miércoles, 30 de marzo de 2011

Pamplinas

¿No os han dicho nunca eso de "mira, no me vengas con pamplinas"? Pues, por si acaso, aquí va algo sobre la pamplina.

Pamplina es el nombre común de la planta sterallia media, álsine o planta gallinera, originaria de Europa, y que puede llegar a medir hasta 30 cm, aunque la poca firmeza de su tallo le impida desarrollarse de forma vertical. Sus flores son blancas y miden unos 4 mm, abunda en parajes húmedos, y se emplea con fines medicinales y para alimentar a los pájaros... Otras pamplinas -éstas pertenecientes a la familia de las papaveráceas, con hojas partidas en lacinias muy estrechas y agudas y flores de cuatro pétalos amarillos-, sin embargo, se dedican a infestar los sembrados de suelo arenisco, que en la primavera parecen teñidos de amarillo por la abundancia de flores...
...Quizá por este motivo, al ser consideradas florecillas insignificantes, se emplee coloquialmente la voz pamplina para designar las cosas de poco fundamento o utilidad. Proviene del latín papaverina, y este de papāver: "amapola".

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domingo, 27 de marzo de 2011

La fiesta de los ratones

Este domingo primaveral ya, con el día más luminoso, se me ha ocurrido una fabulilla, como aquéllas que leíamos de pequeños, y que tanta sabiduría encerraban. Yo no pretendo, faltaría más, equipararme a los Samaniego o los Iriarte, pero sí invitar a la reflexión.
Que os guste.
Un abrazo y feliz semana.

En el decrépito y, tiempos ha, abandonado edificio de la Bolsa, como cada día, Evaristo el Listo inició su habitual despedida.
-Señorías... Me voy, me retiro a mis aposentos.
Y, con su habitual reverencia bigotuda y grácil pase de cola, hizo mutis por la única portezuela que aún quedaba incólume ante el paso del tiempo.
Con un mohín de crispación y morritos apretados, Roberta Flac _la flaca_, contempló la rauda fuga del mentado Evaristo. Se vio obligada a aceptar, otra noche más, su ausencia. ¿Adónde iría? ¿Qué sendero elegiría esta vez?
Habían pasado el día enfrascados en una ardua polémica. Que si el queso de bola era mejor, o el manchego, o el Roquefort.
Al Listo le podían los suaves y mantecosos. A la Flaca, los de fuerte sabor y dura textura al paladar. Y otros concurrentes terciaban en la polémica, poniéndose de parte del uno o de la otra, y hasta hubo quien apostó por las tartas de queso.
Les gustaba aquel lugar frente a otros inmuebles mejor conservados, menos húmedos, por la abundancia de provisiones que, en él, se les ofrecían, montones de papel olvidado so pretexto de haber sido digitalizado, enlatado.
Y es que, todos estos moradores pertenecían a la especie ratonil. Habían aprendido a rondar por los más recónditos recovecos del subsuelo, conocían todos los secretos de la ciudad y, no obstante, siempre elegían para sus conciliábulos aquel palacete abandonado en pro de la modernidad y los ordenadores. Allá fueran los otros y su gusto por bibliotecas y librerías, ellos se sentían cómodos en ese lugar.
Roberta se maliciaba que el galán roedor le ponía los bigotes con alguna estrella cantaora. Y ella, siempre esperándole, penando su ausencia. ¿Se encontraría con algún fiero felino? Que por otra parte, bien empleado que le estaría por zascandil.
Hasta que otro día, el día de los ratones, comprendió el motivo de las ausencias: Evaristo porteaba sobre su lomo un paquete envuelto con su lazo y todo.
Se acercó a Roberta, le puso la patita encima y con agilidad de acróbata dejó caer su regalo.
-Querida mía. Por fin lo logré. Fui a pedir al hada madrina de los roedores esto para ti. Ábrelo, ¿querrás?
Y Roberta, emocionada, descubrió un cestillo que contenía algo mágico.
-¿Qué es, Evaristo?
-Siempre que te apetezca devorar tu manjar favorito, podrás hacerlo sin peligro de caer en las ratoneras que nos ponen los humanos. Con sólo remover lo que hay dentro, dispondrás de sabrosas porciones queseras. Y todo porque te quiero.
-Oh, Evaristo. ¡Me quieres!
-Sí, Roberta; ¿Y tú a mí?
La joven ratoncita se alzó de puntillas y posó su piquito en el de él. Y ese día en el local de la Bolsa hubo fiesta para todos y todas. Gran algarabía se formó en aquella reunión. Tanta fue que no oyeron a Micifuz. ¿Qué imagináis que pudo suceder?

Moraleja:
Si harto de queso no quieres perecer
vigila al gato que te pueda vencer.

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sábado, 26 de marzo de 2011

testimonio de superación para una tarde de sábado

Hoy, día en el que otra vez más se ha celebrado la vida, quiero compartir aquí una de esas razones que a uno le mueven a mantener la ilusión por seguir viviendo.
Os dejo el testimonio de mi amiga Elena que nos enseña, una vez más, que merece la pena pelear contra la inaccesibilidad del entorno.
Ojalá algún día las personas ciegas lo tengamos más fácil. Mientras tanto, seguiremos apostando por la superación.

