domingo, 26 de enero de 2014

La historia de la vieja capa

Buena noche de domingo, buena semana.
Un nuevo cuento comparto. Que sea de tu agrado.
Paz y bien.

La historia de la vieja capa

Nadie repara en ella, pero la vieja capa de cuero viejo está aún allí. Se encuentra colgada del oxidado gancho que hay junto a la carcomida viga en el desván de la casucha abandonada años atrás.
Una edificación que amenaza ruina, con las paredes desconchadas y el polvo como dueño y señor de todo.
A alguien, sin embargo,  le ha dado por adentrarse en esa maraña de cachivaches desparramados por doquier, ascender una escalera desdentada por la que, cuyos peldaños se escapan bocanadas de aire infecto, parece imposible no caer al vacío.
Ese alguien busca, aunque no sabe lo que encontrará, una historia que contar a sus lectores del diario en el que escribe, cada lunes, la columna de sucesos.
Va dotado con una linterna que le alumbre los pozos negros de oscuridad en que está sumido todo. Lanza ráfagas, aquí y allá. Le gustaría descubrir un antiguo arcón o algún pergamino ignoto, pero nada de eso halla.
Está a punto de desistir y largar velas hacia otros puertos más propicios, cuando su mano libre la roza.
Está fría y su textura resulta áspera, pero no es capaz de resistirse a enfocar el escuálido haz de luz.
Lo que ve es un tejido recio y basto, en el exterior, pero al introducir los dedos, ansiosos rapaces, en el revés, la cosa varía. Se ve que, en su día, debió de ser una buena prenda de abrigo que protegería a su dueño
Lo que también llaman su atención son unas manchas parduzcas que contrastan con el negro del paño. ¿Qué serán? Las huele y aunque, casi apenas si puede distinguirse el olor, huelen a sangre seca. ¿A qué se deberán?
Tal vez no esté todo perdido y pueda salir de aquel lugar fantasmal, con éxito, al que un remitente anónimo, le invitó a visitar, mediante un críptico mensaje que le retaba: “un objeto aguarda a que alguien lo saque de su destierro para constituirse en prueba inculpatoria. Búsquelo y sea usted su mentor.”
La descuelga cuidadosamente, no fuera que se vaya a descomponer y la dobla, guardándola en la bolsa que trajo.
Ahora le queda estudiarla en su despacho, analizar su factura y ver si encierra alguna pista de la que tirar para desentrañar el misterio.
¿Quién pudo ser el remitente anónimo? ¿A quién perteneció esa capa?
Indagaría primero en la historia de la casucha. ¿A quién había pertenecido? ¿Por qué se encontraba ahora abandonada?
Disponía de 4 días para concluirlo todo y redactar la historia. Ojalá le mereciera la pena, porque de otra forma, la exigente redactora jefa, se iba a poner hecha una furia. Ya le había perdonado un par de fiascos y estaba seguro de que un tercero, le valdría el despido inminente.
Sin dilación se pondrá a la tarea y a donde le conducirá su investigación, no será a otro fin que a unos crímenes que a finales del siglo XIX, siempre cometidos en los meses invernales de aquel año infausto de 1898,  quedaron sin esclarecer. Siete chicas, todas sirvientas, habían sido, primero violadas y después, estranguladas mediante un cordel de junco, por lo que el caso fue conocido como “los crímenes del Asesino del Junco”.Aterrorizó al género femenino de los barrios humildes madrileños, en un tiempo de desastres para la nación.
El archivo municipal atestiguaba que aquella propiedad fue construida hacía más de 100 años y que su actual dueño se desconocía al no constar herederos del primer propietario, un comerciante de vinos que acabó arruinado y loco.
Llevó la capa a analizar al laboratorio y se constató que era de la época y que pudo servir para cubrir a un hombre de mediana estatura y gruesa conplexión.
En cuanto a las muestras de sangre, sin duda alguna, habían pertenecido a distintas personas, pero todas ellas de edad joven.
Los indicios eran claros. Ahora tant solo le restaba colocar una pieza para completar el puzle de su artículo: ¿quién le había mandado el mensaje anónimo? ¿Por qué a él y por qué ahora?
Así lo escribió en su columna, exhortando a que quien quiera que hubiera sido, desvelara su identidad como pago a su trabajo detectivesco.
¿Podía tratarse de un descendiente del homicida? Tantos años después, parecía improbable que los remordimientos le hubieran llevado a actuar de semejante manera.
Lo mismo pensaba respecto de alguna superviviente de las chicas, si es que la hubo.
La respuesta no tardará en ofrecérsele, aunque no será del cariz que espera, ni mucho menos. Claro que, a lo peor, todo se deba a la calentura que esa noche le acomete, sin más ni más.
Una reencarnación se le aparece al volver la esquina en dirección al periódico. Es un hombre embozado con una trenza de junco en la mano. Le mira con mirada vaciía y le sonríe con una boca descarnada. Le hablará, o creerá que le habla en los siguientes términos:
-Al fin podré descansar en mi tumba. Ya no me perseguirán más las almas de mis víctimas. Tenga.
Y, sin saber cómo, el aterrorizado gacetillero se verá portando, en su mano diestra, además de con la negra y vieja capa, con una trenza de juncos.
Esa noche no pudo dormir. ¿Quién habría podido hacerlo tras semejante encuentro?







