domingo, 16 de agosto de 2015

La increíble historia de Mariquilla la Sencilla



Me despido con este cuento hasta el 6 de septiembre. Gracias por tu apoyo y comprensión.
Feliz verano.

aRelatos a la luz de los valores
La increíble pero verdadera historia de Mariquilla la sencilla

Mariquilla la sencilla nace en la calle Pureza de Triana un día de las navidades de qué importa el año. Será una niña zalamera, con sus rizos y tirabuzones, sus vestiditos de volantes y los lunares que hacen juego entre la falda y las mejillas, tan rojos los unos como los otros.
Pronto triunfará como bailaora en los mejores saraos del barrio, junto a Matilde Coral y Manuela Carrasco, enjaezando las notas de cantaores de pro como Naranjito de Triana.
La cortejarán toreros y escritores, será modelo de pintores y envidia de las comadres de la ciudad. La primera en jalear a la Esperanza en desgarradas saetas y clamores, la primera en recibir brindis de toros en la Maestranza.
Mariquilla la sencilla, de todo esto nunca presumirá, de ahí su apelativo.
Nunca querrá grandezas ni honores, sólo llevar a su Triana en el corazón. Pudo haber dejado claro que no era la Mariquilla de la niñez, si no doña María del Carmen Chaparro Miño, pero siempre querrá ser la Mariquilla que iba a la fuente o al mercao a hacer los mandaos de su madre en los duros años del hambre y la muerte.
Sí, doña María del Carmen, Mariquilla, triunfará como ninguna aunque hoy ni tenga una escultura ni se conserven fotografías de ella y sus danzares.
Y no es que Triana olvide a los suyos, es que ella dejó dicho que nada quedase de su memoria, que nada valía, que Marifé o Isabel o Marujita siempre serían más que ella.
Muchos la cortejarán ofreciéndole, no promesas, si no hechos en forma de suntuosos objetos de regalo, regalos que ella, no por desprecio, si no por sencillez, no querrá lucir y pedirá que los conviertan en donativos para el hospicio.   
Mariquilla será siempre la mujer que saluda a los ancianos y requiebra a los muchachitos postineros, la que se ofrezca como confidente de niñas en sus primeros amores y aconseje a quien se lo requiera para superar las zozobras de la duda o la acción. A Mariquilla la buscarán unos, para enamorarla cual reina de la copla y el baile, otros para que les escuche sus cuitas. La jalearán y alabarán,, la ensalzarán y buscarán para ser protagonista de novelas, modelo de cuadros, musa de poemas. Pero, la que siempre estará dispuesta para los demás, no lo estará para la fama o la inmortalidad.
-Ay, hija; que yo soy la Mariquilla de la Pureza, mu poquita coza. Una cicuela de Triana.
Y cuando la vejez se adueñe de sus rizos y sus mejillas arreboladas, cuando la artrosis lo haga de sus piernas y muñecas danzaderas, se retirará al asilo y la irán olvidando, como ella siempre quiso. Al menos, eso creerá.
Porque un día de primavera, mientras la ciudad se vaya perfumando con el aroma de los naranjos en los patios y plazas, una noticia llegará al barrio que viera nacer a María del Carmen Chaparro Miño…
 -¡Ha muerto Mariquilla en el asilo! ¡Ha muerto la Sencilla!
 Y el barrio entero de Triana se pondrá en marcha atravesando el puente hasta aquel asilo humilde. Y la cantarán y loarán. Y organizarán un entierro de reina y hasta se dirá que, en plena misa de funeral, la Virgen de la Esperanza a la que ella cantara y bailara como nadie, derramará una lágrima que se transformará en perla y que su ataúd se verá engrandecido como ninguno otro.
Y es que aquella tarde, la Iglesia de los Marineros será escenario de quien, queriendo ser sencilla, acabe siendo grande, grande en agradecimientos y respeto.
No, María del Carmen Chaparro Miño, no tiene estatuas que la representen ni fotografías que la inmortalicen. No lo necesita. Mariquilla tiene la grandeza de ser recordada en los corazones de todos aquellos a los que escuchó, de todas aquellas a las que comprendió y animó. Mariquilla posee la mayor de las grandezas: haber sido sencilla.
  
