jueves, 30 de octubre de 2014
Raíces
Buena
tarde de jueves.
Como
mandan los cánones, aquí un nuevo esbozo poético que sale del corazón. Que te
guste y haga soñar.
Con
cariño.
Raíces
Calles
de tierra,
Pupitres
de madera,
El
patio en la escuela,
La
merienda en la cartera.
Raíces.
Donde
todo comienza,
Naturaleza
en Castilla.
Manos
callosas del abuelo,
Trabajo
duro, yunque y fragua.
Voz
suave de la abuela,
Moño y delantal,
calor en la cocina.
Raíces.
Juegos
en la plaza,
Cabañas,
tebeos, primeros quereres.
Estela
de aviones en el cielo puro.
¿adónde
irán?
Nubes
traviesas,
Mapas
de mi universo de sueños.
Olores
a leña y pan,
A mieses
y animales.
Sabores
a huerta,
A pan
con chocolate,
A membrillo
y mermelada,
A
inocencia y futuro.
Bebo en
la fuente.
En la piedra
y el musgo,
La
magia se siente.
El
cántaro y la silla de anea,
el
botijo y la lechera,
El
tálamo de lana, el hogar.
La
amapola y la cardelina,
La
siempreviva y la cigüeña.
Raíces.
Casa de
pueblo,
Familia
y valores.
Raíces.
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Etiquetas: Aprendiz de poeta
miércoles, 29 de octubre de 2014
De bocazass y charlatanes
Buena tarde de miércoles.
Un nuevo brindis por el humor. Que te haga sonreír este
nuevo diálogo de mis amigos don ciempiés y doña oruga.
Un abrazo guasón.
De bocazas y charlatanes
-Paaaare, que ya estamos. Ufff, menos mal. Me duele hasta el
colodrillo del pipiquillo.
-Qué quejica es. Si le he llevado como a damisela de
franela. ¿Así ya estamos? Déjeme tocar. Uuummm. Se está calentito y suena de
perlas. A ver… a ver… sí, aquí podré dejar mis tangas y aquí… uy qué mullido.
-Es musgo. Tenga cuidado, no se ahogue en esa caca de vaca.
Blandita y…
-Ay no. Que me mancho. Espero que aquí pasemos menos hambre.
-Sin duda que así habrá de ser. Chupe chupe…
Oiga… qué se oye ahí abajo?
-Déjeme mirar. Ah, es un sapo al que le están arrancando el
pellejo. Nosotros a lo nuestro… Ande, acérqueme a esa corteza de tronco para
aparcar el carricoche. Déme un empujón… oigaaaaa, no tan fuerte.
-Ahí se queda, yo me voy a organizar lo mío y a dar una
vuelta.
-Tenga cuidado no la vayan a confundir los que están
despellejando al sapo y le hagan una fimosis…
-¿Una fimosis a mí? Como no sea una reducción de pecho…
-Ah, no, eso no. Que entonces yo me quedo sin alegrías…
jejejej. Con lo bien que me lo paso viéndola… cuando curvea, uujummm cómo se le
mueve todo…
-Eh, que lo tengo todo bien puesto y bien firme… Pues no
será ciempuzo… habrá se visto con lo durito que tengo todo…
-Doña oruga… tráigame…
-Qué tráigame ni qué lléveme… todo el día pidiendo. Siempre
lamentándose. Que le den moñiga de alacrán. ¡Me voy!
-Ya vuelve, ¿eh? Poco ha tardado.
-Es que no me fío. Chilla tanto ese sapo… parece que se la
estén arrancando a mordiscos…
-Ya le dije yo que tuviera cuidado. Cuando se marchen yo le
aviso y nos damos un garbeo, pero ahora es mejor que me cuente otro chismorreo.
-Pues a cuenta del sapo, me acuerdo de esos humanos
charlatanes y bocazas, a los que se les llena la boca de grandes promesas y
juramentos para luego no cumplir nada. Si hablaran menos…
-Ah, yo he oído en ferias y mercados a vendedores de pócimas
y bálsamos… jejejje. Qué bien sabían pregonarlos. Tanto que hasta yo piqué
cuando me quedé paralítico. Aproveché un descuido de uno de aquéllos y me metí
en un frasco, más parecía charco de lo pringoso que era, y casi no salgo vivo.
