miércoles, 20 de enero de 2010

Charlas en torno al fuego

Quiero compartir esta anécdota que refleja algo quizá ya muy sabido, pero que, en este mundo de la tecnología y las prisas, convendría recordar: el sabor de la conversación y la cultura oral en torno a la lumbre.
¿Quién no es capaz de evocar esas noches de invierno alrededor del hogar con sus cuentos y sus pucheros?



Arturo Pérez-Reverte nos narra un entrañable sucedido personal. Resulta que una mañana de invierno en Madrid, el escritor salió a comprar el pan en su vecindario. Tras llegar a la tienda se sintió atraído por una fogata que había encendido el tendero a las afueras de su negocio. Alrededor del fuego estaban el párroco de la iglesia, el mismo tendero, dos albañiles y se les unió el autor. Luego, narra el escritor, llegaban más clientes e invariablemente se detenían un poco a un lado del fuego a platicar con los demás. Incluso uno que conducía un BMW que a Pérez-Reverte siempre le había parecido un fanfarrón se detuvo para contar que cuando era niño, su madre le daba la sopa caliente al enfermarse. “Es simpático este capullo”, terminó por aceptar el escritor. “Parece mentira lo que hace un buen fuego. Nadie tenía prisa”, dice Pérez-Reverte en su columna. Con el fuego como testigo los allí presentes comenzaron a compartir anécdotas de la infancia. Aunque todos eran vecinos, fue apenas junto al calor de la hoguera que se conocieron, en cinco minutos, más de lo que se habían conocido en años de vivir en el mismo vecindario.

Del libro del autor “Con ánimo de ofender”

4 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Alberto, hace unos años nos invitaron a pasar el fin de año en Vozmediano, un pueblecito situado a los pies del Moncayo, y es verdad que a veces recuerdo con emoción las noches que pasábamos frente al fuego comiendo castañas... Yo me he criado en un décimotercer piso en Valencia, no he vivido lo que es tener chimenea en casa... tal vez, por eso, la eche más de menos...
Un saludo.

Mercedes Pajarón dijo...

Qué curioso, Albertito... Por mi experiencia personal, sólo concibo el fuego frente a una chimenea y en completa soledad. Claro, que ahora que lo pienso, estoy hablando de un concepto diferente: tú nos has mostrado las charlas en torno al fuego, y lo que yo tengo en la cabeza son charlas con el fuego. Ya ves, una palabra lo cambia todo.
Me gustaría experimentar lo que has explicado; por desgracia, no he tenido ocasión.

Besósculos un poco ensoñadósculos por el fuegósculo! Mua!

brujita dijo...

La magia del fuego reúne a todos ...yo siempre digo que la cocina de una casa es el punto en que todos terminan cuando la reunión comienza, de a poquitos y de uno a uno van dejando el salón para acercarse allá,la alquimia de los aromas que los guisos desprenden envuelven y atraen a todos como polillas hipnotizadas por la luz de la farola; allí llegan las risas más francas, las confidencias...regresamos de alguna forma a los ancestros de las cavernas. Por algo a nuestro refugio le llamamos hogar, ese lugar que alberga el fuego...

Besito volado muy primitivo.

amelche dijo...

Si es que, no hay nada como una buena chimenea. A mí el fuego me recuerda a Irlanda, que es donde aprendí a encender la chimenea de carbón.

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