   

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El milagro de una copa de vino



Alguien dijo que el mejor vino no es necesariamente el más caro, si no el que se comparte. Frase muy acertada y yo por eso aspiro a compartir, porque sin ninguna duda, lo compartido sabe mejor. Así que si resulta que compartir hace que el vino mejore para ser mejor, jejejje, compartámoslo. Recordemos también aquello que otros cantaban: “vino Dios al mundo, ¿cómo vino? Como le convino…? jejejej
Y yo que desciendo de vinateros, no porque produjeran vino, si no porque lo vendieran y que además acabo de tener la dicha de haber encontrado en mi ciego caminar a Sabi Illán, una persona extraordinaria que ojalá engrandezca la parentela primera jejejjeej, quiero hablarte de milagros. Milagros que tienen nombre de recuerdos y ensoñaciones.
En mi casa siempre se habla de aquel vino que mi padre guarda desde 1952, que compró a 2 pesetas el litro y que no pudieron vender porque ya entonces resultaba tan fuerte, que los parroquianos por muy recios que fueran, hechos a las duras labores del campo no se lo quisieron comprar, así que lo conservaron en las cubas que lo traían de tierras manchegas. Y aún está en casa, guardado para ocasiones únicas como cuando mi hermano se casó o para personas merecedoras de lo especial. Días de fiesta.
No aquel vino, pero sí otro, quién sabe de dónde, era el que mi abuela Susana me empapaba en rebanadas de pan y lo endulzaba con azúcar. No, no por esto he salido alcohólico, jejejje. Lo que sí es que debió de fortalecerme la memoria porque no he podido olvidarlo aunque hayan pasado algo así como 40 años de aquello.
Otro vino memorable es el que una vez probé, allá por 1997 en Santander. Yo y mi espíritu viajero me llevaban a contratar a personas para viajar y, aunque pocas exsperiencias resultaron, la de ese año sí lo fue. Era Pilar, una arqueóloga tarraconense. Estuve tan a gusto con su trabajo que quise invitarla a una buena comida por aquellas tierras cántabras y el vino que ella eligió fue un Viña Esmeralda, magnífico. Ese mismo Viña Esmeralda que a mi hermana del alma, Merceditas, tanto le gusta. Así que otro vino para recordar. En este caso blanco.
Otros he probado y enlazados a momentos importantes como cuando al terminar el Camino de Santiago fuimos a cenar a una marisquería y el Alvariño fue su protagonista o cuando he quedado con mis amigos toledanos cabezudos, aunque digan que son cabeceños, el Prieto Picudo leonés del Húmedo barrio de las tapas, como el txakolí en el barco Urandere o el Oporto con nombre de fado y rubí. Tampoco faltan sangrías en terrazas estivales y tintos de verano que refrescan el alma y aligeran la lengua de tabúes y censores. Sin que olvide, claro, el del perolo de mi pueblo, endulzado con melocotón y que sólo se hace en fiestas en honor a san Pedro.
¿Y la copa? Que tenga que valer cualquier recipiente para beber esos vinos, sean de plástico o de vulgar cristal, no obsta a que me gusten las copas talladas, copas de fino vidrio bohemio que suenan al brindar como música angelical. Copas que se puedan tocar con relieves o copas que inviten a ser acariciadas con la mano alzándolas en sinceros y sonoros brindis… ya se sabe… “a los hombres, chinchín; y a las mujeres, chochón” jajajajajajajaj.
Pero Albertito, ¿Cuál es ese milagro al que se alude en el título?
El milagro es precisamente el compartirlo. Ese milagro mágico que se produce al brindar con una fina copa de rico cristal que contiene el tesoro de un Príncipe de Viana o un Viña Esmeralda. Sentir que los evocadores aromas y sabores son el puente que se establece entre las personas que brindan compartiendo, haciéndolo desde el corazón, anulando la distancia que hay entre ellas para fundirlas en mutuos deseos de felicidad y bien.
Ensoñaciones del Albertito… un sillón confortable, una música relajante, una mesa bien puesta, unas velas perfumadas, unas viandas exquisitas, un lugar, una compañía, la mejor. Un brindis con ese vino cuyo color reverbera gracias a la luz que atraviesa un cristal hecho a mano. Vino suave como la brisa del amanecer, coloreado con el rubor del enamorado, paladeado con la intensidad de ese beso que se da como si fuera a ser el último, sabiendo que como ése habrá muchos más, digerido con la calidez de quien reposa después del acto amoroso, asimilado como quien hace de un instante algo eterno.
Viña Esmeralda sabe a joya de frescor y dulzura, Príncipe de Viana simboliza la nobleza y la lealtad de aquel rey navarro que creó el título en 1423. Uno y otro son especiales para mí, pero en el “enouniverso” hay muchas estrellas dispuestas a iluminar ese milagro soñado. Barbastro y sus somontanos, Córdoba y sus amontillados, el Duero y sus riberas, Logroño y sus riojas, Toledo y los suyos, como también Murcia. Pero… ¿y los oportos y los burdeos y los chiantis?
Déjame sentir esa copa y ese milagro, déjame unir mi vino al tuyo y hacerlo uno para beberlo juntos. Déjame mirar a su través para soñar que veo las viñas que lo criaron, los aromas que lo engendraron, los colores que lo iluminan. Déjame soñar que eso que imagino ver, gracias al milagro de compartir, son tú, tu sonrisa y tu cariño y tu apoyo y tu comprensión hacia mí y mis ensoñaciones.
Chin chin… porque nunca falte en tu vida un duende travieso para tus ojos, un hada buena para tu risa y una ninfa  cómplice para tus amores.

