lunes, 28 de febrero de 2011

Aquilino el barbero

A Aquilino Calvo muchos le aconsejaron que se adaptase a los tiempos, a las nuevas modas, que tornase navaja por tijeras y alcohol por crema.
Mas, él siempre se negó, se resistió a abdicar de sus normas, hijas de la costumbre y las enseñanzas legadas por quienes le habían precedido en la profesión.
Y es que Aquilino era barbero, ojo: no peluquero que, para eso hacía honor a su apellido y su cabeza lucía destapada como lo habían hecho aquellas deseables turistas en la España de los años sesenta. Barbero como lo fue su padre y su abuelo y su tatarabuelo aunque, eso sí, ya no se dedicara a arrancar muelas o purgar enfermedades a base de sanguijuelas voraces.
Su establecimiento tuvo fama hasta quedar superado por el misterio de lo nuevo y cuando, en su localidad, abrió puertas Pelos Mix, con sus profesionales bateras, sus ofertas de moda capilar y atractivos modelos quedó relegado a la nostalgia rancia de unos pocos.
Subsistía a base de mínimas aspiraciones y mucha resignación hasta que un día no le quedó más remedio que rendirse.
Ya no se juntaban en su barbería el boticario, el cura y el señor Julián, el de la tienda de ultramarinos. ellos, el último bastión de su mundo habían ido cayendo cual hojas en el otoño.
Aquilino estaba solo, una tarde de marzo, sumido en sus recuerdos de afeitados bien hechos y discusiones de fútbol o política mientras liaba aquel tabaco de picadura. Sí, en ésas estaba cuando el aire le trajo aroma de pinos. Tuvo una premonición: esos pinos no eran los del Solano que plantaran hacía tantos años, eran las tablas que constituirían una caja, un ataúd. ¿Sería para enterrarle a él o a su establecimiento? Fuera lo que fuese, de una cosa estaba bien seguro: que la vieja dama de la guadaña lo tendría difícil, que lucharía con la bravura de los animales de mejor casta, erguido siempre hasta el final.
Ahora, cuando María urga en el pasado de su pueblo, no puede por menos que admirar a aquel Aquilino que supo resistir incólume al viento arrollador del progreso. Ella ha querido rendirle homenaje, a él y a otros, y otras, como él, recogiéndolos en un libro costumbrista. No importa que éste no llegue a alcanzar los primeros puestos en las listas de ventas editoriales, lo importante es que vuelvan a la vida porque la manera de resucitarlos será rescatándolos del olvido.

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jueves, 24 de febrero de 2011

Chipre: en busca de Afrodita


Esta vez no es que yo haya viajado, pero sí quiero compartir con vosotros uno de esos lugares a los que a uno le gustaría ir. Quien sabe, si....

