domingo, 28 de febrero de 2010

Los amores d Perejil

Espero recordéis a ese lorito tan simpático, que me ha dado por inventar, con el solo objetivo de haceros sonreír.
Acá va un nuevo episodio de sus alanzas, que no andanzas. Que cumpla su fin de alegraros.


-¡Zocorrooooo! ¡Aucilioooo! Záquenme d’aquí.
-¿qué alboroto es éste? Qué escándalo.
-Que quiero volvé con mi ceñó Romuardo.
-Pero bueno, ¿no me enaveaste (que engatusaste no suena bien en un loro) pa que te dejase estar entre mis gallinas? Y ahora me vienes con éstas. Qué antojadizo.
-Ez que, ceñá Roza. Zuz gallina zon mu brávaz.
-Toma, pos claro. ¿Qué te creías, loro del demonio? Que mis ponedoras son como tién que ser. Na de melindres. Anda, anda. Sal del corral. Que veo que pa l’único que sirves es pa aletear con tu dueño. Que mu pinturero y mu galanudo pero un blando pa mis chicas picoteras.
-Oiga, oiga; zin ofendé. Que uno ha tenido amórez con lo ma granao de la loreria. Y zi no que ce lo digan a la guacamaya Jacinta que tenía en la finca de zu palacio er gobernadó der brací.
-Que sí, que sí. Graznarás lo que quieras, pero con mis gallinas no has podido. Jjejejejej. Es que son como su dueña: rumbosas y echás pa lante.
-Uuuuffff. Por fin ar aire libre.
-Pero qué pinta sacas. Jaajajja. Si paice que t’an desplumao. Jajajja
-Calle uzté. Que pa rato vuelvo por aquí. Ezpero ca mi Romuardo no ce l’ocurra llevame de gira. No ce ría ceñá uzté q’uno tié zu orgullo.
-Ala, ala _¿qué si no?, jajajaja?_ . Vete a picotearte tus plumas con el señó Romualdo. Así escarmentarás y dejarás de ir por ahí tan ufano. Que ser el loro guía del señor secretario no te da derecho a creerte el amo de todo. Se t’está pero que mu bien empleao.
El loro se marcha alicaído y picobajo, para la casa de su dueño, que ya se ha arreglado para salir a dar el paseo matinal de cada mañana. Más en unos días en los que la primavera, en Cascajales del Río, ya reina en todo su verdor aromático.
-Hombre, ya de vuelta. Pensé que me habías puesto los espolones con la gallina de la Rosita y que ya no volverías conmigo. Y qué, ¿cómo te fue? ¿Cuándo tenemos boda gallinil?
-Ay ay. No, no. Que me quedo con uzté. Que yo cortejadó zoy un rato largo, pero no quió zabé na d’una zoberbia dezagradecía. ¿Zabe una coza? Quecectá mu bien aquí, a zu lao.
-Bueno, bueno. Y qué, ¿has desayunado por el camino? ¿O te tendré, encima de que te me vas de juerga caponera preparar la colación? Een fin, menos mal que te tengo buena ley. Anda, toma lo tuyo y descansa que se te oye muy poco garboso. Mientras, yo saldré al poyo de la puerta a saludar a la mañana.
-Ci no fua por uzté.
Perejil moquea emocionado y sensiblón por el pico. Esa noche ha aprendido una lección: que las aves-mozas de esos parajes no son para él. Que mucho cascabel y muchas naranjas pero a él le van las melosotas pajareras de su Caribe natal. Que ahora entiende por qué su señor está soltero.
-¿Qué gorgojeas por lo bajini?
-Que no quió zabé na de gallínaz ni de pávaz. Y q’hace uzté mu bien eztando como eztá.
-Ba, que aquí hay zagalas de bien querer, pero yo siempre anduve entre legajos y tintas, sin tiempo para galantear. Que aún tengo la ilusión de que alguna moza fije los ojos en mí, aunque yo ahora no podré fijar los míos en ellas. Pero bueno, ya me harás tú de ojeador.
-Poz como tenga que cer yo… después de lo d’ecta noche…
-Bueno, bueno. Que pájaras no querrás, pero escotes bien que sé que te gusta picotear. Así que nada de mustieces y vamos a que me alegres la vista con tus picoteos.
-Ezpere uzté que ce m’han quedao miz plúmaz mejórez en er gallinero. Deje que me empoztine únaz que tengo de repuezto en er tocadó lorero.
-jajajaja. Qué bicho más presumido. Perejil mío, cuántas alegrías me das. Recuérdame que escribamos al bueno de carlitos para contarle de tus alanzas y decirle lo mucho que has alegrado mis días de tinieblas.
-Poz lo q’uzté mande, que pa ezo eztámoz.
Loro y amo se dirigen a la vereda entre chopos y castaños. ¿Se encontrarán con alguna… ejem, ujum, pajarita?










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viernes, 26 de febrero de 2010

Origen de algunos refranes

Ah, los refranes, cuánta sabiduría encierran en pocas palabras. Quiero recoger aquí algunos con su origen.
Espero os resulte curioso al tiempo que es un homenaje a nuestros mayores.


