viernes, 17 de julio de 2009

Mi primer día en Madrid

Tal vez, hoy recordéis cómo hace cuarenta años, las imágenes de aquellos tres astronautas poniendo el pie en la luna, dando ese gran paso para la humanidad y pequeño para el hombre, daban la vuelta al mundo.
Sin embargo, yo quiero recordar lo qe para mí fue un 17 de julio, casi ya hoy, de hace 9 años…



Pues sí, el 17 de julio de 2000 me disponía, acompañado de mi madre, a coger el tren que salía de Zaragoza con destino a Madrid a las 7 de la mañana. Sería el comienzo de una nueva etapa laboral y el inicio de todo un reto: el desenvolverme solo en una gran ciudad sin ver.
Iba a desempeñar el puesto de jefe de la Biblioteca Central de la ONCE, viendo así cumplido uno de mis sueños y por el que estaba dispuesto a asumir las dificultades de adaptación al cambiar de un espacio familiar y acogedor como el de Teruel y pasar a otro con compañeros desconocidos, calles nuevas, amplias avenidas y el Metro como medio de transporte (con la carga de leyenda peligrosa y negativa que había arraigado en mí tras ver la película “La larga noche de los bastones blancos”).
Una conocida me había recomendado una pensión que caía cerca del trabajo y allá que llegamos con algo de equipaje.
Aquel primer día estaba flotando, muy nervioso, tanto por el debut laboral como por desconocer dónde viviría después de haber dejado la residencia de monjas, el Seminario, donde tanto me habían cuidado los años anteriores.
Mis futuros subordinados, como es lógico, estaban a la espectativa: ¿cómo sería el nuevo jefe? ¿qué manías tendría? ¿Qué ideas traería? Y yo, a mi vez, intrigado por conocer cuáles serían las funciones que podrría hacer, muy distintas a las anteriores, y con qué gente las podría acometer. Eso sí, traía muchos proyectos e iniciativas relacionadas con el fomento de la lectura para los ciegos de toda España.
La mañana se me pasó en un soplo, además se celebraba la despedida de una trabajadora por pasar a la situación de jubilada. Fue una buena ocasión para presentar al nuevo.
Mi antecesor me explicó algunas cosas y me dio documentación para que me la estudiase.
Comimos en el bar de la esquina y, tras un rato de siesta reparadora, fuimos a reconocer la zona. Al fin y a la postre no dejaban de ser calles.
Pedí ayuda en la ONCE para que me enseñasen movilidad por los lugares esenciales y, sobre todo, a moverme en el Metro.
Sin embargo, sería mi madre la que haría esa primera labor, tan esencial, de reconocimiento. Alguna compañera aún la recuerda hoy: cómo se desvivía por buscar referencias que me guiasen hacia los sitios más habituales: el banco, el supermercado, la peluquería… Cómo ella, con la firme voluntad de madre, se desvivió por dejarme en un alojamiento adecuado y digno, cómo se tuvo que escuchar algunas inconveniencias de patronas (decían que yo les iba a manchar su pensión) y decepciones. Hasta que encontró un edificio de alquiler de estudios y apartamentos muy cerca de mi trabajo y muy acogedor para un tiempo corto. Aguanté en aquel estudio casi cinco años, fue, muchas veces, agobiante ppor hacer todo (comer, descansar, dormir( en el mismo espacio, pero hizo su función y nunca lo olvidaré como tampoco aquella pensión de los primeros días. Cómo tenía que venir, cada primavera y otoño, con la maleta para cambiarme la ropa de temporada, ya que no cabía toda en el exiguo armario del estudio.
Recuerdo cómo al final del día, por fin descansé, casi por derribo, cómo se me abrían dudas e incertidumbres: ¿habría acertado al aceptar el nombramiento? ¿Sería capaz de adaptarme?
Pues sí, amigas, lo hice. Perdí el miedo al Metro, conocí las calles y establecimientos de la zona,consolidé mi situación laboral y, en fin, me puse Madrid por montera (no por la calle de marras) sino por la firme voluntad de tirar para adelante y aquí estoy. Con la satisfacción de considerarme ya casi un madrileño más y con el orgullo de escuchar cómo hay personas que me dicen:
“Para llevar tan poco tiempo en Madrid y siendo ciego, parece mentira lo bien que te orientas y cómo te conoces calles, lugares de interés y demás templos gastronómicos.”
Y es que la respuesta es “bien sencilla”: patear, bueno mejor palotear, preguntar y buscar gente con la que compartir momentos.
Os lo aseguro: no fue nada fácil: soledad, dudas, miedos, tropiezos. Pero mereció la pena.
Y no lo habría conseguido sin los desvelos de mi familia y la aceptación generosa de algunos comapleros, hoy amigos.

