jueves, 28 de noviembre de 2013

La risa, en ti

Feliz jueves:
Antes de nada, os pido disculpas por no haber compartido esbozo de poema la semana pasada. No me resultó posible por falta de tiempo.
Espero que éste de hoy compense esa ausencia.
Por vuestra risa, que nunca os falte y siempre la tengáis dispuesta para dar luz a mis días.
Un cálido abrazo risueño de luz.

La risa, en ti

Ríes, amor mío, y mi mundo se viste de nuevos colores;
Arroyo cristalino en el que refrescar mis ardientes locuras.
Castillos de  mágica arena fina.
Ríes, querida mía, y mis sueños se convierten en frutas maduras;
Huerto fecundo de preñados frutales.

Me haces reír, ingeniosa creadora;
con tu cara de fantasía y tu cuerpo de filigrana;
Velas de barcos surcando los horizontes de la azulada marina.
Actuaciones genuinas con tan solo la promesa de tu  sal arcana    
Me haces reír, única Payasa, con tus manos de regaliz y tu nariz de triunfadora.

Te hago reír, dices, princesa de exótico coral;
Te ríes, afirman,  más con él que conmigo.
Bálsamo de mi curación, única medicina.
Te reías cuando ponía caras de travieso amigo;
Te reirás si,  a la lluvia,  canto alto en el robledal.

Alegre risa alegra tus salvadores faros;
Dulce cosquilleo dulcifica tus apetitosos hoyuelos.
Altar en que adorarte, hembra divina.
Sonora carcajada suena en tus sueños de altos vuelos;
Aromática sonrisa huele en tu alma sin miedos ni reparos.

La risa en ti, calor de mi alma, me Hace construir castillos de mágica arena fina
Y tejer velas de barcos surcando los horizontes de la azulada marina.
La risa en ti, luz de mis ojos, es bálsamo de curación, única medicina
Y Altar en que adorarte, hembra divina.

Si tu risa me faltara, aliento de mi espíritu, estéril viviría;
Y vacíos serían mis días.
Si tu risa, alguien me robara, galanteador ladrón;
Un velo negro de muerte negra cegaría mi corazón.

Ríe, mujer de mis secretos deseos;
Sonríe, doncella de mis hondos suspiros.
La risa, en ti es mi perfume de jugosa mandarina.
Ríe, cascabelera de mis nocturnos tiroriros;
Sonríe, alondra de mis oníricos devaneos.


 

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lunes, 25 de noviembre de 2013

La mujer del acantilado

Buenos días de lunes:
Aprovechando esta mañana festiva de la que gozo, después de haber disfrutado de un fin de semana inolvidable de encuentros e ilusiones, comparto mi nuevo cuento.
Que estéis bien y os guste.
Con cariño.

La mujer del acantilado

Qué agradable resulta pasear por esta playa de recortados acantilados. Su orografía dentada, refugio de olas bravas y caja de resonancia de emocionante sinfonía, sus evocadores recovecos de misteriosos habitantes, , su solitario entorno.
Me gusta no encontrarme con nadie en estos paseos matutinos. Otra cosa es cuando lo que pretendo es tomar el sol, alegrar mi vista con el espectáculo de hembras ofreciéndome su piel desnuda con curvas y turgencias.
.Entonces es otro el destino que elijo, arena fina, planicie, mar en calma.
Qué gusto da sentir en mi cara la turbulenta espuma rebotando en mis mejillas, escuchar al viento, espigones de roca que cual tambor atronador irrumpe con sus ecos de lamento.
Lamentos, sí, aullidos de tragedia y naufragios, pero también de naturaleza indómita, de la sobrecogedora inmensidad, escarpada, peligrosa, de vértigo.
.Paseo distraído, rutinas embriagadoras, tropiezo, caigo.¿Podré agarrarme a algo? ¿Me despeñaré sin remedio por esos muros de muerte tan espectaculares? ¿Qué me ha hecho tropezar si conozco tan bien estos parajes y siempre elijo la vereda correcta?
Tras, en el último instante recobrar el equilibrio miro. Lo que veo me atemoriza más que mi propia caída.
Los despojos de una mujer desnuda, carcomida, picoteada en sus partes blandas, sin duda que por las voraces gaviotas. Qué distinta es de aquellas otras esculturales beldades contempladas en la alfombra de arenas finas. Ésta se encuentra deteriorada, sus restos deberían repelerme, pero atraen mi mirada como otras veces lo ha hecho la barquichuela zarandeada por la tempestad.
 ¿Quién será? ¿Cómo llegó hasta allí? ¿Por qué se encuentra abandonada?
Por los alrededores de mi hotel no se ha difundido rumor alguno sobre una mujer desaparecida.
Y el caso es que no parece que lleve allí demasiado. Ayer, cuando pasé por este mismo punto, no estaba, o no la vi. No sé. Tendré que avisar a la policiía, aunque no me atrevo. ¿Y si me acusan a mí de algo que no he cometido? Claro que… no sé si la han matado o murió por causa natural. Qué extraño que nadie la haya reclamado.
Vamos, Santiago, acércate a ella. Tócala.
Una atracción morbosa me impele a hacerlo. Al menos, ella no protestará si la toco, no me expondré al bofetón con que me obsequiaría alguna de las de las arenas finas.
Dios mío, cómo puede ser.
Conforme voy posando mis manos en ella, se va deshaciendo, desaparece. ¡No puede ser!
¿Y allá abajo, al fondo qué se escucha?
Una risotada maléfica. Una risotada teñida de tono femenino.
Me asomo y…
Sobre una ola gigantesca cabalga la imagen de eso que yo he tratado de tocar y se iba descomponiendo.
-Ven veeeen beeeeeeeeeen.
Lo que yo vi como mechas deshilachadas de mechones pelirrojos, ahora es una melena de fuego. Lo que yo toqué y estaba descarnado, ahora es ojos que brillan como ascuas y curvas llenas.
 El brioso monstruo marino, con forma de ola gigante, que aparece montado por semejante espectro se lanza hacia adelante, en pos de una de las cuevas que ha horadado los embates de noches y noches de tormentas. Se apodera de mi voluntad. Me dejo llevar, me arrastro hacia ella. Caigo caigo.
Oscuridad, ecos negros, ascuas rojas a lo lejos. ¡Es mi sangre!
Mujer, ¿dónde estás? ¿Dónde estás?
El mar suena, el mar habla, ¿se ríe de mí? ¿Es la mujer la que habla? ¿Es el mar?
¿Podré salir de este laberinto? ¿Quién era esa mujer que vi allá arriba, en el acantilado?
¿Sería acaso el mar?


