martes, 10 de febrero de 2009

La historia del perfume


De todos los sentidos, el olfato se caracteriza por ser el más rápido en poner a funcionar nuestro cerebro, transportándonos a un mundo de emociones y de sentimientos distinto y más profundos, que el que nos sugiere la visión de una imagen o la percepción de un objeto.Y sin embargo el olfato se ha considerado siempre el más bajo de los sentidos, del que se puede prescindir más tranquilamente porque altera nuestra percepción en menor medida que la vista o el tacto. Puede ser cierto, aunque sin olfato seríamos privados de ciertas emociones. ¿Cuántas veces un aroma nos ha traído el recuerdo de alguna persona o de una época pasada de nuestra vida?
Para mí es un buen acicate a la imaginación: los ricos pasteles de esa panadería por la que paso, la belleza de esa chica que se cruza en mi camino, los colores de las flores que acompañan mis paseos.
Hablemos del perfume, de su Historia.



Casi con toda seguridad, el perfume nació en estrecha relación con la religión, empleado como purificante del alma y también como ofrenda a los dioses. El incienso, que se lleva utilizando desde hace 5.000 años, se empleaba en las ceremonias religiosas y, al igual que hoy en día, se despedía a los muertos con flores. En la mayoría de los casos era el sacerdote el encargado de mezclar los aromas en las proporciones adecuadas. Prueba de su uso en rituales lo tenemos en los relieves egipcios y en la artesanía griega y romana. Desde la India se importaban hacia Egipto, Grecia y Roma grandes cantidades de sustancias aromáticas que eran muy valoradas, como las especias y el sándalo.
Las fragancias pasaron de Oriente a Egipto, donde, los que disponían de agua vertían una pequeña cantidad en los baños, y al salir de ellos se untaban el cuerpo con más de veinte aceites diferentes, creyendo así, estar más cerca de los dioses.
De Egipto pasaron a Grecia. Los gimnasios griegos contaban con una parte para el aseo personal, y allí se podían encontrar infinidad de productos fragantes de diferentes formas y colores: talcos que aplicaban en su piel, aceites, resinas mezcladas. Incluso fueron los primeros en comercializar estas sustancias en los mercados, naturalmente, entre un público muy seleccionado. Pero fueron los romanos los que, ocupados por un aseo personal diario, lanzaron el consumo de los perfumes a todos los escalones de la sociedad.
La perfumería también se encuentra desde la antigüedad asociada a la ciencia médica. En Grecia, Hipócrates, padre de la medicina, utilizaba pequeños concentrados de perfume para combatir ciertas enfermedades. La capacidad curativa de las plantas o aromaterapia tiene su origen en este país, aunque posteriormente, en la Edad Media, los perfumes se siguieran utilizando para luchar contra las epidemias y como desinfectantes hasta bien tarde, como por ejemplo en la peste que azotó Londres a mediados del s. XVII.
Paradójicamente con la llegada del Cristianismo y sus mensajes de humildad y pudor, el uso del perfume por parte de las mujeres (mayores consumidoras de perfume a lo largo de la historia) cayó en desuso. Esto, junto con la caída del Imperio Romano, marcaron un periodo de declive del desarrollo general (principalmente cultural) en occidente.
Fue de nuevo la civilización árabe la que comenzó a experimentar con perfumes tras la aparición de una nueva ciencia, la alquimia. La alquimia aplicada a esta materia pretendía arrebatar las propiedades a las plantas, extrayendo así su quintaesencia. De esta forma, la planta seleccionada era destilada infinidad de veces hasta que sus cualidades pasaban a otro estado.
Con la llegada de los árabes a España la perfumería se extendió al resto de Europa. Los países mediterráneos contaban con el clima adecuado para el cultivo de flores y plantas aromáticas, principalmente el jazmín, la lavanda y el limón, por lo que las costas de España, Francia e Italia se vieron de repente rodeadas de plantaciones cuyos frutos eran aprovechados por los árabes, haciendo del perfume la principal herramienta de su comercio.
Por oriente, el perfume es introducido en Japón a través de China, que ya contaba en el s. VI con grandes artesanos de la jardinería natural que destinaban parte de sus cosechas al prensado de pétalos para la fabricación de perfumes. En este país se le concede al perfume un gran poder, y el sentido del olfato, siempre desplazado frente a los otros cuatro, es colocado en la posición que le corresponde. Una de las artes obligatorias que recoge el Kamasutra es, precisamente, perfumarse, para así formar una sólida alianza entre olor y amor, favorecedora del encuentro erótico entre sexos.
Aunque en la Edad Media la utilización del perfume quedara relegada gracias a la iglesia, sí se siguió usando entre las clases sociales más favorecidas.