Desde que a los 19 años me quedé ciega, he estado luchando porque en esta sociedad del avance y el conocimiento se me considerara como a una más.
Desde octubre de 1990 trabajo como telefonista en un banco español. Anteriormente estuve haciéndolo durante 3 años en diferentes destinos dentro de la ONCE.
Cuando llevaba un par de años trabajando en el banco, decidí que quería estudiar y me preparé para el Acceso a la Universidad. Opté porque fuera en la UNED por no tener que ir obligatoriamente a clase, aunque era más difícil al no tener un hábito de estudio y no disponer de los textos adaptados a tiempo para poder estudiar.
Me costó un par de cursos obtener el Acceso y empecé la Licenciatura de Filosofía y Ciencias de la Educación.
Me matriculé en 1º y cuando comprobé que no había ninguno de los textos disponibles, bien en Braille o en sonoro, me empecé a agobiar porque veía que no me iba a dar tiempo a estudiar las asignaturas. estuve tentada de abandonar, pero una compañera del curso de Acceso me animó y me dijo que no tenía que dejarlo, que lo intentase matriculándome sólo de las materias que pudiera o que tuviera adaptados los textos. Así lo hice, en el curso 1996-97 me volví a matricular sólo de 3 y así hasta que en el año 2007 terminé la Licenciatura.
El banco tiene todos los años unas pruebas de ascenso para todos los empleados. Como yo entiendo que soy una más de la plantilla, decidí presentarme a las pruebas de Técnico nivel VIII. Hablé con el Departamento de Recursos Humanos y después de pretender que no me presentase, determiné que les iba a demostrar que sí podría superarlas. Muchos de los documentos que me proporcionaron no eran accesibles y a la hora de preparármelos era más difícil. Al año siguiente lo volví a intentar. Fue un poquito más complicado porque ya no había temario sino que había que realizar una serie de cursos a través de la Intranet que, por supuesto, tampoco era accesible. Me puse en contacto con la Oficina del Voluntariado del banco y un antiguo colega, me ayudó, tanto a la hora de explicarme muchas de las cuestiones bancarias y financieras, que no sabía; como a leer los textos. Finalmente, me presenté y aprobé el curso, por lo tanto, ahora ya soy Técnico nivel 8º gracias a Manuel Iturbe y una serie de compañeros que confiaron en mí y me dieron ánimos para seguir adelante.
Hace unos meses recibí un correo electrónico desde el departamento de Acción Social con un proyecto muy ilusionante y diferente a lo que estoy realizando. Se trataba de asistir, como voluntaria, a un colegio para hablar con los chavales de 5º o 6º de primaria o 1º y 2º de la ESO con el objetivo de concienciarles acerca del valor del dinero.
Después de contestar que me interesaba el proyecto, se me dijo que los textos no eran accesibles y que lo sentían mucho pero que en otra ocasión sería. Hablé con un compañero que casualmente fue quien puso en marcha la idea, y me comentó que yo iría con él a los centros. Se comprometió a hacérmelo más fácil y a acompañarme.
Nos tocó el colegio Pi y Margal de Madrid, situado en la plaza 2 de Mayo.
Los alumnos de 5º se comportaron aceptablemente. Se pudo hacer la clase muy amena y tanto los chavales como nosotros estuvimos contentos de hacer algo productivo y diferente a lo cotidiano. Los de 6º, en cambio, fueron más revoltosos y no sé si les serviría lo que hablamos, pero al fin y al cabo, yo tuve la certeza de que estaba siendo una más. que podía realizar otras tareas dentro de la sociedad y me sentí muy satisfecha porque los niños a pesar de que yo no veía, ellos no me percibieron como a un bicho raro.
Muchas gracias Javier.

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martes, 22 de marzo de 2011

Los primeros cafés públicos

Los cafés gozan de grandes reminiscencias tanto literarias como históricas por las tertulias que en ellos se llevaron a cabo.
Si os apetece os invito a un café (con algún dulce, faltaría más) y emulamos a aquellos apasionados tertulianos y tertulianas.

Fue en Arabia donde posiblemente se abrió el primer establecimiento dedicado al café o cafetería, ya que los derviches lo tomaban para ahuyentar el sueño y poder orar en las horas de la noche, costumbre que se extendió a otras ceremonias religiosas. Tanto se extendió la costumbre de tomar café que para satisfacer la gran demanda se abrieron los primeros kehveh kanes o cafeterías, y fue tanto el escándalo que causó, ya que los feligreses descuidaban los oficios religiosos, que en 1.511 se dió la orden de cerrar todos los establecimientos.
La costumbre de tomar café llega a Turquía en el año 1.517 tras la conquista de Egipto por Salim I y bajo el reinado de su hijo Solimán el Magnífico se abrieron los primeros cafés en el año 1.554 en el barrio Taktacalah de Constantinopla siendo desde entonces lugar de reunión de intelectuales. Sus propietarios, Schemsi de Damasco y Hekem de Alepo recibían a sus clientes en su establecimiento lleno de sofás y alfombras orientales lujosamente ornamentadas, cobrando un centavo por tazón o escudilla de café.
En Europa no se tiene constancia cierta de los primeros cafés pero imaginamos que por el comercio con Constantinopla, debieron ser los venecianos los primeros en abrir cafeterías, aunque se tiene constancia que el primer café se abrió en Italia en el año 1.645 con aprobación papal.
Las cafeterías italianas nacieron en Venecia hacia 1647,. Uno de los más conocidos fue el abierto en 1720 por Floriano Francesconi, con el nombre de Caffè de la Venecia Triunfante, que cambió luego su nombre a Caffè Florian, emplazado en la plaza de San Marcos, y que se convirtió en un importante centro de actividades culturales y comerciales. Más tarde, en 1759, había en Venecia más de 100 cafés. En Roma, encontramos otros cafés como el del Greco, fundado en 1760, sobre la vía Condotti, y que se ha convertido en uno de los cafés más famosos del mundo.
En Inglaterra según Isaac Disraeli en su obra "Curiosities of literature" relata que en el año 1.650 un judío procedente del Líbano, llamado Jacob, abrió en Oxford el primer café público. William Oldys (fallecido en 1.761) nos relata lo siguiente: Un mercader de Londres, mister Edwars, adquirió la costumbre del café en Turquía. Al instalarse en Inglaterra llevó consigo a un joven, Pasqua Rosée, que había conocido en Ragusa y preparaba la bebida para él. Como esta novedad le trajo mucha compañía a la hora del café, concibió la idea de abrir un establecimiento, asociando a Parqua Rosée con un yerno de mister Edwars.
La implantación en Viena del café es curiosa por lo original de su historia. En 1.683 el sultán turco Mohamed IV envía a 300.000 hombres, al mando de Kara Mustafá, a sitiar la ciudad, el emperador escapa de milagro del cerco otomano. Un antiguo intérprete del ejército sitiador, Franz George Kolschitzky, de origen polaco, disfrazado con uniforme turco pasa las filas y se reúne con el emperador Leopoldo comunicándole toda la información del enemigo. Gracias a estos informes los turcos fueron derrotados dejando en el campo de batalla un inmenso botín compuesto por 25.000 tiendas de campaña, 10.000 bueyes, 5.000 camellos, gran cantidad de oro y muchos sacos de café. Los austriacos se repartieron el botín excepto el café que no sabían para que servía y Kolschitzky lo reclamó para sí. Al poco tiempo este hombre abrió el primer establecimiento en Bischofhof y se popularizó tanto que en el año 1.839 existían en Viena ochenta establecimientos y cincuenta más en los suburbios, todo un gran negocio.
En París fue conocido el café de la mano del embajador turco Silomán Aga que desde junio de 1.669 hasta mayo de 1.670 estuvo en la ciudad del Sena. Llevó gran cantidad de café para consumo propio y para las recepciones en la embajada. Isaac Disraeli nos relata cómo se servía: El café era servido por esclavos negros, ofreciéndolo de rodillas y ornados con los más suntuosos vestidos orientales. Un moka escogido era escanciado desde una especie de salsera de oro y plata, posada sobre servilletas de seda bordadas, orladas de oro puro, a unas minúsculas copas de porcelana fina.
En el año 1.672 se abre el primer café en París, regentado por un armenio llamado Pascal en una barraca en el mercado de Saint-Germain, siendo la bebida servida por jóvenes camareros turcos.
Durante el siglo XVII el café se arraigó en los países nórdicos, que luego se convertirán en grandes consumidores. En 1685 el café llega a Estocolmo, y cinco años después, en 1690, se abren allí dos cafeterías. En esos años la moda del café también se impone en Noruega (1675), Dinamarca (1685), y Finlandia (1700).
De todos los países europeos en los cuales arraigó la moda del café e hicieron furor las cafeterías, la excepción fue Holanda, que tanto había contribuido con la difusión del cafeto y del hábito del consumo de café. Ellos no crearon establecimientos particulares destinados al consumo público del café, y se contentaron con tomarlo en el interior de sus hogares, a pesar de que se había convertido en una moda nacional.
Antes de que el café sustituyera al té, a raíz de la Stamp Act de 1766, que originó la rebelión del Tea Party en 1773, ya el café era consumido en el siglo XVII en la colonia holandesa de New Amsterdam, enclavada en lo que hoy es Estados Unidos. Más tarde, el capitán John Smith lo daría a conocer en la colonia de Virginia. En los primeros años del siglo XVIII encontramos coffee-houses en algunas ciudades como Boston, Nueva York y Filadelfia. Así como afirman que la Revolución Francesa nació en el Café Foy de París, algunos sostienen que la Revolución Americana vio la luz en el Green Dragon de Boston.
Los primeros cafés fueron introducidos en España durante la segunda mitad del siglo XVIII por italianos como Gippini, que poseía establecimientos en Barcelona, Cádiz, Madrid, San Sebastián y Sevilla. A pesar de lo tardía de la introducción, los cafés prosperaron rápidamente, convirtiéndose en centro de la discusión política.
Luego, a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX se crearon muchos cafés que se convirtieron en verdaderos círculos literarios, avivados por las tertulias. De ellos dijo Miguel de Unamuno, en su discurso de jubilación de la Universidad de Salamanca, que "la verdadera universidad popular española ha sido el café y la plaza pública", para salirle al paso a los que criticaban las tertulias literarias en los cafés, considerando que allí se derrochaba irresponsablemente el tiempo para el ocio creador.
Varios cafés madrileños han sido tema de sainetes, como ocurrió con el Cádiz, el Barcelona y el Pombo, amado por Ramón Gómez de la Serna. El café Fontana de Oro, por ejemplo, inspiró el tema de la primera novela de Pérez Galdós, en 1870.
Otra ciudad española famosa por sus cafés es Barcelona, donde había a mediados del siglo XIX varios cafés reputados por su servicio y su tertulia, como el Café de las Siete Puertas, inaugurado en 1840, o el de Los Guardias, el de Useletti y el Rincón, en las Ramblas.

