miércoles, 31 de octubre de 2012

El cartero curioso

Por aquello de que hoy se conmemora la efeméride del estreno de la obra Don Juan Tenorio de Zorrilla, os pongo una anécdota atribuida al famoso autor teatral.
Ya veis, a veces,  a qué conduce la curiosidad y la buena intención.
Que disfrutéis de esta noche de misterio y magia.

Una mañana el cartero se dirigió a casa de José Zorrilla, el autor de "Don Juan Tenorio" para entregarle el correo y como encontró una de las cartas abiertas la leyó. La misiva decía:
"Querido Pepe: soy de la opinión de que no debes envenenar al alcalde, bastará con que le des un narcótico".
Ante semejante misiva, el cartero corrió muy asustado en busca de las autoridades para denunciar semejante atropello.
Los alguaciles no tardaron en presentarse en casa del dramaturgo y el pueblo se aglutinó en la puerta dispuesto a linchar al presunto conspirador. A don José le costó mucho trabajo convencer a aquella gente de que el alcalde del cual hablaba esa carta no era el regidor del pueblo...sino uno de los personajes de la obra de teatro que estaba terminando llamada "El alcalde Ronquillo". Zorrilla había pedido a su amigo que le aconsejara sobre el final más adecuado para la función: matar al alcalde o deshacerse de él de alguna otra forma.

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domingo, 28 de octubre de 2012

De palos y palillos


Buen domingo. Ojalá que con mi cuento de hoy os haga sonreír de forma pícara.
Que acabéis bien este octubre tan emocionante para mí, que quedará siempre en mi recuerdo por un viaje especial.
Con cariño, como siempre.
Mucha luz.

¿Adónde irá ese ciego con semejante tranca? Vedazo de estaca. Claro, así que va doblado cual Atlas hercúleo. Y luego dirán. Echao pa lante como propio jorobado o cogido, jo...
Y yo con mi palillo, que si vale de mondadientes, que si “dame ese pincho que tiene muy buena pinta”, que si “vaya arte que te gastas construyendo barcos a base de palillos. Qué cosas, unos tanto y otros tan poquito y tan pequeñito.
Pero fíjate, qué fanfarrón, si se cree que la acera es suya, si se podría pensar que ha mandado al paro a todos los esforzados de la escoba dando semejantes palotadas.
Y yo aquí, jugando a que no se me caiga mi palillo al suelo y me lo tengan que coger con papel de fumar. Que vaya si hay que practicar para que se quede tieso sobre el dedo o con el dedo.
Y el otro, ciego será pero vaya si arrasa, con su palazo y su bola, ¿no eran dos las que decían que había que tener?
Pues él mucha bola y mucho garrote, pero yo que con mi fino estilete me cuelo entre los agujeros y los agujeritos travieso traviesón.
Que mucho decir que el perfume se vende en frasco pequeño o que lo diminuto es lo más bonito porque hay que saber verlo. Pero, ¿qué quieren? A uno le corroe la envidia cuando te juntas con semejante prodigio mastodóntico.
Claro, él se quejará porque no ve y yo me quejo porque no se me ve. El caso es quejarse.
Nada, que hoy me he levantado con ínfulas de as de los enhiestos. Así que voy a gastarle una bromita al ufano.
Usaré mi palillo para saltar, cual pértiga de campeón y caeré en… no sé, ¿en sus morros? ¿En su calva? ¿En su barrigota? ¿En su hombro? No, en su hombro no; que se balancea demasiado con tanto paloteo y a lo peor me mareo.
 Vamos, Palicario, ¡salta, atrévete? Dale al manubrio.
Ssslip slip zas.
¡Qué leches! ¿Qué me ha caído encima? ¿No será un bonito regalo en forma de cagada de pájaro? Uy, si es una pelusilla. Bah, alguna paja que me ha traído el viento pajero. Fuera fuera.
-Oye oye oye. No se te ocurra tirarme al polvo del suelo que bastante me ha costado llegar hasta ti.
-¿Quééé? ¿Quién jadea así? Parece el susurro de un alhelí.
 -Soy Palicario I de Palillilandia, el rey de los palillos.
-Aaaah, ¿y qué quieres de mí?
-No sé, me apeteció montarme sobre ti. Se te veía con tanto vigor que se me excitaron las fibras.
-Vaya vaya. Esta sí que es buena. Yo que he salido a dar un paseo para celebrar que hace una tarde tan cálida y mira quién se me ha echado encima. No está mal, al menos eres suave de tocar. Ya lo fueran igual todas.
-¿Tocas mucho?
-Qué va, lo único que toco es la gaita y poco. Que lo demás, o se encuentra prohibido o es inalcanzable a mis manos. Total, que entre lo que no veo y lo que no toco, estoy apañado.
-Ya, entonces, ¿no pretendías ganar ningún premio? Te he visto tan seguro y con tan buen ritmo dale que te pego a la vara, que pensé… bah, tonterías mías.
-No, lo único es que por esta acera se va muy bien, es ancha y no tiene obstáculos.
-¿Así te alegras de mi punta?
-Está muy bien.
-Pues si la sabes acariciar hasta le podrías sacar tinta y todo.
¿Tinta? A mí con que pinche ya me va bien, que si te haces amigo mío igual me sirves para escribir con letra de puntos.
-Bueno, bueno, que te propongo un trato: tú me tomas bajo tu mano y yo te guío. ¿Vale?
-Hágase.
Y palotero mayor y palillero menor se alían en su cotidianeidad existencial para, juntos, encontrar sentido a sus respectivos arietes. Porque…
Palillo es a Palo de enano como Frenillo es a Freno de mano.

