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martes, 29 de mayo de 2012

Mi apoyo... Desde la distancia


Lo sé, seguramente mis palabras no llegarán a sus padres y familiares, aunque quién sabe. La tecnología y la magia de los buenos corazones que se abrazan ante momentos trágicos tal vez hagan el milagro de que lo que hoy estoy escribiendo yo aquí pueda servirles de luz y calidez. No aspiro a ser pretencioso o creer que vaya a solucionar su inmenso dolor, pero sí quiero estar ahí, desde la distancia, como uno más, como tantos otros seres de bien, en silencio, tendiéndoles mis manos que son luz y diciéndoles que no están solos. Que Isabel, Almudena, Camilo y Alfonso son estrellas que desde el cielo ya iluminan para siempre a quienes sepan mirar con ojos limpios y soñadores, que ya permanecen eternamente libres y que su proyecto de vida, lo que habrían sido, no queda destruido sino transformado en luz y fuerza.
Yo qué sé. Seguramente uno no es capaz de imaginar lo que esas madres que ayer les dejaron jugando, como en tantas otras ocasiones, en Villadgio (Doha), puedan sentir, no ahora en plena vorágine, si no el día de mañana cuando ya la rutina tenga que volver a sus vidas. Pero ¿cómo afrontar esas rutinas sin sus hijos tan pequeños? ¿Cómo volver a caminar de nuevo?
En fin, desde mi alma de ciego bondadoso que aspira a dar luz con su corazón, desde mi ordenador en que tecleo estas palabras que volcaré en Tiflohomero, deciros: ¡MUCHO ÁNIMO! ¡Adelante!
Estoy aquí, junto a vosotros, mirándoos a los ojos y conmoviéndome con vosotros.
Para Santiago y Yolanda, Camilo y Elena. Va por vosotros.

  

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lunes, 26 de marzo de 2012

Emotiva entrevista: la superación hecha mujer

Si ya, en este Tiflohomero, mi amiga Elena ha sido mencionada como merece y, es más, alguna imagen de ella hay por aquí, cuando ha sido distinguida con el título de Embajadora de BBVA, un programa que la Entidad tiene para destacar a sus trabajadores/as merecedores de mención, no podía por menos que transcribir la entrevista que le hacen recientemente y que acompaña al vídeo que, a través de la intranet del Banco, sus empleados pueden visitar.
Soy un privilegiado por disfrutar del regalo de su amistad y de ella aprendo cada día a no ceder al desaliento ante los obstáculos del día a día.

Elena perdió la visión a los 19 años, pero no permitió que eso se
convirtiese en
una traba: su esfuerzo y trabajo la han llevado a vivir y a trabajar como
una más.
Sus manos recorren, incansables, bordes y esquinas. Buscan y encuentran: el
botón del encendido del ordenador, los
auriculares. Teclea y, al cabo de sólo un par de minutos, se escucha su voz:
BBVA buenos días, le atiende Elena,
¿en qué puedo ayudarle?
Llevo más de 21 años trabajando en el Banco. Empecé en octubre de 1990.
La ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles) tiene una bolsa de
trabajo.
Yo había hecho un curso de atención telefónica y en el Banco ya había una
persona invidente que trabajaba muy bien, así que
me dieron la oportunidad. Comencé en el Banco de Crédito Agrícola, que era
del Grupo Argentaria. Todo ha cambiado
muchísimo desde que entré. Ahora, con la tecnología, encontrar a las
personas es más fácil, ya no tenemos que utilizar tanto
la memoria como antes.
En el Banco me realizo como persona y soy una más, no me miran como a un
bicho raro, comenta entre risas. Somos el primer
contacto de muchas personas con BBVA y eso es algo que no olvidamos nunca.
Sabemos que muchas veces, la primera
impresión es la más importante.
A los 19 años me quedé ciega y fue como volver a nacer. Tuve que volver a
aprender
todo: a andar, a cocinar, a leer -porque ahora utilizo un sistema de lectura
y escritura
que yo desconocía, el Braille-. Fue empezar otra vez de cero.
Cuando le preguntamos qué es lo más importante para superar algo así, sonríe
y dice: tenacidad, esfuerzo y mucha ilusión.
Ese cambio en mi vida quizás me haya aportado una serie de valores, unas
capacidades y una forma de ser que no hubiera
tenido de otra forma. Eso me ha ayudado a salir adelante y luchar por lo que
quiero y lo que quiero ser.
Para Elena, siempre hay tiempo para hacer cosas, para aprender. Hace tres
años, se
propuso realizar un examen para ascender de categoría y lo ha conseguido.
También
tenemos un taller de lectura en la ONCE en el que leemos un libro y lo
comentamos con algún experto (el próximo será la
escritora y periodista Ángeles Caso).
Piensa hacer más cursos de formación, seguir aprendiendo y seguir
preparándose. Es consciente de su responsabilidad,
sabe que si trabaja bien, otras personas invidentes tendrán una oportunidad
como la suya. Y les manda un mensaje:
que trabajen, que se esfuercen, porque trabajar en BBVA merece la pena. Y ya
no es la única: otras compañeras suyas
son invidentes también.
Se despide entre sonrisas y anécdotas de llamadas recibidas y nos quedamos
con la sensación de que no habrá obstáculo
que la haga detenerse.
La pasión de viajar
Hace unos años, el marido de una amiga nos preguntó qué viaje nos gustaría
hacer. Le dijimos que Ámsterdam y unos meses
después nos llamó y nos dijo que lo organizásemos. Fue una maravilla.
Ese fue el primer contacto con su mayor pasión: viajar. Nuestro lema es
hacer más
que ver. Nosotros, al no ver, no vamos a un museo de pintura. Vamos a sitios
que nos puedan describir las cosas: un parque o la casa de Ana Frank. Sitios
que en un viaje normal no visitas.
Entre sus ciudades favoritas, Estambul. Es muy bonita pero muy caótica. Hay
mucho ruido y muchísima gente, pero los palacios
y Santa Sofía son muy bonitos. En la ONCE tenemos un museo con maquetas de
los principales monumentos del mundo,
así que lo primero que hacemos es ir allí a "tocarlos". Luego, cuando
llegamos al sitio, ya tenemos una idea de cómo es.
Como en el resto de las facetas de su vida, en los viajes también tiene
retos: de España, Oviedo; de otros países nuestro
próximo viaje será Moscú o Cracovia.
Además, comprometida con la sociedad
Somos un grupo de voluntarios de BBVA que vamos por los colegios dando
charlas a los chicos: cómo administrar su paga
semanal o cómo elaborar un presupuesto de una salida. Hay tres programas
entre los que pueden elegir, normalmente eligen
la gestión de la paga.
Cuando entramos, al principio se extrañan un poco. Suelo ir con Javier, un
compañero con el que imparto las charlas, y les parece raro que aparezca una
invidente a hablarles de qué hacer con su dinero. Pero al final todos se
quedan encantados y nos hacen un montón de preguntas.

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sábado, 5 de noviembre de 2011

El bosque al alcance de los sentidos

Quiero dar traslado del extracto de la intervención que, con motivo del acto de homenaje al bosque, hemos tenido ocasión de leer, en braille, en el salón de actos del Centro de Educación Medioambiental de Valsaín, este sábado que termina.

Ha sido una jornada muy interesante, con la exposición de diversas facetas que atañen al bosque y, por nuestra parte, de hacer visible la ceguera.

Que os guste.

Mi compañera Elena Rodrigo y el que subscribe, ambos ciegos totales hemos querido elaborar un texto que refleje lo que, a nosotros, nos aportan los bosques, cómo los vemos.

Es un orgullo poder participar en esta jornada de homenaje al bosque, al tiempo que aprovechamos para reivindicar su respeto y el que, también nosotros, de forma autónoma, podamos disfrutar de su calidez y encanto. Pedimos, de manera expresa, que se habiliten para ello, rutas accesibles, enclaves adaptados y, en definitiva, lograr con dichas acciones, entre todos, que sean espacios abiertos también a los ciegos en particular y al resto de discapacitados en general. Estamos seguros de que es posible conseguirlo y que el resultado, convenientemente difundido, merecerá la pena.

¡Nosotros también queremos formar parte del grupo de amigos de los bosques!

Bien, hemos estructurado la comunicación en dos partes, una testimonial y otra creativa.

Previamente a su desarrollo, incorporamos una cita atribuida a una persona especial, todo un ejemplo de superación y esfuerzo que pese a su sordoceguera, fue capaz de demostrar que se pueden alcanzar numerosas metas gracias a la tenacidad y la ilusión: Hellen Keller. Su anhelo se traduce así: "Daría un largo paseo por el bosque y embriagaría mis ojos con todas las bellezas del mundo de la naturaleza, intentando desesperadamente absorber el gran esplendor que se despliega en todo momento ante los que pueden ver." Os invitamos a reflexionar sobre el significado de estas certeras palabras.

A continuación hacemos una advertencia: Las personas ciegas somos individuos antes que discapacitados. No se debe caer en la tentación de generalizar, ha de huirse de los tópicos, por lo que, lo que a nosotros nos sugieren los bosques, es sólo fruto de nuestro amor por ellos, lo cual no significa que todas las personas invidentes sientan lo mismo, ni mucho menos.