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domingo, 20 de marzo de 2011

El extraño sello

Otro domingo más, otro cuento más. Que la primavera que mañana comienza, con su luz y nueva vida, dé alas a vuestra semana.
Que estéis bien y os guste.

Elisa andaba cavilosa. No sabía cómo podría descifrar un extraño sello que figuraba grabado en el último de los rollos que había descubierto en el anaquel más recóndito del archivo en el que, en aquellos momentos, andaba husmeando. Estaba compuesto de unos raros signos inscritos en una figura geométrica lobulada y en el centro una letra, ¿acaso, la e?
De vocación historiadora y profesión investigadora, más que por adentrarse en el pasado, la había elegido por su natural indagador. ¿Qué se escondía tras los polvorientos objetos que iba desenterrando en sus búsquedas? ¿A quién pertenecieron? ¿Qué mensajes transmitían y a quién iban dirigidos? Toda una pasión eso de desenrollar legajos olvidados y sacar a la luz transacciones, acuerdos, sentencias, trozos de vida cotidiana pretérita y, no obstante, ejemplificadora aún.
Era una experta paleógrafa, apreciada por su meticulosidad y empeño en lo que hacía. Y además era guapa, simpática y sencilla. Todo un dechado de virtudes. Y, no obstante, no había tenido tiempo todavía de descubrir el amor, porque seguramente no habitaría entre los documentos antiguos. ¿O quizá, sí?
Con pulso firme usó la espátula para desprender el sello. A continuación lo fijó en el portaobjetos y lo fotografió y añadiendo la tarjeta con los datos identificativos lo introdujo en la bolsita hermética habilitada al efecto para resguardarlo, conforme al procedimiento académico establecido.
Después pasó al texto que encerraba. Se inclinó sobre el pergamino y, otra vez, el crujido de la tela al desenrollarse, el olor a tinta y vejez, las misteriosas líneas... la emoción volvió, como siempre, a embargarla.
Se dispuso a descifrar otro texto arcano. En principio le pareció que la caligrafía no era difícil. Conservaba bien los trazos que dibujaban palabras en un latín correcto.
Ahora bien, el relato que se abría, cual capullo de seda ante sus ojos, ya era otra cosa. Necesitó releerlo nuevamente. No lo entendía. Era tan aparentemente simple y, a la vez tan increíble que no era capaz de comprenderlo.
Hablaba de una mujer solitaria, perfecta. Que buscaba y nunca hallaba el objeto de su pesquisa. Una mujer venida de lejos, que nunca dejaba de caminar, que nunca podía detenerse. Y de un joven que esperaba eternamente. Y de un palanquín negro en el que viajaba un anciano ciego con una lámpara. Y que éste se la entregaba al doncel. Y que al encenderla y levantarla alguien se hacía visible.
Elisa salió al sol de mediodía. En la plaza donde se elevaba el solemne edificio que alojaba el Archivo Histórico Nacional los paseantes dejaban discurrir el tiempo entre charlas y confidencias. Bajo el brazo, sostenía la cartera donde guardaba sus útiles de trabajo y, cómo no, la estampilla que lacraba aquel pergamino catalogado hasta entonces con las coordenadas donde había estado depositado desde siglos.
Se había dicho que quizá la solución al enigma estuviese oculta en el significado del sello. La intuición, un sexto sentido, no sabía qué, pero algo le decía que así sería.
Se dirigió, con paso resuelto, como ella era, a la facultad. Buscaría la cátedra de Sigilografía y esperaría que alguien hubiese quedado trabajando a esa hora, alguien como ella, tan apasionado por los misterios.
Subió al tercer piso, llamó a la puerta del catedrático, un hombre venerable aunque siempre distante, dejó que sus nudillos anunciasen la presencia de su visita y pasó.
La sorpresa se alzó ante sus ojos. En las escasas veces en las que había estado en aquel despacho nunca había visto, o es que nunca había estado, un óleo historiado que recogía la imagen de un palanquín negro del que asomaba un anciano ciego con una lámpara encendida. No podía creerlo. ¿Podréis creerlo vosotros?
Y, más aún, quien allí se encontraba trabajando no era el señor carvajal, si no un apuesto joven de ojos brunos, negrísimos pero de mirada clara y sonrisa de luz.
-Por fin llegas. Te estuve esperando.
-Pero... si yo sólo venía en demanda de ayuda para descifrar un sello.
-Claro, él lleva tu nombre, tu grafía. Y yo soy su destinatario. ¿Dejarás que se cumpla el destino?
-¿Es que puedo hacer otra cosa?
Los dos jóvenes supieron, entonces, que ya no deberían buscar más.
El tiempo pasó. Elisa se forjó merecida fama como profesora, enseñando a otras como ella, y a otros, que merecía la pena perseguir sueños, atreverse. Y cuando lo explicaba siempre mostraba el colgante de rubí que lucía en su cuello, un colgante que encerraba... un curioso dibujo. Bueno, curioso para aquél que no conociese su historia.

