domingo, 6 de marzo de 2011

Domingos de aventuras

Como cada domingo, vaya mi cuentecillo de la semana. Que hayáis disfrutado de estos días de carnaval y que sigáis bien.

Aquel chico de 31 años se había acostumbrado ya a jugar a ser héroe durante cada uno de sus últimos domingos. Unos, lo hacía subiéndose a cierta diligencia para atravesar el Lejano Oeste en medio de la desolación o la bravura de los indios salvajes. Otros, los empleaba en surcar la inmensidad azul de tempestuosos océanos para llegar a islas preñadas de tesoros. En fin, los hubo también en que capitaneaba el equipo ganador en las carreras de cuádrigas en el circo romano o cuando pilotaba el helicóptero que salvaría a la más guapa de las supervivientes en el voraz incendio de un rascacielos en llamas. De todas esas hazañas se sintió protagonista y nunca se cansó de esperar cuál le depararía el domingo siguiente.
Y no crean que a nuestro personaje esa afición le había venido de siempre. Muy por el contrario, cuando conocidos y familiares le hablaban de lo increíble que era, él siempre ponía excusas: que si se aburriría, que si tenía cosas que hacer, que si esto o si lo otro. Hasta que llegó el día en que no pudo resistirse más. Cómo hacerlo. Sus mejores amigos le quisieron hacer como regalo de cumpleaños el definitivo momento en que vencería al objeto de tanta negativa. Le obsequiaron con una entrada para la primera sesión vespertina, en el Cine Rex, de “Las minas del rey Salomón”. Ah, ¿de eso se trataba? ¿De iniciarse en el mágico mundo de los sueños? ¿En el universo del celuloide?
Sí, así era. La cuestión estribaba en que Carlos era ciego y creía que aquello del cine no era para, los que como él, estaban privados de la vista.
Y, no obstante, los que le conocían bien, sabían que se equivocaba. No podía ser de otra manera, con lo que a él le gustaba leer, con la imaginación de la que siempre hacía gala y con su espíritu luchador tenían la certeza de que también disfrutaría, igual que de lo demás, viendo una peli.
Llegado el día de la aventura, un domingo de junio, sólo tendría que dirigirse, ayudado de su bastón, al Rex, la mejor sala de estrenos de la ciudad, la más moderna e innovadora. Lo tuvo fácil siguiendo las indicaciones dadas, una vez que salió del Metro.
Preguntó, conforme le dijeron, por Verónica. A lo que parecía, ella sería la encargada de acomodarle en la butaca correspondiente, Pero no sólo eso, se quedaría con él durante toda la proyección y le iría describiendo las imágenes que fueran apareciendo en pantalla. Sería sus ojos.
Así sí, se ilusionó Carlos. Con la guía de aquella voz tan llena de matices, la cosa podría funcionar. Aún les tendría que estar agradecido y darles la razón a quienes tanto le habían insistido en que se aficionase al cine.
Y lo que, en un principio le había parecido un compromiso, se tornó en un descubrimiento.
A la salida, la azafata se despidió de él invitándole a que cuando lo desease volviera por allí. Que si le había agradado, estarían encantados de ayudarle nuevamente.
Claro que había disfrutado. Su rostro no podía disimularlo. Una sonrisa pletórica era el espejo de lo que sentía en aquel momento.
Y desde entonces, convirtió en costumbre el pasar muchas tardes de domingo yendo a transformarse en superhombre gracias a los ojos y la voz de Verónica. Algunos, incluso, que conocían el servicio descriptivo de que disponía aquel establecimiento, llegaron a maliciarse que Carlos le había tomado demasiada afición a las pelis del Rex. ¿Sería por lo que daban o por…?
Hasta que un día llegó a su buzón de correo electrónico una noticia: "a partir del domingo siguiente, el cine Rex se modernizaba. La voluntariedad de las dos encargadas de audiodescribir a los ciegos, las escenas no habladas de las películas, serían sustituidas por un sistema moderno y automatizado denominado Audesc. Se confiaba, con ese avance, en mejorar la accesibilidad para los ciegos a la hora de integrarse en el ocio de la ciudad y que sería un acicate para el resto de salas de artes escénicas." ¿Qué creen que pensó Carlos?
Lo sintió, sí. Seguro que Verónica sería relegada, tal vez incluso despedida. Ella, siempre tan cariñosa, tan dispuesta a agradar. Y no es que hubiera llegado a intimar tanto como a algunos les hubiese gustado _tal vez a él también_ pero le había tomado cariño. ¿Y ahora qué? Una máquina, unos auriculares colgados de su cabezota, frialdad, distancia, lejanía. Seguro que lo hacían muy bien, pero...

4 comentarios:

apm dijo...

Claro que no, una máquina no puede ser mejor que una persona (por todo eso que dices y que es evidente), pero, también es verdad que una máquina es mejor que nada... y no es por el Rex, -que como avanzadilla, va a tener máquinas y personas-, lo digo pensando sobetodo en los demás cines ¿no?. A mi me encanta el cine, especialmente las pelis de los años 50 y 60 !qué peliculones! Vacaciones en Roma, Desayuno con diamantes, Lawrence de Arabia, Matar a un ruiseñor, Adivina quien viene esta noche, Un americano en Paris, Cantando bajo la lluvia, Doctor Zivago, El Gatopardo, My fair lady... y las españolas de Berlanga: El verdugo, Plácido, Bienvenido mister Marshall, Los lunes milagro, El cochecito, Calabuch....
Y ahora hablando de otra cosa Alberto, de verdad que estuve trasteando en la plantilla del blog para ver si daba con lo de la verificación de palabras, pero hijo, nada, ni idea donde está la opción de desactivar eso, es que verás, yo no he puesto lo de la verificación, ya venía en la plantilla, así que si tu sabes donde está y como se quita, dímelo porfa y lo haré.

Y ya me voy, que mira que horitas son, y mañana tengo que trabajar !cachis en la mar con el insomnio!. Mil besitos gordotes

Ana Gutiérrez dijo...

Gracias por el cuento Alberto. Tienes razón. Todos nos necesitamos y ninguna máquina podrá sustituir nunca la ternura, la intuición de lo que vive el otro, la pausa obligada, el silencio compartido...
Que bonito constatar que el tan necesario y ansiado progreso está obligado- ¡y quizá hasta le guste!- ir siempre acompañado de la belleza del ser humano.

Un abrazo entrañable.

Ana

Mercedes Pajarón dijo...

Ayyyy, esta Verónica, qué voz tan bonita y qué descripciones más acertadas. No se la puede comparar a una máquina, pero bueno, todo lo que sirva para poder ver una peli vale la pena, ¿no crees?

Besósculos de celuloide! Mua!

Susi DelaTorre dijo...

Cómo podría compararse las inflexiones de voz humanas, relatando escenas de acción, gestos, caricias, miradas y todo el lenguaje gestual que anima desde el alma y transparenta hacia el exterior.

Imposible que alguien no humano describe los sentimientos trágicos, alegres, tristes o decepcionantes. Igual sucede con la inmensidad de un paisaje o un escenario pequeño y oscuro.

Se puede intentar, es cierto. Se debe intentar, también. Para adquirir la libertad sobre la voz de otra persona... pero... no es lo mismo, seguro.

La voz es enriquecedora para quien la escucha.

Un saludo agradecido, Alberto. Me encantó tu visita por mi blog;
¡¡ mil gracias!!

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