A partir de aquí, hago un repaso de cuál ha sido, desde mi niñez, el modo en que he ido relacionándome con los bosques, desde las arboledas de chopos en mi pueblo soriano hasta los majestuosos hayedo de Irati o acebal de Prádena. Recuerdo, un lugar emblemático para mí, al que siempre que visito mi pueblo, me acerco porque simboliza la memoria de mis orígenes, el Árbol del río Manzano.

Mis juegos de niño, mi imaginación, hija de las lecturas, y los paseos junto a mi padre han alimentado, desde siempre, mi amor hacia los espacios arbóreos.

¿Que cuáles son los regalos que he recibido, a cambio, de esa caja mágica que son los bosques? Ante todo, paz que aliviara el desasosiego de mi espíritu, calidez que mitigara el frío de mi alma en los momentos de soledad y sueños en forma de aventuras, encantamientos y hazañas legendarias.

El bosque me acompaña siempre que paladeo un licor de arándanos, que toco la hoja de castaño que me regaló, una vez, un ser especial o cuando contemplo la figura que compré, siendo adolescente, tallada en madera de los pinares sorianos.

Quiero obsequiarles con mi símbolo de cariño, en forma de caricia, poner mis manos en sus troncos e impregnarles mi huella, transmitirles mi gratitud, escuchar su voz.

En cuanto a lo que percibo dentro de ellos, os cuento: se oye el silencio, un silencio relajante traído por el rumor del viento al acunar sus hojas y por las melodías de sus moradores; siento que paseo por una alfombra mullida y turgente; que descubro sus texturas cargadas de mensajes; y que me empapo de sus olores, fragancias preñadas de vivencias, y recuerdos, el más natural de sus aromas.

En el bosque, por sus características, los sentidos se agudizan, se abren cual poros sedientos que necesitan embriagarse _como decía Hellen Keller_ de tanto goce, de tanta variedad de estímulos.

En fin, dentro de un bosque me siento a gusto, disfruto en plenitud, me imbuyo de todos sus dones y cuando salgo de su seno, es como si me renovara, como si volviese a resurgir la energía de la vida en mi cuerpo.

Pero, además, he de resaltar el poder evocador del bosque. La capacidad que tiene de inspirarme, seguramente a partir de las lecturas y películas, para fantasear con encuentros inesperados con seres misteriosos: ancianas curanderas, recios pastores, hermosas doncellas o genios increíbles, duendes y hadas.

En este sentido, la segunda parte de lo que compartiremos el próximo día 5 de noviembre, a la que aludía al principio se traduce en un cuento, uno de ésos que semanalmente voy publicando en mi blog, Tiflohomero y que quiere ser una historia desempeñada por alguien como nosotros que se decide a afrontar una jornada en la naturaleza aun estando privado de la visión, un día de senderismo por un monte mágico. Lo que al protagonista y a su acompañante les acontezca, lo que el sueño y un mágico hallazgo les depare, serán el núcleo de un hermoso romance nacido a partir de la complicidad de un árbol centenario y de una sabia hechicera.

Un relato, en fin, que invita a soñar, a entregarse a los designios del destino y a atreverse a dejarnos cautivar por sus dones.

En definitiva, nuestro afán no es otro que aportar otra perspectiva de los bosques, en la que queremos ir más allá de una mera imagen estética o utilitaria de sus funciones. Queremos hacer hincapié en su dimensión sensorial y mágica. Queremos invitar a que, cuando se viaje a su interior, se haga con la mente despierta y con el ánimo de sentir, de dejarse atrapar por todo un mundo de sensaciones que, por supuesto, incluyen las visuales pero que abarca otras muchas. ¿Os las vais a perder? No lo hagáis, os proporcionarán grandes dosis de felicidad.

Alberto Gil Pardo y Elena Rodrigo Izqierdo

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miércoles, 17 de agosto de 2011

Félix Rodríguez de la Fuente en el recuerdo

Estos días, en esa Meseta castellana que me vio nacer, se ha desvedado la caza menor. Es tiempo de ilusión de los cazadores, los de verdad, los grandes amantes de la naturaleza. Y a ellos, en mi casa, mi abuelo lo fue y mi hermano ha sabido seguirle con esa misma dedicación, quiero dedicarles estas entrañables palabras del maestro Félix rodríguez de la Fuente. Buena caza.

"En el Norte de la provincia de Burgos, en el límite de la meseta, antes de que la severa orografía de Castilla se desplome hacia el mar por el fragoso escalón del sistema cantábrico, existe un anchuroso páramo: tierra rigurosa de pastores y de lobos, alta ruta de pájaros viajeros; fue la más fascinante escuela en los días de mi infancia.
Deambular por la llanura, acechar, descubrir nuevas formas y manifestaciones de la vida, era para mí un placer atávico, viejo y vital como la misma humanidad. En otoño, me pasaba los días tratando de sorprender a los patos salvajes. Y no para cazarlos, pues por aquel entonces no conocía yo el manejo de las armas. Era algo mucho más imperioso: quería verlos de cerca, saludarlos con mi mirada atónita; quizá, descubrir el secreto de su misteriosa atracción. Porque los patos salvajes siempre me han emocionado. Sus formaciones geométricas en el cielo de otoño, su tenso vuelo hacia las tierras de invernada, despertaba en mi espíritu indescriptibles nostalgias y ansias de nomadeo.
Ciertamente, mi situación no podía considerarse como normal, ni siquiera segura para un niño de 11 años: calado hasta los huesos por la fina lluvia, temblando de frío y ansiedad, entre los carrizos de una charca perdida en el páramo, a muchos kilómetros de mi casa, me sentía sin embargo, el más feliz y triunfante de los mortales. Porque ellos estaban allí, a pocos metros de mi escondite, tan cerca que podía distinguir el verde metálico de sus cuellos y los anaranjados picos. Al fin, lo había conseguido. Tras media hora de arrastrarme por el suelo pedregoso, veía de cerca a mis admirados viajeros.
Lleno de júbilo, salté hacia delante: grité. Y toda la bandada se puso en vuelo, con extraño clamor, salpicando mi rostro las gotas de agua proyectadas por sus alas. Entonces, un silbido creciente lo dominó todo. Una masa grisácea cayó como un proyectil hacia el centro de la bandada y chocó con uno de los patos, derribándolo en tierra, envuelto en una nubecilla de plumas.
Con asombro, me percaté de que aquel bólido mortífero era realmente un ave, que ascendía tan rauda e inesperadamente como había bajado.
Corrí hacia el abatido pato y tomé su cuerpo entre mis manos; era macizo, fuerte, pesado…, estaba muerto. Miré hacia el cielo, y allí, en lo alto, volaba en círculos el poderoso cazador, ya sólo un punto entre las nubes.
Absorto, apretando fuertemente su presa entre mis brazos, comprendí que había un ser superior a cuantos yo había imaginado: veloz, para herir como el rayo; fuerte, para quebrar de un golpe el vuelo del pato salvaje.
Solo, inmóvil, acepté con humildad el regalo que la naturaleza acababa de ofrecerme; ignorando que miles de años antes, un cazador del lejano neolítico recibiría en parecidas circunstancias la inspiración que le hizo concebir el más noble e increíble arte de caza: la cetrería.
No fue fácil el camino que hubo de recorrer el niño solitario del páramo para resucitar arte tan sutil, en un país donde su práctica había desaparecido totalmente desde hacía más de un siglo. El relato de sus trabajos llenaría todo un libro. Pero no ha de ser este libro. Prefiero escribir aquí todo lo que hubiera necesitado saber, hace veinticinco años, para ahorrarme tantas fatigas y desvelos.
La práctica ininterrumpida de la caza con aves nobles, la lectura de casi todos los libros antiguos o modernos que se han escrito en el mundo, los viajes hasta los países donde la cetrería se practica con más pureza, y sobre todo, mi gran amor a las aves de presa, me confieren la necesaria audacia para tocar un tema de tan vieja raigambre y alcurnia literaria.
[…]
Rodríguez de la Fuente,Félix. Prefacio en El arte de cetrería. Ediciones Nauta, Barcelona, 1965

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sábado, 26 de marzo de 2011

testimonio de superación para una tarde de sábado

Hoy, día en el que otra vez más se ha celebrado la vida, quiero compartir aquí una de esas razones que a uno le mueven a mantener la ilusión por seguir viviendo.
Os dejo el testimonio de mi amiga Elena que nos enseña, una vez más, que merece la pena pelear contra la inaccesibilidad del entorno.
Ojalá algún día las personas ciegas lo tengamos más fácil. Mientras tanto, seguiremos apostando por la superación.

