martes, 31 de enero de 2012

Cuestión de profesionalidad

Que sí, que ya sé que muchas veces hay clientes que son un petardo inaguantable, que el trato con el público es complicado y no pocas veces ingrato, que es una gran escuela para quien realiza ese tipo de trabajos y todo eso y más.
Que yo , precisamente porque soy consciente de ello, trato de ser amable con quien ha de atenderme en el mostrador de tiendas o bares, y tener las ideas claras a la hora de comprar.
Pero, que haya veces que parezca que estoy haciendo un favor en vez de dejar mi dinero, me irrita bastante.
Y digo esto, a cuenta de que esta mañana he querido darme un capricho y adquirir una buena colonia.
Pues resulta que en la perfumería no había nadie más que yo para comprar y me encuentro con 4 o 5 empleados /as discutiendo entre ellos a cuenta de sus vacaciones y de cuándo las iban a coger.
Y mientras, yo, esperando a que me trajesen lo pedido, que parecía un florero en medio de la nada.Y en vez de aconsejarme o sugerirme se han limitado a traer una muestra de la última variedad de la marca que yo les había dicho y ya, dando la impresión de que tenían prisa porque me fuera o que no les importaba nada el que estuviese o dejase de estar.
No me ha gustado en absoluto la actitud que han tenido conmigo porque ¿qué necesidad tenía yo de enterarme de sus cuitas laborales?
Qué distinta fue, sin embargo, la forma de ayudarme de la chica que me acompañó el viernes pasado en mi supermercado habitual al ir diciéndome las ofertas que había de los productos que yo quería y diciéndome novedades que tenían, preocupándose de lo poco que hay rotulado en braille y demás.
En fin, que, sin ni mucho menos, pretender la falsa adulación, pero sí la profesionalidad y la dedicación, creo que esta mañana alguien ha perdido un cliente.
Y qué queréis que os diga, no creo que estén los tiempos para esto.
Ah, sí; me diréis que si no he manifestado mi descontento. Pues no, no lo he hecho porque tampoco es que hayan sido maleducados ni descorteses. Simplemente, les ha faltado saber vender, ser profesionales.

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domingo, 29 de enero de 2012

Una bala con pedigrí

Porque quién sabe cuándo uno va a encontrar el objeto o la persona que cambie nuestra suerte.
Que estéis bien y disfrutéis con el descubrimiento de Marian.
Con cariño y deseo de buena semana.

María Angustias, Marian, ah qué nombre le habían regalado sus padres al nacer, ella tan deseosa de alegrar y sonreír, una chica alta, de voz dulce, melena ondulada castaña y espíritu inquieto, creyó que el primer trabajo al que no le había quedado más remedio que aceptar, le resultaría en extremo penoso. Así había sido hasta que…
Hasta que un día le tocó, en su rutina de clasificar carpetas antiguas, archivar el enésimo papel, pero resultó ser un pergamino, uno de esos documentos orlado de filigranas y caligrafías aristocráticas en griego.
Ella tan ecuánime siempre, tan excelente profesional, tan objetiva y metódica en todo, apenas si podía creerlo. ¿Cómo dar crédito a lo que sus ojos le ponían delante?
Y es que, conforme figuraba en el texto, se trataba de un informe balístico. ¿Qué podía hacer allí un documento de ese tipo? ¿Cómo no había sido descubierto antes?
El archivo al que le había tocado como destino, cuando aprobó su oposición, no era otro que el vertedero de la Archivística, el departamento al que nadie deseaba ir ni elegir porque en él únicamente se guardaban legajos sin aparente interés: listas interminables de nombres sin sentido, filas y filas de operaciones contables que habían de guardarse por precepto normativo.
Se había dicho, cuando recibió la notificación de la Consejería de Cultura y Educación asignándole la plaza, que bueno, igual era un puente para a atravesar hacia otras orillas más prometedoras, que se lo tomaría como aquellos ritos de iniciación tradicionales de los que su abuela siempre le habló.
Y allí estaba, llevaba ya tres años y había terminado por resignarse, por creer que nunca acabaría su paso por aquella inestable e indeseada pasarela.
El nuevo lunes de Marian empezó como tantos otros, con sueño, con la espectativa de lo que le depararía la semana y con sus rutinas de siempre.
En esas estaba, al par que evocaba los momentos disfrutados durante el finde, incluida su asistencia a la representación teatral _no pudo por menos que sonreír al hacerlo_ en la que la bienvenida al espectáculo parecía ser el anuncio de lo más siniestro, las butacas estaban recubiertas de bolsas de basura y la puerta de entrada a la sala era de plástico, y cómo unos ciegos iban haciendo chistes sobre ello a la salida, cuando se topó con el hallazgo.
Lo leyó atónita. Era el certificado, rubricado por cierto preboste de la ciudad de Siracusa, en el que se aludía a una bala con pedigrí, un proyectil único, especial, que era el utilizado por Arquímedes en sus pruebas para obtener la mejor arma defensiva que librara a su ciudad de la voracidad imperial romana.
Entonces Marian recordó aquella leyenda que contaba su catedrático de Fuentes de Historia Antigua, según la cual se decía que un viejo chatarrero presumía de poseer la bala de Arquímedes, pero que como nadie le había creído, la había terminado por fundir para transformarla, a modo de espaguettis, en filamentos de plomo y que siempre se lamentó por ello. Y ahora, aparecía aquello, ¿qué hacer?
Seguro que si se lo enseñaba a su jhefe, él tan estrecho de miras y tan mezquino, la despreciaría y haría un gurruño con él, o en el peor de los casos, se aprovecharía de su suerte. Así que se lo guardó para sí, al menos, sería un recuerdo.
Cuando terminó su jornada, salió apresurada, como siempre, con la prisa de la juventud, para comer algo. La tarde la tenía completa con sus clases de alemán y su participación en el coro de la parroquia.
La cosa pareció quedar en nada, en un puro suceso azaroso. Hasta que, meses después, leyó en el suplemento dominical de su periódico favorito que la Facultad de Física estaba pensando en organizar un homenaje al genio siracusano con motivo del aniversario de la invención del famoso principio que le había dado renombre. Y que, para ello, se estaba recopilando material disperso en los más alejados lugares.
-¿Y si les llevo el pergamino? Igual, hasta les interesa y todo. Y quién sabe.
Así hizo. En el catálogo de la singular muestra figuraba, como el objeto 328, el pergamino y debajo de la referencia, su nombre como descubridora.
La exposición resultó todo un éxito, un acontecimiento comentado y recordado por los ambientes cultos de la ciudad. El descubrimiento de Marian pasó a formar parte de la Biblioteca Clásica y de él se hizo una serie en facsímil.
¿Y Marian? Dejó su destierro, pasó a dirigir el equipo de restauradores de documentos antiguos y, al fin, encontró sentido a su formación académica y a su vocación de bibliófila apasionada.
Y, entonces sí. Se dijo que podría cambiar su nombre y llamarse María Leticia, Alegría.