 




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miércoles, 24 de octubre de 2012

La paradoja de la bicicleta y el ciego


Esto que ahora leéis no es uno de esos relatos míos de los domingos, es algo que hoy me ha sucedido y que, a través de la ironía, os cuento.

Una bonita bicicleta aparcada en una acera. ¿Cómo puede ser? ¿No sería lógico que estuviese mejor rodando en pos de gestas heroicas? ¿Es que es un buen lugar para ella? Pobre, su dueño la deja siempre amarrada a la pared sin importarle que los ciegos que pasen por ahí tengan la mala ocurrencia de ir pegados a la pared y tropezar con ella. ¡Qué extravagantes!
Un sufrido ciego que palotea en busca de su recreo mañanero. ¿No sería más apropiado que hubiese salido acompañado? Es que, a quién se le ocurre ir a desayunar con el paseo como único ingrediente de refrigerio. ¿No sería más aconsejable unos churritos o un suculento bocata?
Claro, la bicicleta sola, varada en la acera cual ballena embarrancada en playa caribeña.
El ciego que se distrae paloteo va, paloteo viene.
¿Qué va a ser lo que pasará?
Pues qué va a ser: que el ciego se da semejante golpetazo en su pierna izquierda, con la consiguiente heridita de nada.
 Y aquí la paradoja:
Mientras se recomienda que se use la bicicleta como medio de transporte limpio y sano para desplazarse por la ciudad. Mientras su dueño estará encantado de haberse conocido y la deje aparcada tan tranquilo pegada a la pared de una calle cualquiera sobre una acera cualquiera. Mientras la bici se siente abandonada una mañana sí y otra también. Mientras todo eso sucede, un cieguito pasa por delante de ella para ir a su centro de trabajo y se tropieza con su manillar o con sus pedales provocándole sobresaltos que le despiertan sin necesidad de despertador. ¿No habíamos quedado en que la bici era algo muy sano y muy estupendo?
Entonces, ¿por qué hoy la cosa no ha quedado solo en ese rutinario sobresalto despertando, sino en doloroso raspón?
Y, por supuesto, a continuación, la preguntita de marras: “¿Se ha hecho daño, caballero?
¿Qué responder? No, si tan solo ha sido una caricia de adolescente enamorada. En fin, qué quieren.
Me diréis que si conozco la existencia de la pobre inocente, por qué no la esquivo alejándome de la pared y acercándome a la calzada. Pues porque si me orillo hacia el otro lado, corro peligro de caer a la ídem y, bendita suerte, justo en ese momento pasará otro encantador cochecillo con aspirante a cartero y me deja cual sello de Correos.
Así que nada, nada. Mañana volveré a saludar a mi “amiga” (entre comillas) la bicicleta. ¿Quién será su dueño/a? Cómo me gustaría echármelo a la vista de este ciego que es uno.
 Claro, que… también podía cruzarme de acera. Ah, ¿y si entonces me dicen que… me he vuelto de la acera de enfrente? Ummm, no sé qué es peor.





