domingo, 25 de marzo de 2012

María

SE cree el gracioso del Microsoft ouloock que me va a impedir mandar mi cuento dominical. Pues no, no. Que uno está muy acostumbrado a sortear y saltar barreras en todos los aspectos de la vida. Así que lo hago desde la cuenta de Gmail.
Bueno, que os guste. He querido que sea un canto a la vida y a la lucha por salir adelante.
Buena semana y que estéis bien.

María estaba contenta, feliz, exultante, diríamos. Hoy era su santo, bueno algo más. Su cumpleaños no, pero desde luego, algo que se le parecía mucho.
Y es que hoy se celebraba el aniversario del día aquél en que se anunció que volvía a la vida tras semanas de ausencia, de coma.
¿Un accidente? ¿El azar desatinado de un destino ciego?
Qué más daba. Lo importante es que ahí estaba. Que sí, que algunas secuelas le habían quedado pero sí, ahí estaba superándose día a día como una jabata.
Ella tampoco es que supiera mucho sobre lo que pasó pero, de vez en cuando, sus padres o su hermano pequeño contaban. Y lo que decían le dolía a un tiempo y le pellizcaba el alma a otro.
Hablaban de que muchos dudaron de que se recuperaría, incluso hubo quienes les propusieron que la desconectasen de las máquinas y que la dejasen morir en paz. No les hicieron caso, menos mal.
Que sí, que su novio la dejó, no estaba allí cuando despertó y… bueno, entonces le hizo daño su ausencia, pero ahora le comprendía. Era tanto lo que le amaba que aceptaba que hubiese querido irse con alguien más sana que ella, que no fuese una carga.
Que le habían quedado cicatrices, aunque peores eran las del alma, las que se veían, bien lo sabía, resultaban poco agradables, grotescas, casi monstruosas. Ahora se lo tomaba con humor pero al principio le costó tanto asumirlas…
Ahora se reía: que no podía lucir muslamen con minifaldas y pantalones cortos, pues bueno, qué se le iba a hacer; que no convenía que enseñase la tripilla, vaya, a ella que antes le había atraído eso del pearsing, en fin; que su cara, en vez de ser lisa, parecía un mapa lleno de baches, puaaaj.
A todo eso se había acostumbrado y adaptado. Pero aún más, se hizo a caminar, a vivir, a soñar, a echarse el mundo a la espalda aunque fuera tanto lo que pesaba. No sabía cómo pero lo había hecho. Bueno, igual sí lo sabía.
Y es que, un día, harta de ser compadecida y mimada, de que la tratasen como a una muñeca rota, se decidió a complicarse la vida amando. Lo esccuchó en la radio: “quien ama vive, quien se complica la vida por amor, vive, quien se desvive por amor, vive”. Esas palabras de alguien, qué importaba quién las pronunciara, le hicieron tilín, la conmovieron por fin. Cuánto tiempo sintiéndose nada, creyéndose nada, sabiéndose nada y ahora escuchaba eso.¿Podría ella ser de esos que se complicaran la vida por amor?
Empezó por lo pequeño. El jarrón con flores frescas que su madre siempre solía poner en la mesita de la entrada de casa. Qué bien olían. ¿Cómo no quererlo?
El póster que Daniel, su hermanico, ese trasto de chaval que siempre estaba a su lado, tenía en la habitación, pedazo de tía en bikini. ¿Quererla? ¿Tenerle envidia? Bueno, era la cantante que su hermano adoraba así que…
La pluma estilográfica con la que su padre escribía. Le veía tan entusiasmado cuando lo hacía, que cómo no quererla también.
Y un día salió a la calle. Lo había hecho ya otras muchas veces, pero siempre acompañada, de la mano. Pero esa vez, al fin, se atrevió a dar el paso, torpe, bacilante, dudoso. ¿Creéis que cuando consiguió perder el miedo, no iba a enamorarse de lo que sintió y vio?
Y un día le hablaron de una asociación de gente con enfermedades raras, que se acercara, que igual le venía bien y todo. Se mostró reticente pero se decidió, total tampoco tenía nada que perder y, a lo mejor, allí, cristalizaba su objetivo, su nueva Itaca.
Llegó, se celebraba una fiesta, ¡una fiesta! Había voluntarios y chicos y chicas y señores mayores y personas menudas. Parecía que se lo estaban pasando en grande. Se mantuvo a la espectativa.
-Eres nueva, ¿verdad?
-Sí, no conozco a nadie.
-Tranquila, que aquí estamos para ayudarte y quien más quien menos estamos todos medio descalabraos. Ya ves, yo sin piernas. ¿Te puedo dar dos besos de bienvenida?
-¿No te vas a asustar?
-¿Asustar, aquí? Bah, ni lo sueñes. Si estamos a cual peor.
María se ruborizó. Le iban a dar un beso después de tanto tiempo. ¿También iba a haber besos para ella? ¡Qué ilusión!
-¿Y qué hacéis aquí? Se os ve mu animaos.
-Sí, que bollaos estamos un rato largo, pero ánimo y ganas de marcha no faltan.
-¿Crees que podría yo ayudar en algo?
-Claro. Seguro. ¿Qué sabes hacer?
-Uy, pues no sé. Bueno, tengo bastante imaginación. Me invento cuentos y se los cuento a mis muñecas.
-Ah, pues aquí hay muchos niños muy solos. Igual les podías… Oye, oye, que tienes una voz muy chula.
Así dio comienzo un universo nuevo para María. Iba a los centros de niños abandonados y les hacía pasarlo bien con sus historietas. Y qué bien se sentía por ello. Y hasta le habían dado un premio. Y había salido en la tele y todo.
Y, se dijo, si mis padres hubieran hecho aquello de dejarme morir, nada de esto habría ocurrido.
-Vamos, Marieta. Vamos, que te estamos esperando. Sal ya que tampoco es para tanto. Ni que fueras a debutar en la pasarela Ciegueles.
Sí, era mejor que se dejase de nostalgias y mohineces. Que lo importante, era haber llegado hasta ahí. ¿Quién sabía a quién más podría querer? O… ¿se querría complicar la vida alguien, queriéndola a ella?
-¡¡Felicidades!! ¡Cumpleaños feliz, tócate la…! Bueno, la nariz, no; que… ejem, mejor no.
La cara de María, increíble prodigio, se alisó de emoción. El salón estaba decorado con globos y guirnaldas y serpentinas. Y habían venido todos. Y Toni, el muchacho aquél sin piernas, estaba allí, todo trajeado y elegante. ¿Qué le estaba diciendo?
-María, me gustas mucho, ¿me querrías querer un poquito? No sé…
Todos callaban expectantes. ¿Surgiría…?
Un trémulo y susurrante “sí” fue lo único que pudo pronunciar, mientras las lágrimas recorrían aquel mapa que tenía por cara.
Todos aplaudieron. Daniel, siempre tan bromista y gamberro, le entregó un cajón de poliuretano con su lazo de plástico. ¿Lo abría?
Guaaauuuuu. ¿Qué contenía? ¡Una bandeja de torrijas! Su postre favorito, su manjar preferido.
Bueno, también le entregó otro regalo: un libro. ¿Qué libro sería? Uf, el primer ejemplar de la edición en papel de los cuentos que inventaba para alegrar a sus niños. ¡Y con ilustraciones y todo! Qué bonito.
-Gracias, gracias, gracias por dejarme que os quiera. Y a ti, Toni… ¡Cariño…!

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