVivir lo que el árbol nos inscribaen nuestro corazón tribalImporta lo que el espíritu recibadel abedul estoico y fraternal.Os abrazamos abedulesAspiramos el aroma de vuestras floresSaboreamos vuestros frutos de amoressoñando con Lunas Azules,cuando la diosa, atiende nuestros clamores¡Ya suena la danza de los abedules!Melodías entre zarzasLa diosa muestra sus primoresLa hoguera crepita en los alboresde la noche que se alzacon matices seductores.Se oyen grullas y garzasCon sus coros delatoresSon los compases que ensalzana estos árboles cantores.
Iolair Faol

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sábado, 9 de mayo de 2009

El ciruelo del ruiseñor

Recuerdo hoy aquel banquetazo que me di a base de ciruelas cogidas del árbol de uno de los huertos de mi pueblo. Estaban ricas, eran dulces, de las claudias, pura miel. Tan buenas estaban que comí una y otra y otra…
Al cabo, ya en casa ¿qué pasó? Pues un épico dolor de barriga y una riada de… ¿color ciruela?
En fin, el caso es que me siguen gustando.
Y al hilo de las ciruelas otra cosa: “es como aquél maestro Ciruela que sin saber leer montó una escuela”. Toma castaña.
Bueno, ahí os va una leyenda sobre este árbol.
Feliz noche de sábado primaveral. A disfrutar de ella.


Un ciruelo de los jardines imperiales murió, y el emperador sintió vivamente esta pérdida que destruía la armonía de su parque. Ordenó pues, que fuese sustituído por otro árbol igual. Pero ¡ay! todas las indagaciones fueron vanas, y ya se habían agotado todas las posibilidades, cuando en la residencia de un noble caballero se descubrió un ciruelo de forma y tamaño semejantes al que había sido necesario arrancar.Los dignatarios de la corte se dispusieron a ir en su busca para transportarlo a los jardines del palacio. Pero antes de que el árbol fuese arrancado de su sitio, una niña se acercó a él y colgó de una de sus ramas una hojita de papel.Cuando el ciruelo fué transplantado, el emperador lo contempló con vivo placer; todas las reglas severas de la jardinería quedaban respetadas, pues el árbol no era ni demasiado alto ni demasiado espeso, sino perfecto.Habiendo advertido el papel colgando de una rama, mandólo traer. Era una de esas tiritas en las cuales los poetas, con diestro pincel, trazan a gusto de su inspiración las estrofas que le sugiere la vista de un vuelo de pájaros en el cielo gris o los frágiles pétalos del cerezo cuando caen como nieve olorosa.Y he aquí la poesía que leyó el emperador:"Muy augusta es la voluntad imperial pero si el ruiseñor viene a reclamar su habitáculo ¿qué podré yo contestarle?"Intrigado, el soberano mandó preguntar quién había escrito aquellas líneas. Supo así que el ciruelo había sido descubierto en la residencia de un poeta celebérrimo, el ilustre Ki-no-Surayuki (siglo VIII) y que el autor de la poesía era la hija de éste.

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domingo, 29 de marzo de 2009

El castaño


Volvamos a hablar de árboles. El castaño es uno de ésos que rápidamente nos ofrece su sombra gracias a lo frondoso de sus ramas, pero además nos brinda unos frutos muy ricos que nos calientan en invierno.
Aquí os pongo una leyenda que he encontrado por ahí.
Es además muy interesante por su moraleja.
Que os guste.
Por cierto, yo veo unas hermosas estrellas de colores cuando me choco con las esquinas y similares… jejejejje



Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en lo más alto del cielo, había un rey que dominaba sobre todas las estrellas. Tenía el rey, un precioso caballo de mar que había robado del océano una noche de luna llena, cuando los padres del caballito estaban buscando comida.
El caballito fue creciendo y creciendo y haciéndose cada vez más fuerte y más grande, pero siempre suspiraba por volver al océano de donde procedía; se acordaba de sus papás, de sus hermanos, de sus amigos y de lo bien que lo pasaba enroscándose en las olas, subiendo por la espuma y sintiendo la frescura del agua sobre su cuerpo.
Muchas veces rogó al rey que lo devolviese a su océano, pero éste, siempre le decía que tenía otros planes para él, que tenía que hacerse muy grande y hermoso y que tenía que ser muy rápido porque él lo convertiría en la envidia de todo el cielo.
Y así fue, el caballito de mar creció y se convirtió en un precioso caballo. El rey ordenó que lo ataviasen con luciérnagas y polvo de estrellas, que le colocasen unas bridas y montándose en él, paseó por todos sus dominios para que todas las estrellas lo conociesen y envidiasen lo rápido que podía desplazarse ahora para vigilar si ellas emitían su luz todas las noches del año.
El rey era muy autoritario, era implacable con sus órdenes, obligaba a las estrellas a emitir luz todas las noches, sin descanso, no les permitía que se moviesen de su sitio. A veces, entre ellas, se iban turnando para dar luz, unas la daban y otras descansaban. Pero, cuando el rey convirtió al caballito de mar en su caballo particular, se desplazaba tan rápido que controlaba todo lo que hacían y no las dejaba descansar ni un minuto.
Las estrellas estaban cansadísimas porque gastaban su energía durante la noche y durante el día no podían hacer nada. Empezaron a quejarse entre ellas del rey, pero ninguna se atrevía a enfrentarse a él porque sabían el genio tan fuerte que el rey tenía y se enfurecía con cualquier cosa.
Fueron pasando las noches y el agotamiento de las estrellas era cada vez mayor. Una de las estrellas, la más chiquitita y que aún emitía una luz muy débil, se iba apartando tras las más grandes y luminosas y se colocó en un lugar desde donde podía ver una parte de la Tierra. Cada noche se iba acercando un poco más; al llegar el sol, ella se protegía tras sus rayos en vez de irse con las demás y seguía observando aquella parte de la tierra. Era una parte en la que abundaban unos árboles muy frondosos, de verdes hojas grandes y alargadas con muchos nervios. Prendada de la belleza de aquellos árboles fuertes, frondosos y anchos, no pudo dejar de observarlos. Los observó durante todas las estaciones del año. Había algo raro, esos árboles no tenían flores, ni semillas, ni frutos. Intrigada, decidió bajar a la Tierra una noche de verano en que varias de sus compañeras, las estrellas fugaces, emprendían su viaje. Así, llegó hasta el bosque de sus amados árboles y, muy decidida, les preguntó por qué no tenían frutos como los otros árboles. El más fuerte de todos, el árbol centenario, le dijo que ellos darían fruto con mucho gusto, y que les gustaría que su fruto fuese un buen alimento para los humanos, ya que muchos de ellos pasaban hambre, pero que sobre ellos había caído una maldición y no podrían dar fruto hasta que alguien desease vivir para siempre entre ellos proporcionándoles la energía necesaria para dar fruto, pues la tierra en la que crecían tenía mucha humedad y nunca les llegaba el calor a las puntas de sus ramas.
La estrella quedó impresionada con la historia y enseguida se puso a pensar en una solución para remediar el problema de los árboles y el de todas las estrellas que estaban cansadas de iluminar constantemente todas las noches. Les dijo que ella estaría encantada de vivir entre ellos para siempre y que estaba convencida de que podría hacer que otras estrellas hiciesen lo mismo si conseguían burlar la vigilancia del rey.
Se despidió de ellos y volvió al cielo.