Desde que a los 19 años me quedé ciega, he estado luchando porque en esta sociedad del avance y el conocimiento se me considerara como a una más.
Desde octubre de 1990 trabajo como telefonista en un banco español. Anteriormente estuve haciéndolo durante 3 años en diferentes destinos dentro de la ONCE.
Cuando llevaba un par de años trabajando en el banco, decidí que quería estudiar y me preparé para el Acceso a la Universidad. Opté porque fuera en la UNED por no tener que ir obligatoriamente a clase, aunque era más difícil al no tener un hábito de estudio y no disponer de los textos adaptados a tiempo para poder estudiar.
Me costó un par de cursos obtener el Acceso y empecé la Licenciatura de Filosofía y Ciencias de la Educación.
Me matriculé en 1º y cuando comprobé que no había ninguno de los textos disponibles, bien en Braille o en sonoro, me empecé a agobiar porque veía que no me iba a dar tiempo a estudiar las asignaturas. estuve tentada de abandonar, pero una compañera del curso de Acceso me animó y me dijo que no tenía que dejarlo, que lo intentase matriculándome sólo de las materias que pudiera o que tuviera adaptados los textos. Así lo hice, en el curso 1996-97 me volví a matricular sólo de 3 y así hasta que en el año 2007 terminé la Licenciatura.
El banco tiene todos los años unas pruebas de ascenso para todos los empleados. Como yo entiendo que soy una más de la plantilla, decidí presentarme a las pruebas de Técnico nivel VIII. Hablé con el Departamento de Recursos Humanos y después de pretender que no me presentase, determiné que les iba a demostrar que sí podría superarlas. Muchos de los documentos que me proporcionaron no eran accesibles y a la hora de preparármelos era más difícil. Al año siguiente lo volví a intentar. Fue un poquito más complicado porque ya no había temario sino que había que realizar una serie de cursos a través de la Intranet que, por supuesto, tampoco era accesible. Me puse en contacto con la Oficina del Voluntariado del banco y un antiguo colega, me ayudó, tanto a la hora de explicarme muchas de las cuestiones bancarias y financieras, que no sabía; como a leer los textos. Finalmente, me presenté y aprobé el curso, por lo tanto, ahora ya soy Técnico nivel 8º gracias a Manuel Iturbe y una serie de compañeros que confiaron en mí y me dieron ánimos para seguir adelante.
Hace unos meses recibí un correo electrónico desde el departamento de Acción Social con un proyecto muy ilusionante y diferente a lo que estoy realizando. Se trataba de asistir, como voluntaria, a un colegio para hablar con los chavales de 5º o 6º de primaria o 1º y 2º de la ESO con el objetivo de concienciarles acerca del valor del dinero.
Después de contestar que me interesaba el proyecto, se me dijo que los textos no eran accesibles y que lo sentían mucho pero que en otra ocasión sería. Hablé con un compañero que casualmente fue quien puso en marcha la idea, y me comentó que yo iría con él a los centros. Se comprometió a hacérmelo más fácil y a acompañarme.
Nos tocó el colegio Pi y Margal de Madrid, situado en la plaza 2 de Mayo.
Los alumnos de 5º se comportaron aceptablemente. Se pudo hacer la clase muy amena y tanto los chavales como nosotros estuvimos contentos de hacer algo productivo y diferente a lo cotidiano. Los de 6º, en cambio, fueron más revoltosos y no sé si les serviría lo que hablamos, pero al fin y al cabo, yo tuve la certeza de que estaba siendo una más. que podía realizar otras tareas dentro de la sociedad y me sentí muy satisfecha porque los niños a pesar de que yo no veía, ellos no me percibieron como a un bicho raro.
Muchas gracias Javier.

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martes, 8 de marzo de 2011

Evasión de una vida de oscuridad

Si en otras ocasiones, he aprovechado este espacio para denunciar situaciones de falta de accesibilidad para los ciegos,en esta ocasión es para alabar un servicio que la Comunidad de Madrid nos presta.
Quiero compartir aquí este interesante artículo, publicado el pasado viernes en el diario Gente de Madrid. Os aseguro que funciona perfectamente, no en vano me toca coordinarlo.
Yo que conozco a Carmelo os diré que ciertamente es uno de los más asiduos usuarios de este servicio tan interesante para los ciegos madrileños.

Las manos le tiemblan ligeramente, pero avanzan rápidas sobre el papel. Carmelo Garralón dedica cinco o seis horas diarias a la lectura. Es, junto con la radio, su medio preferido para evadirse de una vida entera en la oscuridad. "Soy ciego de nacimiento y desde niño controlo el braille", explica Carmelo con una sonrisa, mientras enseña la calidad y el grosor del papel. Él es uno de los más de cien invidentes de la Comunidad beneficiarios del servicio de telebiblioteca de la Consejería de Cultura.
Un total de 1.543 madrileños reciben de forma gratuita en sus hogares libros procedentes de las bibliotecas autonómicas. De ellos, el 43 por ciento tienen algún tipo de discapacidad y 109 son usuarios de libros en braille. Esste servicio registró durante el pasado año un total de 10.828 préstamos.
La telebiblioteca, creada en 2007, permite solicitar libros en préstamo a través del teléfono 012 o la web www.madrid.org, y la Comunidad los manda gratuitamente en 48 horas a casa. Es un servicio que va dirigido a personas mayores de 70 años o con una minusvalía superior al 33 por ciento. Cada lector solicita una media de 12 préstamos al año de sus fondos, que incluyen audiolibros, libros de letra grande y de lectura fácil, entre otros documentos.
Este servicio dio en septiembre de 2009 un paso importante gracias al convenio que firmaron la Comunidad de Madrid y la ONCE y que ha permitido ofrecer una completa selección de obras a personas con discapacidad visual. Hasta la firma del acuerdo, la ONCE enviaba los libros por correo y el lector debía trasladarse a la oficina a recogerlos. Sin embargo, la voluminosidad de las obras en braille, que alcanzan los veinte tomos en libros como 'Los pilares de la Tierra', dificultaban su recogida a las personas mayores. "Llamo a la ONCE y la Comunidad los recoge, es mucho más cómodo para mí", asegura Carmelo.
Este vecino de Madrid es una de las personas que más utiliza este servicio, ya que su ritmo de 180 páginas diarias requiere una visita semanal de la telebiblioteca. Sin embargo, su afición no es generalizada. Muchos lectores invidentes están sustituyendo el braille por los audiolibros, más cómodos y rápidos. "El braille está en declive. La gente ahora prefiere los libros hablados", afirma Carmelo, que explica que es más difícil adquirir soltura con el braille cuando se pierde la visión durante la vida. "Para mí ese soniquete no es igual que leer", concluye.
El Gobierno regional, dentro de su Plan de Fomento de la Lectura, desarrolla otras acciones especialmente dirigidas a este segmento de la población, como el aumento de recursos específicos en su red de bibliotecas públicas, que cuenta con 16 centros. Estos ofrecen más de 3.500 audiolibros y más de 2.500 libros en letra grande y de lectura adaptada. En este campo destaca la Biblioteca Pública de Carabanchel Luis Rosales, abierta el pasado verano.
El 71 por ciento de los madrileños se consideran lectores, un porcentaje muy superior a la media nacional del 55 por ciento, según el Estudio sobre Hábitos de Lectura en la región, que indica que el índice en la Comunidad creció del 68'8 por ciento de 2004 al 71'2 por ciento en 2010.
Los lectores frecuentes han pasado del 49'6 por ciento en 2004, al 58,3 por ciento de 2010.
El idioma de lectura es el castellano para el 97,7 por ciento de la población, pero un 37,8 por ciento lee en dos o más lenguas.
El 47,1 por ciento se declara lector frecuente en soporte digital, aunque sólo un 3 por ciento tiene libro electrónico.
Los madrileños compran un 50 por ciento más de libros que el conjunto del país y en 2010 leyeron 9,2 libros de media.
Los usuarios de las bibliotecas crecen en un 50 por ciento y valoran el servicio con un notable.

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miércoles, 29 de diciembre de 2010

La fuente de la vida

Pensaba hoy poner otra entrada en Tiflohomero, pero cuando me han enviado este testimonio de vida y esperanza, no he querido dejar de compartirlo en este espacio.
La protagonista es la mujer de otro de mis primos, así que sé bien la verdad de lo que su hija expone.
Que os ayude a valorar más la vida.

Hace 28 años un par de médicos de familia consiguieron reunir las condiciones de traer un hijo al mundo, no podían ofrecerle grandes lujos pero sí lo que necesita una persona para sentar sus raíces, mucho amor. Así llegué al mundo.
Mi padre trabajaba en Cuenca y mi madre en un pequeño pueblo de Guadalajara. Mi padre cada noche volvía a casa y se iba de madrugada, yo no lo conocía. Lo veía los fines de semana y lloraba al verlo, era un extraño. Mi madre empezó a enseñarme fotos suyas a diario para solventar ese problema.
El tiempo transcurrió y tuve una hermana, el bien más preciado que tengo. La prosperidad llegó a casa como fruto de mucho trabajo y sacrificios. Todo iba bien, éramos felices.
Un día mis padres se fueron a París con unos amigos, a la vuelta mi madre no era la misma. Pasó varios días sin salir de su habitación hasta que una noche mi padre la llevó al hospital. A partir de ahí perdí el control de la situación. Yo tenía 8 años e iba a hacer la primera comunión, acontecimiento que hubo que adelantar porque la esperanza de vida de mi madre era inexacta. Le diagnosticaron miocardiopatía dilatada idiopática (el término idiopático equivale a causa desconocida). Requería un trasplante que en aquellos años era algo experimental prácticamente con un índice de supervivencia del 30%.
Contra todo pronóstico su enfermedad, en principio degenerativa, no se agravó hasta que se vio complicada por una fibrosis pulmonar. Esa enfermedad sí que era letal. Mi madre, mujer activa y trabajadora se vio con 40 años condenada a vivir enganchada a una bombona de oxígeno. Cada vez iba a peor. Diez años sin salir de casa. Ya no podía llegar a la cocina sin parar a respirar.
La pusieron en lista de espera para un trasplante pulmonar y al tercer intento la trasplantaron.Pasamos miedo, la casa se volvió un autentico caos. Tras tantos años tratando de suavizarle la situación a mi hermana ( 3 años menor que yo) ella me dio una lección de entereza y serenidad, yo no supe reaccionar.
Desde los 36 años mi madre ha luchado por su vida. Ahora tiene 55 y nadie creía que podría alcanzar esa edad. Lleva 4 trasplantada y a pesar de sus limitaciones lleva una vida completamente normal. Es un ejemplo de superación. Sus ganas de vivir y su fe la han convertido en la persona más especial del mundo, por lo menos para mí.
Desconozco cuanto tiempo le queda, según estadísticas no más de 6 años. No obstante ya ha demostrado que las estadísticas no van con ella.
Esta experiencia nos ha convertido en una piña. No sé cuánto tiempo estará a nuestro lado pero sé que será inolvidable. Mi padre, mi hermana y yo estamos unidos por la admiración, respeto y amor hacia esa figura tan imprescindible, deslumbrante y maravillosa que es mi madre. Es un ejemplo de valentía, de serenidad, de lucha.
Mi madre nos ha legado algo que solo puede entrar en situaciones extremas. No se sabe lo importante que es alguien hasta que ves la posibilidad real de perderlo.
Maria Gil Gil