Cuenta la leyenda que, de entre todos los lugares del Mediterráneo donde Afrodita, la diosa más querida del Olimpo, pudo elegir para tentar a los hombres, fue Chipre el elegido. Tenía todo lo que la diosa del amor, la belleza y la fertilidad podía pedir: un mar transparente, una naturaleza virgen, unas gentes familiarizadas con las aventuras terrenales de los dioses...
Y en efecto hoy, milenios después, la isla más oriental del Mare Nostrum, la tercera más grande, la única dividida en dos naciones, está llena de lugares que rememoran el paso de la diosa. Aquí está, en medio del tramo más bello del litoral de Chipre entre Pafos y Limasol, la Roca de Afrodita, el punto exacto donde la diosa emergió de las aguas en una concha tirada por delfines.
Es un conjunto de tres extrañas rocas, de naturaleza inhabitual en la zona, próxima a una playa con guijarros. En invierno apenas se acerca hasta ella un pescador solitario que busca un pez despistado. Pero en primavera y en verano el lugar se llena de grupos de turistas que fotografían incansables las tres míticas rocas. Y durante todo el año se acercan mujeres infértiles o solitarias que atan lazos en un matorral, confiando en superar, gracias a Afrodita, su problema. Los más atrevidos dan una o varias vueltas nadando alrededor de la roca confiando en que, según la tradición, rejuvenecerán un año por cada vuelta.
Pero también están por aquí los Baños de Afrodita, junto a la bahía de Lara, varios templos dedicados a ella como el de Palepafos (Pafos) y a algunos de sus variados amantes (Ares, Adonis...) o hijos (Eros, Hermafrodita, Príapo, Eneas...).
Si uno cree en la presencia de dioses y héroes del Olimpo, no puede dudar de la de otros ilustres visitantes, haya o no pruebas de ello. Como Santa Elena, la madre del emperador Constantino, que se trajo “por error” porque creía que estaba en Grecia, un pedazo del lignum crucis, que se venera en la iglesia de la Santa Cruz, en el pintoresco pueblo de Lefkara que también, al parecer, fue visitado por el mismísimo Leonardo da Vinci en 1481 para encargar un mantel de encaje para el altar del Duomo de Milán donde aún se encuentra y, de paso, diseñar un dibujo de encaje que casi todas las habitantes de la villa se afanan en reproducir para venderlo a los turistas.
Aquí llegó también Ricardo Corazón de León para rescatar a su hermana y a su prometida, y otros ilustres como San Pablo, San Lázaro, San Antonio y un largo etcétera que tienen sus respectivas iglesias a lo largo y ancho de Chipre. Y muchas de esas iglesias, en su mayoría bizantinas y consagradas al rito ortodoxo, son algunas de las maravillas que pueden descubrirse en la isla. No en vano se ha llamado a Chipre “la isla de los santos”.
En el interior se esconden muchas de estas pequeñas iglesias bizantinas, auténticos tesoros por sus pinturas e iconos. Diez de ellas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aunque cada una es diferente, todas siguen un cierto canon ortodoxo y se dividen según un orden teológico. La cúpula simboliza el Cielo, presidido por la imagen de Cristo pantocrátor y, debajo, escenas del Nuevo Testamento.
Tal vez una de las más bellas, que bien podría ser calificada como “la capilla Sixtina chipriota”, es la de Agios Nikolaos tis Stegis (San Nicolás del Tejado) con un curioso tejado doble que le da nombre. Su estructura original es del siglo XI y en su interior, totalmente recubierto de imágenes, están algunas de las pinturas más antiguas de toda la región de Troodos.
Chipre ofrece numerosos contrastes en muy poca distancia. En lo histórico y arquitectónico se pasa de las ruinas de antiguas ciudades griegas y romanas como Pafos (Patrimonio de la Humanidad), Kourion, Amathous, Kition, Soli o Salamina con restos de templos, basílicas, termas, palestras y palacios, a buenos ejemplos de arquitectura colonial, como el bello Museo de la Fundación Pierides en Lárnaca, un buen escaparate de la historia de la isla desde el período neolítico a la Edad Media. Y pasando, claro está, por la arquitectura medieval, como las catedrales y los anillos defensivos de Famagusta y Nicosia.
Chipre es también tierra de contrastes en su orografía y naturaleza. En apenas unas horas se puede pasar del litoral con bonitas y cuidadas playas como las de Makronisos, Landa y Nissi o las que se encuentran en la bahía de Famagusta y en la península de Afamas, entre las más bellas y salvajes de la isla, al paisaje agreste de la península de Karpas o los bosques de pinos y cedros del macizo volcánico de Troodos.
Y ya que hablamos de contrastes, un breve repaso a la gastronomía de Chipre permitirá apreciar que también en este aspecto existen. La cocina chipriota es una mezcla de las cocinas griega y turca con algunas influencias británicas. Casi todas las comidas suelen empezar, y a veces también terminar, con el meze, una selección de aperitivos y platos que incluye aceitunas, berenjenas, alcaparras, pimientos fritos, tomates,loukanika (salchicha ahumada), tzatziki (pasta de yogur y pepinos), humus de distintos tipos y muchas cosas más, hasta completar 15 o 20 variedades. En la costa preparan algo parecido a base de pescados y mariscos. Se suele acompañar con la rica cerveza local (en botellas de 2/3 de litro) y algunos vinos aceptables y terminar con el contundente aguardiente zivania y el típico café chipriota, con los posos en el fondo.

