jueves, 29 de marzo de 2012

Pronto un nuevo libro verá la luz: ¡el mío!


Quiero compartir contigo, algo que para mí es muy importante, toda una ilusión, otro sueño. Un sueño con forma de libro editado en papel.

Así es, a partir de que ayer se resolviera el Fondo de Iniciativas culturales de la ONCE, se da inicio a la concreción de este proyecto largamente anhelado por mí.

Desde que fue gestándose la idea de recopilar los cuentos que voy mandándoos junto con otros antiguos, el darles una estructura coherente y atractiva, el buscar quién podría editarlo, el llevarlo al Registro de la Propiedad Intelectual y verme ayer en la relación de beneficiarios de ese Fondo han sido pasos que he ido dando con ahinco y el apoyo de mucha gente.

A partir de ahora parece que el final será relativamente rápido y espero que para junio, ya esté en mis manos y en las de quienes queráis tenerlo.

Algo sí he tenido claro desde el principio: mi libro sería un libro bien hecho, tratado con cariño y esmero, los derechos que de su venta se generaran irían destinados a la Fundación Alaine y debería transmitir luz, esperanza, optimismo y valores que ayuden a ver esta crisis que atravesamos con mayor claridad. ¿Lo conseguiré?

Bueno, sin pretender resultar vanidoso, te iré contando la marcha del proyecto porque sé que te alegras tanto como yo.

Ah, ¿y el título? _me preguntarás_. El título para más adelante. Jejejje.

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lunes, 26 de marzo de 2012

Emotiva entrevista: la superación hecha mujer

Si ya, en este Tiflohomero, mi amiga Elena ha sido mencionada como merece y, es más, alguna imagen de ella hay por aquí, cuando ha sido distinguida con el título de Embajadora de BBVA, un programa que la Entidad tiene para destacar a sus trabajadores/as merecedores de mención, no podía por menos que transcribir la entrevista que le hacen recientemente y que acompaña al vídeo que, a través de la intranet del Banco, sus empleados pueden visitar.
Soy un privilegiado por disfrutar del regalo de su amistad y de ella aprendo cada día a no ceder al desaliento ante los obstáculos del día a día.

Elena perdió la visión a los 19 años, pero no permitió que eso se
convirtiese en
una traba: su esfuerzo y trabajo la han llevado a vivir y a trabajar como
una más.
Sus manos recorren, incansables, bordes y esquinas. Buscan y encuentran: el
botón del encendido del ordenador, los
auriculares. Teclea y, al cabo de sólo un par de minutos, se escucha su voz:
BBVA buenos días, le atiende Elena,
¿en qué puedo ayudarle?
Llevo más de 21 años trabajando en el Banco. Empecé en octubre de 1990.
La ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles) tiene una bolsa de
trabajo.
Yo había hecho un curso de atención telefónica y en el Banco ya había una
persona invidente que trabajaba muy bien, así que
me dieron la oportunidad. Comencé en el Banco de Crédito Agrícola, que era
del Grupo Argentaria. Todo ha cambiado
muchísimo desde que entré. Ahora, con la tecnología, encontrar a las
personas es más fácil, ya no tenemos que utilizar tanto
la memoria como antes.
En el Banco me realizo como persona y soy una más, no me miran como a un
bicho raro, comenta entre risas. Somos el primer
contacto de muchas personas con BBVA y eso es algo que no olvidamos nunca.
Sabemos que muchas veces, la primera
impresión es la más importante.
A los 19 años me quedé ciega y fue como volver a nacer. Tuve que volver a
aprender
todo: a andar, a cocinar, a leer -porque ahora utilizo un sistema de lectura
y escritura
que yo desconocía, el Braille-. Fue empezar otra vez de cero.
Cuando le preguntamos qué es lo más importante para superar algo así, sonríe
y dice: tenacidad, esfuerzo y mucha ilusión.
Ese cambio en mi vida quizás me haya aportado una serie de valores, unas
capacidades y una forma de ser que no hubiera
tenido de otra forma. Eso me ha ayudado a salir adelante y luchar por lo que
quiero y lo que quiero ser.
Para Elena, siempre hay tiempo para hacer cosas, para aprender. Hace tres
años, se
propuso realizar un examen para ascender de categoría y lo ha conseguido.
También
tenemos un taller de lectura en la ONCE en el que leemos un libro y lo
comentamos con algún experto (el próximo será la
escritora y periodista Ángeles Caso).
Piensa hacer más cursos de formación, seguir aprendiendo y seguir
preparándose. Es consciente de su responsabilidad,
sabe que si trabaja bien, otras personas invidentes tendrán una oportunidad
como la suya. Y les manda un mensaje:
que trabajen, que se esfuercen, porque trabajar en BBVA merece la pena. Y ya
no es la única: otras compañeras suyas
son invidentes también.
Se despide entre sonrisas y anécdotas de llamadas recibidas y nos quedamos
con la sensación de que no habrá obstáculo
que la haga detenerse.
La pasión de viajar
Hace unos años, el marido de una amiga nos preguntó qué viaje nos gustaría
hacer. Le dijimos que Ámsterdam y unos meses
después nos llamó y nos dijo que lo organizásemos. Fue una maravilla.
Ese fue el primer contacto con su mayor pasión: viajar. Nuestro lema es
hacer más
que ver. Nosotros, al no ver, no vamos a un museo de pintura. Vamos a sitios
que nos puedan describir las cosas: un parque o la casa de Ana Frank. Sitios
que en un viaje normal no visitas.
Entre sus ciudades favoritas, Estambul. Es muy bonita pero muy caótica. Hay
mucho ruido y muchísima gente, pero los palacios
y Santa Sofía son muy bonitos. En la ONCE tenemos un museo con maquetas de
los principales monumentos del mundo,
así que lo primero que hacemos es ir allí a "tocarlos". Luego, cuando
llegamos al sitio, ya tenemos una idea de cómo es.
Como en el resto de las facetas de su vida, en los viajes también tiene
retos: de España, Oviedo; de otros países nuestro
próximo viaje será Moscú o Cracovia.
Además, comprometida con la sociedad
Somos un grupo de voluntarios de BBVA que vamos por los colegios dando
charlas a los chicos: cómo administrar su paga
semanal o cómo elaborar un presupuesto de una salida. Hay tres programas
entre los que pueden elegir, normalmente eligen
la gestión de la paga.
Cuando entramos, al principio se extrañan un poco. Suelo ir con Javier, un
compañero con el que imparto las charlas, y les parece raro que aparezca una
invidente a hablarles de qué hacer con su dinero. Pero al final todos se
quedan encantados y nos hacen un montón de preguntas.

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domingo, 25 de marzo de 2012

María

SE cree el gracioso del Microsoft ouloock que me va a impedir mandar mi cuento dominical. Pues no, no. Que uno está muy acostumbrado a sortear y saltar barreras en todos los aspectos de la vida. Así que lo hago desde la cuenta de Gmail.
Bueno, que os guste. He querido que sea un canto a la vida y a la lucha por salir adelante.
Buena semana y que estéis bien.