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viernes, 18 de marzo de 2011

Decálogo para ayudar a una persona ciega

Por si en vuestro deambular cotidiano os topáis con un cegato andarín, vayan aquí algunos consejillos para echarle una mano, que el ojo ya os lo echará él _bueno, mejor digamos sonrisa que ojo, faltaría más, claro_.
Ahora bien, no os creáis, de todo hay en la viña del señor y no todos los ciegos somos lo agradecidos y simpáticos que deberíamos ser. En mi opinión, el mero hecho de que alguien te ofrezca su ayuda (aunque a veces sea más un estorbo que un favor), ya es suficiente para ser aceptada y devuelta con un "gracias, guapa; encantado, señor...

1.- Allí no es ningún lugar. No debéis utilizar las locuciones "allí / allá, aquí / acá porque eso no significa nada para quien no ve. Mejor será indicarle con "a la derecha o izquierda, detrás o delante, etc."
2.- Pregunta primero. Antes de ayudarle (tal vez él no lo necesite o no lo desee, pregúntale si quieres que le ofrezcas su ayuda. Normalmente debería decir que sí,pero... nunca se sabe y hacer las cosas sin avisar, por bienintencionadas que sean, no es bueno y puedes ser rechazado de peores o mejores modos.
3.- Déjate coger tu brazo. Aunque lo usual suele ser que, cuando vas a ayudar a una persona ciega, le cojas tú del brazo, eso no es lo correcto. Lo que se ha de hacer es que el privado de la vista vaya un paso por detrás de ti porque, si tú eres el que ve, lo lógico es que tú vayas por delante y además por el movimiento de tu cuerpo sabemos cómo es el terreno que vamos pisando.
4.- El plato se convierte en un reloj. Si vais a comer juntos, puedes explicarle cómo están dispuestos los alimentos en el plato, haciendo uso de la analogía del reloj. A las 12, tal alimento; a las 6, tal otro, etc.
5.- No agarres el bastón. Hay algunos que tienen la mala costumbre de agarrarte el bastón como si de una correa se tratase. Eso da mucha rabia e inseguridad, ya que si así sucede, el invidente pierde la referencia con el suelo a través de la contera o punta. Es como si te tapasen los ojos por un momento.
6.- Los perros guía mucho más que una mascota. Estos animales, tan bien adiestrados y curiosos para muchos, son los ojos de su dueño. Puedes acariciarlos cuando están descansando pero no darles de comer ni distraerlos cuando van trabajando.
7.- Hablar con naturalidad. Nosotros aspiramos a la normalidad y, una forma de ella, es el lenguaje. No tengas prejuicios ni rubor a la hora de utilizar palabras como ver, mirar, etc.
8.- El orden, elemento clave. Para quienes no vemos, necesitamos saber dónde se dejan las cosas y que no nos las cambien de sitio, ya que, lo que con un golpe de vista se localiza de forma inmediata, con las manos cuesta mucho más encontrarlo. No dejes las puertas medioabiertas..
9.- No jugar a las adivinanzas. Molesta mucho eso de que te digan: "a que no sabes quién soy" o "¿me conoces?" Dime quién eres y déjate de jueguecitos.
10.- Salúdame, te lo agradeceré. Puesto que al no verte, si no me dices nada no sabré que has pasado por mi lado. Pero si me saludas, me alegraré sobremanera ya que has querido hacerlo, ha sido un gesto, todo un detalle ya que si no hubieras querido que me enterase de que pasabas a mi lado, no habrías tenido problema en ocultarlo al no verte.

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martes, 15 de marzo de 2011

El valor de la humildad frente a la ceguera de la soberbia

Cuando uno contempla anonadado la fuerza insuperable de la naturaleza causante de tragedias como la del pasado viernes en Japón, cuando te enfrentas a la realidad de no ser capaz de curar tu ceguera, mientras que te repele el hechho de encontrarte con personas que se muestran por encima del bien y del mal, inalcanzables en su trono despótico de supuesto dogmatismo te reafirmas en el valor de la humildad, del saber que todo el mundo es importante y que siempre se tiene algo que aportar, además de asumir la certeza insoslayable de que el ser humano no puede aspirar a constituirse en Dios por mucho que quieran hacérselo creer.
Cuán necesaria resulta esa dosis de sencillez, de llaneza porque, al fin, todos somos limitados.
Y no se trata de apelar a falsas modestias si no a sinceras realidades. No es cuestión de absurdas presunciones, sí de loables alegrías compartidas ante los retos superados.
Qué errados están quienes se arrogan el considerarse más que los otros, invencibles, inalcanzables porque cuando menos lo esperen alguien o algo para lo que no se encuentran preparados les obligará a lamentarse de esa actitud. Más aún, deberán hacerlo con dolor y pérdida.
Dar valor a lo que uno es y va consiguiendo, sí; mas pretender dárselo de forma superlativa, grosera, no.
Esto me ha enseñado la realidad que me rodea y mi realidad de ciego.
Y además, el premio que se recibe por semejante conducta es el reconocimiento sincero frente al alago gratuito, la adulación.

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domingo, 13 de marzo de 2011

Paloma

Con mis mejores deseos de que otra semana más sea dichosa para todos.
Que os guste.