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sábado, 28 de enero de 2012

Hoy sí que sí: ¡soy peregrino!

Cuando hace unos días me inscribí para participar en una nueva jornada de senderismo, de las organizadas por la ONCE, no sospeché que sería el comienzo de la realización de uno de mis sueños largamente perseguidos.

Y es que cuánto tiempo esperando con la ilusión de hacer el Camino de Santiago, de poner la oreja atenta cada vez que me juntaba con alguien que lo había hecho, de leer sobre esa Ruta Jacobea tan asimilable a la vida, de fantasear con su Historia y sus historias, su magia. Cuánto hablar de que ése era uno de mis retos por cumplir, de preguntarme y preguntar cómo podría superarlo. Pues ya veis. Hoy sí que sí, hoy me he bautizado como peregrino. 18 kms. entre el puente medieval del Batán en Colmenar Viejo y el pueblo de Matalpino han sido los testigos y a ellos ha querido sumarse un increíble día que más que de un enero invernal ha resultado ser primaveral. Y eso que cuando ayer me llamaron para recordarme la cita, me avisaron de que llevase calzado impermeable y de que fuese bien abrigado, que estaba previsto mal tiempo y, no obstante, nada de eso, muy por el contrario.
Bien, al subir esta mañana al autocar que nos conduciría hasta el punto de partida, alguien ha tomado el micrófono. Se ha presentado como Fernando y nos ha dicho que íbamos a realizar una etapa del Camino madrileño de Santiago, la tercera que se hacía con el grupo de ciegos desde que, el mes de noviembre, diese comienzo en la madrileña plaza de Castilla. Que nos invitaba a que recogiésemos la credencial en la que ir sellando los hitos recorridos y ha recordado la importancia de la peregrinación. A mí, al tiempo que me ha dado rabia no haber participado en esas dos primeras etapas, se me ha puesto cara de ilusión y me he dicho que haría lo posible por buscar el brazo, bien del que así nos interpelaba, o de alguno otro de los miembros de la Asociación de Amigos del Camino que nos acompañaban para, al tiempo que andaba, aprender de sus experiencias, de sus anécdotas, de sus vivencias.
Así ha sido. Tras un breve alto para tomar café en el polideportivo de Colmenar Viejo, hemos llegado al puente medieval sobre el río Manzanares.
Andrés ha sido mi guía y mis ojos hasta Manzanares el Real y, de aquí hasta el final, en Matalpino, Fernando.
Andrés me iba describiendo la naturaleza circundante, las encinas y sabinas, la jara e, incluso, el cantueso. Me ha mostrado, para que viese tocándolo con mis manos, uno de los mojones que señalizan la vía, una vieira en relieve con la bandera de la Comunidad y el punto kilométrico en que nos encontrábamos, el 628, además de una flecha amarilla que apunta hacia el Oeste, hacia Compostela..
Pero también me ha contado de sus viajes a Australia o alrededor del mundo, de las cañadas, cordales y veredas medievales de la Mesta y de cómo el Yelmo de la Pedriza o la Maliciosa apenas si presentaban sus cumbres nevadas.
De la primera vez que él hizo el Camino desde Sarria cuando llegó en tren hasta allí en solitario y lo único que había abierto era la cantina de la estación y que tuvo que atravesar el cementerio en una oscura amanecida o de cuando se despistó y anduvo 40 kms. Hasta llegar a una localidad en la que sólo hubo alguien que le abrió la casa rural y cómo la dueña fue a buscar a Ponferrada morcilla para hacerle, como cena, unos huevos fritos con ese embutido (un manjar de dioses) y cómo estuvieron charlando hasta altas horas mientras degustaba los distintos orujos que hacía de forma artesanal.
Cuando hemos llegado al pueblo en el que viviera el Marqués de Santillana, con su pantano y su castillo en el que se rodó un clásico del cine épico, “El Cid”, con Charlton Heston y Sofía Loren en los papeles principales, Fernando me ha cedido el testigo para continuar hasta la meta.
Este me ha ido narrando las veces que lleva haciendo la Ruta desde 1982, cómo en una parte de la que se denomina Ruta del Ebro, tiene rotulados en braille los mojones y algún otro elemento más. De sus temores, cuando al principio, comenzó a guiar a personas ciegas, y de cómo nosotros le hemos ido enseñando a apreciar sensaciones que a los videntes pasan desapercibidas, de los valores y la cultura del esfuerzo, de que el Camino, como la vida, has de afrontarlo con espíritu abierto, siendo consciente de sus obstáculos pero marchando eternamente hacia adelante, de que tiene partes más duras y otras más suaves, de que debes prepararte y de otros conceptos con los que no he podido estar más de acuerdo.
Hemos comido, lo que cada uno llevábamos, en un agradable merendero en torno a la ermita de San Isidro. Qué curioso, con su pradera y su fuente y sus mesas de piedra como si estuviéramos junto al patrón de los agricultores.
Del punto de avituallamiento hasta el final, en un bar, Fernando y yo hemos seguido charlando de la importancia de la lectura para los ciegos o de la revolución que supuso la invención del braille.
Con el ánimo exultante y el refresco merecido, hemos subido al autocar que nos traería de regreso a la vida urbanita.
Eso sí, aguardando ya la nueva etapa, que será el próximo 25 de febrero y convencido de hacerme con la oportuna credencial antedicha.
¿Qué deciros? Que ha merecido enormemente la pena, que, sin importar el tiempo que emplee en ello, seguiré adelante dispuesto a llegar al final. Que, ojalá, así sea y que cuando me sellen la Compostelana pueda decir, con fuerza, eso de “cada meta alcanzada es el inicio de un nuevo camino”.
Y mientras, espero que, como hoy, pueda hacer que mi espíritu absorva todos esos olores a naturaleza, sonidos de pájaros y encuentros con personas que te dicen: “Buen camino. Ultreia et supreia (más lejos y más alto)”.