 

 







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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Participo en mesa redonda sobre las personas sin hogar

Mesa redonda: “Personas sin hogar y salud”

Comparto mi participación que llevé a cabo, en la tarde del día 19, en la mesa redonda en torno a las personas sin hogar y los problemas de salud que acarrea semejante drama (problemas de salud física, pero más aún, mental).
Fue, para mí, una nueva oportunidad de ir conociendo con mayor detalle la labor que realiza Cáritas y, más concretamente, en el ámbito de la vicaría IV.
La mesa redonda, conducida por el responsable del Cedia nos transmitió algunos mensajes claros, encaminados a la sensibilización de quienes reciben las demandas de ese colectivo.
Se proyectaron dos interesantes vídeos, uno que da soporte a la campaña de este año “Nadie sin hogar, nadie sin salud” y otro que nos invita a reflexionar sobre qué y a quién miramos.
Se estructuró en varios apartados: fotografía del drama (número de afectados, causas, secuelas), el papel a jugar por las parroquias en torno a la detección, prevención, acompañamiento y sensibilización, y se describió la labor del Centro de Acogida (Cedia) relatando su organización y acciones.
Se estima que, en Madrid, existen entre 2500 y 4000 personas en esta situación, cifra que va aumentando progresivamente.
Se expuso una visión pesimista del futuro, debido a razones estructurales y sociales, derivadas en buena medida de los recortes que está trayendo la crisis actual y las medidas que se están adoptando en torno a la atención sanitaria, disminución de recursos, etc.
Se puso en valor, a través de un par de anécdotas, la importancia que este tipo de personas da a contar con algo más que cubrir sus necesidades básicas:
Aquel mendigo tan pobre que no tenía nada y que recibió dos monedas, monedas que invirtió, una en comprar comida; y la otra, en adquirir una flor hermosa. Cuando alguien extrañado, le preguntó por qué lo había hecho, él dijo:
-Necesito la comida para tener con qué vivir, pero necesito la rosa para tener por qué vivir.
Y lo bien que se sintieron aquellos indigentes del Cedia que hicieron el Camino de Santiago y en los albergues eran como los demás, no seres etiquetados con el estereotipo de la mendicidad, sino unos peregrinos más.
Me gustó que se incidiese en conceptos como la luz de la esperanza, también para estas personas, y lo que miramos en nuestro deambular cotidiano. Por mi experiencia de ciego total, sé algo de estos aspectos: a alguien como a mí, también se me prejuzga y etiqueta, acarreándose la injusticia de excluirme por ello. Y es indudable que lo que no se ve, no existe. Estamos tan bombardeados de tanta información que nos estamos olvidando de ver con el corazón, dando preponderancia a lo aparente y a la imagen externa.
Y si cierto es que, los discapacitados lo sufrimos, cuánto más lo han de padecer los Sin Techo.
Me resultó muy interesante y necesario abundar en este tipo de acciones informativas y de sensibilización ante las dimensiones sociales y humanas de quien se ha visto abocado a vivir en la calle, sin nadie que le ayude y dé ese calor de cariño y comprensión que todos necesitamos.
No sé, tal vez por mi ceguera o por mi carácter sé bien de lo importante que es, más allá de ofrecer medios con qué vivir, que también, dar motivos para por qué vivir. Y éstos tienen nombre de escucha, detalles y confianza.
Cierto, no seré tan ingenuo, no debemos serlo, pensando que todas las personas que viven en la calle quieran dejarse ayudar o se esfuercen, pero seguramente, much@s, sí.
Y nada, agradecer a la Vicaría IV, una vez más, que se me dé la oportunidad de enriquecerme con todo esto y apostar por seguir ahí, participando y, como se dijo en el encuentro del 15 de octubre, “tejiendo esperanza”.