Como era tan pequeña, fue colándose entre todas sus compañeras y les fue contando su aventura en la Tierra. Algunas no le hacían caso, la veían como un ser insignificante que nada podría hacer para solucionar su cansancio. Otras, se quedaban pensativas...
Durante el día, cuando el rey descansaba en su palacio, la estrella decidió hacer una reunión. La mayoría temían hacer algo, sabían que si el rey se enteraba las castigaría terriblemente; pero ella fue convenciéndolas, les dijo que no podrían seguir así mucho tiempo, que acabarían extenuadas, que no podían vivir temiendo siempre la furia de un rey que no atendía más que a sí mismo, al que no le importaba nada de lo que a ellas les sucediese. Ella tenía un plan que podría solucionar el problema de los árboles y el de las estrellas.
Tras mucho esfuerzo, consiguió reunirlas durante el día y hablaron y hablaron. Hablaron de lo mal que se encontraban y de que pronto se les acabaría la fuerza para dar luz si continuaban trabajando tanto. La pequeña estrella les contó su plan. Tenían que enfrentarse al rey, pero era imprescindible que estuviesen todas de acuerdo. Si todas se negaban a levantarse durante la noche, el cielo estaría completamente negro, las constelaciones que formaban las estrellas no se verían desde la Tierra y el rey estallaría de furia. Cuando eso ocurriese podrían obligarlo a que las escuchase y atendiese a sus deseos, permitiéndoles turnarse y accediendo a que muchas de ellas bajasen a la Tierra para darle a los árboles la energía necesaria para dar fruto.
A la noche siguiente, todas las estrellas se negaron a levantarse. El rey, montó en cólera, echaba chispas por los ojos, gruñía de rabia, insultaba, saltaba...
Para asombro del rey, permanecieron inmóviles.
Desesperado, éste les preguntó qué les pasaba, qué era lo que querían. Ninguna se atrevía a hablar. La pequeña estrella le dijo al rey que ella hablaría en nombre de todas, que no podían seguir trabajando tanto y que se levantarían si accedía a permitir que hicieran dos turnos y que, en verano, permitiese bajar a la Tierra a todas aquellas que quisieran ser parte de los árboles que no daban fruto.
El rey no se lo podía creer, que una estrellita insignificante se atreviese a hablarle poniéndole condiciones a él, el rey, el más poderoso de la noche. Pero, ¿qué se había creído aquella mingurria de nada? Montó en su caballo de mar y volvió a enfurecerse terriblemente dando latigazos. Las estrellas se quejaban, pero no se movían. El caballo de mar, amigo de las estrellas, no aguantó más, tiró al rey de su grupa y se tumbó al lado de ellas y tampoco se movió.
Durante una semana el cielo estuvo oscuro, ninguna estrella alumbraba, ni siquiera lanzaba un guiño de luz. El rey estaba desesperado, no sabía qué hacer.
Cansado de la situación y temiendo perder el poder que tenía, accedió a las peticiones de las estrellas.
La pequeña estrella bajó con muchas de sus compañeras al bosque de los árboles hermosos al final de cada primavera para darles toda la energía a sus amigos. El caballo las acompañó y siguió su camino hasta el océano, porque ¿qué hacía un único caballo de mar en el cielo?
Desde entonces, cada verano se visten los árboles de cientos de estrellas amarillas que relucen con la luz del sol. Unas maravillosas flores estrelladas pueblan las ramas que después se convertirán en frutos que servirán de alimento a los humanos.
Así es como los castaños, grandes amigos de las estrellas, consiguieron dar esos sabrosos frutos que los humanos comemos de muy diversas maneras, crudos, cocidos, asados, en pasteles, en el caldo, en puding, etc.
No olvides cada verano, cuando vayas al bosque, cuando viajes, observar a los hermosos castaños en flor, verás que las estrellas están esparcidas en todas sus ramas. Y en otoño, cuando comas castañas, recuerda siempre que es gracias a la valentía de una estrella diminuta que sabía pensar. Cuando la mastiques...
Saborea... déjala estallar en tu boca y que su sabor se esparza por tu paladar...
¿Verdad que sabe a estrella?