A Paloma, Palomica, no le apetecía nada arrimarse a las paredes de cemento. Le gustaba más hacerlo a la calidez del muro de yedra del jardín en que fuera a haber parejas de enamorados o soñadores con hambre de lecturas.
Y es que Palomica, con sus calcetines a rayas de colores, sus vestidos de lunares y sus gorros de hada, se aparecía en aquellos refugios. ¿Que cómo lo hacía? Pues cómo ha de ser: montada en una escoba.
Ejecutaba su vuelo con la maestría que dan los siglos y la pericia que ofrece el interés de saberse necesaria.
Sí, ella sabía que lo era porque cuando no apadrinaba los encuentros jardineros, el aroma de las flores perdía lozanía, intensidad, y los visitantes salían con sus espíritus amustiados sin que pudieran explicarse el motivo. Ellos no podían, pero ella sí. Sabía que la llama de la magia y la pasión únicamente se prendía con su presencia.
Que no la vieran, no le importaba porque lo esencial resultaba ser el efecto que lograba hasta que un día todo cambió. Alguien la vio y entonces, entonces dio comienzo el final.
Un pintor al que decían loco se sentó una tarde de primavera en el banco que quedaba frente a la entrada del Jardín de los Suspiros. Se proponía plasmar el guiño del sol cual caballero que lo haría, galanteador, ante las bellas damas de su mundo, a los arriates de flores a la hora del ocaso.
Levantó la vista para retener en la retina los colores que debería elegir y entonces contempló cómo, en lo alto del muro se posaba una figura bien extraña, subida a una escoba y con calcetines a rayas verdes, rojas y amarillas.
Decían de él que era el loco porque era capaz de percibir lo que a otros se les escapaba y no alcanzaban a comprender. Mas no era tal. Simplemente era sensible y de alma libre.
Se dijo que si hablaba de aquello se ganaría definitivamente la reputación de orate. Aunque, por otra parte, qué más daba. Si no era por esto, sería por aquello. Ya no había remedio.
Así que se puso a observar y pintar. Conforme iba formando, en su cuaderno de dibujo, la ilustración perseguida,algo increíble comenzó a suceder.
Era como si la estuviese atrapando. No era capaz de apartar su mirada porque la figura de la tapia se diluía conforme la trazaba con su mano experta.
¿Era posible, se dijo_ que la capturara? ¿Y si así lo hiciese, ¿qué supondría eso?
Terminó su trabajo y marchó para casa, satisfecho de lo logrado. Es más, sentía que algo había cambiado en su interior.
Al día siguiente, cuando desayunaba en el bar de siempre su té y su croissant a la plancha, oyó cómo alguien relataba un extraño acontecimiento. Habían hallado abandonada una peculiar escoba en lo alto del muro del Jardín de los Suspiros.
Tiempo después se seguía recordando el sucedido porque, curiosamente, además, desde aquello, los jardines del lugar habían dejado de ser visitados. Nadie se explicaba la causa o razón, teniendo en cuenta que era la temporada propicia para disfrutar de ellos.
El misterio siguió siéndolo hasta que, al año siguiente, otra tarde, a una niña que siempre solía estar sola, no la aceptaban por su diferencia _era ciega_, una hermosa paloma se le posó en su hombro y, con el lenguaje universal de la fantasía, le susurró una historia que hablaba de un hada que volaba en una escoba y un pintor que la había atrapado.
La niña, de nombre Eva, sonrió y comprendió. Al fin podría ser dichosa porque la aceptarían, sabrían que su personita también conocía algo que los demás necesitaban y lo que era mejor, sabía cómo proporcionárselo.

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sábado, 12 de marzo de 2011

Sentirse bien

Sin ánimo pretencioso, pero sí con la intención de animar, querría contaros mi última experiencia como amo de casa y hacerlo, cómo no, en clave de humor y que ayude a crearos una sonrisilla, que para eso es sábado noche y hoy ha sido uno de esos días en los que uno se siente bien, se nota querido y aceptado. Todo un lujo, un regalo y un estímulo para este cegato vuestro.
Pero vayamos a mi última andanza doméstica.

Llego el pasado miércoles a casa a la hora de comer, tras mañana intensa de trabajo y, oh sorpresa, no tengo luz. Primera pregunta: ¿cómo te das cuenta, cómo ves, si no ves, que no hay luz en tu hogar? Es que, como animal de costumbres que es uno, lo primero que hago a esas horas es poner la radio y ese día no funcionaba. El microondas donde caliento la comida, tampoco. La nevera no se oye. Nada, que los aparatos no van.
¿Qué hacer? Mirar a ver cómo están las palancas del diferencial, el automático. Ya está, hay una bajada. ¿Por qué?
Pido auxilio al portero. La respuesta no se hace esperar. La causa de esa bajada de palanca (que node pantalones) es la nevera que en cuanto la conectas a la corriente hace clic, que salte.
Así que nada, nevera nueva al canto.
Pero claro, las cosas no suelen suceder en momentos favorables, si no cuando les apetece, seguramente con intención de tocar las narices. Tengo que marcharme para impartir el taller de lectura y encima no llevo imprimidos los textos que he preparado porque el día de antes se me olvidó grabar el archivo en el cacharrito donde los llevo a la ONCE para imprimirlos y cuando me dispuse a hacerlo, resulta que me quedé como el gallo de Morón (cacareando y sin plumas). Así que esa tarde de miércoles he de salir corriendo y, mientras tanto, los suculentos alimentos tan amorosamente cocinados por mamá, descongelándose _tic tac tic tac_. ¿Qué hacer? Ya me veía aplicando aquella máxima de “la del pobre: reventar, antes que sobre”.
Pero no, se me ocurre una idea luminosa: pedirles a los del bar de abajo, donde acostumbro a vermutear, que me hagan un hueco en su congelador (oigan, no para mí), si no para que me los guarden. Y allá que me voy con mi bolsa de viaje repleta de menestra, arroz, carne guisada y demás. Quién le iba a decir a una bolsa hecha para viajar que le tocaría transportar cajas congeladas. En fin, vivir para ver.
Al día siguiente, jueves, me toca ir de compras neveriles. ¿Cuál elegir? ¿Cabrá en el hueco dispuesto al efecto en mi cocina? ¿Y si me lo han medido mal? En fin, ya se verá.
Que si llévese ésta, que si llévese la otra, que aquélla tiene tal o que si ésta tiene cuál. Y yo qué sé. Con tal de que congele bien y de que refresque convenientemente, ya me vale.
Llega el viernes, me la traen en medio del aguacero y me dicen que de enchufarla ya, nada. Que he de esperar a que el gas se estabilice (¿gas? ¿Qué gas? Si yo lo que he comprado es una nevera, no un globo aerostático). Al menos, las medidas habían sido las correctas.
Me dijeron que se encendería una luz indicando la temperatura, que sólo era cuestión de apretar un botoncito para poner la elegida. ¿Y yo qué sé cuál he de poner? Ale, vete a buscar a un vecino para que te lo indique. Llamo a una puerta, no contestan; llamo a otra, tampoco; a la tercera va la vencida. Viene el chico y me dice: si ya está puesto y en marcha. Tócate los pelendengues y yo buscando a un vecino cuando ya lo había solucionado por mi cuenta.
Y nada, esta mañana vuelta al bar a recoger los congelados y a organizar las cosas.
¿Y sabéis qué os digo? Que estoy muy contento con mi nevera nueva. Así que si os animáis os invito a su inauguración poniendo a refrescar una botellita de… o un sorbete.
Y todo esto lo he hecho yo solito. Qué mayor, que bien me siento. Ser uno más, ser autónomo, valerme por mí mismo.
Larga vida a la nevera.