María estaba contenta, feliz, exultante, diríamos. Hoy era su santo, bueno algo más. Su cumpleaños no, pero desde luego, algo que se le parecía mucho.
Y es que hoy se celebraba el aniversario del día aquél en que se anunció que volvía a la vida tras semanas de ausencia, de coma.
¿Un accidente? ¿El azar desatinado de un destino ciego?
Qué más daba. Lo importante es que ahí estaba. Que sí, que algunas secuelas le habían quedado pero sí, ahí estaba superándose día a día como una jabata.
Ella tampoco es que supiera mucho sobre lo que pasó pero, de vez en cuando, sus padres o su hermano pequeño contaban. Y lo que decían le dolía a un tiempo y le pellizcaba el alma a otro.
Hablaban de que muchos dudaron de que se recuperaría, incluso hubo quienes les propusieron que la desconectasen de las máquinas y que la dejasen morir en paz. No les hicieron caso, menos mal.
Que sí, que su novio la dejó, no estaba allí cuando despertó y… bueno, entonces le hizo daño su ausencia, pero ahora le comprendía. Era tanto lo que le amaba que aceptaba que hubiese querido irse con alguien más sana que ella, que no fuese una carga.
Que le habían quedado cicatrices, aunque peores eran las del alma, las que se veían, bien lo sabía, resultaban poco agradables, grotescas, casi monstruosas. Ahora se lo tomaba con humor pero al principio le costó tanto asumirlas…
Ahora se reía: que no podía lucir muslamen con minifaldas y pantalones cortos, pues bueno, qué se le iba a hacer; que no convenía que enseñase la tripilla, vaya, a ella que antes le había atraído eso del pearsing, en fin; que su cara, en vez de ser lisa, parecía un mapa lleno de baches, puaaaj.
A todo eso se había acostumbrado y adaptado. Pero aún más, se hizo a caminar, a vivir, a soñar, a echarse el mundo a la espalda aunque fuera tanto lo que pesaba. No sabía cómo pero lo había hecho. Bueno, igual sí lo sabía.
Y es que, un día, harta de ser compadecida y mimada, de que la tratasen como a una muñeca rota, se decidió a complicarse la vida amando. Lo esccuchó en la radio: “quien ama vive, quien se complica la vida por amor, vive, quien se desvive por amor, vive”. Esas palabras de alguien, qué importaba quién las pronunciara, le hicieron tilín, la conmovieron por fin. Cuánto tiempo sintiéndose nada, creyéndose nada, sabiéndose nada y ahora escuchaba eso.¿Podría ella ser de esos que se complicaran la vida por amor?
Empezó por lo pequeño. El jarrón con flores frescas que su madre siempre solía poner en la mesita de la entrada de casa. Qué bien olían. ¿Cómo no quererlo?
El póster que Daniel, su hermanico, ese trasto de chaval que siempre estaba a su lado, tenía en la habitación, pedazo de tía en bikini. ¿Quererla? ¿Tenerle envidia? Bueno, era la cantante que su hermano adoraba así que…
La pluma estilográfica con la que su padre escribía. Le veía tan entusiasmado cuando lo hacía, que cómo no quererla también.
Y un día salió a la calle. Lo había hecho ya otras muchas veces, pero siempre acompañada, de la mano. Pero esa vez, al fin, se atrevió a dar el paso, torpe, bacilante, dudoso. ¿Creéis que cuando consiguió perder el miedo, no iba a enamorarse de lo que sintió y vio?
Y un día le hablaron de una asociación de gente con enfermedades raras, que se acercara, que igual le venía bien y todo. Se mostró reticente pero se decidió, total tampoco tenía nada que perder y, a lo mejor, allí, cristalizaba su objetivo, su nueva Itaca.
Llegó, se celebraba una fiesta, ¡una fiesta! Había voluntarios y chicos y chicas y señores mayores y personas menudas. Parecía que se lo estaban pasando en grande. Se mantuvo a la espectativa.
-Eres nueva, ¿verdad?
-Sí, no conozco a nadie.
-Tranquila, que aquí estamos para ayudarte y quien más quien menos estamos todos medio descalabraos. Ya ves, yo sin piernas. ¿Te puedo dar dos besos de bienvenida?
-¿No te vas a asustar?
-¿Asustar, aquí? Bah, ni lo sueñes. Si estamos a cual peor.
María se ruborizó. Le iban a dar un beso después de tanto tiempo. ¿También iba a haber besos para ella? ¡Qué ilusión!
-¿Y qué hacéis aquí? Se os ve mu animaos.
-Sí, que bollaos estamos un rato largo, pero ánimo y ganas de marcha no faltan.
-¿Crees que podría yo ayudar en algo?
-Claro. Seguro. ¿Qué sabes hacer?
-Uy, pues no sé. Bueno, tengo bastante imaginación. Me invento cuentos y se los cuento a mis muñecas.
-Ah, pues aquí hay muchos niños muy solos. Igual les podías… Oye, oye, que tienes una voz muy chula.
Así dio comienzo un universo nuevo para María. Iba a los centros de niños abandonados y les hacía pasarlo bien con sus historietas. Y qué bien se sentía por ello. Y hasta le habían dado un premio. Y había salido en la tele y todo.
Y, se dijo, si mis padres hubieran hecho aquello de dejarme morir, nada de esto habría ocurrido.
-Vamos, Marieta. Vamos, que te estamos esperando. Sal ya que tampoco es para tanto. Ni que fueras a debutar en la pasarela Ciegueles.
Sí, era mejor que se dejase de nostalgias y mohineces. Que lo importante, era haber llegado hasta ahí. ¿Quién sabía a quién más podría querer? O… ¿se querría complicar la vida alguien, queriéndola a ella?
-¡¡Felicidades!! ¡Cumpleaños feliz, tócate la…! Bueno, la nariz, no; que… ejem, mejor no.
La cara de María, increíble prodigio, se alisó de emoción. El salón estaba decorado con globos y guirnaldas y serpentinas. Y habían venido todos. Y Toni, el muchacho aquél sin piernas, estaba allí, todo trajeado y elegante. ¿Qué le estaba diciendo?
-María, me gustas mucho, ¿me querrías querer un poquito? No sé…
Todos callaban expectantes. ¿Surgiría…?
Un trémulo y susurrante “sí” fue lo único que pudo pronunciar, mientras las lágrimas recorrían aquel mapa que tenía por cara.
Todos aplaudieron. Daniel, siempre tan bromista y gamberro, le entregó un cajón de poliuretano con su lazo de plástico. ¿Lo abría?
Guaaauuuuu. ¿Qué contenía? ¡Una bandeja de torrijas! Su postre favorito, su manjar preferido.
Bueno, también le entregó otro regalo: un libro. ¿Qué libro sería? Uf, el primer ejemplar de la edición en papel de los cuentos que inventaba para alegrar a sus niños. ¡Y con ilustraciones y todo! Qué bonito.
-Gracias, gracias, gracias por dejarme que os quiera. Y a ti, Toni… ¡Cariño…!

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sábado, 24 de marzo de 2012

Recordando a Jules Verne

Permitidme recordar hoy aquí, la figura del genial Jules Verne (1828-1905), cuando se cumplen 207 años de su fallecimiento.
Cuánto no soñé, gracias a sus lecturas, de niño de la mano de la Editorial Bruguera. Pero, más aún, para mí el visionario escritor francés siempre será especial: ya lo he dicho más veces. Y es que el primer libro que leí en braille,, una vez aprendido el método de puntos salientes, fue "Miguel Strogoff". Era 1989 y no he podido olvidar, cómo hacerlo, la emoción que sentí al descubrir las peripecias del protagonista, pasando las yemas de mis dedos por el papel, un papel grueso, recio, firme.
En su recuerdo, quiero transcribir algunas anécdotas que se cuentan de él.