A BUEN ENTENDEDOR, POCAS PALABRAS Un día cierto pobre solicitó una entrevista con el cardenal Mazarino para hacerle saber la penuria que padecía. El cardenal consintió en recibir al menesteroso con la condición de que expresara sus deseos en dos palabras: El pobre dijo: -Hambre, frío. Mazarino volviéndose hacia su secretario, dispuso: -Comida, ropas. A ENEMIGO QUE HUYE, PUENTE DE PLATA Indica que es conveniente facilitar la huida del adversario. Procede de una máxima militar atribuida a Gonzalo Fernández de Córdoba durante sus brillantes campañas de Italia. ALLÁ VAN LEYES, DO QUIEREN REYES Este refrán data del siglo XII, cuando se entabló entre los castellanos una disputa sobre si debía mantenerse en la Iglesia el rito mozárabe o el romano. Para zanjar la disputa, el rey Alfonso VI resolvió encomendar la cuestión a la prueba del fuego; arrojaron a las llamas ambos códices y resultó indemne el mozárabe. Como ésto contrariaba al monarca éste hizo que prevaleciese el rito romano. A MAL HABLADOR, DISCRETO OIDOR La víspera de la batalla de Salamina, Euribíades, jefe de los espartanos, discutía con el ateniense Temístocles acerca de los planes conjuntos de combate para oponerse al enemigo. Eran tan divergentes los puntos de vista de ambos que Euribíades alzó el bastón amenazando a su contradictor. El ateniense dijo: Pega, pero escucha. Esta respuesta desarmó a Euribíades que aceptó el plan de Temístocles y ganaron la batalla de Salamina. A PALABRAS NECIAS, OÍDOS SORDOS Cuenta la historia que una vez se acercó a Aristóteles un hombre muy prolijo en palabras. Tanto y tanto hablaba que al final terminó por pedirle excusas al filósofo. Aristóteles respondió: Hermano, no tenéis de que pedirme perdón, porque estaba pensando en otras cosas y no os he entendido una sola palabra. A QUIEN MADRUGA, DIOS LE AYUDA Pone de manifiesto las ventajas del madrugar. Un hombre contaba a su hijo el caso de un vecino suyo que por madrugar encontró en la calle una bolsa llena de dinero. El hijo que tenía bastante apego a las sábanas respondió: Pues a fe, padre, que como madrugar, más había madrugado el que perdió la bolsa. ASÍ SE ABRE, ASÍ SE CIERRA, y ASÍ SE GUARDA EN LA FALTRIQUERA Se emplea este dicho contra las personas inclinadas a apropiarse de lo ajeno. Un caballero ofreció en una ocasión su tabaquera a un extranjero. Este se la guardó. Pasó el tiempo y no la devolvió a su dueño. Un día al encontrarse ambos en la calle, el dueño de la tabaquera paró al extranjero para decirle que tenía su tabaquera un secreto que le agradaría mostrarle. Tomó el dueño la tabaquera y dijo: Así se abre, así se cierra y así se guarda la tabaquera. CON EL AMIGO INCIERTO, UN OJO CERRADO y EL OTRO ABIERTO Procede este refrán de una fábula clásica, cuya protagonista la zorra invita a dormir al mochuelo, comprometiéndose a velarle el sueño. Finge acceder el mochuelo pero cerrando y abriendo alternativamente un ojo; como aquélla manifestó su extrañeza por este modo de proceder, el mochuelo la dijo: Con el amigo incierto, cerrado un ojo y el otro abierto. DE POBRES PAÑALES, OBISPOS Y CARDENALES Indica que a nadie le está prohibido, aunque sea de origen humilde, ocupar por sus méritos puestos importantes. Valentín Esprit Flechier, hijo de un fabricante de velas, hizo con brillantez la carrera sacerdotal y llegó a ser obispo de Nimes. Un día mientras conversaba con un prelado nobiliario que le mostró su asombro porque desde tan humilde cuna había alcanzado ese puesto, Flechier le dijo: sospecho que si vd. hubiera nacido en mi cuna, no hubieráis pasado de fabricante de velas. EL HACER BIEN A GENTE RUIN TIENE BUEN PRINCIPIO y MAL FIN Indica los inconvenientes que tiene el beneficiar a las personas que no lo merecen ni saben apreciarlo. El rey Pedro I de Castilla cabalgaba una noche camino de Sevilla cuando vio a un carretero que intentaba enderezar su volcado carruaje. El rey ayudó al rústico a salir del aprieto. Al poco tiempo Don Pedro sufrió un accidente y el rústico no le ayudó a salir de apuros. Cuando Don Pedro llegó a Palacio dio orden de que trajesen al carretero a su presencia. y le refirió el suceso preguntándole: ¿Qué opinas tú de este suceso y de las dos personas que se cruzaron anoche en el camino de Sevilla ? -Señor, repuso el villano, opino que V. M. se portó como quien es, y yo como quien soy. La agudeza desarmó la cólera del monarca y el carretero escapó con bien. EL PERRO DEL HORTELANO, NI COME LAS BERZAS NI LAS DEJA COMER AL EXTRAÑO Este dicho procede de la fábula de Esopo, titulada el perro del hortelano. Érase, dice, un perro celoso guardián de la hacienda del amo que hasta al buey impedía comer su alimento. Necio envidioso -le decía el buey- que ni comes ni dejas comer. EL QUE NO SE CONSUELA, ES PORQUE NO QUIERE Almorzaba, en una ocasión, en un restaurante un distinguido caballero, cuando un camarero que pasaba junto a él, llevando en lo alto una bandeja con licores, tropezó y derramó sobre el cliente todo el contenido de las copas. El caballero vuelto hacia el camarero dijo: -Menos mal, amigo, que eran Martinis secos. EL ZAPATERO JUZGUE DE SU OFICIO y DEJE EL AJENO Trabajaba un día el pintor Apeles en retrato de un ateniense, cuando un zapatero vecino del artista le hizo una observación atinada del zapato que lucía el modelo. Apeles se apresuró a corregir su yerro. Como el artesano extendió su juicio a otros pormenores de la tela, Apeles le dijo: -Zapatero, no juzgues más allá del zapato. O lo que es igual: "Zapatero a tus zapatos". EN BAEZA, TANTO VALEN LOS PIES COMO LA CABEZA Critica este dicho a las personas que quieren colocarse por encima de sus merecimientos reales. Un hidalgo de Baeza se hizo unos zapatos de terciopelo de una gorra. Cuando los amigos le preguntaron la causa, él respondió: -En Baeza, tanto valen los pies como la cabeza. EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS Es muy antigua esta norma de conducta. Pasaba Carlos V por Calatayud, y un aragonés le dijo: -Cerrad la boca, majestad, que las moscas de esta tierra son insolentes. MÁS VALE TARDE QUE NUNCA Diógenes Laercio, en la senectud, decidió aprender música. Como uno le objetó que era viejo para aprender solfeo, el filósofo contestó: -Más vale tarde que nunca. NO HAY TAL MAESTRO COMO FRAY EJEMPLO Lo decía ya Lucio Anneo Séneca: Lento es el procedimiento de enseñar por medio de la teoría; breve y eficaz por medio del ejemplo. PELILLOS A LA MAR, PARA NUNCA DESQUITAR Los griegos para solemnizar el perdón de un agravio pendiente tenían por costumbre arrancarse de la cabeza algunos pelos y arrojarlos al viento. Este ritual ha llegado a nosotros algo modificado; en algunas regiones de España, cuando los niños acuerdan reanudar su amistad, toman unos cabellos en la palma de la mano y los soplan diciendo: ¡Pelillos a la mar!. PERRO DE MUCHAS BODAS, NO COMIÓ EN NINGUNA POR COMER EN TODAS Cuenta la historieta que era un perro tan glotón que decidió acudir a dos bodas el mismo día, una en Olías y otra en Cabañas, pueblos toledanos distantes entre sí. Lo intentó pero llegó tarde a los dos convites y tuvo que quedarse en ayunas. POR LA CALLE DE LUEGO IRAS A LA PLAZA DE NUNCAJAMÁS Se cuenta que la Madre Mª. de San José, sucesora de Santa Teresa en el convento de Sevilla, no disimulaba su contrariedad por la lentitud con que avanzaban las obras de la nueva casa, por ello dirigía constantes quejas al Provincial, éste respondía: eso se hará luego... Indignada la priora le dijo al provincial: -El que echa por la calle de Luego y por la rúa de Después, llega a la plaza de nunca. PREMIO QUE EN DARSE TARDA, AL PREMIADOR DESHONRA y AL PREMIADO AGRAVIA Don José Patiño, ministro de Finanzas de Felipe V, mereció ser llamado "el Colbert español". Pese a ello no obtuvo ninguna recompensa del monarca hasta pocos días antes de fallecer. Entonces le otorgó el monarca un título nobiliario con Grandeza de España, distinción que le autorizaba a permanecer descubierto delante del rey. Ante este hecho el moribundo exclamó: -El rey me da sombrero cuando ya no tengo cabeza.
PRESUNCIÓN y AGUA BENDITA, CADA CUAL TOMA LA QUE NECESITA Alcesti, poeta griego de poco mérito comiendo una vez junto a Eurípides éste le dijo que en tres días sólo había escrito tres versos. Alcesti contestó: en ese tiempo he escrito no menos de trescientos. -Lo creo -replicó Eurípides. Pero los tuyos sólo durarán tres días, en tanto que los míos serán eternos. QUIEN DA PAN A PERRO AJENO, PIERDE PAN y PIERDE PERRO Indica que los favores que se hacen a personas ajenas no son agradecidos. Luis XIV de Francia solía decir que cada vez que daba un empleo hacía un ingrato y noventa y nueve descontentos. Y Ramón y Cajal, abundando en la misma idea, afirmaba que en este mundo hay tres clases de ingratos: los que callan el favor, los que lo cobran y los que lo vengan. SANTA RITA, RITA, LO QUE SE DA NO SE QUITA Era una joven fea que un día acudió con fe a Santa Rita de Casia, abogada de imposibles, para obtener novio. Dio fruto enseguida la intercesión de la santa, pero como el noviazgo no perseveró, ella decía a la Santa: -Santa Rita, Santa Rita, lo que se da, no se quita. TENGA EL JUEZ UNA OREJA PARA EL DEMANDANTE y LA OTRA PARA LA OTRA PARTE Alejandro Magno, rey de Macedonia, cuando alguien acudía a él con alguna disputa, escuchaba siempre con una oreja tapada. Como alguien le preguntó por qué hacía eso, respondió: -Reservo la otra oreja para el inculpado. UNA EN EL CLAVO y CIENTO EN LA HERRADURA Se aplica a las personas que tienen más yerros que aciertos. Un profesor que examinaba al ingenioso Marcos Zapata después de oir una serie de barbaridades le dijo: -Señor Zapata está usted dando una en el clavo y ciento en la herradura. A lo que Zapata le replicó: -Si se estuviera usted quieto. Con aquella aguda respuesta obtuvo el aprobado el travieso estudiante. UNA LIMOSNA PARA ESTE POBRE CALDERERO, QUE LE SOBRÓ VIDA y LE FALTÓ DINERO Indica que a veces las previsiones más prudentes se ven contrariadas por la realidad. Se cuenta de un calderero que a fuerza de laboriosidad había conseguido ahorrar una cantidad considerable. Iba a cumplir ochenta años y decidió dejar el oficio y vivir de los ahorros. Pero la vida del calderero se prolongó veinte años más por lo que hubo de echarse a los caminos a implorar la caridad pública con esa lamentable cantinela. VIRTUD PREMIADA, QUILATES GANA Moliére, a pesar de las estrecheces que pasó durante su vida, era un hombre generoso; un día dio una moneda a un mendigo, éste pensando que se había equivocado corrió tras él para mostrarle la moneda que acababa de recibir. Moliére conmovido por la honradez de aquella persona, añadió otra moneda a la limosna, mientras decía para sí: -¡Dónde ha ido a anidar la virtud!.

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jueves, 25 de febrero de 2010

¿Vuelve la economía del trueque?

