domingo, 31 de enero de 2010

Nuevas andanzas del loro de don Romualdo

Espero no hayáis olvidado aún ese simpático animalejo que hace unos días os presenté, sí; Perejil, el loro de don Romualdo.
Pues bien, hoy nos acompañará en un suceso trágico-cómico.
Que empecéis la semana con una sonrisa.


_Don Romualdo, mire, mire.
-Perejil, déjame de vainadas, que estoy escuchando El claro de Luna y me desconcentras. Descansa o haz lo que gustes, pero déjame tranquilo.
-Quítece uzté de lúnaz. Qu’ej de día y mu de día. Haçe un sol ejpléndido.
-Bueno, ¿Qué me querías?
-Poz que leo en er diario que za muerto la camara de retratar del Paulino.
-¿Y qué me puede importar a mí, pobre cegato, que se haya muerto la cámara de retratar o la madre que la parió?
-Luego dice que no c’entera de ná. Pone que murió ahogada por inundació botellí.
-Normal. Al Paulino siempre le gustó tentar la botella, fuera de anisete o de brandy. No sé cómo se fiaban las mozas de dejarse fotografiar por semejante ojo de lince. El que se tenía que ahogar era él, maldito botarate.
-Uzté que e un zozo. Poz a mí bien que me guztaba que me zacara con miz plúmaz bien puéztaz. Aaay, pongace acín, levante la patita, y zuz campanita que no ce le ven. Mu educao ciempre.
-Y qué,
¿va a haber entierro y pompas? ¡Qué mundo, Señor!
-Lanterraron ayé. Si m’ubiá enterao… allá que me voy y dejo a zu zeñoría con zuz múzicaz y zuz pléitoz. Amaz hubo lo má granao de la retratería der municipio. Paece q’er Paulino anda mu muztiote. Que no zabe q’hará agora.
-Que se dedique a pintar monas.
-Poz me voy a ver ci ce pué hacé argo. La noticia dice:
“Muere cámara de fotografiar de don Paulino.
La finada recibió el chaparrón de una botella que quedó destapada accidentalmente. Otras víctimas de la marejada fueron el billetero y el librillo de papel de fumar.
Su dueño y demás deudos afectos lloran su pérdida.
Al sepelio camaril acudió la crema de la imagen de la comarca y terminadas las exequias hubo colación in memoriam.”
Estamos seguros de que en el cielo de los retratos y postales la acogerán con el esmero a que se hizo merecedora tras años de fijar lo más bello y sonado de estos contornos.
Un click por su recuerdo.”
-Ala, pues vete a alear por ahí y cierra la ventana. Que siempre haces lo mismo. Ay qué loro, qué haría yo pa merecer semejante bicho.
-No ce queje, zeñó uzté. Que otro loro como yo no ha d’encontrá.
-Y si ves a la Rosa, no le picotees en el escote, que te conozco. Que mucho aleteo y plumeo, pero…
-Lo ca uzté le guztaría. Puuuaaaf puuuaafff.
La tarde en casa del secretario transcurre plácida. En Cascajales del Río la primavera ha desplegado su verdor. El aroma del campo se deja oler por doquier y el arroyo, hasta hace poco yermo, deja fluir una burbujeante corriente de agua.
Nuestro protagonista se ha hecho ya habitual compañero de tertulias y cotidianeidades tras su aparición estelar durante aquel domingo pilarista pasado. Ya se ha convertido en uno más de los habitantes cascajalenses e incluso se dice que ha intimado con la mejor gallina ponedora de la rosa. Ah, esas comadres lenguaraces de la lorería.
-¿Qué hará este animal? Han dado ya las nueve en la radio, empieza el noticiario y sigue sin aparecer. La verdad es que me he encariñado de verdad. NO podría estarme sin él aunque regañemos. No sé si serán ciertos esos rumores de plumas loro-gallineras, pero si así fuera, que sean felices. Ya me apañaré yo. Uy, si también el locutor está hablando del suceso de marras, qué cosas.
”De fuentes autorizadas, se ha difundido la noticia de que va a llegar al pueblo de cascajales del Río toda una novedad: un artilugio para rodar películas, que es lo más moderno, que va a revolucionar el mercado de la imagen en el país. Se trataría del filmotógrafo, que ofrece grandes posibilidades para el recuerdo.
-Me extraña a mí que en esta localidad sean tan osados como para dejarse engatusar por ese invento. Bueno, iremos preparando la cena, que este Pere cualquiera sabe cuándo aparecerá. Desde que se ha dado al gallineo…
Toc toc toc.
-¿Quién llamará.
-Don Romualdo, que soy la Pili, la hija de la Rosa, que me dice mi madre que no espere a su loro que s’a quedao metío en la jaula de nuestras gallinas y que a ella no la da la gana de abrirle. Que se tome esta tortilla y que s’acueste, que mañana más.
-Ay, gracias; hija. Gracias por avisarme, pero no tenías que haberme traído nada, que yo con cualquier cosa me arreglo. Ale, toma unas peladillas y vete para casa, que es tarde ya para que andes aún sin acostarte. ¿Y cómo van esos estudios? Que tienes que aprender mucho y aplicarte.
-Que sí, señor usté; que a mí me gusta eso de estudiar y que el día de mañana sea veterinaria. Y así aprenderé a cuidar a los animales del pueblo, y así todos me querrán.
-Pues, bien me parece. Buenas noches, palomica. Mis saludos a tus señores padres y ve con Dios.
El secretario cena en silencio la tortilla de chorizo que le ha traído la mocosa y se pierde en galanteos pasados. A la salud de su Pere, faltaría más.

Segunda parte del texto

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sábado, 30 de enero de 2010

Historia de la cerilla/fósforo

Recuerdo de niño cómo me gustaban las cajetillas de cerillas por las imágenes que se ponían en ellas. Incluso tuve la idea de coleccionarlas.
Luego aparecerían los mecheros varios para encender la cocina de casa y las cerillas fueron relegadas, además de que mi vista ya no me daba para seguir con esa afición infantil.
En fin, vaya aquí la historia de la cerilla, al tiempo que os invito a que recordéis conmigo.
Que estéis teniendo buen día de sábado.


