domingo, 27 de enero de 2013

El almirante mensajero



Parece que yo, como el prota del cuento de hoy, también llega tarde. ¿Será por la misma razón que lo hizo aquél?
Bueno, feliz semana y que estéis bien.
El próximo domingo… más.

El profesorado del pequeño colegio de cierta localidad castellano manchega está ilusionado como nunca. El revuelo es inevitable ante la perspectiva de un encuentro increíble, inesperado por demás.
Y es que para su centro, como para todo el pueblo, es toda una lotería lo que les va a caer en suerte ante la perspectiva de semejante acontecimiento.
¡El Almirante va a dignarse en obsequiar su presencia a los niños del cole! Un lujo, la envidia de la provincia, un privilegio.
¿El almirante? Sí, el gran héroe de la mar, el mayor explorador de océanos bravos y tempestuosos. Aquél que supo gobernar, como nadie, el herido de muerte portaaviones entre los arrecifes de coral. Aquél que gobernaba una goleta durante la gran batalla del Mar del Norte. Aquél héroe sin par, laureado y admirado por jefes de Estado y mariscales.
Le amaban, sí: homenajes, parabienes y condecoraciones a elegir. Ese era don Luis de Churruca y Bazán. Cómo no, con semejantes apellidos no pudo ser otra cosa, que no fuese ser digno heredero de otros grandes como él. La estirpe a ello le conducía con firme timón y velas al viento con el trapo desplegado en su máximo vigor.
Doña Julia se encargaría de todo, con su proverbial y bien probada eficacia. Cuidaría los detalles, se encargaría de que los niños y niñas aprovechasen la ocasión y coordinaría los distintos aspectos, desde la recepción hasta el sencillo ágape, desde el regalo como recuerdo hasta la visita guiada y presentación a medios de prensa y autoridades.
La emoción era grande; la espera, interminable; el orgullo, rebosaba calles y balcones.
Ahora bien, ¿llegaría al fin? Naufragaría en tierra, por el contrario a su pericia de marino? ¿Sería cordial? ¿Asequible?
El suspense en el pueblo estaba servido. Julia, la Juli, se multiplicaba por doquier poniendo luz y esperanza al zozobrante ambiente que quería apoderarse, cual holandés errante de noches oscuras y mares encrespados.
-¡Ya llega, ya está cerca, tranquilizaos que no va a fallar nada.
-Si usté lo dice, doña Juli… Pero es que queremos que venga ya, ya, ya y ya.
 Un destartalado automóvil atraviesa el barrio del Arrabal. Nadie parece fijarse en él. ¿Cómo iba a hacerlo si lo que se aguarda, en realidad, es una comitiva con todas las de la ley?
Alguien está sentada en el sombreado poyo de su casa. Se dice que no le apetece nada estar en el sarao del que la gente habla y habla. Total, no lo va a ver… ¿qué más le da a ella que narre hazañas y aventuras sin par? Si ni lo va a ver a él ni tampoco verá las imágenes que lleve consigo. A ella que la dejen con sus sueños y sus libros, con su deseo de volver cuanto antes a su ciudad en la que es persona antes que… ¿cieguita?
-Disculpe, señorita; ¿sabría indicarme dónde está la escuela? Es que no encontramos a nadie a quien preguntar y llego tarde, que los vientos no nos han sido favorables.
-Sí, siga todo recto y cuando cruce dos bocacalles, gire a la izquierda y luego al fondo verá un edificio grande y muy nuevo. Ésa es la escuela. Lo notará porque están todos allí, esperando a cierto héroe.
-Ah, y usted, guapa muchacha, ¿no va?
-¿Yo? ¿Para qué? Total…
-Nada, nada. Soy al que esperan, Luis Churruca. Te contaré lo que a nadie diré, pintaré palabras para ti.
Luis se sienta junto a ella y cuenta una historia de sirenas y enamorados, de estrellas de mar y caracolas mensajeras.
-Va a llegar tarde.
-jejejej. Bueno, es que tenía que entregar este mensaje que, guardado en la botella, me ordenaron traer a la chica de ojos claros aunque mirada velada, a ti. ¿Verdad que sí?
-Calle, calle que yo no seré.
-Sí, sí. Tú eres, a la que el sol envidia. Y ahora me marcho ya. ¡Zarpemos, timonel! ¡Levemos anclas a sotavento, en pos de la bocana, que la chiquillería nos espera.
¿Cuál sería el contenido de ese mensaje? ¿Podría leerlo la solitaria destinataria? ¿Cómo lo haría si sus ojos estaban velados? Ilusión, sueños, esperanza, misterio, amor.