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jueves, 18 de noviembre de 2010

La Odisea de un Homero de nuestro tiempo

Muchas son las conquistas de quienes padecen minusvalías en el terreno de la discriminación, barreras arquitectónicas y psicológicas, en su lucha por obtener facilidades ante la Administración. El acceso a la función pública es uno de los reductos donde formalmente las convocatorias abren las puertas a quienes están discapacitados, se facilitan turnos específicos e incluso la adaptación de las pruebas. Sin embargo, cuando se trata de superar pruebas de alta exigencia intelectual, la ceguera se alza en una barrera de hecho brutal. Por eso, desde estas páginas no puedo menos de felicitar calurosamente a Iván Argote Pérez, comentarista del blog y ciego de nacimiento que acaba de superar con todo merecimiento las duras oposiciones al Cuerpo Superior de Administradores de la Junta de Castilla y León.I. Veamos el reto que tiene alguien con ceguera para afrontar unas oposiciones a un Cuerpo Superior que exceden el centenar de temas, que cuentan con ejercicios teóricos y prácticos y en que la competencia es feroz.1.1. En primer lugar, por la dificultad de acceso a la información y sus fuentes como cualquier opositor. Hoy día todo está en papel y el opositor está en permanente tejer y destejer de temas, cortando y pegando, leyendo y acumulando, mientras que el invidente debe aprender los temas recitando y para ello precisa, tanto de unos familiares o amigos que le filtren y adapten la información, como de unos programas informáticos que lean los documentos o temas previamente escaneados.De hecho, como me confesaba Iván: "Al estudiar con una síntesis de voz, y para evitar perder el oído, me ponía los temas a bajo volumen. La velocidad en el repaso era esencial. Los temas los escuchaba a velocidades de 400 palabras por minuto, ininteligibles para alguien no habituado, ya que la velocidad del habla humana se encuentra en torno a 200 palabras por minuto."1.2 En segundo lugar, el invidente carece de la memoria fotográfica de los temas, tan útil para el común de los aspirantes, para desarrollar los temas de forma ordenada y enlazando ideas.1.3 En tercer lugar, la realización de un examen oral sin el contacto visual de los miembros del Tribunal, sin recibir esa información sensorial vital sobre sonrisas, guiños, asentimientos, reprobaciones y otros gestos de aquéllos, constituye un duro hándicap. Aunque tiene sus ventajas, como comentaba Iván con humor: "También me decía mi novia que, si alguien no versado en Derecho me escuchase temas que le aburriesen, podría quedarse dormido sin problemas. Lo esencial es que no ronque a fin de no perturbarme."1.4 En cuarto lugar, porqué no decirlo, un opositor invidente juega contra la incomprensión de los restantes aspirantes que, verterán palabras amables, pero la oposición es una jungla y cuantas mas plazas vacantes mejor.II. Por todo eso, para alcanzar el éxito, hace falta una personalidad sólida, una inteligencia notable y disciplina de hierro, además de grandes dosis de optimismo.2.1. En el caso de Iván, al que no conozco personalmente (aunque es difícil no ser cautivado por su nobleza), su personalidad sólida se advierte ante su serio planteamiento al encarar la oposición. Sabía lo que quería y sabía como luchar contra los elementos. Los correos electrónicos que me enviaba iban exponiéndome sus dudas y estrategias, siempre ávido por profundizar en cuestiones puntuales o disponer de jurisprudencia o libros que analizasen determinadas materias. Incluso me expuso su receta para aprobar que comparto plenamente: "Siempre he pensado que hay que tener cuatro cualidades en la oposición: disciplina en el estudio; equilibrio, ya que las cosas de la vida, aunque sean buenas, pueden alterar la tranquilidad necesaria; ganas, para no desfallecer, y suerte, aunque los temas se tienen que llevar todos bien preparados."2.2. Su inteligencia es patente. Sus comentarios al blog, primero, y sus correos después, me demostraron una agudeza intelectual poco común. Pese a no ver físicamente creo que es capaz de "ver" todas las dimensiones de los problemas y eso le ha sido útil en la vida y le será utilísimo en la vida profesional que le aguarda.2.3. Su disciplina es ejemplar. Si todo opositor debe contar con disciplina para estudiar en solitario temas y temas, tan áridos como extensos, en el caso de Iván, esa disciplina resulta mas meritoria cuando sus competidores van por la autopista de la información y el por un sendero secundario y con baches.2.4. Su optimismo me maravilló desde un primer momento. En efecto, hay que decir que acometió primero las oposiciones a abogado del Estado. Desistió de tal cruzada, y se embarcó en las de Letrado de la Junta de Castilla y León, donde me consta que puso todas las esperanzas y esfuerzo. Derribado del caballo, orientó su esfuerzo hacia las del Cuerpo Superior de la Junta de Castilla y León y su esfuerzo obtuvo recompensa al superar todos los ejercicios. No es que sea cierto lo de "el que la sigue, la consigue" sino mas bien que "el que la sigue con optimismo y una mente maravillosa, la consigue". Es más, dice en su favor, que incluso me confesaba con prudencia antes de este éxito, que si no las superaba, seguiría opositando a cuerpos superiores de otras comunidades Autónomas.III. Pero aprobó la oposición, a la edad en que Jesucristo y Carlomagno perdieron la vida, Iván renace como funcionario de carrera, de nivel superior y además para aplicar la disciplina jurídica que le apasiona y domina con un braille mental lucidísimo.3.1 Aprobó, y demostró su elegancia hacia el Tribunal: "La actitud de la Administración de la Junta de CYL y del Tribunal, en cuanto a la accesibilidad de las pruebas, ha sido encomiable. Aportaron Ordenadores con los programas instalados para permitir que leyese la pantalla, aunque yo ofrecí llevar el mío, si lo preferían; me permitieron utilizar LaLeyDigital, la mejor base de datos jurídica en cuanto se refiere a su accesibilidad, y una de las mejores y de más intuitivo manejo del país; me permitieron aportar el programa en braille durante las pruebas orales. La ley les obligaba a proporcionarme la accesibilidad necesaria, pero además actuaron con una humanidad y una sensibilidad que son de agradecer."3.2 Aprobó, pero no sufrió el mal de altura de la soberbia que suele adornar al opositor exitoso: "Nunca me cupo duda de que lo esencial es la salud, mi novia de quien tanto he aprendido, la familia, los amigos, la fuerza interna, la oposición conseguida es algo estupendo, pero sin ella mi carácter sería igual y mi entusiasmo por la vida no variaría."Y todo ello, con buen humor. Basta esa pincelada con que firma sus correos:" Ivan ovienen"IV. En fin, mi enhorabuena para Iván, mi respeto hacia el Tribunal Calificador que ha sabido evaluar el esfuerzo y el resultado, soslayando la cómoda anticipación de cerrar el paso por estúpidos prejuicios. También mi admiración hacia su compañera Marina, y sus familiares, que sin duda han prestado esa dosis de apoyo que tan necesaria es en las carreras de fondo.

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jueves, 14 de octubre de 2010

Chen Guangcheng

Cómo no hablar de este personaje, luchador en defensa de la vida pese a su ceguera.


