domingo, 29 de marzo de 2009

El castaño


Volvamos a hablar de árboles. El castaño es uno de ésos que rápidamente nos ofrece su sombra gracias a lo frondoso de sus ramas, pero además nos brinda unos frutos muy ricos que nos calientan en invierno.
Aquí os pongo una leyenda que he encontrado por ahí.
Es además muy interesante por su moraleja.
Que os guste.
Por cierto, yo veo unas hermosas estrellas de colores cuando me choco con las esquinas y similares… jejejejje



Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en lo más alto del cielo, había un rey que dominaba sobre todas las estrellas. Tenía el rey, un precioso caballo de mar que había robado del océano una noche de luna llena, cuando los padres del caballito estaban buscando comida.
El caballito fue creciendo y creciendo y haciéndose cada vez más fuerte y más grande, pero siempre suspiraba por volver al océano de donde procedía; se acordaba de sus papás, de sus hermanos, de sus amigos y de lo bien que lo pasaba enroscándose en las olas, subiendo por la espuma y sintiendo la frescura del agua sobre su cuerpo.
Muchas veces rogó al rey que lo devolviese a su océano, pero éste, siempre le decía que tenía otros planes para él, que tenía que hacerse muy grande y hermoso y que tenía que ser muy rápido porque él lo convertiría en la envidia de todo el cielo.
Y así fue, el caballito de mar creció y se convirtió en un precioso caballo. El rey ordenó que lo ataviasen con luciérnagas y polvo de estrellas, que le colocasen unas bridas y montándose en él, paseó por todos sus dominios para que todas las estrellas lo conociesen y envidiasen lo rápido que podía desplazarse ahora para vigilar si ellas emitían su luz todas las noches del año.
El rey era muy autoritario, era implacable con sus órdenes, obligaba a las estrellas a emitir luz todas las noches, sin descanso, no les permitía que se moviesen de su sitio. A veces, entre ellas, se iban turnando para dar luz, unas la daban y otras descansaban. Pero, cuando el rey convirtió al caballito de mar en su caballo particular, se desplazaba tan rápido que controlaba todo lo que hacían y no las dejaba descansar ni un minuto.
Las estrellas estaban cansadísimas porque gastaban su energía durante la noche y durante el día no podían hacer nada. Empezaron a quejarse entre ellas del rey, pero ninguna se atrevía a enfrentarse a él porque sabían el genio tan fuerte que el rey tenía y se enfurecía con cualquier cosa.
Fueron pasando las noches y el agotamiento de las estrellas era cada vez mayor. Una de las estrellas, la más chiquitita y que aún emitía una luz muy débil, se iba apartando tras las más grandes y luminosas y se colocó en un lugar desde donde podía ver una parte de la Tierra. Cada noche se iba acercando un poco más; al llegar el sol, ella se protegía tras sus rayos en vez de irse con las demás y seguía observando aquella parte de la tierra. Era una parte en la que abundaban unos árboles muy frondosos, de verdes hojas grandes y alargadas con muchos nervios. Prendada de la belleza de aquellos árboles fuertes, frondosos y anchos, no pudo dejar de observarlos. Los observó durante todas las estaciones del año. Había algo raro, esos árboles no tenían flores, ni semillas, ni frutos. Intrigada, decidió bajar a la Tierra una noche de verano en que varias de sus compañeras, las estrellas fugaces, emprendían su viaje. Así, llegó hasta el bosque de sus amados árboles y, muy decidida, les preguntó por qué no tenían frutos como los otros árboles. El más fuerte de todos, el árbol centenario, le dijo que ellos darían fruto con mucho gusto, y que les gustaría que su fruto fuese un buen alimento para los humanos, ya que muchos de ellos pasaban hambre, pero que sobre ellos había caído una maldición y no podrían dar fruto hasta que alguien desease vivir para siempre entre ellos proporcionándoles la energía necesaria para dar fruto, pues la tierra en la que crecían tenía mucha humedad y nunca les llegaba el calor a las puntas de sus ramas.
La estrella quedó impresionada con la historia y enseguida se puso a pensar en una solución para remediar el problema de los árboles y el de todas las estrellas que estaban cansadas de iluminar constantemente todas las noches. Les dijo que ella estaría encantada de vivir entre ellos para siempre y que estaba convencida de que podría hacer que otras estrellas hiciesen lo mismo si conseguían burlar la vigilancia del rey.
Se despidió de ellos y volvió al cielo.
Como era tan pequeña, fue colándose entre todas sus compañeras y les fue contando su aventura en la Tierra. Algunas no le hacían caso, la veían como un ser insignificante que nada podría hacer para solucionar su cansancio. Otras, se quedaban pensativas...
Durante el día, cuando el rey descansaba en su palacio, la estrella decidió hacer una reunión. La mayoría temían hacer algo, sabían que si el rey se enteraba las castigaría terriblemente; pero ella fue convenciéndolas, les dijo que no podrían seguir así mucho tiempo, que acabarían extenuadas, que no podían vivir temiendo siempre la furia de un rey que no atendía más que a sí mismo, al que no le importaba nada de lo que a ellas les sucediese. Ella tenía un plan que podría solucionar el problema de los árboles y el de las estrellas.
Tras mucho esfuerzo, consiguió reunirlas durante el día y hablaron y hablaron. Hablaron de lo mal que se encontraban y de que pronto se les acabaría la fuerza para dar luz si continuaban trabajando tanto. La pequeña estrella les contó su plan. Tenían que enfrentarse al rey, pero era imprescindible que estuviesen todas de acuerdo. Si todas se negaban a levantarse durante la noche, el cielo estaría completamente negro, las constelaciones que formaban las estrellas no se verían desde la Tierra y el rey estallaría de furia. Cuando eso ocurriese podrían obligarlo a que las escuchase y atendiese a sus deseos, permitiéndoles turnarse y accediendo a que muchas de ellas bajasen a la Tierra para darle a los árboles la energía necesaria para dar fruto.
A la noche siguiente, todas las estrellas se negaron a levantarse. El rey, montó en cólera, echaba chispas por los ojos, gruñía de rabia, insultaba, saltaba...
Para asombro del rey, permanecieron inmóviles.
Desesperado, éste les preguntó qué les pasaba, qué era lo que querían. Ninguna se atrevía a hablar. La pequeña estrella le dijo al rey que ella hablaría en nombre de todas, que no podían seguir trabajando tanto y que se levantarían si accedía a permitir que hicieran dos turnos y que, en verano, permitiese bajar a la Tierra a todas aquellas que quisieran ser parte de los árboles que no daban fruto.
El rey no se lo podía creer, que una estrellita insignificante se atreviese a hablarle poniéndole condiciones a él, el rey, el más poderoso de la noche. Pero, ¿qué se había creído aquella mingurria de nada? Montó en su caballo de mar y volvió a enfurecerse terriblemente dando latigazos. Las estrellas se quejaban, pero no se movían. El caballo de mar, amigo de las estrellas, no aguantó más, tiró al rey de su grupa y se tumbó al lado de ellas y tampoco se movió.
Durante una semana el cielo estuvo oscuro, ninguna estrella alumbraba, ni siquiera lanzaba un guiño de luz. El rey estaba desesperado, no sabía qué hacer.
Cansado de la situación y temiendo perder el poder que tenía, accedió a las peticiones de las estrellas.
La pequeña estrella bajó con muchas de sus compañeras al bosque de los árboles hermosos al final de cada primavera para darles toda la energía a sus amigos. El caballo las acompañó y siguió su camino hasta el océano, porque ¿qué hacía un único caballo de mar en el cielo?
Desde entonces, cada verano se visten los árboles de cientos de estrellas amarillas que relucen con la luz del sol. Unas maravillosas flores estrelladas pueblan las ramas que después se convertirán en frutos que servirán de alimento a los humanos.
Así es como los castaños, grandes amigos de las estrellas, consiguieron dar esos sabrosos frutos que los humanos comemos de muy diversas maneras, crudos, cocidos, asados, en pasteles, en el caldo, en puding, etc.
No olvides cada verano, cuando vayas al bosque, cuando viajes, observar a los hermosos castaños en flor, verás que las estrellas están esparcidas en todas sus ramas. Y en otoño, cuando comas castañas, recuerda siempre que es gracias a la valentía de una estrella diminuta que sabía pensar. Cuando la mastiques...
Saborea... déjala estallar en tu boca y que su sabor se esparza por tu paladar...
¿Verdad que sabe a estrella?

