lunes, 6 de julio de 2009

De abanicos y rebajas

Querida amiga:

Ya metidos de lleno en pleno verano, pretendo una vez más escribirte, darte nuevas mías y desearte que este período, tan pródigo en luz, tiempo de descanso y salidas, te sea todo lo propicio que mereces.
Es verdad, hacía ya demasiado que no te contaba de mis andanzas, pero el tiempo pasa raudo y la rutina nos roba instantes de compartir experiencias. No me gustaría que esto excediera los límites de lo razonable y por eso aquí estoy de nuevo.
Mi actividad cotidiana ha descendido al terminar las clases del taller de lectura pero, no por eso, he dejado de aprovechar el tiempo. Quiero, no obstante, referirte dos hechos curiosos para hacerme más cercano, sabiendo el afecto con que me lees.


El otro día volvía a casa, al final de mi jornada de trabajo para comer. En una de las paradas de Metro, subió alguien e inmediatamente comenzó a abanicarse con una destreza llena de gracia, de donaire (pensé que muy bien podrías ser tú). Dejé de escuchar mi audiolibro y me pregunté: ¿quién sería la que así lo hacía? ¿Sería joven o mayor, guapa o no? No sabía cómo manifestarle mi admiración sin que sonase a descortesía o molestia y, de paso, sentir su voz, recibir pistas. Pero no pude por menos y…
-Qué bien lo hace. Vaya arte que tiene con el abanico.
-Es que hace mucho calor, casi no llego al Metro.
Era la voz de una señora de edad madura, de hablar reposado. Al menos vi satisfecha mi curiosidad. Pero ponte en mi lugar: si hubiese visto, no habría podido jugar a imaginar, aunque por otro lado… habría podido ver a la que con tanta destreza manejaba el abanico, ese artilugio de tantas resonancias románticas y con el que tantas cosas pueden decirse.

El otro acontecimiento es el tema de las rebajas, en cuya época estamos inmersos.
Te diré que a mí me gusta vestir de forma sencilla, con ropa normal, que combine entre sí. Me gusta llevar ropa discreta, los fines de semana vaqueros y entre semana tergal. Y calcetines siempre negros, que hay que evitar riesgos de salir a la calle con un pie de cada color. Vaya cantazo, uf, quita quita.
Los zapatos sí considero que deben ser de la mayor calidad posible porque los pies han de ser cuidados y darles sí, a ellos, el mejor trato. A veces los sacrificamos en pro de la estética y la imagen, sin darnos cuenta de lo que ello supone en perjuicio de nuestra espalda y demás estructura ósea.
No soy de ir de rebajas. Es verdad, pueden resultar atractivas por los precios, pero siempre que no compremos algo que no necesitemos, con lo que nos llevaría a aquel axioma que dice: nada que no necesitemos es barato por poco precio que paguemos por él.
Y eso de ponerte a rebuscar entre montones de ropa, en busca de la ganga… nada nada, que es un lío para mí. Fíjate: yo revolviendo mano a mano sin saber lo que cojo ¿y si elijo la camiseta de una jovencita en vez de mi xxl? No está uno para ir marcando, por ahí, estilo.
Así que nada, que disfrutes de esas rebajas, si es que te pasas por ellas y te acuerdes de mí, cuando ojees perchas, canastas, mostradores…
Y a la hora de entrar en el probador, cuidadiito con los ciegos que dicen que no ven.

Con la esperanza de que te haya hecho sonreír un poquito y dándote las más sinceras gracias por estar ahí, me despido hasta pronto con ese afectuoso abrazo de cada una de estas misivas mías, humoradas de ciego chalado.
Siempre adelante con una sonrisa.

8 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Hombre, Albertito, es cierto, hacía tiempo que no llegaba ninguna carta! Bienvenida, bienvenida!

En el metro, tanto si ves como si no, es imposible no imaginar nada de los compañeros de viaje...En cuanto a las rebajas, fíjate qué casualidad, yo salgo hoy con una amiga, pero sólo a mirar, porque no tengo un duro. Eso sí, espero que no haya demasiada gente, auuuurrgg!

Que pases un martes muy felizósculo y selenósculo! ¿O quería poner serenósculo? Ay, Albertito, palabritas, palabritas, ja, ja, ja! Muaaaaaaa!

Alberto dijo...

Pues sí, Merceditas querida, los viajes en Metro dan mucho de sí a la imaginación imaginandia.
Que no te agobies en la visita rebajera.
Feliz martósculo día de la inefable Selene. Que ella te acompañe.
Besósculos.

Rosa Sánchez dijo...

Alberto, vales un templo. Yo tan seria, buceando entre mis escritos y otras distracciones, pensando, además, en cómo llegar a fin de mes y demás pasatiempos domésticos, y me encuentro con este fantástico relato tuyo. Bueno, uno de los numerosos que escribes con ese arte. ¡Olé! -te dirían en mi pueblo. ¡Dios te bendiga! - te digo yo por compartir con todos nosotros lo más valioso: el sentido del humor.
Tienes tanta razón... Te fijas en el ruido que hace un abanico, cosa que pasa inadvertida para muchos distraidos como yo. Hablas de las rebajas como un experto en la materia: "comprar lo que no necesitas no es ahorrar"... Es que tienes más razón que un santo. Y tomo nota sobre tu recomendación de elegir siempre un buen calzado: por eso no recomiendo a nadie zapatos de tacón.
Gracias por seguir alegrándonos con tus simpáticas ocurrencias. Me acordaré de ti en cuanto vea un cartel de rebajas.
¡Abrazos cordiales!

lupus dijo...

Anda que no escribes bien, so pillo, y haces también bien en comentar sobre ese buen manejo de abanico, te llevarías más de una sorpresa...no tienen por qué ser manos de princesa las muevan con donaire el abanico, acuérdate de "Locomía", y sin ir más lejos...me da vergüenza, pero en mi casa eran muchas mujeres, manchegas ellas, madre, tías abuela, y todas manejaban el abanico como si fuera el móvil de hoy día...imagina quién aprendió a manejarlo desde muy chico.
Bueno, pásate por mi blog, que tienes una sorpresa, espero que te agrade.
Un abrazo muy fuerte.Enrique.

P.D. No anda muy bien mi portátil,así que si te encuentras más de una entrada, bórrala, por favor.

Taller Literario Kapasulino dijo...

Me gusto mucho esta carta...
y me gusto escucharla tambien

Alberto dijo...

Rosa, jejejje. Gracias como siempre por tus animosas y cálidas huellas.
Es verdad, no se recomiendan los zapatos de tacón, p ero ¿y lo bien que suenan? Ahhhh, la imaginación, ese contoneo de caderas hijo de esos zapatos de aguja.
Besos cariñosos y a seguir sonriendo.
Cuídate y feliz día.

Alberto dijo...

Ya sé, Enrique. Sé que la imaginación tiene esas malas pasadas: pensar que... y saber quue...
Luego te visito.
Gracias por estar ahí y acordarte de mí.
Un abrazo.

Alberto dijo...

Anda, Carla. Una nueva huella, que te dejes caer por aquí más veces.
Un abrazo cariñoso y feliz día.
Besos.

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