Con ocho años, Julio Verne asistía en París a la escuela de madame Sambain, la viuda de un marino que le contaba anécdotas de los viajes que realizó con su esposo. Aquellos relatos despertaron su pasión por la aventura. Así, el escritor contó en su autobiografía, "Recuerdos de infancia y juventud", que cuando su padre le mandó interno a un colegio,trató de fugarse. Hizo una cuerda con sábanas y se descolgó por la ventana, pero fue sorprendido por un jardinero. Charles-Noël Martin relata también en su libro "La obra y la vida de Julio Verne" que el muchacho realizó un segundo intento de fuga con once años. Pretendía llegar a Marsella y embarcar rumbo a las Antillas para conseguir un collar deperlas y regalárselo a su prima, de la que estaba enamorado. Por esa aventura se ganó una paliza de su padre, quien le hizo prometer que, desde ese día, solo viajaría con la imaginación. Y así lo hizo. Tanto que sus grandesnovelas las escribió sin salir de su casa de Amiens.
"De la Tierra a la Luna" se publicó originalmente por entregas en el periódico francés Journal des Débats. Verne se ganó al público desde el primer capítulo. Una anécdota que lo demuestra es que, después de que el protagonista de la historia, Miguel Ardan, enviara al presidente del “Gun Club” el famoso telegrama “Reemplácese granada esférica por proyectil cilíndrico-cónico. Partiré dentro. Llegaré vapor Atlanta”, centenares de personas lo emularon y solicitaron al periódico el honor de ser incorporados a la expedición lunar.
En una entrevista publicada por el diario norteamericano The Pittsburgh Gazette, Verne declaró: “Le sorprenderá quizás saber que no me enorgullece particularmente haber escrito sobre el automóvil, el submarino, el dirigible, antes de que entraran en el dominio de las realidades científicas. Cuando he hablado de ellos en mis libros como de cosas reales, ya estaban inventados a medias. Yo me limité simplemente a realizar una ficción de lo que debía convertirse después en un hecho (…) Cada hecho geográfico y científico contenido en cualquiera de mis libros ha sido examinado con mucho cuidado y es escrupulosamente exacto”.
Julio Verne ha sido un ejemplo para muchos científicos. El almirante Byrd afirmó que si no hubiera sido por Verne no habría ido nunca al Polo Sur. El químico ruso Dimitri Mendeleiev calificaba a Verne de “genio científico” y leía constantemente sus obras. Y Yuri Gagarin, el pionero astronauta, dijo en una ocasión: “Ha sido Verne quien me ha hecho decidirme por la astronáutica”.
Aquella noche de 1848 el joven Jules llevaba puesto su único traje, aquel que cuidadosamente intercambiaba con su amigo Eduard Bonamy para frecuentar alguna que otra tertulia de ambiente literario e intelectual de París.
Trataba de que su vestimenta no delatara frente a los tertulianos su origen provinciano nantesino, y menos aún su apretada situación económica.
Muchos días solo se alimentaba de pan y leche, y es que la escasa asignación que recibí­a de su padre la utilizaba para pagar el alquiler de una modesta habitación en el barrio latino (habitación que también compartí­a con su amigo Bonamy) y, sobre todo, para comprar libros y más libros, indispensables para quien, como Jules, pretendí­a ser un gran dramaturgo.
Se hací­a tarde, y mientras bajaba las escaleras de la casa de Madame Barreré (un conocido y bohemio salón de tertulias), recordaba distraído las conversaciones literarias que acababa de mantener y que tanto le apasionaban.En ese momento, Jules tropieza con un orondo caballero que subía apresuradamente y resoplando por las escaleras.
Jules no se disculpa. Le mira con altanerí­a y dice:
-“Seguro que usted ha cenado muy bien esta noche”
-“Perfectamente joven, nada menos que una tortilla de tocino a la nantesina y …”- responde el desconocido
-“Las tortillas a la nantesina de París no valen nada. Hay que echarles azafrán, ¿entiende?” ““ interrumpe Jules
-“¿Así­ que sabe usted hacer tortillas, joven?” ““ pregunta el caballero
-“¿Que si sé hacer tortillas, señor?, sobre todo me las sé comer” – espeta nuestro joven amigo.
-“¡Es usted un insolente! Y le exijo una satisfacción. Aquí­ tiene mi tarjeta… Vendrá el viernes a mi casa… a cocinar usted mismo una tortilla”
Al dí­a siguiente Jules cuenta el curioso incidente a su amigo Aristide Hignard, momento en el que saca la tarjeta, la lee y grita estupefacto: “¡Alexandre Dumas!”
Sí­, aquel orondo y voluminoso caballero de las escaleras era nada más y nada menos que Alejandro Dumas, el gran escritor y autor de novelas de gran éxito como “Los tres Mosqueteros” o “El Conde de Montecristo”
Jules (Julio) Verne, acudió al singular “duelo” y cocinó la tortilla.
Desde aquel momento ambos mantuvieron una gran amistad y Dumas se convirtió, hasta su muerte en 1870, en consejero literario y protector de Verne, ayudándole incluso a estrenar en París alguna que otra obra teatral, aunque con escaso éxito.
Pero lo que el gran Alejandro Dumas no pudo siquiera sospechar en aquel momento es que, con el paso del tiempo, Julio Verne, su protegido provinciano de Nantes, llegarí­a a superarle mundialmente tanto en popularidad como en número de tiradas y ediciones.
En 1885, quince años después de la muerte de Dumas, Verne le dedicará su novela “Matías Sandorf”, su propia versión de “El Conde de Montecristo”.
Buena lectura y mejores sueños de aventura gracias a ella.

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viernes, 23 de marzo de 2012

Origen e Historia de la tapa

Por aquello de que empieza fin de semana y apetece eso de ir por ahí de bares, os pongo aquí el origen e historia de las tapas. A mí la verdad es que me encantan.
¿Os hace que nos vayamos de tapas?

Las tapas forman parte de la cultura gastronómica española. Cientos de años de tradición que nos han dejado muchas cosas para descubrir. En esta sección os ponemos las más importantes.
Se asegura que fue el rey Alfonso X "El Sabio" quien dispuso que en los mesones castellanos no se sirviese vino si no era acompañado de algo de comida. Esto evitaba que el vino subiese rápidamente a la cabeza.
La tapa, al principio, se depositaba sobre la boca de la jarra o vaso servido, por lo que "tapaba" el recipiente: de ahí el origen de la palabra. Servía para acompañar la bebida y para evitar que algún "visitante volador" entrase en el preciado líquido. En aquellos tiempos la tapa consistía en una loncha de jamón o en rodajas de chorizo o de otro embutido y, a veces, era sustituido por una cuña de queso.
Cervantes, en "El Quijote", llamaba a las tapas "llamativos" y Quevedo "aviso" o "avisillo".
Hay quien asegura que la historia de la tapa surgió a raíz de la siguiente anécdota:
El Rey Alfonso XIII estaba realizando una visita oficial a la provincia de Cádiz y al pasar por el Ventorrillo del Chato (venta que aún hoy existe) se paró para descansar un rato. El Rey pidió una copa de Jerez, pero en ese momento una corriente de aire entró en la Venta y, para que el vino no se llenara de arena de la playa el camarero tuvo la feliz idea de colocar una lonchita de jamón en el catavinos real. El Rey preguntó por qué ponían esa loncha de jamón sobre la copa, y el camarero disculpándose le dijo que colocó así la "tapa" para evitar que el vino se estropease con la arena. Al Rey le gustó la idea, se comió la tapa, se bebió el vino, y pidió que le sirvieran otro, pero con "otra tapa igual". Al ver esto, todos los miembros de la Corte que le acompañaban pidieron lo mismo. Como podemos observar, es más o menos la misma historia pero con otro protagonista.
La Real Academia Española, la define como "cualquier porción de alimento sólido capaz de acompañar a una bebida". No obstante, la tapa tiene diversos nombres, según la región española donde se tome. En Aragón y Navarra se denomina "alifara", en el País Vasco "poteo", etc. La bebida que generalmente acompaña a la tapa es el vino, (cualquiera de ellos, y según la región), aunque cada vez se impone más el consumo de cerveza, hecho fácilmente comprobable en cualquier tasca que visitemos.
Las tapas se han diversificado muchísimo con el tiempo. Antaño se reducía a lo dicho anteriormente y ahora, además de las típicas aceitunas en todas sus variedades y los frutos secos, aparecen pequeñas tapas de guisos típicos servidos en pequeñas porciones, que muy bien pueden sustituir una comida o cena, donde lo único que no tiene cabida es lo dulce. Lo que nunca debemos es considerar el tapeo como la típica comida rápida americana. Es más natural y su práctica genera amistad y compañerismo.

