lunes, 18 de abril de 2016

Una noche de copas



Buen lunes:
Nuestro amigo el bueno de Benigno Pérez aparece de nuevo, esta vez haciéndose un poquito más humano. ¿Será posible que entre él y Adela esa noche de copas haya algo más que meras confidencias? Uuuuummmm… jejejejeje.
Buena semana.

Una noche de copas

-Jefe, ¿sabe una cosa?
-Dime, Adela. La cosa está tranquila hoy. Ya era hora de que así fuera. ¿Tienes planes para esta noche? Seguro que te esperará plan por Moncloa o Malasaña. Yo, en cambio, viejo como soy y solterón, rumiaré mis miserias mientras me tomo unas cervezas en mi solitario hogar al tiempo  que ponen la peli de turno en la tele. Encargaré una pizza y pronto a dormir. Esto de los sábados noche no me gustan nada. Pienso en cómo yo no tengo a nadie con quien salir, los años de juventud pasada en que salíamos sin importarnos que los grises o los macarras estuvieran cerca para dar candela quedan tan lejos. Qué viejo y qué solo estoy, Adela. Mucho decir de mí lo buen poli que soy y los casos que resuelvo, pero al fin y al cabo de nada me vale. Ojalá tú encuentres el hombre que sepa comprenderte y quererte. Las parientas que tuve huyeron de mí porque no aguantaron ser pareja de poli.
-Pues jefe, no crea. También a mí me pasa. Esto de ser poli ahuyenta a ligones y moscones por mucho que me ponga rompedora. Ni los escotes ni las minifaldas ni el maquillaje son capaces de ocultar lo que una hace. Además a una ya no le apetece eso de ir de marcha palillera hasta las mil. Igual se podía venir conmigo a tomar un mojito de fresa en el Vacaciones Coktail Bar.
-¿Un mojito de fresa? Qué me dices. Yo, las pocas copas que bebo son a base de gin tónic.
-¿Conoce la escultura de Julia?
-¿La escultura de Julia? ¿Quién es semejante moza?
-La escultura está en la calle del Pez y representa a una chica de 22 años con blusa y falda, descalza y en la mano derecha lleva unos folios de apuntes. Representa a Concepción Arenal, la primera chica que se atrevió a ir a la universidad, allá por 1848, eso sí, disfrazada de hombre. ¿Le parece que quedemos al pie de ella a las 9 y me invita a cenar en La bruta? A cambio yo pagaré las copas en ese garito que me encanta. Prohibido hablar de trabajo, salvo que me cuente quién es esa confidente que le ayuda a resolver los casos que nadie sería capaz de resolver.
Detective jefe y ayudanta se encuentran lejos de la oficina y de los siniestros casos que suelen unirles desde hace tres años. Se entienden bien a pesar de la diferencia de edad. Con Roberto González, el otro miembro del equipo, la relación es de otro tenor, cordial en lo profesional, pero sin la camaradería que se ha fraguado entre ellos.
