No, no puedo callar. No puedo obviar el sarcástico esperpento que ayer se gestó en torno al terrorismo ETARRA y su supuesta disolución en la hermosa ciudad de San Sebastián.
Bien sabéis lo poco que me gustan los eufemismos y cómo disfruto con la Historia porque el conocimiento objetivo de ésta nos permite no recaer en los errores pasados.
Pero cuando uno oye pervertir el enguaje y manipular los acontecimientos, no puede resistirse a pasar.
Y luego pienso en esos familiares y víctimas que han tenido que ver cómo sus seres queridos sufrieron en vano la ceguera del fanatismo.
Que, después de tantos años, nos vengan ahora a dar lecciones es indignante. Y más aún, cuando se tiene la absoluta certeza de que todo está preparado, organizado, bajo cálculos electorales y de estrategia, sin importar ni el dolor ni la justicia con mayúsculas ni la verdad.
Vaya mi apoyo para esas personas que, por el mero hecho de cruzarse en el camino de seres fanáticos y sin escrúpulos, han sido ultrajadas y violentadas.
¿Será que quienes lo provocaron estaban ciegos?
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