lunes, 8 de octubre de 2012

El estuche nuevo

¿Creeríais que este domingo no iba a haber ya cuento después de llegar de Zaragoza tras un fin de semana en que “Huellas de luz” ha dado nuevos pasos creciendo en madurez y admiración? Pues no, aquí estamos otra semana más para deseárosla en paz y normalidad. Con el mismo cariño de siempre. Abrazos de luz.

 Alfonso, Fonsito, se siente muy emocionado. La tía Milagros, su madrina, le ha regalado un estuche nuevo. Qué chulo es. ¡Tiene tres pisos! Resulta que ya es mayor. Va a empezar la ESO, ha cumplido 12 años. Antes, que le sobraban dedos de las manos para contarlos y ahora ya le faltan. Qué barbaridad. Todo un hombretón. A su flamante regalo no le falta de nada: la regla, el cartabón, el compás, el sacaminas, la goma de nata Milán y los lápices de colores, todos intactos, marca Alpino. Se entretiene en extraer unas cosas y otras, tocarlas, familiarizarse con sus formas y texturas para luego colocarlas con meticulosidad en sus departamentos como piezas del último puzle que terminó, porque a él le molan mucho los puzles, tanto que sueña con que el día de mañana hará uno gigante, de… 10.000 piezas, pongamos por caso. Y lo enbmarcará y lo colgará en la pared del comedor. Está encantado por eso. Los libros los va a heredar de su hermana mayor, Sara. ¿Y la cartera? Bueno, no: es una mochila también prestada de no sabe quién. Así que, mientras otros compis estrenan un montón de cosas, sin importarles cómo sean, él disfruta con su tesoro. Al Pepote, su mejor amigo también le ha parecido muy bonito. Le ha pedido que algún día se lo deje y, a cambio él, le prestará canicas o tebeos. Sus padres, la verdad es que no andan muy bien. Se creen ellos que no se entera pero no es así. Cada vez les nota más enfadados. ¿Qué les pasará? Y aún que apenas si se ven en todo el día. Menos mal que tiene a su tía, que le quiere mucho. Bueno, y a los abuelos. Lo que pasa es que están en el pueblo y solo vienen de vez en cuando a pasar unos días. Va avanzando el curso. Creía que iba a ser muy difícil pero no es así. Le gusta dibujar, copiar los personajes que va conociendo mientras su profe le narra hazañas de inventores o exploradores. Aprende conocimientos que amplían sus horizontes. Unas materias le son más fáciles y otras se le atragantan sin remedio. Pero, sí, acaba el curso con bastantes buenas calificaciones. Ya sueña con las vacas y las aventuras que le traerán. ¿Y su estuche nuevo? Bueno, ahora ya no lo es, pero le sigue gustando mucho. El último día de clase se dispone a despedirse de él hasta después del verano y cuando lo va a cerrar un misterioso papelito asoma por uno de los bordes, impidiéndole cerrarlo. ¿Qué dirá? ¿Qué mensaje contendrá? ¿Quién lo habrá dejado allí? “Vale por un lote de cromos de inventos famosos.” ¡Genial! Le encanta. Algún día él también aparecerá en uno de ellos. ¿Qué será lo que llegue a descubrir? No sabe, pero imagina algo guay. ¿Un teletransportador? ¿Una pelota mágica que siempre brille? ¿Un tren que no necesite raíles para circular? ¿Unas gafas mágicas que devuelvan la vista a los cieguitos, como a la Noelia, la niña que ha ido a su clase este año por primera vez? No sabe pero por ilusiones que no quede. Agosto finaliza con las fiestas y los últimos helados. Tiene que volver a sus horarios dealumno aplicado. Más aún acabará: sus estudios, convirtiéndose en Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos; sus primeros proyectos, la presa revolucionaria en aquel país sudamericano que tanto bien hará; su prestigio, después de toda una vida de lucha por la innovación y el desarrollo; su edad laboral, en fin. Todos los años irán transcurriendo con logros y fracasos, con alegrías y desencantos pero de lo que nunca se cansará será de contemplar aquel estuche nuevo que una vez fue nuevo. Siempre que lo ve sonríe nostálgico. Ya no se usa nada de aquello, ahora es todo tecnología: que si pizarras digitales, que si tabletas táctiles, que si calculadoras… Todo eso está muy bien, mas no tanto como lo que a él le gustó cuando su tía se lo dio. ¿Y aquel gran puzle que de niño auguró? En su chalet de la sierra, junto a la chimenea y la foto de su mujer y única hija, hay un cuadro precioso. Muchos se lo quisieron comprar, muchos lo alabaron. Y a todos ellos siempre les dijo lo mismo: -Es mi obra maestra. Es mi Venecia, con sus canales, su plaza, su basílica y sus góndolas, pieza a pieza, claro.

2 comentarios:

amelche dijo...

Esos estuches ya no se estilan. Con lo que pesan las mochilas, como para llevar un estuche gigante... Muchos van sin boli ni nada y no porque no se lo puedan comprar, sino porque no les da la gana.

Alberto dijo...

Ana, justamente por eso quise reivindicar aquellos estuches que con tanta ilusión llevábamos al cole. Ya sé que ahora nada de eso hay. Pero bueno.
Mucho ánimo y que estés bien.
Un abrazote.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...