Esta noche de jueves me apetece compartir una reflexión a la que me ha llevado la lectura de un artículo sobre las nuevas fórmulas de intercambio frente a la crisis económica actual, aunque quizá no sólo sea una crisis económica, si no también social.


Resulta que se habla ahora de tendencias tales como el aprovechamiento de sinergias, los bancos de tiempo o el boock crossin. Todo ésto, y otros conceptos similares, aluden a la no utilización del pago mediante la moneda por la prestación o el disfrute de servicios.
Me resulta curioso que se vuelva, bien que disfrazada de tecnicismos anglicistas, a la primera forma de intercambio en las sociedades primitivas: el trueque. Que después de tantos siglos de civilización, en una época de declive se acuda a la esencia primigenia.
Que cada vez proliferen más iniciativas de compartir conocimientos y habilidades sin mediar el pago dinerario o que se deje al albur de quien pueda leerlo, un libro y se confíe en que al cabo del tiempo, éste será devuelto a su dueño original. Que una empresa ofrezca sus servicios a cambio de recibir alojamiento web y otras iniciativas similares que, a partir de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y las redes sociales, vaya calando esta nueva forma de sobrevivir a la actual situación. Se trataría de especializarse en ofrecer lo que mejor se sepa hacer para entregarlo a cambio de necesidades que, aun no pudiendo afrontarlas mediante desenvolso económico, sí pueda llevarse a cabo mediante esa especialización.
Vaya, vaya. Después de haberme tenido que aprender a manejar entre billetes y monedas varias ¿va a resultar ahora que a cambio de tener quien me acompañe a dar paseos o visitar lugares de interés cultural, yo ofrezca mi compañía de cegato chalado. ¿Volveremos a intercambiar trigo por tejidos o calzado? Vaya usted a saber dónde vamos a ir a parar. Qué tiempos éstos, Señor,Señor.

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miércoles, 24 de febrero de 2010

Dorothy Crowfoot Hodgkin


Vaya mi sincero reconocimiento a todas esas personas que, con su saber y tesón, hacen por mejorar nuestra calidad de vida.



Nació en El Cairo, Egipto el 12 de mayo de 1910 dentro de la colonia inglesa, vivió los primeros años en Inglaterra con sus hermanas menores y una nodriza.
La Primera Guerra Mundial atrapó a sus padres en el Medio Oriente y los separó por cuatro años. Esta primera experiencia fortaleció su independencia, su sensibilidad social y su tenacidad, que le ayudó a enfrentar, de adulta, la artritis reumatoide.
Dorothy estudió química en el Somerville College, Oxford. Luego se trasladó a Cambridge y regresó a Somerville posteriormente.
A los 20 años Dorothy inició estudios en cristalografía de moléculas por medio de rayos X, entonces un proceso extremadamente difícil y tedioso al que le dedicó 8 años de su vida. Entre otros estudios se dedicó al del colesterol y obtuvo análisis detallados, por medio de rayos X, al mismo tiempo que impulsaba el avance de esta técnica.
Desde los 24 años de edad, Dorothy sufría de artritis reumatoide, la cual le deformó las manos, lo que le producía continuo dolor, pero ella no dejó que esto interfiriera con sus proyectos.
En 1937 contrajo matrimonio con Thomas L. Hodgkin, proveniente de una familia de historiadores y científicos, con quien tuvo tres hijos: Luke (1938), Elizabeth (1941) y Toby (1945).
Con el apoyo de Thomas para criar a sus hijos, siguió adelante y en 1944 estableció el detalle tridimensional de la estructura de la penicilina (publicada en 1949), molécula inestable de inmensa importancia antibiótica durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
La estructura de la vitamina B-12 fue su logro en 1956, para lo cual Dorothy usó una de las primeras computadoras digitales de alta velocidad. En 1969 definió la estructura de la insulina, culminando así una investigación realizada a lo largo de tres décadas. Los detalles de su estructura ayudaron a descifrar la función de esta vital hormona.
Dorothy ayudó a establecer una de las características de la ciencia moderna: el uso de la estructura molecular para explicar la función biológica.
Por su trabajo en la ciencia Dorothy es considerada una de las transformadoras de la Química Orgánica y recordada como una gran maestra de otras científicas, además de por su trabajo para lograr las buenas relaciones entre Oriente y Occidente.
Murió el 19 de Julio de 1994, habiendo sido la tercera mujer en alcanzar el premio Nobel de química.

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martes, 23 de febrero de 2010

Tonga: el lugar donde sale el sol


Tonga es un archipiélago curioso, que presume del raro privilegio de ser el lugar del mundo donde oficialmente sale el sol. Por aquí pasa la Línea Internacional del Tiempo y mientras que es domingo en Tonga, en la cercana isla de Samoa es sábado. Suena raro, pero en algún sitio tiene que empezar teóricamente el día y los convencionalismos internacionales han querido que sea así...


Formalismos aparte, es un país independiente formado por 170 islas, la mayoría deshabitadas y unas 45 pobladas por poco más de cien mil habitantes y agrupadas en cuatro grandes archipiélagos: las remotas Niuas, que mezclan sus formas volcánicas con sus aguas coralinas, Ha'apai con ese mosaico de islas de nombre imposible de recordar, Vava'u con sus decenas de bahías y pequeñas playas y Tongatapu, que tiene el honor de ser la parte más grande y contar con la capital.
Los primeros en avistarlas habían sido los holandeses, seguidos por los ingleses, pero fueron los españoles quienes tomaron posesión de las islas en nombre del Rey de España. Francisco Mourelle de la Rua fue uno de los representantes del marino–científico ilustrado español, al servicio de un imperio ya en declive.
Desde joven, sintió la llamada del mar, pero su escaso patrimonio (era hijo de pescadores) no le permitió ingresar en la Real Compañía de Guardiamarinas y tuvo que conformarse con la Academia de Pilotos del Ferrol. En 1775 partió hacia Trinidad y sólo tres años más tarde fue nombrado primer piloto del puerto de San Blas, en México, del que partían las expediciones hidrográficas españolas para la Alta California. Allí fue donde conoció a otro marino, Juan Francisco Bodega y Cuadra. Junto a él exploró la costa de California con la misión de llegar a la máxima altura posible de las costas de Alaska.
Su intención era llegar a Siberia, pero las tempestades les obligaron a regresar. Y aquí cambió de escenario. Fue destinado a Filipinas y en uno de los viajes de regreso a México, empezó a descubrir nuevas tierras. Primero fueron algunas de las Salomón. Después el grupo de las Vava'u, en Tonga. Debió de ser un impacto extraordinario encontrar a aquellos isleños que veían por primera vez al hombre blanco. En la primera isla no halló refugio y la llamó Amargura. Sin embargo, descubrió un magnífico puerto en Vauva’u al que llamó Puerto del Refugio, como todavía se le conoce.
Llamó al archipiélago Islas de Mayorga, en honor del virrey de Nueva España, Martín de Mayorga, y al grupo de las Ha'apai las llamó Islas Gálvez en honor del entonces ministro de las indias, José de Gálvez. Así se siguen llamando hoy: el grupo Mayorga y el grupo Gálvez. Tubou, el monarca de las islas, entabló una gran amistad con Mourelle e incluso le
ofreció a su propia hija. Nuestro marino la rechazó cortésmente y pidió provisiones de agua y fruta. Al menos, así quedaron en las crónicas...
Sólo un mes permanecieron Mourelle y sus hombres en este lugar paradisíaco sin ningún incidente con los indígenas. Las descripciones sobre su estancia nos hacen recordar tantas películas sobre los Mares del Sur. Mourelle es poco conocido, pero sus expediciones y sus mapas le sitúan a la altura de otros navegantes tan célebres como Cook, Bouganville o Malaspina. Los informes de Mourelle fueron la causa de que la expedición científica de Malaspina se detuviera en estas islas.
A la larga, la posesión española se quedó sobre el papel y Tonga siguió teniendo sus propios reyes. Para los europeos siempre fueron las Islas de la Amistad y hoy, dos siglos después, este pequeño país al noreste de Nueva Zelanda, sigue sufriendo lo que se llama el síndrome del paraíso: la vida se vive tranquilamente, sin estrés ni violencia, y hasta han podido escapar de la moda light que uniformiza al resto de las civilizaciones. Muchos de sus habitantes están inmensamente gordos y no son infelices sino todo lo contrario. La elección de Miss Vava'u refleja como los michelines polinesios, el aceite de coco y las danzas insinuantes tienen aquí otros parámetros.
De Mourelle todavía se guarda algún recuerdo en Tonga: una placa en el centro de Nieafu, capital de las Vauvau, que recuerda el descubrimiento de Mourelle a bordo de su fragata Princesa. De aquel reino de España de cuyo imperio formaron parte algún día, no tienen ni noticias. Ni falta que les hace. ¿Y qué fue de aquel ilustre marino? Pues continuó viajando, visitó China y terminó combatiendo en las guerras napoleónicas, protagonizando varios hechos navales heroicos. Dos décadas más tarde, pasó a tierras americanas a sofocar la rebelión de las posesiones coloniales. Murió en 1820 y hoy sus restos reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz).