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lunes, 18 de noviembre de 2013

Tarde inolvidable con Dolores Redondo

Abundo, ahora, después de haber subido la foto, más en detalle, en el relato de la emocionante tarde que he compartido junto a la escritora donostiarra Dolores Redondo, autora de todo un best seller del género negro: "El guardián invisible", la primera entrega de una trilogía ambientada en el valle navarro del Baztán que pronto será llevada al cine y cuya segunda entrega se presenta mañana.
Ha sido en el marco, siempre buscando mi participación inclusiva, del club de lectura que organiza Casa del Libro y en el que, ya, el curso pasado participé.
El hacerlo me enriquece e ilustra, además de darme la oportunidad de estar cerca de autor@s consagrados y hacerles entrega de sus obras en versión braille, hecho que acogen con verdadero entusiasmo.
Pues bien, la charla con Dolores ha sido amena, cercana y cálida, con la campechanía de los vascos de pro.
Nos ha hablado del proceso creativo de la novela, cómo el ambiente neblinoso y hermético del Valle es un personaje más del relato que influye en el resto de la trama y cómo su escritura es disciplinada y compulsiva, que requiere de que luego haya unas terceras personas de su máxima confianza que se encarguen de leer el texto.
Nos ha hablado de su pasión por la restauración y cómo ésta, requiere grandes sacrificios con la familia, lo que la llevó a renunciar a ella.
Para mí, ha sido todo un lujo, poder transmitirle, de manera personal y directa,  mi enhorabuena por haber sabido transmitirnos unos paisajes plagados de misterio e imágenes, gracias a la palabra, así como presentarnos unos personajes de carne y hueso, con sus debilidades, traumas, aciertos, pasiones y anhelos.
Guardaré la foto que nos hemos hecho sosteniendo el libro en braille con su sonrisa y mi emoción.
Lástima que el próximo encuentro me va a resultar esquivo, por tener que presentar desde el Clu Braille, una conferencia en torno al bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi y Richard Wagner y la importancia del braille en el acceso a la música. Será mi amiga Elena quien entregue a Julia Navarro su ejemplar braille de "Dispara, yo ya estoy muerto". Una pena, pero de momento no tengo el don de la ubicuidad.
 Un abrazo emocionado.

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domingo, 17 de noviembre de 2013

El pasajero del vagón número 13

Buena tarde de domingo.
Que no os suceda nunca como al protagonista de mi cuento de hoy. ¡Hay tanto que observar!
Que estéis bien.
Un abrazo de calor y colores.

El pasajero del vagón número 13

Los pasajeros descienden, en cada parada,  del vagón. Yo sigo a lo mío, no quiero distraerme de la lectura no sea que alguien me pregunte o quiera pegar la hebra y no tengo ninguna gana de palique. ¡Hay gente tan pesada!
Como cada mañana, al amanecer me he subido al Tren de la Rutina. Alguien más supersticioso habría preferido no hacerlo ese día. Y es que el vagón al que subí, por aquello de que fue el que paró enfrente de donde yo me encontraba, era el número 13.
Mi trayecto es indefinido. No tengo prisa por bajar.
El tiempo no importa. Nadie me espera al salir. ¡Estoy tan solo!
El tren mantiene su itinerario habitual. ¿Quién lo conducirá? ¿Será automático? ¿No habrá nadie que lo lleve? ¿Y si equivocara su destino?
Bajo mis ojos hacia el papel. No quiero que, por un error, se encuentren con otros ojos que tienten a los míos a cruzar el puente de la nada. No me importa que pudieran ser los de una mujer, perfilados de promesas y picardías. No, no quiero.
No quiero mirar nada, ni siquiera a la ventanilla que queda a mi derecha, no vaya a ser que me tope con algo hermoso que me atraiga e impulse a bajar. El papel preñado de grafías negras debe ser su único imán. Nada de curiosidades estériles, nada de posibles sorpresas.
Abstraído como estoy de nada me apercibo. No me he dado cuenta de que ya viajo solo, de que algo extraño ha sucedido, los frenos chirrían. Estrépito.
¿Dónde estoy?
Todo es oscuridad.. No tengo más remedio que…
Tendré que levantarme del asiento. Ya no recordaba lo incómodo que son estas tablas.
¡No puedo levantarme!
¡No puedo moverme!
Algo hace que esté aprisionado.
Ahora sí quiero que mis ojos miren. Ahora mis ojos nada ven. Oscuridad total. Se me cae el libro de las manos.
Continúan los chirridos y el estrépito. ¿Será posible que…? Mi mente formula una inverosímil posibilidad: estás en el cementerio de los trenes. Este viejo tren va a ser desguazado y tú con él. Serás convertido en un amasijo informe.
¿Será posible que no se den cuenta de que aún quedaba un último pasajero en el vagón número 13?
-¡Escúchenme! ¡Estoy aquí!
Empiezo a notar que están elevando la máquina. La zarandean. Trato de aferrarme para no caer. Vuelvo a gritar. ¡El techo se viene sobre mí como si fuera empujado por el puño de un gigante!
 Cada vez tengo menos aire y menos espacio para respirar.
¿Y mi libro? ¿Adónde fue a parar?
Por fin puedo liberarme de la garra que me tenía soldado al asiento. ¿De qué me sirve? Todo se cierne sobre mí. Intento encontrar un resquicio por el que salir de aquella madriguera de muerte.
Me arrastro, trato de esquivar el amasijo de hierros y madera, de cristales.
Ya no puedo gritar, no me quedan fuerzas. ¿De qué me habrían servido de tenerlas?
Ahora me acuerdo, ahora me arrepiento. ¿Por qué no alcé la vista cuando podría haberme salvado?
¡Dios! Una maza brutal se abalanza sobre mí. No podré esquivarla.
Chatarra, destrozo, herrumbre, gusanos, ratas. Ese será el destino maldito del último pasajero del vagón número 13.
Alguien, mucho tiempo después, encontrará unas hojas cuarteadas por la humedad y sin que casi pueda leerse su contenido. Ese alguien, curioso por naturaleza, observador, continuo fisgón, las recogerá porque tal vez de ellas pueda extraerse una increíble historia que le dé el artículo que se hará merecedor del mayor galardón que se concede en el mundo del periodismo. Una historia de un pasajero que cada día subía al Tren de la Rutina y que se negaba a mirar, una historia en la que cuando ese pasajero quiso, por fin, levantar la vista para hacerlo, lo único que pudo contemplar fue su propia muerte.