11 comentarios:

Liliana dijo...

Qué lindo Alberto! gracias x compartirlo =).


besitosestrellados

brujita dijo...

¡Tierno y dulce como una castaña asada!...deseo irme ahora mísmo a contemplar un castaño en flor...mientras tanto pueda hacerlo acariciaré mi cestito de castaño de la Alberca

Besito volado.

brujita dijo...

¡Perdí mi comentario!...pero en él te decía que era tierno y dulce tu relato , tanto como uno de sus frutos asados...me gustaría plantarme ante un castaño en flor ahora mísmo, pero a falta de ello me conformaré con contemplar mi cestito de castaño de la Alberca.

Besito volado.

Alberto dijo...

Liliana, me alegro de que te haya gustado la leyenda y que puedas degustar un buen pastel de castañas.
Buen día.

Alberto dijo...

Brujita, es verdad: tierno y dulce. No sé porque se dice eso de "vaya castaña" similar a "vaya rollo" o "vaya castaña que ha pillado" por eso de entre copa y copa...
Debe ser bien majo esa cesta de la Alberca, qué suerte.
Buen lunes.
Besito alberqueño o albercano.

Mercedes Pajarón dijo...

No te lo vas a creer, Alberto, pero vivo al lado de un jardín lleno de castaños!!!! Ahora mismo ya están frondosos, con todas sus hojas de un alegre verde claro. Cada vez que pase por ahí me acordaré de esta leyenda!

Me ha gustado mucho!

Feliz semana y un beso!

PD.- (por cierto, me han dicho que los frutos que dan estos castaños no son comestibles... qué mala pata!)

Alberto dijo...

Es que este ojo clínico que tengo me decía, Mercedes, que tenía que poner algo de castaños para ambientar tu jardín.
Aprovecha y disfruta de ellos para pasear y, si te sirven para acordarte un poquillo de mí, ues... "miel sobre hojuelas" ¿te suena?) jejjejejjeje.
Cuídate.

Mercedes Pajarón dijo...

...A partir de ahora, será el jardín de los castaños de Alberto!

Un beso!

PD.- Esta semana pondré un cuento en el que habrá miel... pero no hojuelas, sino moscas, o más bien moscuelas, para mantener el juego de palabras, ja, ja ,ja!!!

margee dijo...

Hermoso bosquejo!!! y la foto majestuosa anunciando a la querida primavera!!!
Un beso.

Alberto dijo...

Mercedes, espero tu cuento de las moscas. Seguro que estará bien.
Y como tú dices... siguiendo con las rimas: que las moscas de tu cuento sean locuelas aunque no anden entre hojuelas.
Buen día.

Alberto dijo...

Anda, si por fin se deja caer mi querida Margee, la madrina de Tiflohomero.
Me alegro de que se haya dejado caer por aquí y que su mucho trabajo no le im pida disfrutar de esta primavera de paseos y árboles, además de que nos atienda más, tanto a su ahijado como como al padre de la criatura.
Besos, amiga y buen día.

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