sábado, 26 de septiembre de 2009

La estrella ciega

A Tiflohomero, aparte de traerle la canción que cantó Marilyn Monroe y la letra que dejó Brujita, además de tanto cariño, le han traído las hadas un cuento. Os lo pongo a continuación.
Como siempre, espero que os haga sonreír y disfrutar.
Un abrazo y feliz fin de semana en nombre del, hoy un año más viejo, Tiflohomero.


Clon… crasch…
Ala, otro golpetazo más. Parece que se ha caído algo, no seré yo el que lo recoja. Sólo faltaba que, encima que me acaba de tocar un chichón en esta tómbola, tuviese que agachar el lomo para acariciar el suelo. Si al menos, éste tuviese curvas…..
¿Cuándo puñetas aprenderán a no dejar obstáculos por encima del pavimento?
Aún que uno está hecho a los porrazos, pero, pese a ello, siguen doliendo y haciéndote cabrear.
Uuuyyy, si estoy viendo estrellitas. Yo que nunca las había visto, que creía que eso de ver las estrellas cuando te golpeabas era un cuento para consolar a los infortunados cegatos… Pues sí que son bonitas. Anaranjadas, verdes, azules, amarillas. Son pequeñas pero brillan que no veas. No, si ver no veo, pero…
Ah, además hay una que es más grande. Parece sonreírme y todo. Qué maja.
Ésta es de tonos amarillentos a rayas verdes y tiene… una, dos, tres… ocho puntas y entre éstas, unas sinuosidades la mar de sugerentes.
Oye, que me estoy olvidando del palo que me he dado, quién no. Tanto hablar de Osas Mayores y Menores, Sirios, Andrómedas, cometas… Y yo sin saber cómo eran y hoy voy, y a cuenta de un simpático bollo en mi frente, voy a aprender, por fin, cómo son.
-Señor, señor…
-¡Pero si habla y todo! Hombre, tiene una vocecilla como de hada, dulce y fina como de caramelo.
-Soy tu buena estrella, quiero estar junto a ti, hacer que tus sueños se cumplan, que sonrías como yo lo hago, que cuando te encuentres con alguien sepan que eres feliz.
-Mira que todo se pega, menos la hermosura. Que no sé yo si una estrella ciega quedaría muy… ¿oportuna, acorde?
-Da igual. Yo quiero quedarme contigo, me has caído bien.
-No, si el que me he caído he sido yo.
-jijiji. Qué señor tan díver. ¿Sabes? A las que tenían este color amarillo, como el mío, se las ponían durante mucho tiempo a personas que querían apartar, bueno creo que los humanos decís marginar. Pero un día, la diosa de las estrellas quiso que dejáramos esa maldición y nos adornó con estas rayitas verdes tan chulas y, de aquella clase, pasamos a ser las predilectas. Estaríamos con la gente buena, luchadora, la que merecía la pena admirar. Quiero, porque me gustas mucho, que tú seas uno de ésos.
-Ah, entonces ven, deja que te acaricie, ponte en mi mano.
-Uyyy, qué a gustito se está en ella. Es fina, cálida, suave.
-Claro, es una mano hecha para ver y arrullar
-Ale. Vámonos, sigue caminando.
Siento que el día se ha teñido de una tonalidad luminosa. ¿Será el golpe que me dado en mi cabezota?
Raquel había aprendido, desde muy niña, a mirar las estrellas, a conocerlas y amarlas. Su abuelo, un marino retirado, se las explicaba, al tiempo que paseaban por el borde del acantilado de su pueblo, en las noches de verano, cuando ella tenía vacaciones.
Tanto le había contado, sus leyendas y nombres, su utilidad para orientarse y sus formas que la niña pretendió ser astrónoma de mahyor. Y lo quiso tanto que lo consiguió con las mejores calificaciones posibles. Le dieron el premio fin de carrera al mejor expediente de la promoción.
Sus amigas de la universidad le decían que dejase de mirar tanto al cielo y se fijase más en los chicos, que no esperase que le lloviese el amor si seguía torciendo el pescuezo de aquella manera.
A Raquel, todas aquellas chanzas le traían al fresco. Su verdadera pasión estaba en las estrellas.
Rápidamente había encontrado un estupendo trabajo en el Observatorio. Era respetada por sus jefes y querida por sus compañeros.
Continuaba con el mismo entusiasmo, con la misma ilusión que cuando su abuelo, ahora ya fallecido, la llevaba de la mano, que cuando sus padres le compraron el primer telescopio. quería ser la mejor.
En su interior, soñaba con descubrir, algún día, una estrella nueva. Ése sería su mayor premio. Fantaseaba con su localización, su forma o su composición. Y le pondría como nombre Yayopa1923 (Yayo de abuelo, Pa de Pablo y el número por el año de nacimiento de él).
Aquel sábado por la mañana se había quedado sola, estaba de guardia. Creyó que sería un día tranquilo, rutinario. Todo parecía estar en orden hasta que en Ojo de Nube, el telescopio electrónico más avanzado del centro, se dibujó en la oscuridad de la galaxia, velada por el sol, el contorno de un objeto extraño. Era raro porque sólo estaban iluminadas las líneas, el interior era negrura, como si no viese, sin luz. Midió los distintos parámetros e indicadores establecidos. Todo apuntaba a que era una nova, aunque no estuviera catalogada. Se dijo que ¿por qué no podía ser lo que tanto había esperado?
Dejó todo bien anotado, guardó en su ordenador personal las imágenes que transfería el visor de Ojo de Nube y se aprestó a salir a almorzar, y a aguardar hasta el lunes siguiente, qué larga se le iba a hacer la espera.
-¡Oh, perdón! Disculpe, no le había visto.
-Nada, nada; guapa. No pasa nada.
-Es que iba distraída.
-A estas alturas del sábado, uno lo que quiere es irse a comer o a tomarse el vermut.
Raquel se quedó mirando a ese señor ciego. No sabía la causa, sólo que algo le atraía de él.
-Emmm. Perdón. ¿Ha tropezado con algo, se ha hecho daño? Es que lleva un buen golpe en la frente.
-Ay, hija. Que he chocado con no sé qué. Nada, otro de tantos. Menos mal que somos de acero.
-Pobres. La verdad es que son ustedes admirables. Yo no saldría ni a la calle, no sabría dar un paso.
-Bueno, a todo se acostumbra uno. Sólo es cuestión de práctica y, sobre todo, de tirar pa lante. Además hoy me ha pasado una cosa muy curiosa. Me he encontrado con una estrella que dice que…
-¡No me diga, con lo que me gustan a mí esas cosas!
-Ah, pues sí, mira. Ha dicho que quería quedarse conmigo, aquí la tengo.
Raquel, con asombro incrédulo, comprueba que se ajusta a lo que ella había observado poco antes. Ha abierto unos ojos fascinados.
-¡Pero, pero… si es como lo que hace un ratito he visto yo…!
Por increíble que parezca, la estrella toma la palabra.
-Así es, soy yo esa nova, esa Yayopa1923 y creo que estaría muy bien que este simpático señor y tú fueseis buenos amigos. ¿Podría ser?
La joven sonríe, pone su mano en la de Luis y le propone que sigan camino juntos.
-Sí, soy yo. Después de la rabia del golpe, de la sorpresa por hablar con una estrella y del tilín que me había hecho esa joven de voz tan agradable, tan simpática, me doy cuenta de que lo que, por un momento, había notado en mi mano desaparece y a cambio lo que toco es la mano de la chica.
Parece que el golpe ha merecido la pena.
-Vamos a tomar algo, que te invito.
-Vale, habrá que hacerle caso a esa estrellita. Vaya chula que es. Jo, es una pasada.