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miércoles, 21 de marzo de 2012

“Espero que las personas finalmente se den cuenta de...

...solo hay una raza – la raza humana-y que todos somos miembros de ella”
Mientras que hoy se celebra el Día contra el Racismo, yo que a todas las personas las veo igual, me apetece compartir esta frase de la escritora canadiense Margaret Atwood.
Pues eso, que miremos siempre con el corazón al corazón de las personas y que quien merezca ser querido, lo sea por él mismo no por su color de piel o aspecto físico, lo mismo que cuando deba ser rehuido.

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lunes, 19 de marzo de 2012

Para mi padre en el Día del Padre

No es que yo necesite un día especial para reconocer y homenajear a la figura de mi padre, para mí el mejor del mundo, como seguro lo será el vuestro para vosotras y vosotros, pero bien está que aproveche la fecha señalada de san José, para hacerle un regalejo en forma de escrito compartido aquí, pero dedicado a él, en la ilusión de que le haga emocionarse, al menos, un poquillo.
Y es que si fácil me hubiera resultado comprar alguna de las propuestas materiales que la publicidad sugiere a tal fin, he preferido hacerle algo distinto. Cómo no hacerlo, si yo que escribo sobre cualquier cosa, bien o mal, qué menos que hacerle presente mis recuerdos en forma de palabras, palabras que para mí son imágenes inolvidables. Sería pues, un álbum de fotos del pasado, algunas ya desvaídas por el transcurrir del tiempo, pero fotos en definitiva.
La primera foto sería aquella en la que, cogido de su mano, subo a un tren de madera que me lleva a Barcelona a la enésima visita al oculista. Salimos al pasillo de un vetusto tren y nos asomamos a su ventanilla. Es de madrugada, tengo mucho sueño. Volvemos al asiento para desayunar el bocadillo que nos ha preparado mi madre. Alguien me ofrece de lo suyo.
Hay otra foto, ya en Barcelona. Los taxis son amarillos y negros. Cuánta gente, cuántos coches, qué edificios más altos.
Y otra más, en una pensión en la Cl. Puerta del Angel, el mantel a cuadros y la señora que me ofrece un tazón de leche con cola cao.
Y la de la clínica. Señores con bata blanca que van citando a voces, señoras exóticas tapadas con velos hasta los pies, espera, larga espera a que me llamen. Mis ojos tienen pupa, me quieren poner gotas, yo no me dejo, lloro. Un señor muy serio me dice que ponga la barbilla en un aparato, una luz azul y luego otra blanca que me deslumbra.
Y un gran barco negro del que salen señores negros, gigantes. Es el puerto y Colón se ve también.
Pasan los años. Me he empeñado en ir a un colegio interno, lejos de casa. Escribo carta a casa. Mi padre se emociona, es la fiesta del pueblo. “Tomad lo que queráis, que ha escrito el Alberto que está contento y bien”.
Me voy haciendo mayorcito. Me regala mi primera afeitadora eléctrica. Viene con un libro del mundial de fútbol de 1982 con Naranjito. Me pongo a leerlo con voracidad, lo mismo que siempre he hecho con los tebeos que me ha traído tras sus viajes.
Hay otra en la que estoy en su asiento del camión Tames Trader, su cabina es roja. Juego y sueño con emularle conduciendo.
Es invierno, los días son cortos, pronto se hace de noche. Tiene que ir a buscarme porque nadie quiere darme la mano para guiarme hasta el autobús escolar.
Hay muchas fotos de todas esas ocasiones en las que fue por mí, a esperarme y yo cantaba canciones o contaba lo que había aprendido aquel día o soñaba con descubrir tesoros escondidos. Y de tantas ocasiones en las que se quedó conmigo y dijo, al ser criticado: “si el niño quiere estudiar ¿por qué no le vamos a dejar que estudie?”
Hemos comprado coche nuevo. Es azul, lo estrenamos yendo a comer al Moncayo. Hacen una chuletada y ponen a refrescar el melón en una fuente de agua fría.
Ahora voy en el tractor, en su Ebro. Vamos a coger moras. La radio suena con ecos de Carrusel Deportivo. Cómo me pongo de moras, qué ricas son.
Me he empeñado en que me compren una bicicrós. Es una BH. Pesa pero me gusta. Es mía.
Estoy en 3º de carrera. Ya no veo para leer el libro de Historia contemporánea del Mundo. Él me lee como puede, yo escribo con un rotulador negro en letra grande mientras me pego al flexo. Qué calor da su bombilla.
Paseamos juntos, cuántos paseos, cuántas historias me cuenta. Aún veo las líneas blancas discontinuas de la carretera. Pronto dejaré de verlas. Voy con mi libro hablado bajo el brazo.
Subo a la granja de cerdos que tenemos. Es al atardecer. Aún veo el sol ponerse por el Oeste, una bola amarilla. Llegará el día en que no lo vea. Mientras él da de cenar a los bichos, me prepara un asiento a la sombra para que pueda leer / escuchar audiolibros, cómodo. Leo “La cabaña del tío Tom”.
Ya en la ONCE, me mandan a trabajar a Teruel. No sabe cómo hacerlo pero busca un alojamiento digno para mí. Descubre, como por casualidad, preguntando preguntando, el seminario. Todo un hallazgo en el que tan bien estaré tantos años.
Me presento a unas oposiciones que no aprobaré. Venimos a Madrid varios ciegos. Él viene también para ayudarnos y acompañarnos. Qué frío hace en el aula del examen, es una nave enorme. “¿Cómo os pueden mandar aquí?”
Me voy de vacaciones a Escocia con Moisés, un amigo, también muerto ya. Me acompaña al aeropuerto. “Buen viaje, hijo mío” Tú pásalo bien y disfruta”.
Mi amigo Juan Rafa ha muerto a sus 37 años. Lo siento mucho, mucho, mucho porque tantas cosas me enseñó y mostró que podía ser como los demás, el primero que confió en mí, dejar de sentirme un inútil.. Mi padre está a mi lado y me comprende.
¿Y la última foto? Es 11 de marzo, el domingo pasado. Nos despedimos una vez más en la estación de Zaragoza Delicias. El personal que me ayudará a subir al tren me recoge. Le doy un abrazo, nos despedimos hasta el día que venga a Madrid a pasar unos días conmigo.
No sé bien cómo es ahora físicamente mi padre, pero no me importa. Sé que se siente orgulloso de mí y que siempre ha estado a mi lado acompañándome en todo y enseñándome tanto.
Ah, se llama Julio y ahora tiene 82 años, toda una vida de trabajo sin descanso, de lucha y de ejemplo.
Va por ti, padre. ¡¡FELICIDADES!!