Fuente: http://www.ocholeguas.com/

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domingo, 21 de febrero de 2010

Cesáreo Piedrahita

Buena noche para todas y todos:

Aquí va mi último cuentecillo con el deseo de que este fin de semana haya ayudado a que carguéis las pilas para una nueva semana, pródiga en buenos momentos.
Que os guste.


¿Qué haría ahora él que siempre se caracterizó por su ojo clínico y por su vista de lince? Él que se sentía orgulloso de ser homónimo de un genio de la estrategia y la visión para granjearse los afectos de quienes le conocían.
Una malhadada enfermedad, a saber quién se la querría enviar o dónde se habría hecho la encontradiza con él, le produjo la ceguera. Sus ojos ya no se podrían poblar de imágenes, de estrellas, de caras amigas y enemigas, ya no atesorarían la belleza, él que tanto se preció de buena vista para saber verla donde pocos eran capaces de captarla, para atrapar tantas oportunidades de negocios.
¿Se quedaría en su casa? ¿En un rincón a resguardo? ¿Se sentaría solo? Nunca pensó que un día necesitaría implorar comprensión, él que siempre se ufanaba de agudeza y autosuficiencia bastantes como para ir seguro por los caminos de la vida. ¿Y ahora qué?
Ahora el olvido, o quizá no; mejor no. Los recuerdos. Sí, claro. Todo aquello que había visto y disfrutado. Cerraría los ojos y vería. ¿Vana ilusión o paradoja? Antes necesitaba abrirlos para contemplar las imágenes de su derredor y ahora debía cerrarlos para colorear la negrura de su universo.
Vio a su hermanita llorando porque alguien le había roto su muñeca de trapo mientras él componía una mirada malévola, cómplice. Luego los años les habían traído la incomunicación hecha ruptura. ¿Dónde se encontraría ahora?
Contempló la tristeza de una paloma al comprobar que los huevos de su nido habían sido destrozados por un mocoso. ¿Era él el culpable?
Observó a un anciano perdido en medio de la plaza, solo, sin vislumbrar cómo salir de su laberinto. ¿Por qué no se ofreció a guiarle?
A un vendedor de fruta cuyo puesto era arrasado por la barbarie del fanatismo simplemente porque era diferente. ¿Y si le hubiera avisado de que los hombres de negro venían por él?
Y a una joven obligada a renunciar al amor. Qué tristeza. Creyó que encontraría a otras tantas que caerían rendidas a sus pies. ¿Por qué no luchó más?
Vio cómo él había deambulado por todos esos mundos de manera indiferente, suponiendo haber olvidado. Y ahora se presentaban, después de tanto tiempo, vívidos, reales.
Su frente, entretanto, se había perlado de sudor mientras que su alma seguía estremeciéndose de frío. Cruzó sus brazos en torno a su pecho, soñando con que alguien le abrazaba para darle calor y acurrucarse sobre aquel ángel imaginario.
Pero no, nadie había acudido a su lado. Los aduladores, los supuestos amigos, los conocidos, los que aplaudían sus victorias ¿dónde estaban?
La fiebre y la fatiga de una desazón sin límites le vencieron y se quedó dormido.
Y mientras tanto, sin que nuestro protagonista pudiera saberlo una cara de luna sonriente y melena de plata se asomaba entre las nubes de aquel firmamento nocturno y se colaba por la ventana de su casa. Y es que había descuidado bajar la persiana. ¿Qué le importaba que seres anónimos pudieran ser testigos de sus zozobras si él no les veía? Le resultaba indiferente que se dieran cuenta del caos imperante.
No supo cuánto tiempo había transcurrido, ¿cómo saberlo? El caso es que oyó golpes. ¿Qué los provocaría? ¿Quién los daría? ¿Y si eran paloteos de ciego como los que tantas veces ignoró en otros invidentes cuando llevado de las prisas los había despreciado?
Se resistía a hacerles caso, mas la insistencia de los sonidos no se lo permitió.
-Vamos, Cesáreo. Sabemos que estás ahí. Deja tu orgullo y abre. Queremos ayudarte, estar contigo.
Nuevos sonidos, ahora en forma de palabras, llegaban a sus oídos. Tentado estuvo de ahuyentarlos, de taparlos. Pero tenían un tono, a un tiempo, vehementes y amables.
Se obligó a incorporarse, por fin. Casi no podía. Se tambaleaba. Tuvo que hacer acopio de su menguada voluntad para dirigirse hacia el origen de esas llamadas. Sonaban al otro lado de la puerta.
-Bah, chica. Dejémosle. Él siempre fue un testarudo egoísta. ¿Es que no te lo demostró suficientemente a ti, dejando que te recluyeran en un destino que no debió tolerar? Ya ves, de mí nunca se preocupó, no quiso saber de mis anhelos, de mis proyectos y de mis decepciones. Y eso que soy su única hermana. No sé muy bien aún cómo me dejé convencer por ti para llegar hasta aquí.
-Pues, Luisa; está muy claro. Porque somos las dos únicas personas que le queremos de verdad. Las dos únicas que, más allá de todos a quien fue dejando atrás, seguimos siéndole fieles. ¿Qué importa todo lo demás? Sus ausencias, sus olvidos o sus egoísmos. Le queremos y ya está.
-Es cierto, Josefa. Cuando me dijiste que habías escuchado la noticia de que el magnate de las navieras Cesáreo Piedrahita se había recluido, nadie sabía muy bien dónde, a causa de una extraña enfermedad que terminó en ceguera repentina, no pude evitar que el corazón se me removiese y sintiera el impulso de ayudarle.
-No tuve duda, Luisa. Nosotras que siempre fuimos confidentes y guardianas de sus andanzas sin él saberlo, no podíamos fallarle. Y eso que, tú bien lo sabes, tanto me dolió su deserción hacia mí. Pero pasada la amargura de aquélla, siempre quise recuperarle, aunque las cartas que le escribí nunca recibieron respuesta. Me alegré, contigo, de sus éxitos sociales y económicos aunque él no lo supiera. El amor siempre puede más que la indiferencia.
-Tienes razón. Todo eso está muy bien, pero ya ves. Nosotras aquí, él ahí. Y ¿qué hacemos si se niega a dejar que entremos?
-Pues insistir. Yo no he hecho el viaje hasta esta casucha despersonalizada para nada.
Cuando ya la hermana parece obtener el triunfo de su razón frente al desencanto de la testarudez del amor y el canto de una paloma las acompaña, un cerrojo comienza a descorrerse. Cesáreo ha escuchado. Primero a la fuerza, luego con entrega. No a querido esperar más, tentar al destino de la soledad, sabiendo que alguien, sin él apenas creerlo, sí ha venido. Sólo será capaz de pronunciar dos palabras: perdón y gracias.
Las mujeres le observan sobrecogidas ante la decrepitud de su aspecto. La paloma ha alzado el vuelo con ruidoso aleteo y las manos del otrora potentado hombre de actualidad se han tendido implorando ver.
Las tres personas se abrazan en silencio. Instantes que disuelven rencores y olvidos.
-Vamos, vamos. Pero mira qué desastre. Vaya desorden. Venga, venga que si tan listo fuiste para la industria de los barcos, también lo serás para esta otra empresa, ¿sí o no?
-¿Lo crees de verdad, hermana?
-Toma, pues qué va a ser, y encima con dos mujeres como nosotras a tu lado. Que no se diga. Déjate de monsergas y pa lante.
-Cariño, ¿querrás esta vez quererme?
-Sí, Luisa; seré capaz de volver a ser rico en ilusiones. Claro, querida Josefa, lo que no sé es cómo te empeñas en regalarme esta nueva oportunidad. Gracias, gracias, gracias a las dos. Gracias por ayudarme a volver a vivir otra vez. Pero eso sí, con otros rumbos bien distintos. Y con las mejores de las socias, de las ayudas, con vosotras.

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jueves, 18 de febrero de 2010

Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes.

Esta frase atribuida al escritor inglés, charles Dickens (1812-1870) encierra una gran verdad, llena de sentido común y que debería ser la aspiración de cuantos deseamos hacer de este mundo algo mejor.


