sábado, 11 de diciembre de 2010

Puente de la Inmaculada: días de encuentros

Mientras, hace hoy una semana, miles de personas se quedaban tirados en los aeropuertos españoles víctimas de las guerras de otros, yo esperaba en la estación de Atocha a un AVE que traería a mis amigos Jaume Y Merceditas. Como el pasado año celebraríamos nuestras particulares navidades. Me adornarían la casa con campanitas, espumillón, bolas y Papá Noel pero, sobre todo, la llenarían de afecto y armonía.
Degustaríamos las comidas que mi madre _ah, la maestría de las madres entre fogones_ me dejó congeladas y nos intercambiaríamos símbolos de amistad en forma de turrones, champán y música.
Por la tarde, ya con Elenita, iríamos a pasear por Gran Vía, Callao, Preciados, Puerta del Sol y Plaza Mayor, con sus luces, su árbol navideño y su mercadillo.
Una anécdota: queremos cambiar de andén en el Metro para buscar a Elenita que viene de la dirección contraria a la nuestra, subimos y bajamos una escalera pero ¿cómo pensar que ha sido la que nos lleve no al otro andén sino al mismo por el que habíamos venido nosotros? Elenita espera, nosotros esperamos. El absurdo surrealista. Merceditas va a buscarla, ya la ha visto, mas no da con la escalera que la conduzca hasta ella, siempre sube y baja y Elenita sigue al otro lado. Al fin se descubre el error y toma el camino correcto.
El domingo es día de paseos, de escaparates ducales y de cocido madrileño. Nos atrevemos a soñar con participar en la cena de fin de año de uno de esos hoteles con Historia que a mí tanto me gustan: el Ritz. Atravesamos su puerta giratoria y nos informan de menús y precios. A Elenita se ha sumado Nuria y somos los cuatro los que imaginamos y disfrutamos.
El lunes,la lluvia nos obliga a cambiar excursión toledana por hogar. Eso sí, les enseño uno de mis bares favoritos donde probamos esas tostas y esa cervecita con limón a las que yo me acerco en soledad tantos otros días. Otro símbolo y otro recuerdo.
El martes, sí; a Toledo. Llegamos en medio del diluvio. Buscamos donde desayunar y refugiarnos del aguacero. El sitio elegido debe ser bonito, de madera y con decoración de fotos antiguas de la ciudad. Luego, ya sin lluvia, a la iglesia de Santo Tomé donde El Greco dejó su obra cumbre “El entierro del Conde de Orgaz”. Jaume se extasía contemplándolo y yo tengo la oportunidad de escuchar las gráficas explicaciones de un guía fantástico que me hacen ver el cuadro.
Luego, la casa museo del pintor está cerrada hasta el año que viene, a la Sinagoga del Tránsito donde una maqueta me permite hacerme idea de cómo es.
Entretanto callejeamos, vamos en busca de un restaurante que me ha recomendado un compañero. Me encuentro con un matrimonio amigo (ésta sí que es buena, qué alegría). El ciervo estofado y las ensaladas además de una tarta de orujo me acompañan en mi felicidad al conjugar amistad, viaje y buena mesa.
Y de ahí a la catedral. Algo grandioso, increíble su magnificencia aunque moleste los mensajes por megafonía prohibiendo hacer fotos. Qué poco pegan y cómo interrumpen mi concentración “visual” (entre comillas) para tratar de comprender lo que estamos visitando. Gracias a Merceditas que me ayuda con sus descripciones _cómo se nota su técnica de escritora al convertir las palabras en imágenes alcanzables por mis ojos velados_. El tiempo transcurre deprisa. No nos podemos resistir a
Comprar unos dulces típicos de las monjas con el ritual de esperar a que gire el torno antes de tenerlos en las manos. Y ya, camino de la estación haciendo parada en un puente sobre el tajo desde donde se divisa, a un lado, la vega; y, al otro, la ciudad milenaria.
Y el miércoles, ya os conté nuestra visita al Congreso pero, no sin antes, pedirle a Merceditas que me acompañase a hacer una incursión en una de las pastelerías del barrio donde una tarta nos espera. La disfrutaremos, aunque debería haber sido indultada, cual ninot, por lo bien decorada que la han puesto, como colofón de unos días mágicos de encuentros compartidos alrededor del afecto y la complicidad.

4 comentarios:

Susi DelaTorre dijo...

¡Me gusta seguir tus aventuras, Alberto!

Un relato de cuaderno de viaje...

¡¡Un gran abrazo!!

Rosa María dijo...

Amigo Robertiño: Ya sabes la tristeza a tirarla por la ventana de atrás. Reir es muy terapéutico. Eso lo debes de saber, dado que en todas las fotos sales con risa de Profiden.
Biquiños.
Rosa María

Rosa Sánchez dijo...

Hola, Alberto:
Me gusta leer tus anécdotas. Tienes buenos amigos, sin duda. Qué ratos más agradables se pasan alrededor de una mesa, ¿verdad?
Perdona que no pase por tu blog más a menudo, Alberto. Últimamente ando metida en muchos proyectos.
Un fuerte abrazo y hasta pronto.

Mercedes Pajarón dijo...

Fueron días de encuentros y ahora de recuerdos, de recuerdos bonitos e inolvidables con los que pasar el tiempo hasta un nuevo encuentro. Que sea pronto!!!!

Un besósculo! Mua!

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