Menos mal que una niña que pasaba por allí le dio una patada al frasco
derramando líquido y ciempiés y así yo pude arrastrarme para salir. Qué apuro
pasé.
-Hablan y hablan. Grandes palabras, magnánimas soflamas, bla
bla bla. Si charlaran menos charlatanerías… mejor les iría. Oiga oiga, a usted
ni se le ocurra pasarse, ¿eh? Ya bastante que se queje y lamente, que me pida y
diga, pero como se le ocurra pasarse… le pego con mi tetaza un guarrazo y me
quedo tan fresca.
-Cualquiera se atreve con la señorísima doña oruga. Menuda
las tiene… yo coma en boca. ¿A que se está bien en nuestro nuevo apposento?
-La verdad que sí, no lo negaré. Y podríamos poner una cortinilla.
-O un chinchorro de rama a rama…
¿Un qué? ¿Qué habla de chorros o chorras?
-Nada nada, jejejej. Ya le contaré. Usted, chupe y calle.
Está dulce el jugo de esta corteza…
-Dulce sí, y… hip hip hip. ¡Qué ciega me estoy pusiendo…! Hip
hip hip.
-Jjajajajajajaj. Doña oruga que se me está poniendo
contentita… uy uy uy qué bien nos lo vamos a pasar…
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Etiquetas: Diálogos satíricos
domingo, 26 de octubre de 2014
La encantadora de serpientes
Buena noche de domingo. Acabo con este cuento los premios
que merecieron las personas que quisieron aceptar el reto que planteé acerca de
las palabras que pintaba. Espero que le guste a María Belén.
Un abrazo y feliz semana.
En busca de la encantadora de serpientes
-Mañana parto, al fin para lo desconocido. No sé qué habré
de encontrar. ¿Monstruos? ¿Abismos? ¿Muerte? Qué más da. Si logro alcanzar la
meta donde tantos otros se perdieron, conquistaré la gloria y todo habrá valido
la pena.
Así reflexiona William Morton Stanley el día antes de su
partida a tierras africanas en 1871. ¿Qué espera conquistar? ¿Hallar a David Livinstone?
¿Cartografiar zonas nuevas y parajes hasta entonces motivo de fabulaciones? ¿Ejercer
de periodista de raza con unas crónicas que aviven la pasión de los lectores del
periódico para el que trabaja, el New York Herald? El encargo es claro, pero su
secreta intencionalidad… solo él la conoce en realidad.
Los medios son precarios, el reto grande y los peligros
muchos.
Ciertamente es un pionero y explorador veterano. Se las ha
visto de todos los colores y, sin embargo, intuye que esta vez todo va a
resultar mucho más complicado.
El viaje en vapor hasta la costa de Mauritania, los viejos
ferrocarriles, el equipaje, los negros porteadores, el calor y las enfermedades…
los avaros y estafadores, los hechiceros y reyezuelos envidiosos…
Su destino es el poblado de Ujiji en el lago Tanganika, pero
desconoce si, antes de llegar hasta allí, conseguirá encontrar al personaje legendario
que busca y del que nadie, en Europa, ha oído hablar hasta entonces: la
encantadora de serpientes, la diosa Xena. A él la historia se la contó un
mendigo en las calles de Calcuta el año anterior, cuando culminó su periplo,
aquél que iniciara con la inauguración del Canal de Suez.
Y es que, conforme le narrara el mendigo indio, Xena era una
diosa de increíble belleza, poderosa reina y sabia que dominaba el lenguaje de
las serpientes, que gracias a semejante cualidad conocía el destino de los
hombres y era invencible, que quien llegara hasta ella y se hiciera merecedor
de su crédito, poseería el tesoro más grande que nadie pudiera soñar con poseer,
un tesoro mayor al del mayor diamante o al de la más grande extensión de tierra.
La fiebre por dar con Xena se apoderó de Stanley. Creía que
aprovechar el encargo de localizar al misionero escocés, sería una buena
excusa.