El HOMO ERECTUS, predecesor del hombre actual, descubrió casualmente el fuego gracias a la fricción de dos palos entre sí, pero pasaría un millón y medio de años antes de que John Waiker, un químico británico, produjera el fuego instantáneo con la fricción de una cerilla contra una superficie áspera. Irónicamente, hoy sabemos más acerca del HOMO ERECTUS que de John Waiker, que también hizo su descubrimiento de una manera accidental.
En el año 1669, un alquimista de Hamburgo, Hennig Brandt, consiguió el elemento llamado fósforo. Robert Boyie, en el año 1680, ideó un pequeño cuadrado de papel muy áspero revestido de fósforo, junto con una astilla de madera, cuya punta era de azufre. Cuando se frotaba la astilla contra el papel plegado, producía una llamarada, y con esto se consiguió la primera cerilla química.
Sin embargo, el fósforo escaseaba en aquellos tiempos, por lo que las cerillas, llamadas también fósforos, quedaron relegadas a la categoría de novedad costosa y fabricada en cantidad limitada. Desaparecieron antes de que la mayoría de los europeos, que encendían sus fuegos con chispas desprendidas del choque del pedernal contra el acero, supieran que habían existido.
En el año 1817, un químico francés demostró ante sus colegas de la universidad las propiedades de su “cerilla etérea”, que consistía en una tira de papel tratada con un compuesto de fósforo, que ardía al ser expuesto al aire. El papel combustible se encerraba herméticamente en un tubo de cristal, en el que se había hecho el vacío. Este tubo era la «cerilla».
Para encenderla, se rompía el cristal y, apresuradamente, se aprovechaba el fuego, puesto que la tira de papel sólo ardía unos instantes. La cerilla francesa no sólo era etérea, sino también efímera, y lo mismo ocurrió con su popularidad.
Un día del año 1826, Waiker, propietario de una farmacia en Stocktonon-Tees, se encontraba en un laboratorio que tenía en su trastienda, intentando crear un nuevo explosivo. Al remover una mezcla de productos químicos con un palito, observó que en el extremo de éste se había secado una gota en forma de lágrima. Para eliminarla en el acto, la frotó contra el suelo de piedra del laboratorio, y entonces el palo ardió y en aquel mismo momento se produjo el nacimiento de la cerilla de fricción.
Según el diario de Waiker, el glóbulo formado en el extremo del palito no contenía fósforo, sino una mezcla de sulfuro de antimonio, clorato de potasio, goma y almidón. John Waiker fabricó entonces varias cerillas de fricción de unos siete centímetros de longitud, que encendió para diversión de sus amigos, haciéndolas pasar con rapidez entre las dos caras de una hoja doblada de papel muy áspero. Nadie sabe si John Waiker intentó alguna vez capitalizar su invención. Lo cierto es que nunca la patentó. Sin embargo, durante una de sus demostraciones en Londres, un observador llamado Samuel Jones, comprendió el potencial comercial del invento, y decidió dedicarse al negocio de las cerillas. Jones puso a sus cerillas el nombre de Lucifer. Aquellas astillas inflamables entusiasmaron a los londinenses, y los registros comerciales demuestran que, después de la aparición de las cerillas, se aceleró considerablemente el consumo de tabaco de todas clases. Pero n aquellos días, debido a las emanaciones al encenderla, era la cerilla, y no el cigarrillo, lo que se suponía peligroso para la salud.
Los franceses juzgaron tan repelente el olor de las cerillas británicas, que en el año 1830 Charles Sauria, un químico de París, eliminó el olor de la cerilla y prolongó su tiempo de combustión, pero involuntariamente causó lo que casi fue una epidemia mortal, debida a las características muy venenosas del fósforo.
Las cerillas a base de fósforo se fabricaban en grandes cantidades, y cientos de obreros de las fábricas presentaron una necrosis que afectaba a los huesos de su cuerpo, en especial los de la mandíbula. Los bebés que chupaban las cabezas de los fósforos presentaban este síndrome, que causaba deformidades en su esqueleto. Y frotando las cabezas de un solo paquete de cerillas se conseguía fósforo en cantidad suficiente para cometer un suicidio o un asesinato.
La Diamond Match Company presentó, en el año 1911, la primera cerilla no venenosa. El producto químico inofensivo utilizado en ella era el sesquisulfuro de fósforo y, como gesto humanitario, la Diamond cedió los derechos de su patente para permitir a las empresas rivales la fabricación de cerillas igualmente inofensivas. La cerilla Diamond consiguió elevar el punto de ignición de la cerilla en más de cien grados, y los experimentos demostraron que los ratones no se dejaban tentar por las cabezas de cerillas, aunque ya no fueran venenosas, aun en el caso de que estuvieran muriéndose de hambre.
La cerilla de seguridad fue inventada, en el año 1855, por el alemán Antón von Schrotter, profesor de química. Difería de las demás de su época en un detalle significativo: parte de los ingredientes combustibles, todavía venenosos, se encontraba en la cabeza de la cerilla, y la parte restante en la superficie de fricción de la caja.
La Diamond Match Company trasladó la superficie de frotación a la parte exterior, consiguiendo con ello un diseño que durante noventa años se ha mantenido invariable. La fabricación de estas carteritas de cerillas se convirtió en un próspero negocio en el año 1876, cuando una empresa fabricante de cerveza encargó más de cincuenta mil unidades para anunciar su producto.
El volumen de este pedido obligó a crear una maquinaria para la fabricación masiva de cerillas, las cuales eran previamente tratadas, secadas, reunidas y montadas manualmente en las carteritas que las contenían.
El pedido de la fábrica de cerveza inició la costumbre de anunciarse en las carteritas de cerillas, que presentaban las ventajas de su reducido tamaño y su bajo precio.

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viernes, 29 de enero de 2010

Madre naturaleza

Quiero que empecemos este último fin de semana de enero con un poema en honor a la naturaleza, a la madre tierra, a su calidez acogedora.
Con mis mejores deseos, que seamos capaces de amarla y conservarla porque, en ella, se encuentra la fuente de la vida.

Madre, madre, cansado y soñolientoquiero pronto volver a tu regazo;besar tu seno, respirar tu alientoy sentir la indolencia de tu abrazo.
Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;en ti se encuentra la virtud perdida,y tentadora y joven aparecesen las grandes tristezas de la vida.
Con ansia inmensa que mi ser consumequiero apoyar las sienes en tu pecho,tal como el niño que la nieve entumebusca el calor de su mullido lecho.
!Aire! ¡más luz, una planicie verdey un horizonte azul que la limite,sombra para llorar cuando recuerde,cielo para creer cuando medite!
Abre, por fin, hospedadora muda,tus vastas y tranquilas soledades,y deja que mi espíritu sacudael tedio abrumador de las ciudades.
No más continuo batallar: ya brotasangre humeante de mi abierta herida,y quedo inerme, con la espada rota,en la terrible lucha por la vida.
¡Acude madre, y antes que perezcay bajo el peso, del dolor sucumba;o abre tus senos, y que el musgo crezcasobre la humilde tierra de mi tumba!
Manuel Gutiérrez Nájera

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jueves, 28 de enero de 2010

Recomendaciones narrativas de enero

Acaba un mes más y toca que os deje mis sugerencias narrativas por si alguna de ellas os tienta y os acercáis a ella.


CUENTOS HISTÓRICOS DEL PUEBLO AFRICANO
Johari Gautier Carmona
Ed. Almuzara, 2010. 144 págs.
Cuentos y relatos
África es un continente abundante en soñadores, leyendas, tradición y sabiduría; una tierra mágica. A menudo pensamos que sólo es un continente vasto y vacío, sin historia y totalmente dependiente de los avances occidentales. Son ideas que se repiten y que se nutren de otras preconcebidas. Pero ¿sabían ustedes que África llegó a ser la máxima potencia de todos los tiempos gracias a la ciencia de los egipcios? ¿Sabían que el Imperio de Malí llegó a ser uno de los más ricos jamás conocidos y que uno de sus dirigentes trató de cruzar el océano Atlántico doscientos años antes de que lo hiciera Cristóbal Colón? ¿Alguien les comentó alguna vez que el Imperio de Songhai llegó a ser más grande y próspero que el de Alejandro Magno o que la Etiopía de Menelik II siempre permaneció libre pese a la presión colonialista de Italia?