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lunes, 16 de febrero de 2009

El ombú


El ombú o Bella Sombra es una planta arborescente, nativa de las pampas argentinas y uruguayas. Puede alcanzar una altura de 10 a 15 ms. Con una amplia copa y grueso tronco. Se discute, sin embargo, su naturaleza de árbol, arbusto o hierba. De madera esponjosa no sirve para leña pues se pudre con facilidad.
Contiene grandes cantidades de agua y es de crecimiento rápido.
Las hojas son de buen tamaño, unos 20 cms. De largo y de color verde intenso brillante. Sus frutos son bayas de color rojo.
Ha sido fuente de inspiración de innumerables payadas, versos, poesías y cuentos; abrigo y sombra del gaucho; protagonista de bromas pesadas... el ombú sigue viviendo en la imaginación y el sentimiento popular.
Ésta es su leyenda:



“Cuando Dios hizo el mundo, luego de haber hecho la tierra y el mar, al hombre y los animales, cuando iba haciendo las plantas, a cada una le preguntaba qué deseaba ser.
Al llegar el turno del Quebracho éste le dijo a Dios:
- Tata Dios... ió quiero ser fuerte y duro pa’ resistir los golpes de la suerte, y Tata Dios lo hizo fuerte y duro.
Cuando le llegó el turno al Jacarandá, éste dijo:
- Tatita... ió quiero ser bonito y coqueto como una mujer, y así fué.
Luego le llegó el turno al Cañaveral...
¿Qué querís ser vos?... preguntó Tata Dios...
- Ió quiero ser, Tata Dios, largo y duro pa’ ser lanza ‘e soldado y picana ‘e los bueyes en el trabajo ‘e las carretas, dijo el Cañaveral.
Por último le llegó el turno al Ombú, y al ser preguntado por Dios contestó:
- Tata Dios... ió quiero ser coposo para dar sombra y descanso a los caminantes; ió no quiero flores perfumadas, ni colores vistosos, ni jugo, ni siquiera fruto pa’comer. Que mi tronco sea blando y que ni los clavos puedan quedar clavados en mi madera... Tata Dios.. ió quiero hacer el bien a los hombres...
ió quiero aliviarlos de la fatiga cuando cruzan las llanuras y los montes, los ríos y las montañas, bajo el sol calcinante y muertos de sed en medio de la tierra reseca por el fuego y el calor...
Y Tata Dios hizo al Ombú como él le pidió.
Pasaron los siglos... Vino el Redentor al mundo, salvó a los hombres y éstos lo crucificaron. Cuando el Ombú lo supo pidió hablar con Tata Dios... Tata Dios consintió y el Ombú lleno de dolor y angustia le dijo:
- Tata Dios... cuando usted hizo los árboles les preguntaba a todos qué querían ser... y tuitos querían ser bonitos, lindos y fuertes... ió no quería ser nada d’ eso pa’ que jamás pudiera servir de cruz, como sirvieron otros árboles...
- M’hijito... ¡mi hais ienao ‘e satisfación!... A naides había oído hablar tan lindo, dijo Tata Dios... y abrazándolo le dijo:
- Ió te protegeré por toda la eternidad, pa’ que sigas haciendo el bien a los hombres...”

Si queréis saber más de este árbol, podéis leer la novela de Santa Montefiore “A la sombra del ombú”.

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domingo, 8 de febrero de 2009

El baobab


Recientemente he tenido ocasión de leer el libro de Xavier Moret “A la sombra del baobab”. No conocía estos árboles majestuosos, pero parece que son uno de los más magníficos del mundo y desde luego el mayor de África.
Quiero iniciar una nueva categoría de entradas que hable de árboles legendarios y os incite, con ello, a compartir experiencias relacionadas con esos seres tan magníficos y que, por desgracia, reciben agresiones tan brutales y despiadadas, sin darnos cuenta de que su destrucción indiscriminada equivale a nuestra propia destrucción.

Pueden llegar a alcanzar una altura de 25 ms. De altura y 40 ms. De diámetro. Tienen unas flores blancas en forma de mano y producen unos frutos similares a un melón pequeño.
Cuenta la leyenda que…