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jueves, 14 de noviembre de 2013

Ilusión

Buena noche de jueves poético.
Aquí mi nuevo esbozo de poema.
Que no nos falte nunca la ilusión aunque nos llamen ilusos.
Con cariño y de corazón.
Un cálido abrazo ilusionado.

Ilusión

Iluso, me dicen, por soñar con poseerte;
Hojas amarillas que rebolotean en otoño, traviesas buscando tu cintura.
Tener un instante de tu compañía.
Iluso, me llaman, por pretender tu primaveral dulzura;
Golondrinas que siempre vuelven, mensajeras de tu Arte.

Ilusionista, aprendí a ser, para sacar de tu chistera;
La caricia de tu veraniega sonrisa.
Disfrutar de la luz de tu alegría.
Ilusionista, aspiré a ser, sin pausa pero con prisa;
Por jugar con tu piel y tu melena.

Ilusionado vivo en el invierno de mi soledad,
Porque sé que, a veces piensas en mí.
Beber los misterios de tu hechicería.
Ilusionado, camino por mi ceguera sin fin,
Porque en tu corazón también cabe mi horfandad.

Ilusorio, parezco al silbar a la noche, retándola:
Oropeles de guirnaldas y confetis.
Probar el sabor de tu lencería.
Ilusorio, era aquel espejismo de ufana Ave Fénix;
Que renacía de la ceniza destructora.

Ilusión óptica de ciego enamorado;
Eterno ilusionado de la vida.
Tejer momentos de tu felicidad y la mía.
Ilusión de niño ingenuo que, de todo, se admira;
Ilusionista, creador de cuentos que arropen tu futuro junto a mi lado.

Ilusión, ¿se llama?
Ttener un instante de tu compañía.
Disfrutar de la luz de tu alegría.
Beber los misterios de tu hechicería.
Probar el sabor de tu lencería.
Tejer momentos de tu felicidad y la mía.
Ilusión, ¡se llama!
Te quiero, vida mía.

  

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domingo, 10 de noviembre de 2013

El último impulso

Buena noche de domingo. Feliz semana. Paz y bien.
Aquí mi nuevo cuento que brota de la imaginación.
Gracias por estar ahí al lado.
Un abrazo y buena semana.