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viernes, 27 de enero de 2012

Libre: en memoria de las víctimas del holocausto nazi


Hace hoy 67 años los soldados alíados liberaron el campo de concentración de Auswich. Debió de ser como contemplar el infierno en la tierra.
A cuenta de esa efeméride se ha instaurado el Día de la memoria de víctimas de holocaustos.
A la espera de que yo, alguna vez, pueda visitar ese lugar, dejadme que os invite a recordar a todos aquéllos que fueron víctimas del fanatismo y la mayor de las cegueras.
Vaya por ellos y por ellas.

La canción "Libre" de Nino Bravo habla del primer alemán que murió intentando atravesar el muro de Berlín.
Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años, intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik. Tenían pensado esconderse en el taller de un carpintero, cerca del muro, y, tras observar a los guardias de la "frontera" alejándose, saltar por una ventana hacia el llamado "corredor de la muerte", atravesarlo corriendo y saltar por el muro cerca del Checkpoint Charlie, a Berlín Oeste.
Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la "tierra de nadie", durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada.
Gritó pidiendo auxilio, pero los soldados soviéticos que le habían disparado no se acercaron, y lo único que pudieron hacer los soldados americanos fue tirarle un botiquín, que no le sirvió de ayuda, ya que sus graves heridas internas le impedían moverse, y poco a poco fue perdiendo la consciencia. Durante casi una hora, los ciudadanos de ambos lados de Berlín contemplaron impotentes su agonía, gritando a los soldados de ambos lados para que le ayudasen.
Pero ambos bandos tenían miedo de que los del otro lado les disparasen, como había pasado en otras ocasiones anteriores; aunque ninguna en una circunstancia tan perentoria como ésta y a las dos del mediodía, con tantos testigos presentes, incluyendo periodistas en el lado occidental.
Los soldados del lado oriental, zona a la que pertenecía en realidad la "tierra de nadie", tampoco le ayudaron, y no se acercaron hasta pasados 50 minutos, seguramente para que sirviera de ejemplo para cualquier otro que pensase huir.
Aún así, entre 1961 y 1989 murieron más de 260 personas, sólo intentando cruzar el Muro; además de los que murieron al querer cruzar la frontera entre las dos Alemanias, y ya no hablemos de los que estuvieron en la cárcel por intentarlo, o por ayudar a otros.
Cuando por fin se acercaron los soldados de la RDA y se lo llevaron, los ciudadanos de ambos lados gritaron repetidamente "¡asesinos, asesinos!". En el lado occidental, se sucedieron las protestas y las manifestaciones los días siguientes, y los habitantes del Berlín Oeste comprendieron claramente lo difícil que sería para sus familiares y amigos del Berlín Este el intentar escapar. Asimismo, también se dieron cuenta, decepcionados, de que los soldados americanos, en pleno auge de la Guerra Fría, no harían nada para ayudarles en circunstancias similares. Fue un duro golpe para la esperanza de los berlineses.

Recordáis la letra, ¿verdad?
TIENE CASI VEINTE AÑOS y ya está
cansado de soñar;
pero TRAS LA FRONTERA está su hogar,
su mundo y SU CIUDAD.
Piensa que la ALAMBRADA sólo
es un trozo de metal
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece yo soy libre,
como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su PRISIÓN
y puede al fin volar.
Libre,
como el viento que recoge MI LAMENTO Y MI PESAR,
camino sin cesar,
detrás de la verdad,
y SABRÉ LO QUE ES AL FIN LA LIBERTAD.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción;
marchaba tan feliz que NO ESCUCHÓ
LA VOZ QUE LE LLAMÓ.
Y TENDIDO EN EL SUELO SE QUEDÓ,
SONRIENDO Y SIN HABLAR;
SOBRE SU PECHO, FLORES CARMÉSÍ
BROTABAN SIN CESAR.

La canción, escrita diez años después de los hechos, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana. En el lugar donde murió Peter Fechter, se levantó en 1990 un monumento. Ya en 1997, dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados, y admitieron haber disparado contra Peter Fechter. Se les declaró culpables, y fueron condenados a un año de cárcel. En el juicio el forense declaró que toda ayuda hubiera sido inútil, ya que la gravedad de las heridas le hubiera causado la muerte en cualquier caso. Pero es algo que nunca sabremos.
La canción es símbolo de todo el pueblo alemán que soñó con huir, ya que si Peter fue la primera víctima del muro, el último, Chris Gueffroy, en 1989, tenía, precisamente, veinte años...