En un paraje muy lejano de la enigmática África, hace muchísimo tiempo vivía una familia de conejos muy pobres en la cual papá conejo se ganaba la vida como podía para tan solo llegar al anochecer a su casa con unas cuantas monedas y así poder comer con su familia lo poco que podían comprar.
La vida era muy difícil para esta familia de conejos, mamá preparaba la comida para sus hijos con mucho cariño pero con pocas papas y en una cocina ya demasiado vieja. Cierto día, papá conejo se cansó de tanto caminar por el caluroso desierto llevando una encomienda que le habían designado y simplemente se echó a descansar bajo la sombra de un árbol grueso y de enormes ramas.
- ¡Oh, qué buena sombra que da este árbol!.- dijo el conejo.- creo que descansaré un rato, hace mucho calor y no he almorzado todavía.
Y así, el conejo se sentó a la sombra del árbol a lamentar su suerte. Comenzó por maldecir al sol que tanto le quemaba, a la arena que siempre se le metía entre las patas, a la lluvia por inundar su aldea y todo el mundo. Cuando de pronto, el robusto árbol sobre el cual él estaba empezó a hablarle con una voz muy dulce.
- Amigo conejo, ¿Por qué te lamentas de tu suerte?, ¿Acaso no estás contento como eres?.- Replicó el árbol.
- Vaya, qué triste y desdichada es mi vida. Si tan solo pudiera ser un árbol como tú... ¡Claro!, todo el día parado, sin tener que trabajar, tan solo estiras tus hojas y recibes el alimento del sol y de la lluvia. ¡Qué más podrías pedir!.- se lamentaba el conejo.- En cambio yo, tengo que trabajar muy duro, tengo que padecer de hambre por darle de comer a mis hijos... ¡Qué triste es mi vida!
El árbol se puso muy triste por las palabras del conejo y le dijo con su melodiosa voz.
- ¿Sabes?, soy un Baobab, y, a pesar de que nunca hablo con los animales, me has conmovido mi joven amigo conejo.
Luego de estas palabras, el conejo se puso de pie y miró al árbol desde arriba hacia abajo. El conejo no se había percatado de que aquel árbol era en realidad un baobab, y el conejo, que no era nada bruto, sabía lo que decían todos sobre el baobab :” El baobab guarda muchas riquezas en su corazón, pero son pocas las personas que logran descubrir tal tesoro”. Luego de esto, papá conejo se asustó mucho y se arrodilló ante el baobab.
- Perdóneme señor baobab por maldecir a la naturaleza, le prometo que no volveré a quejarme de mi suerte, solo déjeme ir y seguiré trabajando firme para no tener que lamentarme por lo que soy.- dijo el conejo mientras se disponía a seguir con su trabajo.
- Espera un momento amigo conejo, no te vayas aún...
De pronto, el baobab estiró sus ramas fuertemente y el corazón que tenía entre ellas se dio al descubierto. Papá conejo se quedó asombrado, pero a la vez temeroso de que el baobab le hiciera alguna especie de daño por hablar mal de la naturaleza. El baobab, en cambio, dio un suspiro de regocijo y, luego de unos segundos de silencio, el corazón del baobab se abrió lentamente. Ese oscuro núcleo comenzó a descubrir todo lo que tenía en su interior y ¡oh sorpresa!, el baobab tenía en el interior de su corazón muchos tesoros : joyas, diamantes, monedas de oro, perlas, rubíes, piedras preciosas, telas finas, etc. Papá conejo se quedó asombrado ante tal espectáculo y el baobab le dijo con voz tierna :
- Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi buen amigo conejo.
El conejo, muy agradecido, cogió lo que cabía entre sus manos y se marchó contento luego de darle las gracias al baobab por tal muestra de generosidad.
Al llegar a su casa, les contó todo a su familia y, por fin, pudieron cambiar su forma de vida. Papá conejo ahora iba en carro al trabajo, ahora vestía bien, ahora ya estaba muy gordito y siempre andaba limpio. Mamá usaba ropas finas, ahora podía cocinar un rico banquete para sus hijos, remodelaron su casa, y todas esas cosas que hace la gente rica. Ahora mamá conejo llevaba siempre su collar de perlas a las reuniones de sus amigas, y fue en una de esas reuniones donde la señora hiena observó con mucha envidia las riquezas de mamá conejo. La señora hiena, que era muy autoritaria, le exigió a su marido que también le comprase a ella un collar de perlas, que le comprase un auto, que le comprase telas finas y todas las cosas que el marido de mamá coneja le había comprado a ésta.
