Hoy, día que se celebra la inocencia y se recuerda cómo la sinrazón de un rey ambicioso fue derrotada por la divinidad, quiero hablaros de mi Navidad.
Fue alegre por estar con los míos, en torno a una buena mesa, preparada por mi cuñada con estilo e ingenio. Fue alegre porque alguien me demostró que la tenacidad y el ahinco siguen teniendo significado y porque vi cómo mis sobrinas mantienen esa ilusión de la niñez tan necesaria e ilusionante.
Pero fue también triste porque ya no trataríamos de hacernos entender por mi abuelo que, en medio de su sordera, siempre nos felicitaba y nunca olvidaba eso del aguinaldo.
Fue alegre porque paseé del brazo de mis padres y ellos fueron “culpables” (entre comillas) de que mi cabezota calvorota no se enfríase porque me regalaron un gorro de lluvia que vale como abrigo también.
Fue triste porque comprobé que personas con las que compartí momentos pasados ya no están, o si lo están, ya no disponen de tiempo para compartir un rato de recuerdos y proyectos.
Fue, en fin, mi Navidad. Días de llamadas telefónicas, de mensajes que transmiten hermosas palabras, de familia y de renacer en mi firme creencia de ese Dios hecho Jesús que me sostiene y ayuda, y que en casa de mis padres también tuvo su protagonismo.
Que vuestra Navidad también estuviese plagada de momentos como ésos, eso sí, de momentos alegres.
Fue alegre por estar con los míos, en torno a una buena mesa, preparada por mi cuñada con estilo e ingenio. Fue alegre porque alguien me demostró que la tenacidad y el ahinco siguen teniendo significado y porque vi cómo mis sobrinas mantienen esa ilusión de la niñez tan necesaria e ilusionante.
Pero fue también triste porque ya no trataríamos de hacernos entender por mi abuelo que, en medio de su sordera, siempre nos felicitaba y nunca olvidaba eso del aguinaldo.
Fue alegre porque paseé del brazo de mis padres y ellos fueron “culpables” (entre comillas) de que mi cabezota calvorota no se enfríase porque me regalaron un gorro de lluvia que vale como abrigo también.
Fue triste porque comprobé que personas con las que compartí momentos pasados ya no están, o si lo están, ya no disponen de tiempo para compartir un rato de recuerdos y proyectos.
Fue, en fin, mi Navidad. Días de llamadas telefónicas, de mensajes que transmiten hermosas palabras, de familia y de renacer en mi firme creencia de ese Dios hecho Jesús que me sostiene y ayuda, y que en casa de mis padres también tuvo su protagonismo.
Que vuestra Navidad también estuviese plagada de momentos como ésos, eso sí, de momentos alegres.
3 comentarios:
Como siempre eres un experto en dibujar con palabras la realidad de las cosas, de las situaciones. Me ha llegado al alma, nos ha llegado al alma. Qué te voy decir yo a tí de eso del ahinco y la tenacidad, si es que te tenemos de maestro. A buen seguro que va a calar en estas "ilusas" que todavía se están haciendo. Un saludo especial de todos nosotros y ya sabes, ahí estamos.
Una Navidad en familia, entrañable, como debe ser. Me alegro de que la hayas podido vivir así.
Besósculos alegres!!!!
Alberto, me identifico con tu Navidad porque se parece mucho a la mía. Mi navidad ha sido tan alegre y triste como la tuya, aunque he de decir que el día de Navidad sentí la presencia de mi hermano Vicente más próxima que nunca.
Bonita forma de describir un día especial.
Un saludo.
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