El último impulso

Una casa abandonada en proceso de derrumbe será el escenario de esta historia de oscuridad y muerte.
Una valiente mujer se adentrará en ella demostrando que quien quiere, puede penetrar en la tumba del dolor. Pero, eso sí, al hacerlo se expondrá a ver el deformado rostro del mal
Unos niños gritarán pidiendo auxilio aunque sus súplicas cada vez se escuchen más débiles, más agónicas.
Habrá también, mucha gente que pase, sorda a toda llamada, porque es más cómodo no escuchar y, mucho más aún lo es, no mirar.
Encontrarán, cómo no, una bestia enloquecida que hunde sus fauces sedientas de sangre en todo aquello que sea carne humana. Al hacerlo, sus ojos brillarán como las ascuas.
Unas traviesas criaturas se divertían ajenas a todo en el desván. Se creían invencibles, jugando a cuatreros y piratas. Percibieron un aullido. Serían las olas del embravecido océano, zarandeadas por el tifón. El botín no se les podía escapar. Atraparían a la débil damisela que quiso esconderse de ellos. Percibieron estruendo de fuertes pisadas. Serían los caballos en estampida. Ellos sabrían conducirlos a su majada secreta.
Teresa recorre las calles de los suburbios de la gran ciudad. ¿Qué importa cuál pueda ser. Todas los tienen: chabolas apretujadas, basura, cascotes, gritos, puñales y hedor animal.
Teresa no hace ascos a nada. Con su determinación y su carrito mágico en el que se mezclan agua, alimentos, vendas y pobres medicinas, está acostumbrada a verlo todo. Lepras y gangrenas, deformidades y miseria, ratas, chinches y piojos.
Apenas si queda algo de luz, el día deja su paso a la noche. Y la noche, a la rapiña y a la presencia de todo aquello que debería aniquilarse.
Teresa, como siempre, está agotada. No sabe de dónde saca fuerzas para encarar su misión cada día. Desde luego que no será por lo que duerma o coma.
Ya no sabe si los gritos de socorro que acaban de llegar hasta sus oídos son alucinaciones de la fiebre en su mente saturada de tragedias o son reales. ¡Hay tan poca luz en esos andurriales!
 Debería ignorarlos. Tiene que descansar. Llegar cuanto antes al hospital.
Sigue oyendo los lamentos, los sigue escuchando pero cada vez le llegan más débiles mientras que, como solapado, otro ruido aumenta. ¿Otro ruido? Más bien, parece, un rugido mortal.
Deja el carrito y coje lo primero que encuentra su mano: un palo carcomido.
Alza la mirada y la dirige allá de donde provienen los angustiosos quejidos.
¿Allí? ¿Cómo puede ser? Una pared desdentada de adobes y hoquedades. Ni puertas ni ventanas, plásticos y sacos de arpillera hacen como si lo fueran.
Corre lo poco que puede, siente la urgencia del drama.
Arriba, arriba.
Un proyecto de escalera.
Sube, sube.
Gritos, gemidos, horribles chasquidos de… ¿huesos al ser quebrados?
¡Un perro salvaje! Una hiena babeante ha alcanzado su presa.
¿Qué puede hacer Teresa? Con su debilidad de agotamiento y su palo de carcomida madera.
¡Interponerse! ¡Ofrecerse virginal y expuesta!
La bestia maligna se detiene un instante, sorprendida ante la nueva presencia. La mira con sus ojos de lumbre llameante y su lengua colgante.
Castañeteo de dientes acompañan la escena, cual coro de voces blancas.
El monstruo se hiergue de patas queriendo tomar su último impulso mortal. ¿Hacia dónde dirigirá su zarpa?
Si yo fuera ustedes, no me quedaría para averiguarlo, no fuera que…






 

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sábado, 9 de noviembre de 2013

Porque no hay 2 sin 3, vuelvo a plantar árboles con BBVA

Regreso ahora, feliz como siempre, de lo que, para mí, constituye una de las actividades estrella que llevo a cabo a lo largo del año y bien sabéis que son muchas las que realizo. Pues, sin duda, la de participar en la plantada de árboles que organiza la Oficina de Voluntarios de BBVA, siempre tendrá un rincón especial en mi corazoncito. No hay duda: no me la puedo perder. Cómo lo iba a hacer si voy tan bien acompañado de Elena y me tratan con la pleitesía de un duque.
Además que coincidiera con el día de la patrona y que fuera en Villannueva del Pardillo, aún lo hacían más necesario (por aquello de que algo tenga que ver con mis apellidos segundo y tercero, jejejej… “Pardo es a Pardillo como…”).
El día ha resultado espléndido de radiante sol, nada que ver con el aguacero y el barrizal de 2012. Claro, que eso ha hecho que la tierra estuviera más dura y hubiera que darle más duro a la azada.
Tampoco es cuestión de presumir de cavador, no vayáis a pensar. Como siempre digo, me resulta muy arduo el tema de cavar por la falta de costumbre y por la ceguera, pero algo hemos hecho.
No me gustaría repetirme y volver a contar, cual desmemoriado cegatón, las mismas batallitas de Abuelo Cebolleta de cada año, porque además, siempre hay algo distinto que lo hace especial.
Pero sí, me siento en la necesidad, como siempre, de resaltar el cariño y la naturalidad con que soy acogido.
Eso de llegar y subir al autobús que nos trasladaría y ser aclamado y obsequiado con besos y apretones de manos por doquier, es algo fantástico.
Que Diego Cruz, el gran Dieguito, el máximo responsable del evento, tenga la delicadeza de reservarme sus atenciones en medio del tinglao que resulta mover a 230 personas, coordinar la plantada y mantener las relaciones institucionales de rigor, es un lujazo que emociona de verdad. Que me presente a la concejala de Medio Ambiente del pueblo como el mejor voluntario, junto con Elena, y nos pondere ante ella y ante quien se tercie, es una pasada.
Hemos plantado en lo que fuera un antiguo vertedero, más de 600 brotes de encinas, salpicadas de romero, majuelos y otros arbustos. Ojalá que un día pueda pasear por ese lugar, porque será un encinar agradable y lo sentiré como un poco mío. Ya sé, igual tiene que ser cuando las ranas críen pelo, jejejej, pero… quién sabe.