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martes, 24 de enero de 2012

Una nueva odisea personal

Hace aproximadamente un año, os conté cómo me había visto obligado a comprar una nueva nevera y las andanzas que ello me supuso.
Ahora quiero compartir aquí otro reto, el de la sustitución de mi ordenador portátil personal desde el que os escribo y accedo a la ventana de la información.
Pues bien, por aquello del nuevo año y de renovarse, se me ocurrió actualizarme y sustituir al anterior, ya con más de 5 años de antigüedad y con un uso suficiente como para plantearme tal posibilidad.
Claro, desde el desconocimiento, uno se enfrenta a una difícil decisión: ¿qué modelo comprar? ¿Con qué versión y características técnicas?
Además debía considerar que siempre la adaptación sonora que me hace accesible su manejo siempre va por detrás de las últimas novedades.
Por otro lado, se habla mucho de las ventajas de los dispositivos Apple y ves que cada vez se va imponiendo más.
Y claro, a uno le pica el deseo de ser como los demás, de sumarse a esa marea con nombre de manzana, pero con las reticencias de lo táctil y demás.
Bueno, pues con todas esas premisas, al final me decido por lo cómodo. Y es que los ciegos madrileños tenemos como contacto de cuitas informáticas a un técnico que, de boca en boca, se ha hecho hueco porque te viene a casa y te trae los equipos puestos con todos los programas necesarios (incluido el revisor de pantalla Jaws que pone voz a la información).
Pues bien, le llamé, le dije lo que quería y a esperar.
Pasaron unos días y aquí que se vino con el nuevo aparato.
Tras un largo rato me dice: ya está todo. Mínimamente toco el nuevo equipo. Primera sorpresa: viene con teclado numérico incorporado y algunas teclas están cambiadas respecto a cómo estaba habituado.
Guiado de mi deseo de cumplir y de la confianza le pago en ese momento.
Se va y comienzo a trastear.
No me aclaro, no va bien, no logro interactuar como quiero. Ese día no ceno y robo horas al sueño nervioso como estoy, más diría, agobiado.
Me autolamento por mi precipitación a la hora de pagarle, por comprar una cosa sin haberla visto antes y por no haber sido capaz de probar las cosas antes de que se fuera.
Bueno, me digo, malo será que no se arregle, que hay cosas peores aunque sea inevitable la frustración.
Al día siguiente le llamo. Me dice que los problemas que tengo posiblemente son debidos a que la arquitectura es de 64 bites en vez de 32 y del sistema operativo 2010. Yo no tengo ni idea, el caso es que no me va nada, que me lo cambie.
Efectivamente, así procede.
Menos mal que el viejo sigue funcionando.
Otra semana de espera y de dudas.
Me lo vuelve a traer ya modificado con 32 bites y con el sistema operativo de 2007.
Escarmentado como estoy de la vez pasada, le pido que probemos los problemas detectados y veamos si, efectivamente, se han solucionado como así es.
Bueeno, me digo que bien está lo que bien acaba.
Pero, oh sorpresa, otro tropiezo más. Me pongo a escribir mi cuento del domingo pasado y el Word se come, con voracidad, las letras y se comporta cual duende travieso. ¿Qué será? Otra llamada más, otra duda más.
Resulta que parece que cuando escribo rozo con el dedo el ratón y, como no veo, el cursor, pues se vuelve un poco loco. Y yo digo, pero si no necesito el dichoso ratón, pues bloqueémosle. Y sí, la cosa se soluciona.
Total, que desde que lo encargué hasta hoy, en que parece que todo funciona y mis dedos se van adaptando a las nuevas teclas, han pasado 20 días, 20 días de tropiezos y agobios.
Y, sin embargo, aquí estamos. Pudiendo decir que ya he superado todo el proceso.
Espero poder disfrutar de este nuevo ordenador durante el tiempo suficiente como para amortizarlo, que me ayude a continuar dejando mi huella a través de los cuentos y demás escritos, y de continuar unido a vosotras y vosotros mediante este hilo virtual que me conecta al mundo de la tecnología.
De momento, ahí estamos otra vez. Ojalá que no vuelva a caer en determinadas piedras que esta vez no he sabido sortear, piedras con nombre de precipitación y falta de concreción en el momento adecuado.

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domingo, 22 de enero de 2012

El mendigo y sus bancos

Creeríais que, a estas tardías horas, ya no iba a haber cuento
dominical.
Pues ya veis que sí.
Tras un estupendo fin de semana de relax, aquí está.
Con
cariño, como siempre.

