viernes, 6 de febrero de 2009

La sonrisa perdida

Hace demasiado tiempo que no escribía un cuento y la verdad es que me hacía falta, pero… uno no siempre encuentra la inspiración y las ganas adecuadas. Hoy por fin lo he logrado.
Espero que os guste.

Cuando te decides, por fin, a dejar el ordenador, el refugio de las cuatro paredes de tu casa, percibes que va a merecer la pena. La idea es simple: dar un paseo a ese parque cercano, sentir la naturaleza que empieza a despertar, acunada por la primavera, y tomarte luego una buena cervezota con limón y ver qué aperitivo la acompañará por cuenta del bar de turno.




Cuando sales acariciando ese bastón, fiel compañero de andanzas, crees que esta tarde de sábado va a ser especial. Notas como si la empuñadura de tu guía fuera hoy más cálida, más vibrante.
Conoces el camino, los cruces de calles, los semáforos, las pistas dejadas en el suelo. Sabes que te desviarás de la calle en la tercera puerta, que subirás las escaleras y hollarás el camino de tierra, la senda bordeada del pequeño estanque habitado de patos y de tilos, y magnolios arrullados por trinos de pajarillos que cantan ¿a quién? ¿A qué?
Todo está previsto, calculado, medido. Pero… ¿qué o quién me impide el barrido verificador de mi paso seguro?
-Sé que puedo confiar en ti, que me ayudarás.
Es una vocecilla suave, pero fina, como de una libélula, tenue, parece que se fuera a romper. Se la oye a ras de suelo… ¿Quién será?
-Bueno, pues si te has fijado en mí, y por eso me has cogido el bastón, aunque no me guste… pero vaya… si puedo ayudar…
-Verás, resulta que soy una sonrisa…
-¿Una sonrisa? No puede ser. Las sonrisas no hablan, ríen.
-Jijijiji. Tienes razón, pero es que necesito ayuda y… jijijiji. Siempre fui algo alocada y curiosa. Mi dueña, una princesa, me cuidaba muy bien, pero quería ver nuevos mundos, nuevas caras y un día decidí huir. Fue cuando escuché que en una ciudad grande, muy grande, había un lugar donde nacen los arco iris, algo que decían que era muy bonito, con muchos colores y como una media circunferencia, que vistos a la luz el mundo brillaba y se hacía hermoso. ¡No me lo podía perder!
Vino a la casa de mi dueña, un día, un mercader de cajitas de nácar y música, figurillas fantásticas, jades, ámbar y vestidos de fiesta. Tenía un hablar que encantaba,pero mi dueña no se fió, no quiso dejarle entrar. Él porfió, alagó y contó. Pero mi dueña, nada, que no le interesaba su cháchara _le dijo_. Pero, oiga, todo lo que la princesita de lindos ojos, como la llamaban, le negaba, yo afirmaba, me decía que ésa era mi oportunidad, que podría quedar muy bien con él y muy cómodamente llegaría a la ciudad de los arco iris.
Definitivamente me fui, cambié la carita de luna de mi dueña de siempre por la faz nueva, una faz mofletuda, marcada por algunas líneas, trazos de años vividos y espacios recorridos.
Allá que nos fuimos. Mi nuevo dueño tuvo más suertte en otros palacios y, tal vez gracias a mí, casi terminó con todas sus mercaderías. Y entonces, regresamos. Tomamos una carretera ancha, larga, sin fin. Al cabo de días de viaje, llegamos a cierta ciudad, a cierta casa. Era muy distinta a mi hogar.
Nos recibió una señora mayor, uraña, de mirada dura y hablar cortante.
¿¿Has traído el dinero? ¿No te lo habrás gastado como siempre en tonterías o vicios? ¿Y esa sonrisa de bobalicón, de pasmao?
Pensé que se refería a mí. No me gustó.
-Mujer, no te enfurezcas, aquí tienes todo. Hemos sacado más que nunca. Y ¿qué quieres que te diga? No sé, pero estoy contento. Me apetece sonreír.
-¡Pues déjate de risitas y suéltame la bolsa, que no me fío de ti! ¡Vaya hombre, ¿quién me mandaría casarme con semejante vago?!
El hombre se despojó de su macuto, le entregó lo que llevaba y casi sin descanso, se dirigió de nuevo a la puerta de aquella extraña casa, un edificio alto, muy alto, frío, muy distinto a las comodidades y calidez del de mi antigua dueña. ¿Cómo estaría? Me acordé con nostalgia de ella.
Mi amo salió, refunfuñaba, renegaba. No estaba acostumbrada a semejante genio. A mí me obligó a refugiarme en la cueva de su paladar.
Tras un nuevo caminar, llegamos hasta aquí. El hombre se relajó y contempló ese estanque que acabas de bordear. Respiró hondo y miró hacia un punto invisible. En su interior dominó un nuevo sentimiento que yo no conocía, era tristeza.
-Ya he vuelto a la rutina, a esta gran ciudad, a aguantar la furia de mi esposa, si no fuese por los niños… a las apreturas asfixiantes de la tienda.
Yo sentí que me caía, que ya no podía sostenerme sobre sus labios, que nada tenía remedio. Y aquí he estado hasta ahora. Nadie se ha percatado de mi presencia. Todos pasan de largo, nadie ha sabido verme. Así que no he podido aguantar más y al pasar tú pensé que me lanzarías lejos con eso que hacías de un lado a otro, zas zas zas.
Jejejej. Ahora el que sonrío soy yo.
¿Y qué puedo hacer por ti, un pobre cegato?
-Jijiiji. Pues llevarme al país de los arco iris. ¿Qué si no?
Ah, pero los arco iris están en todas partes. Sus colores se encuentran a tu alrededor. Mira… esos pájaros que cantan, esos niños con sus madres, esas parejas de enamorados. ¿No ves cómo a su alrededor el anaranjado, el verde, el azul, el amarillo, el lila… son su envoltura? Son colores que hablan de inocencia, de ilusiones, de proyectos, de juegos… de vida.
-Jijijiji. Entonces, ¿no existe el país de los arco iris? Jijiji.
-Sí que existe, lo puedes encontrar en el corazón de las gentes buenas y donde mejor lo podrías hallar es en el de tu dueña. Debes regresar junto a ella, devolverle su sonrisa. ¿Cómo se llama?
-Jijijiji. Se llama Susana. Es muy buena y sí que la echo de menos. Y más, si dices que el arco iris también lo encontraré a su lado.
-A su lado encontrarás el mejor. ¿Quieres guiarme hasta ella? Querría escuchar su voz, imaginar cómo luces en su carita de luna. ¿Me llevas?
-Vale, ya me monto en ese palo blanco que llevas… anda si ahora se ha vuelto de colores a rayas.
-No, eres tú quien lo ha pintado con el brillo de la ilusión y la alegría.

2 comentarios:

Javier dijo...

Gracias amigo por visitar mi blog, veo que el tuyo como el mio es solidario y admiro tu trabajo en tu blog, te visitare siempre que pueda, aqui tienes un amigo para lo que sea.
Un abrazo.

Viperina dijo...

No solo con una sonrisa, sino con la boca abierta me has dejado. ¡Qué maravilla de historia! Conmovedora y tierna, y muy muy cierta...
Besos, amigo, siempre es un placer leerte.

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