Yo trato de aplicármela porque estoy convencido de que, toda persona, por sencilla o humilde que sea, merece la mayor de las consideraciones siempre que se esfuerce por mejorar y superarse.

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miércoles, 17 de febrero de 2010

Aniversario de Madame Butterfly

Aprovechando que tal día como hoy, pero de 1904, tuvo lugar el estreno de esta ópera y, puesto que mi querida Merceditas hizo que me aficionase a ella, quiero dedicarle un pequeño reconocimiento mediante un fragmento (que podréis reproducir pinchando en el título de la entrada) y contando alguna anécdota.
Vaya por Merceditas, por su genialidad como escritora y como amiga. Es un lujo disfrutar de su afecto.


Se estrenó en el Metropolitan Opera de New York en presencia de Puccini el 11 de febrero de 1907 con Geraldine Farrar y Enrico Caruso. En el Met se ha representado 818 veces entre 1907 y 2009, siendo la sexta ópera más popular del repertorio.
En el Gran Teatre del Liceu de Barcelona se estrenó en 1909; hasta 2007 se ha dado 152 veces.
Con las ganancias producidas Puccini compró en 1912 un yate al que llamó Cio-Cio-San.
Y sin embargo en el momento de su estreno no obtuvo ni el favor de la crítica ni del público, lo que obligó al compositor italiano a revisarla.
Está inspirada en el libro de Pierre Loti, “Madame Chrisanteme” (Señora mariposa).

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martes, 16 de febrero de 2010

Historia de los crucigramas

De mis tiempos de cuando veía, otro de mis pasatiempos favoritos siempre lo fueron los crucigramas y demás ingenios, desde los dameros a los jeroglíficos. Recuerdo aún a Ocón de Oro o la revista Quiz, que con tanto deleite adquiría en los quioscos.
Pues bien, vaya aquí la historia curiosa y no demasiado lejana del crucigrama.


El concepto del crucigrama es tan simple que resulta difícil creer que este pasatiempo no se hubiera inventado hasta comienzos del presente siglo.
El crucigrama fue inventado por un periodista de origen inglés. En el año 1913, Arthur Wynne trabajaba en el suplemento festivo que, con el nombre Fun, publicaba los domingos el New York World. Un día, a principios de diciembre, obligado a crear un nuevo pasatiempo, recordó una especie de rompecabezas de la era victoriana, el llamado Cuadrado Mágico, que su abuelo le había enseñado a resolver.
El Cuadrado Mágico era un juego infantil publicado a menudo en libros británicos de pasatiempos del siglo XIX, así como en periódicos americanos. Consistía en un grupo de palabras determinadas que habían de quedar dispuestas de modo que las letras se leyeran por igual vertical y horizontalmente. No presentaba ninguno de los intrincados dispositivos ni de los cuadros negros que Wynne introdujo en su juego. Y en tanto el Cuadrado Mágico daba al jugador las palabras necesarias, Wynne creó una lista de “claves” horizontales y verticales, desafiando al jugador a deducir de las definiciones las palabras adecuadas. En la edición del 21 de diciembre del World, los lectores norteamericanos se encontraron ante la primera versión mundial de un crucigrama. Este pasatiempo dominical no se anunciaba como un nuevo invento, sino que era uno más entre un grupo variado de “ejercicios mentales” contenidos en el suplemento dominical. Y comparado con el nivel de los crucigramas actuales, el de Wynne era más que sencillo, puesto que sólo incluía palabras bien conocidas y sugeridas por unas claves clarísimas. Sin embargo, el juego captó la simpatía del público.
A los pocos meses, el “ejercicio mental” de Wynne aparecía ya en otros periódicos, y a principios de la década de 1920 los principales rotativos de los Estados Unidos presentaban su crucigrama. La editorial Simon & Schuster publicó su primer libro de crucigramas, y en el año 1924 estos libros consiguieron los cuatro primeros puestos en la lista nacional de best-seller. En todo el país, las librerías obtuvieron un beneficio inesperado, ya que los diccionarios se vendían en mayor cantidad que en cualquier otro momento anterior.
En el año 1925, Gran Bretaña sucumbió también a la manía del crucigrama, y una revista observaba que “este pasatiempo se convierte ya en un hábito muy arraigado”. Al poco tiempo, empezaron a aparecer crucigramas en casi todos los idiomas, excepto aquellos que, como el chino, no se prestan a una construcción vertical y horizontal de palabras letra por letra. Los crucigramas llegaron a ser un fenómeno tan internacionalizado que a principios de los años treinta, vestidos, zapatos, bolsos y joyas se adornaban con motivos inspirados en ellos. Si bien otros juegos han aparecido y han acabado por desaparecer, los crucigramas han continuado su carrera ascendente, y hoy se pueden clasificar sin la menor duda como uno de los pasatiempos más populares en casi todos los países.

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lunes, 15 de febrero de 2010

El valor de los objetos

Buenas noches invernales.
Aquí mi último cuento.
Que estéis bien.


¿Olvidarlos?
Un viejo tren, una muñeca en aquella caja del desván, aquella flor prensada en un libro.
Tantos objetos que guardan sentimientos, vivencias e instantes compartidos, tantas personas que nos quisieron.
¿Cómo puede ser que vayan a ser arrinconados? ¿Qué hizo que les dejásemos?
Es verdad. Lo nuevo, las prisas, el hastío o el hartazgo.
Así se decía Arturo de la Hoz. Él que siempre se había considerado tan cuidadoso de lo suyo, tan amante de coleccionar y que ahora se encontraba ante la necesidad de escoger.
Las obligaciones laborales le iban a conducir a nuevos destinos y era consciente de que atrás debería dejar no pocos tesoros. Se vería obligado a elegir entre todo aquello que tanto había significado en su existencia.
Comenzó por lo aparentemente más pequeño: el resguardo de una entrada a cierta obra de teatro. Era un papelito minúsculo, algo arrugado, mas ¿cómo romperlo si en aquella representación se fraguó la más hermosa historia de amor de su vida?
Luego un llavero. Tenía forma de casco de minero. Lo había comprado en su primer viaje al extranjero, cuando visitó las minas de sal austriacas. ¿Cómo tirarlo? Imposible. Con lo bien que lo pasó.
¿Y ese juego de posavasos? Cada uno correspondía a un pub en los que participara como tertuliano de libros y lecturas.
La mañana pasaba y todo le parecía importante, de nada quería desprenderse. Al final se dio cuenta de que por más que lo intentase no sería capaz de hacerlo. ¿Cómo pedir a un padre que se incline por uno de sus hijos sobre los demás?
Pensó que lo único que podría hacer era memorizarlo todo, almacenar en las páginas de su memoria. En ellas no ocuparían el espacio que le iba a faltar y así marcharían con él. Sí, era la mejor solución.
Andrea, su fiel amiga, llegó.
-¿Estás bien? ¿Cómo lo llevas?
_Ya ves, amiguita. Tratando de hacer limpieza, pero, chica, que no hay forma. Que ya sabes cómo soy.
-Bah, no te agobies. Que yo puedo guardar lo que me digas. Sabes que en mi casa hay mucho sitio, quizá demasiado.
“Y más que va a haber” _se dijo con tristeza mal disimulada.
-Ay, Andrea. Gracias por estar ahí.
-Bah, que no es para tanto, que no te vas al Polo Norte ni al Amazonas.
-Es verdad, pero es que me cuesta separarme de todo esto.
-Sí, pues aún que no eres de fotos, que si no…
Tienes razón. Sabes que a mí lo que me gusta son los símbolos más que las imágenes en un pliego de papel, por más colorido que éste sea. No te negaré que las fotos son bonitas, pero a mí, tú lo sabes, lo que me gusta es acariciar entre las manos y a través de ellas revivir lo pasado.
-Venga, que te invito a comer y a la tarde, lo guardamos todo bien etiquetado y lo llevamos a casa. Además así tendrás una excusa para venir a verme, aunque sólo sea para, de vez en cuando, asegurarte de que todo esto sigue conservándose.
-Jajaja. No seas así. Que yo, de venir, sería para volver a verte. Gracias por alegrarme el día. Te voy a echar mucho de menos.
-Bueno, bueno. Ah, por cierto. Que yo venía a traerte una cosilla. Más que nada por aquello de hacer un juego de intercambios. Tú dejas en mi casa parte de tu pasado y yo te entrego algo del mío.
-Uy, qué chulo. ¿De qué se trata?
-¿No lo recuerdas? El primer cumpleaños que celebré ya siendo amigos, me regalaste una pañoleta que me quedaba muy bien, que me encantó. Aquí la tienes.
Arturo no puede dejar de emocionarse. Aún recuerda cómo pidió a la dependienta de aquella tienda tan elegante, que le recomendase aquel obsequio. Cómo ésta le aseguró que gustaría y cuál fue la reacción de Andrea. Su cara de sincera alegría.
Y ahora se la devolvía. Pero no era un rechazo si no una entrega. Hizo lo que tanto le gustaba: acariciarla entre sus manos e impregnarse de lo que representaba.
Degustaron buenos platos y brindaron por el futuro, pero algo más fue aquel almuerzo. Fue el sello de una unión, la hecha gracias al valor de los símbolos en forma de recuerdos materiales depositados para siempre en sus mundos.