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jueves, 23 de enero de 2014

Miedo

Buena noche de jueves:
Otra semana más comparto mi empeño por crear poesía.
Que te haga soñar.

Miedo

Como un cazador furtivo que acecha en la noche, agazapado;
Bola informe de negro color.
Perder la luz de tu sonrisa siempre fresca.
Como el francotirador que ajusta, la mirilla de su fusil, para matar al amor;
Náusea viscosa que, sin piedad, indeleble, en mí se ha colado.

Viene, silencioso, haciendo muecas a la muerte.
Losa pesada que sella la tumba de mi alma.
Recibir, desgraciado de mí,  el desdén de tu mirada burlesca.
Viene preñado de olor a devastadora llama;
Lápida con un único epitafio: el de mi gélida suerte.

Cabalga sin freno ni jinete, desbocado animal;
Huracán destructor de sueños y promesas.
Ganar la partida de tu juego de hiel, aquélla que ni ganar querría la turba más canallesca.
Cabalga entre las nubes, voraces de maldad, posesas;
Terremoto implacable, engendro del mal.
    
Arrasa montañas, tentadoras de montañeros intrépidos,  y lujuriosos valles feraces;
Árido maná de labios resecos.
Entregar el dibujo de mi pasión a tu difusa sombra chinesca.
  Arrasa el deseo entre  profundos e infinitos huecos;
Yermo futuro de ilusiones veraces.
Que cuál es mi miedo, amada mía, me preguntas.
Perder la luz de tu sonrisa siempre fresca;
recibir, desgraciado de mí,  el desdén de tu mirada burlesca;
ganar la partida de tu juego de hiel, aquélla que ni ganar querría la turba más canallesca;
entregar el dibujo de mi pasión a tu difusa sombra chinesca.
Así te respondo, en fin, antídoto valiente, ante tus dudas inquietas.

Ante mi miedo, tu escudo de briosos besos;
Coraza y fortaleza inexpugnable.
Ante mi pánico, tu seguridad inalienable;
De goces y embelesos.



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domingo, 19 de enero de 2014

El extraño compañero de cama

Buena noche de domingo.
Que estéis bien y os haga sonreír esta historieta nupcial.
Con cariño.
Paz y bien.