  

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jueves, 13 de agosto de 2015

Si me fuera dado

Buena tarde de jueves.
Comparto mi último esbozo poético antes de disfrutar de mis vacaciones, esbozo poético que hace el número 100. Espero disfrutes con él y te ayude a soñar.
Con mucho cariño y gratitud por tu constante  apoyo y por ser mi luz.

Si me fuera dado

Si me fuera dado el cielo,
barrería sus estrellas para que tú lo ocuparas.
Mi cielo serían tus locuras,
Tus locuras serían mi desvelo.

Si me fuera dado el horizonte,
Lo encerraría en una copa para que tú lo bebieras.
Mi horizonte sería tus aceras,
y de ellas, sería furtivo polizonte.

Si me fuera dado volar,
Te regalaría mis alas de brisa.
Alas con las que impulsarías tu risa,
Risa que para mí sería respirar.

Si me fuera dado el más brillante color,
Tú serías el mejor pincel.
Si tú fueras pincel de doncel,
Yo sería doncel para tu amor.

Si me fuera dado ver,
Yo te regalaría mis ojos.
Ojos con los que tú iluminarías los negros pozos,
Pozos de mis noches sin querer.

Si me fuera dado el universo,
Lo pondría a tus pies de colibrí.
Colibrí, sombra de lo que fui,
Compositor de este pobre verso.

Pero nada de todo eso me será dado.
Ni cielo ni el horizonte,
Ni volar ni el color,
Ni ver ni el universo.
Tan solo me será dado, ser un triste enamorado.





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miércoles, 12 de agosto de 2015

Cercenar

La Vida en 100 palabras
Cercenar

Cercenar es talar el mágico árbol de tu sombra para aniquilar el bosque de mis  sueños.
Es cortar, con la herrumbrosa hacha de tu desprecio, la perfumada flor de mis ilusiones.
Es mutilar las acariciadoras manos de tu alma y dejar manca mi felicidad.
Es destruir la llama de mi cálida esperanza con el hielo de tu olvido.
Es amputar la firme roca de tu constancia y hundirme en la fría flaqueza del polvo.
 Es desmembrar a la niña que llevas dentro por dejarte vencer en la batalla de la madurez que todo lo sabe, olvidando los cuentos de hadas.

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lunes, 10 de agosto de 2015

"Océano Africa" de Xavier Aldecoa

Lunes de Libros
Otro lunes más, traigo para compartir contigo una recomendación narrativa. En esta ocasión, dejamos un poquito de lado la narrativa y nos trasladamos a la literatura de viajes, un género apasionante para mí, cómo no, siendo un Homo Viajerus, jejejeje. Que te guste.
Se trata de "Océano Africa" de Xavier Aldecoa, publicada por Península en noviembre de 2014 y con una extensión de 296 páginas.
Esta es una historia de carreteras de tierra, de viajes en autobuses destartalados y de platos de mijo compartidos. También de las lágrimas de un veterano de guerra en Sudán del Sur, de la negociación de una dote en una aldea sudafricana y del hambre desesperada de los nómadas del Cuerno de África.
Desde hace más de una década, Xavier Aldekoa recorre el continente africano, donde ha sido testigo de guerras fratricidas, de hambrunas silenciadas y del despegue de naciones. El reportero polaco Ryszard Kapuscinski decía que África no existe, y probablemente tenía razón, pero desde luego sí existen los africanos. Este es el libro de un periodista en África pero también de la risa, la ira, el baile, la muerte, la fiesta y la vida en un territorio de una riqueza humana y cultural apabullante.
África es un océano. Un lugar inabarcable y aparentemente homogéneo si se observa desde la superficie, pero diverso y extraordinario cuando nos sumergimos en su interior.

Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) es licenciado en Periodismo y eterno estudiante de Ciencias Políticas. Amante de las maletas improvisadas y de abrir bien los ojos al viajar, siente una predilección especial por África y sus gentes. Con veinte años viajó por primera vez al continente y desde el año 2009 vive en Johannesburgo (Sudáfrica). En los últimos años ha cubierto múltiples conflictos y temas sociales en Somalia, República Democrática del Congo, Angola, Mali, República Centroafricana, Sudán y otra treintena de países africanos. Es corresponsal de La Vanguardia en África, miembro de la productora social e independiente Muzungu y colabora elaborando reportajes para distintos medios.
En el siguiente enlace podrás leer una entrevista acerca del libro.
http://elasombrario.com/xavier-aldekoa-oceano-africa-sin-topicos-ni-dramatizaciones/ 

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domingo, 9 de agosto de 2015

Don Ramón Oller y su insaciable sed de saber



Buena tarde de domingo agosteño.
Continúo con esta serie de cuentos protagonizados por los valores. Si la pasada semana, el personaje principal era trasunto de Adela, el de ésta lo es de mi querido Penacho, todo un ejemplo para mí. A él y a su nieta se lo dedico. Con cariño.
Un abrazo de eterno aprendiz.

Relatos a la luz de los valores
Don ramón Oller y su insaciable sed de saber

Don Ramón Oller, a sus 70 años de edad no le importa que le digan que ya sabe bastante, que lo sabe todo. No le importa porque está convencido de que no es verdad. Su convicción es que el día en que deje de saber algo nuevo, será el día que muera.
No le entienden ni los que han sido alumnos suyos durante su trayectoria como  catedrático de Antropología Social y Cultural ni quienes le leen en el diario en que, semanalmente, escribe una columna divulgativa acerca de ritos y folklore como tampoco lo hacen sus familiares. Todos ellos creen que es hora ya de que se jubile, de que deje de estudiar. No, no pueden entender que un hombre tan sabio como él, que tiene publicados numerosos libros, que ha enseñado a tantos y tantos estudiantes su asignatura insista en que debe continuar aprendiendo lo que los distintos pueblos del mundo han ido acumulando en un bagaje cultural de miles de años.
Don Ramón goza de una posición acomodada y, criados como tiene ya a sus hijos, viudo como es y con el reconocimiento emérito del mundillo académico e intelectual más destacado, habiendo incluso recibido menciones honoríficas del más alto nivel, se empeñe en adquirir nuevos conocimientos, queriendo estar al día de las novedades.
Pero es más aún. Resulta que ha decidido matricularse en la universidad para empezar una nueva carrera. Lo ha pensado bien. Lo hará en alguna que no puedan reconocerle y se inscribirá en una, muy alejada de sus dominios antropológicos. Arquitectura es la elegida.
La sorpresa es mayúscula cuando le ven los profesores y alumnos el primer día de clase. Nada tiene que ver con la pinta azorada de los nuevos universitarios, con su juventud y energía. Parece un vejete trastornado, con su boina, su barba canosa y su gastado traje. Se sienta en un lugar discreto, no habla con nadie, se limita a tomar apuntes como buenamente puede, acostumbrado como está a recoger lo que le han ido contando los indígenas que iba entrevistando para sus tesis, las gentes mayores de los pueblos pequeños o sus colegas.
Pero a don Ramón no le importa que sus compis de clase murmuren sobre él. Lo que quiere es saber y saber más. Atiende como nadie las explicaciones de los profesores y está dispuesto a ser el primero en presentar los trabajos que les encarguen.
No, no es una cuestión de orgullo ni de locura. Es que no puede dejar de aprender. No podría asumir jamás el resignarse a dejar pasar el tiempo. Claro que eso de la nueva carrera…
-Papá, ¿no te habría valido con asistir a algún seminario o conferencia? Vas a ser la comidilla de la facultad.
-Hijo, a mí eso no me importa. Sé que podría saciar mi sed de conocimientos, escuchando cantar a los pájaros y jugar a descifrar su raza, hacerme catador de los sabores del mundo y conocer sus matices y texturas, memorizar nombres y nombres del universo con sus galaxias, parajes o lenguas. Lo sé, pero no me basta. Necesito ser arquitecto.
