sábado, 6 de septiembre de 2014

Crónica de mi peregrinación a Santiago



Hola, comparto una parte de mi experiencia como peregrino esperando te resulte de interés y ayude a no decaer ni dudar acerca de que los caminos de la vida pueden recorrerse y culminarse con éxito, pese al dolor, la fatiga, las decepciones y frustraciones, las traiciones, la exclusión o los prejuicios. Siempre adelante, más lejos, más alto.
Un abrazo de luz.

PEREGRINO A SANTIAGO CON LA FUERZA DE VOLUNTARIOS BBVA

Ya he expresado en más de una ocasión la mágica emoción que uno siente al formar parte de la Oficina de Voluntarios, queridos “compataris” y el orgullo que es para mí el que se me dejara formar parte de ella en su día, con tanto cariño y normalidad.
Pues bien, otra vez más, vengo aquí para contarte de cómo, siendo ciego total, pude llegar a la meta del Camino de Santiago en la Plaza de Lobradoiro con mi mochila y mi gorra de BBVA, símbolos ambos, de la energía y el afecto que siento por la ODV, la mochila que portaba el agua, el chubasquero y las cremas; la gorra que protegió mi calva del inclemente sol que nos acompañó durante prácticamente todas las etapas. Y si yo pude hacerlo, sin duda que tú también.
Con una organización perfecta, fuimos 42 peregrinos y 5 monitores. De los 42, 15 ciegos, 20 con discapacidad visual grave y 7 acompañantes. Además de 4 perros guía que también hicieron Camino con sus dueños.
Si bien disponíamos de ciertas comodidades _autobús de apoyo y pernoctar en hotel_ los 118 kms que recorrimos en 6 etapas, entre el 29 de agosto y el 3 de septiembre,  fueron, para mí y para otros como yo, toda una proeza que nunca creí ser capaz de acometer, por mucho que fuera un sueño largamente perseguido. Se demuestra, como siempre, que la fuerza de la fe o la voluntad, junto al apoyo y una buena preparación, son armas muy poderosas.
Para mí, el Camino es la metáfora de la vida. Durante las 6 jornadas fui visualizando la vida, desde la ingenuidad y la sorpresa de la niñez, en la primera y los primeros pasos; el crecimiento que forja tu futuro, con los primeros golpes y la confianza que te da el ir avanzando; la adolescencia y la juventud, con los amores iniciales, el despertar a la sensualidad y la belleza del entorno; la primera madurez, que te hace sentir fuerte; la segunda madurez, que apunta el horizonte de la vejez, ya con cierto bagaje y recuerdos; y el final, la vejez, la llegada a la meta de la Luz, el sentimiento de haber culminado con éxito, toda una existencia de ilusiones y retos, de dolor y raíces traicioneras, te sientes bien, tranquilo, has cumplido.
Pero antes del Camino, fue muy importante entrenarme, claro que sí. Y ahí, mis queridos Diego Cruz y Paco Alvarez hicieron que pudiera disponer de un voluntario que me llevó, durante parte de julio y agosto por el Manzanares, ayudándome y dándome consejos. También me dieron esos mismos consejos Carmen Cepedello y Javier de la Nava, todos integrantes de Voluntarios.
Y comenzó el Camino. De Sarria a Portomarín, qué calor y qué larga se me hizo la etapa hasta llegar al pantano por una cuesta abajo que no acababa nunca y una barandilla con farolas y obstáculos sobre aquél. Me sentía bien, agotado pero contento, no tenía ampollas. Pero llegó la segunda, entre Portomarín y Palas de Rey, ésta fue durísima, mucho calor, mucho asfalto, muy larga, ampollas, dolor, agotamiento, los monitores no daban abasto para curarnos y aún así, desde el complejo de cabañas de madera en que comimos hasta el pueblo, entramos, cual legión de desarrapados cantando a voz en grito aquello de… “¡Camarero… una de mero, una de mero, dos de febrero…”. Las siguientes etapas, de Palas a Melide, de Melide a Arzúa y de Arzúa al Alto de Santa Irene fueron más llevaderas y con un entorno de naturaleza mucho más agradable. Finalmente, desde Salceda, en Santa Irene hasta la catedral de Santiago, con el Monte do Gozo por medio, se hizo interminable también pero entrar por las calles de la ciudad en fila de a dos, con las barras direccionales, los bastones de montaña o blancos y los perros guía, cantando: “Sí, sí, sí, los ciegos de la ONCE ya estamos aquí” y “Objetivo cumplido, Camino recorrido” fue brutal, la gente nos aplaudía y hacía fotos. Y llegamos al final. La Plaza de Lobradoiro nos recibió con la música de gaita y la emoción se desbordó en abrazos de enhorabuenas y lágrimas de felicidad.