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jueves, 11 de febrero de 2010

Alexandr Pushkin

Hacía ya algún tiempo que no hablábamos de personajes de la Historia, de sus biografías.
Vaya hoy aquí la de uno de los grandes escritores de la literatura rusa, coetáneo de Nicolai Gogol.


Alexandr Pushkin nació en Moscú en 1799 y falleció en San Petersburgo en 1837.Era hijo de Sergéi Pushkin, descendiente de una de las más antiguas familias de la aristocracia rusa, cuya historia se remonta al siglo XII y bisnieto, por la rama materna, de Abram Gannibal, príncipe etíope capturado de niño por esclavistas al servicio de los otomanos y trasladado a Rusia, donde se convirtió en jefe militar, ingeniero y noble tras su apadrinamiento por Pedro I el Grande, quien le dio su patronímico.Su abuela materna y su aya, una humilde campesina, por las cuales sintió una devoción inmensa hasta el fin de sus días, le inculcaron un profundo amor por los cuentos y la poesía popular rusa, hecho de notar, ya que en su familia se hablaba francés, como era habitual en la aristocracia rusa. Pushkin recibió sin embargo una esmerada educación literaria basada principalmente en la literatura y la lengua francesas. Lector incansable desde temprana edad, causaba asombro su facilidad para improvisar imitaciones de sus maestros, los franceses Molière, Voltaire y Parny, y los ingleses Byron y Shakespeare. Ya en 1814 consiguió ver un texto suyo publicado en la revista Le Messager de l'Europe: su "Epístola Al amigo poeta".No hizo gran caso de los estudios, pues una sola pasión le devoraba, la de la lectura voraz y compulsiva de la biblioteca de su padre, formada por 3.000 volúmenes, casi todos en francés. Además, la casa de sus padres era escenario de tertulias literarias, además de que su tío carnal, el poeta Vasili Lvóvich Pushkin, hombre culto, bibliófilo, alegre y vividor, de brillante ingenio y verbo fácil, le animó y admiró siempre además de ser su refugio, apoyo y defensa en los momentos difíciles.Realizó sus estudios entre 1811 y 1817 en el Liceo Imperial -llamado posteriormente "Liceo Pushkin" en su honor, cerca de San Petersburgo, donde comenzó a escribir su primer poema largo "Ruslán y Liudmila", publicado en 1820 entre grandes controversias debido al tema y al estilo. Este poema echó por tierra los cánones poéticos del Neoclasicismo, desconcertando a los poetas oficiales y obteniendo un gran triunfo entre los lectores. Uno por uno los poetas veteranos le fueron declarando su admiración.Tras terminar su formación académica se instaló en San Petersburgo, entrando a formar parte de la vibrante y áspera cultura de la juventud intelectual de la capital donde su talento ya era ampliamente reconocido.El zar Alejandro I estuvo a punto de desterrarlo a Siberia; sin embargo sus eficaces protectores y admiradores lo aplacaron y fue desterrado a Yekaterinoslav (hoy Dnipropetrovsk), al servicio del general Ínzov. Allí el poeta enfermó de fiebres y fue acogido en la familia del general Rayevski, con la que marchó al Cáucaso y a Crimea.A la muerte del zar Alejandro I le sucede Nicolás I, que toma bajo su protección al escritor permitiéndole regresar a Moscú en 1826. y en 1829 fue recibido por el zar, quien decidió personalmente ser el censor de las obras de Pushkin. Para entonces sus escritos se editaban en tiradas enormes y el poeta cobraba unos honorarios muy sustanciosos, llegándosele a pagar 10 rublos por cada estrofa de "Yevgeni Oneguin", suma realmente fabulosa. En 1829 volvió a su querido Cáucaso y recogió sus impresiones en "Viaje a Arzerún" 1835.Conoció a Natalia Goncharova, una de las mujeres más bellas de su época. Se retiró a una finca paterna a Bóldino, provincia de Nizhni Nóvgorod.En 1831 conoce a Nikolái Gógol con quien entablará una buena amistad estableciéndose entre ambos una relación de mutuo apoyo. Las historias cómicas de Gógol ejercieron gran influencia en la prosa de Pushkin, quien, tras leer los volúmenes de historias cortas "Tardes en una granja cerca de Dikanka" lo apoyaría críticamente y más tarde, en 1836, tras lanzar su revista El Contemporáneo, que alcanzaría gran prestigio en las letras rusas, publicaría en ella algunas de las narraciones cortas más famosas de Gógol.Las envidias le acechaban y, el 27 de enero de 1837, a los 37 años, Pushkin es mortalmente herido en un duelo mantenido con el militar francés Georges d'Anthés, ahijado del embajador holandés, en las afueras de San Petersburgo, a causa de la actitud provocadora de éste para con su esposa. Le manipularon el arma, por lo que el poeta no pudo defenderse, y la primera bala del arma contraria le alcanzó el pecho al comenzar el duelo muriendo sin que los médicos pudieran hacer nada en la madrugada del 29 de enero de 1837.

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miércoles, 10 de febrero de 2010

La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces.

Este proverbio de origen persa me parece muy acertado.
Qué no podría yo contaros de la paciencia?



Suele hablarse de tenacidad, tozudez o empeño cuando alguien como yo supera metas, pero sin esa virtud de paciencia, tan difícil de alcanzar, no sería nada fácil lograrlo y, muchas veces, los nervios serían padres de no pocos momentos de zozobra e infelicidad.
Así que… mucha paciencia para saber esperar, aprender a perseverar y creer en que merece la pena hacer mucho acopio de ella.
Y hablando de paciencias, quiero mencionaros unas exquisitas pastas originarias de la localidad Soriana de Almazán que llevan ese nombre. ¿Por qué? Pues porque para comerlas hay que ir poco a poco saboreándolas de lo duras que son. Duras sí, pero muy dulces. Ojalá tengáis la ocasión de probarlas.

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martes, 9 de febrero de 2010

La llamada

Por fin, aquí mi último cuentecillo.
Ojalá que siempre haya alguien que salga a vuestro encuentro para guiaros a la casa de la ilusión y la compañía.