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viernes, 11 de marzo de 2011

¡Que no se apague la luz!

No quiero ni puedo dejar pasar este 11 de marzo, otro 11 de marzo más sin invitar al recuerdo de aquel otro 11 de marzo en el que gentes sin alma hicieron que se apagase la luz de miles de personas con su sinrazón y brutalidad siniestra.
Y, sin embargo, esa luz que quisieron oscurecer sigue alumbrando porque la memoria y los sentimientos de quienes antes de aquel jueves la recibían en forma de afectos, proyectos, alegrías y tesón se transformó en estrellas.
Yo quiero mirar a esas estrellas y pedir por ellas, y ellos, soñar con que nunca se diluirán mientras haya memoria.
Si hubo culpables que no han sido culpados o si hubo quienes se beneficiaron ellos sabrán qué precio les impondrá la conciencia. Yo sólo quiero, desde el corazón y la honestidad, mandar un guiño de saludo y esperanza.
7 años ya. 7 años, número lleno de simbología y magia.
Con mis mejores deseos y afectos.

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jueves, 10 de marzo de 2011

Imágenes de Budapest

Ojalá os guste este vídeo. A mí la canción y la chica que la canta me gusta (digo su voz, porque lo demás, ni idea). Ahora que las imágenes que salen no sé cuáles serán. ¿Me las querríais describir?

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martes, 8 de marzo de 2011

Evasión de una vida de oscuridad

Si en otras ocasiones, he aprovechado este espacio para denunciar situaciones de falta de accesibilidad para los ciegos,en esta ocasión es para alabar un servicio que la Comunidad de Madrid nos presta.
Quiero compartir aquí este interesante artículo, publicado el pasado viernes en el diario Gente de Madrid. Os aseguro que funciona perfectamente, no en vano me toca coordinarlo.
Yo que conozco a Carmelo os diré que ciertamente es uno de los más asiduos usuarios de este servicio tan interesante para los ciegos madrileños.

Las manos le tiemblan ligeramente, pero avanzan rápidas sobre el papel. Carmelo Garralón dedica cinco o seis horas diarias a la lectura. Es, junto con la radio, su medio preferido para evadirse de una vida entera en la oscuridad. "Soy ciego de nacimiento y desde niño controlo el braille", explica Carmelo con una sonrisa, mientras enseña la calidad y el grosor del papel. Él es uno de los más de cien invidentes de la Comunidad beneficiarios del servicio de telebiblioteca de la Consejería de Cultura.
Un total de 1.543 madrileños reciben de forma gratuita en sus hogares libros procedentes de las bibliotecas autonómicas. De ellos, el 43 por ciento tienen algún tipo de discapacidad y 109 son usuarios de libros en braille. Esste servicio registró durante el pasado año un total de 10.828 préstamos.
La telebiblioteca, creada en 2007, permite solicitar libros en préstamo a través del teléfono 012 o la web www.madrid.org, y la Comunidad los manda gratuitamente en 48 horas a casa. Es un servicio que va dirigido a personas mayores de 70 años o con una minusvalía superior al 33 por ciento. Cada lector solicita una media de 12 préstamos al año de sus fondos, que incluyen audiolibros, libros de letra grande y de lectura fácil, entre otros documentos.
Este servicio dio en septiembre de 2009 un paso importante gracias al convenio que firmaron la Comunidad de Madrid y la ONCE y que ha permitido ofrecer una completa selección de obras a personas con discapacidad visual. Hasta la firma del acuerdo, la ONCE enviaba los libros por correo y el lector debía trasladarse a la oficina a recogerlos. Sin embargo, la voluminosidad de las obras en braille, que alcanzan los veinte tomos en libros como 'Los pilares de la Tierra', dificultaban su recogida a las personas mayores. "Llamo a la ONCE y la Comunidad los recoge, es mucho más cómodo para mí", asegura Carmelo.
Este vecino de Madrid es una de las personas que más utiliza este servicio, ya que su ritmo de 180 páginas diarias requiere una visita semanal de la telebiblioteca. Sin embargo, su afición no es generalizada. Muchos lectores invidentes están sustituyendo el braille por los audiolibros, más cómodos y rápidos. "El braille está en declive. La gente ahora prefiere los libros hablados", afirma Carmelo, que explica que es más difícil adquirir soltura con el braille cuando se pierde la visión durante la vida. "Para mí ese soniquete no es igual que leer", concluye.
El Gobierno regional, dentro de su Plan de Fomento de la Lectura, desarrolla otras acciones especialmente dirigidas a este segmento de la población, como el aumento de recursos específicos en su red de bibliotecas públicas, que cuenta con 16 centros. Estos ofrecen más de 3.500 audiolibros y más de 2.500 libros en letra grande y de lectura adaptada. En este campo destaca la Biblioteca Pública de Carabanchel Luis Rosales, abierta el pasado verano.
El 71 por ciento de los madrileños se consideran lectores, un porcentaje muy superior a la media nacional del 55 por ciento, según el Estudio sobre Hábitos de Lectura en la región, que indica que el índice en la Comunidad creció del 68'8 por ciento de 2004 al 71'2 por ciento en 2010.
Los lectores frecuentes han pasado del 49'6 por ciento en 2004, al 58,3 por ciento de 2010.
El idioma de lectura es el castellano para el 97,7 por ciento de la población, pero un 37,8 por ciento lee en dos o más lenguas.
El 47,1 por ciento se declara lector frecuente en soporte digital, aunque sólo un 3 por ciento tiene libro electrónico.
Los madrileños compran un 50 por ciento más de libros que el conjunto del país y en 2010 leyeron 9,2 libros de media.
Los usuarios de las bibliotecas crecen en un 50 por ciento y valoran el servicio con un notable.

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domingo, 6 de marzo de 2011

Domingos de aventuras

Como cada domingo, vaya mi cuentecillo de la semana. Que hayáis disfrutado de estos días de carnaval y que sigáis bien.

