Buenas tardes:
Por fin puedo enviaros la crónica de la que, ya es para mí,
una experiencia inolvidable.
Ojalá haya sabido transmitir lo que supuso para mí.
Que lo compartáis y os alegre el fin de semana.
Con mucho cariño.
Mientras a lomos de mi corazón, en cada uno de sus alveolos,
se aupaban mis queridas amigas viajeras, yo me disponía a emprender una nueva
aventura y ésta iba a ser de las buenas de verdad.
Y es que tal vez recordéis cómo en enero pasado, compartía
mi sentimiento de peregrino saliendo de Madrid. Poco podía imaginar entonces
que, cual saltarín andarín, llegaría al final de la Ruta Jacobea durante este
fin de semana pilarista. Claro, entre medio han quedado etapas que deberé
recorrer, porque no es bueno dejarlas sincompletar.
¿Cómo fue?
La Fundación También se dedica a organizar actividades de
deporte para discapacitados. Alguna vez ya he hablado de ella cuando recordé
mis tiempos de ciclista o en su fiesta navideña pasada. Siempre que he podido me
inscribo en sus convocatorias, sobre todo en las de senderismo porque el
ambiente que en ella se vive es maravilloso y cumple mi máxima, según la cual
discapacidad es capacidad diferente y superación. Es genial cómo se disfrutan los
encuentros que allí se producen sin importar el tipo de personas que acudimos en
plenitud y concordia.
Me acompañaría mi amigo Pedro Vicente, un veterano peregrino
para el que esta ocasión resultaría toda una novedad.
Llegar el viernes, a primera hora, al punto de encuentro,
saludar a unos y otras, conocernos, acomodarnos en el autobús. El trayecto iba
a ser largo, ocho horas nada menos.
Vicente y yo fuimos charlando, describiéndome él los lugares
que atravesábamos _algún castillo, la Meseta, el pueblo de su padre_ y
compartiendo ilusiones y espectativas.
Tras el desembarco y ocupación de las habitaciones, primera
incursión en la ciudad compostelana. Cada unoeligiría destino. Yo tuve ocasión
de recorrer, casi en solitario y con tranquilidad, la catedral con su Pórtico de la Gloria, su
Puerta Santa, sus columnas, su suelo tantas veces hollado durante siglos y bajar a la cripta
donde la tradición coloca los restos del apóstol. Pero también, la plaza del
Obradoiro y de Platerías, el sonido de la gaita que me recibe y la puerta del
Hostal de los Reyes católicos con sus relieves y su cadena. Fue mi primer
contacto con la emoción del Camino. Recé por toda la gente que me ayuda a
recorrer mi vida y por las ausencias.
Tras cena espléndida, cómo resistirme a la tarta de
Santiago, nos acostamos con la ilusión puesta en el día siguiente.
Durante el sábado haríamos dos etapas, una por la mañana y
otra por la tarde. Pronto, Vicente se
integró y echó una mano mientras yo me agarraba al brazo de Mercedes,
voluntaria de Orange.
Ella me fue pintando un
entorno preñado de colores florales y olores a campo mientras nos contábamos
aficiones de escritor. Los mojones se iban sucediendo con su punto kilométrico,
su flecha amarilla y su concha en
relieve, había que pasar un estrecho puente, ¿cómo hacerlo? Muy fácil: “me
pongo detrás de ti, cogido de tu mochila y con la contera del bastón, al filo
de la pasarela, calculo el espacio para
poner el pie”. Ya está, ¡genial!
Prueba superada, primera etapa finalizada, una manzana me
espera y unas impresiones de satisfacción y alegría. “Los pies no me duelen,
qué guay” ¿Será el aloe vera? ¿Serán las zapatillas? ¿Será la magia? ¿Será…?
La etapa de la tarde va a ser distinta. Hace una temperatura
espléndida, hay calma y el entorno es más arbóreo:Eucaliptos y robles vestidos
de musgo nos saludan, una cabaña en lo alto de uno de éstos me recuerda a
aquellas otras que yo hice en cierto chopo del río Manzano en mi pueblo. Y una
seta me sonríe dejándose acariciar. Y los olores a lumbre, a hierba, a
ortensias. Es una tarde mágica.
¿Y la noche? La noche, cena de fiesta en un pazo del siglo
XV. Tras lafantasía y la energía recibida de la naturaleza, las risas, el buen
yantar y mejor beber, el humor y la ironía.
Queda la etapa final, el Monte do Gozo, la entrada en
Santiago y la Misa de Peregrinos. La emoción a flor de piel. Deseos de buen
Camino a gentes ignotas que llegan de lejos, unión tejida por el hilo común del
Camino.
El final de la Misa me estremece, con el órgano de la
catedral sonando pleno y el butafumeiro que llena de incienso purificador el
templo. Todos miran el prodigio pero yo no puedo, me arrodillo, siento que hay
veces en que no basta con estar, hay que ver pero yo no puedo hacerlo. Es duro,
es así.
¿Qué más queda? ¿Abrazar al santo? ¿Poner una vela de luz?