LA FLOR DEL DIABLO
Jörg Kastner
Ed. Vía Magna, 2010. 420 págs.
Novela histórica
Ámsterdam 1671. En los últimos años, los Países Bajos habían sufrido una auténtica fiebre, comparable a la del oro, la 'tulipomanía'. Todo el mundo vendía sus posesiones para invertir en los bulbos, el negocio más rápido y próspero que se había visto nunca. Un bulbo raro podía costar lo mismo que una elegante casa frente al canal. La burbuja fue creciendo y convirtiéndose en una enorme especulación financiera, que acabó en crisis económica. Muchos se arruinaron. El tulipán cayó en desgracia, el gobierno controló el comercio a partir de entonces y los ciudadanos juraron que una flor no les llevaría al borde del desastre nunca más. Años después, los “Admiradores del Tulipán”, una exclusiva sociedad, sigue reuniéndose en una taberna de Amsterdam… Una trepidante intriga policíaca que nos irá mostrando un Ámsterdam fascinante en una época misteriosa y llena de suspense.

LA ISLA DE LOS DELFINES AZULES
Scott O’Dell
Ed. Noguer, 2010. 288 págs.
Literatura infantil
Una conmovedora novela de aventuras, basada en hechos reales. La tribu de Karana ha sido brutalmente atacada por unos cazadores de nutrias. La muerte de muchos de ellos obliga al jefe del clan a tomar la decisión de abandonar la isla. Karana también quiere irse con los suyos pero no puede porque su hermano Ramo se ha quedado en tierra. A los pocos días, Ramo es atacado por una manada de perros salvajes y muere. ¿Podrá Karana, sola, sobrevivir a las amenazas de la isla y conseguir, así, vengar la muerte de su hermano?

LA MAGIA DE LAS PALABRAS
Amando de Miguel
2009. 240 págs.
Ensayo
El idioma está lleno de misterios, de elementos curiosos, ocultos y mágicos. Ese aspecto misterioso está en el origen de muchas voces y en los sentidos diferentes (y a veces opuestos) que tiene algunas palabras. El idioma es también habla e incluso jerga. Interesan las jergas marginales pero también las establecidas, como la del 'politiqués'. Detrás de las palabras y los dichos hay un verdadero carácter social. Este libro explora todos esos vericuetos del habla de los españoles.

PEDRO PÁRAMOO YA NO VIVE AQUÍ: HISTORIAS SORPRENDENTES DE UN VIAJE POR MÉXICO
Paco Nadal
Ed. RBA, 2010. 192 págs.
Literatura de viajes
En esta obra, el autor nos deja un relato apasionado y muy personal sobre sus muchos viajes por México, el país de lo superlativo, la nación en la que todo – la vida, el amor, la muerte- se consume con intensidad y pasión. Desde sus vivencias con los zapatistas en enero de 1994 hasta un recorrido por Comala en busca de un tal Pedro Páramo. Un libro de viajes y también un ensayo sobre la historia, las formas de vida, las ciudades y los personajes de un país considerado violento por muchos pero que ofrece al viajero que sepa buscar más allá de los tópicos mil y una experiencias positivas. Pancho Villa, el peyote, el metro del DF, el barrio de Tepito, el tren de las barrancas del Cobre, Juan Rulfo… todos tienen cabida en este relato trepidante, como el propio México.

PUEDE QUE LE CONOZCAS
Michelle Richmond
Ed. La esfera de los libros, 2010. 384 págs.
Novela romántica
En una remota aldea de Nicaragua tiene lugar un encuentro entre dos norteamericanos: Ellie, una compradora de café, impenitente viajera e incapaz de confiar en nadie, y Peter, un académico con una carrera truncada. Su encuentro no es casual. Veinte años atrás, Lila, la hermana de Ellie y brillantísima estudiante de matemáticas, fue asesinada y el crimen no se resolvió nunca. Después de la muerte de Lila, Ellie confió sus sentimientos más íntimos a un hombre que convirtió la historia de su hermana en un libro que acabó número uno en las listas de ventas. En ese libro, Peter fue acusado como el culpable del asesinato. Ahora, mientras la lluvia golpea los tejados humeantes de la aldea, Peter le entrega a Ellie el cuaderno que Lila llevaba consigo a todas partes. Ellie utilizará ese cuaderno, repleto de fórmulas matemáticas, para comenzar una investigación que parece haberle estado aguardando durante todos esos años.

SOLTEROS Y DEMONIOS
Josep Lobató
Ediciones B, 2010. 320 págs.
Literatura de humor
¿Quién dice cuándo debe uno empezar a madurar? ¿De verdad cambian las cosas cuando rondas los treinta? ¡Desde luego que sí! Si no, que se lo pregunten a estos solteros y demonios. Sandra entra en Facebook cada media hora. Fede es opositor o, mejor dicho, una 'garrapata'; sigue siendo un impresentable, mientras que todos sus amigos están casándose. Diana pilla a su prometido montándoselo con un travesti, y decide tener cien orgasmos antes de cumplir los treinta. Rafa escribe un libro sobre la gente como él: treintañeros inmersos en un mundo que se divide en solteros y casados sin que nadie entienda muy bien por qué, solteros, demonios, heteros, gays, amigos, amantes, casados y desesperados… Todo el mundo puede reconocerse en estas páginas en las que Josep Lobató nos enseña con descaro a reírnos de nosotros mismos.

EL VENDEDOR DE CUENTOS
Jostein Gaarder
Ed. Siruela, 2002. 211 págs.
Novela realista
Una reflexión sobre estos tiempos en que “primero uno decide hacerse famoso, cómo conseguirlo es secundario, y resulta prácticamente irrelevante si uno se merece o no la fama lograda”. Conocedor de esto, el protagonista, Petter el Araña, aprovechará su desbordante imaginación para crear todo un negocio de venta de ideas a aquellos que no las tienen. Sus principales clientes serán escritores consagrados, y noveles, que sólo ambicionan ver publicada una novela y encontrar la fama o ganar un premio. Hasta que Peter el Araña, alguien con “más imaginación de la que el mundo necesitaba”, es advertido en la Feria del Libro de Bolonia de que su vida corre peligro… y su telaraña de contactos empieza a tambalearse. ¿Qué ocurrió en la vida de Peter el Araña, este hombre tan egocéntrico al que la fama no le interesa, pero sí, en cambio, el poder sobre las personas?

VENGANZA EN SEVILLA
Matilde Asensi
Ed. Planeta, 2010. 300 págs.
Novela histórica
Sevilla 1607. Catalina Solís llevará a cabo su gran venganza en una de las ciudades más ricas e importantes del mundo, la Sevilla del siglo XVII. Cumplirá así el juramento hecho a su padre adoptivo de hacer justicia a sus asesinos, los Curvo, dueños de una fortuna sin igual amasada con la plata robada en las Américas. Su doble identidad –como Catalina y como Martín Ojo de Plata—y un enorme ingenio le hacen diseñar una venganza múltiple con distintas estrategias que combinan el engaño, la seducción, la fuerza, la sorpresa, el duelo, la medicina y el juego, sobre un profundo conocimiento de las costumbres de aquella sociedad. En su arriesgada aventura plagada de peligros y emociones, la acompañarán algunos amigos de “Tierra firme” y sus nuevos cómplices, unos pícaros supervivientes, dispuestos a dar su vida una y otra vez por personaje tan legendario y de vida tan extraordinaria.

UNA VIDA EN JUEGO
Albert Salvadó
Roca editorial,2010. 288 págs.
Novela de intriga
La Barcelona de principios del siglo XX sacudida por los conflictos sociales y la explosión del modernismo, constituye el marco histórico de esta trepidante novela. Víctor Pons trabaja como jefe de seguridad del casino de La Rabassada. Como responsable de seguridad, se verá enfrentado en toda su crudeza a la codicia y la locura que generan las mesas de juego, pero también será allí donde encuentre el amor de Carla Torres, una joven burguesa. La muerte en extrañas circunstancias de un cliente del casino de origen italiano, provocará que Pons tenga que hacer uso de todos sus recursos para evitar un escándalo, por lo que hace desaparecer el cuerpo. Sin embargo, lo que en principio parecía un suicidio resultará ser un asesinato y Pons se verá inmiscuido en una trama policial salpicada por la amenaza mafiosa, que le obligará a desentrañar la madeja de lo sucedido, sin darse cuenta de que hay una vida en juego: la suya.