El mundo de Perico el Tachuelas cabía en una mísera y raída caja
de cartón remendada con pedazos de cinta aislante y embridada por una
despeluchada cuerda. Allí se encontraba su vieja manta de cuadritos, sus plato
y vaso desportillados y alguna magra posesión más que él guardaba como los
mayores tesoros.
Se le decía con ese apelativo aunque no se supiera con
exactitud la realidad de las señas de aquel viejo hombre correoso aunque aún
agarrado a la tierra con mirada febril y ansias de animal fiero que, aunque
herido de muerte, se niega a aceptar la definitiva derrota.
Había vagado por calles y veredas sin destino, errante
peregrino olvidado de todos, especialmente de Fortuna, su esquiva musa.
Y, no obstante, allí estaba con su pequeño botín y la
dignidad puesta por señera y divisa.
Muchos, y muchas veces, quisieron encerrarle en palacios con
nombres de albergues de misericordia o casas de caridad. Mas él siempre se negó
a semejante domesticación, eligió la libertad de la nada frente al cautiverio
de un todo cómodo pero insuficiente.
Conoció a seres como él, a resentidos, buscadores de sueños,
perdidos en las miasmas de Utopía, a mujeres sabias, a derrotados y a más y más
gentes que, terminaron por dejarle siempre atrás, a merced de sus nortes despreciados
por todos, al no ajustarse al modelo sobreentendido del triunfador ufano porque
para él, la victoria debía tener otro título, que no fuese el del Señorío del Tener
sino el del Marquesado del Ser.
Y así había llegado hasta allí, solo, a veces harto, pero
impenitente testarudo.
Eso sí, de algo bien que podía presumir: mientras que ahora
muchos se las daban de conocedores de fusiones
bancarias, primas de riesgos o agencias de deuda, el Tachuelas, él siempre coleccionista
de esos trocitos met´álicos, bien podría confeccionar el catálogo más exaustivo
que nunca se viese de ese tipo de mobiliario urbano, denominado banco.
Y es que los había probado todos, metálicos, con
o sin forja, demadera, de plástico, de los más extravagantes diseños y formas.
Todos habían sido medidos por sus esforzadas espaldas.
Cuánto ingeniero de pacotilla, cuánto sabelotodo de esa
materia andaba suelto por ahí. Ymientras, a él nadie le hacía caso, nadie escuchaba
sus recomendaciones. Que mucha ergonomía, mucho equilibrio sostenible y muchas
otras papanatadas más.
Ah, si hubiesen querido hablar con él, qué buenos habrían
resultado.
¿Qué ´más le daba ya?
La tarde se presentaba fría, neblinosa, gris. Se arrebujaría
en su vieja manta, compañera siempre fiel y aguardaría otro amanecer. Además
tenía motivos para ser feliz, sentirse
dichoso: alguien, tal vez, su alma
gemela, le había traído de regalo todo un banquete, canelones de atún, tortilla
de patatas y tiramisú.
Y para hacerle onor, ¿cuál sería el banco elegido? ¿Su
merecido altar?
¿Cuál sino? El que quedaba bajo el viejo castaño, tan viejo
como él pero junto al que, hace mucho tiempo,
una personita de trenzas rubias y ojos claros pronunció dos palabras que a él
le sonaron dichas para sus oídos, aunque no fuera así: “te quiero”.
Y con el est´ómago y el alma caldeados por unos y otras, fue
vencido por el sueño
Horas después qué importaba quién, alguien encontraría el cadáver
de otro indigente más, el enésimo de ese invierno.
Y los bancos seguirían siendo renovados y nadie recordaría a
un tal Perico el Tachuelas.
O..a lo mejor sí.
Una señora de mediana edad, pero aún hermosa, se ha detenido
bajo cierto castaño y deja vagar su mirada. ¿Qué buscará? ¿Algo?¿A alguien?
Unas suaves pero tristes lágrimas, ruedan por sus mejillas al tiempo
que trata de sonreír, al descubrir, casi confundida, entre la hojarasca y la grava,
¡una tachuela!

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viernes, 20 de enero de 2012

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martes, 17 de enero de 2012

A todos esos animales


Sí, a esos animales que esperan, pacientes, a que sus dueños regresen y les saquen de sus encierros de hormigón.
A esos animales que acompañan a tanta gente sola como hay entre la multitud de las grandes ciudades.
A esos animales que demuestran sus sentimientos mediante hermosos y alegres sonidos que son palabras de amistad.
A esos animales que guían a los ciegos dándoles luz.
A esos animales que nos enseñan que la lealtad es algo más que un mero vocablo.
A esos animales que convertirán su sacrificio en exquisitas viandas para compartir.
A esos animales que nos alegran los sentidos con su belleza.
A esos animales abandonados, cuando ya sus dueños se han cansado de jugar con ellos dejándolos como juguetes rotos.
Sí, a todos ellos mi felicitación porque hoy es su patrón, san Antón. Que él les guarde y vele por reservarles un hueco en el cielo, un cielo que bien ganado lo tienen.

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domingo, 15 de enero de 2012

El malabarista mentecato



Siempre me ha atraído lo que se esconderá tras esas gentes que actúan en calles y plazas de nuestras ciudades. ¿Qué historia les conduce asta allí? ¿Quiénes son?
Bueno, que estéis bien y tengáis esa buena semana que merecéis.

