martes, 16 de junio de 2009

El viejo semáforo

Desde que el 4 de agosto de 1914 se instalara el primer semáforo moderno en Cleeveland se han convertido en elementos básicos de nuestras ciudades. Para una persona ciega el hecho de que tengan un dispositivo acústico es esencial, bien sean los tradicionales pajaritos o su activación mediante el correspondiente mando a distancia.
El caso es que, en esta noche de lunes, a cuenta de ellos, se me ha ocurrido la siguiente chaladura.
Con el deseo de que Morfeo os reciba con agrado, ojalá os haga evocar una sonrisilla.




-Maestro, ya ha venido la orden para derribar ese trasto de la plaza, el último que queda de la serie antigua. Ahora, los nuevos son de lujo, controlados por ordenador, se activan en cascada e incluso llevan un dispositivo acústico que avisa de cuándo debe cruzarse y el punto en que están ubicados. Una maravilla, Por fin, vamos a poder instalarlo en vez de ese cacharro que, con eso de que es antiguo, los del Patrimonio se han puesto borricos, como siempre por otra parte.
-Bien, bien; Manuel. Vamos allá, a ver el terreno, a vallarlo.
-¿Ve usted? Con que abramos aquí un pequeño agujero con el martillo Dumper y cortemos unas horas la calle está listo.
Ya vienen otra vez esos tipos. Pensé que se habrían olvidado de mí, pero veo que no. Y esta vez parece que van en serio así que antes de que acaben conmigo para siempre les contaré mi historia.
Sí, señores; soy un poste semafórico, que uno tiene su categoría, oigan. Llevo ni se sabe los años desde los que fui plantado en este punto de confluencia entre la avenida de la Ilustración, ahora, que antes fue del Generalísimo y la plaza de la Nueva España otrora de la Victoria.
Cuando me pusieron era muy moderno, fue todo un evento en la ciudad porque tenía la posibilidad de ser activado por el peatón que quisiese atravesar esta amplia vía. Ya el tráfico de coches se había hecho denso y los paseantes estaban hartos de las esperas y eso que entonces la prisa no se había impuesto aún.
He sido testigo, sin que ellos lo supieran de encuentros y desencuentros, de amores y decepciones, de risas y llantos.
Aprendí un truco: cuando había alguna guapa señorita, a mi lado, retardaba el cambio de luz para tenerla más tiempo junto a mí. Qué ingenuo _dirán_ pero yo me conformé siempre con lo pequeño.
Supe de la primera vez en que un ciego se atrevía a cruzar solo la calle y celebré, con él, su emoción.
Alumbré, con mi luz verde, una noche en la que un anciano se despedía para siempre de alguien muy querido.
Reconocí al triunfador, al que ufano acababa de recibir su nombramiento como alto mandatario del gobierno de la ciudad, cuya sede se encontraba frente a mí.
Comprendí cómo las niñas y niños de aquella época fueron creciendo. Su tránsito del cochecito de bebés, conducido por unas madres emocionadas, dejó paso al orgullo temerario de la motocicleta y a la estabilidad próspera del coche de lujo.
Es verdad, también recibí las visitas de animalejos: aquellas palomas que siempre dejan su regalo, aquel gatito que quiso probar la libertad y que enseguida deseó volver a la comodidad y a los mimos de su anciana dueña o esa otra mascota que fue hija de unas fiestas navideñas y vagó sola, una vez agotada la emoción de lo nuevo por parte de su poseedor.
Todo esto ha ido pasando por aquí. Ahora me quieren arrumbar al cementerio de los semáforos., pero aspiro a preservar mi recuerdo.
Creo que en algún diario de la época se conserva el acontecimiento de mi inauguración pero ya nadie se acuerda de aquello. Sólo se quiere lo novedoso, lo moderno y… ¿adónde irán a parar tantos sueños y preocupaciones como escuché a quienes aguardaban su turno?
¿Qué quieren?
-¿Qué le pasa hoy al semáforo?
-No sé, cari. Pero parece como si llorase, sus bombillas están parpadeando. Mira, les preguntaremos a esos operarios que están…
-Oigan, ¿Qué sucede?
-Nada, simplemente que este trasto está dando sus últimos parpadeos, por no decir bocanadas _fanfarronea, socarrón, el que tiene voz de mando.
-¿Cómo pueden decir algo así y con ese desprecio? ¿Te acuerdas, querida que fue aquí donde nos besamos por primera vez? ¡Ah, aquel beso de cine!
-Sí, sí; cómo olvidarlo. ¿qué van a hacer?
-Pues nada, lo que debimos hacer hace muchos años. Tirarlo y sustituirlo por otro mejor.
-Bueno, ustedes los del Ayuntamiento, harán lo que quieran pero nosotros siempre vendremos aquí cada 13 de diciembre a festejar nuestro amor y guardar su lugar. ¡Hacía mucho frío aquel día de diciembre, pero qué calor diste a mi alma!
-Nunca consentiremos que…
No se sabe cómo pero las luces de ese viejo semáforo se han apagado definitivamente antes de que el martillo neumático cumpla con su misión.

8 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

El semáforo que, como un árbol, había echado raíces pensando que siempre permanecería allí, como testigo de la vida! Cuánta gente habrá que no le olvidará...!

Albertito, empezar el día con "El viejo semáforo" me hace parpadear de alegría! (jo, otro pareado de esos...)

Feliz martes! Un besósculo rojo, amarillo y verde! Mua!

PD.- vamos a ver el lado positivo: por fin el semáforo se librará de las palomas, ja!

Alberto dijo...

Merceditas, creo que además de retardar el cambio de luz ante una guapa señorita lanzaba sus guiños bombillósculos a aquellas que quería seducir que sabían ver su gesto. Éstas eran las que luego alcanzarían la felicidad.
¿Viste tú algo de aquello? Yo no.
Besósculos martósculos.

Deigar dijo...

Wow! que real y sentimental. Muy
bueno!

Saludos.

brujita dijo...

¡Pobre semaforito...es que la vida es injusta con los viejitos! pero los tiempos cambian y a nuevos tiempos nuevos avances en los que algunas cosas del ayer pasan a mejor vida aunque eso sí mucho más solitaria

Besito volado.

silvia zappia dijo...

Pobre semaforito (estoy igual que Bruji).
Se apagó antes...decidió irse solito...


Muy buena historia.
Mil besósculos semaforósculos!

Alberto dijo...

Gracias Deigar por pasarte. Me alegro que te gustase la historia.
Feliz día

Alberto dijo...

Tenéis razón, Brujita y Rayuela. Es verdad que las cosas modernas han de sustituir a lo antiguo en pro de una mejor calidad de vida tecnificada, pero que eso no signifique la muerte de lo bueno que vivimos.
Feliz día para las dos.
BesóBesósculos sentidos y volados de un semafsemaforósculo con corazón.

Rosa Sánchez dijo...

Alberto: eres un narrador excelente. Trasmites mucho, de verdad. Y para serte sincera he de decir que más que una sonrisa se ha dibujado en mis rostro una mueca de añoranza por esas cosas con las que hemos crecido hasta que llega el día en que desaparecen para siempre. Aunque si el cambio es para mejor: sea bienvenido, pues, de todas formas, las "cosas" no tienen alma.
¡Un fuerte abrazo!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...