Cuando te empeñas en quedarte a resguardo de los avatares en tu puerto seguro, no esperas ya que nadie te motive a abandonarlo. ¿qué sentido tendría renunciar a la comodidad cuando uno ha vivido tanto ya?
Al menos, así lo pensaba Eliseo Martín. Un hombre de edad madura que, tras alcanzar el éxito profesional, decidió dejarlo todo. Total, con lo que había ganado, para él, solo, le bastaría. No era hombre de grandes dispendios, una vez que había recorrido mundo, adquirido objetos caprichosos y su paladar había probado los más exóticos manjares.
Su discurrir diario transitaba por una monotonía plácida. Su paseo matutino, sus incursiones en la prensa general, su colación, sus lecturas, sus charlas de café.
Hasta que un día…
Sí, aquel día en que alguien le salió al encuentro. Y eso que, tentado estuvo de pasar de largo. Sería otro de tantos vagabundos, vendedores o apóstoles de la salvación. ¿Qué le importaban a él? ¿Qué le hizo, entonces, detenerse y prestar atención?
Era una figura anodina, gris, que no destacaba, ni alta ni baja en particular. Y, sin embargo, en cuanto posó la mirada en los ojos de aquélla, no lo dudó. Supo que estaba asistiendo a un momento clave en su existir.
Eran unos ojos profundos, dilatados, claros, llenos de fuerza.
-¿Quieres seguirme?
-¿Por qué habría de hacerlo? ¿Quién es usted para atreverse a interrumpir mi paseo?
-Ah, pero eso podrías averiguarlo tú mismo, si quisieras. Si te dejaras…
La frase quedó en suspenso. Se veía que aquella figura sabía cómo atraer tu atención. No tenía porqué escucharle, pero un magnetismo ignoto se me empezaba a hacer irresistible.
-Pues, usted me dirá. ¿Cómo quiere que sepa quién puede ser? No me recuerda a nadie conocido, no sé. Aunque, por otra parte, han sido tantas las personas con las que he tratado a lo largo de mi vida, que quizá en algún momento hayamos podido encontrarnos.
-¿No recuerda un mercado? ¿Un puesto de especias?
-Pues… no, no sé.
-Claro, ibas acompañado de una hermosa mujer a la que le querías regalar un tarro de esencia de jazmín. Creo que a ella le gustaba la filigrana del envvase, más que lo que pudiese contener. Y entonces…
-ah, sí. Entonces, un mocoso quiso que le protegiese. Huía de las autoridades porque había robado una sandía.
-Es que tenía hambre, mucha hambre.
-No sé qué hizo que me cayese bien. Pero juré a quienes le perseguían que aquella fruta tan dulce y apetitosa me la traía el pillastre por encargo mío. Que me parecía apropiada a mis gustos y que no tendría inconveniente en abonar el precio estipulado. Qué tiempos, jejej.
-Por medio de ese gesto tuyo me salvé de una buena paliza y quien sabe de qué más. Pero cuando fui a darte las gracias os vi tan distraídos que no quise esperar, no fuera que se arrepintiese mi bienechor. Mas antes de volver a correr a esconderme en las callejuelas de la ciudad vieja, me aseguré de fijarme bien en tu rostro. Estuve seguro, aquella lejana tarde de primavera, que algún día saldaría la deuda de honor que, sin tú imaginarlo, contraía contigo.
-Pero, ¿por qué ahora? ¿Después de tantos años? Yo ni me acordaba ya. Lo único que queda de aquella tarde es el sabor amable de la sandía. La mujer huyó de mí y el tarro de jazmín se rompió quedando en la nada.
Tuve suerte, me embarqué, supe granjearme el aprecio de los marineros y cuando, tras la tormenta, naufragamos, ayudé a llegar a la playa al gordo cocinero. Sólo él y yo habíamos sobrevivido. Lo que no podía esperarse es que aquel hombre, siempre despreciado de todos, objeto de burlas e insultos, pudiera ser, en realidad, quien me tendiese el puente a la más increíble de las riquezas.
-¿Riqueza? Yo no necesito ya casi nada, simplemente dejar que pase el tiempo hasta que llegue el momento de ser abrazado por la Anciana Dama.
-Sí, la mayor de las riquezas. El día en que, pasado el tiempo, nos despedimos para nunca más volver a encontrarnos, cocinó ingredientes sólo conocidos por él y me entregó dos cajitas. En su interior había unas porciones en forma de caramelo, las de la una, de color miel; y las de la otra, rojo. Las primeras darían sabor a reencuentros y las segundas, a ilusión. Eso sí, ambas, me permitirían saber buscar a quien quisiera regalarlas.
-Pudo haber pensado que te las guardarías todas para ti, que las consumirías sin quererlas gastar, si tan mágicas resultaban.
-Ah, nos habíamos llegado a conocer bien y la confianza nos cobijaba bajo su manto.
Esa misma confianza, al morir Liu Chan, que así se llamaba, me hizo saber esperar el rescate. Y, sumado a ella, el oficio que me enseñó. Me afinqué en una ciudad nueva, necesitada de emprendedores. Trabajé para compensar la pobreza de mi origen y luché por ayudar a chiquillos como yo. Pero, en medio de todos aquellos triunfos, cuidé de no olvidarte. Aquí estoy por fin. Supe de tus andanzas, de tus triunfos y de tus viajes. Conocí de tu soledad y de tu miedo y no pude esperar más. Creí que no querrías recordar. Más de una vez estuve a punto de llamarte, pero no lo hice, hasta hoy. ¿Quieres acompañarme? ¿Dejar tu tristeza disfrazada de comodidad y venir conmigo a compartir las golosinas de los reencuentros y la ilusión?
No pude decir que no.
-Vamos, ¿qué otra cosa he de hacer si no, yo que estoy tan solo?
Dos hombres caminan juntos por un pasaje que desemboca en una plazuela. En el centro de ésta, una pequeña fuente, en su derredor unos niños juegan y una pareja de enamorados se abraza. Ellos, entre tanto, entran en un discreto local, en cuyo pórtico puede leerse un cartel: “Caramelos y gominolas: un corazón en cada dulce”

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sábado, 6 de febrero de 2010

Una buena noticia de accesibilidad

No quiero terminar este sábado sin compartir una noticia que me ha emocionado esta mañana. Ya veréis con qué poca cosa se conforma este cegato.


Resulta que me he ido a sacar los billetes de tren, para mi próximo viaje, a la estación de Atocha. Podría haberlo hecho a través de una agencia de viajes cercana a mi casa, pero por aquello de dejar la comodidad de lado y sentirme bien, además de ahorrarme la correspondiente comisión, allá que me he dado el paseíto, no más de 15 minutos.
Como toda estación ferroviaria o de autobuses, ésta es muy complicada para moverse para alguien como yo, como diríamos bastante inaccesible.
Pues bien, bastón en ristre, he llegado a la taquilla, me han atendido y a la vuelta, he decidido volver en Metro, que para ciegadas, ya había valido.
Cuál no habrá sido mi sorpresa que al dirigirme a ese objetivo, he descubierto (como el que descubre un tesoro) que habían puesto un encaminamiento que conducía hacia los torniquetes de entrada al Metro.
¿Qué es eso de un encaminamiento? _os preguntaréis_.
Pues no es ni más ni menos que un pasillo de textura diferente colocado encima del suelo que, al deslizar mi bastón sólo tengo que seguirlo conduciéndome allá donde me costaría mucho más llegar sin esa referencia. No se trata de cambiar el pavimento, si no de instalar un revestimiento de otro material y ya. Algo sencillo, no muy costoso pero, os lo aseguro, muy útil.
El problema, una vez que se ha conseguido que lo pongan, es que la gente se conciencie y no ponga obstáculos sobre esa superficie en relieve.
Ojalá que esa pequeña adaptación prolifere en calles y espacios abiertos, pero, eso sí, que se haga bien, que no se convierta en un laberinto de pasillos que uno no sepa cuál seguir.
Y qué queréis, he venido muy emocionado porque, por primera vez, he transitado sin dar tumbos por la estación.
Espero que desde hoy penséis un poquillo más en algo tan sencillo pero tan necesario para los ciegos y que, en la medida que podáis, reclaméis más caminitos como ése. Ya se sabe…
“Por el camino rugoso que va el ciego…”

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jueves, 4 de febrero de 2010

Ah, esa imaginación mía

Sabéis de mi afición a crear historias a partir de lo que yo suelo llamar, en plan irónico, chaladuras.
Muchos me decís que cómo lo hago sin ver. Es muy sencillo: con la imaginación y la observación. Creo que, casi siempre, la realidad supera a la ficción, simplemente hay que saber verla.
Os cuento todo esto para introducir una anécdota que me pasó ayer y que no pretende otra cosa que haceros sonreír.


Durante el tiempo de descanso que tenemos reconocido en el trabajo me fui hacer gestiones y después a tomar un descafeinado de máquina con leche.
Pues bien, en éstas estaba cuando escucho la siguiente conversación entre una voz femenina joven y otra masculina algo más mayor, aunque también joven:
Ella: ¿Te importa hacerme…?
Él: ¿Cómo la quieres de larga?
Ella: Como la tuya.
Ella: es que me piden que me la ponga y yo no sé hacérmela.
Yo no tenía ni idea de lo que fuera que él le tenía que hacer, pero mi imaginación se disparó.
Al fin, pude colegir que era el nudo de la corbata.
Él, supongo que nervioso, dice: no sé si lo habré hecho a tu gusto.
Ella, con voz dulce y sonrisa: es perfecto.
Y le explica: es que tengo que asistir a una entrevista y no tengo ni idea de cómo se hace el nudo. Muchas gracias.
Él: que tengas mucha suerte, aunque estarías igual de bien sin ella.

En fin, que el café me sentó de maravilla, a cuenta de la escena. Pensé que había oído pedir la hora o fuego para el cigarro, a más de indicaciones para llegar a algún lugar,pero esa petición… me pareció la mar de original.

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miércoles, 3 de febrero de 2010

Tánger: el Minzah y el Continental


Quiero retomar lo evocador que resultan esos hoteles que, si bien hoy día, tal vez han perdido parte de su glamur, no es menos cierto que su acercamiento nos lleva a soñar con historias como las que en ellos se vivieron, protagonizadas por nosotros, naturalmente.