Como la higiene personal dejaba mucho que desear, las mujeres se perfumaban con fuertes y persistentes aromas, como el ámbar, que alejaban, aparentemente, el mal olor. En los castillos se aromatizaban algunas estancias, naciendo así el primer ambientador de la historia.
La aparición de la industria del perfume:
Es aproximadamente en el año 1200 cuando tiene lugar el acontecimiento más significativo relacionado con el desarrollo de la industria perfumista tal y como hoy la conocemos. El Rey Felipe II Augusto sorprendió a los perfumistas, que hasta ahora habían trabajado por su cuenta, con una concesión mediante la cual fijaba los lugares de venta de perfumes y reconocía la profesión como tal, así como la utilidad social de estas sustancias. Fue entonces cuando se empezaron a crear las primeras escuelas donde se formaron los primeros aprendices y oficiales de esta profesión, que tras cuatro años de estudios pasaban a ser maestros perfumistas que supervisaban los trabajos de prensado de pétalos, maceración de flores, mezclado de ingredientes, y, en resumen, expertos encargados de conseguir la fórmula del perfume deseado. Esta concesión a los artesanos fue apoyada posteriormente, en 1357, por Juan II, en 1582 por Enrique III, y, en 1658, fue ampliada por Luis XIV. Se convierte así Francia en la cuna del perfume.
En el Renacimiento, etapa de progreso en todos los campos, los avances en la química permiten perfeccionar las técnicas hasta ahora usadas en la extracción del perfume mediante la destilación. Anteriormente el prensado de pétalos y la maceración de las flores eran las únicas técnicas empleadas, pero ahora, este método permitía la separación de las partes volátiles y menos volátiles de las plantas, consiguiéndose diferentes calidades de productos, todos ellos pertenecientes a una misma materia prima. Ahora es posible perfumar todo, desde la ropa y los complementos (guantes, abanicos, pelucas…) hasta a los animales de compañía.
El s. XIX aporta la posibilidad de obtener productos aromáticos mediante la síntesis, o sea, la reproducción de los olores naturales y los no naturales.
Así por ejemplo, en 1893 se obtiene la ionona, sustancia de olor casi exacto a la flor de la violeta. Con esta técnica queda cubierto uno de los grandes problemas de la industria perfumista: la estabilidad. Las sustancias obtenidas mediante este procedimiento, aunque no sean naturales, son más estables, menos volátiles, haciendo que el perfume permanezca duradero por más tiempo. Y no solamente esto, también se abaratan los costes de producción.
Como ya se ha mencionado antes, Francia, y concretamente París, fue la cuna del perfume en el mundo. Hemos visto como los monarcas favorecieron su desarrollo y los perfumistas aprendieron rápidamente las técnicas de extracción de perfume adecuadas. Pero el protagonismo de Francia en el mundo del perfume se debió a razones puramente sociológicas. Mientras que en otros países europeos la austeridad era una característica destacada del modo de vida de sus sociedades, en Francia el lujo era símbolo de desarrollo de una sociedad más avanzada.
Al igual que ahora existen determinados países que ofrecen la posibilidad de "ganarse la vida" de una forma más rápida y con más medios, París ofrecía residencia a aquellos que pretendían conseguir un buen lugar en el desarrollo de su profesión, principalmente en las artes. Fue en este país donde se crearon y evolucionaron las nuevas corrientes que pasaron al resto de Europa y también es allí donde las creaciones están más sujetas a las modas, tan volátiles en sí mismas como el propio perfume.
Junto a la industria perfumera apareció la industria de la alta costura, símbolos ambos del refinamiento y la vanguardia.

2 comentarios:

Viperina dijo...

Para nada es un sentido menor, para mí desde luego el olfato es una parte imprescindible de la memoria. Por cierto, ¿has leído El perfume, de Patrick Süskind? Me pone la piel de gallina al leer la forma que tiene de describir el mundo de los olores, de hecho es uno de mis libros favoritos, que he releído muchísimas veces.
Besos y buenas noches, Alberto.

brujita dijo...

¡Bién...de manera que la iglesia parece que quiso mantener el mundo de los aromas en el entorno de Dios!... pero prefería que los "cristianos" olieran a lo que Dios quisiera, por eso las iglesias tienen los techos tan altos...ja,ja,ja, para que el olor corporal fuera algo más soportable.
Yo le doy mucha importancia al olfato, lo disfruto cuando es agradable ambiente, me ayuda en los recuerdos, y también nos avisa cuando algo no anda bién en cualquier sentido, algo que se quema...manzana en el haliento...etc,etc.

besitos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...