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domingo, 18 de marzo de 2012

Optimatus Cegatus


Parece que el cuento dominical de esta semana, me ha salido primaveral. Que no falte nunca la fina ironía, el humor, aunque sea negro negrísimo.
Como siempre, buena semana y que estéis bien.
Con cariño.

Esta es la historia del viejo soldado Optimatus Cegatus, veterano integrante de la Legio Luminis Nove Na (eejem… Novena).
Un héroe épico de las gestas antiguas y nuevas, genial estratega del arte de levantar túnicas y conquistar escotes tras fulgurantes cercos a curvas y murallas de sedosidades dermáticas.
Que ya de chico apuntaba maneras cuando su señora mamá, la buena de Máxima Gafatta Magna, le pilló de ojos a boca, urgando en ciertos lienzos teñidos de unas curiosas purpurescencias, de esas que mensualmente la visitaban muy a pesar suyo. ¿Sería que apuntaba vocación de pintor? No, no; no, señores míos.
Que luego, en la escuela de gladiadores del cortejeo aprendió pronto a vencer resistencias a base de diestras manotadas y hocicadas.
Y que su primera victoria, preludio de muchas otras, se daría tras guiñar sus dos ojos, milagrosa maravilla, a la niña, bueno una niña que ya tenía pelos hasta en la lengua, hija del gobernador de la provincia de Invidentia Ulterioris.
Sí, un soldado que aprendería a manejar cierto bastón, él nunca supo si era blanco o sonrosado, con tal maña que conforme pasó el tiempo, en vez de menguar, se dilataba dilataba tanto que a todos cuantos recovecos se proponía penetrar alcanzaba.
Y que, armado de semejante ariete viajó hasta los confines del Imperio, pero más aún hizo: apareció, sin él saber cómo, en un tiempo ignoto para sus conmilitones camaradas. ¿Sería que en alguno de los fragores tabernarios, en los que solía fijar su campo de batalla y conquistas, vio hasta deslumbrarse aplicándose sin medida los bebedizos néctares de la vid? Que tanto los bebió que de Cegatus hubiera de mudar en Vidatus Videntatus
Y tan así fue que el nunca condecorado por sus capitanes, envidiosos de sus triunfos sin tregua ni cuartel, pero sí laureado con los mayhores honores por doncellas, amas y patricias, topóse morros morrotis con el marmóreo pedestal que sujetaba una fuente en la que Venus era vía de chorros manantes de fresca agua, tan fría que ipso facto, hubo de recuperar su condición de siempre.
¿Y qué escucharon sus callosas orejas (claro, callosas, que orejas escuchan y callan sonidos de bocas turgentes)?
Una música extraña, ignota para él. Sonidos chirriantes, horrísonos, un barullo sin sentido; él siempre tan hecho a melodías jadeatorias y gemitorias.
Mientras trataba de ponerse derecho, huir de su despatarrada postura, fijar un suelo contoneante, diose cuenta de que nada de lo que veían sus ojos, era lo acostumbrado. Que sí, que se llamaría Cegatus, pero que tenía un ojo… Que se lo dijeran si no a su paladar tan hecho a las excelencias y finuras de las más hermosas exquisiteces, catador de todas y de todo. Y qué bien se las dio siempre para poner el ojo en las más bellas redondeces.
Alguien le sostenía aferrándole con hercúleos brazos. ¿Y su bastón? Dónde estaba su bastón?
Eran manos finas, voz cálida, amable, cariñosa.
Algo entrevió. ¡No podía ser!
¡Era una caja con ruedas que encima de ella portaba algo que perforaba el aire con sonido estridente, Una sirena _dijeron_. ¿Una sirena? Si siempre habían dicho que las sirenas cantaban con músicas tentadoras y ésa lo que hacía, era graznar. Qué cosas, qué mundo. ¿Dónde se encontraría? Y que de resultas de sus modales y palabras, se desprendió que le encasquetaran una rara toga que le inmovilizó. Y que de esa guisa, no supo por qué, perdió el sentido, bueno el de la vista nunca lo tuvo, tras recibir el pellizco punzante de algo que le adormeció sin remedio.
Así llegó a mi consulta y yo, que pensando andaba en el concierto celta de la próxima noche, me encontré con semejante adalid.
Estaba de guardia en el área de urgencias referida a la psiquiatría y allí me lo trajeron.
Hablaba raro sí, farfullaba. ¿Era efecto de los sedantes o de…?
Le escuché, acostumbrado como estaba a los mayores disparates y entonces comprendí.
Su lengua era el latín y todo eso contaba. ¿Creerle? ¿Dudar? La verdad es que la facha que portaba no parecía proppia de un extraviado urbanita corriente.
Me dije que de paso me quedaba la fuente venérea donde, según el parte facultativo, había sido hallado. ¿Y si le devolvía a aquel manantial? Igual es que descubría alguna raja, digamos mejor grieta, por la que poder devolver a su mundo al infortunado campeón.
Me lo llevé. Él palpaba mi pecho como buscando… Palpaba.
Y sí, algo vimos. Le lancé por el chorreante agujero en forma de sumidero. Me asomé. Nada vi. Huecos burbujeos fue lo único que percibí. ¿Volvería a su universo de conquistas?
¿Tan ciego sería que al despertar jurase haber visto?
Ah, esos ciegos que todo lo catan y que por doquiera meten y se meten, bastón en ristre, bastón enhiesto, bastón endurecido por fuegos y ardores.
¿Y saben qué? Que tiempo después, buscando en la librería de mi ya casi amigo, el librero Antonio, rarezas y libros viejos encontré éste: “De los épicos triunfos e historia del nunca olvidado soldado Cegatus”, de Lascibia Infdinitis, seudónimo éste de sesudo poeta. ¿Qué podía hacer ante semejante hallazgo? ¿Qué habrían hecho ustedes?

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Tres ciegos en el cine: ¿si no ven, a qué van?



