martes, 9 de marzo de 2010

El lobo orgulloso de su sombra y el león

Eso que le pasó al lobo de esta fábula, difícilmente me ocurrirá a mí, no por otra cosa más que porque no veo mi sombra. El que no se consuela es porque no quiere.
Siempre tan ilustrativas y vigentes las fábulas de aquel griego clásico genial.


Vagaba cierto día un lobo por lugares solitarios, a la hora en que el sol se ponía en el horizonte. Y viendo su sombra bellamente alargada exclamó:
-- ¿ Cómo me va a asustar el león con semejante talla que tengo ? ¡ Con treinta metros de largo, bien fácil me será convertirme en rey de los animales !
Y mientras soñaba con su orgullo, un poderoso león le cayó encima y empezó a devorarlo. Entonces el lobo, cambiando de opinión se dijo:
-- La presunción es causa de mi desgracia.
Nunca valores tus virtudes por la apariencia con que las ven tus ojos, pues fácilmente te engañarás.

Esopo

3 comentarios:

Minoe dijo...

Corta pero contundente, desde luego.
P.D De pequeña me encantaban las fábulas, sobre todo las de Esopo

Mercedes Pajarón dijo...

El primer comentario que hago tras mi descalabro con el ordenador es en tu blog, Albertito. Celebremos que vuelvo a estar viva en el ciberespacio!

En cuanto a esas sombras engañosas... Es cierto, el engaño lo provocamos nosotros. Al fin y al cabo, hay sombras benéficas que actúan como un ángel de la guarda, aunque también sean juguetonas y les guste esconderse tras las columnas...

Feliz miercósculo, di cuore!

Rosa Sánchez dijo...

Uy, Alberto, fabulitas como ésta hacían mis delicias de pequeña, cuando leía con avidez la enciclopedia Álvarez con la que había estudiado mi padre. ¡Qué de valores y enseñanzas útiles trasmiten estas fábulas, eh!
Un cordial saludo.

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