miércoles, 22 de julio de 2009

Las cartas al rey Melchor

Tal vez os hayáis preguntado alguna vez qué significa verdaderamente el braille para una persona ciega.
Pues bien, el relato que os pongo a continuación ppodría ser una buena manera de definirlo.
Ha sido escrito por Helena Ríos Utrilla, de Almería, y ha resultado seleccionado para representar a España en la fase europea del III concurso europeo de redacción en braille.
Estoy seguro de que os va a emocionar.



QUERIDO REY MELCHOR.Agazapados en un rincón de mi memoria aún perviven los recuerdos de mis ocho años. El largo tiempo transcurrido desde entonces ha desvaído muchos de los detalles, pero no ha conseguido borrar esa sensación de pesadumbre e impotencia que sentía al mirar los libros y comprobar que sus letras parecían difuminarse, hasta no ser mas que leves sombras grises que emborronaban las páginas. Constaté entonces con profunda tristeza, que a causa del glaucoma mi mundo había cambiado para siempre. Mis juegos habían cambiado, mis amigos habían cambiado y mi colegio también había cambiado. Pasé un curso entero peleándome con esos extraños bultitos del papel, a los que llamaban Braille. Al principio, cuando pasaba mis dedos por la hoja, me parecieron puntos dispersos perdidos en su pequeño universo. Me recordaban a las estrellas del cielo de agosto, las cuales, ya no podía distinguir. Luego esas agrupaciones extrañas de puntitos, me parecían más bien un código secreto del que solo podía descifrar pequeños fragmentos. Al final del curso por fin mis dedos, acariciando el papel, reconocían lo escrito. Así poco a poco, pude correr aventuras junto a Los Cinco, me reí con las travesuras de un chico llamado Tom Sawyer y lloré con la muerte de Beth, la pequeña de Mujercitas.En la Navidad del siguiente curso, al volver a casa por vacaciones, todo me pareció distinto, más alegre. Había obtenido unas notas excelentes y los primos de Madrid pasarían las fiestas en casa. La abuela y mis primas mayores, quitaron las viejas fotografías del aparador del salón, para colocar en su lugar las pequeñas figuritas de un nacimiento; un niño Jesús rollizo y sonrosado, una Virgen muy hermosa, un San José barbudo y enjuto, la mula, el buey, el ángel, los Reyes Magos con sus camellos y muchos pastorcillos. A mí no me dejaron ayudar por si rompía alguna figurita. La abuela me dijo que mientras podía adornar la bandeja de los mantecados con espumillón dorado. Todo estaba al fin dispuesto, solo faltaba escribir la carta a los Reyes Magos. Según la tradición, cada niño debía escribir una carta dirigida a sus Majestades de Oriente, pidiéndole los regalos que se deseaban. Al llegar la noche del cinco de enero los Reyes visitarían en secreto, las habitaciones de todos los niños, para dejar sus regalos a los que habían sido buenos y un trozo de carbón a los que habían sido malos. Todos mis primos andaban ocupados escribiendo sus cartas a los Reyes. Nadie tenía tiempo de escribirme la carta. Entonces busqué la ayuda de mi abuela. Ella me acarició el pelo y me dijo con dulzura.- Tu misma puedes escribir la carta.- Abuela, ya sabes que no veo escribir. - Murmuré con tristeza.- Eso no es cierto. Puedes escribirla en Braille.- Pero no podrán leerla.- Claro que sí, princesita.- ¿Estás segura? - Pregunté incrédula.- Voy a contarte una vieja, una viejísima historia que pocos conocen. Pero antes debes decirme los nombres de los tres Reyes Magos.- Melchor, Gaspar y Baltasar. - Respondí mecánicamente.- ¿Sabes cual de los tres Reyes es el más anciano?- Melchor, el de la barba blanca ¿No?- En efecto es el más viejo y el más sabio de los tres. Pero es tan, tan viejo que sus ojos cansados no pueden leer las cartas de los niños. Eso le ponía muy triste hasta que un joven ciego francés, que era profesor y se llamaba Louis, inventó un sistema de lectura para los invidentes enseñándoselo al Rey Melchor. Desde Ese momento Melchor se encarga de leer todas las cartas de los niños ciegos. Por eso debes dirigirle tu carta solo a él.Desde esa Navidad, todos los años comienzo mi carta con "Querido Rey Melchor". Mis primeras cartas fueron para contarle que había sido buena, que había sacado buenas notas y para pedirle regalos. Desde entonces sigo la misma costumbre; coloco en casa los adornos navideños, saboreo un trocito de turrón de chocolate y saco del escritorio papel, regleta y punzón. Sé que hoy en día ya casi nadie escribe Braille a mano, pero en mi caso ya forma parte del ritual navideño. Y no estoy dispuesta a cambiarlo. No me parece que la industrial precisión de la impresora Braille le guste al Rey Melchor, un Rey merece algo especial que requiera cierto esmero y dedicación.Por supuesto hace muchos años que cuando escribo al Rey Melchor no le pido regalos, ni espero recibirlos. Pero se trata de un amigo entrañable al que escribo para contarle como me ha ido el año y al que expongo mis deseos para el año nuevo, tal vez, con la secreta esperanza, con el infantil anhelo de que puedan hacerse realidad.Hace cinco años que en mis cartas vuelvo a pedir muñecas, peluches y cuentos al Rey Melchor. Ahora cuando escribo no estoy sola. Una graciosa niñita, que según dicen, se parece mucho a mí, me acompaña. Me observa con curiosidad y cuando acabo y se la leo me dice:- ¿Me dejas que vea la carta?- Toma, ten cuidado con ella. - Le digo mientras le alargo el papel.- Mami, no se si el Rey la va a entender. - Su vocecita denotaba preocupación. - Seguro que si la escribes en el ordenador se entiende mejor. - Añadió convencida.- Deja que te cuente un secreto del Rey Melchor. - Le dije en susurros.- Vale mami. -Dijo muy bajito acercándose mucho a mí.- El Rey Melchor es muy, muy anciano y por eso ya no ve leer las cartas de los niños. Estaba muy triste por que no podía hacer su trabajo. Hasta que un buen día un joven profesor ciego que vivió en Francia hace muchos, muchos años, y que se llamaba Louis, inventó una forma especial de escribir para los ciegos.- Ya sé, se llama Baile.- No, se llama Braille. - Dije aguantando la risa.- Quiero que siempre me escribas la carta para el Rey.- Cuando aprendas a escribir bien, lo harás tu misma.- Pero en mi cole no enseñan eso. Tú escribes la carta y yo le dibujo muchas estrellitas de colorines.- Bueno, pero no aplastes los puntitos.Desde entonces esos entrañables bultitos comparten el papel con estrellas, flores y toda una suerte de coloridas filigranas. Confío en que tales adornos no desagraden a mi querido Rey Melchor. Ahora, además, como mi hija ha divulgado el secreto, he de escribir también las cartas de mis sobrinos y algún que otro amiguito, lo cual espero seguir haciendo durante mucho, mucho tiempo.