Aquel chico de 31 años se había acostumbrado ya a jugar a ser héroe durante cada uno de sus últimos domingos. Unos, lo hacía subiéndose a cierta diligencia para atravesar el Lejano Oeste en medio de la desolación o la bravura de los indios salvajes. Otros, los empleaba en surcar la inmensidad azul de tempestuosos océanos para llegar a islas preñadas de tesoros. En fin, los hubo también en que capitaneaba el equipo ganador en las carreras de cuádrigas en el circo romano o cuando pilotaba el helicóptero que salvaría a la más guapa de las supervivientes en el voraz incendio de un rascacielos en llamas. De todas esas hazañas se sintió protagonista y nunca se cansó de esperar cuál le depararía el domingo siguiente.
Y no crean que a nuestro personaje esa afición le había venido de siempre. Muy por el contrario, cuando conocidos y familiares le hablaban de lo increíble que era, él siempre ponía excusas: que si se aburriría, que si tenía cosas que hacer, que si esto o si lo otro. Hasta que llegó el día en que no pudo resistirse más. Cómo hacerlo. Sus mejores amigos le quisieron hacer como regalo de cumpleaños el definitivo momento en que vencería al objeto de tanta negativa. Le obsequiaron con una entrada para la primera sesión vespertina, en el Cine Rex, de “Las minas del rey Salomón”. Ah, ¿de eso se trataba? ¿De iniciarse en el mágico mundo de los sueños? ¿En el universo del celuloide?
Sí, así era. La cuestión estribaba en que Carlos era ciego y creía que aquello del cine no era para, los que como él, estaban privados de la vista.
Y, no obstante, los que le conocían bien, sabían que se equivocaba. No podía ser de otra manera, con lo que a él le gustaba leer, con la imaginación de la que siempre hacía gala y con su espíritu luchador tenían la certeza de que también disfrutaría, igual que de lo demás, viendo una peli.
Llegado el día de la aventura, un domingo de junio, sólo tendría que dirigirse, ayudado de su bastón, al Rex, la mejor sala de estrenos de la ciudad, la más moderna e innovadora. Lo tuvo fácil siguiendo las indicaciones dadas, una vez que salió del Metro.
Preguntó, conforme le dijeron, por Verónica. A lo que parecía, ella sería la encargada de acomodarle en la butaca correspondiente, Pero no sólo eso, se quedaría con él durante toda la proyección y le iría describiendo las imágenes que fueran apareciendo en pantalla. Sería sus ojos.
Así sí, se ilusionó Carlos. Con la guía de aquella voz tan llena de matices, la cosa podría funcionar. Aún les tendría que estar agradecido y darles la razón a quienes tanto le habían insistido en que se aficionase al cine.
Y lo que, en un principio le había parecido un compromiso, se tornó en un descubrimiento.
A la salida, la azafata se despidió de él invitándole a que cuando lo desease volviera por allí. Que si le había agradado, estarían encantados de ayudarle nuevamente.
Claro que había disfrutado. Su rostro no podía disimularlo. Una sonrisa pletórica era el espejo de lo que sentía en aquel momento.
Y desde entonces, convirtió en costumbre el pasar muchas tardes de domingo yendo a transformarse en superhombre gracias a los ojos y la voz de Verónica. Algunos, incluso, que conocían el servicio descriptivo de que disponía aquel establecimiento, llegaron a maliciarse que Carlos le había tomado demasiada afición a las pelis del Rex. ¿Sería por lo que daban o por…?
Hasta que un día llegó a su buzón de correo electrónico una noticia: "a partir del domingo siguiente, el cine Rex se modernizaba. La voluntariedad de las dos encargadas de audiodescribir a los ciegos, las escenas no habladas de las películas, serían sustituidas por un sistema moderno y automatizado denominado Audesc. Se confiaba, con ese avance, en mejorar la accesibilidad para los ciegos a la hora de integrarse en el ocio de la ciudad y que sería un acicate para el resto de salas de artes escénicas." ¿Qué creen que pensó Carlos?
Lo sintió, sí. Seguro que Verónica sería relegada, tal vez incluso despedida. Ella, siempre tan cariñosa, tan dispuesta a agradar. Y no es que hubiera llegado a intimar tanto como a algunos les hubiese gustado _tal vez a él también_ pero le había tomado cariño. ¿Y ahora qué? Una máquina, unos auriculares colgados de su cabezota, frialdad, distancia, lejanía. Seguro que lo hacían muy bien, pero...

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miércoles, 2 de marzo de 2011

Recomendaciones narrativas marzo 2011

Tiempo hace ya que no pongo sugerencias editoriales de reciente aparición. Con el comienzo de marzo, vuelvo a retomar esa sana costumbre.
Que os resulten de interés y pueda ayudar, alguna de ellas, a dar idea de qué leer.

AGUIRRE EL MAGNÍFICO
Manuel Vicent
Novela realista
Ed. Alfaguara, 2011. 256 págs.
Esta novela es un retablo ibérico en torno a la figura de Jesús Aguirre. Ex clérigo, doctor en Teología, ex director general de Música, la figura de Jesús Aguirre destacó por su perfil de intelectual, fue director de la editorial Taurus, miembro de la Real Academia y de la de Bellas Artes de San Fernando, pero sobre todo por ser duque consorte de Alba. Este libro no es exactamente su biografía, sino la memoria de un tiempo y de un espacio en la que este personaje, como una figura de Valle-Inclán, al reflejarse en los espejos deformantes del Callejón del Gato, podría expresar como esperpento medio siglo de historia de España.

AMOR Y OBSTÁCULOS
Aleksandar Hemon
Novela realista
Ed. Duomo, 2011. 396 págs.
Un joven de Sarajevo viaja a Estados Unidos dejando atrás una ciudad en guerra. Antes de partir promete a su gran amiga de infancia escribir un diario en el que recogerá sus sensaciones y experiencias. En su travesía asiste a la transformación de su propia identidad, y vive impresionantes aventuras cuyas circunstancias únicas nos involucran a todos. Años después, de nuevo ya en Sarajevo, conoce a un escritor estadounidense a quien acompaña una enigmática mujer, una figura que hará eco en su memoria, que para entonces parece haber desdibujado el recuerdo de una promesa.

DIARIOS DE BICICLETA
David Byrne
Literatura de viajes
Ed. Mondadori, 2011. 320 págs.
Hace aproximadamente dos décadas David Byrne descubrió la bicicleta plegable y comenzó a utilizarla en sus viajes alrededor del mundo. Con estos viajes nació la vista panorámica de la vida urbana, una manera mágica de abrirle los ojos a los ritmos y secretos de las ciudades. En lugares como Buenos Aires, Estambul, San Francisco y Londres, el foco se dirige más hacia el gremio de músicos y artistas. En Berlín o Manila reflexiona acerca de cuestiones políticas. A lo largo del camino, David Byrne reflexiona sobre muchas cuestiones; la globalización, la moda, la arquitectura, la soledad, y los cambios radicales que están sufriendo algunas ciudades. Todo esto narrado con un gran sentido común, humor y curiosidad.