Enrique Sancho
© revistaiberica

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martes, 22 de febrero de 2011

¿Y si...?

Lanzar una piedra de colores a un estanque, enviar mensajes sin saber quién los leerá, lo mismo que las entradas que uno va publicando, salir a pasear un sábado por la tarde ignorando si congeniará con alguien. Todas estas incógnitas forman parte de esa pregunta clave: "¿Y si...?"
¿Y si cuando lanzas esa piedra de colores al estanque la recoge un duende que, a cambio, te obsequia con su magia?
¿Y si cuando mandas los mensajes y publicas entradas resulta que sirven para que alguien se anime?
¿Y si cuando sales a dar ese paseo vas y te encuentras con... la promesa de una amistad hecha sonrisa y piropo?
Pero, más aún...
¿Y si decides intentar un nuevo reto dejando de lado la ceguera, la pereza o el miedo?
Atreverte a acudir a una actividad cultural como uno más, a adentrarte en un centro comercial, a visitar un nuevo lugar...
No sé, tengo la ilusión de que merece la pena el hacerlo, el intentarlo. Y, bueno, hay veces en las que uno se frustra pero la alegría que se siente cuando te encuentras con la sorpresa de que lo has logrado es casi insuperable.
En cualquier caso, todos esos "Y sis", al menos a mí, me sirven como fuente de inspiración para cuentos y charlas alrededor de un encuentro.
¿Qué os parece?

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domingo, 20 de febrero de 2011

El arrojo de Inés

¿Os sorprende que os mande un cuento? Ya, ya sé; es lo que toca cada domingo.
Bueno, pues aquí estoy puntual a mi cita.
Que estéis disfrutando de él y que la semana os sea tranquila.

