martes, 12 de enero de 2010

Los candiles

Quiero invitaros a dar otro de esos paseos por la Historia, a los que de vez en cuando me gusta que me acompañéis.
En este caso, veamos cómo fueron evolucionando las lámparas y que penséis, de paso, en un rayito de luz.
Me gusta esa tradición, que habla de que se usaron, en algunas épocas, como regalo de cumpleaños. Creo que simboliza mucho un presente como éste.


Las lámparas más primitivas datan de hace más de 20.000 años y consistían en simples cuencos, vaciados en piedra arenisca, en los que se depositaban grasas o aceites animales y una mecha, que colgaba al exterior. Tales fueron, con toda seguridad, las lámparas empleadas por los artistas que realizaron las pinturas rupestres descubiertas en Francia y España.
La lámpara de aceite da luz gracias a la mecha, que absorbe aceite por capilaridad, de forma similar al rotulador que traspasa la tinta del papel. Las llamas necesitan buena aportación de oxígeno, por lo que la mecha suelta proporciona una posición ventilada a esas llamas. Las mechas de las primeras lámparas debieron ser fibras vegetales secas y retorcidas, y el aceite, de origen animal o vegetal. Se empleó también aceite de ballena y posiblemente petróleo, primero en Babilonia y después en Persia.
Algunas lámparas primitivas tenían un canal para la mecha, que en tiempos de los griegos y los romanos había evolucionado hasta formar un pico (saliente acanalado cilíndrico). Hacia el siglo IV a. de C., las lámparas habían adquirido la familiar forma de "lámpara de Aladino", de uso doméstico generalizado en Grecia. El único adelanto tecnológico que tuvo lugar en tiempos antiguos fue practicar en el pico un orificio para salida de mecha, de modo que ésta podía ser ajustada para cambiar el cauce de aire que la bañaba y obtener así el máximo de luz y evitar al mismo tiempo el humo y el hollín. Como la cantidad de luz que se obtenía de cada mecha era pequeña, había lámparas que llegaban a tener hasta 20 de esas mechas. Las lámparas de aceite se utilizaban mucho en templos religiosos y altares; algunas de ellas tenían forma de esculturas, grandes y recargadas, que mantenían en lo alto sus llamas día y noche.
En los tiempos de esplendor de Grecia y Roma, las lámparas de uso doméstico y ceremonial alcanzaron su más alto nivel decorativo. A menudo eran de bronce y estaban adornadas profusamente con palmeras, hojas de plantas, figuras humanas, animales, etc. A su muerte, los romanos ricos dejaban dinero para mantener encendida una lámpara con incienso sobre su tumba. Lámparas más baratas de barro, se entregaban como regalo de cumpleaños, adornadas y a veces grabadas con leyendas alusivas. En el siglo V a. de C. ya eran famosas la belleza y expresión artística de las lámparas etruscas. Para sostenerlas, solían estar provistas de anillos o asas, y a veces disponían de cadenas para mantenerlas suspendidas. Hacia el año 1000 de nuestra era se empleaban en los países árabes recipientes de vidrio provistos de mechas flotantes; después, las lámparas colgantes pasaron a fabricarse enteramente de metal cuya opacidad obligaba a dar su luz solamente hacia arriba, ejemplo temprano éste de luz indirecta.
Durante la Edad Media, el desarrollo económico fue muy lento y las grandes y complejas lámparas sólo se encontraban en las casas y palacios de las personas adineradas. Estaba mucho más extendido el uso de velas de sebo o cera. En el Renacimiento cobró nueva vida el estilo clásico de lámpara; Leonardo da Vinci proyectó un modelo con la mecha encerrada en un cilindro de vidrio, rodeado, a su vez, de una esfera llena de agua. Sin duda, la intención de esa idea era difundir la luz y dar mayor utilidad a la lámpara, pues el propio Leonardo, al igual que muchos artesanos de aquellos tiempos, recibía de sus patronos una parte de su paga en velas para alumbrar sus habitaciones y taller.
Hacia el siglo XVIII los pequeños recintos se alumbraban otra vez con lámparas, y se generalizaron las linternas, construidas con chapa metálica y superficies de cristal a modo de "ojos de buey". En algunos casos se las proveía de una base pesada, consistente en un doble fondo relleno de arena, o se les acoplaba un dispositivo para medir el tiempo, que era un tubo delgado de vidrio en el que se leía el descenso del nivel de aceite sobre una escala graduada en períodos determinados.
Hacia finales del siglo XVIII ya había comenzado la Revolución Industrial, que propició una gran demanda de iluminación mejor y más eficaz. Consecuencia de ello fueron los primeros progresos importantes en las lámparas, que condujeron directamente a los tipos de quemador empleados después en la iluminación por gas. La más importante fue la lámpara proyectada por Pierre Amié Argand (1750-1803), la cual consistía en un quemador de petróleo, con una mecha tubular y una chimenea de vidrio que dirigía el aire a lo largo de la mecha. También mejoró la calidad de las mechas, que se tejían planas o redondas, a voluntad. Entre los descubrimientos de Benjamin Franklin figura el hecho de que dos mechas pequeñas y cercanas daban más luz que dos lámparas independientes.
Los primeros aceites de hulla se fabricaron después de 1850; el aceite de parafina se obtuvo primero a partir de la hulla, y más tarde, del petróleo. Pronto desplazó a todos los otros tipos de aceite para iluminación. Entre 1860 y 1880 se patentaron cientos de lámparas mejoradas. La conocida con el nombre de Wells, inventada en 1868, fue la primera que empleó petróleo a presión, y representa el máximo avance en la lámpara de aceite. Su fundamento aún está en uso en las lámparas modernas empleadas por excursionistas y en zonas en las que no llega la electricidad.

3 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Buenos días, Albertito!! Aunque todavía no ha salido el sol (no me extraña; yo tampoco saldría con este frío), con tu entrada no sólo has iluminado mi ordenador, sino también mi ignorancia sobre el tema. Me encanta que expliques estas cosas.

Un besósculo y mira, hoy sí que coincide, feliz miercósculo! Mua!

Anónimo dijo...

Está bien tu entrada, vaya recuerdos los del candil, épocas pasadas. Y ... también refranes como:

1.- En apagando el candil, guapas y feas van por el mismo carril.

2.- Un aire sutil, mata a un hombre y no apaga un candil.

3.-A la zorra, candilazo.

Está bien. Lloviendo por ZGZ a buen ritmo, el Ebro a tope. Mañana la sobrina se va a Candanchú a esquiar ,esta sobrina, no sé si esquiará o va a intentarlo.(voi a esquiaaaaaaaaaaaaaR! jajajaja!)

Saludos y buena noche.

brujita dijo...

¡Preciosa tu entrada Alberto! ese buceo por el ayer de la luz con que nuestros ancestros asustaban a las tinieblas... Mi recuerdo para Teo el hojalatero que fabricaba maravillosos candiles que colgaba a la puerta de su taller...

Besitos volados miles.

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