   



  

4 comentarios:

Rosa Sánchez dijo...

Querido Alberto: no sé los motivos que te hacen llegar, más que tarde, a deshora, pero tras leer tu aventurero relato no tengo más alternativa que decir "bienvenido" y "gracias".
Bienvenido porque estoy segura que cuando tú haces aparición, cual célebre marino, no dejas a nadie indiferente, además de que también haces nuestras delicias con tus fantásticas historias.
Y gracias por tu buenhacer, por tu prosapia verbal, por hacernos soñar, por hacernos creer que lo que cuentas es real... ah, y por contestar a esos comentarios que teníamos pendientes, je, je. Suerte que este relato también llega impregnado con polvo de rutilantes estrellas acompañados por la inconfundible suavidad de las espumas del mar.
Un abrazo con aroma marino y enhorabuena.

Alberto dijo...

Rosa, tú como siempre tan puntual, mientras que yo me retraso deslumbrado como estoy por no sé muy bien qué sirenas. Y sí, el mar tan evocador de fantasías y viajes, el mar con su sonido y sus aromas.
Gracias por tus inmerecidos alagos de siempre. No sé si dejo, o no, indiferente, lo que sí sé es que yo soy diferente. jejejej.
Que ese rutilante polvo de estrellas sea portador de buena amistad llegado desde tierras tan hermosas como la tuya, en la que el aroma a rosa y el gusto por la luz son protagonistas.
Mucho ánimo y no dejes que tu censor interior triunfe. Escribe y deleita con tu escritura.
Besitos empolvados de magia estelar, que yo llegaré algún día, aunque no sepas cómo.
Cuídate.

Rosa Sánchez dijo...

Cuidado con las sirenas, Alberto, a ver si en vez de bellas mujeres de largos y rubios cabellos, de belleza singular y conchas del mar como único y escueto vestido, te encuentras con las otras, esas de plástico duro y estrepitoso sonido que suelen llevar algunos vehículos sobre la carrocería, je, je, je...
Gracias por tu apoyo y buenhacer con el artículo. Por tu paciencia y generosidad. Contigo el censor ése se ha quedado en el paro, lo he despedido, y me he enterado que va en busca de trabajo, a casa de algún escritor bloqueado... pero tranquilo que por tu casa no va a pasar, que contigo no puede, a ti no hay quien te pare.
Oye, eso último suena muy atractivo, sí.. cómo sabes que a mi el misterio me mola mucho, eh, je, je, je, pero en este caso no me sorprendería nada, sé que eres capaz de llegar al espacio, al infinito y más allá.
Besitos de sirenas rubias y macizas.

Alberto dijo...

Rosa, dejemos a las sirenas que espumeen en el mar o susurren encima de las carrocerías. Quedémonos mejor con la melodía de una dulce voz y el perfume de una olorosa planta.
Tampoco hice tanto con el artículo. Solo fue echarle un vistacillo y dar opinión. Yo sé bien lo necesario que resulta el que alguien te revise lo que escribes pporque el autor suele tener la vista nublada al faltarle distancia.
Cuando quieras, me tienes para ello. Ya me lo agradecerás con un vaso de agua y un pincho de turrón.
No me tengas en tan alta estima, que no lo merezco. Bastante tengo con dar pasos como para volar por el espacio pilareño rosal.
Ale, a seguir adelante con nuevas chanzas, misterios y andanzas.
Cuídate.
Un afectuoso abrazo estimulante.
Gracias otra vez.
Ah, ¿rubias? ¿Morenas? ¿Pelirrojas? Cómo son? No tengo ni idea de cómo son. ¿Quién me lo explicará?

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