Apodado el «abogado en alpargatas» por sus orígenes humildes, Chen, de 39 años, fue condenado por criticar una masiva campaña de abortos y esterilizaciones en los pueblos de su provincia natal de Shandong, al este de China. Sus denuncias, profusamente documentadas, pusieron el dedo en la llaga de la política del «hijo único» impuesta por el Gobierno a finales de los 70 y destapó las irregularidades en su cumplimiento por parte de las autoridades locales, que a menudo recurrían a la violencia para intimidar a los campesinos para cumplir los cupos de nacimientos.
Aunque Chen se quedó ciego durante la infancia, con tesón estudió leyes de forma autodidacta y pronto empezó a interesarse por los abusos que sufrían sus vecinos, especialmente los disminuidos, a los que asesoraba gratis desde 1996. Tras desvelar la campaña de esterilizaciones y abortos, las autoridades de Linyi acosaron a Chen y a su esposa, la también abogada Yuan Weijing, hasta el punto de impedir sus movimientos y comunicaciones.
Mientras su mujer lleva desde 2005 constantemente vigilada y, en ocasiones, es confinada bajo arresto domiciliario, él fue sentenciado en 2006 después de que tres de sus abogados fueran detenidos la noche antes del juicio, otro más recusado por el tribunal y el quinto sufriera una paliza. Dentro de las irregularidades del proceso, sus partidarios aseguran que las pruebas contra Chen por instigar un ataque contra las oficinas del Gobierno y dirigir a un grupo de manifestantes para cortar el tráfico estaban amañadas.
Al cabo de cuatro años entre rejas, la Policía llevó al abogado a su casa, en el pueblo de Dongshigu, el jueves, día 9 de septiembre,  al amanecer, justo cuando sus familiares se disponían a ir a recogerlo a la prisión. No se trataba de una cortesía del régimen, sino del modo de asegurarse de que Chen pasaba de su celda en la cárcel a su confinamiento domiciliario sin armar demasiado alboroto y, lo más importante, sin hablar ante la Prensa extranjera.
Desde varios días antes de su liberación, la Policía ha estrechado el cerco sobre su esposa, a la que incluso ha seguido en sus compras al mercado, y ha colocado agentes junto a su casa y en la entrada a Dongshigu, donde ha instalado varias cámaras de seguridad. Los periodistas que han intentado acercarse para entrevistar a Chen, con un equipo de la agencia AP, han sido interceptados de inmediato en estos controles de carretera.
Además, su teléfono y el de su esposa permanecen bloqueados y nadie puede ponerse en contacto por ellos. A través de sus familiares, Chen Guangcheng ha asegurado que su estancia en la cárcel no le ha cambiado, pero su salud ha empeorado desde julio de 2008 y padece diarreas crónicas por las frecuentes intoxicaciones que sufrió en prisión sin recibir el tratamiento médico adecuado. Mientras cumplía condena, también denunció que otro interno le había dado una paliza.
Desde Hong Kong, la ONG Defensores Chinos de los Derechos Humanos ha apelado a la ONU y al Gobierno chino para acabar con los abusos que sufre Chen Guangcheng.

Diario ABC, 11 de septiembre

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lunes, 7 de junio de 2010

Vivir a tientas

Mi amiga Amelche me envía la noticia que os pongo más abajo y que merece la pena ser destacada.
Estoy seguro de que, por el afecto que me regaláis, os va a interesar.

La curiosidad y ese interés por escribir y comunicarse de todo periodista alentó a Patricia Carrascal, natural de Valladolid, a recuperar en un blog todas aquellas vivencias de alguien cuyos ojos no pueden ver pero que, igual que el resto, puede "sentir, pensar y ser persona".
Patricia es ciega desde su niñez. Debido a un problema de córnea, sólo ve un 0,1% por el ojo derecho pero su inquietud por descubrir y los avances de la ciencia no le han dejado atrás en cuanto a tecnología y accede a la web 2.0, a través de un lector de pantalla, como cualquier usuario.
En su rincón personal de Internet,'Viviendo a tientas' (www.viviendoatientas.blogspot.com), revive especialmente su día a día al lado de Brilyn, su perra-guía, a la que fue a buscar a la escuela de Rochester (Michigan, Estados Unidos) en octubre del año pasado.
Patricia forma parte del pequeño porcentaje de invidentes en España que optó por un animal entrenado en la ciudad norteamericana, en el centro Leader Dogs for the Blinds.
En la actualidad, en el país existen 900 usuarios de perros-guía -30 en Castilla y León y sólo un 20% de los canes proviene de allí.
Así, cuando la escuela de Boadilla del Monte (Madrid), la única en España, no puede asumir la demanda de animales, la Fundación ONCE, en virtud de un convenio con la organización Lions Club International, ofrece al invidente la posibilidad de viajar al centro americano a buscar uno.
"Llevaba tres años esperando un perro y aún me quedaban otros dos, así que me animaron a irme allí y en mayo me llamaron para salir hacia Rochester con otras cinco personas".
Esta joven periodista documenta su espacio con artículos sobre asuntos como el entrenamiento de perros y acerca al lector algunas claves del arte de la guía. El denominado 'park time' (tiempo propio para las necesidades y el ocio del animal) o el 'gentle leader' (un tipo de collar para que el can no se distraiga) son conceptos que la autora repite constantemente en sus entradas, cuyas líneas llena con anécdotas a modo de informe y puesta en común.
Desde el pasado mes de marzo Patricia es responsable de un departamento de prensa en Valladolid. "Se trata de una gran oportunidad para demostrar lo que sé hacer y me gusta", cuenta. "Con un ordenador con 'Jaws' y un teléfono también con un programa de voz puedo trabajar como cualquier persona", asegura.
En su empresa, centrada en aspectos sociales tanto en su filosofía como en sus contenidos, esta periodista desempeña su labor junto con otras personas con discapacidad. "Se pretende dar ejemplo de que un discapacitado puede hacer el mismo trabajo, yo me siento muy integrada porque además aprendemos unos de otros", señala.


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viernes, 21 de mayo de 2010

Caroline Casey: el deseo de progresar

Os pongo aquí un testimonio real que, una vez más, nos hace reflexionar sobre las capacidades de los discapacitados.
Que os guste.

Cuando el productor del show de los premios a Los Diez Jóvenes Sobresalientes del Mundo me entregó el libreto entre bastidores en el MGM Grand Hotel en Las Vegas, no pude sino sentirme aliviado de ver que el galardonado con el premio que me disponía a presentar tenía un nombre fácil de pronunciar. Poco después caminé hacia el podio frente a una gran audiencia internacional e introduje al siguiente ganador: “De Irlanda, Caroline Casey”, y me volví hacia la pantalla a mis espaldas para mirar la presentación de sus logros.Legalmente ciega y con 30 años de edad, Caroline decidió que quería hacer algo grande para aumentar la conciencia de lo que la gente con incapacidades puede hacer. Fue capaz de reducir el entrenamiento de dieciocho meses en tres para convertirse en la tercera persona en la India y la primera mujer occidental en aprender a conducir un elefante. Luego recorrió 1000 kms de difíciles senderos a través de la India del Sur a lomo de su elefante, Bhadra.Un documental de la National Geographic, “Vista de elefante”, atrajo generalizada atención internacional hacia el logro de Caroline. Durante el recorrido recaudó miles de dólares para la Protección de los Elefantes Asiáticos, el Sight Savers International y el Consejo Nacional Irlandés para los Ciegos.Tan solo unos minutos atrás todo lo que sabía sobre Caroline Casey es que provenía de Irlanda. Luego de enterarme de su significativo logro, la veía lleno de asombro mientras confiadamente avanzaba hacia mí para recoger el premio y luego impartía uno de los discursos de aceptación más inspiradores que yo hubiera escuchado jamás. Esa noche nos dejó a todos – también a mí – sintiendo que cada uno de nosotros tiene la capacidad de hacer grandes cosas, sin importar con qué cuerpo y mente hayamos nacido.

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martes, 13 de octubre de 2009

Un Tuareg: “aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo”

Os traslado esta entrevista realizada por Víctor-M. Amela a Moussa Ag Assaridd.
Me parece muy aleccionadora y digna de tener en cuenta, además de por lo que cuenta, por el espíritu que representa.Espero os guste.

No sé mi edad: ¡nací en el desierto del Sahara, sin papeles...! Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastorde los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier- 1. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg.Soy musulmán, sin fanatismo- ¡Qué turbante tan hermoso....!- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.- Es de un azul bellísimo...- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.- ¿Por qué?- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.- ¿Quiénes son los tuareg?- Tuareg significa abandonados, porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: señores del desierto, nos llaman. Nuestra etniaes la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.- ¿Cuántos son?- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!",denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.- ¿A qué se dedican?- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mibisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..- Mucho. Alos siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista,orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.- Saber eso es valioso, sin duda...- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allínadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primergrifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...- ¿Tanto como eso?- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo eratodo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.- ¿Qué pasó con su familia?- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir,y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y selo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...- Y lo logró.- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.- ¡Un tuareg en la universidad. ..!- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cadanoche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí,prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y susperfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...- Fascinante, desde luego...- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidosdel corazón se acompasan al pot-pot del hervor...- Qué paz...- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

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domingo, 4 de octubre de 2009

Pablo Pineda: tener un síndrome

A raíz de la consecución de la Concha de Plata en el recién finalizado festival de cine de San Sebastián, por la película “Yo también” este afectado de síndrome de Down ha puesto de actualidad el espíritu de superación y la capacidad que tenemos las personas discapacitadas a la hora de perseguir y alcanzar metas.
Quiero compartir con vosotros, una entrevista que se le hizo, en el diario El País, hace un tiempo y que, salvando las distancias (tanto por nuestras notables diferencias en cuanto a algunas de sus ideas y a la deficiencia) creo que es bastante reveladora de mi propia experiencia.
Es verdad que tiene una extensión más larga de lo que me gustaría, pero creo que, a vosotras y vosotros, que con tanto afecto me leéis, puede acercaros un poquito más a mi mundo y a lo que supone la ceguera, no sólo para mí como afectado, sino para los padres de alguien como yo.
Espero que os resulte interesante.


