Pensaba hoy poner otra entrada en Tiflohomero, pero cuando me han enviado este testimonio de vida y esperanza, no he querido dejar de compartirlo en este espacio.
La protagonista es la mujer de otro de mis primos, así que sé bien la verdad de lo que su hija expone.
Que os ayude a valorar más la vida.
Hace 28 años un par de médicos de familia consiguieron reunir las condiciones de traer un hijo al mundo, no podían ofrecerle grandes lujos pero sí lo que necesita una persona para sentar sus raíces, mucho amor. Así llegué al mundo.
Mi padre trabajaba en Cuenca y mi madre en un pequeño pueblo de Guadalajara. Mi padre cada noche volvía a casa y se iba de madrugada, yo no lo conocía. Lo veía los fines de semana y lloraba al verlo, era un extraño. Mi madre empezó a enseñarme fotos suyas a diario para solventar ese problema.
El tiempo transcurrió y tuve una hermana, el bien más preciado que tengo. La prosperidad llegó a casa como fruto de mucho trabajo y sacrificios. Todo iba bien, éramos felices.
Un día mis padres se fueron a París con unos amigos, a la vuelta mi madre no era la misma. Pasó varios días sin salir de su habitación hasta que una noche mi padre la llevó al hospital. A partir de ahí perdí el control de la situación. Yo tenía 8 años e iba a hacer la primera comunión, acontecimiento que hubo que adelantar porque la esperanza de vida de mi madre era inexacta. Le diagnosticaron miocardiopatía dilatada idiopática (el término idiopático equivale a causa desconocida). Requería un trasplante que en aquellos años era algo experimental prácticamente con un índice de supervivencia del 30%.
Contra todo pronóstico su enfermedad, en principio degenerativa, no se agravó hasta que se vio complicada por una fibrosis pulmonar. Esa enfermedad sí que era letal. Mi madre, mujer activa y trabajadora se vio con 40 años condenada a vivir enganchada a una bombona de oxígeno. Cada vez iba a peor. Diez años sin salir de casa. Ya no podía llegar a la cocina sin parar a respirar.
La pusieron en lista de espera para un trasplante pulmonar y al tercer intento la trasplantaron.Pasamos miedo, la casa se volvió un autentico caos. Tras tantos años tratando de suavizarle la situación a mi hermana ( 3 años menor que yo) ella me dio una lección de entereza y serenidad, yo no supe reaccionar.
Desde los 36 años mi madre ha luchado por su vida. Ahora tiene 55 y nadie creía que podría alcanzar esa edad. Lleva 4 trasplantada y a pesar de sus limitaciones lleva una vida completamente normal. Es un ejemplo de superación. Sus ganas de vivir y su fe la han convertido en la persona más especial del mundo, por lo menos para mí.
Desconozco cuanto tiempo le queda, según estadísticas no más de 6 años. No obstante ya ha demostrado que las estadísticas no van con ella.
Esta experiencia nos ha convertido en una piña. No sé cuánto tiempo estará a nuestro lado pero sé que será inolvidable. Mi padre, mi hermana y yo estamos unidos por la admiración, respeto y amor hacia esa figura tan imprescindible, deslumbrante y maravillosa que es mi madre. Es un ejemplo de valentía, de serenidad, de lucha.
Mi madre nos ha legado algo que solo puede entrar en situaciones extremas. No se sabe lo importante que es alguien hasta que ves la posibilidad real de perderlo.
Maria Gil Gil
miércoles, 29 de diciembre de 2010
La fuente de la vida
Publicado por Alberto en 9:23 p. m.
Etiquetas: Testimonios
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3 comentarios:
¡Una gran historia de superación y de VIDA!
Hay personas que merecen todo lo mejor del mundo, por algo tan simple como es PODER APRECIARLO.
¡Os envío mis felicitaciones en estas fechas y mi abrazo más sincero!
Jo, Albertito, menudo testimonio tan emotivo! Que nos sirva de lección para cuando nos sentimos mal por tonterías.
Un besósculo especial de Feliz Año! Mua!
Alberto, una bella historia donde las haya.
Los médicos hablan de probabilidades, se guían por estadísticas, por otras experiencias, etc. pero lo realmente verdadero es que el final de todo sólo Dios lo sabe.
Muchas personas han pasado años en coma hasta llegar el momento en que han despertado y han seguido haciendo vida normal. Para Dios no hay nada imposible.
Un abrazo y gracias por acercarnos historias de personas con coraje y ganas de vivir.
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