8 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Buenos días, Albertito, y felicidades por el aniversario! Qué satisfacción, ¿verdad?

Puedes estar bien orgulloso de tu familia, de tus amigos y, por supuesto, de tu tenacidad por lograr un objetivo, complicado al principio. Otro reto superado para vivir con normalidad!

Un besósculo orgullosósculo y buen fin de semana! Muamuamua!!

Alberto dijo...

Así es: vivir con normalidad, querer ser sólo uno más.
Gracias, Merceditas. Sé que te alegras por ello de corazón.
Feliz viernósculo y mejor finde.
Cuídate.

Rosa Sánchez dijo...

Alberto: es conmovedor comprobar con qué cariño y agradecimiento hablas y recuerdas a todas esas personas amables que te van ayudando por la vida, y lo más importante: el ejemplo que sigues dándonos con tu voluntad y perseverancia. Me parece fascinante, de verdad. Y qué decir de tu madre, me viene a la memoria una frase de un escritor que me gusta mucho, Wayne W. Dyer, que dice así: "Cualquiera que sea la pregunta, amor es la respuesta". Y es que a veces, cuando no encontramos palabras que describan nuestro sentir, no está de más echar mano de frases que hacen historia.
Un fuerte abrazo y un besósculo como los que te envía tu amiga Mercedes, que deben ser enormes en cariño y amistad. ¡Felicidades por el aniversario y feliz fin de semana!

Susi DelaTorre dijo...

Felicidades por ese aniversario, Tiflohomero- Alberto.
Hay fechas señaladas que forman parte de nuestra vida, sin que se reflejen en la hoja de un santoral.

Lo has contado magníficamente y, con la perspectiva del tiempo, se te nota feliz, ese inicio de algo que para tí es bueno y satisfactorio.


Saludos desde las Rías Bajas!

Alberto dijo...

Gracias, Rosa. Tú, como siempre, tan cariñosa y aportándome esas frases que sabes que me gustan y reflejan tantas cosas.
Cómo no he de agradecer a esas personas, ellas son muy "culpables" de que haya llegado hasta aquí. Tú empeizas a formar parte de ese grupo.
Cuídate y sí, besósculos con el mismo cariño con los que me los envía mi amiga Mercedes, casi más que toda una hermanita del alma gemela.
Cuídate y que estés bien, que sea una semana dichosa.
Adelante con una sonrisa.

Alberto dijo...

Gracias, "Sosita" (seguro que es justo lo contrario) y sí, me ves feliz porque así lo estoy tras haber superado aquel reto y haber alcanzado una vida bastante plena en este Madrid.
Gracias por tus visitas, que te merezca la pena el pasarte por aquí y que sigas dejando tus huellas.
Eliz semana por esas paradisiacas Rías Bajas.
Cuídate.
besos cariñosos.

Mercedes Pajarón dijo...

Albertito, permíteme que desde aquí salude a Rosa y le diga una cosita, ¿sí?

Rosa, hola, aquí Mercedes!! ¿Qué tal estás? Como he visto con alegría que te unes al grupo de los besósculos, he creído oportuno hacer una aclaración: me parece recordar que fue Alberto el ingenioso inventor de la palabrita, no yo. Ya me habría gustado a mí, ya, ja, ja, ja! A lo mejor es una tontería aclararlo, pero bueno, el mérito es de Alberto, que se las pinta solo para hacer acrobacias con las palabras. Y ya puestos, Rosa, aprovecho para mandarte, cómo no, un besósculo muy fuerte!

Gracias, Albertito. Pasa un feliz lunes y recibe un besósculo fraternósculo, di cuore! Mua!

Alberto dijo...

Merceditas, no importa quien cree las palabras, lo que importa es el sentimiento que expresan y éste es tuyo, lo sé.
Y sí, Rosa merece recibir también esos besósuclos plenos.
Gracias a ti, Merceditas.
Ale, a seguir inventando palabras que nos unan más cada día.

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