Pues sí, señores; mi suegro se creía que desconocía los epítetos con que meadornaba cada vez que tenía ocasión, adjetivos con calificativo de mentecato, botarate, majadero, memo, lerdo, necio y otros de semejante tenor.
Y yo qué quieren, pues que aun sabiéndolo, siempre me he mostrado desentendido, permanente habitante del estado de inopia.
Y ustedes me dirán que por qué hago gala de tal generosidad. Claro que es el papá de mi señora y que es mayor y que he de respetarle y que qué se le va a hacer.
Pues no, señores; la razón es que nunca he olvidado que un Castillo de la Vega de los Castillo de la Vega de toda la vida haya tenido que aceptar por hijo político _ah, la política_ y amor de la niña de sus ojos que tiene ojos claros, a un malabarista, aspirante a mago y payaso que ayuda a reír, y a soñar, debe ser como un sarpullido provocado por indómita alergia.
A eso le achaco sus piropos y bueno, pues que siga así, que mientras su Charito, Rosario para mí, me quiera y siga, ya me va bien.
Quién le iba a decir a don Juan Enrique que cuando salió de paseo aquella soleada y lejana mañana otoñal se toparía con un artista, sí señores, un prodigio del equilibrismo manual al que le gustaba jugar con limones, naranjas y otras frutas volatineras, y al que, como premio de las monedas más grandes que le echaran, bien que siempre era pocas veces, repartía ensaimadas que adquiría recién horneadas en la panadería de la esquina a cambio de que su dueño le permitiese aprovechar la estela de su clientela para ganarse el sustento.
Yo, en un principio, ni les vi. Eran tantos los que solían pasarse por aquel enclave en pos de los mejores dulces de la ciudad, que no solía fijarme, cómmo hacerlo y desempeñar bien mi trabajo, hasta que oí una voz resistiéndose a alejarse, pidiendo que esperasen, que ella quería seguir allí, viéndome.
Entonces yo la miré, lo recuerdo bien, casi pierdo mano y se caen las bolas del número de turno. Media melena rizada, mirada de sol y cuerpo de promesas. Ah, y a su lado una pareja de edad ya avanzada, elegantemente ataviada. Mas a ésta pronto olvidé, sólo pude prestar atención a la joven. Nos miramos. Me sonrió. Le guiñé un ojo como tendiéndoselo para que se abrazase con sus ojos, mientras que yo impulsaba arriba, muy arriba, los objetos de mi prestidigitación.
No me importó que, al terminar, se fueran porque supe que ella regresaría como así fue.
Y regresó, claro, y me trajo, no unas monedas grandes, sino la oferta de un futuro en común.
¿Y sus papás? A duras penas se resignaron a aceptarme por yerno pero, al fin, lo hicieron.
¿Y saben qué? Que mi suegra, doña Encarnación, está encantada porque cada vez que aparezco en el programa televisivo de turno, es que me convertí en famoso de pro, pues presume ante sus amigas.
¿Y don Juan enrique? Pues, también, oigan. Que sé que cuando va al casino bien que le gusta decir: “este truco me lo enseñó el mentecato de mi yerno”. Y va y queda como un experto en naipes y prodigios numerológicos.
Ah, y ahora Rosario y yo vivimos en un pisito, regalo de papá, y vamos a tener un bebé. Y ese bebé será querido y sabrá cómo se conocieron sus padres en una acera de una plaza y sus abuelos le malcriarán como lo hacen todos los abuelos con sus nietos a la vez que se les cae la baba.
-Cariño, que es mi padre, que te pongas.
-¿Tu padre? ¿Me irá a premiar con otra sarta de galanteos de los que usa habitualmente conmigo?
-¿Sí? Dígame, don Juan.
-Que no podía esperar a verte. Que, a partir de hoy, dejas de ser el mentecato de la familia y para mí, para todos nosotros, serás, ya para siempre, don José Luis. Que alguien como tú, por mucho que aparezca por doquier, aunque sea en la tele y los teatros de postín, pintarrajeado y con capa de lunares, vaya a ser el progenitor de mi descendencia, merece una oportunidad también entre los Castillo de la Vega Hornillos. Así que ya lo sabes.
-Vaya. Esto sí que es un triunfo, y no los que obtengo por ahí, más viniendo de usted.
-Pues nada, pero eso sí… no se te olvide cuidar bien a mi charito, ¿eh, botarate? Uy, perdona, hijo. José Luis.
Ya ven ustedes, lo que hace la paternidad. A ver con el próximo niño que engendremos qué otra novedad me trae. Y yo, entretanto, a seguir dale que dale a las manos y a la imaginación para crear nuevos trucos. Que ahora no puedo defraudar a mi señor suegro, faltaría más, ahora que me llama de don y todo.
Y Rosario, cuando se ha enterado de la novedad, me ha abrazado, feliz al fin, feliz con la dicha de quien va a ser madre y de quien ve que su niño trae bajo el brazo el pan de la concordia familiar.
Ah, y no pasen de largo ante cómicos, mimos y demás artistas callejeros que ellos también tienen su historia y quién sabe, igual luego pueden presumir de que ustedes les conocieron cuando no eran famosos y ahora… ya ven. Háblenles, ayúdenles y respétenles, lo merecen porque se esfuerzan, son buenos. Lo único que les falta es la suerte que a mí me vino a ver aquella lejana y soleada mañana otoñal.

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miércoles, 11 de enero de 2012

Cebador

¿Y si hablamos de una palabra? Una de ésas poco usuales que, no obstante, forman parte de nuestra cotidianeidad.
Qué menos que la elija siendo cegato, jejejej.


Cebador: sustantivo.
Pequeño dispositivo para el encendido de los tubos fluorescentes.
Frasquito de pólvora para cargar las armas de fuego.

Y él que, con su proverbial glotonería, siempre creyó que un cebador era el señor que se encargaba de dar de comer sin medida y resulta que es el chisme que hacía funcionar las barras fluorescentes de su cocina. Ah, y que con él, se cargaban las pistolas para duelos de caballeros orgullosos de malentendidos honores.

Vaya, vaya; vivir para ver.

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martes, 10 de enero de 2012

Prueba

C

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domingo, 8 de enero de 2012

Una palabra



Bueno, recuperando rutinas y buenas costumbres. Aquí el cuento de cada domingo, un cuento cargado de intención.

Que estéis bien y con fuerzas renovadas para comenzar un año pleno y cargado de satisfacciones.

Melchor, Gaspar y Baltasar. Tres nombres en libros antiguos o carteles polvorientos abandonados.

Oro, incienso y mirra. Tres objetos inútiles, merecedores de burla.

En eso había quedado la antigua fiesta solemne de la Epifanía en la que ilusión y magia daban la mano a los habitantes del pasado siglo.

Ahora lo único que se celebraba era el sagrado Día del Silicio y en él era típico regalar porciones de ese mineral envueltas y presentadas en las más curiosas formas y diseños.

Y es que como todo giraba en torno a circuitos, condensadores y demás chips y nanochips, pues a los regidores de las nuevas generaciones de terrícolas les había sido fácil canonizarlo y abanderar el milagro de la nueva religión.

Que sí, que aún quedaba algún marginal nostálgico o soñador de antiguas glorias y fastos, pero eran tan escasos que se les daba de lado.

Y entre estos pocos, un eremita buscador de historias con pluma y tintero deambulaba por calles y plazuelas, un arqueólogo de la palabra. ¿Descubriría, al fin, su tesoro?

Un ciego da vueltas perdido, parece desorientado, Minotauro en moderno laberinto. ¿Cómo puede ser si todo está tecnificado?

-¿Qué buscas? ¿Puedo ayudarte?

-Busco a quien regalar una palabra que nadie quiere, so pretexto de caduca.

-¿Qué palabra es? Mi oficio es encontrar vocablos olvidados.

