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domingo, 8 de marzo de 2009

¡Cuidado con el ciego!


Sí, ésta ha sido la frase que, en más ocasiones, he escuchado en mi dominical paseo por el Retiro madrileño en esta tarde de primavera.
Cuidado con el ciego se decían unos niños a otros.
Cuidado con el ciego decía…


Una madre temerosa de que me llevase por delante a su bebé, pacíficamente alojado en su cochecito.
Cuidado con el ciego le decían unos abuelos a sus nietos.
Ha tenido que ser esta cantinela y no otra la que me he tenido que escuchar.
Y yo, que había querido salir al encuentro de una primavera que, he supuesto, se habría vestido de fiesta, de colores brillantes, sonidos alegres y olores perfumados. Y sí, algo de esto he percibido, pero… he tenido que emplear mis cinco sentidos, digo bien, los cinco; el de la vista sustituidlo por el común (aunque sea el menos común de todos) para sortear bicicletas, patines, baches, ramas de árboles, seguir el camino y no despistarme, etc.
Ha tenido que ser esa la cita proverbial con la que se me saludaba. Ha tenido que ser ésa y no otras del tenor…
Fijaos, niños, qué señor tan admirable, cómo pasea con su bastón.
¿Cómo lo hace para ser tan valiente?
O…
¿Quieres cogerte de mi brazo y paseamos juntos? Jejejejje.
No, no; a lo más que he llegado es a que una pareja me dijese:
Cuidado con el palo que hay ahí delante. Y yo, en mi ensoñación primaveral, he dicho:
¿Unpavo? ¿Dónde está?
Y la chica:
No, no; un palo, un tronco de madera.
Ah, bueno; es verdad. Que para pavo ya me basto yo.
Menos mal que les he arrancado una sonrisa y, cómo no, un gracias y que tengáis una buena tarde de domingo.
En fin, cosas, no de la edad (como diría la canción), sino de la ceguera.
A disfrutar.

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domingo, 15 de febrero de 2009

Mi vuelta al Retiro

Después de un invierno de los que hacía años que no se daba por aquí, este fin de semana, en que por fin hemos vuelto a recibir los rayos de un sol vivificante, ayer estuve en el Retiro acompañado con un grupillo de amiguetes. Estaba increíble la tarde y el parque.



Así que se me pusieron los dientes largos, muy largos, y me dije que tenía que retomar mis paseos.
Ni corto ni perezoso he cogido mi bastón y esta tarde allá que me he ido.
Y con gran satisfacción os cuento que, no sólo no se me había olvidado el pequeño itinerario que aprendí de la mano de mis padres, sino que lo he hecho mejor aún. Es como cuando un bebé aprende a caminar que parece que no termina de aprender a soltarse, está un tiempo que incluso retrocede y, de repente… zas, que ya marcha solo. Pues algo así me ha sucedido a mí. Estaba algo desanimado con el tema, pues no terminaba de tener claras las referencias y, por aquello de mi tenacidad, digamos, tozudez, hoy lo he conseguido sin dudar: ese pequeño estanque que me queda a la izquierda, esos dos escalones que he de bajar, ese bordear de hierba y esa rejilla (en la que, por cierto, se me ha enganchado la contera del bastóny por poco consigo sacarla) y ese otro camino de tierra paralelo a la calle. Vaya que, genial. He dado cuatro vueltas (casi me dan, como a los toreros, las dos orejas y el rabo), como un chiquillo con zapatos nuevos, bueno con zapatillas, me he sentido.
Os parecerá tonta esta alegría mía, pero… ya sabéis lo que me gusta superar retos y teniendo un parque tan cerca, no hay tipo que se resista a pasear por él, con lo a gusto que se va y lo que uno escucha.

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martes, 1 de abril de 2008

Primer intento

Ya os puse lo difícil que le resulta a una persona ciega el desenvolverse por los parques, y más si ésta se maneja con el bastón.
Pero claro, la primavera, con su abanico de olores, sonidos y calores, incitan a pasearse por ellos y si cabe sentarte en un banco para leer o escuchar a la gente que pasa, dándole juego a la imaginación.
Además, me dejasteis vuestra confianza animándome a que lo intentara. Vaya que me pusisteis en el sano aprieto de intentar echarme al retiro encima y metérmelo en el bolsillo.
Así que, nada, hoy he hecho el primer asalto.
He querido entrar por la tercera puerta con la que me encuentro yendo desde mi casa, pero resulta que me he pasado y me he decidido por la cuarta, la primera en la frente.
Mi idea era ir bordeando la acera, pero por dentro. No es posible porque hay pasillos, árboles y caminos de tierra.
He tirado para adelante, guíado por la intuición y cuando llevaba un buen trecho he buscado la salida.
He preguntado y una simpática argentina, con su yeísmo típico, me ha ayudado como ha podido. Ha preguntado ella a su vez y me ha orientado. Le han dicho (otro extranjero):
“La salida está pasando el tercer banco a la derecha”.
Yo que he oído eso del banco, le he comentado a la chica: “mejor me quedo en el tercer banco”.
Así ha sido, me he sentado, no sin antes agradecerle la ayuda y tras un ratejo de carga de pilas, he girado a la derecha, como dijo el último interpelado y sí, tras unos cuantos metros he llegado a la calle.
Ya la cosa era fácil, relativamente. Sólo era cuestión de ir acera adelante hacia mi casa. Pero esta acera es sinuosa por las entradas al parque y ppor estar repleta de obstáculos (semáforos, señales, césped…). Por instinto me pegaba a la pared (verja) y algún que otro roce me he llevado. Roces contra el hormigón, no penséis en otro tipo de roces más… jejeje
Bueno, seguiré contándoos cómo van las cosas.
Hasta el próximo intento.

Se admiten ideas.

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