domingo, 30 de septiembre de 2007

El camino hacia mi normalización.

Estoy convencido de que las palabras son señales que las personas ponemos en la carretera que conduce a la comunicación. Por eso, éstas van evolucionando conforme evoluciona la sociedad, lo mismo que lo hacen los postes, según ha ido progresando la técnica, desde los mojones de los romanos hasta los actuales paneles electrónicos.
En esta línea, los que tenemos una discapacidad, antes éramos llamados inútiles, luego minusválidos y ahora discapacitados. De la misma forma, si queremos participar, de manera plena, en nuestro entorno, antes teníamos que integrarnos y ahora buscamos nuestra normalización.
Pero, ¿cómo llega a la normalización una persona ciega como yo?
Éstos son algunos de los indicadores que, en mi opinión me conducen a ese propósito y que las palabras sean el faro que me lleve a esa meta tan ansiada como es la de ser aceptado y tener una vida lo más plena posible.
Reconocer la diferencia: todos los seres humanos somos limitados, pero estas limitaciones, cuando uno padece una enfermedad grave, se hacen mayores y más patentes. Lo primero que uno debe saber es cuáles son y saber que, pese a ellas, las cosas no se acaban, sino que aún queda mucho por lo que luchar y que incluso disponemos de capacidades superiores a los que no las padecen.
Saber pedir ayuda: reconocidas éstas, hay que acudir a profesionales y organizaciones que van a ayudarte a desarrollar esas capacidades que mantienes íntegras y a suplir las deficiencias que has asumido. Pedir ayuda, todo el mundo necesita en un momento dado, preguntar algo, aprender cosas nuevas.
Voluntad y espíritu de superación: esto es básico. Hay que tener fuerza para ir hacia adelante y sentir el orgullo de ser admirado cuando demuestras tu valor y deseo de ser algo más que un mero enfermo.
Aprovechar la tecnología: hoy los discapacitados tenemos la suerte de poder aprovechar los beneficios que supone la tecnología. Con ella y su buen uso, somos menos discapacitados.
Ser reivindicativo: aprovechar todos los cauces y canales de expresión para dar a conocer nuestro mundo y hacer oír nuestras voces para que se nos faciliten las cosas, cada día un poquito más.
Una sonrisa como premio: saber agradecer la ayuda que las gentes de bien nos quieren brindar con una palabra amable y una sonrisa. Ellos no son quienes para recibir nuestras innecesarias amarguras o frustraciones. Nuestra reacción ante alguien que nos quiere ayudar, será el modo en que serán ayudados otros como nosotros.
Por eso, yo sé que mi imaginación es muy fuerte, procuro ir buscándome nuevos retos con el apoyo de mi ordenador y de mi cultura, aceptar siempre la ayuda que recibo para cruzar la calle o subir al Metro, y participar en actividades para demostrar que las personas, como yo, aún tenemos algo que aportar.
¿Qué os parece?

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sábado, 29 de septiembre de 2007

Mis formas de leer.

La lectura, qué gran pasión. Pero, ¿cómo alguien como yo, con mi ceguera, puedo saciarla?
De niño siempre recordaré la ilusión con la que esperaba la llegada de mi padre de sus viajes porque ello significaba que nuevos cómics vendrían con él para mí. Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, El capitán Trueno y, como si de una premonición se tratase, Rompetechos con sus peripecias de cegato.
También recuerdo cuando tuve entre aquellos cómics la historia del ratón Pérez y cómo éste vigilaba para, a cambio de un regalo, obtener los dientes que se les caían a los niños y llevárselos para sí.
Y mi primer libro. Una vecina de mi abuela, la señora Pilar, me lo regaló. Su título: La isla del tesoro. Cuánto no soñé con su lectura. Aquella lejana isla a la que viajaban los malvados piratas en busca del tesoro.
Pero pronto mis ojos fueron nublándose y cada vez me suponía más esfuerzo asomarme a todos esos mundos que encerraban las páginas de los libros. Las letras se me hacían hormigas negras que corrían sin que pudiera alcanzarlas. Tanto me acercaba a las hojas pegándome a la bombilla que llegaron a quemarse. Así hubo un tiempo en que dejé de alimentarme.
Entonces descubrí que había un servicio en la organización de ciegos de mi país, que se llamaba Libro Hablado y que consistía en escuchar unas casettes en las que no había música; había libros leídos por personas que nos los ponían, así, al alcance del oído. Volví a soñar y a experimentar el placer de la pasión de la lectura.
Pero quería más. Quería tener el libro en mis manos, tocarlo, sentirlo cerca y acariciar las palabras, saber cómo se escribían. Aprendí el sistema braille. Y supe de nuevo lo que era leer, leer de verdad, por uno mismo. Cuánto no debo agradecerle a su inventor, Louis braille, que nos dejara su legado.
Y llegamos a hoy. La tecnología ha avanzado: disponemos de libros en discos con sonido digital, obras en formato electrónico y bibliotecas digitales.
Ahora sí os aseguro una cosa: cierto es que leo de cualquiera de las formas que mi vista nublada y la tecnología me permiten; pero como leer con los dedos no hay nada.