-La palabra es Amistad. ¿La quieres? O tú también la vas a despreciar por inútil y antigua.

-Déjame que la escriba, que la dibuje sobre mi corazón con la tinta de la complicidad. Qué bien queda en mi pecho. ¿Querrías que también la pintara en el tuyo? ¿Querrías que vayamos en pos de quienes nos dejen pintársela?

-¿Querrás que tome tu brazo para guiarme?

-Claro, es tu brazo, amigo.

Y mientras por doquier, san Silicio se muestra ufano, opulento y dominador, dos solitarios seres avanzan, pero ahora lo hacen con un nuevo signo, el de la amistad, iluminado con colores de sonrisa y felicidad.

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sábado, 7 de enero de 2012

Y llegaron los Reyes Magos

Sí, llegaron los Reyes Magos para ponerle colofón a la Navidad y ellos me trajeron, como presentes no oro, incienso y mirra, sino la visita de mi familia, una bufanda y un talonario de vales.

¿Un talonario de vales regalo? Sí, un talonario en el que cada talón certifica que “Vale por el/la mejor de los amigos/as”.

Es un talonario grueso, con muchas hojas, algunas ya están impresas con nombres y otras aparecen en blanco, dispuestas para ser cumplimentadas a lo largo del tiempo. Una bufanda que abrigue mi cuello de fríos y mi alma de soledades.

Y una familia que ha qerido venir a acompañarme y compartir momentos.

¿Cómo no sentirme privilegiado si los Reyes me han traído todo eso?

Sé que cuando os vea, el talón de la amistad correspondiente cobrará sentido, se convertirá en magia y obtendré vuestra complicidad de afectos, porque los Reyes magos así han querido que lo sea.

Que cuando tirite, la bufanda me traerá el calor que anule la fiebre y me dé confort.

Y que mi familia, querrá volver y me dejará que sienta el orgullo de hacer de anfitrión aun con mis torpezas de novato.

Es verdad, sin ver y todo, quise ir a ver la llegada de Sus Majestades, estar allí (ya sabéis lo que me gusta catarlo todo) en medio del gentío, sufrir empujones y malos modos, observar egoísmos y sinsentidos aunque también generosidad e ilusión, escaleras para que subieran los niños, paraguas recoge caramelos, deseos de que mereciera la pena, despliegue de fantasía y luz.

Y cuando a casa llegué me encontré con que Melchor, Gaspar y Baltasar habían pasado por ella dejándome lo dicho. ¡Qué lujo!

Que os hayan traído también regalos como ésos, presentes que más allá de lo material sean símbolo de cariño, entrega y sonrisas, de luz en definitiva. Que no olvidemos que quienes los encargaron lo hicieron con esos mismos sentimientos de corazón.

Ah, y que sepáis que me quedo con esos regalos, que aunque venían con su ticket para poder cambiarlos, me los quedo, son míos y bien que me gustan. Vamos, que no me da la gana devolverlos.

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miércoles, 4 de enero de 2012

Feliz cumpleaños, Louis Braille


Buenos días:

Permitidme que comparta aquí, este pequeño artículo que, desde el Club Braille de Madrid, hemos elaborado con el fin de distribuirlo a la sociedad y recordar esta fecha tan emblemática.
Que os guste y... ¡¡Felicidades!!

Hoy es 4 de enero y para las personas ciegas esta fecha es siempre un referente que no debemos olvidar, perder de vista.
Y es que hace 203 años nacía, en el seno de una familia francesa de artesanos del cuero, un niño, el 4º, en el que sus padres depositaban sus esperanzas para ser cuidados en la vejez.
Ese niño, encontraba en el taller de su padre todo un paraíso en el que jugar y soñar pero, a sus 3 años, se hirió en un ojo con una de las leznas empleadas en la guarnicionería paterna y poco después, esa herida derivaría en ceguera.
El tiempo y el amor de sus padres y de quienes ya vislumbraban su talento singular, conduciría al pequeño Louis al colegio de jóvenes ciegos de París, fundado bajo el calor de la Ilustración, por un filántropo, Valentín Haüy. Allí, él y otros como él, podrían aprender nociones básicas que les ayudaran a tener un futuro mejor aunque las condiciones del centro no fueran, ni mucho menos, las más adecuadas.
Louis demostraría que, en medio de la adversidad, el ser humano es capaz de sobreponerse y superarse. Alcanzó las mayores calificaciones, llegó a desempeñar el puesto de organista en una iglesia parisina y el de profesor en aquel colegio, además de ser premiado por su brillantez académica. Pero, más aún, tuvo la genialidad de inventar, a partir de la idea de Charles Barbier, un militar de los ejércitos napoleónicos, un código de lectura y escritura para que, mediante el tacto, los ciegos del mundo pudiéramos gozar de la llave del conocimiento, mediante el acceso a la información.
A los 43 años falleció, aquejado de tuberculosis, derivada de aquellas insalubres condiciones en las que se hallaba el colegio de ciegos.
Paradójicamente, la ceguera le fue originada por una punta y otra punta, el punzón con que realizó las incisiones en el papel para producir su sistema de puntos salientes trajo la luz a los ciegos.
El rechazo que, en sus orígenes, el braille generó por envidia o desconocimiento, pronto se demostraría baldío. Su legado iba a ser toda una revolución, un salto hacia adelante para las personas aquejadas de ceguera.
Hoy su código mantiene plena vigencia y sin negar las ventajas de el audio o la tecnología, que lo complementan, sigue siendo esencial para los invidentes.
Afortunadamente, cada vez hay más presencia del braille en la sociedad, bien que menos de la que debería. Porque el poder disponer de medicamentos y otros productos, bienes y servicios cotidianos, rotulados en braille, es necesario, imprescindible diríamos, para ayudar a que las personas ciegas tengamos una vida autónoma y plena. Hagamos, en definitiva, realidad el sueño del pequeño Louis.
Quienes tanto le debemos, por su invento y su testimonio de entrega tenaz, queremos compartir nuestra felicitación, nuestro recuerdo emocionado.
Louis Braille, sin duda que lo sabe: cada vez que las yemas de los dedos de una persona ciega descubren, igual que cualquiera otra lo hace viendo, gracias a sus puntitos, la evocadora magia de un nombre, una ciudad, una historia, un mensaje, la discapacidad se transforma en capacidad diferente, en superación.
Hagamos que siga vivo, recordémosle y luchemos porque el braille forme parte de nuestras vidas, de nuestro entorno.