Preguntaría a los ancianos y les tentaría con aquello que él
bien sabía tanto engatusaba a los nativos, baratijas y abalorios, cristales de
colores, cigarrillos, monedas de cobre brillante…
Los días y los meses fueron pasando. El lenguaje de los
tambores transmitió el eco de aquello que el hombre blanco deseaba y, una
mañana de otoño, a finales de septiembre, un anciano pidió verle:
-Amo y señor. Hasta mí han llegado noticias de aquello que
tanto desea. La diosa quiere verle. Una serpiente trajo hasta mí este mensaje.
“Te espero. Hombre blanco. Espero y vencerte sabré. Sigue a
la serpiente”
Una cobra negra con aros verdes y anaranjados a lo largo de
su cuerpo aguardaba en la puerta de la cabaña del periodista. El siseo la
delataba. ¿Qué otra cosa podía hacer si no seguirla?
La serpiente corría cigzagueante y sibilante. Stanley a
duras penas podía seguirla. Y al anochecer, tras atravesar la espesura de la
selva y un caudaloso río de aguas espumeantes divisó un suntuoso edificio de
cañas y madera… Y en la puerta…
El sonido de una flauta insinuante… la figura majestuosa de
una mujer desnuda, de piel brillante, ojos de fuego y cabello negro. La noche,
negra; la mujer, negra; el sonido de la flauta, negro; la serpiente, negra.
El corazón de aquel intrépido viajero y explorador se estremeció
de miedo. El hombre blanco, desarmado ante la negrura del poder de aquella
diosa. Mujer y serpiente se habían fundido en la noche. El sonido de la flauta
y el siseo de la serpiente, también.
El ambiente era terrorífico, opresivo, negro.
Hombre blanco. Tienes miedo. Ven.
Y Stanley no pudo hacer otra cosa que postrarse desarmado,
dispuesto a recibir la muerte o la vida de parte de aquella diosa.
Xena sonrió con sonrisa blanca de dientes blancos. Los
colmillos blancos de la cobra también asomaron a la altura de los pechos de la
diosa.
Xena puso su mano derecha en la cabeza de la cobra y la
izquierda en la de Stanley. Y éste sintió cómo se desmayaba, cómo todo perdía
sentido.
Habrían de pasar bastantes horas hasta que despertara en
otra choza sin noción de lo que había podido sucederle. Lo único que pudo saber
es que un muchacho, pastor de cabras lo había encontrado sin conocimiento, en
medio de la selva.
Stanley se recuperó y cumplió con la misión de encontrar a
Livinstone. Después de meses de nuevas exploraciones, regresaría a Londres y
comprobaría cómo se dudaba de su testimonio.
No le creían, el misionero se había quedado en la lejana
Africa y Xena no le dejó nada para dar veracidad a su historia.
Así se sucedían sus días hasta que en uno de los pubs próximos
al támesis, confesó su rabia y frustración a un tal Henri Rousseau, que se
interesó por aquel legendario relato. Y es que era pintor y lo acaecido a
Stanley le venía bien como idea para un cuadro. No lo dudó. Entre pinta y pinta
de cerveza se desgranaron la negrura de la diosa y de la serpiente y de la
noche y de la música. Rousseau tomó algunas notas y entre los efluvios de la
cerveza una idea germinó en su mente, tan ávida de exotismo, selva y
rotundidad.
Stanley moriría sin que nadie diese crédito a aquello de la
encantadora de serpientes. Sí logró que le creyeran en lo tocante al hallazgo
de Livinstone, al menos eso sí lo logró.
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Etiquetas: Relatos
jueves, 23 de octubre de 2014
Nada
Buena
tarde de jueves:
Como
corresponde, jejjeej, aquí mi nuevo esbozo poético de esta semana.
Con
cariño. Que te haga soñar.
Un
abrazo.
Nada
Apenas
una brizna de hierba,
Una
gota de agua,
Un
grano de arena,
Un
puntito en la luna.
Es tan
poco lo que hago,
Nada.
No es
verdad.
El
bosque, el mar, la playa, la luna
Sí son
lo que son sin mi nada.
Palabras,
deseos, voluntad.
Poco,
nada.
Buenas
intenciones, sueños. Nada.
Esforzado
caballero
Sin
lanza ni armadura.
Nada.
¿De qué
vale mi alegórico valor?
¿De qué
mi épico arrojo?
¿De qué
mi apasionado ardor?
Poco,
nada.
Una
moneda, una sonrisa, un gracias.
Nada.