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miércoles, 27 de enero de 2010

“El trabajo te hace libre”

Estoy seguro de que la frase que da título a esta entrada es bien conocida. Era la bienvenida, llena de sarcasmo, que recibieron todos aquellos millones de seres humanos que, sin ellos saberlo, eran obligados a atravesar las puertas del infierno. Ni más ni menos que Auswitz.
¿Qué puede decir alguien como yo para recordar que un día como hoy, pero de hace 65 años se descubrió el más tremendo escenario de la barbarie humana?


Me gustaría visitar el lugar. Sé que sería duro pero creo que es un deber no olvidar.
Pisar las instalaciones de la muerte, los espacios que fueron testigos del horror y comprobar cómo aun dentro de todo este ifnierno, hubo personas que se sobrepusieron a la rabia o al odio y nos dejaron auténticos ejemplos de esperanza.
Y me gustaría dejar mi huella, sí cómo no, firmar en algo así como un libro o plantar una pequeña rama que sea símbolo de paz.
Auswitz existió porque la masa se dejó arrastrar por el deseo de venganza y fue seducida por su ansia de destacar como privilegiada.
Yo que habría formado parte de aquellos seres inferiores, quiero alzar mi voz en pro de contribuir, cada uno desde nuestras humildes posibilidades, a evitar volver a caer en aquel horror.
Desde 1945 ha habido otros procesos de exterminio en países africanos o eslavos. Se creería que no podía repetirse y, en cierta medida, lo ha hecho. Debemos reflexionar acerca de esto: más allá de las palabras huecas hemos de demostrar que se ha aprendido la lección y que nada justifica eliminar ni siquiera a la más pobre de las personas.

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jueves, 21 de enero de 2010

El libro de las palabras que pintaban

Buenas noches para todas y todos:
Con la perspectiva de un fin de semana, comparto de nuevo un pequeño cuentecito que, como siempre, tiene vocación de ilusionar y disfrutar.
Con cariño.


Los ojos de una hermosa mujer, la inmensidad del océano, el horizonte; ¿cómo poder describirlos?
Un niño, con su vocecilla de aurora recién despertada, pregunta a su abuelo, señalando con su dedito, al pie del acantilado:
-¿Qué es eso tan bonito, yayo?
-El lugar donde viven las hadas y los gigantes de los cuentos, el océano.
Un adolescente que empieza a descubrir el amor se dice, mirando a la muchacha de trenzas largas y falda corta:
“En sus ojos se encierran todas las estrellas del cielo y cuando me mira, mi alma se llena de luz.”
Un viajero que sueña:
“Allí, al final, la meta, el cielo y la tierra. Mi triunfo, el horizonte.”
Estos dibujos trazados con palabras eran algunos de los contenidos en un libro mágico, el de la ilusión y la fantasía, el de la vida. Le fue regalado a Marcos para que viese la maravilla del mundo.
Había nacido ciego, pero en su corazón siempre hubo resplandores de bondad.
Una tarde de primavera sonrió a una anciana que se ofreció a ayudarle.
No supo cómo, pero en sus manos, enseguida sintió el peso de un objeto, un regalo.
Era un volumen de piel y hojas de pergamino.
-Ábrelo, hijo.
Lo hizo y escuchó voces cantarinas:
“-El color de los ojos de una hermosa mujer…”

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miércoles, 20 de enero de 2010

Charlas en torno al fuego

Quiero compartir esta anécdota que refleja algo quizá ya muy sabido, pero que, en este mundo de la tecnología y las prisas, convendría recordar: el sabor de la conversación y la cultura oral en torno a la lumbre.
¿Quién no es capaz de evocar esas noches de invierno alrededor del hogar con sus cuentos y sus pucheros?



Arturo Pérez-Reverte nos narra un entrañable sucedido personal. Resulta que una mañana de invierno en Madrid, el escritor salió a comprar el pan en su vecindario. Tras llegar a la tienda se sintió atraído por una fogata que había encendido el tendero a las afueras de su negocio. Alrededor del fuego estaban el párroco de la iglesia, el mismo tendero, dos albañiles y se les unió el autor. Luego, narra el escritor, llegaban más clientes e invariablemente se detenían un poco a un lado del fuego a platicar con los demás. Incluso uno que conducía un BMW que a Pérez-Reverte siempre le había parecido un fanfarrón se detuvo para contar que cuando era niño, su madre le daba la sopa caliente al enfermarse. “Es simpático este capullo”, terminó por aceptar el escritor. “Parece mentira lo que hace un buen fuego. Nadie tenía prisa”, dice Pérez-Reverte en su columna. Con el fuego como testigo los allí presentes comenzaron a compartir anécdotas de la infancia. Aunque todos eran vecinos, fue apenas junto al calor de la hoguera que se conocieron, en cinco minutos, más de lo que se habían conocido en años de vivir en el mismo vecindario.

Del libro del autor “Con ánimo de ofender”

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martes, 19 de enero de 2010

Feliz cumpleaños, Mortadelo y Filemón

Preparando la clase que imparto, cada miércoles, de animación a la lectura braille para personas ciegas mayores, entre otros temas que busco está el de las efemérides que coinciden con el día de la sesión. Pues bien, mañana se cumple el 52 aniversario del comienzo de la publicación de Mortadelo y Filemón, toda una pareja clásica del cómic español. Apareció en la revista Pulgarcito.
No he podido resistirme, con no poca nostalgia, trasladarme a los tiempos de mi infancia, de cuando veía. Quiero, ahora, compartir esos recuerdos con vosotras y vosotros.


Siempre esperaba la llegada de mi padre de sus viajes porque venía cargado de tebeos para mí. También me los proporcionaba una vecina de mis abuelos maternos y los primos que venían de Madrid a pasar el verano al pueblo.
Yo los devoraba con avidez. Los había de todos los géneros: el capitán trueno, Roberto alcázar y Pedrín, el TBO (con sus Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte, las hermanas Gilda…) y sobre todos, los que a mí me gustaban más: Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio, Anacleto, agente secreto, Rompetechos (ya me olía yo algo de lo que me tocaría imitarle, jejeje) y los mentados agentes de la TIA, Mortadelo y Filemón, agentes de información.
Es verdad que en mi mente se van desdibujando las viñetas, los colores, las aventuras… pero aún permanecen, indelebles, los inventos del profesor Bacterio, los disfraces de Mortadelo, aquel palo que ponen entre las mandíbulas del cocodrilo, aquel decir “te mandaré a Cercedilla” que me sonaba a algo lejanísimo y cómo a Filemón se le llenaba la mano de alfileres como si fuera un puerco espín, el frack de Mortadelo, los dos pelos de filemón. No sé, tantas aventuras, tantos ratos de disfrute.
Las imprecaciones del Bacterio…. “¡Mortadeelínnnnn, Filemoncete….!”.
Recuerdo los enormes bocadillos de Otilio.
Destellos de color amarillo de la portada de Bruguera…
Rompetechos confundiendo las cosas, pobre cegatón.
Quiero dar las más sentidas y debidas gracias a Ibáñez por su genialidad y a la editorial Bruguera por haber sido capaz de hacernos reír, soñar, disfrutar en nuestra infancia.
Luego, cuando ya no veía leerlos, me dije que podría revivir aquella época tan divertida a través de las adaptaciones cinematográficas, pero ya no era lo mismo. Me perdía los efectos visuales de la acción: las caídas, los trompazos, las burlas. Me dejaban mal cuerpo, así que preferí quedarme con los recuerdos.
Ojalá que vosotras y vosotros también disfrutaséis con aquello y os felicito porque podáis seguir viendo sus dibujos, tan llenos de ingenio y sonrisa. Si así es, echadles un vistazo a mi salud y sonreír por mí.