5 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Realmente es una joya, Albertito, una verdadera joya, por muchísimos motivos, empezando por el tema que trata. Es de esos escritos que se saltan las barreras de los sentimientos y llegan muy adentro. Y con una calidad literaria impecable.

Feliz juevósculo! Besósculos mil!! Requetemua!

Alberto dijo...

Gracias, Merceditas por seguir dejando tus huellas, ahora que casi todo el mundo anda en mejores menesteres que pasarse por aquí, tú sigues haciéndolo y encima dejándome tus buenos deseos de cada mañana. Gracias de corazón por ello. Al menos tú sí estás ahí.
Feliz juevósculo y que los rayos de sol te inunden de alegría y dicha.
Besósculos.

Mercedes Pajarón dijo...

Bah, ya sabes, todo el mundo está de vacaciones o está a punto de empezarlas. Julio es un mes extraño y duro en algunos aspectos: la gente está cansada, hace demasiado calor...¡Los blogs son más otoñales que veraniegos, Albertito! El mío anda más desanimado que de costumbre, empezando por su propietaria, que está a punto de colgar el cartel de "cerrado por vacaciones"...o por falta de ideas.
Y nada, gracias a ti. Entrar aquí es encontrar esos rayos de sol de los que hablas.
Mil besósculos, o dos mil! Mua!!

Alberto dijo...

No sé, no sé. Tú dirás eso pero..... gracias por los ánimos de siempre.
Es verdad que ahora apetece más estar por ahí o por aquí o yo qué sé: terrazas, viajes, playa, heladitos, tés fríos.....
Bueno, resisitiremos.
Y de tu casa siempre tan llena de chuches dulces pues haz lo que te apetezca, pero si la cierras, reábrela pronto que somos muchos los que la echaremos de menos.
Ale, pronto más.

Ana M. Alonso dijo...

Precioso. (Este es el blog del instituto y está en inglés, pero sigo siendo Ana.)

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