Ya se ha perdido la novedad del primer año, pero no así mi entusiasmo e ilusión.
Rodrigo, un niño de 7 años, que ganara el premio de redacción el pasado año, me cuenta chistes y demás, mientras yo a la vuelta, le obsequio con una seta de Pedo de Lobo, bonito nombre, al tiempo que le susurro que a qué me va a invitar para que vote su relato, jajaja. Me cuenta su madre, cómo está alucinado con mis mañas y cuentos. Es majísimo y le animo a que siga tan espabilado y simpático.
Reencuentros con estupendas personas, encuentros con otras nuevas, calidez y calidad humanas a espuertas.
Copiosa comida, vuelta entretenida. Día completo.
Emociones al tocar la tierra desgranándose entre mis dedos, sensaciones al sentirme tan querido, al saludar a directivos de un señor Banco, mostrándome su sencillez y afecto, alegría de la buena al compartir mis chanzas que hacen reír… “…si me invitas a cenar, no olvides prepararme esa tarta de zanahoria tan rica, lo digo por aquello de que la zanahoria dicen que es mu buena pa la vista, jajajja”, mientras los técnicos /a explican el proceso de plantado como cada año, yo digo por lo bajo _cuando habla la chica_: “a ver a mí cómo me explica cómo la tengo que meter, jajajajaj”… En fin, otro año más, otro día redondo.
A aguardar a 2014 que espero seguir dando color y poniendo el ojo en la azada o yo qué sé, creo que era al revés. Jajajaj.
Gracias a Elena por haberme introducido en esta aventura reforestadora, gracias a quienes hoy han vuelto a ser ojos y guías para mí, y gracias a los Voluntarios de BBVA, con Joaquín y Diego, a la cabeza, por hacerme el regalo maravilloso de poder ser partícipe de esta actividad.

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viernes, 8 de noviembre de 2013

El precio de la empatía

Qué bonita palabra: empatía, empatizar. El diccionario la define como: “sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra”
Vaya, ponerse en el lugar del otro, tratar de comprender al otro no desde nuestra posición, sino desde la suya. Trascender nuestro ser para prolongarnos al del otro.
Muy bien, todo esto está muy bien, pero ¿y el precio que hemos de pagar quienes tratamos de practicarla?
Cuántas veces no me he tenido que escuchar eso de que “al bueno le llaman tonto”, tener la “mala” (entre comillas) costumbre de pensar en el prójimo más que en uno mismo y ahora, a cuenta de un curso que tengo que hacer por mi trabajo, resulta que me hacen un bonito test de ésos traducidos de la psicología laboral, importada de Estados Unidos, sobre la resolución de conflictos y al ser empático le llamen acomodarse, como antagónico del competitivo. ¿Acomodarse es ser empático? ¡Tiene narices.!Esta historia del test y el que a mí me haya salido que en las 5 posiciones que pueden adoptarse ante todo conflicto (competitivo, colaborador, compromiso, eludir y acomodarse) a mí me haya salido la mínima puntuación en la primera actitud y la máxima en la última, me hace querer compartir una reflexión acerca de adónde nos está conduciendo todo esto de las teorías neoliberales postindustriales y los valores que uno ha mamado en una sociedad de origen agrario y creencias católicas.
Ja, vaya manera de pasar la tarde del viernes, en vez de dándome un garbeo y celebrar la patrona madrileña que es mañana, voy y os escribo este rollo.
¿Qué queréis? No me ha gustado nada, por mucho que la profesora del curso, trate de endulzar el tema echándole la culpa a la traducción del inglés al español, el que a la empatía la llamen comodidad.
Porque de cómodo, nada. El ser empático no es cómodo, sí es muy de valorar, al menos, a mi modo de ver. Si lo bueno es ser competitivo, imponer nuestros deseos y voluntades, frente al renunciar a lo nuestro en pro de los demás, ¿adónde iremos? Ser el mejor frente a ayudar a que los demás, sean.
Seguramente, no habrá de negarse que ser competitivo, en cierta medida, resulte deseable, Competir por mejorar algo cada día, crecer, aprender, superar retos. Creo que yo lo hago en mi día a día y, sin embargo, resulta que no soy nada competitivo, ja. Si ser competitivo es pisar al otro, ganar a costa de lo que sea, claro, eso no va conmigo. La competencia es buena y necesaria. Sí, hablo de que no existan monopolios, sino oferta. Otro día podemos hablar de la competencia por cualificación para hacer algo, ser competente, pero ahora la cosa alude a la competencia por competidor.
Me apunto a la empatía, al pensar antes en cómo puedo ayudar al otro, al tratar de que ese otro se sienta protagonista y partícipe.
Aunque eso me suponga renunciar a cosas, aunque me tachen de acomodaticio o hasta haya ocasiones en que por no ser tonto (al menos, no demasiado) pero sí bueno, te sientas defraudado o notes que te utilicen.
Ya sé, es bueno esto del test, ja. Saber que uno no será nunca un líder, que generará frustración el constatar que tienes que ponerte en tu sitio pero que te cuesta tanto hacerlo o que deberás esforzarte para aplicar aquella máxima de “más vale una vez colorado que ciento amarillo” 
  Está muy bien conocerlo, pero creo que seguiré siendo empático aunque vengan los gurús de la psicología y me digan que soy una persona cómoda, ja.
 Y frente a ellos me quedaré con la frase del poeta libanés Gibran Kahlil: “la ternura y la amabilidad con los demás no son signos de debilidad o desesperación, sino manifestaciones de fuerza y decisión”.
Y también, por qué no, con la de Winston Churchill: “es necesario tener valor para levantarnos y hablar. Pero también es necesario tenerlo para sentarnos y escuchar”.
Buenas noches.