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domingo, 17 de enero de 2010

El loro de don Romualdo

A cuenta de san Antón, patrón de animales y animalejos (ppor cierto, felicidades), se me ha ocurrido esta nueva chaladura.
Buen domingo, ya casi terminado para todas y todos.


-Pero miren a don Romualdo, si resulta que ahora se ha echao un loro, quién lo iba a decir. Y qué pinta saca.
-Ay, hija; Paca. No seas criticona. Si el pobre, tan solo como está, se ha querido dar ese capricho, pos que me paice mu, pero que mu, bien.
-Bah, Maruja; tú siempre sacándole la cara al Romualdo.
-Pos mejor será que le saque la cara que no la lengua como otras.
-Bueno, bueno; señoras comadres déjense de chanzas y que el buen señor que se entretenga y goce de alguna ilusión.
De esta guisa hablaban en la calle, junto a la carnicería del Tomás, la mujer del alcalde, la estanquera y el maestro. Es octubre y mientras otros hablan de las pocas setas que este año se van a coger por la sequía o de los políticos de turno, ellas no habían podido resistirse a comentar el suceso.
Resulta que el objeto del chismorreo era el secretario del pueblo que había tenido que renunciar a su profesión a resultas de unas fiebres tercianas y la ceguera que éstas le habían dejado como secuela.
Siempre había sido un hombre cordial, tratable y de buen porte, pero desde la ceguera andaba que no terminaba de levantar cabeza así que un colega, deudo de él por haberle ayudado en la oposición, no tuvo mejor ocurrencia que la de regalarle el mentado loro.
El animalejo se decía con pedigrí y proveniente de allende el mar, algo asilvestrado por sus alerías, que no correrías, pero que podía ser promesa del acicate buscado. Lo importante era que el otrora probo funcionario encontrase el estímulo pretendido.
Su amigo, cuando se lo trajo, le quiso convencer de que le entrenase en el habla, que le dejase leer el diario y que, quién sabía, a lo mejor hasta, subido en su hombro, podría ir guiándole en sus paseos al café de La Torda.
Habían pasado los meses y el resultado parecía haber satisfecho la intención primera. Era cierto, habíanse requerido muchas horas de entrenamiento y paciencia pero, nada, que había merecido la pena. Al menos, era eso lo que no se cansaba de decir el ilustre adiestrador de loros contando sus batallas con Perejil, que así le había innominado por el verdor de su plumaje, aunque alguien diría después que por el tono inflamatorio del verbo empleado por el parlanchín.
El acontecimiento de la presentación en sociedad tuvo lugar diez días antes, coincidiendo con la fiesta de la Hispanidad. La aparición fue espectacular: don Romualdo con su mejor traje y apostura; en su hombro, el bicho tocado de un elegante sombrero de copa y con el pico curvilíneo reluciente, como recién lustrado. En las patas unas campanitas tintineando al paso. Vamos, toda una maravilla prodigiosa . Se oía cómo éste graznaba:
“Recto, recto, para, para, sube, tuerce.”
Un silencio profundo se adueñó de la plaza que daba acceso a la iglesia. ¿Cómo podía ser? ¿Un demonio hablador? Y al subir la escalinata, que no pocas veces había causado estragos en jóvenes casaderas compuestas y sin novio o patinazos en días de lluvia y nieve, ¿se la indicaría sin tropiezos ni tropezones?
Más de un bribón hizo sus apuestas malévolas.
Y sin embargo, sí; el protagonista culminó con éxito su debut.
A la salida de la misa, no se comentaba otra cosa y, unos y otros, con mejor intención o peor envidia, felicitaban la hazaña.
Un coro expectante se formó en torno a don Romualdo pidiéndole, implorándole detalles del asunto.
-Pues fíjense, señorías que cuando mi buen Carlitos me trajo este bicho, yo pensé que era un error, pero ¿qué quieren? Con el tiempo le tomé cariño y, además es que me ha dado la alegría que creí perdida para siempre. No les negaré que, hasta que nos conocimos bien, hubo más de un sobresalto. Ahora ya sé que para tenerle contento he de darle gajos de naranja pelados, eso sí que sean dulces y buenas, no de las de zumo. Y tuve que convencerle de que me leyese todo, no lo que a él le apeteciera. Bueno, al principio, pensé que es que no sabría hacerlo. No, no; lo que sucedía era que sólo picoteaba, esto… verbalizaba lo que a él le salía de los penachuelos. En fin, que oigan, que estaba muy bien que me contase las vainadas de sociedad, pero yo quería saber otras cosas. Bueno ya nos vamos entendiendo, ¿verdad, amigo Pere?
-¿Y cómo se las ha arreglado para traerle hasta aquí sin titubear? _así inquirió el boticario, él siempre tan práctico_.
-Ah, eso lo hace con los apéndices brujuliles veteados de azul. Según nota el terreno con las alas, así me dice. Un genio, digan que sí.
-¿Y esas campanitas?
-Uy, eso es lo mejor. Cuando ve a una chica guapa, bien puesta, me lo hace notar sonándolas como si zapatease, en su caso, garrease. Y no vean cómo me pongo yo de…
-Oiga, oiga; don Romualdo, ¿cómo es? Usté siempre tan formal y tan serio, y ahora tan picarón.
-Es que, hija lo que uno no ve, tiene que imaginarlo y…
-Vengan, elevó la voz el alcalde. Paga e municipio una colación a cuenta de este portento.
-Y al loro, ¿qué le daremos?
-Uy, él es experto en degustar almejas, aparte de las naranjas dichas y si le ponen un dedal de ron, ya ni les cuento. Igual hasta se despluma y nos aletea un chotís. Tiemblen, tiemblen señoras.
Todos, en procesión, se van para la cantina. El cantinero, Agustín, feliz por el negocio; la parroquia, alegre ante el festín; y el mejor, Perejil, que se ha abaritonado y muchas querrían que les campanease con sus patas orladas de rojo.
Y detrás de una columna, un desconocido toma apuntes de semejante algarabía. Ese día ya tiene el sustento ganado. A ver si se cree el cretino de su jefe, el director del Correo liberal, que él no anda alerta a la caza de las mejores noticias. Y ese domingo, lo que ha cazado ha sido un loro.

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jueves, 14 de enero de 2010

Ver televisión a ciegas

Mi muy querida amiga:

Con el deseo de que hayas comenzado el año con las mejores energías, hoy quiero contarte algo sobre ver la tele a ciegas.