 La noche en Malasaña es, como acostumbra, animada. Ambiente festivo, bares y espectáculos anuncian sus augurios de felicidad. La noche huele a promesa, la noche tiene el color de los neones de luminosos que anuncian sus ofertas de ocio. Las callejas del barrio se inundan de los sonidos de la noche: motos que portan a jinetes de cuero, músicas de Sabina y salsa, bulliciosos encuentros de jóvenes y menos jóvenes pero que conservan su espíritu.
Piden una Casimiro de la marca Mahou para cada uno. Les han hecho un hueco en el fondo del salón. Mientras hojean la carta de raciones se miran a los ojos. Piden la comanda. Se miran a los ojos.
-Adela, soy muy viejo para ti. Deberías estar disfrutando esta cena con alguien mejor que yo.
-Benigno, no importa. Háblame de ti.
-¿Qué habría de interesarte de mí? Mis lecturas de Conan Doyle o Charles Dickens y Alan Poe, las pelis de los años cincuenta y los discos de vinilo.
-¿Por qué te hiciste policía?
-Estudiaba Ingeniería en la Complutense. Una noche parecida a ésta un grupo de quinquis mataron a mi mejor amigo. Me juré que algún día daría con ellos y les daría su merecido.
-¿Lo conseguiste?
-No, pero aquí estamos. Me destinaron fuera de Madrid, primero a Barcelona, después a Bilbao y luego a Pamplona,  y cuando regresé el tiempo de los perdones se había instalado con la Movida y el buen rollito del Viejo Profesor. ¿Y tú?
-Bueno, me gusta resolver enigmas y tampoco se me ocurrió otra profesión mejor. Así de simple.
La cena avanza complaciente y relajada. Tras abonar la cuenta, se dirigen al Vacaciones en la cercana calle del Espíritu Santo.
Es tarde ya, pero no parece importar. El ambiente cada vez se anima más en un barrio en el que la noche, y más si es de sábado, se presenta plena de júbilos, ruido y música.
-¿Por qué te paras, Benigno? ¿Qué pasa?
-Shshshsh.
-Vaya, si mi querido Benigno está ahí enfrente. Y yo con estas pintas. Claro, qué pintas va a llevar la muerte. Pero claro.. una tiene que andar entre cartones viejos y cubos de basura para llevarse al último mendigo de turno o al drogata colgado de la postrera sobredosis. Ay, Benigno si no te quisiera tanto…
-Creo que mi amiga confidente está cerca. No sé qué significará. Esperemos que no nos jodan la noche los macarras.
-Pero Benigno, ¿qué dices? Yo no oigo nada ni sé a qué te refieres.
-Ay Benigno querido. Qué guapo vas y la chica… no tiene tampoco nada de mala pinta. Hacen buena pareja. Pasaré de largo. Dejaré a los mendigos y a los drogatas que vivan una noche más. Dejaré este barrio por una vez. ¿Adónde voy ahora? La Moraleja, Majadaonda… ummmmmm…
-Vamos, Adela. Tomémonos ese mojito y te contaré. Aunque, claro, no me creerás. Ni siquiera yo mismo me lo creo y tampoco sé muy bien cómo explicarlo. Creo que nos hará falta más de un mojito para hacerlo.
     