En cuanto a cómo lo hice yo, fue así: Miguel, mi guía, amigo de hace muchos años, con problemas auditivos más graves que los visuales _que también los tiene_ cogía su palo de montaña por la punta y yo por la empuñadura, poniéndolo paralelo al suelo. Hicimos así, una improvisada barra direccional, mucho más eficaz que el que yo tomara su brazo o el asa de su mochila a la hora de avanzar. Así, hicimos para superar, con éxito, bajadas de piedras y raíces, cruzar estrechos puentes sin barandilla o subidas interminables.
¿Y mis sensaciones? Toqué un grueso roble y me abracé a él para recibir su energía, toqué piedras centenarias en capillas y cruceiros, toqué hortensias y laureles; escuché trinar de pájaros y mugidos de vaca, escuché el rítmico pisar del grupo al avanzar, escuché la muñeira y el acento dulce gallego; olí aromas a naturaleza y campo, desagradables como el estiércol o las cochineras y agradables, esencias naturales a espliego, lumbre o pan de pueblo; y degusté las delicias de la tierra, con su empanada, su pulpo, su marisco y su tarta de Santiago, sin que faltaran ni el Alvariño ni el orujo de hierbas ni la queimada.
¿Y las anécdotas? Nos equivocamos de Camino, una aldeana nos dice, con su acento cerrado: “Por aquí no es, ¿es que no vieron la flecha, carallo?”, En Melide, como pulpo en mesa de madera con una familia, la abuela, los padres y los gemelos de 9 años, que ha venido a pasar el día _es domingo_ desde Coruña a Melide, distingo por dónde están ubicados los niños, quién es Samuel y quién Mateo, alucinan diciendo que los que ven nunca los distinguen y yo que no veo, sí lo hago, jajajajaja; unas vacas marchan sin prisa por nuestro camino, hemos de apartarnos y siento un golpe en el brazo, una de ellas me ha “saludado” con un coletazo, se ve que lo hizo para que me acuerde de ella cuando coma rabo de vaca, jajajajaja; Miguel, mi acompañante, no se cree que hayamos subido al alto de Santa Irene, así que le proponen que conduzca el autobús y tenga por copiloto a uno de los perros guía y que éste, con las indicaciones de sus mano derecha o izquierda, apoyadas en el salpicadero, le vaya guiando, , jajajaja; nos llevan a hacer la foto de la puesta de sol en el faro de Fisterra, pero el sol, díscolo, se oculta bajo la niebla, él que nos ha acompañado todo el Camino, supongo que, sabedor de que éramos ciegos, no nos vendría mal su poder iluminador, así que nada de nada, ni foto en Fisterra ni nada que se le parezca, menos mal que luego, en Cee, nos pondremos ciegos a base de buey de mar, nécoras, navajas, zamburiñas, almejas, langostinos y bieiras, regados con vino blanco fresquito _parece ser que a mi copa le ha salido un agujerito en la base porque siempre estaba vacía, jajajjaja; y hablando de bebidas, no olvidaré cómo me sentaba la cervezota con limón fría fría al final de cada etapa, sabio consejo de Carmen Cepedello, experta peregrina, “mushasha” como nadie.
 Tremendo orgullo, enorme gratitud a todos quienes me han ayudado a cumplir este sueño, experiencia y certeza, recuerdos a tanta gente que viene conmigo, abrazo al Santo y  pongo en sus manos mi férrea voluntad de tratar de hacer de este mundo un hogar más cálido en el que vivir, de que mi pobre deseo de ayudar y ser testimonio de esperanza y luz se vea cumplido, eso sí, sin que yo nunca ceje en el empeño de hacerlo con entrega, generosidad, humor y constancia.
El final: los recuerdos, la Compostela en mi mano y mi nombre en latín, el regreso, la resaca física y mental. ¿Y la próxima meta? Sea cual sea la que me depare mi deseo o mi destino, estoy seguro de que la volveré a culminar con éxito gracias a vosotr@s, voluntarios de BBVA. Vais conmigo en el corazón, caminamos juntos en pos de ese tiempo en el que los días no tendrán sombras y el sol podrá abrazar a la luna sin tiempo ni miedo.
¡Va por vosotr@s!

1 comentario:

Piedad dijo...

Hola, Alberto.

Me puedes creer que me he emocionado con esta crónica a Santiago.
Me he puesto en tu lugar y la verdad es que es muy emocionante conseguir lo deseado y llegar a la meta con tanto éxito aunque con ampollas, pero con el corazón abierto para abrazar las felicitaciones y guardarlas en él como un gran tesoro.
Te felicito una vez más por ser como eres y no decaer nunca a pesar de los pesares... los obstáculos y los golpes de la vida... Tú siempre adelante e invitando a que te sigan con tu ejemplo.

Mereces toda mi admiración.

Un fuerte abrazo.

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