Bien sabes de mi carácter inquieto y afecto a la adquisición de conocimientos de las formas que mejor puedan ayudarme.
Es cierto que, entre ellas, la televisión no es la que a mí más me satisfaga, pero, bien es verdad, que ahí está y que de vez en cuando me asomo a su pantalla.
Me gustan algunos concursos de cultura general, programas de viaje, documentales y poco más.
En cuanto a las películas, alguna veo, de las que ya hablé en su día respecto del cine: aventuras, género histórico o comedias. Las suelo utilizar como somnífero para la siesta.
Pues bien, nos encontramos ahora con que la tradicional televisión se encuentra en proceso de transformación a partir de su paso al sistema digital terrestre. Se supone que ello conlleva mejor calidad en la imagen (utilísimo para alguien tan cegato como yo) y mayor variedad de oferta, pudiéndose llegar a cierta interactividad.
En este proceso, ya que la tecnología, una vez más, permite avanzar en posibilidades, no deben olvidarse los riesgos de exclusión que puede entrañar.
Parece que las autoridades competentes, junto con las asociaciones de afectados discapacitados, se han dado cuenta de ello y están acometiendo acciones interesantes para los ciegos como yo.
Por un lado, debería extenderse la audiodescripción para cuantos más programas, mejor. Que haya una voz en off que describe lo que está apareciendo en pantalla, resulta muy útil para mí, casi tanto como que haya subtitulado para las personas sordas.
Y después que el codificador correspondiente para acceder a la nueva televisión debe ser accesible, es decir adaptado, mediante la oportuna voz, que nos verbalice lo que aparece en pantalla respecto a la información que suministra: desde el canal sintonizado, hasta los avances y la posibilidad de grabar, de forma autónoma, los espacios que me interesen.
Pues bien, ese decodificador accesible fue presentado el pasado día 21 de diciembre por el ministro de Industria, acto al que tuve ocasión de asistir. He de decirte que el cacharrito es muy prometedor y fácil de manejar. Por una vez, parece que se va a conseguir que la brecha tecnológica no se abra en este tema.
Bueno, ya estoy deseando tener uno y trastearlo a ver cómo, por fin, puedo manejar la tele como lo haría si viese.
En la seguridad de que éste, como todos los temas que me afectan, te resultará de interés y te alegrarás por ello, quiero desearte, como siempre, toda clase de venturas y dichas para ti y tu gente.
Hasta tanto podamos compartir un rato de compañía mutua, quedo siempre agradecido por tu imperecedero apoyo y sincero afecto.
Un cariñoso abrazo.

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martes, 12 de enero de 2010

Los candiles

Quiero invitaros a dar otro de esos paseos por la Historia, a los que de vez en cuando me gusta que me acompañéis.
En este caso, veamos cómo fueron evolucionando las lámparas y que penséis, de paso, en un rayito de luz.
Me gusta esa tradición, que habla de que se usaron, en algunas épocas, como regalo de cumpleaños. Creo que simboliza mucho un presente como éste.


Las lámparas más primitivas datan de hace más de 20.000 años y consistían en simples cuencos, vaciados en piedra arenisca, en los que se depositaban grasas o aceites animales y una mecha, que colgaba al exterior. Tales fueron, con toda seguridad, las lámparas empleadas por los artistas que realizaron las pinturas rupestres descubiertas en Francia y España.
La lámpara de aceite da luz gracias a la mecha, que absorbe aceite por capilaridad, de forma similar al rotulador que traspasa la tinta del papel. Las llamas necesitan buena aportación de oxígeno, por lo que la mecha suelta proporciona una posición ventilada a esas llamas. Las mechas de las primeras lámparas debieron ser fibras vegetales secas y retorcidas, y el aceite, de origen animal o vegetal. Se empleó también aceite de ballena y posiblemente petróleo, primero en Babilonia y después en Persia.
Algunas lámparas primitivas tenían un canal para la mecha, que en tiempos de los griegos y los romanos había evolucionado hasta formar un pico (saliente acanalado cilíndrico). Hacia el siglo IV a. de C., las lámparas habían adquirido la familiar forma de "lámpara de Aladino", de uso doméstico generalizado en Grecia. El único adelanto tecnológico que tuvo lugar en tiempos antiguos fue practicar en el pico un orificio para salida de mecha, de modo que ésta podía ser ajustada para cambiar el cauce de aire que la bañaba y obtener así el máximo de luz y evitar al mismo tiempo el humo y el hollín. Como la cantidad de luz que se obtenía de cada mecha era pequeña, había lámparas que llegaban a tener hasta 20 de esas mechas. Las lámparas de aceite se utilizaban mucho en templos religiosos y altares; algunas de ellas tenían forma de esculturas, grandes y recargadas, que mantenían en lo alto sus llamas día y noche.
En los tiempos de esplendor de Grecia y Roma, las lámparas de uso doméstico y ceremonial alcanzaron su más alto nivel decorativo. A menudo eran de bronce y estaban adornadas profusamente con palmeras, hojas de plantas, figuras humanas, animales, etc. A su muerte, los romanos ricos dejaban dinero para mantener encendida una lámpara con incienso sobre su tumba. Lámparas más baratas de barro, se entregaban como regalo de cumpleaños, adornadas y a veces grabadas con leyendas alusivas. En el siglo V a. de C. ya eran famosas la belleza y expresión artística de las lámparas etruscas. Para sostenerlas, solían estar provistas de anillos o asas, y a veces disponían de cadenas para mantenerlas suspendidas. Hacia el año 1000 de nuestra era se empleaban en los países árabes recipientes de vidrio provistos de mechas flotantes; después, las lámparas colgantes pasaron a fabricarse enteramente de metal cuya opacidad obligaba a dar su luz solamente hacia arriba, ejemplo temprano éste de luz indirecta.
Durante la Edad Media, el desarrollo económico fue muy lento y las grandes y complejas lámparas sólo se encontraban en las casas y palacios de las personas adineradas. Estaba mucho más extendido el uso de velas de sebo o cera. En el Renacimiento cobró nueva vida el estilo clásico de lámpara; Leonardo da Vinci proyectó un modelo con la mecha encerrada en un cilindro de vidrio, rodeado, a su vez, de una esfera llena de agua. Sin duda, la intención de esa idea era difundir la luz y dar mayor utilidad a la lámpara, pues el propio Leonardo, al igual que muchos artesanos de aquellos tiempos, recibía de sus patronos una parte de su paga en velas para alumbrar sus habitaciones y taller.
Hacia el siglo XVIII los pequeños recintos se alumbraban otra vez con lámparas, y se generalizaron las linternas, construidas con chapa metálica y superficies de cristal a modo de "ojos de buey". En algunos casos se las proveía de una base pesada, consistente en un doble fondo relleno de arena, o se les acoplaba un dispositivo para medir el tiempo, que era un tubo delgado de vidrio en el que se leía el descenso del nivel de aceite sobre una escala graduada en períodos determinados.
Hacia finales del siglo XVIII ya había comenzado la Revolución Industrial, que propició una gran demanda de iluminación mejor y más eficaz. Consecuencia de ello fueron los primeros progresos importantes en las lámparas, que condujeron directamente a los tipos de quemador empleados después en la iluminación por gas. La más importante fue la lámpara proyectada por Pierre Amié Argand (1750-1803), la cual consistía en un quemador de petróleo, con una mecha tubular y una chimenea de vidrio que dirigía el aire a lo largo de la mecha. También mejoró la calidad de las mechas, que se tejían planas o redondas, a voluntad. Entre los descubrimientos de Benjamin Franklin figura el hecho de que dos mechas pequeñas y cercanas daban más luz que dos lámparas independientes.
Los primeros aceites de hulla se fabricaron después de 1850; el aceite de parafina se obtuvo primero a partir de la hulla, y más tarde, del petróleo. Pronto desplazó a todos los otros tipos de aceite para iluminación. Entre 1860 y 1880 se patentaron cientos de lámparas mejoradas. La conocida con el nombre de Wells, inventada en 1868, fue la primera que empleó petróleo a presión, y representa el máximo avance en la lámpara de aceite. Su fundamento aún está en uso en las lámparas modernas empleadas por excursionistas y en zonas en las que no llega la electricidad.

