Cuidado con el ciego se decían unos niños a otros.
Cuidado con el ciego decía…
Una madre temerosa de que me llevase por delante a su bebé, pacíficamente alojado en su cochecito.
Cuidado con el ciego le decían unos abuelos a sus nietos.
Ha tenido que ser esta cantinela y no otra la que me he tenido que escuchar.
Y yo, que había querido salir al encuentro de una primavera que, he supuesto, se habría vestido de fiesta, de colores brillantes, sonidos alegres y olores perfumados. Y sí, algo de esto he percibido, pero… he tenido que emplear mis cinco sentidos, digo bien, los cinco; el de la vista sustituidlo por el común (aunque sea el menos común de todos) para sortear bicicletas, patines, baches, ramas de árboles, seguir el camino y no despistarme, etc.
Ha tenido que ser esa la cita proverbial con la que se me saludaba. Ha tenido que ser ésa y no otras del tenor…
Fijaos, niños, qué señor tan admirable, cómo pasea con su bastón.
¿Cómo lo hace para ser tan valiente?
O…
¿Quieres cogerte de mi brazo y paseamos juntos? Jejejejje.
No, no; a lo más que he llegado es a que una pareja me dijese:
Cuidado con el palo que hay ahí delante. Y yo, en mi ensoñación primaveral, he dicho:
¿Unpavo? ¿Dónde está?
Y la chica:
No, no; un palo, un tronco de madera.
Ah, bueno; es verdad. Que para pavo ya me basto yo.
Menos mal que les he arrancado una sonrisa y, cómo no, un gracias y que tengáis una buena tarde de domingo.
En fin, cosas, no de la edad (como diría la canción), sino de la ceguera.
A disfrutar.