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Mi primer cuento.

Que os guste. Va de la importancia de la imaginación y de mantenerla viva.

SOLUCIÓN PARA UN PROBLEMA DIFÍCIL


---Sire, ya van llegando todos los convocados. Les voy haciendo sentar en sus lugares que, cada uno, tiene asignados.
---Bien, Helmut; procura que no les falte de nada, ya sabes que algunos son muy caprichosos. Especialmente las ondinas, a veces se ponen insoportables.
---No se preocupe, creo que no tendrán queja de nuestra hospitalidad.
Al bosque en el que se celebraría la asamblea de los seres invisibles, los humanos lo llamaban Campo de los Suspiros y, para ellos, era un paraje temible y misterioso. Sólo los extraviados de la razón y algún niño que se hubiese perdido, habían osado asomarse a su interior. Y sin embargo, qué lejos estaban de saber que allí se encontraba su futuro.
Los locos decían, aunque nadie les creyera que ése era un lugar muy hermoso, con estanques y cascadas, árboles centenarios, pájaros de plumaje multicolor y flores que alfombraban el suelo con un tapiz increíble. Pero claro, como eso lo decían los locos, nadie lo creía. Es más, algunos hablaban de destruirlo y aprovechar lo que se pudiera.
Pues bien, a ese lugar arcano iban llegando, como anunció Helmut, elfos, duendes, ninfas, hadas y toda la corte oculta. Los anfitriones eran los hnomos, gente hospitalaria y muy bien organizada.
El Gran Maestro les había convocado a través de las ardillas y las lechuzas, que de rama en rama y de estanque en estanque; transmitían el mensaje: “vamos, vamos; deprisa. El Gran Maestro os llama y pide que acudáis al lugar sagrado. Un asunto crucial habéis de resolver”.
Gran algarabía se produjo en todos. Unos abandonaron sus hogares de hongos y troncos huecos. Otras, dejaron de peinarse las melenas de oro o silenciaron sus cantos hechiceros. Y otros colgaron sus hachas o sus picos y martillos para correr, presto, a la llamada. Seguro que también sería una buena ocasión para disfrutar de una buena fiesta.
Adanhet se dispuso a poner orden en la samblea y dar por iniciada la reunión. Impuso silencio, materia difícil por lo bullicioso de muchos de los asistentes. Pero, al fin, con su autoridad, habló así:
---Nuestros hermanos, los animales, representados por Águila, han venido a mí para pedirnos ayuda. El mayor de ellos, el hombre, ha olvidado su naturaleza y amenaza con destruirles a todos, incluido a sí mismo. Ensucian todo lo que les rodea, ya no narran historias a los niños y sólo viven por el placer efímero. Han perdido la ilusión. Suerte que aún no nos han dejado de temer y nos dejan este bosque, pero si no encontramos alguna solución, también a nosotros nos arrasarán.
Una sirena le interrumpió:
--- No es cosa nuestra eso que dices. Nosotras somos inmortales y lo que tenemos que hacer, hasta la eternidad, es atraernos a los navegantes para que vaguen por la inmensidad y no puedan regresar junto a sus seres queridos…
---Pero si ellos desaparecen, vosotras ya no tendréis nada que hacer y, poco a poco, también os extinguiréis.
El representante de los leñadores, rudo pero sensato, apoyó al orador.
--Adanhet tiene razón. Tenemos que pensar en algo antes de que acaben con todo. Yo he visto cómo pegaban fuego en sitios que, antes estaban plenos de vida, y luego se han quedado muertos. Es muy triste. Los que sois más listos que yo, seguro que encontraréis algún sortilegio para que los niños vuelvan a ser como siempre y obliguen a sus mayores a cambiar de forma de actuar.
Por unos instantes, el barullo se hizo ensordecedor en el lugar. Todos hablaban a la vez y nadie escuchaba.
Del fondo surgió una vocecilla de un ser que estaba solo. Iba algo desastrada y se apoyaba en un bastón nudoso. Le acompañaba un loro y nadie había querido sentarse a su lado, pues ni era guapa, ni elegante ni gozaba de la fama de las sirenas o los duendes. Era un hada, viejecita, sencilla y bonachona.
Sin embargo, el Maestro sí la apreciaba y al ver que hablaba se impuso:
---¡Silencio, escuchemos a Elga!
---No sé cómo sois tan egoístas. Luego criticamos a los demás, pero muchos de vosotros sois iguales. En vez de parlotear como las buenas cotorras, podíamos pensar un poquito a ver qué se os ocurre, aprovechando las dotes de magia de las que estamos dotados.
Alguien dijo, en tono zumbón:
---Tú, tan lista. ¿Por qué no empiezas predicando con el ejemplo?
---Pues así, casi sin pensarlo, se me ocurre que cogiésemos unos trozos de madera que nuestro querido leñador trocease con su hacha mágica y dotarles de vida. Se dedicarían a ir por todas partes, reuniendo a chicos y ancianos para devolverles la alegría.
---¿Y cómo lo haremos? Eso que dices no es tan sencillo –dijo otro-.
---Pues… les pondríamos una capa pintada de estrellas, un gorro de esos que llevan los gnomos y yo, con mi barita mágica, les haría unas bolas muy bonitas para que jugasen con ellas. Y seguro que habrá alguna ninfa generosa que les regale algún instrumento, de los que ellas tan bien tocan.
Había logrado captar la atención de todos con su idea, incluso los más revoltosos la escuchaban. Adanhet apoyó la propuesta con entusiasmo.
---Sí, sí. Vamos pongámonos a ello. Hagámoslo cuanto antes y beberemos de la cerveza de las grandes ocasiones, y démosles vida con una gran fiesta. Les llamaremos ilusionistas y les dotaremos de facilidad de palabra, imaginación, sed de aventuras y nunca se cansarán. siempre gozarán de nuestra protección y cuantos más seguidores se le adhieran, más años vivirán.
Parecía increíble cómo se pusieron manos a la obra, después que acordaron la solución. Todos querían colaborar, y retocando aquí y allá, terminaron la faena. Había sido un frenesí de actividad: silbidos, movimiento, sierras trabajando, telas pintándose… y diez obras de arte, conseguidas.
Los periódicos y la televisión hablan de unos extraños seres que han aparecido de repente en las ciudades más alejadas. Con panderetas y fanfarrias convocan a todos, especialmente a los niños. Con sus juegos, danzas y cuentos tienen a toda la gente revolucionada. Invitan a la risa, la fantasía y a salir a las calles a brincar, cantar y alborotar. ¿Qué puede hacerse contra esta locura? Parece que vayamos a volver al mundo del disparate y la risa, ¿será eso aquello que llamaban, los viejos, ilusión?
Alberto Gil.