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lunes, 22 de octubre de 2012

Huellas de luz en librería café La Fugitiva


Buenas tardes:
Nuevamente Huellas de luz sale a escena. En esta ocasión en un juvenil y moderno establecimiento, de ésos que yo alguna vez soñé con poseer. Se trata de la librería café La Fugitiva, sita en la Cl. Santa Isabel, nº 7 (Metro Antón Martín).
 Será el día 25, jueves, a las 20 hs. Y mientras tenemos ocasión de tomarnos un piscolabis, daré a conocer el libro a partir de una entrevista  además de leer en braille uno de los relatos que forman parte del libro.
Estoy seguro que va a resultar entrañable y sobre todo tendremos ocasión de conocer un sitio la mar de acogedor.
Bueno, como siempre quedáis invitados y os pido que hagáis extensiva la invitación a quien creáis que pueda estar interesado en compartir un rato de lectura y encuentros.
Una vez más, muchas gracias por vuestro apoyo.
Abrazos de luz.

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domingo, 21 de octubre de 2012

Las nuevas amigas de Beatriz


Ayer tuve la suerte de disfrutar de una excelente mañana de paseo cogido del brazo de Laura, una voluntaria de Kraft. Era el Día Solidario de las Empresas y ella, como otros muchos y muchas más, quisieron regalar su tiempo para ayudar. Vaya mi cuento dominical de esta semana dedicado a ella.
Va por todos aquellos que, como ella, se dedican con tanto cariño a ayudar a quienes lo necesitamos.
Que estéis bien y disfrutéis.

