lunes, 14 de septiembre de 2009

Leer en cualquier lugar

Que no se diga que aquel joven soldado francés no tenía afición a la lectura.
Fijaos, yo cuando leo braille puedo apoyar el papel en mi panza, leer con el mp3 para dormirme o ir acompañado en mis viajes y soy capaz de leerme libros con la voz marciana de cualquier síntesis de voz.
Que no se olvide: a leer toca y sino que se lo pregunten a ese soldado....



Chalons-sur-Marne, invierno de 1971. Cuartel de la Academia de Artillería.
En el reparto matutino de faenas, el soldado de segunda clase Fulano (Matrícula 14672/1, perfectamente conocido por nuestros servicios) se presenta sistemáticamente como voluntario para la faena menos solicitada, la más ingrata, distribuida casi siempre a título de castigo y que atenta a la más alta honorabilidad: la legendaria, la infamante, la innombrable faena de letrinas.
Todas las mañanas.
Con la misma sonrisa. (Interior.) -¿Faena de letrinas?
Adelanta un paso:
-¡Fulano!
Con la gravedad última que precede al asalto, empuña la escoba de la que cuelga la bayeta, como si se tratara del banderín de la compañía, y desaparece, con gran alivio de la tropa. Es un (valiente: nadie le sigue. El ejército entero sigue emboscado en la trinchera de las faenas honorables.
Pasan las horas. Le creen perdido. Casi se han olvidado de él. Se olvidan. Reaparece, sin embargo, al final de la mañana, cuadrándose para el parte al brigada de la compañía: «¡Letrinas impecables, mi brigada!» El brigada recupera bayeta y escoba con una honda interrogación en los ojos que jamás llega a formular. (Obligado por el respeto humano.) El soldado saluda, media vuelta, se retira, llevándose consigo su secreto.
El secreto tiene un peso considerable dentro del bolsillo derecho de su traje de faena: 1.900 páginas del volumen que la Pléyade dedica a las obras completas de Nicolás Gógol. Un cuarto de hora de bayeta a cambio de una mañana de Gógol... Cada mañana durante los dos meses de invierno, confortablemente sentado en la sala de los retretes cerrada con siete llaves, el soldado Fulano vuela muy por encima de las contingencias militares. ¡Todo Gógol! De las nostálgicas Veladas de Ucrania a los desternillantes Cuentos petersburgueses, pasando por el terrible Tarás Bulba, y el negro sarcasmo de Las almas muertas, sin olvidar el teatro y la correspondencia de Gógol, ese increíble Tartufo.
Porque Gógol es un Tartufo que hubiera inventado a Moliere -cosa que el soldado Fulano jamás habría entendido de haber dejado esta faena para los demás.

5 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Esto es pasión por las letras, teniendo como aliadas a las letrinas!

Me ha encantado la forma en que lo explicabas, Albertito. Muy chulo. Nada más que por eso, te deseo un feliz día y te mando un ramillete de besósculos recién cortados! (lo notas? Qué guay, ya empiezan a oler a otoño)

Muamuamuamua!!!

Alberto dijo...

Sí, sí que es toda una afición a la lectura.
Y sí, ya huele a otoño.
Feliz día y besósculos, cómo no.

silvia zappia dijo...

Aplaudo al soldado Fulano por leer a Gogol, y más te aplaudo a vos por haber escrito ésto!


Mil besósculos recién cortados, desde aquí con aroma a primavera!

Anónimo dijo...

Gracias Alberto por tu comentario en mi blog.

Que bueno que seas de mi tierra, así podremos compartir cosas, además de nuestra afición por la escritura. Para lo que quieras por aquí estoy, ya sigo tu blog,lo que he podido leer me ha cautivado.Tienes mucho talento.

Un saludo.

Alberto dijo...

Gracias, Silvia. Claro que a uno le alegra saber que hay alguien ahí de la tierra.
Hasta pronto.
Besos.

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