domingo, 21 de octubre de 2007

Los sabores de mi niñez.

Hoy, domingo por la tarde, acompañado de mis padres (porque sí, en respuesta a uno de los comentarios, debo de cir que los tengo aún) he oído una noticia que me ha sugerido este tema.
He regresado a mi infancia y he saboreado aquellos alimentos tan sabrosos y naturales que mi abuela Susana o mi madre me preparaban. Quiero compartirlos con vosotros e invitaros a que también recordéis los vuestros, porque seguro que la boca se os hace agua y a través de esos recuerdos, haréis presentes a quienes, con tanto cariño, os los preparaban.
Eran cosas sencillas, naturales y hechas a base de los frutos y recursos que había a mano. No serían muy elaborados ni muy exóticos pero una cosa era indudable: estaban hechos con el esfuerzo de unas gentes hechas al trabajo en el campo y la naturalidad de lo auténtico.
Las rebanadas de pan con vino y azúcar o mermelada de ciruelas.
Los filetes de dulce de membrillo entre galletas.
Las onzas de chocolate marca La campana de El Gorriaga con los cromos de futbolistas o monumentos.
Los tostones y las tortas de la matanza con manteca y azúcar.
Las sopas de ajo o sopa castellana en las frías noches de invierno.
Las codornices, perdices o conejillos en escabeche que cazaba el abuelo Alejandro o mi padre.
Las migas con uvas.
Las distintas partes del cerdo en la olla: el lomo, las costillas o el chorizo.
Los huevos rellenos del día de la fiesta.
Recuerdo los bocadillos que llevaba en la cartera cuando iba a la escuela o las meriendas que tanto me gustaban.
Y la leche, no era leche envasada en cajas de cartón como ahora, sino recién hordeñada de la vaca, eso sí: con Cola Cao.
No teníamos chuches, ni yogures, ni pizzas, ni hamburguesas, pero lo que comíamos nos sabía riquísimo, al menos a mí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola buenas tardes. Hojeando tus cosas veo esto de "los sabores de la niñez" y me trasladan a esa infancia en nuestro pueblo con los padres, los abuelos, con la tía Pilar vecina de la abuela, con la tía Amelia cuando venía a hacer la matanza en invierno y se quedaba un mesecillo hasta que se curaban los chorizos...La tía Lucía del tío Antón nos daba agua-miel y la pura miel en los panales de pura cera que hacían las abejas que nos picaban por la Carreduela o por el río Manzano en los veranos.

VAYA RECUERDOS TAN SABROSOS Y BUENOS. Ahora ha cambiado hasta eso tan sencillo, pero algunos todavía lo degustamos como si lo tuviesemos entre las manos.

Un acierto total tu artículo que me traslada a esa niñez tan buena que tuvimos.

Saludos. eljuli

Anónimo dijo...

Hay quien dice que la mayor fuerza de la nostalgia es la de la brisa suave que nos trae un olor lejano recordándonos la infancia. En mi caso tal vez sea el sabor de las moras recogidas en una zarza a pesar de pincharnos en la ropa y en las manos. Ya no quedan zarzas en los lugares que yo las conocí porque los tractores y las excavadoras se las llevaron entre sus ruedas y sus engranajes, pero alguna vez la brisa más ligera me trae un olor suave a las hojas de zarza recién reverdecidas en primavera... escrito por Eutiquio Y esa es la nostalgia.

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