domingo, 11 de octubre de 2009

La nueva pastelería

Con mis mejores deseos de que disfrutéis de un dulce domingo, aquí os pongo mi último cuento.
Que os haga disfrutar.

Evaristo; sí, él que se creía el más listo, quería probar algo nuevo.
Consideraba que ya lo había degustado todo en materia de dulces y, por eso, ya nada le proporcionaba auténtico placer, nada le seducía.
Rechazaba sus habituales visitas a la confitería de la señora Ludivina alegando que sus tartas, pasteles y bollos habían perdido atractivo. ¿No sería que la que lo había hecho, en realidad, era la propia dependienta?
Hete aquí que un día, de entre la mucha propaganda que depositaban en su buzón, llamóle su atención un prospecto diferente: tenía forma de flor y en cada uno de sus pétalos se dibujaba la promesa de exquisiteces nunca vistas. Y en el centro, el nombre del establecimiento: “Pastelerías Merjarón”.
Se vio impulsado a acercarse al nuevo templo del golosineo y dejarse tentar por esas promesas.
Para más motivo, quedaba cerca de casa: en la Avenida de los Olivertos, nombre de la calle hijo de las ocurrencias del inefable alcalde, él tan moderno y snob que quiso reinventar el lenguaje.
Se encaminó presto hacia su nueva meca. ¿Y qué fue lo primero que vio?
Una gran cola, ejem, una larga fila de personas que esperaban turno.
Preguntó que a qué se debía semejante multitud. A lo cual, le respondieron que era el día inaugural y que ofrecían muestras gratuitas de lo que venderían después. Se rumoreaba que lo que daban era increíble, exquisito, novedoso.
Los que salían con sus bolsas, comentaban que, por fin, se había abierto el paraíso del sabor.
Evaristo se impacientaba. Quería avanzar, colarse. Pero no se lo permitieron.
Sólo le quedaban cuatro personas delante de él para que pudiese, por fin, penetrar en el nuevo local. Se temía que no llegaría a tiempo de elegir y entonces, su aventura se quedaría en otro fiasco.
Y, sí; por increíble que pudiera parecer, llegó su momento.
-¿Qué desea probar, señor?
-ah, lo más nuevo. Mire, seño…
Nuestro dulce protagonista se quedó mudo al ver a la joven que le interpelaba. Nada que ver con la antipática de la Ludivina, que ya le tenía tomada la medida. Ésta era risueña, con voz de trino, alta, de pelo rubio recogido dejando limpia una cara llena de amable expresión. ¿Y sus ojos? Ah, dos luceros resalados.
-Emmm… Encantadora señorita, lo que a usted le parezca. Estoy seguro de que, sea lo que sea, me fascinará.
-Bueno, estamos sugiriendo nuestro surtido especial Universo. Viene muy bien presentado y lleva algo de bombón de jazmín, pastas de guindas, hojuelas a la miel y barquillos de tiramisú.
--Póngame, póngame dos cajas de las grandes. ¿Cómo se llama? Es que creo que voy a venir muy a menudo a esta nueva pastelería.
Con una sonrisa pícara _nadie diría que la empleada llevase varias horas atendiendo_ respondió:
-En una de las cajas lleva la respuesta.
Porque a ella, la visión de aquel cliente le había llamado la atención, la había conquistado.



9 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Alberto.

Claro que te recuerdo. Me alegro de que compartamos libro jeje, es una bonita experiencia la verdad. Ya estoy deseando comprarlo.Tu también eres bien recibido en mi blog paisano, es por eso que tienes mis puertas abiertas. Me va todo bien, con varios proyectos entre manos.

Un abrazo paisano y para lo que gustes ya sabes donde encontrarme.

Mercedes Pajarón dijo...

Albertito, ¿no será esa la famosa pastelería en la que se produjeron hace poco altercados y todo? Bueno, me tranquiliza comprobar que esta vez el almíbar no ha llegado al río, ja, ja, ja!!! Además, Evaristo estará en las mejores manos, y la pastelera será muy dichosa con un cliente tan genial!
...Y ya sabes, fueron felices, y comieron galletices! Un besósculo dulzósculo y emocionadósculo para esta maravilla y para ti! Mua!

Alberto dijo...

Es verdad, Silvia. Sí que fue bonita la experiencia y más el saberse en un libro. Habrá gentes que lo lean, gente anónima pero que al menos esperemos hacerle disfrutar con nuestros pequeños relatitos.
Para mí, ése es el mayor premio.
Me alegro de que estés bien y con proyectos entre manos.
Cuídate, guapa.
Besos.

Alberto dijo...

Merceditas, ¿dices que en esa pastelería hubo hace poco altercados? Es normal si tiene unos productos tan suculentos y una dependienta tan dulce.
Me alegro de que te haya gustado mi último cuentecito.
Besósculos de domingo. muuuac

silvia zappia dijo...

Yo probaría el bombón de jazmín...sin interesarme la dependienta, por supuesto.
Pero...falta algo en esta pastelería...una torta de azúcar negra, especias y miel.


Excelente cuento, y dulcísimos besos!

Rosa Sánchez dijo...

Sí, Alberto, muy bueno. Muchas veces las personas con las que nos topamos hacen que nos guste aquello que representan. También pasa por el contrario, si no nos tratan bien...
Gracias por pasar por mi blog. Del comentario que dejaste decirte algo: tú tienes mucha luz dentro de ti, lo demuestras cada día. Adelante con una sonrisa.

Alberto dijo...

Rayuela, ya está marchando el pedido de esa torta tan exquisita. Me la pido, me la pido. Deliciosaaaaa.
Feliz día y que todo esté en paz.
Besósculos añorósculos.

Alberto dijo...

Gracias, Rosa por tus palabras. Tan cariñosa siempre.
Tienes razón, según nos caiga la persona en cuestión, nos atraerá más o menos lo que ella representa. Esto es en gran parte así, aunque equivalga a cierto prejuicio.
Besos cariñosos y feliz día.

brujita dijo...

¡Me he quedado pegajosa, con tanto dulce del bueno!...la pena niño es que no soy demasiado golosa, me van más las golosinas de charcutería je,je.
Pero el cuento me ha gustado, y agradezco la atención de una mujer agradable tras el mostrador.

Besitos volados.

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