Para lo primero hay una cola tremenda y la hora se nos echa
encima. Habrá que dejarlo para otra vez. No, no; Bruno y Miguel Angel, dos
muchachos especiales quieren hacerlo; sus padres se los cargan a su espalda,
saltan la valla y suben la escalera hasta el trono. ¿Y yo? Pues claro, también
la salto, que no se diga. Si encima de que no he podido ver lo de antes, no me
voy a ir ahora sin tocar al santo. Nada, nada. Pa lante.
¿Y la vela de luz? Al final, no ha sido posible prenderla
físicamente, pero sé que mi deseo se ha visto cumplido: la fe y el corazón lo
hacen posible. Esa vela que he querido poner tiene nombre de sonrisa regalada a
quienes conmigo están, de ejemplo de superación y de generosidad.
Qué importa que la vuelta sea pesada y que no sepamos si nos
encontraremos con atascos para el regreso. Qué mas da que al día siguiente haya
que madrugar o que tardaremos en volver a reencontrarnos. Los recuerdos harán que
nunca olvide este viaje que, ya para mí, siempre será especial.
No olvidaré a María, con la que compartí mesa, ella que no
podía hablar y yo que soy cegato. ¿Os suena? “No me chilles que no te veo”.
Ni a Raquel que me dice: “Alberto, esto tienes que tocarlo”
Era un roble gigante, precioso, alfombrado de terciopelo. Pedazo de abrazo que
le doy. ¡Qué pasada!
Ni a Claudia con su alegría adolescente y su entusiasmo de
chica guapa.
Ni a quienes me formulan la pregunta del millón: ¿cómo un
ciego sabe cómo son los colores?
Ni cómo Javier me lleva la mano a un buey de mar para que
toque su caparazón en el vivero del pazo.
Y claro, ni a Vicente que fue mi lazarillo ni a Miguel Angel
y Sonia, con sus chiquillos, ni…
Debería haber hecho el Camino en bicicleta, pero fue un
acierto hacerlo a pie. Así pude empaparme de todas esas sensaciones, de esas “hazme
una foto aquí o allá” y de esa charla, esos saludos y esos ánimos para llegar y
llegar más allá, más lejos, más alto, ultreia et supreia. Ah, eso sí: con la
mirada limpia y el corazón abierto a la luz de la esperanza y la vida.
8 comentarios:
Otro viaje más, otra ilusión cumplida. Felicidades.
Un besósculo de buen fin de semana. Mua.
Sé que eres el peregrino más guapiño que pasó por Santiago de Compostela.
No te olvides de la comida de mi tierra y menos de el vino de alvariño o el del pais tintorro. Menos mal que el andar adelgaza, ya que llevarás de Galicia unos cuantos kilos pegados a ti.
Besiños
Rosa María Milleiro
http://poemas-rosamariamilleiro.blogspot.com.es/
Acabo de leer tu relato y ha sido una sonrisa todo el tiempo. Qué bien lo cuentas. Es un relato vivo hecho con el corazón y vivido a tope.
A mi no me pareces ciego sino con todos tus sentidos vivos y dispuestos y mira, a veces no ver, evita ciertos sufrimientos. Se dice: "Ojos que no ven, corazón que no siente", ya sabes es un refrán.
Sea como fuere, tú no dejas que tu vida se aparque por esa causa y es seguro que mantendrás siempre viva la ilusión por realizar cosas como esta del Camino de Santiago que yo, precisamente, nunca he podido realizar porque no habría podido caminar tanto tiempo.
Transmites bienestar y felicidad. Eso es maravilloso.
He tardado en contestar a tu mensaje y es porque estoy muy liada y además se han añadido problemillas de salud, nada grave, solo molesto. Además de una enorme cantidad de actividades fuera de casa.
Tengo tu link en mi blog del "Juego de la palabra dada" y aunque he visto que habías publicado, yo no he tenido tiempo de pasar ni por tu blog ni por el de nadie más. Estaré a atenta a partir de ahora, ya lo verás. Un abrazo. Franziska
Merceditas, gracias por esa felicitación que nace del cuore. Ya queda menos para la siguiente ilusión, el próximo viaje que tiene nombre de encuentro en cierta casa de libros no precisamente perdidos.
Besósculos de feliz semana otoñal.
Rosa, Rosiña, que sí, que las buenas v iandas de tu tierra se pegan con el placer de la pasión a mi paladar y a mis sentidos.
Gracias por esos piropos que siempre me regalas.
Besiños de buena semana.
Francisca, sí que te echaba de menos después de habernos conocido. Bueno, que estés recuperada del todo y que no nos falte esa sonrisa cálida.
Cuídate y que la palabra y la amistad nos una.
Pásate cuando quieras por aquí, que serás bien recibida.
Besitos de luz.
Pero Alberto, no dejas de sorprenderme. Cualquier día te veo en la estratosfera como el tío del otro día. Un fuerte abrazo
Paco, jejejeje. Cualquier día, cualquier día te veo siguiéndome con tu cámara por esos cielos de Dios globo en ristre.
Te avisaré antes.
Un abrazote de luz.
He leído tanto sobre el tema del camino de Santiago... Me encantaría hacerlo, pero me pilla de punta a punta de España. Me alegro de que disfrutaras tanto.
Un abrazo
Montse, eso es lo que me pasa a mí, que he leído tanto sobre el camino y me evoca tanto que no puedo dejar de hacerle, en la medida que pueda.
Quién sabe si tú no lo harás algún día.
Besitos de luz.
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