Pues eso, ésa suele ser la pregunta que muchos que ven se hacen, unos en voz alta y otros en silencio, cuando nos ven en determinadas situaciones o actividades. Y nosotros, siempre decimos lo mismo: “pues a qué va a ser, a estar y ser como vosotros, como uno más”.
Claro, eso es lo que más de uno se ha debido preguntar cuando nos hayan visto esta tarde sacar entradas para ver una película en uno de los clásicos cines madrileños.
Y encima la peli, con un título que se las trae: “Intocable”. Tócate los pirinduejos, si no ves y no tocas… buena la tenemos.
Y la cuestión es que hace unos días, la escuchamos recomendar y nos picó el gusanillo de la curiosa lucecita del deseo por estar.
Así que para allá que nos hemos ido. “¿Qué fila quieren? “Ah, desde la que mejor se vea” _podríamos haber dicho a la sufrida taquillera pero hemos sido formales y hemos contestado que nos daba igual. Al menos, nos ha ubicado junto al pasillo.
Al entrar, el lugar nos ha traído recuerdos de la gala a la que asistimos el pasado diciembre y en la que la discapacidad fue protagonista, toda una fiesta de emotividad y superación.
Y os lo aseguro, la peli ha estado genial: muy aleccionadora, y tierna. Una comedia que, al tiempo que te hace reír a carcajadas, te hace sentirte identificado con el prota y de la que pueden extraerse interesantes lecciones.
Se trata de un tetraplégico rico que busca a un cuidador y el contratado es un negro de los barrios marginales parisinos.
La relación que se establece entre ambos y cómo aquél recupera la ilusión por vivir y cómo éste le trata sin compasión ni prejuicios. Una maravilla, de verdad que os la recomiendo.
Y si hubiera estado adaptada con audiodescripción, habría sido ya la bomba. No nos habríamos perdido escenas en las que hay música o silencios, en las que teníamos que preguntarnos qué estaría pasando para que los espectadores se rieran.
Os pongo los datos:
• Estreno
9 marzo 2012(1h 52min)
• Dirigida por
Eric Toledano, Olivier Nakache
• Con
François Cluzet, Omar Sy, Anne Le Nymás
• Género
Comedia
• Nacionalidad
Francia
Philippe (François Cluzet, 'No se lo digas a nadie') es un hombre adinerado que pertenece a una clase social alta. Sin embargo, su vida cambiará para siempre cuando tenga un aparatoso accidente de parapente que lo dejará inválido y en silla de ruedas. Ya no podrá hacer nada por sí mismo, así que tendrá que contratar a un asistente para que le ayude a desplazarse y a cuidar de él en la casa. La persona que quedará a su cargo será Driss (Omar Sy, 'Micmacs'), un joven de color necesitado de dinero que procede de un barrio marginal y que para colmo acaba de ser liberado de la cárcel. Aunque parecen destinados a no llevarse bien, Philippe y Driss encontrarán el uno en el otro la ilusión que les falta en sus vidas. Aprenderán a apreciar y a mezclar a Vivaldi con el hip hop, los trajes hechos a medida con la ropa holgada y el chándal y la exquisitez en el paladar con la hamburguesa callejera. Si separados son personas frágiles, juntos serán intocables.
El tandem de directores formado por Eric Toledano y Olivier Nakache ha conseguido un éxito rotundo de taquilla en Francia, convirtiéndose 'Intocable' en la película más vista de la temporada en el país vecino.

http://intocable-lapelicula.com/trailer

Y luego, faltaría más, a darle al diente con unos suculentos bocatas y un té de frutas del bosque, pasado con tarta de manzana. Ale, para que luego digan: ¿si no ven, a qué van?.
Otra vez más… ¡Vivir para ver!

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jueves, 15 de marzo de 2012

¿Y mis derechos como consumidor ciego?

Que sí, ya lo sé. Como ciudadano de pleno Derecho español que soy, las leyes que regulan el consumo y los derechos de los consumidores me aluden pero…
¿Y cómo sé yo cuándo un determinado producto va a caducar o está caducado? Es que no puedo acceder a la información que a ese respecto se incluye en él.
Más aún, ¿cómo sé si el yoghurt o la lata de conservas que voy a consumir es de una variedad u otra? Es que no veo si se trata de yoghurt de fresa o de ciruela o de kiwi o si son sardinillas o chipirones o mejillones.
¿Y cómo hago la compra sin recurrir a la voluntariedad de algún alma caritativa? Si la ley no me ampara para que pueda requerir en los supermercados y demás una persona que me acompañe a hacerla.
¿Y cómo puedo enterarme de si hay novedades en los productos o alguna oferta? Si quien me acompaña simplemente se limita a dejarme su brazo y coger lo que yo le vaya diciendo para echarlo al carro.
Y a la hora de reclamar, ¿cómo lo hago? ¿A través de Internet? Muchas páginas web no son accesibles, el papeleo siempre está en versión tinta.
Nada de braille, nada de accesibilidad con códigos de barras que yo pudiera leer con mi teléfono móvil.
Que sí, que se va avanzando algo, pero es tan poco… Al menos, los medicamentos ya vienen con su nombre en puntos y algunos productos tienen su rótulo accesible. Pero, son tan escasos.
Ya sé, ayer, en la presentación de un cupón de la ONCE con motivo del día de hoy, una autoridad del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales se comprometió a avanzar en estas carencias para mitigarlas. Pero…
Así que me parece muy bien que haya un Día Internacional de los Derechos de los consumidores, pero yo reclamo los míos como consumidor ciego.

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martes, 13 de marzo de 2012

Hoy Tiflohomero se siente útil

Cuando creé Tiflohomero, allá por septiembre de 2007, lo hice pensando fundamentalmente en dos objetivos: servir de ayuda para difundir las capacidades de las personas ciegas y disponer de un escaparate en el que mostrar mis cuentos, reflexiones y demás inquietudes culturales que tiene este ciego vuestro.
Pues bien, el resultado ha sido enormemente satisfactorio, con vuestro apoyo e interés.
En esa línea, hoy es uno de esos días en los que me siento orgulloso de Tiflohomero. Y es que me permito pegar un correo de una persona que se dirige a mí en demanda de información. Creo que vale la pena transcribirlo como muestra de agradecimiento a ella por su interés y ejemplo de lo que siempre esperé del blog.

“Buen día Sr Alberto:
Mi nombre es Michelle, soy de México D.F. y le envío una gran felicitación por su Blog. Me ha sido muy grato leer sus palabras y ver sus imágenes que me demuestran que es una persona muy amena e increíble.
Mi motivo de escribirle es el siguiente:
Me encontré con una de sus imágenes dentro de su blog donde se ve su viaje por París para seguir los pasos de Luis Braille. Es apasionante la manera en que describe su relato y sus fotografías son increíbles. Por alguna razón no puedo percibir lo que dice en la Tumba original de Braille antes de que sus restos fueran trasladados al panteón de París.
Se que es un atrevimiento pero ¿Sería tan amable de indicarme que palabras son las que dicen esta tumba? Estoy interesada ya que estoy elaborando una investigación aquí en México. Voy a realizar un libro destinado a los niños que cada vez son más los que pierden el sentido de la vista en mí país. Mi investigación es muy seria y creo es el único que podría ayudarme en este sentido. No hay imágenes ni nada que se asemeje a lo que deseo saber, en este caso, la información de esta tumba que pocos conocen. Deseo que en mi país exista una verdadera cultura por la educación inclusiva y respeto por las personas con debilidad visual o perdida total de la misma.
En el mismo caso, ya elaboré material para personas sordo-mudas y nos fue muy bien.
Le agradezco muchísimo su ayuda. Le envío un cordial saludo desde el Distrito Federal de México. Estoy a sus órdenes.
Sin mas por el momento reciba de mi parte un cordial saludo.”

Espero poder responderle de la mejor manera posible porque merece que así sea.

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lunes, 12 de marzo de 2012

El sueño de Clara María


Cómo olvidar lo que sucedió hace hoy ocho años. En recuerdo de aquella tragedia va mi cuento de hoy.
Que estéis bien.
Buena semana.