A Inés, a aquellas alturas de su vida, ya no le importaba que la tildasen de intrépida. Ahora ya no, pero hubo un tiempo en que no creyó que llegaría a serlo. Y eso que de adolescente, una amiga de su madre le auguró, ayudada de una tirada de cartas, que superaría aventuras y obstáculos aparentemente insalvables, que era un ser inquieto que no se resignaba. En aquel momento de sus quince años no le importaban esas predicciones. Lo que ella quería saber es si Jorge, el guaperas de la clase, se fijaría en ella, la querría. Pero de esto, las cartas nada decían, así que, decepcionada, se enfurruñó, salió atropellando a su madre que, en ese momento, venía para anunciar que la merienda estaba preparada, al tiempo que la oía decir:
-Ah, esta hija mía, ¿qué voy a hacer con ella? ¿Qué mosca le ha picado ahora? Asun, ¿qué os ha pasado? No puede ser que se ponga así. Y menos contigo.
-Déjala. Es que el tarot no le ha dicho lo que ella quería oír y claro, yo no quise que se engañara ni engañarla. Ya sé, ya sé. Para ti y para mí, la cartomancia no es más que un juego, pero para ella...
Se disponía a salir a la calle cuando su mente, recordó aquella escena de otra lejana tarde gemela de la que se disponía a disfrutar. No pudo por menos que sonreír porque las cartas habían tenido razón. Se empeñó en ir a la universidad para estudiar una carrera, entonces, vedada a las chicas y no sólo la aprobó, sino que lo hizo con las mejores calificaciones. No se resignó a que constituyese un mero título y, por eso, no paró hasta hacerse un hueco en la profesión. Viajó, se casó, se divorció, alcanzó notoriedad y prestigio.
Mas todo eso pasó a segundo plano cuando una noche, sin saber la razón, ya en su lecho de descanso, sus ojos empezaron a mostrarle unas inoportunas luces, chispitas, culebrillas, destellos. ¿Qué podría ser? Las horas se le hicieron eternas. Cuando al día siguiente, el médico dictó su sentencia, creyó que todo lo que, hasta entonces, había conseguido, carecía de valor. Su mundo se le venía abajo. Tendría que reinventarlo porque la ceguera se había adueñado de su existencia. ¿Qué hacer?
Sí, le dijeron que le podrían enseñar a moverse, a leer, a ver de otra manera. No les creyó y se hundió en un abismo de autocompasión y renuncias en soledad.
Los detalles que siempre le habían pasado desapercibidos ahora cobraban trascendencia, ahora que ya no los podía ver: los colores de un cartel luminoso, la inmensidad del cielo y sus nubes, las expresiones de los rostros que se cruzaban en su camino. Nunca fue muy observadora ocupada como estaba luchando por sobrevivir en un entorno plagado de competitividad.
Y, no obstante, al final lo hizo. Bien fuera por el destino que le mostraran aquellas remotas figuras de una baraja o porque su carácter no le permitiera elegir otra opción, el caso es que, al fin, se puso en marcha y acudió allá donde le podrían ayudar. Se dejó guiar por su arrojo de siempre, por ese fuego que la impulsaba a ser la mejor y lo logró. Volvió a hacerse presente, se puso su armadura de mujer luchadora y valerosa, y quienes la habían conocido volvieron a decirse: "Inés es ya otra vez la que fue. ¡Qué pedazo de mujer!"
Lo que todos ésos no sabían era que cada paso que había dado, requirió de todo su arrojo. Superar el miedo ante lo que pudiera venírsele encima, aprender a escuchar, oler, discernir y obviar murmullos, y comentarios, de quienes no asumían el que ahora era diferente.
Pero todo eso ya formaba parte de su pasado. Pensó que se volvía vieja. Tornó a sonreír: "superarás aventuras y obstáculos aparentemente insalvables". Ja ja. Pero nada, nada. Que se iba a dar una vuelta, que la lluvia inclemente de esa tarde no iba a hacer que se echase para atrás. Se calzó su impermeable y, en una mano, portaría el paraguas y en la otra su bastón blanco. ¿Qué más? Si algún guapo galán se ofrecía a ayudarla, que la tomase del brazo aunque no fuera lo correcto. Ella se dejaría.
No había quedado con nadie, tampoco le hacía falta. Daría un paseo y se tomaría algo en la cervecería de siempre. Escucharía, imaginaría, fantasearía. Cómo había cambiado su manera de entretenerse.
-Holaaa. No puede ser, ¿eres la Inés de hace tantos años? Ya no te acordarás de mí.
Quien así la interpeló era poseedor de una voz masculina, entusiasta, preñada de matices. Se ve que se alegraba. ¿Quién podría ser?
-No sé. No le reconozco. Discúlpeme, no juegue con mi ceguera. Dígame su nombre o déjeme seguir con mi paseo.
-Soy Jorge, el Jorge del instituto donde estudiamos juntos. Ya sé, ha pasado un mundo pero, al fin, aquí esttamos. ¿Querrías... no sé, dejar que te invite y recordemos?
¿Sería posible que fuera ahora cuando aquellas cartas de Asun, la amiga de su madre, de la que ya nada sabía, estuvieran dándole la respuesta que tanto anheló en su lejana adolescencia?

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martes, 15 de febrero de 2011