El extraño compañero de cama

No podían recibir mejor regalo de bodas. Ana y Carlos se casaban, al fin. Una relación, primero de amistad; y luego, de apasionado noviazgo les conducía, de manera natural a ese desenlace con forma de enlace, enlace matrimonial.
La abuela de Ana quiso hacerle a su nieta predilecta un regalo especial, cargado de simbología. Se trataba de una cama de cabecero niquelado y torneado con figuras abigarradas. Era consciente que las modas mobiliarias del siglo XXI poco tenían que ver con las de finales del XIX, pero en ella, doña Virtudes había sucumbido a las más traviesas tentaciones. Un tálamo amplio, que había resistido, cual navío surcando los más bravos océanos, amores tempestuosos y acontecimientos con horizontes de futuro: promesas, confidencias y nacimientos.
A Ana, las historias y chismes de la abuela Virtudes siempre la habían subyugado y estaba encantada con semejante presente, cargado de pasado.
 No veía el momento de estrenarlo. Cierto era, que el colchón no sería ya de aquellos de lana, bareados a golpe de bara, sino del moderno látex, hasta para esto valía el hijo del caucho.
Carlos, cedió ante la ilusión de su Anita, aunque a él le pareciera un trasto anticuado y que desentonaba, por completo, con el estilo decorativo del piso en que viviría la atortolada parejita. Frente a lo funcional, aquella antigualla. En fin, todo fuera por el fogoso entusiasmo pasional de su amada.
Y llegó la gran noche.
Y el pobre Carlos, sería a causa de los efluvios alcohólicos de la cena nupcial o por lo que fuera, el caso es que percibió la presencia fantasmal de un vejete ataviado de camisón y gorro con una lujuriosa sonrisa y mostrando, vela en mano, un diente de oro.
Con semejante testigo, a más de los lazos, broches y corchetes con que venía adornada su, ya, señora esposa, no pudo hacer otra cosa que saludar al inoportuno invitado, dejando para la noche siguiente consumaciones supuestas, que lo demás hacía tiempo ya que se consumó.
-Cariño, ¿viste algo anoche?
-Amor, anoche no pude ver otra cosa que las filigranas del piecero ante tus musicales ronquidos.
-¿No viste al vejete?
-¿Al vejete? ¿A qué vejete? No sería que veías visiones con cara de gin tónic y cuerpo de mojito? Es que mira que te pusiste bueno.
-Oye, oye, cielito; que tú tampoco te quedaste atrás con la caipiriña, ¿eh?
-Y bien buena que estaba.
-Sí, sí, pero el vejete…
-Que no, que no.
-Mírale, ahí viene de nuevo. ¿Oiga, déjenos en paz para que pueda hacer la guerra con mi mujer.
-Pero, cariño… ¿qué hablas? ¿Qué dices? Esa resaca…
-¿No te contó tu abuela alguna historieta de un viejo con diente de oro y vela en la mano?
-Pues… no. Ya le preguntaré. ¿No me vas a dar ni un achuchón? Ya no digo un beso, qué menos. Qué hombres éstos. Se casan y ven visiones.
Ana se levanta enfurruñada. Bonito día de tornaboda. Vaya futuro que le espera. Su marido viendo visiones y ella quedándose a dos velas. Hablaría con la abuela, no sea que hubiera algún mal fario.
-Abuela, ¿tuviste algún lío con un anciano de diente de oro?
-Vaya, sí, jijiji. ¡Un pirata! ¿No te lo conté? La última vez que le vi, fue cuando le rechacé por venirse en camisón, pantuflas y gorro de dormir a rendirme amores. Parecía un espantapájaros.
-Pues, abuela. Carlos está empeñado en que anoche se pasó la ídem haciéndonos compañía. Así que me quedé sin vela ni mecha que prender.
-Dios mío, ¿y qué ppodemos hacer?
-Como no sea que esta noche duermas tú con mi Carlos y si viene el pirata que Carlos se vaya al sofá para que tú le aclares que ya no es sitio para él esa cama.
-No sé si a tu señor marido le hará gracia el cambio.
-Carlos hará lo que sea para quitarse de en medio a semejante tipo.
Dicho y hecho. Carlos se tomó otro par de mojitos para pasar el cambiazo de pareja y cuando el pirata de la vela se asomó al travesero le hizo un quiebro para dejarle espacio, mientras él se esfumaba.
Lo que hiciera Virtudes con su diablo no se sabe, como tampoco lo que dejara de hacer Ana con Carlos, el caso es que la tercera noche no hubo ya lugar ni a los mojitos ni a los piratas ni a las velas, pero a lo que sí hubo fueron a los combates de amor, asaltos y soflamas de pasión.





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viernes, 10 de enero de 2014

Abrir querría

Buena noche de viernes.
Después de que se solucionara el susto que me dio un maladado virus informático, comparto mi nuevo esbozo de poema.
Que te ayude a soñar.
Con cariño.

Abrir querría

Deposité mis sueños en el cofre de tu querer, sueños locos;
Se quedaron aprisionados, prisioneros de ti, pobres sueños.
Abrir querría,  los postigos de tu blusa para contemplar tus cúspides turgentes.
Posé mis dedos, pobres dedos, en tus dulces rincones pequeños;
Se deslizaron, perdidos entre pliegues, y recovecos.

Abandoné mi futuro en la playa de tu piel, arena caliente y fina;
Esperé y esperé a que, a ella llegaran, vano esperar, las olas de mi boca salada.
Abrir querría, el candado de tus labios, lecho de mis deseos, rojos y ardientes.
Agucé mis oídos, vanos oídos, para escuchar tu voz de mariposa alada;
Quisieron llenarse de palabras tuyas, seda y aguamarina.