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domingo, 10 de enero de 2010

El lugar que ocupamos

No pocas veces se afirma, y quizá con más razón de la deseada, que somos un simple número, un registro en un censo o anotación registral.
Se oye también en los noticiarios que alguien ha aparecido muerto después de algún día sin que nadie se hubiera percatado de tal suceso.
Y yo me pregunto…


¿Es que no podemos ser algo más? ¿No es pposible suponer que alguien nos eche en falta? ¿Podemos creer que ocupamos un lugar más allá del mero hueco que requiere nuestro cuerpo para subsistir?
Yo aspiro a que la respuesta a estas cuestiones, al menos en mi caso, sea afirmativa.
Pero claro, si lo pretendo, deberé hacerme merecedor a tal objetivo.
Lo que pueda granjearme con mis actuaciones, con mis mensajes o mis muestras de arrojo serán las pistas que me den el saber que sí soy anhelado.
Seguramente podríamos hacer más por buscar ese sitio, pero, a través de esas pequeñas cosas del día a día, poco a poco, descubriremos que en el futuro gozamos de ese espacio.
NO sé.
Alguien que espere nuestra presencia, que se acuerde de lo que fuimos, , una obra que permanezca, un ejemplo de superación, un empeño.Yo qué sé.
No quiero ser sólo ese número del principio ni aparecer en los noticiarios como alguien que llevaba x días fallecido y nadie lo hubiera notado, que a nadie le hubiese importado.

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sábado, 9 de enero de 2010

Aquella última pieza

con mis mejores deseos de que el año comience con buenos presagios, aquí os pongo mi primera chaladura del año.

Kalaham era un hombre tan viejo que ya no recordaba apenas las estaciones por las que, su cuerpo marchito, había transitado. Sentía que su destino se acercaba y que aquella vez no podría eludirlo como hiciera tantas otras veces en que había triunfado frente a él en batallas sin par.


Mas algo sí sabía: que había acumulado conocimientos que no debían perderse. Sí, sabía en lo más hondo de su alma que era un hombre sabio. Los demás se dirigían a él para pedirle consejo, para preguntarle, para beber de él. No siempre le gustaba esto. Tantas molestias, tantas preguntas, tantas interrupciones a sus repliegues. Percibía que en más de una ocasión se mostró huraño, pero ¿qué le importaba si no los necesitaba? Creía que lo que les pudiese decir caía pronto en el olvido, al menos así se lo habían demostrado después de reincidir siempre en los mismos errores.
Y un buen día de finales de invierno, rayando ya la primavera inició su postrera peregrinación.
Hizo acopio de su zurrón, cargado de útiles para la caza y la pesca, se calzó con sus mejores sandalias y eligió el cayado más resistente. Abandonó su hogar y se dispuso a ponerse en camino.
Miró las ascuas de la hoguera y, junto a ellas, encontró la figura de un pájaro. Era un ave que no surcaba los cielos de su pueblo, pero estaba pintada de colores brillantes y en el pico portaba una ramita orlada de pequeñas hojas extrañas.
Quiso tocarla y comprendió que había sido depositada allí para que se la llevase. Al tomarla, entre sus manos, observó cómo se descomponía en diez piezas de tamaño irregular y formas para ser ensambladas.
Pasaron las lunas y se acercó al bosque mágico. Allí le esperaban las hadas y los otros druidas. Penetró en él y ya dejó de ser visible para siempre.
A la primavera siguiente, el día en que se celebraba beltaine, los habitantes del poblado esperaron encontrarse de nuevo con el anciano sabio. Había transcurrido un año desde su desaparición y anhelaban su presencia, necesitaban de su sabiduría. Mas no apareció. Nadie le vio.
Cuando ya el atardecer declinaba, una extraña procesión se presentó ante el consejo.
Eran nueve seres que, entre sí, no se conocían, pero allí estaban todos. ¿Por qué?
-¿Qué os trae aquí? No os conocemos, ¿venís en son de paz?
No contestaron. A cambio cada uno de aquéllos, mostró una pequeña talla. Un trozo de ala moteado de pardo, un penacho verde mar, franjas de rojo, azul, amarillo.
No se entendía lo que pudiera ser todo ello. Al fin, una hermosa joven se irguió:
-Un anciano, que dijo llamarse Kalaham, me hizo entrega de este objeto y me exhortó a que me dirigiera a este lugar el día de la celebración de la luz. Y aquí estoy. Desde aquel momento la alegría no me ha abandonado.
-Otro, un campesino de anchas espaldas y tez curtida hizo lo mismo. Traía otra tableta. Anunció lo mismo, pero lo que a él no le faltó desde el encuentro, había sido la abundancia de cosechas.
Así fueron presentándose los restantes. Todos traían su trozo de madera y hablaban de lo que les aportó el presente de Kalaham: a la alegría y la prosperidad, les siguió la calma, la fuerza, el ingenio, la fertilidad, la habilidad manual para construir, la suerte y la belleza.
Entonces, el portador del ingenio propuso que uniesen los fragmentos de aquellas tabletas a ver qué salía. Así lo hicieron. Les costó comprender que cada pieza tenía su lugar en ese todo. Pusieron y quitaron, discutieron, movieron y poco a poco comprobaron cómo iban tomando sentido.
Ya, a la luz de los brasas incandescentes vieron que no podían hacer más. No había otra manera de descubrirlo y, sin embargo…
-Falta algo. Parece un pájaro y, si así fuera, necesitamos el pico, la última pieza. ¿Quién la tiene?
Nadie respondió. No sabían. Hasta que, a lo lejos, se oyó: toc toc toc.
Alguien se aproximaba. ¿Quién sería?
Era un niño. Se movía despacio y ayudado de una pequeña rama de roble.
-¿Es aquí donde se celebra beltaine?
El rey levantó su mano, en señal de alto. Mas el niño siguió andando. Sus ojos vacuos parecían perdidos.
El rey se percató enseguida. Ese muchachuelo era ciego. Así que no le quedó más remedio que hablarle:
-La fiesta ha terminado ya. ¿Cómo llegas a esta hora?
-No conocía el camino y tuve que recurrir a la ayuda del agua de la cascada, a los trinos y al aroma de las nuevas flores. Al fin, mis sentidos consiguieron guiarme hasta donde estáis. Vengo fatigado y hambriento. ¿No habrá una jarra de cerveza y algo de carne para mí?
-Algo quedará, aunque poco. Que es tarde.
-Ah, muchas gracias, señorías. Ufff, menos mal. Confiaba en que seríais generosos conmigo.
-¿Simplemente viniste en pos de alimento? Si así fuera, en nuestra tierra algo podremos encontrar para ti. ¿No sabrás de un anciano que…? No, no puede ser. ¿Qué iba a saber un muchacho como tú?
-¿Yo? No. Mi historia es triste. Fuimos asaltados por unos hombres de guerra. Nos dejaron sin nada y se llevaron a todos menos a mí. ¿Para qué les serviría un habitante de las tinieblas?
Rápidamente se olvidaron del recién llegado y siguieron deliberando acerca del enigma de aquella composición que, al reflejo de las ascuas, adquiría tonos de misterio. ¿Cómo podrían completarla? Kalaham, el que diera las piezas, no aparecía por ninguna parte y, bah, que dejasen aquello y siguieran con la bebida y la música.
-Disculpen, señorías.
-¿Otra vez tú, mocoso? Qué quieres ahora. ¿No te basta con lo que te hemos dado?
El rey no quiso disimular su enojo ante alguien tan insignificante y molesto.
-Es que… querría ofreceros algo a cambio de vuestra hospitalidad. Tomad. Es lo único que poseo. Tropecé con ello y al notar su calidez quise guardarlo. NO sé. Es poco, pero…
Los presentes abrieron desmesuradamente los ojos. Lo que veían era el dibujo de un pico nacarado portando una ramita con hojas extrañas.
¿Sería posible? Ese despreciable ciego les traía la solución.
El rey, Morgan, le tomó, con suavidad, el pequeño regalo y rozó la mejilla del chiquillo, sabedor de que sonreírle no bastaría.
La cedió a la muchacha que había hablado primero, la alegre, y le pidió que no tardase en probar lo que todos, ya intuían.
LO hizo y…
Un silencio expectante. Las miradas de todos pendían de la acción de la joven. Sin esfuerzo ensambló, en el hueco, el premio del muchacho ciego. El resultado era muy hermoso, una belleza nunca antes vista, realzada por el color de la noche, la fogata moribunda y el aura de lo ignoto.
Pero, nada pudo compararse con lo que sucedió después.
Una pléyade de estrellas surcó el firmamento. El fragor de un trueno precedió al mayor de los relámpagos y, atónitos, todos contemplaron cómo el pájaro hermoso cobraba vida. Remontaba el vuelo y se fundía con el resplandor.
Gritos, vítores, suspiros. El rey impuso su autoridad y pidió silencio.
-Ahora lo sé. Este niño ha sido enviado por el viejo Kalaham. Debemos venerarle y mostrarle el mismo respeto que le deberíamos haber tenido a él. Mando y dispongo que la joven de la alegría le cuide y atienda. Le acogeremos, lo mismo que a todos los que hoy trajeron ese pájaro especial. Su presencia dará a nuestro pueblo los dones que, a través de ellos, nos quiso legar nuestro Maestro. Brindemos y dancemos en su honor.
Todos acataron el oportuno mandato de Morgan.
Una joven y un niño se abrazan algo apartados de los demás.
Saben ahora que su unión estará hecha de un vínculo mágico: el de la luz y el amor.