Para Clara María, emprender aquel nuevo viaje resultaba todo un reto. Sabía que merecería la pena afrontarlo y superar sus miedos porque la ilusión vencería todos los porqués. Sí, porqués del tenor de preguntas sin respuesta, de culpabilidades innecesarias, pero inevitables.
La inesperada ocasión para ello se había dado cuando en un duermevela agitado, como así era siempre su descanso desde aquel ya bastante lejano jueves, surgió de las brumas de su cerebro un curioso sueño.
Y es que en la visión, veía, como siempre que soñaba, pese a que en la cotidianeidad de la vigilia era ciega, que alguien aguardaba la sorpresa de su llegada. Alguien desconocido para ella, he ahí lo extraño del sueño, pero a quien con su arribada, haría plenamente dichoso.
Lo raro del caso, continuó al despertar, ya que habitualmente nunca recordaba lo que soñaba pese a que, por aquello de que los colores volvían a ella, le habría gustado que su vida fuese siempre sueño, que lo onírico fuese lo real, que recuperase la capacidad de ver. Mas nunca era así, siempre despertaba y, al hacerlo, la evidencia de su ceguera se hacía insoslayable, indubitable.
¿Es que no habría sido mejor no despertar cuando su viaje en tren de cada mañana quedó interrumpido, inmisericordemente truncado, antes de llegar? Otros murieron, otros tuvieron mejor suerte que ella, pero ella tuvo que seguir viviendo, viviendo a oscuras.
Que sí, que le habían dicho que su existencia podía continuar teniendo sentido, que no acababa en la ceguera, que muchas cosas podía hacer. Ella quería creerles, quería luchar pero no podía, no podía.
Y ahora, cuando se acercaba la fatídica fecha del aniversario soñaba aquello. Otro por qué, otra duda sin respuesta posible.
Se obligó a poner buena cara, a cerrar los oídos a la desesperación y al desaliento del pánico que le traían los negros recuerdos del horror. Alguien la esperaba, esa era una certeza que no dejaba de estar ahí, pinchando su alma, pellizcándola, incitándola a obedecer, a ponerse en marcha.
¿Sabría arreglarse? Se había abandonado tanto desde aquel día… Nunca supo qué fue del traje chaqueta tan elegante que se había puesto para afrontar una entrevista de trabajo de la que estaba segura saldría triunfante, una entrevista que sin embargo nunca se produciría.
¿Cómo iba a ir a aquella cita que parecía ponerle ante sí el destino con los cutres vaqueros o chándals con los que iba desde entonces?
¿Sería capaz de peinarse bien, de maquillarse siquiera? Pero si no veía, si no era nada.
-Vamos, señorita. Que hoy luce un sol radiante, que la primavera quiere que vaya a saludarla, a decirle que sí, que se está recuperando. Venga, arréglese. Con lo guapa que usted podría ser si se quisiera más.
-Anita, hoy te quiero pedir un gran favor.
-¿Sí? Lo que usted me pida, señorita. Que yo, por usted, haría lo que fuese por verla sonreír.
-Quiero que me ayude. Que me aconseje para salir a la calle e ir a la estación de manera decente.
-¿A la estación? ¿De veras que quiere que vayamos allí?
-Sí, y que saquemos dos billetes para… bueno, usted sabe bien para dónde.
-Ay, Señor Dios mío. ¿De veras que quiere hacerlo? ¿Será verdad que, al fin, va a superarlo?
-Bueno, lo voy a intentar. Es que hoy he soñado que alguien me espera al final, al otro lado. Y quién sabe, a lo mejor es verdad. Siento que debo intentarlo, confío. No sé, igual luego es peor, pero…
Las dos mujeres caminan a un tiempo con miedo y con esperanza, con dudas y con deseos. Ya se oye el bullicio de maletas de ruedas, de megafonías que anuncian salidas y llegadas, de cafeterías y tiendas, de gentes apresuradas.
A Clara María le tiemblan las piernas, le sudan las manos, se le humedecen los ojos. Pero Anita no la deja, le manda mensajes cálidos a través de su voz y sus fuertes manos de trabajadora.
-¿Está segura, señorita?
-No mucho, pero sí, vayamos a la taquilla. Hágase, debe hacerse.
Ya están en el tren, prestas a salir. Las puertas se cierran con el aviso acústico previo de rigor, unos pitidos agudos.
El traqueteo anuncia la marcha. Clara María se aferra a los brazos del asiento. Anita, la protege, le insufla fuerza, osadía.
El tiempo va transcurriendo, las estaciones se van sucediendo. Nada pasa, Clara María se va relajando sin apenas darse cuenta. Sus sensaciones hoy son muchas, tantas que apenas si puede fijarse en ellas. Seguramente la ceguera las hace más intentsas. Tendrá que acostumbrarse a ver con los otros sentidos. Imaginar, fantasear, fabular.
Y sí, han llegado. Hoy sí, no ha habido ninguna novedad, ni retrasos ni incidentes, ni gritos, ni estruendos, ni sonidos de sirenas. Todo está bien.
Están en el andén. Alguien se les acerca. Tiene aspecto de ejecutivo, seguro de sí, decidido, paso firme, hombros erguidos.
-¿Es usted Clara María Céspedes?
-Sí, ella es, responde la buena de Anita con sonrisa pícara.
-Señorita Céspedes, Clara. Hace un año, tú y yo debíamos encontrarnos para afrontar un proyecto profesional. Lo sé, no pudiste llegar, no te dejaron. Y, no obstante, hoy estoy aquí para poner remedio a aquel sinsentido. Para ofrecerte una segunda oportunidad. ¿Querrías…? ¿Crees que los sueños pueden cumplirse?
-Pero si no veo, si no valgo… Y, por otra parte…
La mano de Clara se dirige, con el titubeo propio del bebé que empieza a caminar, hacia aquel ser que la ha esperado., que le ofrece otra oportunidad. ¿Cómo resistirse? ¿Cómo negarse? Sonríe, siente que sí, que la vida vuelve a tener sentido para ella.

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domingo, 4 de marzo de 2012

El buscador que siempre buscaba


Tal vez, influido aún por la experiencia de ayer, sale el cuento de hoy.
Que estéis bien y disfrutéis.
Feliz semana, como siempre.
Con cariño.