Madrid, 4 de enero de 2012

Jesús Alberto Gil Pardo

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lunes, 2 de enero de 2012

El devorador del tiempo

Que sí, que ya sé que es lunes. Pero es que ayer el tiempo, no sé si sería el del relato de esta semana, no me dejó cumplir con mi costumbre de cuentear.
Bueno, que hayáis sobrevivido a la nochevieja con holgura y que sigáis ahí.
Buena semana de Reyes Magos, de esperas.
Que estéis bien.
Con el mismo cariño de siempre aunque el año sea nuevo.

¿Un muñeco construido con nieve cinco copos de los Alpes suizos? Bah, pero si resulta que vives en un piso de ésos de hormigón y acero de una calle cualquiera de una ciudad indeterminada, colmena de enjambres terrícolas.
¿La catarata del africano lago Victoria? Ay ay, si el único torrente que se oye desde tu dormitorio es el que fluye por las cañerías de tu vecina cuando se ducha o en el momento en que deposita sus encantos curvilíneos sobre cierta taza, no precisamente de té de Ceilán.
¿Un exótico bazar con las más variadas exquisiteces? Pero si la única tienda a la que puedes acudir es un impersonal supermercado en el que todo está plastificado, higienizado y muchos otros ado.
¿Los arcanos frondosos bosques de la Selva Negra? Unos enclenques arbolillos encerrados en unos maladados alcorques son la única sombra que recibe tu acera. Míseros palos imberbes a los que agarrarse algún triste pajarillo urbanita.
¿Sueños, realidad? ¿Realidad, sueños?
Así reflexionaba y fantaseaba Eugenio Feito da Ley mientras preparaba, con los meticulosos orden y mimo de siempre, el recipiente con las 12 uvas de rigor que darían paso a otro nuevo año.
Entretanto, mientras todo eso hacía, interrumpió sus dilemas para sonreír al evocar la ocasión aquélla en la que quiso engullirse todas las uvas de un solo bocado, pretendiendo zamparse de una vez todo el Tiempo. Y cómo fue que el travieso don tiempo le devolvió la jugada con una recia náusea que, a punto estuvo de proporcionarle pasaje gratuito al reino de Más allá.
Esta vez urdiría una estrategia bien distinta. Menudo era él, que bien se las pintaba, cuando quería, para engatusar y emperrear. Acariciaría cada uva, la lamería cual guinda en sazón, la saborearía y la degustaría como el más excelso de los manjares.
Estaba seguro de que, procediendo de esa guisa, el tirano de los Relojes, caería a su estómago, que no a sus pies,con la pausa deseada.
Preparado el ritual, se dispuso a proceder al son de tintineos televisivos con voz de folklórica incombustible cuando los timbres de aquí, allá y acullá sonaron al unísono.
¿Qué hacer? ¿Ignorar esos cantos de sirena? ¿Interrumpir su acción devoradora? ¿Quién sería el inoportuno rinrineador? Aunque, ¿y si resultaba que era su vecina la de los torrentes?
Por otra parte, no quería resignarse a dejar pasar la oportunidad de conquistar al señor don Tiempo. Con lo bien que lo había preparado todo.
No tuvo más remedio. Se levantó en pos de las llamadas. Pero nada, que nadie se encontraba al otro lado. Que cuando quiso retomar su empeño, ya las campanadas habían dejado paso a brindis, palabras e invitaciones vedadas para él.
¡Maldita sea! Otro año en que se me escapa. ¿Será posible que alguna vez consiga atraparlo?
Ahora ya nada más le restaba que, como siempre, conformarse con sus imaginarios viajes, sus citas de fantasía y sus chocar de copas consigo mismo.
La nochevieja sería para él otra nochevieja más, otra como las de siempre: ensoñaciones, deseos, proyectos, intentos todos ellos conjugados en soledad.
Se dispuso a desenvolver la enésima figurita de mazapán, cuando, oh maravilla, la mixtura de almendra molida, yema de huevo y azúcar cobró vida.
-No soy tu perseguido don tiempo,pero sí soy una vieja cautiva de tu persona. ¿Me quieres? Soy la señorita Mazapina y vengo para hacerte feliz esta noche, con voluptuosidades, piruetas y cabriolas quiebracinturas. Y, a lo mejor, hasta podemos marcarnos un vals entre maese Cavanini y servidora, un baile que te hará cosquillas y conseguirá que, esta vez sí, seas feliz. Chinchin, jigi, viva, yupi.
Don Tiempo aleteó por casa de su perseguidor, seguramente con no poca envidia, y no pudo hacer otra cosa que pasar de largo. La tía Aurora le esperaba, era ya día, nuevo día de buenos propósitos y llamadas a su majestad la reina, doña Voluntad.
Ahora que Eugenio Feito de nada de eso se apercibió porque él continuaba acariciando la yema de Mazapina con las yemas de sus dedos, sonriendo plácido, olvidando que pocas horas atrás sentía hambre de Tiempo porque su panza panzuda estaba saciada con la visita de una extraña figurilla, que no figurota, y el acompañamiento de un espumeante con ínfulas de compositor, Cavanini Paganini.
Que les diesen a todos por donde amargaran los segundos y segundones temporales que él acababa de encontrarse con su diosa Eternidad.

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