El señor hiena, sintió curiosidad acerca de cómo el conejo había adquirido tantas riquezas así que un buen día se le acercó y le preguntó qué es lo que éste había hecho. Pues bien, papá conejo, que era de un corazón noble, le contó al señor hiena todo lo sucedido con el baobab. Le contó cómo había llegado a la sombra de éste árbol y el montón de tesoros que había en el interior de su corazón. El señor hiena se emocionó bastante y sin perder ni un segundo se fue hacia donde estaba el baobab para robarle todos los tesoros que había en su corazón y así llenarse de lujos como los que poseía el conejo.
Esta malévola hiena fue hacia donde estaba el apacible baobab y sin perder mucho tiempo se echó bajo la sombra de éste, como le había indicado el buen conejo.
Luego, empezó a gritar con voz muy fuerte: “¡ Ay!. ¡qué desdichada es mi vida, qué pobre soy, qué mala suerte la mía, soy tan desgraciado!”. El baobab, empezó a sacudir sus ramas suavemente...
- Mi buen amigo hiena, qué grata visita me has dado, ¿por qué te quejas de tu suerte?, ¿es que acaso no eres feliz con lo que eres?.- dijo el baobab.
- Pues no, la verdad no soy lo suficientemente feliz como debería, si tan solo pudiera tener tantos tesoros como el conejo mi vida sería distinta. Si tan solo fuese poseedor de las riquezas que tiene el conejo me sentiría más aliviado.- mencionó la hiena con un tono muy sarcástico.
De pronto, las hojas del baobab se estiraron muy fuerte y éste dio un gran y tierno suspiro. La hiena se quedó impaciente, no podía dejar de caminar de un lado para otro sin dejar de ver lo que descubría las hojas del baobab. Entonces, como ya había sucedido antes, el corazón de este árbol se dio a descubrir y quedó a la vista de la hiena que lentamente empezaba a sacar las garras. El baobab dio otro suspiro y comenzó a abrir el oscuro núcleo que albergaba tantos tesoros, a los cinco segundos el corazón del baobab quedó totalmente al descubierto y, también, los tesoros que poseía en su interior. A la hiena se le salían los ojos ante tanta maravilla; al instante el baobab dijo con su tranquilo tono de voz :
- Toma lo que creas conveniente, vamos, acepta esta poca ayuda que quiero ofrecerte mi estimado señor hiena.
El señor hiena, que tenía una intención muy distinta a la del conejo, pensó que si le arrancaba el corazón al baobab no solo se llevaría lo que cupiera entre sus manos, sino todos los tesoros de este árbol. El señor hiena pensó que el baobab tenía muchos otros tesoros escondidos en su interior así que se lanzó salvajemente sobre el baobab y, con sus filudas garras, empezó a desgarrar el corazón de este árbol. Lo rasgó y lo rasgó, comenzó a hacerle mucho daño al pobre baobab; esta hiena mordía, hincaba sus dientes sobre la corteza del corazón del baobab para arrancárselo y quedarse con absolutamente todos los tesoros que estaban en el interior de éste.
Fue un momento muy doloroso para el baobab, que lloraba de dolor y de tristeza por la decepción sufrida a causa de la hiena. De repente, el corazón del baobab se cerró bruscamente y se ocultó nuevamente entre sus hojas que se habían tornado de un verde muy tenebroso. La hiena, que no pudo conseguir ningún tesoro comenzó a maldecir al árbol, comenzó a rasgar su tronco pero fue inútil, pues ahora el tronco del baobab se había vuelto áspero de nuevo y de un aspecto mucho más frío. El señor hiena, muy cansado, dio la media vuelta y se fue a su casa sin ninguna clase de tesoro ya que, a causa de su avaricia, no consiguió lo que quiso.
Desde ese momento nadie ha vuelto a ver jamás el corazón del baobab y éste ya no deja que se le acerquen muchos animales debido a que su áspero tronco emana mal olor. Y dicen también que las hienas siempre andan en manada por el desierto en busca de algún otro baobab para conseguir los tesoros que oculta éste árbol.
Y explican también que el baobab se parece mucho a las personas ya que, a pesar de que éstas aparentan tener una corteza muy dura y áspera, poseen un corazón lleno de tesoros. Sin embargo, las personas, al igual que el baobab, lo tienen escondido, muy duro y muy difícil de abrir... ¿Por qué es tan difícil para las personas abrir su corazón?, ¿Por qué se les hace tan complicado demostrar las riquezas que hay en su interior?, ¿Por qué ocultan tal corazón entre sus grandes hojas?, ¿Por qué se rehúsan a volver a entregarle su corazón, como lo hicieron alguna vez, a cierto conejo?, ¿de qué hienas se acordarán? ...

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