lunes, 28 de septiembre de 2009

El lector de tabaquería

Tal vez conozcáis que el origen del nombre de uno de los puros habanos más prestigiosos del mercado tabaquero se debe a que, mientras los fabricaban las cigarreras alguien leía la obra de Alejandro Dumas, ”El conde de Montecristo”.
Pues bien, hoy que tan denostado está eso de fumar, quiero reseñar esta profesión tan curiosa, pero tan popular entre los ligadores de tabaco cubanos.
Estoy seguro de que os resultará interesante.


Se llaman "lectores de tabaquería" y entretienen con las lecturas más diversas a los torcedores de habanos en todas las fábricas de Cuba desde hace casi 150 años. El gobierno cubano ha propuesto a estos singulares lectores para la lista del "patrimonio inmaterial de la humanidad" que la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) votará, junto a otros 110 candidatos, en la reunión que celebrará en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos) desde el próximo lunes y hasta el 2 de octubre.En los monasterios medievales, un fraile leía a sus hermanos desde un púlpito pasajes de la Biblia o lecturas sacras mientras almorzaban en el refectorio; de igual modo, los lectores de tabaquería leen desde un estrado para sus colegas, a veces con intención educativa, aunque también dedican tiempo al horóscopo, la sexología o las recetas de cocina.Su nacimiento está documentado en diciembre de 1865, cuando un rico ilustrado llamado Nicolás de Azcárate se propuso distraer a los trabajadores durante su tediosa tarea de torcer habanos durante horas y horas, y de paso instruirlos en el progreso y las ideas reformistas.En solo seis meses el ejemplo cundió en toda la isla y se crearon más de mil plazas de lectores: los propios trabajadores elegían a quien de entre ellos tuviera mejor dicción, reunían entre todos su salario y así pagaban al lector, según contó Zoe Nocedo, directora del Museo del Tabaco en La Habana Vieja.La elección de los libros era entonces objeto de negociaciones: había patrones que imponían plúmbeos tomos de la historia de España, pero en fábricas con sindicatos más pujantes entraban obras de Victor Hugo y Emilio Zola y daban alas al naciente anarquismo. En 1886 el Capitán General de la Isla, Francisco Lersundi, acuciado por la burguesía más conservadora, prohibió esta costumbre con el argumento de que "indisciplina a los trabajadores y les hace desatender su trabajo", pero en 1890 vuelven a establecerse, ya para siempre, recuerda Nocedo. El nacimiento de la radio pudo haber supuesto la muerte del lector, pero estaba tan arraigado ya el hábito que en las fábricas se alternaron, como se hace hoy, momentos de lectura con programas de radio.Hoy en día, los lectores son funcionarios del Estado con un estatus envidiable: leen una hora y media diaria y pasan el resto del tiempo preparando nuevas lecturas o debatiendo con los demás trabajadores el sentido de lo que han escuchado.
Rodeado de los efluvios dulzones de los habanos y subido sobre su estrado con un micrófono que se oye en toda la factoría, Jesús Pereira, de 44 años, entretiene las labores de sus compañeros leyéndoles en tres turnos:los dos primeros obligatoriamente dedicados a la prensa y el tercero empleado para las novelas o los libros de autoayuda.Es jueves y hoy toca leer Cuarenta consejos sobre sexo, lectura propuesta por un grupo de trabajadoras quejosas de ciertos hábitos de alcoba, y que ha tenido que pasar el filtro de un "comité de lectura" y luego votada por los trabajadores.
La lectura de los consejos provoca a veces sonrisas, otras carcajadas, otras protestas, y los torcedores pueden manifestar su acuerdo o desacuerdo con golpes de chaveta, el cuchillo curvo con el que cortan el tabaco: un golpe con el canto significa "no me gusta", mientras que un golpe con la hoja plana es señal de aprobación.Jesús Pereira se precia de haber leído a sus 630 compañeros de la fábrica de los prestigiosos Partagás novelones como El código da Vinci o El Conde de Montecristo, pues asegura que las novelas policiacas o de suspense son las que más éxito cosechan. Hubo una vez en que al término de una novela, se dio cuenta de que faltaban las dos últimas hojas, así que se inventó el final y nadie se dio cuenta: la chaveta sonó bien fuerte aquel día, recuerda ufano.Jesús es muy popular porque en sus 23 años de oficio añade "efectos especiales", imita tiroteos o portazos, imposta voces de mujer y añade así dramatismo a sus lecturas. Como todos los lectores de tabaquería (que son 213 en toda la isla, en las ciudades y el campo), ha tenido que pasar una prueba de 30 días, y ganarse el favor de su exigente público hasta oír claro y fuerte el golpe de la chaveta.

7 comentarios:

amelche dijo...

Fíjate qué cosas, no sabía yo que existieran lectores de tabaquería.

Alberto dijo...

Ni yo, aunque algo había oído por eso de los Montecristo. Bueno... nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Feliz día.
Besitos.

Mercedes Pajarón dijo...

Albertito, me encanta esta entrada de hoy!! No tenía ni idea de que existían estos lectores! Lo único que siento es que, en lugar de Montecristo, no lo bautizaran como Jean Valjean...

Felizósculo martésculo! ¿Te fumarás hoy un puro a nuestra salud? jee, jeee. Mua!!

Alberto dijo...

Sí, habría estado muy bien ponerles el nombre del protagonista de Los miserables,obra maestra de Victor Hugo, aunque a mí más me habría gustado Esmeraldas por aquello de Nuestra Señora de París.
En fin...
Felizósuclo día.

Anónimo dijo...

pues la verdad es que nunca o casi nunca hice un comentario en un blog. ahora me decido a hacerlo, porque estoy segura de que el autor del blog me dirá si lo he hecho bien o mal.
mi comentario es sobre las frases del amo del blog siempre adelante.
y pienso yo, que con amigos como el amo del blog ¿quien no camina siempre adelante?

Alberto dijo...

jejejej. Pues te digo que lo has hecho perfectamente, salvo que eso de llamarme amo... no me guste demasiado. Mejor dejémoslo en padre de la criatura.
Y vaya, si el que yo diga "siempre adelante" te sirve para que tu vayas también adelante, Tiflohomero cumple ya una buena función.
Feliz día, que se repita esta sana costumbre de dejar tu huella por aquí y gracias por tanto.
Un abrazo.

brujita dijo...

¡Que cosa tan curiosas nos traes a la palestra Alberto!...De sobra conocidos los lectores monacales, o en el comedor de los colegios (En el mío lo había)pero desconocía totalmente el de las tabaqueras cubanas, y puedo imaginar de maravilla el ambiente que describes, de la voz del lector mientras morenas manos nudosas elaboran los puros bajo el húmedo calor...

Besitos volados.

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