Renuncié a volar, vuelos de topo,  por aterrizar en tus ojos de amanecer;
Aterrizaron, míseros vuelos, en los volantes de tu corta falda.
Abrir querría, impetuoso ariete,  el dique de tu río que sacia mis sentidos candentes.
Impregné mi nariz, alicorta de fragancias, con la esencia de tu espalda;
Olisqueó en el frasco del prometer, hasta el negro anochecer.

Aposté a tu amor, amor sin par, todos mis anhelos;
Se perdieron, extraviados anhelos, entre los rizos de tu pelo.
Abrir querría, la fortaleza de tu alma, cárcel de mis pasados, porvenires y presentes.
Paladeó, extraviado gusto,  el rico sabor del manjar de tu anzuelo;
Se endulzó, sin importarle hartazgos, dolores ni  culpables consuelos.

Abrir querría
los postigos de tu blusa para contemplar tus cúspides turgentes;
 el candado de tus labios, lecho de mis deseos, rojos y ardientes;
el dique de tu río que sacia mis sentidos candentes;
la fortaleza de tu alma, cárcel de mis pasados, porvenires y presentes.
¿Me dejarías, amada mía?




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lunes, 6 de enero de 2014

Navidades 2013: anécdotas y recuerdos

Tocan a su fin las navidades de 2013. Ojalá hayan sido para ti realmente navidades, con lo que ello significa: esperanza, deseos de paz y bien, encuentros gratos y motivos de celebración.
Quiero compartir contigo algunas anécdotas y recuerdos de las mías, con el ánimo de hacértelas más próximas y ayudarte a reflexionar sobre esos pequeños detalles que las hacen grandes aunque pasen desapercibidos en no pocas ocasiones.
Comenzaron para mí el día 21 con un viaje cargado de nostalgia y emotividad a mi pueblo soriano. Hacía muchos años que no pisaba sus calles y campos en estas fechas. Aprovechamos para llevarnos productos de la tierra que compondrían las comidas festivas: cardo (para ensalada y cocido), caza (perdices, corzo y liebre), nueces, orejones y ciruelas pasas. Mi hermano lo hizo posible, dejando constancia, como siempre, del lujo que supone tenerlo por tal. Además, tuve ocasión de compartir viandas en el bar, que antaño fuera parte de las escuelas, en una mesa de concordia y calidez. Me sentí verdaderamente Bien (con mayúsculas). Comenzaba el itinerario de lo auténtico y esencial de la vida (naturaleza, familia y experiencia) que se ha constituido en denominador común durante estos días. Al tiempo, recordamos, cómo de niños, el 24 de diciembre se montaba una gran hoguera en la plaza del pueblo, la zambomba_ y cómo con sus brasas, luego se iba de casa en casa para venderlas y sacar unas perrillas con las que comprar guirlache y anís.
Los olores a guisos de mi madre han sido una delicia gloriosa para mi olfato. Qué placer da llegar a casa, tras pasear del brazo de mi padre y oler los efluvios de cocinera maestra de mi señora madre.
El tacto se dio su cuota de gusto al hacer cosquillas a mi sobrina pequeña y ver cómo se quedaba dormidica feliz. Fue fantástico.
El oído se sonrió al escuchar el acento maño de las mañas, la música de gaita y jota y los comentarios de esa niña que le pregunta a su madre, cuando se dirige a la cabalgata de Reyes: “mami, ¿por qué no hay nubes en el cielo?” A lo que la madre le responde: “porque están viendo a los Reyes Magos”. Me imaginé su carica.
El asombro vino cuando me entero de que el 23 han robado la figura de Melchor del belén de la Plaza del Pilar. Dos días después aparecerá en una calle, al otro lado del río, eso sí, sin el cofrecico. Qé cosas.
 La sonrisa viene de la mano de los animales: a mi amigo Mariano, su nuevo perro guía, se le come los turrones que había dispuestos en semejante bandeja y el día de año nuevo, una joven que vuelve de juerga mientras yo me dirijo a misa, le cuenta a alguien que “aún no le ha dado de comer al conejo” (ummmmm, jajaja).
Claro que también sonrío al sostener un bolígrafo gigante que me deja mi sobrina y fantaseo con que semejante artilugio no puede ser otra cosa que augurio de escritor empedernido.
La emoción se hace amiga de mi alma al comprobar que mi sobrina mayor se ha hecho mayor y sale de juerga hasta “pronto por la mañana” y mis padres, y yo, la esperamos inquietos hasta que la oímos abrir la puerta aunque nos alegramos porque viene bien, cansada pero contenta.
Sigue la emoción cuando nos juntamos toda la familia, estamos juntos, cuando recibo mensajes y llamadas tuyos, y cuando degusto el roscón. Cuando meriendo con ellos, después de darnos un garbeo. Me gusta visitar un curioso belén compuesto de oficios y casas tradicionales aragonesas, usos y costumbres que me evocan a mis tiempos en que trabajé por tierras del Somontano y de Teruel.
Y los regalos, cómo no. Más allá de la Ilusión y la Luz que recibo por parte tuya, una gorra de gentleman mu elegante y un cucharón son símbolo de cariño, utilidad práctica y originalidad.
Tampoco olvido ese especial bizcocho que nos trae mi cuñada, receta originaria de las Descalzas Reales de Sevilla, que simboliza dulces promesas. Su elaboración requiere que se pase un vaso de masa madre a modo de testigo y se vaya haciendo a lo largo de 10 días. El turrón de yema que nos cocina tampoco es moco de pavo. Una artista, mi cuñada.
He leído algunos librillos, claro que sí, y mi Iphone ha sido protagonista, aportándome utilidades interesantes: un juego accesible de preguntas y respuestas, nuevos seguidores y fotos que comparto en Twitter y Facebook, haciéndome con ello, presente y aprendiendo cosicas nuevas cada día.
Ah, diréis: “qué baturro vuelve el Albertito, que todo lo acaba en ico”, jejejje.
Paz y bien, salud, sorpresas y magia. Que 2014 nos depare encuentros y más anécdotas.
¡Va por ti y los tuyos!