Beatriz, Bea aunque  no vea, es una niña despierta y alegre, un cascabel de chiquilla. Claro, si no ve, que al menos, suene. Tilín tilín, tirililín, su risa, sus palmas y sus coletas.
Bea vive en una casa grande, con su pasillo para correr por él, aunque a su mamuchi no le guste nada que lo haga y menos aún cuando lo ha fregado, su desván y su jardín. Ha aprendido a moverse por los rincones del chalet con habilidad de campeona. Cuando le dicen que es muy difícil su casa, ella dice que lo verdaderamente difícil es cruzar las calles de la ciudad a la que va para asistir al cole.
Bea, aunque no vea es muy lista, con sus libros en braille, su caja de aritmética y sus láminas para tocar con colores y todo, sus mapas, su álbum del cuerpo humano y sus cuentos de texturas.
Pero lo que mejor se le da a Bea es ver. ¿Cómo va a ver si no ve? Pues con la imaginación, claro.
Ve castillos en los que viven las hadas, cubos de basura que son pozos misteriosos, cucharas que son lanzacohetes, delantales como velas de barcos piratas o servilletas que se convierten en vestidos para disfrazar a sus muñecas.
Cuando su abuela le cuenta cuentos para que se duerma, sueña con ser protagonista de aventuras sin fin, compi de duendes y sirenas, nube gigante y hasta amiga de Caperucita Roja o Cenicienta.
Así es ella, la muchacha que sin ver ve, que da luz aun habiendo oscuridad, que tiene locos de contentos a sus papis y que, un día, será  la prota de la serie que dan cuando come, los fines de semana, y en la que los caballos y los grandes paisajes de América juegan con el viento.
Pero antes de que llegue a ser la mejor de las amazonas del Lejano Oeste, hoy ha escuchado una curiosa conversación.
-Tu nombre?
-Lenteja. ¿Y el tuyo?
-Lentejuela.
-Ah, yo soy lentilla.
Bea se sienta a ver qué dicen. Se repantinga en la mecedora que fue de su abuelo y que ahora de tan vieja que es, la han arrinconado en su habitación favorita, el desván.
-A mí creo que hoy me toca salir. He oído a la señora que se va a vestir de gala y que va a lucir su traje de noche, los zapatos de tacón de aguja y el broche de rubíes que le regalaron en Navidad.
-Que elegante, a mí en cambio, cualquier día me comen.
-Pues yo también saldré como la hermana lentejuela. Es más, haré juego con ella. Que a nuestra dueña, doña Gafas no le acaba de gustar.
-Y dónde vais a ir?
-Creo que a una fiesta.
-Vaya. Y yo aquí, junto con maese Macarrón y don Garbanzón.
-Parece que a la niña de la casa, aunque ella no lo sabe, le van a dar un premio.
-Pero que no se entere, shshshsh.
-Pues mientras vosotras marcháis por ahí de fiesta, yo me quedaré para coquetear con el arrocito Pablito, ala. Que me tiene sorbido el hierro.
-Lentilla, ¿querrás reflejarte en mi brillo?
-Querré mirar el mar a través de ti. ¿Dónde te pondrás?
-Ummm, en el escote.
-Uy, entonces mejor que te mire el señor. Yo me fijaré en la trenza de Bea.
   -¡Hijaaa! ¿Dónde andas? Vamos, que se nos hace tarde. Vístete, anda.
-Joooo, mamá. Ya voy. Es que…
-Vengaaa, que no vamos a llegar a la gala de fin de curso.
Bea sonríe, sabe lo que no quieren que sepa, jejeje. Qué ilu. ¿Y eso del premio? ¿Por qué será? Si este año tampoco es que me haya esforzado tanto, que buenas regañinas me han caído, sobre todo de parte de don Ramón, el maestro de cono y mates.
El salón de actos del cole de Bea está repleto como nunca. Lo han adornado con serpentinas yfarolillos de papel de celofán, hay música y payasos y regalos para todos y chuches y bocadillos. Los mayores han preparado una exibición de gimnasia y a los de su clase les han dicho que representen la historia de La ovejita y su patita”.
¿Y el premio?
Ya solo quedan los discursos de la directora y de otro señor al que Bea no conoce de nada. ¿Quién será?
-Niñas, niños, padres, madres y amigos, todos. Acabamos hoy otro curso, es tiempo de verano, de juegos y viajes. Pero antes, permítanme que les presente a don Albert Einstein, el mayor genio de la física jamás habido. Ha querido estar hoy con nosotros en la entrega de premios a los más aplicados. Llamo, en primer lugar,  a Laura Beatriz Muñoz Izquierdo.
-Tu nombre es Beatriz, ¿verdad? Quiero decirte algo: nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber, estudia mucho, prepárate para ser la mejor y mientras tanto, te hago entrega de este galardón. En él se te nombra como la mejor en el noble arte de la redacción.
-¿Qué es?
-Un libro mágico en el que, cada vez que pases tus manos por sus páginas, cobrarán vida.
Doña Rafaela continúa citando a aquellos que se han ganado el ser homenageados pero Bea con su regalo ya no escucha nada. Fantasea con las historias que vivirá gracias a su regalo y piensa que se las contará a Lentejuela y a Lentilla. Bueno, y a Lenteja también, que ya se encargará ella de protegerla para que no acabe en la cazuela.
Y cuando papá y mamá creen que está dormida, ella se levanta y se acerca al cajón de la cocina adonde sabe que han puesto a Lenteja y la toma entre sus deditos y se la guarda en el bolsillo.
-Lentejita, Lentejita, vente conmigo que te esconderé en mi caja de tesoros.
Y aún más hace. Se aúpa al aparador donde su madre guarda el estuche de lentillas y coge una también _ella sabe muy bien cuál_ y ya, por fin, de puntillas, abre la puerta del armario vestidor y…
-Ya estamos todas juntitas, qué bien lo vamos a pasar, siempre las cuatro unidas.
Y aunque si alguien hubiese escuchado esa noche habría creído oír cantar a las chicharras, las tres nuevas amigas de Bea han coreado a la vez:
-¡Te queremos! ¡Eres la mejor! ¡Yupiiiii, amiguita!
Ahora sí, Bea duerme feliz, abrazada a su libro mágico. Y sonríe, sonríe con la luz de la luna iluminando su carita de cascabel. 