Dice Pablo Pineda que la primera noticia de que era síndrome de Down lo suyo la tuvo a los seis o siete años. “Un profesor de universidad que llevaba el Proyecto Roma, don Miguel García Melero, en el despacho del director me preguntó: ‘¿Tú sabes que eres síndrome de Down?’. Yo, inocentemente, le dije que sí, aunque no tenía ni idea. Él lo notó y se puso a explicarme qué era eso, aunque no era genetista, sino pedagogo. Y yo, como a todo le saco punta y tengo esa agudeza mental, le dije: ‘Don Miguel, ¿soy tonto?’.”–¿Por qué se lo preguntó?–No sé. Es difícil saberlo. Quizá, si a los seis años te asocian con un síndrome, tú lo asocias a ser tonto o no. Él me dijo que no era tonto, y le pregunté: “¿Y voy a poder seguir estudiando?”. El me dijo: “Sí, por supuesto”. Luego comenzó el proceso de la calle; los niños empezaron a decirme: “Pobrecito, está malito”. Y yo me enfurruñaba, porque no estaba enfermo.–Pero sí veía que su cara era distinta.–Eso sí. Que tenía los ojos más alargados, que las manos no eran iguales. No había visto a otros niños con síndrome, pero quizá tenía la mosca detrás de la oreja. Quizá tenía una inquietud. ¿Y esto del síndrome, qué falla será? En casa, mis padres nunca me habían comentado nada, pero después de la primera noticia le pregunté a mi madre: “¿Es verdad que soy síndrome de Down?”. Estaba con mi hermano Pedro, el mayor, que estudiaba medicina en aquella época, y empezó a explicarme lo que era la genética, los genes; así me fui enterando. Y volví a hacerles la misma pregunta que al profesor: “¿Puedo seguir estudiando?” “Claro”, dijeron los dos, “sin problemas”. Estaba muy a gusto en el colegio, con mis compañeros. Luego, durante un tiempo, no tuve interés de saber más; hasta que empecé a estudiar la carrera de magisterio, a los 21 años, al tocar el campo de la educación especial: ahí es cuando me entero de lo que es esta discapacidad. Aunque, al describirla, los libros hablaban de que era una enfermedad y de la cultura del déficit, de todos los problemas que tienen. Muy negativo. Y cuando empecé a leerlo me dije: yo no soy así.–¿Pensó que era un síndrome de Down un poco especial?–Exactamente. También pensé, además de que yo era especial, que otros muchos síndromes de Down que ya conocía tampoco eran como los describían los libros. La literatura nos pone peor de lo que somos, y nos aparta. Sobre capacidad motórica, te explican todo lo que deberían tratar en capacidad mental. Lo mental siempre se vende peor que lo físico. Dicen que somos deficientes, que somos retrasados. Y que no hay ninguna solución, que es lo peor. Se quedan con las alteraciones visibles, y asocian lo mental con la locura, porque antes no se distinguía entre deficiencia mental y enfermedad mental. Y todavía se distingue mal... Así que cuando la gente ve a un paralítico mental dice: ése está loco. Deficiencia se asocia con locura.–¿Le costaba estudiar más que a los demás?–No. Bueno, los números y las matemáticas no me gustan nada; pero eso no es algo extraordinario, ni característico de un síndrome de Down.–Supongo que la adolescencia debió de ser una etapa más dura que la infancia.–He pasado por distintas épocas. Cuando empecé en primero de BUP (el bachillerato único polivalente), nadie se esperaba un síndrome de Down en un instituto, y la gente me miraba como diciendo: que hace éste aquí. Hicieron una cosa ilegal, que los profesores tuvieran que votar mi admisión en el instituto. Así que fue duro. Pero poco a poco me fui sacando ese torrente de magia o de cariño y fui conquistando a mis compañeros, porque era muy consciente de que debía hacerlo. Con los compañeros sabía que tenía que atacar charlando, metiéndome entre ellos, y eso fue lo que hice. Y reaccionaron muy bien; en primero, fue una relaciónbonita. Y a los profesores, a pesar de que habían votado, a muchos los fui conquistando, aunque a ellos fue por lo cognitivo. Les preguntaba en clase, me interesaba, y eso los descolocaba. Después, en segundo, ahí todo fue fatal. Quizá porque los niños con 14 años siguen siendo niños, pero los de 16 se hacen los duros, son crueles, y entonces comenzaron a mirarme por encima del hombro, a no hablarme. La vida era imposible.–¿Y qué hizo?–Al principio me sorprendí. Me desanimé y pensé en tirar la toalla. Tampoco sabía cómo contárselo a mis padres, así que me lo callé todo. Los de primero eran profesores jóvenes, pero en segundo eran mayores y no creían en mí. Decían que ese niño no podía aprender, que no sabían cómo iban a enseñarme, que no iba a aprender nunca, que las matemáticas me costaban un montón. No veían ninguna luz y empecé a deprimirme.–¿Qué asignaturas prefería?–La historia y las ciencias sociales me encantaban. Me leía los anuarios. Y también me gustaba el griego. El profesor era muy joven, acababa de entrar en el instituto, y me encantaba cómo me enseñaba.–Hemos llegado a tercero. Entonces, ¿qué pasa?–Pues que todo vuelve a estar bien. Tengo muchos amigos, hacemos viajes.–¿Y cuándo se aceptó del todo?–Pronto. He dado conferencias, y en una de ellas, cuando tenía 14 años, una señora me preguntó si me haría la cirugía estética para cambiar los rasgos de mi cara. Y le dije: “No, los tengo a mucha honra”. Y luego: “¿Es que no te gusta como soy?” Yo he sido muy exigente conmigo mismo.–Uno de los problemas que tienen los Down es que la sociedad suele tratarlos como niños. Esa lucha para crecer, a veces debe hacerse contra la propia familia.–Por ejemplo, mi físico es el mismo de hace años, no veo cambios en mí. Cuando me preguntan cuántos años tengo y digo 29, me dicen que no los aparento. Eso me molesta. Sé que es por el físico, pero no me gusta que me traten como a un niño; pero es muy difícil. Es verdad que la gente piensa que eres un niño siempre.–Quizás a algunos discapacitados los atrapa eso. Prefieren no crecer, como muchos otros niños, y ser Peter Pan para no enfrentarse con un mundo que suponen hostil.–A mí no me pasó. Cuando tenía 14 o 15 años era tanta mi propia autoestima que todo el lado conmiserativo no me gustaba nada. Quería salir de eso, demostrar quién era y lo que podía hacer.–En realidad, su vida debe ser difícil, necesita ser un buen guerrero para llevarla.–Sí que es duro, más que nada porque siempre tienes que estar demostrando que puedes. Que puedes hacer esto o lo otro, que puedes viajar. Es muy cansado, te hartas. A veces piensas que los prejuicios han disminuido, pero es que están más soterrados. En el ingreso hubo un acto de fin de curso. Todos los premios se los llevaron las chicas, menos dos que fueron para otro chico y para mí. Al final, el director dijo: “Y ahora os voy a hablar de un chico que todos conocéis, que ha hecho un gran esfuerzo, pero a quien no se le ha regalado nada. Ese chico es Pablo Pineda”. En cuanto dijo mi nombre, el salón de actos se puso en pie a aplaudir. Me quedé de piedra.–¿De qué le sirve a usted esta atención que despierta?–Para mí no es nada, pero para el colectivo, todo. Lo hago por el colectivo. Debo hacerlo, me siento deudor con este colectivo desde que era pequeño. Desde el programa “Hoy habla Pablo”, cuando tenía ocho años y salí por primera vez en televisión, y ya dije que a los síndrome de Down había que llevarlos al colegio con los demás niños y dejarlos jugar en los recreos.–Es curioso que con el tiempo se haya convertido en la estrella de su familia.–Sí lo es. Tengo dos hermanos con carreras universitarias superiores, y yo que soy el pequeño y síndrome de Down... Yo no creo en el destino y todo eso; pero, sin embargo, desde muy pequeño me di cuenta de que el hecho de estar marcado por el síndrome de Down me obligaba a algo. No ser normal te marca, la sociedad te pide algo por ello. A mí me ha pasado.–Una señora que sabe mucho del síndrome de Down me decía que no todos los Down son iguales, y que eso explicaba que usted hubiera podido estudiar.–Ese es el discurso de rizar el rizo. Sí, pero resulta que las diferencias no se explican genéticamente, se explican culturalmente. Ahí es donde se marca la diferencia entre un Down que puede llegar a estudiar y otro que no. Pero nos dividen entre niños mosaicos, o Down por traslocación, o puros; ésas son las tres clases de Down que existen, genéticamente hablando.–La señora de quien le hablo me dijo que para haber llegado a la universidad tiene que ser mosaico.–Sí, o bajorrelieve... Yo soy puro, soy normal. Dicen que los mosaicos tienen más capacidad que los otros, pero resulta que yo no soy mosaico... Así que mi caso deja bien claro que lo genético no explica la diferencia. Ya me lo han dicho más veces, que tengo que ser mosaico, y que de otro modo no se lo explican. A veces la comunidad científica y la gente es torpe, y no entiende nada que la genética no les explique.–¿No es eso como admitir, de entrada, que casi no hay nada que hacer por ustedes?–Claro, como si no pudiéramos ser estimulados, como si no pudieran enseñarnos. De ese modo no tienen que asumir su responsabilidad. ¿Y cómo lo explican? Pues diciendo que éste es mosaico. Otro argumento es decir que tengo un síndrome leve, o que soy límite. Pero no, soy puro.–La primera vez que hablé con su madre, ya me di cuenta de que no era una madre corriente.–No lo es. Nada de esto hubiera ocurrido si ella no hubiera actuado como lo hizo. Y de una madre no corriente nace un síndrome de Down que para mucha gente no es corriente.–Pero dentro del Proyecto Roma, que es europeo, ¿cuántos han ido a la universidad como usted?–Sólo yo. Pero igual que entre los normales hay diferencias, y no todos llegan a la universidad, lo mismo pasa con nosotros. Cada uno llega a lo que llega. Y eso me da una responsabilidad muy grande. Hace unos días, unos padres que iban a un congreso internacional del Proyecto Roma me decían: “Pablo, tú eres un pilar fundamental del proyecto”. Me lo han dicho muchas veces, que he marcado un camino.–¿Sus padres le han empujado a que usted mismo hiciera las cosas, consultaron a los médicos cuando era pequeño?–Cuando empezamos, más que consultar a los médicos, eran ellos los que decían a los médicos qué había que hacer. Ellos decían: este niño no podrá aprender más que las cosas más sencillas, y mis padres no les hacían caso: tu ocúpate de las amígdalas, que yo me ocupo de su educación. Nunca creyeron que no podría aprender, nunca creyeron a mi médico, y eso que era muy bueno y me quería mucho, pero su mentalidad era de aquella época. Mis padres siempre pensaron que yo debía ser autónomo y me educaron para ello. Don Miguel López Melero ha sido un acicate. Cuando era niño, me hacía pequeñas putaditas. Por ejemplo, decirme que me iba a recoger y luego no venir, dejarme solo, para ver qué hacía. Fíjate qué listo. Y yo, además de maldecir a toda su parentela y de estar muerto de hambre, pues tenía que arreglarme la vida, tomaba un autobús. Toda una aventura. Todos, mis padres, mi hermano, mi tío, se turnaban para espiarme detrás de un periódico, como detectives. Incluso si caían cuatro gotas y le pedía a mi padre que me llevara al colegio, me decía: “Ponte el impermeable y vete en autobús”. Mis padres han sido fuertes, nunca han cedido, nunca les he pillado el punto débil.