Con mis mejores deseos de que tengáis una buena semana pilarista. Que estéis bien y hayáis disfrutado de un fin de semana grato en medio de este tiempo otoñal, aunque parece que sólo lo sea de nombre.
Un cariñoso abrazo.
A Marta, con su curiosidad de adolescente, le apasionaba visitar la casa de sus abuelos. Ésta era una casa grande, con sabor a instantes imperecederos y con el aroma a lo auténtico. En ella habían nacido su padre y sus tíos y quién sabía qué antecesores más. Estaba llena de recovecos y lugares donde explorar, y descubrir promesas de misterios.
Siempre que iba, en vacaciones o fines de semana con buen tiempo, le fascinaba perderse por el desván, los pasadizos subterráneos o el jardín, en el que un pozo era el centro de todo aquel paraíso familiar.
Se había emocionado abriendo viejos baúles, contemplando fotografías en colores sepia y gris, hojeando amarillas páginas de viejos cuadernos y libros, y recorriendo los lugares que otros transitaran en tiempos pretéritos. Ella soñaba y fantaseaba con todo aquello,y estaba segura de que, a través de todos esos tesoros, sus antepasados le salían al encuentro para contarle sus historias de vida.
Sus abuelos, especialmente la abuela, la dejaban hacer y sonreían emocionados cada vez que les traía un viejo objeto y les asediaba a preguntas. ¡Era tan bonito verla con esa ilusión pintada en el semblante!
En cuanto podía, se aprestaba a sus expediciones y allí era dichosa como en ninguna otra parte. Es verdad que le gustaba salir con sus amigas y hurgar en las redes sociales, pero lo que más le entusiasmaba era leer libros de aventuras. Tal vez, por eso, disfrutaba tanto en aquel territorio O quién sabía, si porque su carácter la impulsaba a buscar siempre nuevos horizontes. Y ése sería su destino en el futuro. Qué más daba el porqué, lo importante era que se lo pasaba genial, de chupi.
Y en una de esas excursiones descubrió, junto a una alhacena una fecha: 1 de julio de 1874. Se fijó en ella, cómo no. Hacía tanto de aquello… ¿Quién la habría inscrito? ¿Por qué?
La joven sabía que la casa era antigua, no había memoria de cuándo fue construida pero era seguro que bastante antes del día señalado.
Siguió examinando el cuarto, objeto de su pesquisa y vio, cómo podía ser, el mismo dato en un polvoriento retrato en el que, una joven pareja, se miraban tomados de las manos, apoyados en la balaustrada de un ignoto mirador.
-¡Mamá, corre; ven. Quiero que me expliques…
-Ya estás otra vez dando la tabarra con tus preguntas. Déjanos un rato tranquilos.
-Que no, Luisa; que está muy bien que la niña quiera saber e indague por ahí.
¿Qué has descubierto esta vez, Martita?
-Una fecha repetida, un cuadro y dos personas.
-¿Dónde lo has encontrado? ¿En el cuarto de la alhacena?
-Sí, sí; abuela. ¿Quiénes son?
-Tus tatarabuelos Marta y Enrique. Ellos se casaron el mismo día en que Alfonso XII fue proclamado rey de España, después de un tiempo de república y jaleos. Enrique era un maestro muy tradicional y por eso eligió ese día para unirse al amor de su vida, una sencilla costurera del pueblo. De su unión nació Isabel, mi madre y, bueno, ésta me tuvo a mí y ya sabes lo demás. El retrato fue pintado por un artista famoso de entonces y la balaustrada que sale, es la del paseo marítimo de San Sebastián, a donde fueron de viaje de novios.
-Me encanta eso de las fechas. De no haber sido por una de ellas, no me habrías hablado hoy de los tatarabuelos. Cuéntame más cosas.
-Ay, hija. Poco puedo decirte. Que no es como ahora que se sabe todo y además mi memoria se va perdiendo. Sé que Enrique fue muy querido por sus alumnos, que fue toda una institución. Y que Marta cosió las mantelerías, y ajuares de gente bien. Que tuvieron una vida tranquila. Ya no me acordaba de ese retrato, es el único que queda de ellos. Tráelo, a ver a ver.Uy, si te pareces a tu tocaya. Qué gracia.
-Bah, mamá. Que no será para tanto. Ya bastante imaginación tiene la niña, como para que tú le des alas, encima.
-¿Me regalarás ese cuadro, abuela?
-Claro. Cuando tengas tu piso, te lo llevas y lo cuelgas en tu habitación. Pero para eso, falta mucho aún, me parece. ¿Verdad?Lo que sí haremos, es limpiarlo y rescatarlo del olvido. Lo guardaremos bien y tuyo será en el futuro.
-Yupiiii. Qué bien. Cuando me tenga que aprender la lección de Historia de esa época, me acordaré y seguro que saco la mejor nota, porque ¿cómo defraudar al tatarabuelo maestro?
-Ala, ya te puedes ir otro rato a sacar trastos viejos. Pero ten cuidado, no te manches y déjalo todo como esté, no rompas nada. Ay, qué hija ésta.
-Que no, mamá; que me voy a dar una vuelta con la bici. ¿A qué hora vengo a cenar?
4 comentarios:
La atracción de los niños por los desvanes... Recuerdo el de la casa donde nací y crecí,enorme con todos sus misterios y los que yo le añadía...allá pasábamos las horas muertas las dos hermanas, y bajábamos después empolvadas de pies a cabeza,dispuestas para la regañina.¡Que tiempos aquellos!
Besitos volados
Albertito, ¿cómo no has llamado Pilar a la protagonista? ¿Eh? ¿Eh? Bueno, lo paso por alto porque te ha quedado un cuento redondo y muy tierno.
Besósculos de feliz semana!
...Un cuento dulce y tierno con historias de amores del pasado... ¿acaso los amores de antaño, de entonces, eran más amores que los de ahora?, ¿más intensos, más sinceros?... hay grandes historias de amores en el pasado, conocidísimas novelas, pero no tantas -al menos que conozca yo-, en los tiempos que corren... las del Federico Moccia y poco más... ¿es menos intenso ahora el amor?
Mil besitos gordos, Alberto
Alberto buenos días...dices que no me dejas un poema por ser tú poeta y brindo por ti y por las bellas palabras que me has dejado escritas en prosa pero tan hermosas para una mujer romantica como yo que...no han sido prosa han sido verso.
desde mi clase un beso
Marina
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