sábado, 2 de agosto de 2008

Mi premio de fin de curso



Cuando escribí la entrada anterior, pensé en que sería la última antes del regreso de las vacaciones. Pero esta idea he decidido cambiarla para expresar aquí lo que fue mi asistencia ayer al concierto, enmarcado en Los veranos de la Villa, de Jaime Urrutia y Burnin. Un regreso a los años ochenta y a la Movida.
Gracias al detalle que tuvo mi amiga elena, por el que se ofrecía a conseguirme entradas, pude asistir. Era una oportunidad única porque iríamos de la mano de la hermana del cantante de aquel grupo que homenajeara a mi Soria natal, Gabinete Caligari. Sin duda que era todo un lujo ser casi como de la familia de la estrella. ¿Cómo desaprovechar y despreciar el regalo? De ninguna manera.
Nos recogieron Paloma y Alfonso y, tras las presentaciones convenientes, entramos en el marco de estos conciertos, el Cuartel del Conde Duque. Ahí me entero, además, de que éste sería el último evento que se ofrecía en sus instalaciones.
La noche madrileña de verano, espléndida no quiso perdérselo y el nutrido público que allí nos encontramos disfrutamos de la poesía de las canciones, la música, los recuerdos y el baile.
Rememoré mi época de cuando veía y, con la nostalgia a mi lado, vi mis tiempos de ingenua juventud, los sueños de aquella época de arqueólogo frustrado, y, claro recordé a esos amigos que, físicamente ausentes, por no poder estar o por haber sido raptados por la muerte, tanto habrían disfrutado y quise compartir con ellos este regalo y hacerlos partícipes.
Pude ver, gracias a Paloma, cómo era la escenografía, el vestuario, los gestos… Esas chicas teñidas de rosa, increíblemente llamativas; ese momento en que un músico tira la púa de su guitarra al público o cuando es regado por el champán que Johny, el cantante de Burnin, derramó, lo mismo que su efusividad aplastante.
Saber que tal canción fue escrita por tal o cual motivo, o dedicada a tal persona. Poder pasar a saludar a los cantantes, tomarte una Coca Cola con ellos y recibir su agradecimiento por ir a escucharles. Todos estos detalles hicieron qe disfrutara de unos momentos mágicos, inolvidables. Participar de buena música y de la trastienda de lo que hay detrás de ella.
Pero la fiesta no terminó con esto, sino que la alargamos con una tertulia y la necesaria cena. Compartir momentos, algo tan esencial, fue lo que experimenté. Enriquecerme con los conocimientos informáticos y geográficos de Alfonso, entre bromas y veras hablar de la ceguera, de nuestro afán por dejar huella y superarnos. Reconocer el mérito de Elena a quien su ceguera no ha impedido licenciarse en pedagogía a la vez que desempeñaba su trabajo…
Todos estos instantes recompensaron días de desaliento o rutina.
Gracias a quienes los hicieron posibles. Tengo una deuda con vosotros.
Os pego la letra de la canción ¿Dónde estás? Como agradecimiento a Jaime por su sencillez, humildad y genio creador.

Dicen que estas muerta.
Las calles desiertas del olvido
nunca sabrán que sigo el rastro de tu amor,
sus amplias avenidas
le sirven de guarida a tu corazón.
Nunca sabrán que sigo el rastro de tu amor.
¿Dónde estás, quiero verte, dónde estás?
¿Dónde estás, reina de mi soledad?
¿Cuándo vas a quererme, cuándo vas
a despertar del sueño de tu libertad?
Hey nena, he pasado tanto, tanto tiempo buscándote
y la ciudad es tan grande pero tu amor tan pequeño.
Los ángeles del cielo prendados de tu pelo
patrullan por la ciudad,
nunca sabrán que me partiste el corazón.
¿Dónde estás, dónde duermes, dónde estás?
¿Dónde estás, princesa de mi soledad?
¿Cuándo vas a quererme, cuándo vas
a renunciar al sueño de tu libertad,
mostrando dónde estás?
¿Dónde estás, quiero verte, dónde estás?
¿Dónde estás, dónde duermes, dónde estás?
¿Dónde estás, quiero verte, dónde estás?
¿Dónde estás, dónde duermes, dónde estás?

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