Cáceres y Trujillo: mi último viaje

El pasado fin de semana pude saciar, otra vez más, ese ansia viajera que me caracteriza. Se trataba, gracias a una excursión organizada por la ONCE de Madrid, de conocer dos ciudades emblemáticas de Extremadura: Cáceres y Trujillo.
Participamos 50 personas, ciegos la mayoría y, con el apoyo de dos excelentes monitoras, pudimos hacer la visita con normalidad.
Sin duda que lo que pueda contaros aquí, en base a mi particular punto de vista, diferirá de la impresión que quienes veis podríais tener de esos lugares.
Cáceres me defraudó. Me pareció difícil la idea de pasar unos días de vacaciones solo por demasiados espacios abiertos y sin referencias, además de ignorar si dispone de elementos de accesibilidad (maquetas, braille...). No negaré que la ciudad tiene un rico pasado, fruto del cual, han quedado edificios monumentales que la hacen merecedora de ser patrimonio de la humanidad. Sin embargo, no conseguí que penetrara en mí, que me enganchara. Tal vez, ello fuera fruto de que la guía que nos la explicaba no nos aportó ese calor y esas historias que van más allá de lo que uno puede buscar en Internet o en los libros. eché en falta, curiosidades, leyendas, anécdotas. Destacaría, eso sí, el palacio de los Carvajal con su acogedor patio interior, en el que con el fondo del trinar de pájaros, pude tocar su higuera centenaria. El algibe, al que nos atrevimos, cómo no, a bajar hasta su nivel inferior para poder admirar la genialidad constructora de los árabes. O la concatedral de santa María, con su retablo, que pudimos tocar para tener una ligera aproximación sobre su talla.
La plaza Mayor estaba completamente en obras, por lo que no nos fue posible pasear por ella para hacernos idea de cómo es. Eso sí, pudimos palpar el almohadillado granítico en la muralla o la recia madera de puertas tachonadas.
Respecto a Trujillo, me gustó más. La guía fue mejor y, con su entusiasmo, nos hizo revivir la historia. Ahora bien, me pareció una ciudad ardua para moverse, ya que está edificada sobre una montaña de roca granítica, además de con un pavimento apropiado para la época en la que las caballerías eran el medio de transporte habitual, pero que, para este grupo de ciegos urbanitas, resultaba incómodo al engancharse el bastón en el empedrado y tener que estar vigilando de no resbalar ante la pendiente o las escaleras.
La gastronomía, contundente, con su cocido extremeño, sus migas o sus guisos, regados con vino de Pitarra. No pude resistirme a comprar las deliciosas perrunillas (especie de pasta a base de harina, manteca y almendras) y algo de queso de la tierra (que para algo ha de notarse eso de que, en alguna de mis anteriores vidas, debí de ser ratón).
Tal vez, necesite volver con más calma y pausa para rectificar esa cierta decepción que me he traído. O... que alguien me la explique mejor.

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viernes, 11 de febrero de 2011

Clepsidra

Hace tiempo que no comparto aquí etimologías de palabras. En esta tarde de viernes me ha dado por buscar la de uno de esos vocablos que al escucharlos nos traen reminiscencias de un pasado evocador.
¿Quién no ha soñado con fabricar una? ¿Y con jugar a medir el tiempo con ella en vez de con los impersonales instrumentos digitales?

Los relojes de agua miden el tiempo por la demora que experimenta una determinada cantidad de agua para escurrirse, por efecto de la gravedad, desde la parte superior hacia la inferior del aparato a través de un pequeño orificio. Las horas están marcadas en las paredes del recipiente superior o del inferior del dispositivo. Se utilizaban antiguamente en Grecia y en Roma para medir el tiempo usado en los alegatos de los tribunales, aunque se cree que su origen es egipcio.
En cuanto al nombre clepsidra, proviene del griego klepsydra, formado por kleptein, robar e hydro, agua. Haría referencia a que el recipiente inferior roba el agua al superior.
Cabe observar que kleptein dio lugar a cultismos conocidos en el siglo XX, tales como cleptomanía, cleptómano*, cleptomaníaco, en los que el verbo griego se combinó con manía locura.

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martes, 8 de febrero de 2011

El hotel Victoria Falls de Zimbabwe


Que hace ya algún tiempo que no os hablo de alguno de esos hoteles míticos en los que a uno le gustaría visitar, aunque sólo fuera por el placer de decir que estás pisando la Historia. ¿Por qué no? Soñemos.