   





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domingo, 10 de abril de 2016

El tren de Alicia



Buena noche de domingo…
Tiempo hacía que no me era posible compartir cuento nuevo contigo. Hoy lo hago con una dedicatoria especial.
Un abrazo cariñoso y espero te guste.

El tren de Alicia

Alicia no lo sabe, cómo podría saberlo si apenas cuenta tres años de edad, no lo sabe pero un día será dueña de un tren mágico.
Alicia, hija del cariño y la determinación, sobrina de la entrega y la voluntad, nace en Madrid. Una niña más, acaso, que irá al cole y sonreirá y soñará. Que no le importará ser distinta y que aprenderá cómo se hacen realidad los sueños imposibles.
No será nada que le regalen lápices de colores o muñecas hechas por su tía como el mejor de los presentes.
Un día coloreará un tren en un cuaderno azul, otro recibirá de los Reyes Magos un tren de la marca Lego y otro y otro, en fin, viajará en trenes destino a la playa o a la ciudad en que vivan sus primos.
Se hará mayor, estudiará su carrera de Informática, como su mamá y su tío, y se especializará en la realidad aumentada y su aplicación práctica a través de la telefonía móvil.
Eso de la realidad aumentada es curioso. Combinar, mediante procesos informáticos,  elementos del mundo real y virtual para crear una realidad mixta en tiempo real.
Desde que conozca de su existencia quedará fascinada la buena de Alicia. Podría ayudar a mucha gente con su técnica. Enseñar cómo son los monumentos o los paisajes a quienes no pueden verlos, acercarlos a los que se encuentran lejos y no pueden viajar, hacer de las imágenes algo más que meras representaciones bidimensionales para dotarlas de alma.
Sí, así irán transcurriendo los años y las experiencias pero nada de todo esto será tan importante como ese día en que,fruto de la casualidad, encuentre ese tren.
Llega tarde, cree que lo va a perder. Sabe que si lo hace el chico que la espera al otro lado se enfadará, posiblemente, esa vez sea la definitiva. Y es que otras veces más le ha hecho esperar al dejar en segundo plano su cita romántica en pro de otros encuentros de mayor necesidad: guiar a una persona ciega a cruzar la calle y llevarla hasta el Metro, acompañar a un mendigo a que se tome un bocadillo con un café en el bar más próximo, consolar a una mujer maltratada.
No, no ha podido llegar a tiempo por mucho que lo haya intentado. El tren, su tren, parte ya. Se sienta desolada en el primer banco del andén, desfondada y agotada, llora. Sí, llora porque le quiere y sabe que, lo mismo que el tren, le ha perdido para siempre.
Un tiempo después, ignora cuánto, alza sus ojos hinchados de llanto y lo ve.
Frente a ella, al fondo, en una vía que parece muerta, se encuentra un tren parado. Es raro.Intuye que está abandonado pero no es viejo ni destartalado. Se pone de pie. Siente la necesidad de subir a él aunque ignore cuál será la ciudad a la que se dirija.
En un primer impulso le entran ganas de saltar las vías, pero la razón la conduce por el camino correcto. Total, el tren sigue parado.
Llega a su primer vagón. La portezuela se encuentra abierta. Sube dos escalones. Huele a nuevo. Avanza hacia los asientos de piel, ricos butacones. No se oye otra cosa que una tenue musiquilla.
Se sienta. Está tan cansada y triste que no puede hacer otra cosa.
Y entonces el tren se pone en marcha.
-Bienvenida al tren de Alicia con destino al Paraíso.
¿Qué habríais hecho vosotros en semejante situación?
No puede creerlo pero ¡el tren ha despegado!
Alicia se levanta. ¡Sólo viaja ella! Nadie más hay en el tren. ¿Y la locomotora? ¡Nadie la conduce.
Pronto se encuentra en las nubes. Las nubes son las traviesas de una increíble vía por la que avanzan tren y pasajera.
-Próxima parada, el sol.
Alicia se asoma y lo que contempla será el primer fenómeno de otros: una increíble esfera amarilla que la sonríe haciendo que los rayos de la estrella se ricen a modo de reverencia.
La marcha se reanuda. Siguen ascendiendo.
Las paradas se irán sucediendo: la luna plateada, la Osa Mayor, el rojizo Marte.
Lo curioso es que en cada parada se ha ido subiendo un visitante que llega hasta Alicia para hacerle una reverencia y entregarle un objeto especial, hecho lo cual se baja.
-Próxima parada, el Paraíso, final de trayecto.
Alicia se levanta para dirigirse a la puerta del vagón. Ya no le importa que todo lo que ha vivido haya sido un sueño o una quimera o fruto de sus experimentos. Alicia es otra persona ya.
Está a punto de bajar del tren. El lugar es increíble, mágico. Escucha unas voces:
-Niña, no nos conoces, pero somos tus abuelos. No te bajes, has de volver a la tierra para darle un recado a tu familia, sobre todo, a tu tía. Diles que, como tú, tampoco nosotros nos fuimos. Que cuando estén tristes tú les contarás que nos viste y que estamos bien, que cada día miramos a través de la ventana de Nunca Jamás y velamos por ellos. Ah,y a tu tía, sí aquélla que te hacía muñecas a mano, que lo mejor que pudo pasarnos fue tenerla a ella como hija.
Y Alicia regresará en ese mismo tren, regresará como siempre que uno regresa, triste por haberse acabado el viaje, pero plena por haberlo vivido.
Y como será difícil que la crean, por mucho que les enseñe lo que le fueron regalando el sol y la luna y la Osa Mayor y Marte, escribirá un libro dedicado a la Hija de la Nieve en el que, a través de los cuentos, contará lo que hizo con su tren mágico y cómo dejó todo por hacerse conductora de él para llevar a pasajeros especiales, como lo fuera ella un triste y grisáceo día, al Paraíso, adónde si no.




   

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