–Entonces no ha estado superprotegido.–Pero sí tuve una figura protectora. Era mi tía Encarna. No tenía hijos y me quería mucho. Hasta hacerme mal, en el sentido de que cuando iba a su casa me untaba la mantequilla en el pan, por ejemplo. Si me quedaba solo en casa, me decía que fuera a dormir con ellos, no pensaba que podía dormir solo. Cuando murió fue un mazazo, pero también un punto de inflexión; dejé de tener a alguien que me protegiera de ese modo. Poco después de que ella muriera, mis padres tuvieron que viajar, y eso para mí fue una lección de autonomía. ¡Por fin! Porque mi tía me adoraba, pero era el elemento perturbador. Una vez fuimos de viaje con Miguel Melero, ella era muy sorda, y en el aeropuerto empezó a ponerme el azúcar en la leche. Entonces, don Miguel hizo una cosa muy bruta: le pegó un manotazo a mi tía, cosa que le sentó fatal. ¡Ja, ja, ja! El caso es que cuando ella murió disfruté de esa autonomía. Tenía que ir a comprar, manejar dinero. Fue un cambio muy grande, empecé a hacerme la cena: el huevo frito, la ensalada, el churrasco. Son cosas fáciles, pero normalmente un síndrome de Down no las hace; si tiene unos padres protectores no lo hace. Porque hay fuego, agua hirviendo, etcétera.–Usted tiene un buen vocabulario.–Leí muchísimo. Anuarios, revistas, periódicos. Todo.–¿Y novelas?–Mi madre me dice: “Tienes que leer novelas en vez de leer anuarios”. Pero los anuarios me encantan. No sé, pero tengo mucha memoria y asocio lo que pasó un día con lo que ese mismo día me pasó a mí. Las novelas no me dicen nada. Prefiero escuchar Los 40 Principales que leer una novela. Parece una tontería; es más, es una tontería decir algo así, pero ¿qué pasa?, pues que Los 40 Principales es lo que escucha la gente de mi edad, el mundo real; es la música que escuchan los jóvenes. Y las novelas no lo son. Los jóvenes no leen novelas, y a lo mejor por eso yo tampoco las leo. ¿Qué quiero yo? Pues ser un joven, reivindico ser un joven. Ése es un tema que tengo con mis padres, un debate filosófico. El año en que lo pasé mal en el instituto, aquella lucha con los chicos, eso me hizo madurar. Tenía 15 años, y los padres a esa edad tienen un gran peso; entonces me aficionaron a la música clásica, a la cultura, y yo me quedaba en la burbuja adulta de la cultura, en lo sesudo. Y cuando me quedé solo en casa, me dije: ahora tengo que sacar mi parte más joven, esto se acabó. Se acabó Beethoven. Mi madre dice que me he convertido en infantil, que he retrocedido, que antes me interesaba la cultura más que ahora. Pero no es eso... Lo que estoy haciendo es ponerme en mi sitio. Me hace falta la música moderna, los grupos. Es que estaba estudiando a Piaget con canto gregoriano. ¡Imagina estudiar a Piaget con canto gregoriano! Para morirse, vamos; para tomar los apuntes y tirarlos por la ventana. Lo cambié por Los 40 Principales, y como que me animé y hasta me entraba más fácil.–¿Y piensa que, como hacen los adolescentes, se está enfrentando ahora a sus padres?–Sí. Viví demasiado con los adultos. Incluso me lo decía mi profesor de apoyo: “Pablo, que te estás aislando”. Porque me quedaba en casa con los libros y la música clásica. Y ahora hay otra puerta, la use o no. Creo que esto forma parte de la lucha por la autonomía, por primera vez me atrevo a tener mis propios gustos. Cuando veo a mis sobrinos, que están ahora con el violín, con el canto, pienso: con 15 años, mira que son sosos. Con 15 años, lo que uno quiere es salir y divertirse. Pero no lo digo nunca, me lo callo, pero lo pienso. Si yo tuviera 15 años, me iban a meter a un coro a cantar el miserere... Y eso no quiere decir que no esté bien con mis padres. Pero es otra cosa. Ellos se están acostumbrando; me han dejado, creo, como un caso perdido. Antes, si quería ver Operación Triunfo, me decían: “Pablo, ¿qué haces?, eso es un comecocos”. Ahora saben perfectamente que lo voy a ver.–Antes decía que su profesor le decía que se estaba aislando. ¿Hasta dónde llegaba su confianza con él?–Con él hablaba de todo, de cosas que no hablaba con mi madre: de sexo, por ejemplo.–¿A qué edad empezaron a gustarle las chicas?–Siempre. Siempre estaba enamorado. He tenido muchos amores platónicos. Cuando veo una niña muy guapa, es que ya me estoy enamorando. Las chicas guapas me encantan. En BUP ya me interesaba estar con las chicas. Las de clase me trataban con naturalidad, una me metió en un grupo de Acción Católica. Salía con ellos, después de la misa nos esperábamos fuera. Y un día, era 1992, después de las navidades, los esperé como siempre. Diez minutos, quince, media hora, tres cuartos de hora, y allí no salía nadie. Estaba mosqueado, hasta que apareció alguien. “¿Oye, dónde está la gente?”. Contestó que se habían ido hacía tiempo. Me fui llorando a lágrima viva. Llegué a casa de mis tíos con los ojos supercolorados. “Pablo, ¿has llorado?”. Y a partir de ahí dejé el grupo. Luego estuve con los boy scouts. En aquella época siempre buscaba amigos y quería saber qué pasaba con las chicas, cuál era su mundo. Entonces desconocía el significado del concepto desengaño. Apareció otra chica, siempre las encontraba, y me encandilé. Era muy guapa, lo intenté, “qué guapa eres”, hasta que un día vi al novio, y vaya... Cuando se lo comentaba a mis padres, me decían: “Hombre, Pablo, es que tú te fijas en unas chicas muy guapas”. En aquella época era un enamoramiento espiritual, más que carnal.–¿Y luego?–En los scouts había otra chica, ¡Dios mío de mi vida...! Y lo mismo. Hasta que en un campamento se mascó la tensión. Estaba el novio de ella, era un compañero, y él en broma dijo: “Así que te gusta fulanita...”. Fue terrible, lloré, me fui, ella vino hacia mí: “Pablo, somos muy buenos amigos, no tenemos que dejar de ser amigos”. ¡Qué mal me sentí! Fue lo peor que podía decirme. Y así me di cuenta de que el tema de las chicas era muy difícil..., una dificultad añadida. Supe que el síndrome de Down iba a marcar mi vida, que las chicas no querían enamorarse de mí porque era síndrome de Down. Y todavía me sigo rebelando contra ese pensamiento. Pero sé que esa posible novia debería ser tan especial que pocas podrían serlo. Las chicas normales no me quieren; tienen muchos prejuicios, tienen miedo, tienen una familia. Fíjate lo que diría un padre que se diera cuenta de que su hija tenía un novio con síndrome de Down...–Pero dice que se rebela contra ello. ¿Podría ser su próximo reto encontrar una chica apropiada?–Pero besarse ya sería un escándalo público. Imagínate. Los mayores se escandalizarían, irían a buscar un guardia, se armaría la gorda. Me da miedo. Hace un par de años estaba solo en la playa, hablando por el móvil, y a los cinco minutos ya tenía un guardia civil al lado. “¿Te pasa algo?”. “Nada”. “Es que me ha dicho una persona que estabas perdido.” Imagínate, por estar hablando por el móvil... Si estoy besándome con una chica, no es que venga un guardia civil, vienen cinco.–¿Le gustaría vivir solo?–Poder, podría, pero se está muy bien en casa de los padres, las cosas como son. El otro día vi un reportaje sobre universitarios donde se decía que la mayoría vive con sus padres, porque la vida está muy cara y eso... Yo me considero uno más, tengo los mismos problemas que cualquier universitario. Además empecé a trabajar en febrero, en el área de bienestar social del Ayuntamiento. Me dedico al sector de los discapacitados, soy lo que se llama un sensibilizador. Viene gente con discapacidad a preguntarme qué puede hacer, y sus padres, a consultarme.–Después de sacar una diplomatura en magisterio en la universidad, ahora se está licenciando en psicopedagogía.–Es un poco más difícil, más abstracto. Sobre todo la parte de los psicólogos, como Piaget. Es como un desierto. Espero acabar este curso, y entonces será cuando oficialmente me licenciaré. Y mi destino quiere ir por ahí, aconsejando, orientando. Ahora el director del área de bienestar social me ha incluido en un proyecto de la Unión Europea que es para fomentar el empleo con apoyo, y para lo cual hay que hacer una labor sensibilizadora muy importante; yo voy a ir a las empresas con ese fin. Quieren crear una red de empresas solidarias donde puedan trabajar los discapacitados. En este trabajo estoy con un equipo eminentemente femenino, con Inés, María, Lola, y otros dos chicos, Dani y Andrés. Es un apoyo psicopedagógico, y estoy contento, hace que me sienta útil.–Leía el otro día en un libro que ser Down, como sucede con otras cosas, lo coloca a uno en una categoría que pesa mucho más que las potencialidades que se tengan, los talentos que pueda tener.–Te etiquetan y de ahí no sales. Toda la vida voy a llevarlo encima. Así como a David Bisbal le llaman el triunfito, a mí me llaman el síndrome de Down. Hay consuelos, como que el director del área de bienestar social les dijera a mis compañeros: “Explotar a Pablo, que tiene mucha capacidad”. Es decir, yo veo que en el trabajo me consideran útil, y eso me gusta. Pero lo que más me compensa es demostrar lo que somos capaces de hacer, que lo vean a través de lo que yo hago. Claro que esto sólo se puede entender si a uno le importan los demás, si eres progresista.–¿Usted lo es?–Lo soy. Por eso critico ese discurso conservador que hay ahora, en lo educativo, lo social, lo político. Por eso me pongo en contra de la ley de calidad educativa, porque es conservadora y significa una involución en el plano de la educación de los discapacitados. ¿Cómo se llama de calidad una ley que consiste en hacer más exámenes y reválidas en una sociedad en la que hay que potenciar los valores sociales? Es una ley retrógrada con respecto a todo lo que se ha hecho en la anterior época en medios de atención. Yo no puedo estar a favor, el discurso de ahora es meternos en guetos. Como tampoco puedo estar a favor de la guerra. Es que no puedo. Ni con los políticos que están ahora en el poder. Y además, el discurso respecto a los discapacitados es global, afecta lo mismo a los Down que a los negros, a los árabes; a todos los diferentes. El respeto a los derechos humanos, el de ser todos iguales, es lo que tiene que estar por encima de todo. Por encima del dinero, del poder, de la competitividad. Y en eso se está retrocediendo. Con los líderes tan conservadores que tenemos en el plano mundial, Berlusconi, Sharon, Bush..., ¿adónde vamos a ir? Nos ha tocado vivir un momento muy duro a los progresistas.