En plena naturaleza, el principal monumento construido por el hombre es un hotel, el Victoria Falls Hotel, uno de los más clásicos entre las referencias coloniales, de remozados patios interiores y su gran terraza asomada directamente a los cortados del río Zambezee.
El Victoria Falls fue, y es todavía, el gran hotel de los viajeros con espíritu de aventura, pero también, parada obligada para empresarios, políticos y miembros de la realeza europea en sus visitas por la zona. Fue creado en 1904 y mantiene el estilo con el que fue inaugurado, eso si: reformado y adaptado a las necesidades actuales. Los salones y habitaciones tienen un toque fresco e inconfundiblemente británico en sus tapicerías, sus camas con dosel y sus cómodos sofás, con una leve nota africana. Tomar el té en la terraza, disfrutando de la fantástica vista de las cataratas Zambezee, es uno de esos placeres que recompensa al viajero agotado.
Información y reservas:
victoriafallshotel.com.

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domingo, 6 de febrero de 2011

La emboscada

Superados mis problemas informáticos que he padecido días atrás, vuelvo con mi costumbre cuentista de cada semana.
Que estéis bien.

La señora María Velasco León de Guevara había sabido siempre nadar y guardar la ropa en materia de amores hasta que se encontró con aquel apuesto galán.
Como cada domingo, a primera hora, acompañada de su doncella, se había dirigido a la misa preceptiva, que siempre gustaba de oír en la pequeña capilla de santa Lucía.
Era un día soleado, no obstante corresponder al loco febrerillo _ya se sabe: un día peor que otro_. Y, sin embargo, la calidez de los rayos de sol invernales la animaron a salir de su casona con tiempo de dar un paseo previo.
Se dejó llevar por el destino sin abrigar sospechas. Total, era domingo y ella era una señora de la clase poderosa en aquel reino con título de grandeza venido a menos.
Su doncella, que conocía los intríngulis de aquella señora tan adelantada a su época, pero con la que tanto congeniaba, la seguía sumisa. Callejeaban, supuso, en dirección al Jardín de las rosas, lugar predilecto de esparcimientos de doña María..
Todo marchaba bien, disponían de tiempo, hasta que se vieron rodeadas.
Unos pillastres les estaban tendiendo una emboscada. ¿Cómo era posible? ¡A ellas que gozaban de la protección de las autoridades?
Entonces lo vieron claro. El suntuoso collar de perlas que lucía había atraído a los rufianes cual imán al hierro. Ya era tarde para ocultarlo. ¿Por qué se le ocurrió, precisamente aquel día elegirlo? Siempre lo tenía guardado en su joyero mas valioso. Sólo le gustaba contemplarlo, y, con ello, revivir la aventura que se lo había dejado como recuerdo.
Y es que, un ya lejano día de septiembre, tuvo que contemplar cómo su hermana Felipa la convenció para que se uniera a la expedición de conquista y exploración de la Amazonía. Se dejó arrastrar por el loco entusiasmo de aquélla, por su ansia protectora y, porqué no decirlo, porque a ella también le seducía la idea de descubrir nuevos mundos.
. Se disfrazaron de muchachos y, pertrechadas con el arrojo de la juventud, pudieron embarcarse, con no poca fortuna, en la nave capitana.
Muchos peligros y sinsabores tuvieron que afrontar en el periplo. Mas, al fin, la expedición alcanzó notable éxito. Aunque para doña María no fuera tal. Su hermana murió de fiebres y ella tuvo que aceptar que su mundo no era el de selvas tenebrosas ni luchas estériles. Eso sí, se trajo aquella joya que le entregara un hechicero, sin que ella pudiera nunca saber la razón del obsequio.
Regresó y retornó a su condición de mujer casadera. A quienes le preguntaban dónde había estado aquellos años, les respondía con vaguedades. ¿Y sus padres? La madre murió de angustia tras la partida de sus hijas y el padre siguió guerreando junto a su rey, como siempre hizo, hasta morir también. Sólo quedaba ella para recibir el favor real y bien que lo había obtenido.
Pero de todo aquello, había pasado ya mucho tiempo. Ahora tenía una vida asentada en el prestigio de su salón de moda, al que acudía lo más granado de la urbe, y no sólo porque de él salieran las tendencias del vestir, sino por el ambiente de progreso que se respiraba.
Y ahora se veía acechada por el peligro de la codicia de sus asaltantes. Ya las manos del líder de aquella manada se atenazaban sobre su cuello y entonces...
Entonces la espada refulgió en el aire.
-¡Deteneos o mi brazo se encargará de poner fin a vuestra infamia!
La voz era potente, gruesa, hecha a la palabra de discurso.
Y los rapaces huyeron. ¿Cómo resistirse a semejante amenaza?
Dueña y doncella, repuestas ya del asalto, quisieron honrar a su salvador.
-Gracias sean dadas al cielo por habernos traído hasta aquí a vuestra señoría. ¿Quién sois?
Mientras, doña María pronunciaba estas palabras, se prendaba irremediablemente del caballero.
-Soy Lope Nuño y me dirigía a la catedral para dar aviso a su canónigo, mi hermano, de que nuestro padre le reclama para que sea testigo de la ceremonia de compromiso entre Ana de Mendoza y mi humilde persona. Pronto nos casaremos y hoy es el día en que nuestra feliz unión dará su comienzo con el beneplácito de las familias y, por lo que parece, de Dios. Lo digo por el feliz acontecimiento en el que me ha sido dado participar al ayudar a salvaros de semejante peligro. Beso su mano y me pongo a sus pies.
Aunque la cortesía se impuso, doña María no pudo por menos que maldecir su sino. Casi no podía creerlo: tantos años rechazando al amor y ahora que lo encontraba, era éste el que la rechazaba a ella mediante un compromiso.
-¿Me permitirá que le haga entrega de un presente como muestra de gratitud por su ayuda?
-Oh, el presente ya me lo hace al mostrarme su hermosa sonrisa.
-No sea tan galante. Si me hace llegar un retrato de su prometida, le haré el más bonito traje con que ella pueda soñar. Así, vos se lo podréis regalar como prueba de afecto. No sería yo la que soy, si no fuera capaz de ello.
-bueno, bueno; a eso no puedo negarme. Tenga, aquí lo tiene _extrajo de su jubón un medallón_. ¿Es hermosa, verdad?
Tras un instante de miradas, cada uno siguió su camino. Él lleno de ilusión y ella embargada por otro dolor más que se sumarían a los ya guardados en su alma. Eso sí, no dudaría en cumplir su promesa para con el caballero. Sería una demostración más de una voluntad heroica, la suya. Aunque, otra vez más, se dijese lo mismo de siempre: ¿de qué le servía si no le valía para alcanzar la verdadera felicidad?