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viernes, 28 de septiembre de 2007

Me presento

Un cariñoso saludo para todos y especialmente para todas.
Por fin veo cumplido un sueño con la creación de este blog.
Es la primera vez que hago una cosa de éstas, así que espero sepáis disculpar los errores que pueda haber y con el tiempo iré mejorando la presentación y demás.
Bueno, os cuento:
Me llamo Jesús Alberto Gil. Nací en un pueblecito de la provincia de Soria (España). Por cierto, quienes deseéis saber más de él, podréis encontrar información completa y atractiva en http://www.fuentestrun.com/
Tengo 41 años y actualmente resido en Madrid con la satisfacción y el orgullo de hacerlo de forma autónoma, pues no os he dicho que padezco ceguera.
Estudié con el apohyo de mi familia Geografía e Historia y actualmente trabajo como técnico de biblioteca en la Organización Nacional de Ciegos de España.
Mis aficiones son las relacionadas con la cultura en general. La lectura, que tanto me ayuda a conocer un mundo que de otra forma no podría ni siquiera imaginar; los viajes, que nos abren la mente y nos hacen ver que no somos el ombligo del mundo; el hacer amigos, a través de tertulias, como forma de no sentirme solo en esta sociedad tan individualista; y, en fin, todo aquello con el saber, la Ciencia, la Historia, el Arte, el Cine....
Con este blog, en el que tanta ilusión tengo puesta, me gustaría dar a conocer a quien queráis leerme artículos sobre mis temas favoritos, anécdotas y personajes que me han impactado, reflexiones partiendo de citas o refranes y dar a conocer, compartiéndolo con todos vosotros, lo que para mí significa la ceguera y cómo voy desenvolviéndome en la vida cotidiana. Ah, y os dejaré algo que me gusta mucho: la creación literaria a través de cuentos.
Ojalá me ayudéis a sentirme más integrado y apoyado en mi lucha diaria por superarme y aportar cosas. Si así es, muchas gracias.
Espero vuestros comentarios, preguntas, sugerencias y, cualquier otra cuestión.

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