Juré
que alfombraría los senderos pedregosos
Por los
que pasean las hadas;
Que
subiría al cielo para coger una estrella
Y
ponerla a tus pies.
Prometí
que sería invencible héroe
Para
defender tu asolado alcázar.
Que
frondoso árbol
En el
que siempre refugiarte.
Poco,
nada.
Brizna,
gota, grano, puntito.
Aire,
vacío, nada.
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Etiquetas: Aprendiz de poeta
miércoles, 22 de octubre de 2014
De cobardes y pusilánimes
Buena noche:
Aquí un nuevo diálogo satírico entre estos dos simpáticos
animalejos. Otro brindis por el humor.
Un abrazo.
De cobardes y pusilánimes
-Ande, cójase del palito de mi carricoche que nos vamos.
-¿Nos vamos? ¿Y eso?
-Claro, usted no ha visto el cartel que pusieron ayer tarde
en el árbol. Mañana a primera hora van a arar el patatal para prepararlo y
dejarlo listo para cuando llegue la hora de sembrar. Si no nos vamos, nos
aplastan.
-¿Y adónde iremos? ¡Cochinos humanos! Ya me había habituado
a los tropiezos de este surco y ahora nos tenemos que marchar. Ale, oruguita,
apréndete otra vez suelo, agujeros y hierbas mil…
-Ah, no se apure, amiga. Que yo la ayudaré. Con lo bien que
se porta conmigo. Ahora me toca a mí devolverle su lealtad.
-Ummmm. Magnánimo se muestra. ¿Le han dado algún golpe en el
muñón? Con lo comodón que fue siempre desde que nos conocimos…
-Necesidad obliga. Además, por la cuenta que me trae… si se
viene conmigo tirará del carricoche éste que me fabricó de aquellos dos
rebollones.
-Ya decía yo. Menos mal que pesa poco. ¿Y qué nos
llevaremos?
-Yo, poca cosa. Un pelo de lombriz, fue mi primer amor y lo
conservo con cariño, el dedal de plástico para beber agua y la piel de aquella
patata que me vale de abrigo. Usted tendrá potingues de toda clase…
-¿Potingues yo? ¡Una uña de ciempiés! Nada más que un par de
tangas de quita y pon y el sostén que sostiene mis curvazas. ¿Adónde propone
que nos mudemos?
-Fácil. Al tronco hueco de chopo que hay sobre el puente.
Allí estaremos a cubierto para pasar el invierno y seguro que no nos molestan.
Ande, cójase y empuje y, mientras, cuénteme otra de las suyas.
-Vamos. Me dan ganas de darle un empujón que le tire por el
barranco, pero… en fin. De humanos cobardes y pusilánimes.
-Ah, suena bien. Y no sea traviesa, empujoncitos al
carricoche es lo que le pido… Ande… porfa…
-No ponga esa voz de pánfilo. Pues no son cobardes los
humanos que en cuanto alguien se pone mal con un mal sin cura, se dedican a
cotorrear y murmurar. ¡Qué imbéciles! Nosotros sí que somos valientes, usted y
yo, que nos hemos quedado aquí sin miedo ni a los topos ni al frío ni al
hambre. A los humanos todo les asusta cuando desconocen lo que es. Qué miedo ni
qué espina de zarza. Recuerdo a un fantoche que se las daba de fanfarrón
valeroso ante su amada y cuando ésta le dijo que sangraba sin saber de qué,
huyó cual víbora sin veneno. Y otra, muy ufana ella con su genio de niña de
postín y cuando le dijeron que iba a tener que llevar de noche un paquete a la
casita de su abuela se puso a gimotear y temblequear.
-No nombre a la víbora… no vaya a ser que se nos meriende.
-Pues como quiera merendar a nuestra costa… se va a quedar
con más hambre…
-¡En marcha! Como si fuéramos los reyes de la conquista del
Oeste… ¿Conoce eso? ¿Le suena?
-Ni idea. Yo de lo que sé es de clubs de alterne y almacenes
de rico.
-Ah, ya le contaré entonces…
-No silbe, que parece el tenor del Yucatán… No vaya a nevar…
-Ya le diría yo dónde tendría que nevar…
Publicado por Alberto en 8:59 p. m. 0 Dejaron su huella
Etiquetas: Diálogos satíricos
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