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jueves, 3 de febrero de 2011

Pido la palabra

Estos días se está celebrando juicio contra uno de los presuntos implicados en el caso de la desaparición de Marta del Castillo.
Como homenaje a esta chica y a todas aquellas otras que han sido objeto de la brutalidad de desalmados que no saben que la vida es un regalo de Dios que a nadie le está permitido mancillar ni hurtar, quiero compartir esta canción tan llena de significados y sentimiento.
Con cariño y de corazón, vaya mi recuerdo para Marta, su familia y la de otras chicas como ella.
Que nadie les robe esa palabra que Andy y Lucas junto a Diana Navarro le dedican


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martes, 1 de febrero de 2011

Volver

Tras una semana en el dique seco vuelvo, por fin, a estar conectado al mundo cibernético.

Que tengas que apagar el ordenador porque se te cuelga y no hay otro modo de continuar, y que luego quieras que arranque de nuevo y ya no haya forma. Eso es lo que me sucedió el pasado martes.
Así que nada, a llamar al técnico y a maldecirme por no haber sido precabido y guardar copia de seguridad de la información.
Total, sin decir que haya sido una tragedia, sí es una pena que el trabajo de años deje de estar a la mano porque, en general, lo que he ido publicando, está en este espacio que es tiflohomero.
Ahora, sí que hay algo que he perdido: las direcciones de contacto de vosotras y vosotros con los que tenía relación a través de ese medio. Por ello, os pediría que me escribáis para volver a agregaros a la libreta de direcciones. No penséis que me he vuelto un maleducado descortés, sino que no tengo medio de llamar a vuestra puerta virtual.
Gracias por ser tan comprensivos y estar, como siempre, a mi lado.

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