5 comentarios:

brujita dijo...

¡Que bonito cuento Alberto!... Un premio de luz para el ciego y quien sabe si no habrá encontrado gracias a Yayopa1923 unos ojos y manos cálidas para que le acompañen siempre en su vida hasta entonces de oscuridad...

Besitos volados mil.

Rosa Sánchez dijo...

¡Hola, Alberto!
En primer lugar darte gracias por tu detalle, te agradezco muchísimo que me avises porque a veces paso días sin entrar en blogger y a causa de esto me pierdo muy buenos relatos y reflexiones. Gracias.
La historia de la estrella es tierna, sensible y encantadora, como no podía ser de otra manera.
Alberto, esa estrella que tú has creado existe, todos la tenemos y, aunque no la veamos, nos acompaña a todas partes. Utilizo el término estrella de forma alegórica: nunca estamos solos y todos somos iguales ante Dios.
Los "golpes" nos enseñan a todos por igual, y algunos lo llaman experiencia porque forman parte del aprendizaje de la vida. Pero todo lo que vale la pena cuesta esfuerzo y mucha perseverancia. Por eso, es alentador saber que a todos nos han asignado una estrella que nos guía.
Un fuerte abrazo y muchas, muchas bendiciones.

Mercedes Pajarón dijo...

Albertito, nos deleitas con cuentos llenos de delicadeza, sensibilidad y ese toquecito tan tuyo de humor ingenioso.

Y como siempre, no hay que quedarse sólo en esa hermosa superficie, sino bucear entre líneas para llegar al fondo de la historia.

Hale, que tengas un felizósculo domingósculo!!!!! Muamuamua!!!!

Ana dijo...

Me ha encantado tu cuento, muchas gracias por enviarmelo.

En vez de leerlo lo escuche con la grabación porque me gusta mucho que me cuenten cuentos y este tuyo es precioso y con final feliz.

Un besito Alberto, eres un amor.

Ana

Alberto dijo...

Gracias a las cuatro, muchas gracias.
Me animáis a seguir escribiendo, de verdad. El mayor premio para mí es hacer feliz a alguien y más si es a buenas chicas.
Feliz domingo para vosotras por tantas cosas.
Sí, Merceditas; me gusta que cada cual lea mis cuentos en el plano que más le guste.
brujita, seguro que encontró su premio de luz ese protagonista.
rosa, tienes mucha razón también tú. Cada cual tenemos una estrella que nos guía, sólo hemos de saber verla y cuidarla.
Y Ana, sí que es bonito que a uno le cuenten cuentos, aunque la voz del trasto que tengo puesta no sea de lo más agradable. Es mejor que nos los cuenten alguien que nos quiera.
Besos cariñosos para las cuatro.

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