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lunes, 20 de julio de 2009

Helen Lieberman

La edición de El País de 21 de septiembre de 2008 llevaba como uno de sus reportajes una entrevista con Dominique Lapierre a cuenta de la publicación de su último trabajo, “Un arco iris en la noche”.
Se recogía el testimonio de Helen Lieberman, cuya experiencia querría compartir por aquí, como uno más de esos ejemplos callados, pero heroicos, que hacen de este mundo un hogar más cálido.
Estoy seguro de que, si no lo conocéis, os resultará atractivo.
El libro es muy interesante y entretenido. Nos cuenta, en forma novelada, la historia de Sudáfrica desde su fundación.



Es una mujer blanca de 44 años, muy guapa, con el rostro resplandeciente cubierto de pecas. Se llama Helen Lieberman. Es la mujer de uno de los abogados más famosos del mundo empresarial de Ciudad del Cabo. Durante veinticinco años, poniendo en peligro su vida, ha desafiado las prohibiciones de la dictadura racista de los blancos y los miedos de los negros para aliviar el sufrimiento de los habitantes de un distrito negro próximo a los barrios más elegantes de Ciudad del Cabo. Su heroica aventura empieza una tarde, cuando se da cuenta de la desaparición, en el hospital donde trabaja como logopeda, de un joven negro operado llamado Jeremy. Supone que la dirección se ha librado de él antes de su total recuperación debido al color de su piel. Persuadida de que el desgraciado morirá si no recibe atención médica, Helen se lanza a buscarle. Descubre que vive en un distrito cerca de Ciudad del Cabo. El lugar se llama Langa. Es una zona peligrosa en la que ningún blanco jamás se atrevería a entrar.
¿Qué importa? Helen se dirige en su pequeño Ford Anglia con las luces apagadas hacia el bullicio humano que se apelotona detrás de la alambrada de espinos.
Pregunta a las mujeres, enloquecidas al ver a una blanca. "¿Dónde está el pequeño Jeremy?", grita de callejuela en callejuela, inconsciente del peligro que corre. De pronto, alguien la empuja al interior de una sórdida cabaña donde unas mujeres preparan la cena en medio de un sofocante olor a madera quemada.
El niño está allí, en brazos de una anciana sentada en cuclillas sobre la tierra. Helen cree que ha llegado demasiado tarde. Se pone de rodillas y coge al pequeño en sus brazos. Milagro: Jeremy se mueve, no está muerto. Puede que si lo lleva al hospital sobreviva. Pero ¿cómo una blanca podría hacer comprender a las mujeres negras visiblemente aterrorizadas que la situación era urgente? Se da cuenta, con estupor, de que el apartheid había suprimido cualquier posibilidad de comunicación entre las comunidades. Entonces, de entre la penumbra, aparece la madre del pequeño Jeremy. Las dos mujeres se reconocen. Haciendo frente a los gritos hostiles, Helen consigue subir a la mamá y al niño al coche. Jeremy se salvaría in extremis. Pero cuando aquella noche regresa a su casa, Helen Lieberman rompe en sollozos en los brazos de su marido. "¡Michael, quiero que nos vayamos de este país! Después de lo que he vivido esta tarde no podré nunca más amar a Suráfrica. Me da vergüenza ser blanca; vergüenza de formar parte de un sistema que comete tales crímenes contra las personas; vergüenza de trabajar en un hospital que devuelve a un niño a su chabola sólo porque es negro... Michael, te lo suplico, vayámonos de Suráfrica".
Helen Lieberman nunca se marchó. Su encuentro con el pequeño Jeremy y su primera incursión en el universo siniestro de un distrito negro cambiaron por completo su vida. Ninguna amenaza, proviniera de los blancos o de los negros, iba a impedir a su corazón actuar. Volvería a Langa para construir colegios, abrir ambulatorios, organizar la distribución de leche a los niños raquíticos, instalar fuentes de agua potable, lanzar programas de vacunación. Cada día, su coche aparece en el distrito cargado hasta arriba de alimentos caducados que recoge en los supermercados de Ciudad del Cabo para alimentar los estómagos hambrientos de los parias de un país que se siente orgulloso de haber conseguido el diamante más grande del mundo y de tener más oro que en todo el oeste americano. En numerosas ocasiones ha escapado de milagro a una muerte atroz. Un día es una bomba colocada por la policía blanca en una sala donde atiende a cientos de sus seguidores que explota milagrosamente con diez minutos de retraso, cuando la sala ya está vacía. Otro, son los tres mil jóvenes negros que, furiosos, rodean su coche. Helen está segura de que la van a sacar de su asiento y la van a matar en nombre de todos los crímenes que los blancos han cometido. Pero, en ese instante fatal, un joven negro con vaqueros salta sobre el capó del coche con los brazos abiertos para detener a la multitud.
"¡Esta mujer es mi madre", grita en xhosa, "no le hagáis daño! Cuando mis padres murieron asesinados por los blancos, venía cada día y nos dejaba la comida delante de nuestra cabaña". Los manifestantes reconocen a Víctor, el jefe de la banda más importante del barrio. Enseguida retroceden.
Veinte años más tarde, _prosigue Lapierre_ Helen Lieberman me lleva al campo de batalla de sus proezas. No me siento tranquilo. Diez años después del fin del apartheid, pocos blancos se aventuran a entrar en el laberinto de este barrio donde cada año se cometen cientos de asesinatos. Pero el coche de Helen es tal talismán que mi aprensión desaparece rápidamente gracias a los saludos que la gente lanza a su benefactora. Helen Lieberman es hoy día el icono de Langa. Es el alma de Ikamva Labantu (El Futuro de Nuestra Nación), la organización privada de ayuda humanitaria más importante de Suráfrica, que fundó en 1962. Entre sus innumerables programas cuenta con más de mil guarderías infantiles, trescientas escuelas de primaria, centros artísticos y deportivos, talleres de rehabilitación, residencias para ancianos, para invidentes, para indigentes, para víctimas del sida... En total, más de un millón de personas desfavorecidas se benefician de la obra creada por quien ha redimido un poco la conciencia de los blancos al rebelarse contra los opresores del apartheid. El presidente Mandela vino en 1998 para rendirle personalmente el homenaje de un país que se ha convertido en "la nación del arco iris".

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