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jueves, 7 de noviembre de 2013

Aniversario

Buenas noches:
Porque merece la pena que se celebren los aniversarios de ilusión y felicidad.
A vuestra salud y evocadora fantasía.
Con cariño y gratitud sincera.
Un cálido abrazo de luz y rosas.

Aniversario

La copla canta a las violetas cada nueve de noviembre.
Canta a los versos que le mandaba un anónimo poeta
Rosa blanca de pureza y candor.
Mientras, yo te escribía una carta discreta.
Mientras, amor mío te dije, buscando saciar, de compañía,  contigo mi hambre.

Furtiva fue mi palabra sincera,
Honesto mi deseo de vida en común.
Rosa roja de pasión y rubor.
Clandestina mi promesa de un cielo azul,
Auténtico mi voto de fidelidad primera.

Tres letras valían por una declaración,
Todo un mundo de sentimiento anhelado.
Rosa rosa de sensibilidad y fervor.
Símbolos en clave de círculo dibujado,
Lanzado al aire de nuestra particular canción.

Nos abrazamos a la primera oportunidad,
Nos besamos en precario equilibrio.
Rosa amarilla de oro prometedor.
Nos descubrimos con ansias y brío,
Nos entregamos sin freno ni mentira o verdad.

Cuatro rosas, hoy te regalo con este poema;
En recuerdo de tu generoso consuelo que a mi soledad, mudó en alegría.
Cuatro rosas, hoy te compongo, querida mía;
En ramo de laureada corona y perfumada diadema.

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domingo, 3 de noviembre de 2013

Ha sido el Celes

Buenas tardes de domingo.
Aquí mi nuevo cuento otoñal.
Que estéis bien. Feliz semana.
Con cariño.

Ha sido el Celes

En el celebérrimo parque de Tetis I, estratégico enclave poblado de encinas y robles, en su día, que fuera distinguido con la fama de rico en flora y fauna del lugar, ahora no queda ya nada. Tierra requemada, desolación y muerte. Barrancos pelados, silencio y cenizas por doquier. Bueno, sí, algo sí ha quedado: mucha basura, chatarra y despojos, un calcetín mugriento, harapos deshilachados y plástico, sobre todo, mucho plástico. Toda esta amalgama de desperdicios pugna por destacar en una macabra danza maldita, cuya sola música la compone un viento huracanado que gime su melodía sin piedad ni rubor hacia el horizonte.
Qué iba a pasar por prender un travieso fuego? Si se quemaba algo, daría igual .Era tanto el vergel que cada año iba en aumento, que no supondría merma alguna en ese idílico paraje.
Si no se ponía remedio, la selva lo engulliría todo. De un día para otro, los helechos, raíces y lianas hacían de Tetis I un lugar claustrofóbico e inhabitable.
Esto no podía ser, ya que de otra manera, ¿adónde iría el Celes, un chiquillo vivaracho y resuelto que se negaba a dejarse vencer como lo habían hecho todos los demás?
El Celes había caído en las redes del pillaje desde muy chico.
Había preferido robar a trabajar, pedir a ganar. ¡Era tan cómodo y podía conseguirse tanto de esa manera, por vil que fuera!
El Celes tenía cara de rata, andares de hurón y garras de alimaña.
Furtivo por naturaleza, esquivo en el trato y frío en la acción.
¿Su familia? La noche.
¿Sus amigos? La perfidia y el mal.
Quemaría el monte. A él, tanto le daba que ardiese o no.  El monte no le proporcionaba sus golosinas favoritas: el aguardiente y el dinero con el que comprar mujeres y lujo.
Así que una noche, la noche su mejor cómplice y aliada, lo dispuso todo. Requisó un bidón de gasolina en el almacén de don Germán y cargado de rencor contra ese señorito y contra la naturaleza por empeñarse en ser más que él, no lo dudó: lo vertió con saña y…
Las llamaradas pronto se adueñaron de la oscuridad, haciendo su papel, enrojeciéndolo todo con el color de la sangre.
-¡El Celes, ha sido él!
Mientras el griterío y el pánico se adueñaba de todos, alguien, enseguida se acordó de aquél a quien se le atribuían todas las fechorías.
-¿Qué más da quién haya sido? Huyamos, corred, corred.
El fragor del fuego se mostraba insaciable, hambriento voraz.
En los pueblos de alrededor tañeron las campanas a rebato, mas nada podía hacerse para sofocar semejante hecatombe.
¿Y el Celes? Habría sido capaz de salvarse? Si así hubiera hecho, ¿podría vivir tras su negro crimen?
Tres días hubieron de pasar hasta que las llamas calmaron su ansia de cenizas. Tardarían muchos más años en transformar el grisáceo aspecto que habían dejado en verde de vida.
Así sería, porque siempre había renacido la naturaleza. Pero cuando esta historia os cuento, no se ha producido aún el milagro. 
¿Cuántos años han de pasar?
Ah, ¿y el Celes?
Entre las cenizas del monte, si alguien hubiera querido mirar con detenimiento… unos harapos y un calcetín y unos dientes de rata.
Mis padres me contaron que hubo un tiempo en que Tetis I era el mejor monte de la rinconada, más aún, de la provincia. Hoy llego yo, con mi mochila y mi bastón. Nada de aquello encuentro. Tan solo basura y plástico.
La tierra que piso es dura, muerta. Saco la azada que he traído, no puedo, no puedo clavarla. Intento romper la costra.
Vierto el agua de la cantimplora. La había racionado para el regreso y ahora la derramo allí.
Ceniza y más ceniza, gusanos y muerte. ¿De qué ha servido mi estúpido intento?
Traía una ramita de eucalipto para plantar, mas al depositarla en ese erial, se me ha desecho.
Polvo, ceniza, plástico, nada, nada.
El huracán vuelve a chirriar. Quiere que yo, al igual que el resto de despojos, baile también. ¿Acabaré siendo yo también otro despojo? ¡Qué ingenuo fui al querer creer que el Celes tuvo tiempo de cambiar y arrepentirse!
¿El Celes?
Una risa triste se solapa al ruido del viento. ¿Una risa? ¿Triste?
“Ingenuo, ingenuo, ingenuo”. Ja ja ja ja
Ya no siento los pies sobre las cenizas, vuelo, un brazo por allí, una pierna por allá, mis huesos, qué dolor. Nada, nada, nada.
Uuuuuuuuuuuuuuuu
Crash, crash, cron cron uuuuuuu