-Pero, papá. Que a estas alturas de tu vida no vas a construir ningún palacio ni catedral ni rascacielos.
-Que sí, hijo. Que ya sé que no voy a construir nada, pero es que quiero ser arquitecto. Ya sé que no pego nada allí, que la gente murmura sobre mí y todo lo demás. Pero, ¿es que acaso hago mal a alguien intentándolo?
Don Ramón siente que no le comprenden. Le da rabia que por el hecho de que se salga de la norma, le critiquen incluso sus hijos. No entiende por qué a quienes se dedican al culto del cuerpo no les critiquen y a él, que quiere cultivar su mente con el abono del saber, sí lo hagan.
No lo entiende, porque él que toda su vida ha estado aprendiendo, lo ignora todo sobre la envidia, la pereza o la calumnia. Y no es que no haya tenido enemigos a lo largo de su vida. Cómo no haberlos tenido si ha sido un hombre público a través de su cátedra, sus artículos y libros o sus éxitos. Pero ha preferido ignorar a los mediocres para aprender de los humildes, ha preferido ignorar a los envidiosos y calumniadores para apredner de los generosos.
Van pasando los cursos y contra todo pronóstico don Ramón Oller se gradúa como arquitecto. El graduado en arquitectura más viejo de la historia. Se siente como el chiquillo que hace tanto fue, el día que recoge su título. Nadie creía que lo conseguiría y, sin embargo, lo ha logrado. Es verdad, le ha costado mucho mucho porque ya sus neuronas no funcionan como lo hacían, su vista está cansada y sus manos temblaban a la hora de manejar planos y diseñar con el compás y la escuadra. Pero todo lo ha sorteado con empeño y determinación. Los profesores, admirados de su caso y más al conocer de quién se trataba, sentían la necesidad de facilitarle la tarea a la hora de aprobar las asignaturas, pero él les decía que quería ser como los demás alumnos. Reconoció, no obstante, que eso de manejar complicados programas informáticos no era para él, que él quería hacer las cosas con sus manos y su vista por muy gastadas, casi tanto como los trajes con que se presentaba a las clases, que las tuviera.
-Papá, ya tienes tu título. Ya te has salido con la tuya. ¿Dejarás por fin de querer estudiar?
-No, hijo. Seguiré estudiando como comeré y beberé, como me vestiré. ¿O es que quieres que me deje morir de inanición?
Don Ramón Oller se siente bien con su nuevo título. No le importa que no le vaya a servir de nada, que vaya a quedar arrinconado en un cajón. Lo esencial es que lo ha conseguido. Se siente vivo, se siente bien.
-Abuelito, ya lo sé todo. Sé que por las noches el sol se va a dormir al cuarto de la ilusión y que el mar es una cama blandita en la que duermen las sirenas y que las flores cuando ríen es cuando mejor huelen.
-Martita, ¿lo sabes todo? Yo creo que no.
-Abuelito, qué tonto eres. Cómo no lo voyh a saber todo, si el osito de peluche con el que me duermo, me cuenta cuentos de duendes y gigantes, de brujas y princesas, de manzanas mágicas y de árboles centenarios…
Don Ramón sonríe ante la ingenuidad de su nieta. Cree que lo sabe todo a sus 5 años y él, sin embargo, a los 80, sigue creyendo que le queda mucho por saber. Qué cosas.








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jueves, 6 de agosto de 2015

Destrucción



Buena tarde de jueveSe cumplen hoy 70 años del lanzamiento de la bomba atómica que destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima. En recuerdo de sus víctimas, sale a borbotones este mi último esbozo poético.
Un abrazo dolorido.

Destrucción

Bombas fueron tus palabras,
Palabras de fuego y dolor.
Muerte y destrucción,
Destrucción y cenizas.

Me dijiste que ya no me querías,
Que nuestro amor eterno acababa en un instante,
Que querías recuperar tu cordura de antes,
Que tu opción era, sin mí, la que elegías.

Destruiste mis sueños y experiencias,
experiencias que jamás  soñé experimentar.
Aniquilaste mis goces sin más,
No quedó nada de lo demás.

Balas de ametralladora son tus silencios,
Misiles teledirigidos, tus desprecios;
Bayonetas aceradas, tus olvidos;
Catapultas de hielo, tus desafueros.

¿Y mi alma derrotada?
¿Y mi piel arrasada?
¿Y  mi boca agrietada?
¿Y mi pasión rematada?

Nada.
Muerte y destrucción,
olvido y locura,
desolación y amargura,
vivir sin solución.
Nada.








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