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miércoles, 6 de enero de 2010

Los sonidos de mi Navidad

Sí, ya acaba la Navidad. Para algunos, aquéllos que tanto lo deseaban, ya está, ya pasó. Para quienes la esperaron con anhelo, también.
Es el momento de recoger los adornos navideños, guardar el árbol y las figuritas del belén para el año próximo. Hasta yo, por primera vez, gracias a Jaime y a Mercedes, esta vez también tendré que hacerlo. Retiraré el Papá Noel del pomo de la puerta, el espumillón y las bolas del salón y las campanitas.
Como colofón, quiero hablaros de mis sonidos navideños. Para acompañarlo, pinchad el título y escucharéis…



Comenzaron esos sonidos con el chinchín de cuatro copas con cava en mi casa. Era un 5 de diciembre por la noche. Se trataba del inicio de la Navidad y la constatación del principio de una nueva amistad mágica.
El día 24 Isabel, mi sobrina pequeña gritó de emoción ante la llegada de regalos traídos por alguien especial. Música de papel que se rasga para desenvolverlos.
Otros sonidos con distintas melodías: las de todas y todos que me deseaban felicidad y alegría.
El pi pi anunciador de mensajes al teléfono móvil cargados de aliento e ilusión.
El día 26 escuché las notas arrancadas a un piano que hablaba de buen hacer y mucho mucho entrenamiento. Sonaban como la música de los ángeles. Era el que tocaba mi sobrina mayor, Susana. Estoy seguro que algún día la escucharé formando parte de un público que la admirará por su virtuosismo. Y luego una guitarra que quiso emularlas, tocada por Isabel, que pocos meses hace que ha empezado y ya sabe pulsar las cuerdas con ritmo.
El tintineo de campanitas, el sonido de villancicos y el placentero chasquido del turrón al mordisquearlo fueron otros sonidos que serían captados por mi fino oído.
Percibí también alegría en voces de niños, ilusión en adolescentes que preparaban sus cenas de Nochevieja y voces de amigos que volvía a escuchar después de mucho tiempo.
Para finalizar, la música de los niños cantores de Kiev. Me hicieron pensar que estaba en Viena, ante el concierto de año nuevo. Fue fantástico, tanto su maestría al interpretar los valses y polcas, como al cantar ese otro Ave María y al invitar al público a acompañarles con la Marcha Radetzky. Fue otro regalo de mi amiga Elena.
Ojalá que durante 2010 pueda continuar sintiendo nuevos sonidos, nuevas melodías, nuevas palabras. Que no sea sólo cuestión de oírlas, sino de ser capaz de comprenderlas, de escucharlas y asimilarlas, haciéndolas mías.

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martes, 5 de enero de 2010

Mi carta a los Reyes Magos

Mientras la magia de la ilusión se adueña de tantas y tantos, no importa la edad que se tenga, yo retomo mi presencia en Tiflohomero con una nueva carta a los reyes Magos, no sin antes agradecerles que lo pedido el año pasado me fuese concedido con creces, con tanta generosidad que casi diría que en exceso.
Viajes, retos cumplidos, reconocimientos y mucho afecto, con la aparición de nuevas amistades, fueron sus presentes y todo ello ha quedado atesorado en mi memoria. Lo guardo y lo conservo porque 2009, para mí, ha sido uno de esos años que resultan inolvidables.
Vayan, pues mis peticiones.


Estimados Melchor, Gaspar y Baltasar, con todo mi respeto y confianza, me atrevo a dirigirme a vosotros una vez más.
Quiero daros las gracias por haceros cercanos a mí, a través de todas esas personas que hoy me han deseado que mis utopías se cumplan y que la felicidad me tome de la cintura enlazándose a mi corazón.
Quiero que, más allá de los regalos materiales, haya siempre gentes buenas que anhelen vuestra visita en forma de esperanza.
Y quiero pediros:
Palabras que sean vehículo portador de relatos, merecedores de hacer soñar y disfrutar a quienes los lean.
Miradas que sepan ver lo hermoso que me rodea y la promesa de una sonrisa expresada tras una acción mía.
Zapatos que me lleven por caminos de aventura y descubrimiento.
Pétalos de flores que pueda acariciar con mis manos, tan plenas de ternura.
Esencias que evoquen paraísos en los que reposar mi fatiga.
Guindas azucaradas que estimulen los sentidos.
Una melodía hecha de voces amables, simpatía y calidez.
Un buen libro, el mejor, aquel que esté construido a partir de una historia de amistad, sueños y momentos compartidos.
Una bebida, con sabor a misterio, escanciada para ser paladeada en compañía.
Y una huella, tenue pero indeleble, que pueda quedar en aquéllos a quienes fui capaz de dar un poquito de calor.

En la seguridad que éstas, mis demandas, serán escuchadas, porque yo haré todo lo posible por hacerme merecedor a ellas, me despido hasta el próximo día 5 de enero de 2011.
Que vuestra labor no decaiga.
Un efusivo y sincero abrazo, un abrazo de entrega, ilusión y silencios, que gritan ¡AMISTAD! ¡CARIÑO! y ¡ADELANTE!

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