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domingo, 5 de enero de 2014

El Río de la ilusión, el río de mi pueblo

El misterio de la ilusión se alimenta con la fuerza y la llama del asombro, la sorpresa el cariño de la amistad. Feliz cabalgata de Reyes.


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viernes, 3 de enero de 2014

Poema epistolar a los Reyes Magos

Buena tarde de viernes:
Con mis mejores deseos para ti, con mucho cariño, hago una excepción en mi costumbre de aprendiz de poeta en jueves, y porque tú eres mis Reyes Magos, escribo hoy a modo de carta estos humildes versos.
Que sigamos ahí, dándonos la mano de la amistad y la complicidad
Paz y Bien, Ilusión y Magia.
¡Feliz 2014! ¡Felices Reyes Magos!

Poema epistolar a los Reyes Magos

Una carta, escribiros quiero;
Un poema, brota sin buscarlo.
Moreno Melchor, bendice mis ciegos ojos de azul tempestad.
Una núbil canción, suena al hacerlo;
Un viejo libro, adorna mi tardío anhelo.

Pediros debo, sueños e ilusiones;
Daros deseo, entrega y complicidad.
Rubio Gaspar, acaricia mi luminoso corazón de rojo fuego.
Rogaros me propongo, proyectos de experiencias y Amistad;
Regalaros buscaré, locos empeños y cuerdas acciones.

Días, alegría pregonada,  de villancicos y sonajas;
Noches, luces recuperadas, de salidas y algarabía.
Negro Baltasar, toca mi huérfana alma de gris soledad.
Noches, eterna danza, de besos y picardía;
Días, efímera posesión, de arcanas barajas.

Cebada y peladillas, en viajero zapato;
Agua y moscatel, en sencilla vasija.
Estrella brillante, guía mis manos, ahora y luego.
De coronas de humor y capas de ingenio, mi vida se cobija;
Cofres de perfume y arcas de tesoros, el territorio de mi imaginación pueblan  a cada rato.

Un beso, una caricia, una sonrisa;
a elegir, juego en mi lecho vacío.
Roscón glorioso de nata y azahar, sacia mi secreto deseo.
Gana la intriga, ¡vaya lío!
Pierde la realidad, que avanza sin pausa pero ¡con prisa!

Una carta escribiros quiero, verdaderos Magos de Oriente;
moreno Melchor, bendice mis ciegos ojos de azul tempestad;
rubio Gaspar, acaricia mi luminoso corazón de rojo fuego;
negro Baltasar, toca mi huérfana alma de gris soledad;
estrella brillante, guía mis manos, ahora y luego;
roscón glorioso de nata y azahar, sacia mi secreto deseo;
un poema, que sin buscarlo, brota para vosotros, Reyes y Reinas: mi familia y mi gente.
 

     

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