HARALD EL VIQUINGO
Antonio Cabanillas de Blas
Novela histórica
Ed. La esfera de los libros, 2011. 376 págs.
Harald Sigurdarson fue el vikingo más famoso de su tiempo. En pleno siglo XI, llevó a cabo un extraordinario viaje que abarcó unas distancias asombrosas: desde York hasta Jerusalén y desde Trondheim a Creta. Llegó a ser rey de noruega y sus hazañas tuvieron amplia repercusión en las sagas nórdicas. Antonio Cavanillas de Blas, novela con maestría la increíble vida de este hombre que peleó con su hermanastro, el futuro San Olav, para reconquistar el reino de Noruega; amó a hermosas mujeres; cayó prisionero en Rusia; y llegó a Constantinopla al mando de una tropa varega para servir en la guardia imperial y defender Bizancio. A su regreso a tierras noruegas, logró hacerse con la corona, pero no satisfecho con esto, se embarcó a la conquista de Inglaterra. En el verano de 1066, Harald el Vikingo desembarcó con trescientos navíos en las costas inglesas, dispuesto a vencer o morir. El destino tendría la última palabra.

LOS HIJOS DEL CIELO
Luis Miguel Ariza
Novela de aventuras
Ed. Booket, 2011. 540 págs.
Mar de la China, 1805. En un buque a punto del naufragio viaja Xavier Balmis, un visionario médico español cegado por una misión que muchos consideran una locura: llevar la vacuna de la viruela hasta China dentro de los cuerpos de niños huérfanos y frenar así el avance de la enfermedad más mortal conocida por el hombre. Sin embargo, su valerosa gesta corre peligro: los temibles piratas chinos les cercan, las autoridades del país se niegan a cualquier intromisión occidental y Tomas, el último de los huérfanos que servían a Balmis como correa de transmisión de la vacuna, ha desaparecido. Solo cuando el sobrino del emperador caiga preso de la enfermedad, Balmis obtendrá el permiso para realizar su plan: vacunar a la población y lograr que el Imperio no desaparezca, pero la cura depende de la vida de un solo muchacho...

INVIERNO ROJO
Daphne Kalotay
Novela de intriga
Ed. Nuevas ediciones de bolsillo, 2011. 496 págs.
Un misterio se esconde detrás de las joyas de la célebre estrella del Bolshoi Nina Revskaya. Capturados dentro de un colgante de ámbar se conservan momentos del pasado que encierran su propio secreto y son testigos de los grandes cambios de la Historia. Un apasionante relato de amor, secretos y traiciones, a caballo entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la actualidad.

LAS RISAS DE MI HERMANO
Anne Icart
Novela realista
Ed. Maeva, 2011. 120 págs.
Se supone que un hermano mayor debe cuidar de los pequeños, pero ¿qué ocurre cuando el hermano mayor requiere una atención especial? Debido a unas complicaciones durante el parto, Philippe tiene una disminución psíquica que le impide ser como los demás, una «enfermedad que no se cura», tal y como los padres de Anne le dicen cuando apenas tiene siete años. Escrita en forma de breves episodios, esta emotiva narración, dirigida a Philippe como si se tratara de una larga carta, evoca los recuerdos de la infancia de Anne y expone las consecuencias que la sombra de su hermano ha tenido en su propia vida. Una tierna mirada a la infancia y una gran lección de amor y tolerancia.

LAS SEIS Y UNA NOCHES
Nelson Verástegui
Cuentos y relatos
Ed. Irreverentes, 2010. 136 págs.
Encontramos, en esta recopilación, una variada colección de cuentos creados a lo largo de varios años, entre 1995 y 2010. El lector viajará por diferentes países y situaciones, a veces fantásticas a veces cómicas, siempre inesperadas. Las preocupaciones de la vida moderna, sus innovaciones tecnológicas o los avances de la ciencia médica están presentes. El punto común de todos los relatos es la imaginación y la sorpresa. Ideas y detalles surgidos por ejemplo de un insomnio, una presa en construcción, el cambio de siglo, un profesor chiflado o enfermedades raras darán materia para reflexionar y divagar por el rico mundo de la ficción literaria.

SHALIMAR
Rebeca Ryman
Novela de aventuras
Ed. Zeta, 2010. 576 págs.
Emma Wyncliffe, una joven inglesa que vive con su familia en Delhi a finales del siglo XIX, se rebela contra los convencionalismos de la pudiente sociedad con la que convive a diario. A pesar de ello, se verá obligada a casarse con Damien Granville, un completo desconocido. Con el tiempo, Emma irá descubriendo el oscuro pasado de su marido, un hombre sospechoso de actuar como espía... “Shalimar” es una novela ambientada en los exuberantes valles de Cachemira, territorio que revestía gran interés estratégico y económico no sólo para los británicos, sino también para otros países, como Rusia.

EL VIAJE DE ARTEMIDORO
Luciano Canfora
Novela histórica
Ed. La esfera de los libros, 2011. 352 págs.
Artemidoro de Éfeso fue el geógrafo más grande de la Antigüedad y el viajero más intrépido del siglo II a.C; el primero que hizo una descripción del mundo conocido. Sin embargo su figura está envuelta en la bruma del tiempo y su extensísima obra se ha perdido. ¿Toda? Hace quince años apareció un misterioso papiro con un texto en griego y el primer mapa de la Península Ibérica que rápidamente se atribuyó al explorador griego, pero la duda de su autenticidad planea sobre él. Luciano Canfora reconstruye en este libro cautivador las huellas de Artemidoro: desde la difícil misión diplomática que le llevó de su Grecia natal a Roma, y su largo viaje a Occidente, más allá de las Columnas de Hércules; hasta el regreso a Oriente, a las costas etíopes, en los confines de un mundo donde la verdad y la leyenda se mezclan y deslumbran. Y, tras una exhaustiva investigación, nos desvela el origen del enigmático papiro.

LA VUELTA DE LOS 25: UN ATLAS GENERACIONAL DE JOHANNESBURGO A MOSCÚ
Marc Serena
Ensayo
Ediciones B, 2100. 352 págs.
Un gran retrato generacional escrito con el alma. Una ecologista china, una madre de familia del sur de África, un chamán peruano, un pescador filipino, una maorí de Nueva Zelanda, una futura cosmonauta rusa... Y todos de la misma edad. ¿Qué tienen en común? ¿Qué les preocupa? ¿Cómo viven? ¿Cómo afrontan el futuro? Éstas son las preguntas que durante un año el periodista Marc Serena ha planteado a 25 jóvenes durante un viaje que le llevó a dar la vuelta al mundo y a convivir con chicos de su misma edad, 25 años, de 25 países diferentes. Jóvenes pobres, ricos, con estudios, sin estudios, revolucionarios, conformistas, de grandes ciudades, de pequeños pueblos... Perfiles muy diferentes, pero todos actuales, sorprendentes, llenos de matices, que ofrecen nuevos puntos de vista sobre el mundo en que vivimos. El resultado es una crónica amena, sincera y divertida, que conforma un retrato generacional.

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