domingo, 1 de marzo de 2009

Palabras que se tocan, imágenes que se escuchan

Comparto con vosotros un artículo que publica hoy el Diario Vasco sobre el acceso de las personas ciegas al mundo del Arte.
Ojalá que el ejemplo cunda y se vayan abriendo las puertas de la Cultura cada vez más para, quienes como yo que tanto lo deseamos, ppodamos participar en igualdad de condiciones que el resto de ciudadanos y podamos aportar nuestra visión al resto de la sociedad.
Sabéis que yo me empeño en ello y otros muchos ciegos como yo también lo hacen.
Feliz domingo.


El Arriaga de Bilbao es el único teatro vasco que ofrece obras para espectadores ciegos «Lo ideal es que no se hagan cosas sólo para nosotros, sino que las podamos compartir”
DV. «Ada está en el jardín de la casa de sus padres en Inglaterra. Se incorpora y pasea. Su hija Flora monta en poni». Es lo que percibe a través de la vista quien contempla las primeras imágenes de la película El Piano, acompañadas sólo por los acordes de la banda sonora de Michael Nyman. Una persona ciega o con algún tipo de deficiencia visual -o quien se sumerge voluntaria y temporalmente en la oscuridad para experimentar la sensación de seguir una película sin imágenes- recibe a través de esas explicaciones en off la información que necesita para no perder detalle de la historia.
Porque, en la medida que ver es también «percibir algo con cualquier sentido o con la inteligencia», los ciegos ven. Lo hacen con muchos sentidos, con mucha inteligencia y con la ayuda de recursos y tecnologías que les ayudan a superar el olvido en el que invariablemente incurrimos quienes vemos y oímos: no adaptar los servicios y los productos corrientes a las necesidades de quienes utilizan los sentidos de otro modo. Los productos culturales no son una excepción, por lo que también en este campo se han desarrollado, fundamentalmente por parte de la ONCE, medios y estrategias para que quienes ven de otra manera puedan disfrutar de la cultura. Y en un colectivo en el que la soledad y el aislamiento son riesgos añadidos, el acceso a las distintas manifestaciones culturales cobra un valor singular.
Existen el cine mudo y el teatro sin palabras, pero ninguna de esas dos expresiones artísticas puede concebirse sin imágenes. Sin embargo, con algunos sencillos trucos están al alcance de quienes no ven a través de los ojos. El truco más logrado se llama Audesc, el sistema de audiodescripción cuyos derechos tiene la ONCE. Esta misma semana, Javier García, Director de Servicios de la organización en Gipuzkoa, ha asistido con unos compañeros a la representación de la obra teatral Dos menos, protagonizada por José Sacristán y Héctor Alterio en el Teatro Arriaga de Bilbao. Gracias a un convenio que firmó el pasado año con la ONCE, el Arriaga es el único teatro vasco que ofrece funciones teatrales adaptadas a las necesidades de las personas ciegas. «Por los diálogos te puedes enterar de una parte de lo que está sucediendo en escena o en la película -dice Javier García-, pero al no ver lo que ocurre pierdes una información valiosísima para poder comprender la historia, sobre todo en los tiempos de silencio, y no puedes estar constantemente preguntando al de al lado qué está sucediendo».
Son precisamente esos tiempos de silencio los que, en el caso del teatro, un locutor aprovecha para ir relatando en directo lo que ocurre en escena, siempre sobre un guión cuidadosamente preparado para aportar sólo la información más pertinente y no interferir en el desarrollo de la obra. Los espectadores invidentes, gracias al mismo dispositivo que se utiliza para la traducción simultánea, comparten función con los que ven perfectamente qué ocurre en el escenario, ya que reciben de manera individualizada y en tiempo real la información complementaria que necesitan para seguir la obra. Se cumplen así dos de los principales objetivos que subyacen detrás de todas estas iniciativas: facilitar simultáneamente la autonomía y la integración. El teatro tiene que facilitar un equipo de traducción simultánea y la correspondiente cabina. El resto de los elementos -la tecnología, los guiones audiodescriptivos, los locutores...-, los aporta la ONCE. El Arriaga ya ha adaptado el sistema a dos obras, y hay una tercera en camino, una función de la obra Hermanas programada para el 8 de abril.
Es probable que en un futuro no muy lejano también exista esa posibilidad en San Sebastián.
En el caso del cine en sala podría aplicarse una solución técnica similar para que los invidentes disfrutaran al cien por cien de las películas, pero el mundo del cine es especialmente cuidadoso con cuestiones como los derechos -en su dimensión económica, básicamente-, y de momento los intentos que se han realizado no han fructificado.
Queda, por lo tanto, el cine en casa. «Si nos basta con lo que oímos, muchos se preguntarán para qué necesitamos las imágenes», se pregunta Javier García, y tiene una respuesta: «Porque la idea no es que escuchemos las películas nosotros solos, sino que podamos verlas con otra gente, que las podamos compartir».
Los afiliados guipuzcoanos a la ONCE tienen a su disposición más de 350 títulos en DVD que llevan incorporado el sistema Audesc, aunque, según García, «tanto en el caso del cine como en el resto de los campos lo ideal sería que todos los productos integraran en origen opciones que respondieran también a nuestras necesidades. Lo que buscamos no es hacer cosas sólo para nosotros. En los enormes costes que tiene una película, seguro que el de añadir una pista con la audiodescripción sería insignificante».
Según el último estudio sobre Hábitos, Prácticas y Consumo de Cultura en Euskadi, cuatro de cada diez vascos visitó un museo o una exposición en 2007, y no es previsible que la tendencia haya cambiado de manera drástica en los últimos tiempos. El estudio no recoge el dato correspondiente a las más de 3.000 personas con discapacidad visual que residen en Euskadi pero, ciertamente, no parece que tengan mucho que hacer en espacios fundamentalmente consagrados a la imagen donde el cartel más utilizado es el que conmina a «no tocar».
Sin embargo, cada vez hay más excepciones, y no sólo se esconden en los denominados museos tiflológicos, especialmente concebidos para los invidentes. Esta misma semana, un grupo de asociados a la ONCE vio con las manos la exposición de esculturas de José Zugasti que permanece abierta en la sala Kubo de Kutxa de San Sebastián, a cuyas exposiciones se organizan visitas adaptadas a las necesidades de ese colectivo. Desde el pasado año, el Museo de Bellas Artes de Bilbao tiene en marcha en colaboración con la ONCE un programa pionero entre los museos del País Vasco que facilita la visita a sus exposiciones de las personas con discapacidad visual.
Porque, en el fondo, el reto está en rebatir a José Saramago y probar que no ver, como él escribió en Ensayo sobre la ceguera, no implica «vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza».

nazurmendi@diariovasco.

3 comentarios:

Viperina dijo...

¡¡¡Magnífico que crezcan este tipo de iniciativas!!! Que cunda el ejemplo...
Besos, Alberto.

Carmina dijo...

pues me parece una inciativa de lo mas interesante sobre todo porque os permite hacer una vida mas social, me gusta que se innove y que se haga la vida mas placentera a las personas, conocia el tema de los museos, aplicado a esculturas, pero el otro sistema lo ignoraba y me ha gustado conocerlo...besos vuelvo otro dia a ver mas cositas

brujita dijo...

¡Estupendo! pero ¿Por qué es el país vasco un pionero en éstos temas? ¿tienen un número mayor de invidentes allí que en el resto de España?...

Besitos

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