miércoles, 22 de octubre de 2014

De cobardes y pusilánimes



Buena noche:
Aquí un nuevo diálogo satírico entre estos dos simpáticos animalejos. Otro brindis por el humor.
Un abrazo.

De cobardes y pusilánimes

-Ande, cójase del palito de mi carricoche que nos vamos.
-¿Nos vamos? ¿Y eso?
-Claro, usted no ha visto el cartel que pusieron ayer tarde en el árbol. Mañana a primera hora van a arar el patatal para prepararlo y dejarlo listo para cuando llegue la hora de sembrar. Si no nos vamos, nos aplastan.
-¿Y adónde iremos? ¡Cochinos humanos! Ya me había habituado a los tropiezos de este surco y ahora nos tenemos que marchar. Ale, oruguita, apréndete otra vez suelo, agujeros y hierbas mil…
-Ah, no se apure, amiga. Que yo la ayudaré. Con lo bien que se porta conmigo. Ahora me toca a mí devolverle su lealtad.
-Ummmm. Magnánimo se muestra. ¿Le han dado algún golpe en el muñón? Con lo comodón que fue siempre desde que nos conocimos…
-Necesidad obliga. Además, por la cuenta que me trae… si se viene conmigo tirará del carricoche éste que me fabricó de aquellos dos rebollones.
-Ya decía yo. Menos mal que pesa poco. ¿Y qué nos llevaremos?
-Yo, poca cosa. Un pelo de lombriz, fue mi primer amor y lo conservo con cariño, el dedal de plástico para beber agua y la piel de aquella patata que me vale de abrigo. Usted tendrá potingues de toda clase…
-¿Potingues yo? ¡Una uña de ciempiés! Nada más que un par de tangas de quita y pon y el sostén que sostiene mis curvazas. ¿Adónde propone que nos mudemos?
-Fácil. Al tronco hueco de chopo que hay sobre el puente. Allí estaremos a cubierto para pasar el invierno y seguro que no nos molestan. Ande, cójase y empuje y, mientras, cuénteme otra de las suyas.
-Vamos. Me dan ganas de darle un empujón que le tire por el barranco, pero… en fin. De humanos cobardes y pusilánimes.
-Ah, suena bien. Y no sea traviesa, empujoncitos al carricoche es lo que le pido… Ande… porfa…
-No ponga esa voz de pánfilo. Pues no son cobardes los humanos que en cuanto alguien se pone mal con un mal sin cura, se dedican a cotorrear y murmurar. ¡Qué imbéciles! Nosotros sí que somos valientes, usted y yo, que nos hemos quedado aquí sin miedo ni a los topos ni al frío ni al hambre. A los humanos todo les asusta cuando desconocen lo que es. Qué miedo ni qué espina de zarza. Recuerdo a un fantoche que se las daba de fanfarrón valeroso ante su amada y cuando ésta le dijo que sangraba sin saber de qué, huyó cual víbora sin veneno. Y otra, muy ufana ella con su genio de niña de postín y cuando le dijeron que iba a tener que llevar de noche un paquete a la casita de su abuela se puso a gimotear y temblequear.
-No nombre a la víbora… no vaya a ser que se nos meriende.
-Pues como quiera merendar a nuestra costa… se va a quedar con más hambre…
-¡En marcha! Como si fuéramos los reyes de la conquista del Oeste… ¿Conoce eso? ¿Le suena?
-Ni idea. Yo de lo que sé es de clubs de alterne y almacenes de rico.
-Ah, ya le contaré entonces…
-No silbe, que parece el tenor del Yucatán… No vaya a nevar…
-Ya le diría yo dónde tendría que nevar…


No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...