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viernes, 19 de octubre de 2012

Yo también: ¡llego a Santiago!


Buenas tardes:
Por fin puedo enviaros la crónica de la que, ya es para mí, una experiencia inolvidable.
Ojalá haya sabido transmitir lo que supuso para mí.
Que lo compartáis y os alegre el fin de semana.
Con mucho cariño.

Mientras a lomos de mi corazón, en cada uno de sus alveolos, se aupaban mis queridas amigas viajeras, yo me disponía a emprender una nueva aventura y ésta iba a ser de las buenas de verdad.
Y es que tal vez recordéis cómo en enero pasado, compartía mi sentimiento de peregrino saliendo de Madrid. Poco podía imaginar entonces que, cual saltarín andarín, llegaría al final de la Ruta Jacobea durante este fin de semana pilarista. Claro, entre medio han quedado etapas que deberé recorrer, porque no es bueno dejarlas sincompletar.
¿Cómo fue?
La Fundación También se dedica a organizar actividades de deporte para discapacitados. Alguna vez ya he hablado de ella cuando recordé mis tiempos de ciclista o en su fiesta navideña pasada. Siempre que he podido me inscribo en sus convocatorias, sobre todo en las de senderismo porque el ambiente que en ella se vive es maravilloso y cumple mi máxima, según la cual discapacidad es capacidad diferente y superación. Es genial cómo se disfrutan los encuentros que allí se producen sin importar el tipo de personas que acudimos en plenitud y concordia.
Me acompañaría mi amigo Pedro Vicente, un veterano peregrino para el que esta ocasión resultaría toda una novedad.
Llegar el viernes, a primera hora, al punto de encuentro, saludar a unos y otras, conocernos, acomodarnos en el autobús. El trayecto iba a ser largo, ocho horas nada menos.
Vicente y yo fuimos charlando, describiéndome él los lugares que atravesábamos _algún castillo, la Meseta, el pueblo de su padre_ y compartiendo ilusiones y espectativas.
Tras el desembarco y ocupación de las habitaciones, primera incursión en la ciudad compostelana. Cada unoeligiría destino. Yo tuve ocasión de recorrer, casi en solitario y con tranquilidad,  la catedral con su Pórtico de la Gloria, su Puerta Santa, sus columnas, su suelo tantas veces  hollado durante siglos y bajar a la cripta donde la tradición coloca los restos del apóstol. Pero también, la plaza del Obradoiro y de Platerías, el sonido de la gaita que me recibe y la puerta del Hostal de los Reyes católicos con sus relieves y su cadena. Fue mi primer contacto con la emoción del Camino. Recé por toda la gente que me ayuda a recorrer mi vida y por las ausencias.
Tras cena espléndida, cómo resistirme a la tarta de Santiago, nos acostamos con la ilusión puesta en el día siguiente.
Durante el sábado haríamos dos etapas, una por la mañana y otra por la tarde. Pronto, Vicente se  integró y echó una mano mientras yo me agarraba al brazo de Mercedes, voluntaria de Orange.      
 Ella me fue pintando un entorno preñado de colores florales y olores a campo mientras nos contábamos aficiones de escritor. Los mojones se iban sucediendo con su punto kilométrico, su flecha amarilla  y su concha en relieve, había que pasar un estrecho puente, ¿cómo hacerlo? Muy fácil: “me pongo detrás de ti, cogido de tu mochila y con la contera del bastón, al filo de la pasarela,  calculo el espacio para poner el pie”. Ya está, ¡genial!