Te dijeron que allí lo encontrarías, que ése era el lugar al que debías dirigirte. Tú no te lo terminabas de creer, tantas veces te habían hecho concebir ilusiones que ya dudabas siempre de todos y de todo. Amigos bienintencionados, echadoras de cartas, horóscopos y vaticinios. Todos habían errado el norte, todos se equivocaban al decirte “ve a tal o cual sitio, esta vez va a ser”. Pero no, nunca era.
Y, por otra parte, ¿qué necesidad tenías tú de tanta búsqueda si ya disponías de mucho? ¿Era avaricia, ansia?
No, era querer ser, desear crecer, encontrar a quien te ayudara a conseguir esa quimera tuya.
Sería tu último intento. Lo tenías decidido. Estabas ya cansado, no te quedaban fuerzas. De no encontrarlo, te retirarías a tu claustro de rutinas y paso de hojas de un calendario sin magia ni contenido. ¡Que ya estaba bien! ¿Que ya valía de que tú mismo te hubieses puesto la etiqueta de buscador!
Y el caso es que el aquel lugar sin nombre al que te exortaban a acudir, aquel allí siempre lo habías dejado pasar por alto. Las ocasiones en las que transitaste por delante de su fachada, nunca te llamó la atención, nunca lo viste como la sirena que emitiera sus cantos para ti. Bah, era tan anodino, tan normal…
-¿Estáis seguros de que acertaremos? Es que como volvamos a fallarle, lo perdemos y eso no puede ser, que él merece ser absolutamente feliz… Tanto como él nos ha ayudado y ¿no vamos a ser capaces de hacerlo nosotros por él ahora que, de verdad, lo necesita?
-Que no, mujer. Que ahora sí que sí. Que hemos aprendido de los fracasos anteriores y lo tenemos todo preparado y dispuesto.
Así se comentaba en el reducido círculo de gente fiel que aún le restaba. Esos pocos, tan pocos que siempre se cuentan con los dedos de una mano, que siempre siguen ahí, pese a todo, incólumes a las tormentas del paso del tiempo o del día a día o de los distanciamientos. ¿Amigos se les denomina? No, almas gemelas, mitades de tu yo.
Entraste y lo primero que te recibió fue un vestíbulo amplio, con alguna columna y una mesa de recepción. No había nadie, seguiste adelante, te dijeron que hicieses eso. Viste la escalera por la que, intuiste, deberías ascender hasta el último piso, según lo preceptuado. Empezaste a escalarla. Eran peldaños estrechos e inclinados pero seguiste adelante. Ya que estabas allí, ¿qué otra cosa ibas a hacer? Además, conforme ascendías te fuiste encontrando con otros y con otras que también llevaban tu mismo camino. Pusiste la oreja para escuchar qué decían y les oíste palabras con tonos de espectativa, de promesas de curiosa novedad. Decían que podían haber cogido el ascensor, pero que habían preferido llegar a pie porque así lo harían antes y les convenía hacer ejercicio. Tú te sentiste identificado con su idea.
Y cuando, al fin, coronasteis cima, el anfitrión con aspecto de ser acogedor, os invitaba a pasar y a acomodarse. Te sentaste en la última fila, como siempre solías hacer en cualquier acto en el que participabas, siempre al final, siempre preparado para salir el primero, para huir presto, para pasar desapercibido.
¿Con qué se encontró tu espíritu escéptico?
Mientras que unos y otras se saludaban entre sí _parece que se conocían_ tus ojos se posaron en los de la persona que se encontraba tras la mesa del estrado. La contemplaste viendo cómo se organizaba, cómo sus manos colocaban unos objetos desconocidos para ti. Tus ojos volvieron a sus ojos. Viste su melena castaña, su atuendo discreto pero elegante y sus facciones dulces. Mas, tus ojos volvieron a sus ojos.
La presentaron. Tú seguías prendado de sus ojos. Le dieron la palabra. Tú permanecías mirando, imantado de dos faros, profundos, claros, plenos. ¿De qué se trataba su discurso? Te obligaste a hacer un esfuerzo para atender…
“Las personas ciegas, antes que ciegas somos personas. Los ciegos queremos ser normales pero aún hoy nos encontramos con innumerables barreras de todo tipo”.
¡Qué estaba diciendo aquella mujer! ¿Que era ciega? No podía ser. Si de sus ojos se emanaba una luz increíblemente brillante, la luz que él siempre había buscado y nunca encontraba. Qué desatino del destino: una ciega que destellaba luz. ¿Cómo podía ser? Increíble maravilla, extraordinario prodigio.
Y, no obstante… Volviste a mirar, a dejarte cautivar por aquellos ojos, aquella llama que ardía en ellos. Una llama de pasión, energía, tenacidad, superación y empuje.
¿Y la voz? ¿Y su físico? Poco te importaban en aquel momento. Ya sólo querías una cosa, contemplar eternamente unos ojos que, tal vez, para su dueña, le resultasen vacuos, pero que, para ti, suponían el tesoro definitivo, la máxima de las riquezas. Contemplarlos para siempre, quererlos, descubrir lo que, a través de ellos, se podía obtener, algo especial y único.
Lo supiste, tu búsqueda abía concluido. Al fin, tu gente, había dado con la clave a tanta angustia, tanta zozobra y tanta desesperación.
En un rato te levantarías de esa butaca, te acercarías a ella y… ¿qué le dirías? ¿Sería posible que aún para ti hubiera una postrera oportunidad?

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sábado, 3 de marzo de 2012

La pasión de hacer visible la ceguera

Ya os he hablado alguna vez de lo mucho que disfruto cuando contribuyo a que el mundo de la ceguera se haga visible a través de acciones de sensibilización e información. De lo esenciales que éstas son en el largo camino de la lucha por nuestra normalización. Y de lo gratificante que resulta ver cómo quienes las están recibiendo muestran su interés y su receptividad.
Bueno, pues esta mañana he tenido la satisfacción de volver a experimentar otra vez más esa sensación, ese orgullo.
Y es que mi amiga Elena propuso hace tiempo a Voluntarios de BBVA, el banco en el que trabaja, y demuestra su capacidad aun siendo discapacitada para realizar su trabajo con su bien probada profesionalidad, la idea de organizar una jornada de este tipo.
Desde Voluntarios la acogieron con entusiasmo y plena disponibilidad y enseguida nos pusimos a prepararla. Se trataría de mostrar el Museo Tiflológico de la ONCE, un museo hecho para ver y tocar, proyectar un vídeo sobre los perros guía y luego compartir nuestra realidad, nuestras dificultades y vivencias cotidianas al tiempo que dábamos protagonismo al braille como sistema insustituible para los ciegos en la búsqueda del acceso al conocimiento.
Y creo que ha merecido la pena. He tenido la sensación visual, y no tan visual, de que así ha sido. De que quienes han querido venir a pasar esta mañana de sábado con Elena y conmigo, han disfrutado y aprendido alguna cosa.
Que alguien te diga al terminar, tras un suculento aperitivo al que hemos sido invitados por Voluntarios, que “eres un visionario, que transmites tanta vitalidad y optimismo que es toda una maravilla muy difícil de encontrar hoy día”. Y que yo lo que quiero, a lo que aspiro, es a dar luz a quien me rodea porque lo necesito, porque creo firmemente que merece la pena hacerlo.
En el Museo hemos viajado por el mundo del arte a través de las maquetas que en él se exponen dando una perspectiva diferente de monumentos tan emblemáticos como desde la Mezquita de Córdoba, las murallas de Avila, San Martín de Frómista pasando por el Coliseo romano, el Taj Majal o la Estatua de la Libertad.
El vídeo nos ha enseñado el proceso de adiestramiento de los perros guía y cómo se produce el proceso de entrega a su dueña, algo mágico, aleccionador.
Y en la posterior charla, Elena y yo, modestamente, hemos pretendido dar respuesta a cuestiones como las barreras con las que nos encontramos los ciegos en nuestro día a día, el hecho de desterrar los tópicos generalistas que se suelen dar sobre nosotros, o el explicar la lógica de un invento, tan genial como sencillo, como es el código de puntos salientes que creara Louis Braille a sus 16 años de edad y, para ello, quisimos poner una adivinanza, una frase a descifrar: “Voluntarios y solidaridad, juntos de la mano”.
Las anécdotas y sucedidos han pretendido, en tono de humor, fijar algunos conceptos tan importantes como que el diseño no está reñido con la accesibilidad, que las personas ciegas somos personas antes que ciegas y, por tanto, cada una somos diferentes, que el lenguaje no debe cambiarse y que palabras como allí o allá no son lugares a los que enviar a una persona ciega cuando pregunta, y que queremos estar aunque no veamos, y eso que, a veces, se piense “¿a qué van si no ven? Pues a qué va a ser, aestar allí, a avanzar siempre, siempre adelante aunque a veces cueste tanto…”
Cómo no agradecer a Diego y a Joaquín el que quisieran darnos esta oportunidad. Y que además se haya podido entregar una mochila con algunos recuerdos materiales, pero que debería ser una mochila en la que quepan valores como escuchar, tenacidad, superación, humor, aprender, querer, soñar, vivir.
Y si yo, junto con Elena, hoy hemos ayudado a que seamos más conocidos como ciegos, y a que hayamos dejado un poso en suscorazones, bien habrá valido la pena.
Un reto más superado, una huella más, algo nuevo que recordar y contar.
Y el reconocimiento para Elena por impulsarlo y a Voluntarios de BBVA por apoyarlo y a quienes han venido por querer asomarse a la ventana de nuestro mundo.
Eso es felicidad, estímulo, aliento y fuerza.
Y yo, siempre que acabo una de estas acciones, me pregunto: ¿lo habré hecho bien? ¿Habré dicho lo esencial? ¿Me habrá podido la pasión? ¿Habrá…? No sé.

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