Dicen que en El Minzah (no hay que llamarlo nunca hotel Minzah) se inventó el mito de Tánger. No es cierto aunque fue desde su inauguración, a finales de los años veinte, la primera parada de muchos de los personajes que llegaron a la ciudad, y hasta se cuenta que fue el decorado en el que se inspiró Michael Curtiz para rodar los interiores de su película Casablanca. Lo que quizás sea verdad es que desde los años 60, cuando Tánger se integra de forma definitiva al reino de Marruecos, aloja el sueño roto del que habla Juan Goytisolo, la nostalgia de un tiempo perdido.
Fue mandado construir en 1928 por un noble escocés, Lord Bute, a medio camino entre la ciudad antigua y la nueva, en ese estilo neohispano-árabe tan al gusto de la época y que de alguna forma representaba perfectamente lo que muchos viajeros buscaban en esta parte del mundo: una exoticidad confortable, no exenta de lujos, pasada por el tamiz de la cultura occidental y muy especialmente de la británica. Todavía hoy en día entrar en El Minzah dispara nuestra imaginación y más de uno ha querido escuchar en su bar, las palabras que Humphrey Bogart le decía a su adversario en el amor Víctor Lazlo: «Cada uno debe aceptar su destino, sea bueno o malo». El Minzah con su piscina rodeada de palmeras y plantas tropicales lo sabe muy bien y siempre ha sabido sobrevivir a situaciones difíciles.
Quizás ha perdido la perfección en el servicio que exigían directores como el mítico Roger; muchas de las habitaciones se mantienen en una cápsula del tiempo que ya no corresponde a los niveles de lujo de un cinco estrellas del siglo XXI pero sigue siendo digno de una ciudad que fue capital de la Mauritania Tingitana durante cinco siglos (sus habitantes eran ciudadanos romanos), para luego ser parte del Imperio bizantino antes de ser invadido por vándalos, visigodos, árabes, portugueses, españoles, ingleses, y terminar convirtiéndose, en 1787, en la capital diplomática del Imperio cherifiano, cuando el Sultán Sidi Mohamed Ben Abadía invitó a las potencias extranjeras a trasladar sus embajadas y representaciones consulares a Tánger.
Sólo por formar parte de la leyenda del Minzah, ya vale la pena alojarse en alguna de sus destartaladas habitaciones cargadas de fantasmas. Los camareros y empleados siguen siendo herederos de un patrimonio que transmiten a través de mil anécdotas sobre su época de esplendor como cuando durante la II Guerra Mundial, el ala izquierda estuvo ocupada por los alemanes nazis y el ala derecha por los aliados: ingleses y norteamericanos. Después llegarían las estrellas de cine, los reyes, escritores y artistas… seguidos de una corte de mitómanos que sin duda no sabían que, como contaba el multifacético Emilio Sanz de Soto, «Aquel Tánger fue, ante todo, una deliciosa mentira». Lo que no ha cambiado del Minzah es su situación privilegiada, a dos pasos de la plaza de Francia con sus famosos cafés, como el de París, donde se solían reunir escritores y artistas; o La Española, recreada por el escritor Ángel Vázquez como parada favorita de su heroína, Juanita Narboni. El local es pequeño y discreto, con mesas de cristal pero ha sobrevivido en mejores condiciones que sus ilustres vecinos.
Quizás el personaje que más contribuyó, en un primer momento, a crear la leyenda de exotismo en Tánger fue el pintor Eugene Delacroix que desembarcó en 1832 como agregado al embajador francés en Marruecos. Sus cuadernos de dibujos no sólo son la referencia del nacimiento de la pintura orientalista, sino que sirvieron como acicate para que cientos de viajeros pusieran rumbo al estrecho de Gibraltar, provocando la apertura de hoteles que satisficieran sus necesidades.
El único superviviente de aquella época es el Continental, construido en 1865 en una curiosa mezcla de estilos orientales, muy cerca del puerto, a espaldas del barrio de Dar Barud. Aunque ahora sus prestaciones apenas alcanzan las dos estrellas, mantiene algo único que ciertos viajeros conocedores de la Historia saben apreciar.
Sentados en su magnífica terraza, recuerdan que en su día ésta fue la residencia de un joven inglés llamado Winston Churchill de vuelta de su experiencia como corresponsal de la guerra. Se hospedaron también, entre otros: Emilio Castelar, Pío Baroja, Jacinto Benavente, William Somerset Maugham, y Antonio Gaudí que vino con el fin de proyectar una catedral para Tánger que no llegó a construirse por ser «demasiado revolucionaria».
También aquí vino a esconderse, tras su ruptura sentimental con Greta Garbo, Mercedes Acosta. Ésta llegó a Tánger acompañada de la gibraltareña Nelly Baca. Ambas tenían una amiga común en la ciudad, la poetisa Djuna Barnes, que contó que durante su estancia en el hotel Continental se sintió perseguida por la sombra de un hombre grueso, y así se lo hizo saber a su directora. La sombra resultó ser Winston Churchill.

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martes, 2 de febrero de 2010

Un paseo por la naturaleza


¿Qué os parece si nos damos un paseo por la naturaleza de la mano de Carlos de Hita?
Sigámosle y gocemos con sus descripciones que casi se hacen pintura acústica.



Orillas del río Moros, en la llanura segoviana. Jueves, 28 de enero entre las cinco y las ocho de la tarde, desde la caída del sol hasta bien pasado el crepúsculo. El cielo está despejado, la atmósfera tibia, y sólo al final una suave capa de nubes velará la luz de la luna, casi llena, disolviendo algo los contornos de las sombras.
El río corre lento por un cauce amplio, más una sucesión de remansos que una corriente rápida. Las vegas, muy abiertas, están cubiertas de chopos y fresnos.
Las lluvias de las últimas semanas debieron hacer subir mucho su nivel, porque son un puro barrizal. En las zonas de sombra se mantienen unas extensas capas de hielo, finas como hojas de cristal, que la tibieza del aire no ha conseguido fundir. Curiosamente, en todas partes el hielo se ha separado varios centímetros del suelo, lo que hace que el avance se produzca en medio de un crujir constante. Pese al ruido, en las marañas de vegetación ribereñas silba, oculto, un ruiseñor bastardo. No está muy claro por qué lo hace, en fechas tan lejanas a los tiempos de territorialidad y cría; pero así son los animales.
Le responde el torrente de voz de un chochín, tenaz como pocos pese a su ligereza (en algún momento ya hablamos de los pesos pluma). Uno y otro son invisibles, como invisible es la autora de una serie de reclamos nasales, casi estornudos, pitidos y toques rítmicos y quedos. Ella se esconde, pero su voz delata la presencia de una gallineta común rebuscando entre las cañas de la orilla. Al mismo tiempo un hocico y dos ojos brillantes se asoman fugazmente sobre un talud, y a la aparición le sigue un chapoteo y las ondas que se disuelven en la corriente de agua. Apenas ha habido tiempo para identificar la presencia de un visón americano.
Quienes prefieren huir antes que esconderse son varias decenas de ánades azulones que sesteaban confiadamente en los remansos del río. Detrás de cada curva, en cada meandro, arrancan con estrépito, graznan, parpan, sobrevuelan las copas de los chopos envueltos en los siseos que produce su tenso aleteo y se alejan aguas abajo. Ha habido suerte, ya que no había cazadores por la orilla. De lo contrario, un paseo inocente podría haber acabado de mala manera, para los patos sobre todo, pero también para el paseante.
Empieza a caer la oscuridad y el camino prosigue por un rodal de pinos piñoneros, un auténtico bosque isla, que desde hace muchos años sirve de soporte a una colonia de cigüeñas blancas y otra de garzas reales. Para las garzas aún es pronto; tan sólo algunas dejan escapar sus graznidos, ásperos y tan potentes que el cauce del río devuelve su eco.
Pero las cigüeñas son mucho más madrugadoras. Ya hay bastantes posadas en los nidos, esperando la llegada de sus parejas, que acuden en oleadas con las últimas luces. Por un momento el pinar se llena con el crotorar, la suma de los chasquidos de los picos de muchas aves que se saludan, a su manera, sobre las ramas de los nidos.
Y en el silencio del bosque se escucha ahora una llamada lúgubre, una nota larga que reverbera en el aire ya frío. Le responde un gañido más agudo: una pareja de búhos chicos empieza sus escarceos amorosos. La luz de la luna ilumina la negra silueta del macho, que sobrevuela en círculos las copas de los árboles mientras palmetea bajo el cuerpo con las puntas de las alas -un palmetazo por cada tres batidos, según pudo averiguar, quién sabe cómo, un ornitólogo-.
Muy lejos, desde el fondo de la noche, ladra un zorro, también en celo. En pleno invierno, en plena noche del año, hay indicios de que las cosas empiezan a cambiar.

Río Moros, alrededores del caserío de Ayas, 28 de enero de 2010.
Del diario El Mundo, en su edición digital.

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