Prueba superada, primera etapa finalizada, una manzana me espera y unas impresiones de satisfacción y alegría. “Los pies no me duelen, qué guay” ¿Será el aloe vera? ¿Serán las zapatillas? ¿Será la magia? ¿Será…?
La etapa de la tarde va a ser distinta. Hace una temperatura espléndida, hay calma y el entorno es más arbóreo:Eucaliptos y robles vestidos de musgo nos saludan, una cabaña en lo alto de uno de éstos me recuerda a aquellas otras que yo hice en cierto chopo del río Manzano en mi pueblo. Y una seta me sonríe dejándose acariciar. Y los olores a lumbre, a hierba, a ortensias. Es una tarde mágica.
¿Y la noche? La noche, cena de fiesta en un pazo del siglo XV. Tras lafantasía y la energía recibida de la naturaleza, las risas, el buen yantar y mejor beber, el humor y la ironía.
Queda la etapa final, el Monte do Gozo, la entrada en Santiago y la Misa de Peregrinos. La emoción a flor de piel. Deseos de buen Camino a gentes ignotas que llegan de lejos, unión tejida por el hilo común del Camino.
El final de la Misa me estremece, con el órgano de la catedral sonando pleno y el butafumeiro que llena de incienso purificador el templo. Todos miran el prodigio pero yo no puedo, me arrodillo, siento que hay veces en que no basta con estar, hay que ver pero yo no puedo hacerlo. Es duro, es así.
¿Qué más queda? ¿Abrazar al santo? ¿Poner una vela de luz?
Para lo primero hay una cola tremenda y la hora se nos echa encima. Habrá que dejarlo para otra vez. No, no; Bruno y Miguel Angel, dos muchachos especiales quieren hacerlo; sus padres se los cargan a su espalda, saltan la valla y suben la escalera hasta el trono. ¿Y yo? Pues claro, también la salto, que no se diga. Si encima de que no he podido ver lo de antes, no me voy a ir ahora sin tocar al santo. Nada, nada. Pa lante.
¿Y la vela de luz? Al final, no ha sido posible prenderla físicamente, pero sé que mi deseo se ha visto cumplido: la fe y el corazón lo hacen posible. Esa vela que he querido poner tiene nombre de sonrisa regalada a quienes conmigo están, de ejemplo de superación y de generosidad.
Qué importa que la vuelta sea pesada y que no sepamos si nos encontraremos con atascos para el regreso. Qué mas da que al día siguiente haya que madrugar o que tardaremos en volver a reencontrarnos. Los recuerdos harán que nunca olvide este viaje que, ya para mí, siempre será especial.
No olvidaré a María, con la que compartí mesa, ella que no podía hablar y yo que soy cegato. ¿Os suena? “No me chilles que no te veo”.
Ni a Raquel que me dice: “Alberto, esto tienes que tocarlo” Era un roble gigante, precioso, alfombrado de terciopelo. Pedazo de abrazo que le doy. ¡Qué pasada!
Ni a Claudia con su alegría adolescente y su entusiasmo de chica guapa.
Ni a quienes me formulan la pregunta del millón: ¿cómo un ciego sabe cómo son los colores?
Ni cómo Javier me lleva la mano a un buey de mar para que toque su caparazón en el vivero del pazo.
Y claro, ni a Vicente que fue mi lazarillo ni a Miguel Angel y Sonia, con sus chiquillos, ni…
Debería haber hecho el Camino en bicicleta, pero fue un acierto hacerlo a pie. Así pude empaparme de todas esas sensaciones, de esas “hazme una foto aquí o allá” y de esa charla, esos saludos y esos ánimos para llegar y llegar más allá, más lejos, más alto, ultreia et supreia. Ah, eso sí: con la mirada limpia y el corazón abierto a la luz de la esperanza y la vida.


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