 




 



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viernes, 1 de noviembre de 2013

Los sentidos de las palabras

En una de las últimas novelas que he leído, “La verdad sobre el caso Harry Quebert” se aluden, más allá de la historia de intriga, a algunos temas relacionados con la escritura y quien escribe. A cuenta de ello, me apetece compartir con vosotr@s una reflexión sobre las palabras y sus sentidos.
Dice el protagonista que las palabras están ahí para todo el mundo, pero la clave es darles el sentido adecuado a la hora de escribir. Tiene razón, mucha razón. Puedes escoger una palabra al azar, ya sea del diccionario o de lo que sea que puedas escuchar en cualquier instante y, cada uno de nosotro@s podremos, con ella, crear una historia diferente, darle un sentido distinto.
¿Será, tal vez, por el hecho de que a mí me falte un sentido por lo que me hizo tanta gracia esa afirmación? “El sentido de las palabras”
¿Sentidos las palabras? ¿Es que las palabras ven, oyen, tocan, huelen o saborean?
Qué cosas. Ah, es que estamos hablando de otro tipo de sentidos, no los sensoriales si no los conceptuales. Sentido por concepto: qué queremos significar al pronunciar la palabra, qué edificio construir con ese ladrillo que es la palabra.
Me diréis que no hay tal duda, que el significado de las palabras es el que tiene establecido la Real Academia de la Lengua en su diccionario y punto.
Y, sin embargo, sigo creyendo que Harry Quebert tenía razón al decir que una misma palabra puede tener distintos sentidos, más allá de las acepciones que el diccionario les otorga.
Si pensamos en la palabra “agua”, el diccionario la define como:
Sustancia líquida, inodora, insípida e incolora en pequeña cantidad y verdosa o azulada en grandes masas, que está formada por la combinación de un volumen de oxígeno y dos de hidrógeno.
4 letras sin más, pero, si afirmo:
“Eres agua para mí, mujer, en el desierto de mi vida”
““Me has venido como agua de mayo.”
El agua a la que aluden estas 2 frases nada tiene que ver con la definición oficial y, no obstante, es perfectamente válida.
Las palabras, tan variadas, tan ricas en su diversidad, tan cargadas de posibilidades a la hora de usarlas en nuestro provecho. Son vía de unión y concordia, pero también dpueden llegar a constituirse en arma arrojadiza que hace daño, mucho daño.
Ah, y no hablemos ya del revestimiento que le demos a través del tono: “cariño”, “¿cariño?” “¡cariño!” La misma palabra, pero con 3 sentidos diferentes: el aséptico objetivo, el inquisitivo meloso, el apelativo / grito.
Las palabras son mágicas. Ofrecen toda una gama de posibilidades, están a nuestro alcance para usarlas. ¿Por qué no, entonces, hacerlo en su máxima expresión?
Juguemos con ellas, divirtámonos, creemos, proyectemos.
Palabra, 7 letras, un universo de sentidos, decires y quereres.

  

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